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Gracias a estas obras un hidalgo de La Mancha salió en post de gloria personal e individual junto a un escudero anclado en la realidad de la tierra y sus aventuras se convirtieron en la mejor novela de la historia. En la literatura castellana, salvando algunas obras puntuales, fueron las primeras obras creadas con una intención claramente de entretenimiento. Y aquí quizás resida una de las características de las novelas de caballerías principales: que abandona toda finalidad moralizante alejándose de los grandes temas de la literatura medieval. Eso no quita para que el idealismo y el afán de perfeccionamiento de los héroes caballerescos sirvieran de abono en el proceso de superación de conocidos místicos como pudiera ser Santa Teresa de Jesús o San Ignacio de Loyala.  La Doctora de la Iglesia confiesa que, en su juventud, fue ávida lectora de estas historias. Y críticos de la literatura hay quienes ven en esos ideales de superación un sustrato de las experiencias místicas que llegarían después. Sea como fuere, el tono moralizante de un don Juan Manuel, para poner un ejemplo, queda atrás y la cosmovisión que se nos presenta es totalmente distinta.  

La sociedad castellana en el siglo XV y las novelas de caballería 

Las novelas de caballería comenzaron a hacerse populares en el siglo XV, justo cuando la imprenta inicia su andadura para dejar atrás definitivamente los libros medievales que solo estaban al alcance de muy pocos. Ese punto quizás también contribuyera a su éxito y propagación. Sea como fuere, la sociedad castellana del siglo XV estaba aparcando todos los parámetros brutales de la Edad Media. La nobleza olvidaba su rudeza y se hacía cortesana a la misma velocidad que aumentaban las intrigas palaciegas y las peleas entre reinos. La monarquía perdía su papel y, paralelamente en una contradicción casi, surgían voces que abogaban por el centralismo. El avance hacia los últimos reductos de los reinos musulmanes quedó paralizado hasta el último embate de los Reyes Católicos en 1492.  

Mientras tanto, la misma nobleza que renegaba de la autoridad real se congregaba en castillos y palacios para disfrutar de grandes banquetes, justas poéticas y torneos donde se demostraba habilidad y fuerza con más espíritu deportivo que guerrero. El recogimiento religioso medieval queda, paulatinamente, apartado mientras se va descubriendo el mundo pagano de la literatura griega y latina que comenzaba a traducirse en castellano y a editarse en las incipientes imprentas. Las universidades comenzaban a plantar sus cátedras y aulas por todo el territorio español (la primera fue la de Salamanca en el siglo XIII) y la burguesía se hacía culta y letrada. Todo ello era caldo de cultivo propicio para una nueva forma de hacer literatura que dejaba a un lado la realidad más cruda resbalándose por la fantasía para solaz de lectores individuales.   

10 Características de las novelas de caballería 

1.- Surgen en el siglo XV en un ambiente cortesano

Como ya he anotado, es una literatura producto de su tiempo como lo fueron los cantares de gesta mantenidos por el mester de juglaría siglos atrás. La cosmovisión medieval iba progresivamente abandonándose y lentamente España se introducía en el Renacimiento literario con todo lo que ella implica. La imprenta hace factible un mayor número de libros. A la par que va aumentando el público alfabetizado con el auge económico burgués y la implantación de las universidades se ponen los cimientos para los descubrimientos, la incipiente ciencia, los ingenios mecánicos, la mejora de las comunicaciones, el poder centralizado… En esta situación la nobleza se vuelve más ociosa dejando la rudeza de los siglos atrás. Gusta de las fiestas palaciegas, de los modales de las justas caballerescas, de la prueba en los torneos… En este ambiente nacen las novelas de caballerías que exaltan otro ideales distintos a los de antaño. 

2.- Una de las características de las novelas de caballería es el ensalzamiento del amor 

Excepto en la poesía trovaderesca, el amor como idealización no había tenido cabida en la literatura en castellano. Los autores de la Edad Media (a excepción si acaso del Arcipreste de Hita y su obra tiene otro cariz) siempre escribían con fines moralizantes, edificantes, educativos… Sin embargo, las novelas de caballerías ensalzan el amor incondicional de un caballero hacia su dama a la cual entrega el fruto de todas sus conquistas.  

3.- El héroe caballeresco busca la gloria individual  

Los ejemplos de cantares de gesta que nos han llegado nos muestran a héroes con espíritu de soldado, con cosmovisión militar. Cualquier hazaña tenía una finalidad colectiva ya fuera patria (o terruño) o religión (la toma de territorios para la causa cristiana por poner otro caso). Eran combatientes abnegados que actuaban movidos por un honor heredado y por un deber leal a cualquier causa en la que ponían sus vidas. Sin embargo, los protagonistas de las novelas de caballerías viajan y llevan sus aventuras en solitario en busca de causas etéreas (aunque sean llevados por el afán de hacer el bien) y con un espíritu egocéntrico que adelanta los fundamentos del Renacimiento. Las peleas que libraban eran para su gloria personal y no como parte de un ejército con una causa común.  

4.- Otra de las características de las novelas de caballería es la fantasía  

Si algo caracteriza a la literatura española de todos los tiempos es su fuerte arraigo en el realismo. Tanto es así que cuesta encontrar obras en las que la fantasía sea una norma y uno de sus fundamentos. La excepción es la novela de caballerías donde los héroes se topan con monstruos inverosímiles, magos con poderes, animales fantásticos y toda suerte de seres imaginarios que acompañan (algunas veces para mal y otras para bien) al caballero en sus andanzas. 

5.- La topografía presentada es difusa y etérea 

En la misma línea con lo expuesto anteriormente, otra de las características de las novelas de caballerías es que no se reconocen como reales la toponimia presentadas en las obras. Amadís de Gaula, por poner un ejemplo de una de las mejores, viaja por toda Europa pero son lugares irreales, etéreos, irreconocibles con paisajes que difícilmente puedan encontrarse en un tour turístico contemporáneo. Los castillos están encantados. Los fantasmas y las criaturas del otro mundo conviven en armonía con personajes caracterizados con mayor realidad.  

6.- Las novelas de caballería se convirtieron en manuales del perfecto cortesano 

Porque los héroes de estas obras representaban los ideales y virtudes de los perfectos caballeros sin tacha y mácula alguna. Son personajes esforzados con modales exquisitos que no pierden la compostura en ningún momento aunque estén siendo devorados por un dragón de tres cabezas. A la par, hacen gala (y luchan por ello) de grandes ideales y una buena dosis de ánimo que lo convierten en dechados de virtudes. Inasequibles al desaliento y en ayuda a los menesterosos, su lema es la lucha por la justicia. El ideal caballeresco, por tanto, de los libros se pretendía imitar entre un público cortesano cada vez más instruido que ya rechaza la rudeza en el trato, los modales y las relaciones sociales.  

7.- Los orígenes de las novelas de caballería son franceses 

Aunque de España salieron grandes ciclos que luego se vertieron a otras lenguas romances, los orígenes se encuentran en los héroes épicos franceses. En estos poemas se encuentran personajes alejados de las características de los cantares de gesta principales. Si los castellanos pedían verosimilitud como si se tratara de las noticias de la prensa y los héroes se presentaban con toda su crudeza, en los galos todo estos caracteres estaban más endulzados. Además, en los poemas épicos castellanos no se hubiera permitido la fantasía de castillos encantados y criaturas extrañas que ayudaban a los caballeros galos en los momentos de apuros. En los españoles se exigía a los héroes un arrojo y valentía fuera de lo humano. Todo esto se trastoca con las novelas de caballerías que presentan un mundo totalmente distinto. 

8.- La mejor novela de caballería en castellano es el Amadís de Gaula 

Y tanto fue así que merece estudio individual ya que el héroe constituye un ciclo aparte y tanto fue su éxito que se contaron 50 ediciones en apenas unas cuantas décadas. El público estaba tan ansioso por conocer más aventuras que incluso el Amadís original fue resucitado después de haber sido asesinado. Las sagas en las que seguían las aventuras de su hijo o su nieto eran esperadas por los lectores ávidos de estos héroes inmaculados e irreales que dedicaban su vida al amor de una dama y a luchar por la justicia de manera abstracta.  

9.- Otra de las características de las novelas de caballería es su independencia de las historias de aventuras: el caso del Tirant lo Blanc

Este mundo de magia y de paisajes de brumas donde aparecen seres fantasiosos no tenían nada que ver con las novelas de aventuras con una meta concreta. Los caballeros andantes vagaban sin rumbo buscando deshacer cualquier entuerto (como aspiraba el antihéroe Don Quijote) que les saliera al paso. Sin embargo, el Tirant lo Blanc (escrito en catalán) es un obra que se sale del género al presentar a un militar que lucha contra los turcos y vence gracias a su ingenio, inteligencia y astucia. A pesar de que los lectores cultivados se rindieron a la gran belleza literaria de la obra, esta no tuvo el éxito de otras novelas de caballerías más imaginativas. Tanto es así que en el escrutinio de la biblioteca quijotesca, esta se salva porque  poco había podido contribuir a la perdida de la razón del héroe. 

“Aquí comen los caballeros y duermen y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con otras cosas de que todos los demás libros deste género carecen”.  

10.- Las sagas de las novelas de caballería es otra de sus características

Las historias son larguísimas y no acaban nunca. Son auténticas series de aventuras sobre el mismo tema en los que los personajes no envejecen y se muestran inasequibles al desaliento. El público esperaba con ansiedad más y más historias tanto de los protagonistas como de sus hijos y sus nietos. El entretenimiento estaba servido porque, entre combate y combate, se intercalaban otra historias de corte amoroso que hacían las delicias de los lectores.  

Todas estas características de las novelas de caballería propiciaron que fueran las favoritas de un público lector cada vez más amplio que buscaba aventuras e ideales a la par que se evadían de la realidad. Fueron tan populares que las grandes aventuras, de una manera u otra, eran conocidas por todos. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

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Gracias a estas obras un hidalgo de La Mancha salió en post de gloria personal e individual junto a un escudero anclado en la realidad de la tierra y sus aventuras se convirtieron en la mejor novela de la historia. En la literatura castellana, salvando algunas obras puntuales, fueron las primeras obras creadas con una intención claramente de entretenimiento. Y aquí quizás resida una de las características de las novelas de caballerías principales: que abandona toda finalidad moralizante alejándose de los grandes temas de la literatura medieval. Eso no quita para que el idealismo y el afán de perfeccionamiento de los héroes caballerescos sirvieran de abono en el proceso de superación de conocidos místicos como pudiera ser Santa Teresa de Jesús o San Ignacio de Loyala.  La Doctora de la Iglesia confiesa que, en su juventud, fue ávida lectora de estas historias. Y críticos de la literatura hay quienes ven en esos ideales de superación un sustrato de las experiencias místicas que llegarían después. Sea como fuere, el tono moralizante de un don Juan Manuel, para poner un ejemplo, queda atrás y la cosmovisión que se nos presenta es totalmente distinta.  

La sociedad castellana en el siglo XV y las novelas de caballería 

Las novelas de caballería comenzaron a hacerse populares en el siglo XV, justo cuando la imprenta inicia su andadura para dejar atrás definitivamente los libros medievales que solo estaban al alcance de muy pocos. Ese punto quizás también contribuyera a su éxito y propagación. Sea como fuere, la sociedad castellana del siglo XV estaba aparcando todos los parámetros brutales de la Edad Media. La nobleza olvidaba su rudeza y se hacía cortesana a la misma velocidad que aumentaban las intrigas palaciegas y las peleas entre reinos. La monarquía perdía su papel y, paralelamente en una contradicción casi, surgían voces que abogaban por el centralismo. El avance hacia los últimos reductos de los reinos musulmanes quedó paralizado hasta el último embate de los Reyes Católicos en 1492.  

Mientras tanto, la misma nobleza que renegaba de la autoridad real se congregaba en castillos y palacios para disfrutar de grandes banquetes, justas poéticas y torneos donde se demostraba habilidad y fuerza con más espíritu deportivo que guerrero. El recogimiento religioso medieval queda, paulatinamente, apartado mientras se va descubriendo el mundo pagano de la literatura griega y latina que comenzaba a traducirse en castellano y a editarse en las incipientes imprentas. Las universidades comenzaban a plantar sus cátedras y aulas por todo el territorio español (la primera fue la de Salamanca en el siglo XIII) y la burguesía se hacía culta y letrada. Todo ello era caldo de cultivo propicio para una nueva forma de hacer literatura que dejaba a un lado la realidad más cruda resbalándose por la fantasía para solaz de lectores individuales.   

10 Características de las novelas de caballería 

1.- Surgen en el siglo XV en un ambiente cortesano

Como ya he anotado, es una literatura producto de su tiempo como lo fueron los cantares de gesta mantenidos por el mester de juglaría siglos atrás. La cosmovisión medieval iba progresivamente abandonándose y lentamente España se introducía en el Renacimiento literario con todo lo que ella implica. La imprenta hace factible un mayor número de libros. A la par que va aumentando el público alfabetizado con el auge económico burgués y la implantación de las universidades se ponen los cimientos para los descubrimientos, la incipiente ciencia, los ingenios mecánicos, la mejora de las comunicaciones, el poder centralizado… En esta situación la nobleza se vuelve más ociosa dejando la rudeza de los siglos atrás. Gusta de las fiestas palaciegas, de los modales de las justas caballerescas, de la prueba en los torneos… En este ambiente nacen las novelas de caballerías que exaltan otro ideales distintos a los de antaño. 

2.- Una de las características de las novelas de caballería es el ensalzamiento del amor 

Excepto en la poesía trovaderesca, el amor como idealización no había tenido cabida en la literatura en castellano. Los autores de la Edad Media (a excepción si acaso del Arcipreste de Hita y su obra tiene otro cariz) siempre escribían con fines moralizantes, edificantes, educativos… Sin embargo, las novelas de caballerías ensalzan el amor incondicional de un caballero hacia su dama a la cual entrega el fruto de todas sus conquistas.  

3.- El héroe caballeresco busca la gloria individual  

Los ejemplos de cantares de gesta que nos han llegado nos muestran a héroes con espíritu de soldado, con cosmovisión militar. Cualquier hazaña tenía una finalidad colectiva ya fuera patria (o terruño) o religión (la toma de territorios para la causa cristiana por poner otro caso). Eran combatientes abnegados que actuaban movidos por un honor heredado y por un deber leal a cualquier causa en la que ponían sus vidas. Sin embargo, los protagonistas de las novelas de caballerías viajan y llevan sus aventuras en solitario en busca de causas etéreas (aunque sean llevados por el afán de hacer el bien) y con un espíritu egocéntrico que adelanta los fundamentos del Renacimiento. Las peleas que libraban eran para su gloria personal y no como parte de un ejército con una causa común.  

4.- Otra de las características de las novelas de caballería es la fantasía  

Si algo caracteriza a la literatura española de todos los tiempos es su fuerte arraigo en el realismo. Tanto es así que cuesta encontrar obras en las que la fantasía sea una norma y uno de sus fundamentos. La excepción es la novela de caballerías donde los héroes se topan con monstruos inverosímiles, magos con poderes, animales fantásticos y toda suerte de seres imaginarios que acompañan (algunas veces para mal y otras para bien) al caballero en sus andanzas. 

5.- La topografía presentada es difusa y etérea 

En la misma línea con lo expuesto anteriormente, otra de las características de las novelas de caballerías es que no se reconocen como reales la toponimia presentadas en las obras. Amadís de Gaula, por poner un ejemplo de una de las mejores, viaja por toda Europa pero son lugares irreales, etéreos, irreconocibles con paisajes que difícilmente puedan encontrarse en un tour turístico contemporáneo. Los castillos están encantados. Los fantasmas y las criaturas del otro mundo conviven en armonía con personajes caracterizados con mayor realidad.  

6.- Las novelas de caballería se convirtieron en manuales del perfecto cortesano 

Porque los héroes de estas obras representaban los ideales y virtudes de los perfectos caballeros sin tacha y mácula alguna. Son personajes esforzados con modales exquisitos que no pierden la compostura en ningún momento aunque estén siendo devorados por un dragón de tres cabezas. A la par, hacen gala (y luchan por ello) de grandes ideales y una buena dosis de ánimo que lo convierten en dechados de virtudes. Inasequibles al desaliento y en ayuda a los menesterosos, su lema es la lucha por la justicia. El ideal caballeresco, por tanto, de los libros se pretendía imitar entre un público cortesano cada vez más instruido que ya rechaza la rudeza en el trato, los modales y las relaciones sociales.  

7.- Los orígenes de las novelas de caballería son franceses 

Aunque de España salieron grandes ciclos que luego se vertieron a otras lenguas romances, los orígenes se encuentran en los héroes épicos franceses. En estos poemas se encuentran personajes alejados de las características de los cantares de gesta principales. Si los castellanos pedían verosimilitud como si se tratara de las noticias de la prensa y los héroes se presentaban con toda su crudeza, en los galos todo estos caracteres estaban más endulzados. Además, en los poemas épicos castellanos no se hubiera permitido la fantasía de castillos encantados y criaturas extrañas que ayudaban a los caballeros galos en los momentos de apuros. En los españoles se exigía a los héroes un arrojo y valentía fuera de lo humano. Todo esto se trastoca con las novelas de caballerías que presentan un mundo totalmente distinto. 

8.- La mejor novela de caballería en castellano es el Amadís de Gaula 

Y tanto fue así que merece estudio individual ya que el héroe constituye un ciclo aparte y tanto fue su éxito que se contaron 50 ediciones en apenas unas cuantas décadas. El público estaba tan ansioso por conocer más aventuras que incluso el Amadís original fue resucitado después de haber sido asesinado. Las sagas en las que seguían las aventuras de su hijo o su nieto eran esperadas por los lectores ávidos de estos héroes inmaculados e irreales que dedicaban su vida al amor de una dama y a luchar por la justicia de manera abstracta.  

9.- Otra de las características de las novelas de caballería es su independencia de las historias de aventuras: el caso del Tirant lo Blanc

Este mundo de magia y de paisajes de brumas donde aparecen seres fantasiosos no tenían nada que ver con las novelas de aventuras con una meta concreta. Los caballeros andantes vagaban sin rumbo buscando deshacer cualquier entuerto (como aspiraba el antihéroe Don Quijote) que les saliera al paso. Sin embargo, el Tirant lo Blanc (escrito en catalán) es un obra que se sale del género al presentar a un militar que lucha contra los turcos y vence gracias a su ingenio, inteligencia y astucia. A pesar de que los lectores cultivados se rindieron a la gran belleza literaria de la obra, esta no tuvo el éxito de otras novelas de caballerías más imaginativas. Tanto es así que en el escrutinio de la biblioteca quijotesca, esta se salva porque  poco había podido contribuir a la perdida de la razón del héroe. 

“Aquí comen los caballeros y duermen y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con otras cosas de que todos los demás libros deste género carecen”.  

10.- Las sagas de las novelas de caballería es otra de sus características

Las historias son larguísimas y no acaban nunca. Son auténticas series de aventuras sobre el mismo tema en los que los personajes no envejecen y se muestran inasequibles al desaliento. El público esperaba con ansiedad más y más historias tanto de los protagonistas como de sus hijos y sus nietos. El entretenimiento estaba servido porque, entre combate y combate, se intercalaban otra historias de corte amoroso que hacían las delicias de los lectores.  

Todas estas características de las novelas de caballería propiciaron que fueran las favoritas de un público lector cada vez más amplio que buscaba aventuras e ideales a la par que se evadían de la realidad. Fueron tan populares que las grandes aventuras, de una manera u otra, eran conocidas por todos. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

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Dejó escrito tan solo un puñado de versos, apenas tres poemas, pero fueron suficientes para encumbrarlo no solo en el canon literario español sino en las letras universales. Y todo ello, como ha sucedido con su compañera de orden, Santa Teresa de Jesús, sin proponérselo siquiera. Fue San Juan de la Cruz un fraile sencillo, recogido, humilde en su tarea reformadora (inspirado por la santa de Ávilla) que nunca aspiró a gloria literaria alguna. Con un lenguaje sencillo, fresco, único, personal y liviano levantó una obra perdurable hasta hoy en día. Los tres grandes poemas (que no fueron más) de Juan de Yepes (que con ese nombre nació) forman parte de lo más granado de la literatura mística universal. Vamos por partes.  

“Si Santa Teresa de Jesús representa la cima de la prosa mística española, San Juan de la Cruz -el otro gigante carmelita- eleva la poesía mística a la más intensa y sublime expresión a que ha llegado el misticismo universal. Culminación y superación a la vez de las más diversas corrientes, es cronológicamente el último de los grandes místicos y en él se acendran* y agotan las posibilidades de la poesía religiosa.  Incluso humanamente considerado, es una de las voces líricas más puras que jamás hayan existido”.  

Juan Luis Alborg

Biografía de San Juan de la Cruz

Nacido com Juan de Yepes y Álvarez en 1542 en un pequeño pueblo de Ávila (Fontiveros) bajo el arropo de una familia noble venida a menos. A pesar de que tuvo que trabajar como enfermero (por entonces el oficio no tenía la consideración de hoy en día), pudo estudiar con los jesuitas. Ingresó en la orden carmelita con tan solo diecinueve años para continuar formándose en la Universidad de Salamanca. El año que fue ordenado sacerdote, 1567, fue también el encuentro decisivo con la carismática Teresa de Ávila que insufló en el carácter tímido y retraído de San Juan de la Cruz los ánimos suficientes para que este iniciara un proceso reformador en la vertiente masculina de la orden.  

De complexión débil y frágil, apocado a veces, los estudiosos afirman que fue la animosa Teresa la que supo sacar lo mejor de él para que se embarcara en una aventura tremendamente peligrosa. Con este acompañamiento espiritual se decidió no solo por vivir en los principios austeros y primitivos de la orden sino también abanderó la fundación de más de un monasterio bajo los fundamentos de los reformadores descalzos. El primero de ellos fue en Durelo donde tomó el nombre con el que lo conocemos: Fray Juan de la Cruz. Le siguió Macera, Pastrana, Salamanca… No llegó al número de Teresa de Ávila, pero sí tuvo una actitud reformadora importante y esencial para la orden.  

El proceso inquisitorial de San Juan de la Cruz

Como sucedió con Fray Luis de León, fueron los mismos miembros de su orden, movidos por el miedo a sus reformas, la envidia o el odio, los que motivaron su arresto. Eso sucedió una noche fría de invierno de 1577 en Ávila donde ejercía de director espiritual de uno de los conventos fundado por su gran amiga. Desde allí lo llevaron preso hasta Toledo donde fue sometido a torturas físicas y psicológicas a lo largo de ocho meses que casi acaban con su persona. Durante ese tiempo, Teresa de Ávila intercedió largamente por él hasta que logró que pudiera escapar refugiándose en el monasterio de Almodóvar del Campo. Allí pudo recuperarse de las heridas gracias a que la santa había conseguido una especie de inmunidad para los descalzos. 

De allí pasó a Andalucía que se asentaba en el cristianismo tras la expulsión musulmana y judía. Es en este periodo de tiempo cuando escribe toda su poesía (cortísima) y lo poca prosa que nos ha llegado. Murió en Úbeda el 13 de diciembre de 1591. Su cuerpo es venerado hoy en día en Segovia. Fue beatificado en 1675 y nombrado santo en 1726. Había que esperar algunos siglos más para que fuera elevado a la condición de Doctor de la Iglesia. Eso fue en 1926.  

Obras de San Juan de la Cruz 

Intensa, breve y universal así es la obra del frágil carmelita, cenit de la poesía mística de todos los tiempos y lenguas. Tanto es así que se reduce a tres poemas y unos cuantos retazos en prosa, en su mayoría glosa de su propia obra. Sus versos son de tal intensidad y calidad que por sí solos han conseguido un lugar en el canon de las letras internacionales. Sus escritos han sido divididos en dos partes:

1.- La primera que sigue a la literatura renacentista encarnada por Garcilaso y Fray Luis de León la forman 5 canciones, dos glosas a lo divino y 10 romances. 

2.- Y la segunda eminentemente mística y donde se concentra lo mejor del poeta que nunca pretendió serlo. Si el primero es corto, este segundo es más aún, ya que lo forman solo tres títulos que, en esencia, tienen una unidad temática, ya que narran el camino místico de unión con Dios a través de tres etapas. Los tres títulos de las obras de San Juan de la Cruz que lo han encumbrado en la literatura universal son: 

  • Noche obscura del alma con ocho estrofas. En esta obra, escrita en liras, se narra el despojamiento de los sentidos terrenales como paso previo para la comunión con Dios. 
  • Cántico espiritual, con cuarenta estrofas, está también compuesto en liras y en él asistimos al proceso, camino o vía espiritual que llega a la comunión con Dios comenzando por la vía purgativa hasta la unitiva. 
  • Llama de amor viva con cuatro estrofas en el que se canta la unión gozosa divina, la suprema experiencia de comunión espiritual llegando al goce supremo a través del amor puro. 

Aparte de estos poemas, una vez compuestos todos los versos y al final de su vida, San Juan de la Cruz compuso unas glosas de su propia obra al estilo de la literatura medieval. En ellas, en prosa, en un estilo didáctico y sencillo intentó explicar a modo de comentario estilístico sus poemas. No llegó a terminarla. Estas se encuentran recogidas bajo el título de Subida del monte Carmelo

El estilo de la poesía de San Juan de la Cruz

Brevedad e inmersión en la literatura mística, una de las más profundas de la historia literaria se unen en un estilo sencillo, limpio, sereno y personal. Resumiendo muchísimo y reconociendo que cualquier intento de sintetizar siempre será parcial, estilísticamente tenemos lo siguiente:

1.- La poesía de San Juan de la Cruz es sencilla en extremo. En ella se refleja su experiencia mística personal libre de cualquier condicionante de otros autores más intelectuales y reflexivos. Eso le confiere la originalidad que lo ha encumbrado en el canon. 

2.- Eso no quita para que en ella se siga el modelo de las tres vías de la mística promulgada por San Bernardo. Recibe influjo también de San Agustín y, por supuesto, de su compañera de orden, Teresa de Ávila.

3.- Deja a un lado la métrica culta y toma formas poéticas más sencillas como son la lira y los romances con una fuerte influencia de la literatura renacentista de Garcilaso.  A pesar de que la literatura mística es el cenit de la experiencia religiosa, San Juan de la Cruz se basa en los poemas de temática amorosa pastoril para levantar su obra. Por supuesto, ese amor siempre es sagrado y nunca profano. 

4.- Para el poeta, la originalidad, el esteticismo, la formación de una obra con literariedad no era objetivo alguno. Su meta era, simplemente, dejar por escrito su experiencia mística, su profundo amor divino, su comunión espiritual con Dios. Por eso, no tiene empacho en tomar todo aquello que tiene a mano para construir su obra. 

5.- Este despojamiento de cualquier deseo de hacer literatura le lleva a utilizar un lenguaje fresco, directo, sereno, prodigioso casi, de una envergadura tal que se mantiene firme a lo largo del tiempo. 

6.- Toda la despreocupación estética se traspasa a la temática, en el deseo de dejar plasmado aquello que el poeta sentía en su arrobo místico. Por eso, los poemas son de una profundidad pocas veces superada en la literatura española. 

7.- San Juan de la Cruz no duda en echar mano de cualquier tipo de vocabulario, ya sea uno culto, un barbarismo, el lenguaje popular… Todo le sirve si está encaminado al fin que se propone. No hay en él nada que pueda catalogarse como ególatra. Se considera un instrumento de la divinidad y como tal deja a un lado cualquier atisbo de intelectualidad, de razón que pertenece a los hombres.   

8.- Es difícil explicar la frescura y originalidad de sus versos desde el punto de vista de la literatura crítica más allá de este despojamiento del deseo de literariedad. Sí destacar que sus frases son simples en extremo sin apenas recursos estilísticos.

9.- Sí recurre a la poderosa fuerza expresiva de los símbolos aún conocidos por un público amplio y presentes en cualquier forma artística en la época. Son importantes para poder adentrarse en esas aguas divinas tan difíciles de describir en un mundo profano.   

En definitiva, es la sencillez lo que caracteriza a la poesía de San Juan de la Cruz

Es la poesía de San Juan de la Cruz la expresión sencilla del más excelso género místico. Con estos tres poemas llega a la cumbre de esta forma de hacer literatura que no puede desligarse de una real, vívida y sentida experiencia religiosa. Acabo con palabras de Dámaso Alonso: 

“Su causa es la inefabilidad de la experiencia mística. Por ser inexpresable, la vivencia mística es solo pintada, mentada, a través de imágenes, en especial de imágenes del amor profano. Situado dentro de esta gran corriente, San Juan de la Cruz toma el máximo poema de amor, divinizado, que la tradición le ofrece: El cantar de los cantares. Cuando él echa mano de los elementos de amor profano que la poesía de su siglo (ya italianizante, ya tradicional) le brinda, no hace sino continuar el sentido de este proceso”.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla  

 

* Acendrar: Eliminar cualquier imperfección o defecto del carácter de una persona o de una cosa

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Dejó escrito tan solo un puñado de versos, apenas tres poemas, pero fueron suficientes para encumbrarlo no solo en el canon literario español sino en las letras universales. Y todo ello, como ha sucedido con su compañera de orden, Santa Teresa de Jesús, sin proponérselo siquiera. Fue San Juan de la Cruz un fraile sencillo, recogido, humilde en su tarea reformadora (inspirado por la santa de Ávilla) que nunca aspiró a gloria literaria alguna. Con un lenguaje sencillo, fresco, único, personal y liviano levantó una obra perdurable hasta hoy en día. Los tres grandes poemas (que no fueron más) de Juan de Yepes (que con ese nombre nació) forman parte de lo más granado de la literatura mística universal. Vamos por partes.  

“Si Santa Teresa de Jesús representa la cima de la prosa mística española, San Juan de la Cruz -el otro gigante carmelita- eleva la poesía mística a la más intensa y sublime expresión a que ha llegado el misticismo universal. Culminación y superación a la vez de las más diversas corrientes, es cronológicamente el último de los grandes místicos y en él se acendran* y agotan las posibilidades de la poesía religiosa.  Incluso humanamente considerado, es una de las voces líricas más puras que jamás hayan existido”.  

Juan Luis Alborg

Biografía de San Juan de la Cruz

Nacido com Juan de Yepes y Álvarez en 1542 en un pequeño pueblo de Ávila (Fontiveros) bajo el arropo de una familia noble venida a menos. A pesar de que tuvo que trabajar como enfermero (por entonces el oficio no tenía la consideración de hoy en día), pudo estudiar con los jesuitas. Ingresó en la orden carmelita con tan solo diecinueve años para continuar formándose en la Universidad de Salamanca. El año que fue ordenado sacerdote, 1567, fue también el encuentro decisivo con la carismática Teresa de Ávila que insufló en el carácter tímido y retraído de San Juan de la Cruz los ánimos suficientes para que este iniciara un proceso reformador en la vertiente masculina de la orden.  

De complexión débil y frágil, apocado a veces, los estudiosos afirman que fue la animosa Teresa la que supo sacar lo mejor de él para que se embarcara en una aventura tremendamente peligrosa. Con este acompañamiento espiritual se decidió no solo por vivir en los principios austeros y primitivos de la orden sino también abanderó la fundación de más de un monasterio bajo los fundamentos de los reformadores descalzos. El primero de ellos fue en Durelo donde tomó el nombre con el que lo conocemos: Fray Juan de la Cruz. Le siguió Macera, Pastrana, Salamanca… No llegó al número de Teresa de Ávila, pero sí tuvo una actitud reformadora importante y esencial para la orden.  

El proceso inquisitorial de San Juan de la Cruz

Como sucedió con Fray Luis de León, fueron los mismos miembros de su orden, movidos por el miedo a sus reformas, la envidia o el odio, los que motivaron su arresto. Eso sucedió una noche fría de invierno de 1577 en Ávila donde ejercía de director espiritual de uno de los conventos fundado por su gran amiga. Desde allí lo llevaron preso hasta Toledo donde fue sometido a torturas físicas y psicológicas a lo largo de ocho meses que casi acaban con su persona. Durante ese tiempo, Teresa de Ávila intercedió largamente por él hasta que logró que pudiera escapar refugiándose en el monasterio de Almodóvar del Campo. Allí pudo recuperarse de las heridas gracias a que la santa había conseguido una especie de inmunidad para los descalzos. 

De allí pasó a Andalucía que se asentaba en el cristianismo tras la expulsión musulmana y judía. Es en este periodo de tiempo cuando escribe toda su poesía (cortísima) y lo poca prosa que nos ha llegado. Murió en Úbeda el 13 de diciembre de 1591. Su cuerpo es venerado hoy en día en Segovia. Fue beatificado en 1675 y nombrado santo en 1726. Había que esperar algunos siglos más para que fuera elevado a la condición de Doctor de la Iglesia. Eso fue en 1926.  

Obras de San Juan de la Cruz 

Intensa, breve y universal así es la obra del frágil carmelita, cenit de la poesía mística de todos los tiempos y lenguas. Tanto es así que se reduce a tres poemas y unos cuantos retazos en prosa, en su mayoría glosa de su propia obra. Sus versos son de tal intensidad y calidad que por sí solos han conseguido un lugar en el canon de las letras internacionales. Sus escritos han sido divididos en dos partes:

1.- La primera que sigue a la literatura renacentista encarnada por Garcilaso y Fray Luis de León la forman 5 canciones, dos glosas a lo divino y 10 romances. 

2.- Y la segunda eminentemente mística y donde se concentra lo mejor del poeta que nunca pretendió serlo. Si el primero es corto, este segundo es más aún, ya que lo forman solo tres títulos que, en esencia, tienen una unidad temática, ya que narran el camino místico de unión con Dios a través de tres etapas. Los tres títulos de las obras de San Juan de la Cruz que lo han encumbrado en la literatura universal son: 

  • Noche obscura del alma con ocho estrofas. En esta obra, escrita en liras, se narra el despojamiento de los sentidos terrenales como paso previo para la comunión con Dios. 
  • Cántico espiritual, con cuarenta estrofas, está también compuesto en liras y en él asistimos al proceso, camino o vía espiritual que llega a la comunión con Dios comenzando por la vía purgativa hasta la unitiva. 
  • Llama de amor viva con cuatro estrofas en el que se canta la unión gozosa divina, la suprema experiencia de comunión espiritual llegando al goce supremo a través del amor puro. 

Aparte de estos poemas, una vez compuestos todos los versos y al final de su vida, San Juan de la Cruz compuso unas glosas de su propia obra al estilo de la literatura medieval. En ellas, en prosa, en un estilo didáctico y sencillo intentó explicar a modo de comentario estilístico sus poemas. No llegó a terminarla. Estas se encuentran recogidas bajo el título de Subida del monte Carmelo

El estilo de la poesía de San Juan de la Cruz

Brevedad e inmersión en la literatura mística, una de las más profundas de la historia literaria se unen en un estilo sencillo, limpio, sereno y personal. Resumiendo muchísimo y reconociendo que cualquier intento de sintetizar siempre será parcial, estilísticamente tenemos lo siguiente:

1.- La poesía de San Juan de la Cruz es sencilla en extremo. En ella se refleja su experiencia mística personal libre de cualquier condicionante de otros autores más intelectuales y reflexivos. Eso le confiere la originalidad que lo ha encumbrado en el canon. 

2.- Eso no quita para que en ella se siga el modelo de las tres vías de la mística promulgada por San Bernardo. Recibe influjo también de San Agustín y, por supuesto, de su compañera de orden, Teresa de Ávila.

3.- Deja a un lado la métrica culta y toma formas poéticas más sencillas como son la lira y los romances con una fuerte influencia de la literatura renacentista de Garcilaso.  A pesar de que la literatura mística es el cenit de la experiencia religiosa, San Juan de la Cruz se basa en los poemas de temática amorosa pastoril para levantar su obra. Por supuesto, ese amor siempre es sagrado y nunca profano. 

4.- Para el poeta, la originalidad, el esteticismo, la formación de una obra con literariedad no era objetivo alguno. Su meta era, simplemente, dejar por escrito su experiencia mística, su profundo amor divino, su comunión espiritual con Dios. Por eso, no tiene empacho en tomar todo aquello que tiene a mano para construir su obra. 

5.- Este despojamiento de cualquier deseo de hacer literatura le lleva a utilizar un lenguaje fresco, directo, sereno, prodigioso casi, de una envergadura tal que se mantiene firme a lo largo del tiempo. 

6.- Toda la despreocupación estética se traspasa a la temática, en el deseo de dejar plasmado aquello que el poeta sentía en su arrobo místico. Por eso, los poemas son de una profundidad pocas veces superada en la literatura española. 

7.- San Juan de la Cruz no duda en echar mano de cualquier tipo de vocabulario, ya sea uno culto, un barbarismo, el lenguaje popular… Todo le sirve si está encaminado al fin que se propone. No hay en él nada que pueda catalogarse como ególatra. Se considera un instrumento de la divinidad y como tal deja a un lado cualquier atisbo de intelectualidad, de razón que pertenece a los hombres.   

8.- Es difícil explicar la frescura y originalidad de sus versos desde el punto de vista de la literatura crítica más allá de este despojamiento del deseo de literariedad. Sí destacar que sus frases son simples en extremo sin apenas recursos estilísticos.

9.- Sí recurre a la poderosa fuerza expresiva de los símbolos aún conocidos por un público amplio y presentes en cualquier forma artística en la época. Son importantes para poder adentrarse en esas aguas divinas tan difíciles de describir en un mundo profano.   

En definitiva, es la sencillez lo que caracteriza a la poesía de San Juan de la Cruz

Es la poesía de San Juan de la Cruz la expresión sencilla del más excelso género místico. Con estos tres poemas llega a la cumbre de esta forma de hacer literatura que no puede desligarse de una real, vívida y sentida experiencia religiosa. Acabo con palabras de Dámaso Alonso: 

“Su causa es la inefabilidad de la experiencia mística. Por ser inexpresable, la vivencia mística es solo pintada, mentada, a través de imágenes, en especial de imágenes del amor profano. Situado dentro de esta gran corriente, San Juan de la Cruz toma el máximo poema de amor, divinizado, que la tradición le ofrece: El cantar de los cantares. Cuando él echa mano de los elementos de amor profano que la poesía de su siglo (ya italianizante, ya tradicional) le brinda, no hace sino continuar el sentido de este proceso”.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla  

 

* Acendrar: Eliminar cualquier imperfección o defecto del carácter de una persona o de una cosa

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¡Qué descansada vida

la del que huye del mundanal ruïdo,

y sigue la escondida

senda, por donde han ido

los pocos sabios que en el mundo han sido;

 

Fray Luis de León es uno de los grandes poetas de las letras castellanas cuya obra ha superado las siegas del tiempo. Su escritura sencilla, libre de artificio, serena y a la par culta sigue perteneciendo al canon literario siglos después de haberse compuesta. Y eso descontando que no ha llegado hasta nosotros la versión íntegra y reconocida por el autor. Empiezo diciendo que es el mejor representante del Renacimiento literario tardío en español y su participación en la escritura mística ha hecho correr ríos de tinta al no encajar con las características principales de este particular género. Fue culto, intelectual, pasional, amigo de la justicia, sencillo y, a la vez, entregado a la divulgación tanto de la Biblia como de los grandes nombres de la literatura griega o romana.  Pero vayamos por partes. 

Biografía de Fray Luis de León 

Nacido en la localidad de Belmonte (Cuenca) en 1527, estudió en Valladolid, Madrid y la Universidad de Salamanca, institución a la que estaría ligado de por vida impartiendo clases magistrales e involucrándose al máximo en la calidad de la enseñanza. Con tan solo 32 años consigue su primera cátedra, la cual perdería tras un injusto proceso con la Inquisición. 

Fraile de la Orden de San Agustín desde 1544, fue Luis de León un intelectual de la época apasionado por temas diversos, activo en las reformas que, a su juicio, deberían formar parte de las enseñanzas universitarias. Irónico (lo cual le granjeó más que un encontronazo con compañeros), inteligente (y por tanto blanco de envidias), sencillo y centrado en su labor educativa. 

En 1572 Fray Luis de León fue objeto de un proceso inquisitorial que duró más de cinco años. En esos largos meses estuvo preso en la cárcel de Valladolid en unas condiciones durísimas como eran las prisiones de la época. La razón por tal pena fue haber traducido el Cantar de los Cantares a pesar de estar prohibido. Aunque, al parecer, su idea era no divulgar esa versión, alguien en su entorno lo traicionó, algo frecuente cuando se trata de tumbar a alguien brillante haciendo uso de calumnias. A pesar de la gravedad del delito (para los parámetros de la época), logró recuperar libertad y cátedra. Como su puesto estaba ocupado por otra persona, el alma sencilla de Fray Luis de León no instó a la Universidad a que se la devolvieran sino a que le dieran otra. Así fue. El primer día de clase, a la vuelta de un duro proceso penal que duró largos años pronunció la célebre frase “decíamos ayer…”  

Poco tiempo después de ocupar el cargo de prior de Castilla de su orden, Fray Luis de León murió en Madrigal en 1591 tras abandonar la Universidad de Salamanca a la que estuvo vinculado de por vida.

La peculiar personalidad de Fray Luis de León y su importancia en el proceso contra la inquisición 

Aunque Fray Luis de León ha pasado a la historia de la literatura por sus poemas, no nos ha llegado ningún manuscrito de su mano con dichos versos. Si bien es verdad que era su intención recogerlos para su publicación (que eso sí ha llegado), al parecer, no terminó la compilación para su edición. Y si lo hizo, ese documento se ha perdido en los pliegues del tiempo. Teniendo en cuenta las inquinas y envidias de las que fue objeto en vida no hace falta tirar mucho de la teoría de la conspiración para darnos cuenta de que probablemente alguien se afanó para que su obra no llegara a las generaciones futuras. No lo consiguió y hoy los versos de Fray Luis no solo forman parte del canon literario español sino que son conocidos y reconocidos por quienes, incluso, no son muy dados a los placeres de las letras. 

Obras de Fray Luis de León

A.- Obras en prosa 

Durante su labor académica realizó comentarios, glosas y tratados teológicos que quedan para el ámbito filosófico. Aparte de estos estudios dejó a la posteridad cuatro libros: 

1.- De los nombres de Cristo, compuesta, según afirma el poeta, durante los dos últimos años de cautiverio, son comentarios filosóficos y filológicos de los nombres que Jesucristo recibe en las Sagradas Escrituras. Sin embargo, la crítica posterior tan dada a poner en cuestión cualquier cosa, anota que la serenidad de la prosa, el equilibrio de la escritura y la formalidad del texto no se corresponde con una situación tan extrema como era el presidio de la Inquisición en el Siglo XVI. Esta obra se desarrolla en forma de diálogo entre tres frailes (Marcelo, Sabino y Juliano) que conversan sobre los nombres de Cristo en un marco idílico (propio de la literatura pastoril) durante el verano. Este es el hilo conductor para desarrollar una prosa exquisita donde se hace referencia no solo (e indudablemente) a los pasajes de la Biblia sino también referencias a la literatura griega o de la antigua Roma. Es una obra melódica, con un ritmo poético brillante (aunque está escrita en prosa) donde se exalta las maravillas de la creación divina representada en los dones de la naturaleza. 

2.- La perfecta casada fue publicada en 1583, ya fallecido nuestro autor. Es un tratado en el que se narra las distintas virtudes que deben acompañar a una mujer según su estado, condición y naturaleza. A pesar de la ironía (incluso con algún punto de crueldad) con el que retrata algunos tipos psicológicos femeninos, la crítica acepta que era una obra feminista para los parámetros de la época y especialmente de la literatura medieval. En estos textos, la mujer era tratada casi como una extensión del demonio culpándola prácticamente de cualquier mal. No sucede eso en la obra de Fray Luis de León. 

 

3.- Exposición del Libro de Job se inició en la cárcel para terminarse unos cuantos meses antes de morir nuestro autor. La figura bíblica del Santo Job que acepta todos los suplicios y pruebas divinas con una humildad tremenda, es el modelo que un Fray Luis de León preso en durísimas condiciones encuentra para sobrellevar su terrible situación. En la obra refiere la cobardía de los que se decían amigos que lo abandonaron a su suerte en un estado tremendo y la crueldad con la que lo trataron sus enemigos. Recuerdo que a pesar del carácter contestario, pasional y poco dado a agachar la cabeza de Fray Luis de León, la mediocridad de los que lo acusaron (los mismos que formaban parte de la Universidad) fue de un punto extremo. Como no podían apagar su brillo se afanaron por quitarlo de en medio de la peor manera posible. En ese estado, encuentra en Job, que todo lo aguanta por amor a Dios, un modelo y guía espiritual a quien seguir.  

4.- Traducción literal y declaración del Cantar de los Cantares, que le valió la cárcel y la persecución. En principio,  fue realizada exclusivamente para una prima suya, novicia de un convento. Sin embargo, la crítica se debate con esta obra ya que tiene un contenido erótico difícilmente explicable si no se estudia o analiza bajo el prisma del amor místico. Aparte de la traducción, va añadiendo glosas (tal como era frecuente en la Edad Media) en un intento por desentrañar todos los sentidos del texto. Estas están construidas en un estilo sencillo, con una prosa limpia característica de su estilo de madurez. 

B.- Obras en verso de Fray Luis de León 

Se trata de un solo libro o de una colección de odas compuesta por un puñado de poemas que la crítica ha considerado como originales y salidos de su mano. Son objeto de revisión constante. ¿Por qué? Porque circularon de manera oral o escrita en vida del escritor de manera anónima con las variantes inevitables a ese tipo de manifestación literaria. Aunque Fray Luis de León intentó recogerlos en un manuscrito para su edición impresa ni se llegó a ese extremo ni se encuentran esos papeles. Querido por sus estudiantes, estos cantaban o recitaban sus versos. Fueron publicados por primera vez en 1631 por Francisco de Quevedo. El intelectual, catedrático de la Universidad y estudioso de la Biblia poca importancia daba a esta producción que sería la responsable de su puesto en el trono de la literatura. Sin intuir que por estas “letrillas” atravesaría las brumas del tiempo,  se expresa así:  

“Entre las ocupaciones de mis estudios en mi mocedad y casi en mi niñez, se me cayeron como de las manos estas obrecillas, a las cuales me apliqué más por inclinación de mi estrella que juicio o voluntad”.  

Entre estos poemas nos encontramos algunos siguiendo el estilo del petrarquismo o la estética amorosa introducida por Garcilaso. Han llegado hasta nosotros cinco sonetos de esta línea. Fernando Lázaro indica que el austero, sobrio e intelectual Fray Luis no podía quedarse en estos ejercicios amorosos que le pudieran parecer banales contrastados con el resto de su producción. 

Por eso, sus mejores poemas son aquellos en los que ensalza la vida sencilla  en comunión (más intelectual que mística) con Dios. Se embarca de esta manera en la creación de odas en las que se ensalza el desprendimiento de los bienes mundanos, el rechazo del ruido, la comunión divina, el afán por la soledad y, por supuesto, el rechazo a todos los vicios humanos. 

Clasificación de los poemas de Fray Luis de León 

Y para ello sigo la aportada por Fernando Lázaro.  

1.- Los escritos antes del presidio, esto es, antes de 1572 en los que aparece su visión de moralista y también de educador. Aquí se encuadran los famosos ¡Qué descansada vida…! O Virtud, hija del cielo… El hilo conductor temático de todas estas odas es el despegue de los vicios mundanos mientras se abraza un sentimiento de soledad. Son poemas en los que predominan la épica de la virtud entendida como el mejor camino para el crecimiento personal, la serenidad individual y la posterior unión divina. 

2.- Los realizados en la cárcel entre 1572 y 1577 en los que se centra en sus sentimientos más profundos. En ellos cobra importancia la soledad y el sentimiento de frustración al verse abandonado. Por eso, se refugia en la misericordia divina, en el amor de Cristo, en la fuerza del corazón que emana saberse un hijo de Dios. En ellos también encontramos esa queja por la injusticia de su situación. 

3.- Entre los escritos después de salir de la cárcel; esto es, después de 1577 se encuentran “Alma región luciente…” y “¡Oh ya seguro puerto…” En ellos asistimos a la manifestación de la soledad o del recogimiento espiritual. Los bienes de este mundo no pueden serles útiles al poeta, a quien ha sufrido oprobio y persecución encontrando en momentos terribles la fortaleza en la fe en Dios.  

Son en estas odas donde se han encontrado esos puntos de la mística literaria, que sin llegar al éxtasis divino de Santa Teresa de Jesús o de San Juan de la Cruz, canta el anhelo de unión con Dios.  

Estilo literario en las obras de Fray Luis de León

Escritas en un castellano sencillo, sereno, culto y sin atisbo de superficialidad, la crítica es unánime en considerar al sabio de la Universidad de Salamanca uno de los mejores poetas en lengua española. Y eso que, como tantos otros escritores de la época, ni siquiera se propuso poner negro sobre blanco (en limpio y en orden) para que perdurasen en el tiempo. Voy anotando algunos rasgos comunes a toda su producción literaria.  

1.- El sentimiento místico en la obra de Fray Luis de León no procede de la descripción del éxtasis o experiencias de comunión (como Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz) sino más bien a un anhelo de comunión. Con una profunda convicción religiosa, busca esa unión desde un punto de vista intelectual o espiritual más que anímico o vivencial. Por eso, sus poemas, a pesar de ser de una honda religiosidad, no reflejan esos arrebatos. Son versos en los que se busca consuelo, comprensión o incluso unión para huir de los vicios mundanos pero se quedan fuera, a veces, de esa descripción del hondo sentimiento espiritual que es la mística.  

2.- Parte de la crítica ve en sus escritos la sabiduría de un intelectual cristiano, de un sabio que se despega de cualquier pompa mundana, que busca la sencillez y el equilibrio como la única manera de estar y de ser en el mundo tanto con los hombres como con Dios. 

3.- Si algo caracteriza la obra de Fray Luis de León es su sencillez, sobriedad, elegancia y luminosidad. No sobra ninguna palabra ni se entretiene con giros inesperados que no aportan nada a la musicalidad del texto o al sentido último del mismo.  

4.- A pesar de ello, en sus versos o en sus escritos en prosa se transparenta su carácter pasional, el mismo que le llevó a la cárcel en busca de justicia y crítico con los vicios de su tiempo.  

5.- Casi todos sus poemas están dirigidos a una segunda persona ya sean amigos de este mundo como a la divinidad. Siempre hay un asunto moral en el trasfondo de los textos y, a la par, una exaltación de una virtud o de un proceder en este mundo.  

6.- Hay una preferencia por la descripción, por el presente, por meter al lector dentro de un estado de ánimo. Por eso, las odas son relativamente cortas, sencillas, con enumeraciones y preguntas retóricas que invitan al interlocutor a remover algo dentro de sí.  

7.- En sus poemas prefiere la libertad de la lira que, al estar construida con versos endecasílabos y heptasílabos, confiere un ritmo especial lejos de la espesura de otros metros. La austeridad, por tanto, se une a la brillantez para levantar unos poemas que, es unánime, han traspasado todos los muros de los siglos.  

Fue, en definitiva, Fray Luis de León un escritor complejo, a pesar de la sencillez de su obra, siempre en lucha interna entre su pasión de justicia y su sed de sabiduría contra un deseo de serenidad, de quietud, de unión espiritual que le parecía inalcanzable. Intelectual apreciado en la época, envidiado por mediocres compañeros, no se amedrentó ante quienes querían verlo caído y hundido. Sus poemas, editados tras su muerte, circulaban de boca en boca entre los estudiantes de la Universidad de Salamanca. Seguramente intentaban buscar en ellos una guía de virtud para conducirse en un mundo enmarañado.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla 

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¡Qué descansada vida

la del que huye del mundanal ruïdo,

y sigue la escondida

senda, por donde han ido

los pocos sabios que en el mundo han sido;

 

Fray Luis de León es uno de los grandes poetas de las letras castellanas cuya obra ha superado las siegas del tiempo. Su escritura sencilla, libre de artificio, serena y a la par culta sigue perteneciendo al canon literario siglos después de haberse compuesta. Y eso descontando que no ha llegado hasta nosotros la versión íntegra y reconocida por el autor. Empiezo diciendo que es el mejor representante del Renacimiento literario tardío en español y su participación en la escritura mística ha hecho correr ríos de tinta al no encajar con las características principales de este particular género. Fue culto, intelectual, pasional, amigo de la justicia, sencillo y, a la vez, entregado a la divulgación tanto de la Biblia como de los grandes nombres de la literatura griega o romana.  Pero vayamos por partes. 

Biografía de Fray Luis de León 

Nacido en la localidad de Belmonte (Cuenca) en 1527, estudió en Valladolid, Madrid y la Universidad de Salamanca, institución a la que estaría ligado de por vida impartiendo clases magistrales e involucrándose al máximo en la calidad de la enseñanza. Con tan solo 32 años consigue su primera cátedra, la cual perdería tras un injusto proceso con la Inquisición. 

Fraile de la Orden de San Agustín desde 1544, fue Luis de León un intelectual de la época apasionado por temas diversos, activo en las reformas que, a su juicio, deberían formar parte de las enseñanzas universitarias. Irónico (lo cual le granjeó más que un encontronazo con compañeros), inteligente (y por tanto blanco de envidias), sencillo y centrado en su labor educativa. 

En 1572 Fray Luis de León fue objeto de un proceso inquisitorial que duró más de cinco años. En esos largos meses estuvo preso en la cárcel de Valladolid en unas condiciones durísimas como eran las prisiones de la época. La razón por tal pena fue haber traducido el Cantar de los Cantares a pesar de estar prohibido. Aunque, al parecer, su idea era no divulgar esa versión, alguien en su entorno lo traicionó, algo frecuente cuando se trata de tumbar a alguien brillante haciendo uso de calumnias. A pesar de la gravedad del delito (para los parámetros de la época), logró recuperar libertad y cátedra. Como su puesto estaba ocupado por otra persona, el alma sencilla de Fray Luis de León no instó a la Universidad a que se la devolvieran sino a que le dieran otra. Así fue. El primer día de clase, a la vuelta de un duro proceso penal que duró largos años pronunció la célebre frase “decíamos ayer…”  

Poco tiempo después de ocupar el cargo de prior de Castilla de su orden, Fray Luis de León murió en Madrigal en 1591 tras abandonar la Universidad de Salamanca a la que estuvo vinculado de por vida.

La peculiar personalidad de Fray Luis de León y su importancia en el proceso contra la inquisición 

Aunque Fray Luis de León ha pasado a la historia de la literatura por sus poemas, no nos ha llegado ningún manuscrito de su mano con dichos versos. Si bien es verdad que era su intención recogerlos para su publicación (que eso sí ha llegado), al parecer, no terminó la compilación para su edición. Y si lo hizo, ese documento se ha perdido en los pliegues del tiempo. Teniendo en cuenta las inquinas y envidias de las que fue objeto en vida no hace falta tirar mucho de la teoría de la conspiración para darnos cuenta de que probablemente alguien se afanó para que su obra no llegara a las generaciones futuras. No lo consiguió y hoy los versos de Fray Luis no solo forman parte del canon literario español sino que son conocidos y reconocidos por quienes, incluso, no son muy dados a los placeres de las letras. 

Obras de Fray Luis de León

A.- Obras en prosa 

Durante su labor académica realizó comentarios, glosas y tratados teológicos que quedan para el ámbito filosófico. Aparte de estos estudios dejó a la posteridad cuatro libros: 

1.- De los nombres de Cristo, compuesta, según afirma el poeta, durante los dos últimos años de cautiverio, son comentarios filosóficos y filológicos de los nombres que Jesucristo recibe en las Sagradas Escrituras. Sin embargo, la crítica posterior tan dada a poner en cuestión cualquier cosa, anota que la serenidad de la prosa, el equilibrio de la escritura y la formalidad del texto no se corresponde con una situación tan extrema como era el presidio de la Inquisición en el Siglo XVI. Esta obra se desarrolla en forma de diálogo entre tres frailes (Marcelo, Sabino y Juliano) que conversan sobre los nombres de Cristo en un marco idílico (propio de la literatura pastoril) durante el verano. Este es el hilo conductor para desarrollar una prosa exquisita donde se hace referencia no solo (e indudablemente) a los pasajes de la Biblia sino también referencias a la literatura griega o de la antigua Roma. Es una obra melódica, con un ritmo poético brillante (aunque está escrita en prosa) donde se exalta las maravillas de la creación divina representada en los dones de la naturaleza. 

2.- La perfecta casada fue publicada en 1583, ya fallecido nuestro autor. Es un tratado en el que se narra las distintas virtudes que deben acompañar a una mujer según su estado, condición y naturaleza. A pesar de la ironía (incluso con algún punto de crueldad) con el que retrata algunos tipos psicológicos femeninos, la crítica acepta que era una obra feminista para los parámetros de la época y especialmente de la literatura medieval. En estos textos, la mujer era tratada casi como una extensión del demonio culpándola prácticamente de cualquier mal. No sucede eso en la obra de Fray Luis de León. 

 

3.- Exposición del Libro de Job se inició en la cárcel para terminarse unos cuantos meses antes de morir nuestro autor. La figura bíblica del Santo Job que acepta todos los suplicios y pruebas divinas con una humildad tremenda, es el modelo que un Fray Luis de León preso en durísimas condiciones encuentra para sobrellevar su terrible situación. En la obra refiere la cobardía de los que se decían amigos que lo abandonaron a su suerte en un estado tremendo y la crueldad con la que lo trataron sus enemigos. Recuerdo que a pesar del carácter contestario, pasional y poco dado a agachar la cabeza de Fray Luis de León, la mediocridad de los que lo acusaron (los mismos que formaban parte de la Universidad) fue de un punto extremo. Como no podían apagar su brillo se afanaron por quitarlo de en medio de la peor manera posible. En ese estado, encuentra en Job, que todo lo aguanta por amor a Dios, un modelo y guía espiritual a quien seguir.  

4.- Traducción literal y declaración del Cantar de los Cantares, que le valió la cárcel y la persecución. En principio,  fue realizada exclusivamente para una prima suya, novicia de un convento. Sin embargo, la crítica se debate con esta obra ya que tiene un contenido erótico difícilmente explicable si no se estudia o analiza bajo el prisma del amor místico. Aparte de la traducción, va añadiendo glosas (tal como era frecuente en la Edad Media) en un intento por desentrañar todos los sentidos del texto. Estas están construidas en un estilo sencillo, con una prosa limpia característica de su estilo de madurez. 

B.- Obras en verso de Fray Luis de León 

Se trata de un solo libro o de una colección de odas compuesta por un puñado de poemas que la crítica ha considerado como originales y salidos de su mano. Son objeto de revisión constante. ¿Por qué? Porque circularon de manera oral o escrita en vida del escritor de manera anónima con las variantes inevitables a ese tipo de manifestación literaria. Aunque Fray Luis de León intentó recogerlos en un manuscrito para su edición impresa ni se llegó a ese extremo ni se encuentran esos papeles. Querido por sus estudiantes, estos cantaban o recitaban sus versos. Fueron publicados por primera vez en 1631 por Francisco de Quevedo. El intelectual, catedrático de la Universidad y estudioso de la Biblia poca importancia daba a esta producción que sería la responsable de su puesto en el trono de la literatura. Sin intuir que por estas “letrillas” atravesaría las brumas del tiempo,  se expresa así:  

“Entre las ocupaciones de mis estudios en mi mocedad y casi en mi niñez, se me cayeron como de las manos estas obrecillas, a las cuales me apliqué más por inclinación de mi estrella que juicio o voluntad”.  

Entre estos poemas nos encontramos algunos siguiendo el estilo del petrarquismo o la estética amorosa introducida por Garcilaso. Han llegado hasta nosotros cinco sonetos de esta línea. Fernando Lázaro indica que el austero, sobrio e intelectual Fray Luis no podía quedarse en estos ejercicios amorosos que le pudieran parecer banales contrastados con el resto de su producción. 

Por eso, sus mejores poemas son aquellos en los que ensalza la vida sencilla  en comunión (más intelectual que mística) con Dios. Se embarca de esta manera en la creación de odas en las que se ensalza el desprendimiento de los bienes mundanos, el rechazo del ruido, la comunión divina, el afán por la soledad y, por supuesto, el rechazo a todos los vicios humanos. 

Clasificación de los poemas de Fray Luis de León 

Y para ello sigo la aportada por Fernando Lázaro.  

1.- Los escritos antes del presidio, esto es, antes de 1572 en los que aparece su visión de moralista y también de educador. Aquí se encuadran los famosos ¡Qué descansada vida…! O Virtud, hija del cielo… El hilo conductor temático de todas estas odas es el despegue de los vicios mundanos mientras se abraza un sentimiento de soledad. Son poemas en los que predominan la épica de la virtud entendida como el mejor camino para el crecimiento personal, la serenidad individual y la posterior unión divina. 

2.- Los realizados en la cárcel entre 1572 y 1577 en los que se centra en sus sentimientos más profundos. En ellos cobra importancia la soledad y el sentimiento de frustración al verse abandonado. Por eso, se refugia en la misericordia divina, en el amor de Cristo, en la fuerza del corazón que emana saberse un hijo de Dios. En ellos también encontramos esa queja por la injusticia de su situación. 

3.- Entre los escritos después de salir de la cárcel; esto es, después de 1577 se encuentran “Alma región luciente…” y “¡Oh ya seguro puerto…” En ellos asistimos a la manifestación de la soledad o del recogimiento espiritual. Los bienes de este mundo no pueden serles útiles al poeta, a quien ha sufrido oprobio y persecución encontrando en momentos terribles la fortaleza en la fe en Dios.  

Son en estas odas donde se han encontrado esos puntos de la mística literaria, que sin llegar al éxtasis divino de Santa Teresa de Jesús o de San Juan de la Cruz, canta el anhelo de unión con Dios.  

Estilo literario en las obras de Fray Luis de León

Escritas en un castellano sencillo, sereno, culto y sin atisbo de superficialidad, la crítica es unánime en considerar al sabio de la Universidad de Salamanca uno de los mejores poetas en lengua española. Y eso que, como tantos otros escritores de la época, ni siquiera se propuso poner negro sobre blanco (en limpio y en orden) para que perdurasen en el tiempo. Voy anotando algunos rasgos comunes a toda su producción literaria.  

1.- El sentimiento místico en la obra de Fray Luis de León no procede de la descripción del éxtasis o experiencias de comunión (como Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz) sino más bien a un anhelo de comunión. Con una profunda convicción religiosa, busca esa unión desde un punto de vista intelectual o espiritual más que anímico o vivencial. Por eso, sus poemas, a pesar de ser de una honda religiosidad, no reflejan esos arrebatos. Son versos en los que se busca consuelo, comprensión o incluso unión para huir de los vicios mundanos pero se quedan fuera, a veces, de esa descripción del hondo sentimiento espiritual que es la mística.  

2.- Parte de la crítica ve en sus escritos la sabiduría de un intelectual cristiano, de un sabio que se despega de cualquier pompa mundana, que busca la sencillez y el equilibrio como la única manera de estar y de ser en el mundo tanto con los hombres como con Dios. 

3.- Si algo caracteriza la obra de Fray Luis de León es su sencillez, sobriedad, elegancia y luminosidad. No sobra ninguna palabra ni se entretiene con giros inesperados que no aportan nada a la musicalidad del texto o al sentido último del mismo.  

4.- A pesar de ello, en sus versos o en sus escritos en prosa se transparenta su carácter pasional, el mismo que le llevó a la cárcel en busca de justicia y crítico con los vicios de su tiempo.  

5.- Casi todos sus poemas están dirigidos a una segunda persona ya sean amigos de este mundo como a la divinidad. Siempre hay un asunto moral en el trasfondo de los textos y, a la par, una exaltación de una virtud o de un proceder en este mundo.  

6.- Hay una preferencia por la descripción, por el presente, por meter al lector dentro de un estado de ánimo. Por eso, las odas son relativamente cortas, sencillas, con enumeraciones y preguntas retóricas que invitan al interlocutor a remover algo dentro de sí.  

7.- En sus poemas prefiere la libertad de la lira que, al estar construida con versos endecasílabos y heptasílabos, confiere un ritmo especial lejos de la espesura de otros metros. La austeridad, por tanto, se une a la brillantez para levantar unos poemas que, es unánime, han traspasado todos los muros de los siglos.  

Fue, en definitiva, Fray Luis de León un escritor complejo, a pesar de la sencillez de su obra, siempre en lucha interna entre su pasión de justicia y su sed de sabiduría contra un deseo de serenidad, de quietud, de unión espiritual que le parecía inalcanzable. Intelectual apreciado en la época, envidiado por mediocres compañeros, no se amedrentó ante quienes querían verlo caído y hundido. Sus poemas, editados tras su muerte, circulaban de boca en boca entre los estudiantes de la Universidad de Salamanca. Seguramente intentaban buscar en ellos una guía de virtud para conducirse en un mundo enmarañado.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla 

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Si la literatura mística dio en español las mejores obras de este género en las letras universales, uno de esos grandes nombres es, sin duda, Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia y una de las voces más genuinas de esta singular escritura. Junto a su compañero de orden, el también carmelita San Juan de la Cruz, levantó una escritura única e irrepetible en la que la expresión de la experiencia divina adquiere una altura insuperable en la historia de la literatura. Fue su vida una unión perfecta entre la actitud contemplativa o la experiencia de éxtasis espiritual y  entre el hacer o el transformar las cosas del mundo. Con problemas con la Inquisición, como todos los reformadores de la época, fundó diecisiete conventos en los que instauró la sencillez y el voto de pobreza a la par que levantaba una obra genuina en la que describe (sirviéndose de la alegoría y la metáfora) sus experiencias místicas.  

Biografía de Santa Teresa de Jesús

Nacida como Teresa de Cepeda y Ahumada en 1515 en la ciudad de Ávila hay críticos que señalan que el peculiar carácter de la ciudad (con su gran muralla levantada ante la planicie) incidió en su forma de ser y estar en el mundo en su relación con la divinidad. Imbuida por la lectura de la vida de los santos, desde corta edad tenía clara su vocación religiosa con unos niveles de implicación extremos. Estudió en el convento de las Augustinas de su ciudad natal y antes de cumplir veinte años ingresa en la orden de Carmelo llegando a transformarla totalmente. A la par que leía las Confesiones de San Agustín se sometió a continuados ejercicios ascéticos tan duros que casi le va la vida en ello. Eso le produjo secuelas permanentes que no impidieron que llevara un vida activa, alegre y vivaz.  

A raíz de una visión sobre el infierno tuvo claro que tenía que reformar su orden, por entonces corrompida por un dogma que había abandonado el primer mandamiento de Cristo. Esa búsqueda hacia la pureza y sencillez original le granjeó enemigos de todo tipo que consiguieron incluso que fuera procesada por la Inquisición. Sin llegar a la inquina que mostraron con San Juan de la Cruz (torturado salvajemente durante un año) o Fray Luis de León (preso por más de cinco años) no tuvo fácil conseguir la bula papal que le permitía la reforma de la orden. 

Santa Teresa de Jesús entre la reforma de los carmelitas y la escritura

No se amedrentó por la persecución y llegó a fundar más de diecisiete conventos según los preceptos de pobreza y sencillez que buscaba mientras levantaba una obra literaria excelsa y única en la literatura universal. No fue el objetivo de Santa Teresa hacer literatura, sino más bien dejar por escrito para sus monjas las visiones y éxtasis que experimentaba. Para ello utilizaba un lenguaje sencillo lleno de alegorías y metáforas en lengua castellana (lo cual también fue criticado y perseguido puesto que se optaba por el latín que solo los cultos conocían). Y,  sin proponérselo, creó una obra única que ha entrado en el canon de la literatura occidental.  

En una de sus idas y venidas para ordenar los conventos que estaba transformando se sintió indispuesta y paró en el de Alba de Tormes. Allí falleció el 4 de octubre de 1582. Canonizada en 1622 y beatificada 8 años antes, en 1970 fue nombrada Doctora de la Iglesia. Sus restos están esparcidos y expuestos en distintos emplazamientos de la geografía española. 

Obras de Santa Teresa de Jesús 

La crítica ha dividido su producción literaria en dos bloques distintos. Por un lado, tenemos los escritos de temática mística o ascética y, por el otro, aquellos con una línea biográfica. Dicho esto, ninguna puede considerarse como pura, ya que se mezclan y entremezclan entre sí.  

Obras autobiográficas de Santa Teresa de Jesús 

1.- Libro grande o Libro de las misericordias o Libro de su vida, que con estos tres nombres se conocen la misma obra, estaba terminado para 1565. Está compuesta por cuarenta capítulos donde va narrando su camino hacia la mística. Es en este título donde se describe el famoso episodio de la transverberación que artistas posteriores dejaron plasmados con distinto acierto hasta llegar al cenit de la conocida escultura de Bernini. 

2.- El libro de las Fundaciones es continuación de este primero. En él va reuniendo los diarios, cartas, noticias o comunicaciones referentes a su actividad reformadora en los conventos carmelitas. Se inicia en el año 1567 y el último apunte es de 1582, aunque la crítica acepta que la escritura comenzó en 1573.  

3.- El libro de las Relaciones, escrito entre 1560 y 1579, está compuesto por cartas dirigidas a sus confesores (especialmente a San Pedro de Alcántara) en el que va desgranando sin apenas orden o concierto los favores divinos que recibe. 

Obras ascéticas y místicas de Santa Teresa de Jesús

4.- El camino de la Perfección,  escrita entre 1565 y 1570 tenía un objetivo utilitario, ya que fue escrito para guiar a las monjas hacia la perfección religiosa y para remover las conciencias adormecidas que no luchaban contra la Reforma. 

5.- Las Moradas o Castillo Interior es el cenit de la escritura literaria mística de Santa Teresa de Jesús. Fue escrita cuando llevaba probablemente más de 10 años recibiendo visiones y experiencias espirituales. La compuso en el convento carmelita de Toledo a petición de sus superiores como guía para toda la comunidad. Tras una visión, se le aparece la estructura de la misma que está levantada para describir el camino de crecimiento espiritual como 

 

“un castillo todo de diamante y muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, ansí como en el cielo hay muchas moradas”.  

Para alcanzar la unión divina, la gracia completa, hay que superar siete pruebas, moradas o paradas. Las tres primeras pretenden abandonar todas las cosas terrenales, las tres siguientes inciden en la iluminación para llegar a la unión mística en la última.  

La mística sencilla portentosa como fuente del estilo de Santa Teresa de Jesús 

Mujer culta y leída desde niña e influenciada tanto por las novelas de caballerías como por la vida de los santos, todo en ella (desde su vida hasta su escritura) estaba dirigido a un camino de perfección espiritual. El deshojamiento al que sometió su orden para instalarla en la sencillez extrema es también el que define su producción literaria, ya que se olvida de cualquier artificio para poner negro sobre blanco con tremenda sencillez todo aquello que en su alma sucedía. A tal maestría llegó que esas visiones (pertenecientes al plano espiritual, intangible y etéreo) han podido ser plasmadas en obras plásticas. Santa Teresa de Jesús se lo puso fácil a los artistas que llegaron tras ella realizando minuciosas descripciones.  

1.- Uso de la alegoría y la metáfora 

Sin embargo, la mística, la visión divina, rara vez puede ser descrita en toda su complejidad si se quiere llegar a un publico sencillo con el objetivo de educar o instruir. Eso estuvo siempre en la mente de Santa Teresa. Por eso, el uso de la alegoría (heredada de la literatura medieval) y la metáfora forman parte intrínseca del texto. Y el mejor ejemplo es el inicio de Las Moradas que es su obra canónica.  

2.- El estilo en la obra de Santa Teresa de Jesús está condicionado por la intención de sus escritos 

De ella se ha dicho que fue “escritora por obediencia” ya que nunca fue su intención. Si escribió, fue guiada por un profundo convencimiento en la necesidad de un cambio transformador dentro de la Iglesia hacia la sencillez combatiendo la corrupción a la que habían llegado la mayoría de las órdenes monásticas. El amor y la necesidad de consejo hacia las monjas que constituían su orden le guiaba en todo momento y así dejó constancia en reiteradas ocasiones. Por eso, todas las obras de Santa Teresa de Ávila están escritas en un castellano sencillo, libre de todo artificio, en prosa (aunque también compuso poesía), en un tono divulgativo a pesar de la temática compleja que aborda. El que eligiera la lengua castellana, ya formada en la primera literatura renacentista no la libró de las críticas, puesto que, en la época, se imponía el latín para hurtar al pueblo inculto cualquier conocimiento.  

3.- La sencillez y la falta de un guión previo como características en la obra de Santa Teresa de Jesús 

“Pienso poner algunos remedios para tentaciones de religiosas… y lo que más el Señor me diere a entender como fuere entendido y acordándoseme. Que, como no sé lo que será, no puedo decirlo con concierto. Y creo es lo mejor no le llevar, pues es cosa tan desconcertada hacer yo esto”.  

A través de sus palabras llegamos a otra de las características de la obra de Santa Teresa de Ávilla: la falta de estructura que parece desorden. No es así en Las Moradas pero sí en el resto de sus libros, que más bien se nos antojan compilaciones más que otra cosa. Ese defecto en el guión hace de estos escritos aún más interesantes, ya que salen directamente del alma de Teresa de Ávila sin apenas filtro dejando de lado cualquier tentación de lucirse con una escritura amanerada o recargada.  

Tenemos pues un estilo espontáneo al máximo, sencillo, libre de cualquier artificio y con una finalidad clara que era la de remover los modos enquistados y los vicios de los religiosos de su época. Algún que otro crítico le ha encontrado incluso faltas gramaticales o de concordancia a las que la santa no atendía imbuida en ese deseo por comunicar sus experiencias místicas y ese camino de crecimiento espiritual llevado al máximo extremo. También ha sido anotada por la crítica el uso de diminutivos que se conjugan con expresiones de tipo culto que no merman la sencillez de sus textos. 

Fue Santa Teresa de Jesús una mujer culta, compleja en esa doble tarea que era el hacer al máximo (las reformas, los conventos, la escritura incluso) y la introspección más extrema que supone la mística. Sin pretenderlo, levantó una obra literaria única en las letras universales que aún perdura en el tiempo. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Si la literatura mística dio en español las mejores obras de este género en las letras universales, uno de esos grandes nombres es, sin duda, Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia y una de las voces más genuinas de esta singular escritura. Junto a su compañero de orden, el también carmelita San Juan de la Cruz, levantó una escritura única e irrepetible en la que la expresión de la experiencia divina adquiere una altura insuperable en la historia de la literatura. Fue su vida una unión perfecta entre la actitud contemplativa o la experiencia de éxtasis espiritual y  entre el hacer o el transformar las cosas del mundo. Con problemas con la Inquisición, como todos los reformadores de la época, fundó diecisiete conventos en los que instauró la sencillez y el voto de pobreza a la par que levantaba una obra genuina en la que describe (sirviéndose de la alegoría y la metáfora) sus experiencias místicas.  

Biografía de Santa Teresa de Jesús

Nacida como Teresa de Cepeda y Ahumada en 1515 en la ciudad de Ávila hay críticos que señalan que el peculiar carácter de la ciudad (con su gran muralla levantada ante la planicie) incidió en su forma de ser y estar en el mundo en su relación con la divinidad. Imbuida por la lectura de la vida de los santos, desde corta edad tenía clara su vocación religiosa con unos niveles de implicación extremos. Estudió en el convento de las Augustinas de su ciudad natal y antes de cumplir veinte años ingresa en la orden de Carmelo llegando a transformarla totalmente. A la par que leía las Confesiones de San Agustín se sometió a continuados ejercicios ascéticos tan duros que casi le va la vida en ello. Eso le produjo secuelas permanentes que no impidieron que llevara un vida activa, alegre y vivaz.  

A raíz de una visión sobre el infierno tuvo claro que tenía que reformar su orden, por entonces corrompida por un dogma que había abandonado el primer mandamiento de Cristo. Esa búsqueda hacia la pureza y sencillez original le granjeó enemigos de todo tipo que consiguieron incluso que fuera procesada por la Inquisición. Sin llegar a la inquina que mostraron con San Juan de la Cruz (torturado salvajemente durante un año) o Fray Luis de León (preso por más de cinco años) no tuvo fácil conseguir la bula papal que le permitía la reforma de la orden. 

Santa Teresa de Jesús entre la reforma de los carmelitas y la escritura

No se amedrentó por la persecución y llegó a fundar más de diecisiete conventos según los preceptos de pobreza y sencillez que buscaba mientras levantaba una obra literaria excelsa y única en la literatura universal. No fue el objetivo de Santa Teresa hacer literatura, sino más bien dejar por escrito para sus monjas las visiones y éxtasis que experimentaba. Para ello utilizaba un lenguaje sencillo lleno de alegorías y metáforas en lengua castellana (lo cual también fue criticado y perseguido puesto que se optaba por el latín que solo los cultos conocían). Y,  sin proponérselo, creó una obra única que ha entrado en el canon de la literatura occidental.  

En una de sus idas y venidas para ordenar los conventos que estaba transformando se sintió indispuesta y paró en el de Alba de Tormes. Allí falleció el 4 de octubre de 1582. Canonizada en 1622 y beatificada 8 años antes, en 1970 fue nombrada Doctora de la Iglesia. Sus restos están esparcidos y expuestos en distintos emplazamientos de la geografía española. 

Obras de Santa Teresa de Jesús 

La crítica ha dividido su producción literaria en dos bloques distintos. Por un lado, tenemos los escritos de temática mística o ascética y, por el otro, aquellos con una línea biográfica. Dicho esto, ninguna puede considerarse como pura, ya que se mezclan y entremezclan entre sí.  

Obras autobiográficas de Santa Teresa de Jesús 

1.- Libro grande o Libro de las misericordias o Libro de su vida, que con estos tres nombres se conocen la misma obra, estaba terminado para 1565. Está compuesta por cuarenta capítulos donde va narrando su camino hacia la mística. Es en este título donde se describe el famoso episodio de la transverberación que artistas posteriores dejaron plasmados con distinto acierto hasta llegar al cenit de la conocida escultura de Bernini. 

2.- El libro de las Fundaciones es continuación de este primero. En él va reuniendo los diarios, cartas, noticias o comunicaciones referentes a su actividad reformadora en los conventos carmelitas. Se inicia en el año 1567 y el último apunte es de 1582, aunque la crítica acepta que la escritura comenzó en 1573.  

3.- El libro de las Relaciones, escrito entre 1560 y 1579, está compuesto por cartas dirigidas a sus confesores (especialmente a San Pedro de Alcántara) en el que va desgranando sin apenas orden o concierto los favores divinos que recibe. 

Obras ascéticas y místicas de Santa Teresa de Jesús

4.- El camino de la Perfección,  escrita entre 1565 y 1570 tenía un objetivo utilitario, ya que fue escrito para guiar a las monjas hacia la perfección religiosa y para remover las conciencias adormecidas que no luchaban contra la Reforma. 

5.- Las Moradas o Castillo Interior es el cenit de la escritura literaria mística de Santa Teresa de Jesús. Fue escrita cuando llevaba probablemente más de 10 años recibiendo visiones y experiencias espirituales. La compuso en el convento carmelita de Toledo a petición de sus superiores como guía para toda la comunidad. Tras una visión, se le aparece la estructura de la misma que está levantada para describir el camino de crecimiento espiritual como 

 

“un castillo todo de diamante y muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, ansí como en el cielo hay muchas moradas”.  

Para alcanzar la unión divina, la gracia completa, hay que superar siete pruebas, moradas o paradas. Las tres primeras pretenden abandonar todas las cosas terrenales, las tres siguientes inciden en la iluminación para llegar a la unión mística en la última.  

La mística sencilla portentosa como fuente del estilo de Santa Teresa de Jesús 

Mujer culta y leída desde niña e influenciada tanto por las novelas de caballerías como por la vida de los santos, todo en ella (desde su vida hasta su escritura) estaba dirigido a un camino de perfección espiritual. El deshojamiento al que sometió su orden para instalarla en la sencillez extrema es también el que define su producción literaria, ya que se olvida de cualquier artificio para poner negro sobre blanco con tremenda sencillez todo aquello que en su alma sucedía. A tal maestría llegó que esas visiones (pertenecientes al plano espiritual, intangible y etéreo) han podido ser plasmadas en obras plásticas. Santa Teresa de Jesús se lo puso fácil a los artistas que llegaron tras ella realizando minuciosas descripciones.  

1.- Uso de la alegoría y la metáfora 

Sin embargo, la mística, la visión divina, rara vez puede ser descrita en toda su complejidad si se quiere llegar a un publico sencillo con el objetivo de educar o instruir. Eso estuvo siempre en la mente de Santa Teresa. Por eso, el uso de la alegoría (heredada de la literatura medieval) y la metáfora forman parte intrínseca del texto. Y el mejor ejemplo es el inicio de Las Moradas que es su obra canónica.  

2.- El estilo en la obra de Santa Teresa de Jesús está condicionado por la intención de sus escritos 

De ella se ha dicho que fue “escritora por obediencia” ya que nunca fue su intención. Si escribió, fue guiada por un profundo convencimiento en la necesidad de un cambio transformador dentro de la Iglesia hacia la sencillez combatiendo la corrupción a la que habían llegado la mayoría de las órdenes monásticas. El amor y la necesidad de consejo hacia las monjas que constituían su orden le guiaba en todo momento y así dejó constancia en reiteradas ocasiones. Por eso, todas las obras de Santa Teresa de Ávila están escritas en un castellano sencillo, libre de todo artificio, en prosa (aunque también compuso poesía), en un tono divulgativo a pesar de la temática compleja que aborda. El que eligiera la lengua castellana, ya formada en la primera literatura renacentista no la libró de las críticas, puesto que, en la época, se imponía el latín para hurtar al pueblo inculto cualquier conocimiento.  

3.- La sencillez y la falta de un guión previo como características en la obra de Santa Teresa de Jesús 

“Pienso poner algunos remedios para tentaciones de religiosas… y lo que más el Señor me diere a entender como fuere entendido y acordándoseme. Que, como no sé lo que será, no puedo decirlo con concierto. Y creo es lo mejor no le llevar, pues es cosa tan desconcertada hacer yo esto”.  

A través de sus palabras llegamos a otra de las características de la obra de Santa Teresa de Ávilla: la falta de estructura que parece desorden. No es así en Las Moradas pero sí en el resto de sus libros, que más bien se nos antojan compilaciones más que otra cosa. Ese defecto en el guión hace de estos escritos aún más interesantes, ya que salen directamente del alma de Teresa de Ávila sin apenas filtro dejando de lado cualquier tentación de lucirse con una escritura amanerada o recargada.  

Tenemos pues un estilo espontáneo al máximo, sencillo, libre de cualquier artificio y con una finalidad clara que era la de remover los modos enquistados y los vicios de los religiosos de su época. Algún que otro crítico le ha encontrado incluso faltas gramaticales o de concordancia a las que la santa no atendía imbuida en ese deseo por comunicar sus experiencias místicas y ese camino de crecimiento espiritual llevado al máximo extremo. También ha sido anotada por la crítica el uso de diminutivos que se conjugan con expresiones de tipo culto que no merman la sencillez de sus textos. 

Fue Santa Teresa de Jesús una mujer culta, compleja en esa doble tarea que era el hacer al máximo (las reformas, los conventos, la escritura incluso) y la introspección más extrema que supone la mística. Sin pretenderlo, levantó una obra literaria única en las letras universales que aún perdura en el tiempo. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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La palabra mística procede del griego y el vocablo se refiere al sentido de cerrar. En esencia, este término alude a aquello oculto, secreto, desconocido que se produce en el interior de algunos espíritus elevados quienes, de una manera u otra, lo manifiestan de forma pública, aunque, en sus inicios, los receptores de estos escritos eran limitados en extremo. Aunque los mejores textos de la mística pertenecen a la poesía, tampoco se desdeña la prosa. La mística es la expresión de la más extraordinaria experiencia religiosa ajena a cualquier impostura, imposición o dogma, experimentada de forma individual y expresada en libertad. Por eso, no es de extrañar que algunos grandes nombres tuvieran serios problemas con la Inquisición o los procesos de censura de la época. La mística y su expresión literaria es revolucionaria porque no se atiene a la las reglas de obediencia. Son manifestaciones de la más extrema religiosidad que se entienden en el antropocentrismo imperante en el Renacimiento literario, cultural y social donde se desenvuelve.  

Qué es la mística y un intento de definición en su vertiente literaria  

Los místicos manejan una experiencia secreta en la que Dios se manifiesta con toda su grandeza y magnanimidad alejada de cualquier atisbo de dogmatismo o vulgaridad. A todo ello hay que unir una expresión literaria sublime por parte de los autores españoles que utilizan el lenguaje vulgar (alejado del latín o de la rocambolesca lengua culta) en el que la lengua castellana se expande con todos sus matices simbólicos, expresivos y lingüísticos. A pesar de que la mística describe una experiencia o recorrido espiritual profundamente personal y, a veces, libertario tenían una aspiración comunicadora importante. Sin hacer proselitismo ni apología, de manera sencilla había un deseo de dejar constancia de esos encuentros divinos y sus sensaciones para aprendizaje moral del lector. Nada más y nada menos que 3.000 libros se publicaron en menos de doscientos años encuadrados en el género denominado mística literaria o mística española durante los siglos XVI y XVII.

Nombres de la talla de Santa Teresa de Jesús, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz o Fray Luis de Granada son imprescindibles no solo del género sino del canon literario en español. Aunque son variadas las teorías que intentan explicar el auge y la localización del misticismo literario, no todas ellas lo achacan al peculiar carácter psicológico de esta parte de mundo. Tanto es así que España recibe incluso el calificativo del país de los místicos. No hay precedentes en la literatura medieval a pesar de engendrarse en un entorno en el que Dios está omnipresente y acaba abruptamente en el Siglo XVIII. 

Orígenes y sustratos literarios de la mística

No podemos perder de vista que se expande justo cuando España se desenvuelve siendo única y exclusivamente cristiana al haber expulsado a los habitantes tanto de religión judía como musulmana.  Paralelamente, hay que tener en cuenta la corrupción institucional de la iglesia a finales de la Edad Media de la que se apartan los espíritus más críticos en busca de una experiencia auténtica con Dios sin intermediarios.  El antropocentrismo del Renacimiento, el intento por dejar plasmado los sentimientos más íntimos (coartados por la Contrarreforma) y el platonismo de la época son caldo de cultivo propicio para el desarrollo de la mística.  

Por si fuera poco, hay que unir un ideal caballeresco reflejado no solo en los libros o en los poemas de línea amorosa sino también en la vida cortesana diaria. En estas obras se ensalza un espíritu casi puro, resplandeciente en virtudes (casi imposible de reflejarse en la vida real) que son otra fuente importante para las obras de la mística. También se nutre de ese gusto patrio por empapar de todo lo divino cualquier actividad profana y, por supuesto, de los nombres del elenco alemán que tan bien conocían los representantes de la mística española.  

Principales características de la literatura mística española 

1.- No tiene una sustrato en los autores de la literatura medieval a excepción de Ramón Llull y de la literatura tanto de árabes como de judíos. 

2.- La mística española es cronológicamente la última manifestación de este género o modo literario y, a la par, uno de los más importantes por su belleza y profundidad. 

3.- Los autores de la mística literaria española presentan un punto ecléctico entre lo profano (las cosas de la vida cotidiana) y lo sagrado (la iluminación personal). 

 

4.- La mística no puede entenderse sin la filosofía del ascetismo (que merece tema aparte). Esta línea de pensamiento sí que es consustancial a la cultura hispánica ya que se remonta a los tiempos del Imperio Romano (Séneca por por un caso) y sigue incluso en la era contemporánea. Podemos encontrar ecos, incluso, en la obra de José Ángel Valente

6.- La mística española es de una gran calidad literaria. Por eso, ha trascendido fronteras y es conocida en otras partes del mundo. Es un misticismo, según Saínz Rodríguez 

“que aspira a influir en la educación moral del pueblo […] y una de sus altas cualidades estéticas consiste hoy en que muchos de ellos reflejan en su obra el idioma adulto, limpio y lleno de vigor del pueblo castellano del siglo XVI”. 

7.- Ese afán por dirigirse a los humildes (con un nivel cultural tremendamente bajo y unos índices de analfabetismo apabullantes) quizás sea la razón del excesivo uso de la alegoría y la metáfora. 

8.- La mística es la máxima expresión de la Gracia divina, un encuentro sensorial con Dios manifestado en toda su grandeza. Tras esta experiencia secreta y recogida, los autores místicos se afanaron por utilizar un lenguaje limpio, claro, sencillo, repleto de metáforas para compartir dicho don con un público más amplio. 

9.- Al contrario de la ascética, a la que se llega con ejercicios de privación o de sumisión, la mística es una gracia, un regalo divino que hay que aceptar y devolver al resto de las criaturas humanas en forma de obra literaria. 

10.- Dicho esto, los ejercicios espirituales, ayunos, oraciones y mortificaciones de los ascetas en su afán por conseguir la visión divina, a veces, se confunde con la iluminación mística. 

División de la mística por periodos y escuelas 

Teniendo en cuenta la cronología de las obras, se puede dividir este género en cuatro grandes periodos. El primero (el de iniciación) llegaría hasta el año 1500 con la imprenta afianzada y la confianza que da el descubrimiento de América a ojos europeos. En esta etapa no hay grandes nombres que reseñar pero sí hay un auge de las traducciones de las obras extranjeras que van calando en los literatos e intelectuales de la época. El segundo (de asimilación) que iría de 1500 hasta 1560 y en el que se transforma esas teorías según el sentir de la cultura española. Tampoco hay grandes nombres en esta época pero podemos destacar a Fray Hernando de Talavera o a Fray Francisco de Osuna, uno de los autores favoritos de Teresa de Ávila. El de plenitud es el tercero que coincide con el reinado de Felipe II y termina en 1600. En esta época es donde se producen las obras señeras de Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz o Fray Luis de León. El cuarto, de decadencia, se va estirando hasta mediados del siglo XVII ya sin el brillo y frescura de la época anterior.  

Como se ha compilado más de 3000 títulos pertenecientes al género místico literario (ni que decir tiene que con calidad diversa), la crítica literaria también ha realizado una división por escuelas que son principalmente cinco, según Menéndez Pelayo:

1.- Ascetas dominicos con Fray Luis de Granada a la cabeza

2.- Místicos franciscanos entre los que destacan San Pedro de Alcántara. 

3.- La gran escuela de místicos carmelitas con las imponentes figuras de Santa Teresa de Ávila en la prosa y San Juan de la Cruz en la poesía. 

4.- Místicos agustinos con Fray Luis a la vanguardia del equipo. 

5.- Y por último, tenemos la escuela jesuita cuyos representantes no llegaron a despuntar como estas dos últimas.  

Autores de la mística española más importantes

1.- Fray Luis de León, el gran precursor de la mística castellana

Nacido en Belmonte (Cuenca) en 1527, estudió en Madrid y Valladolid siguiendo la Corte que, por entonces, no se había establecido de manera fija. Universitario en Salamanca, ingresa en la orden de los agustinos en 1544. Toda su obra, vida y estilo literario están condicionadas por la universidad salmantina en la que obtuvo su primera cátedra en 1559. Incansable estudioso e investigador, sus enemigos (mediocres abrumados por su talento) lo acusan en 1572 de traducir al castellano el Cantar de los Cantares a pesar de su prohibición. Por este hecho estuvo preso en Valladolid cinco largos años. A su vuelta y según el mito, reanuda las clases con ese “decíamos ayer” ante sus alumnos. 

 

Persona instruida, culta, gran poeta, gozó de prestigio en vida, el mismo que perdura cinco siglos después. Su sabiduría, unida a su carácter pasional, le granjeó en vida una gran número de enemigos en los ambientes universitarios que, al no poder superar al genio, se dedicaban a hostigarle con calumnias de todo tipo culminando en la acusación de herejía, gravísima para la época, tanto que en ella te iba literalmente la vida.

Hay quienes consideran que Fray Luis de León no fue un poeta esencialmente místico a pesar de orquestar toda su obra bajo el tema religioso. Es más bien un autor e intelectual del Renacimiento literario tardío. Aparte de por sus poesías, recogidas tras su muerte, tenemos que anotar la obra Los nombres de Cristo, cima de la literatura en español. J.L. Alborg indica que  

“cuando ansía dejar los lazos terrenales y gozar del cielo, no piensa en la saciedad del amor, sino en la posibilidad de alcanzar junto al Creador el total conocimiento de las cosas por el que se afanaba." 

2.-  Fray Luis de Granada perteneciente a la escuela dominica

Nacido en 1504 cómo Luis Sarria en el seno de una familia pobre y humilde. Aunque huérfano de padre a corta edad, fue acogido por el conde Tendilla quien le dio instrucción y cobijo. Entró en el convento dominico de Granada en 1525 y gran parte de su vida la pasó en Portugal donde realizó una notable labor de predicación. A igual que Fray Luis de León, su espíritu pasional y su amor por la justicia le granjeó no pocos enemigos en su época. De hecho, también fue víctima de la Inquisición y sus obras principales, Guía de pecadores y Libro de la oración y la meditación fueron prohibidas por “enseñar al pueblo lo que a pocos del conviene”. Aquí queda eso.  

Gran orador, en sus obras promulga que la conquista de la gloria es la única finalidad de la vida, extremo éste que sería eje central del pensamiento (por otros motivos más mundanos) durante el Barroco español para desbaratarse completamente en la literatura neoclásica.  

3.- Santa Teresa de Jesús, en la cima más alta  de la mística cuya obra aún perdura 

Nacida como Teresa de Cepeda y Ahumada en 1515 en Ávila, estudió en el convento de Augustinas ingresando en la orden de las Carmelitas antes de cumplir 20 años. Allí se auto sometió a crueles ejercicios ascéticos en los que casi le va la vida dejándole secuelas permanentes. Ese carácter enfermizo y quebradizo se transparenta en su obra volcada en la visión amorosa de Dios, en el éxtasis místico, en la iluminación como camino supremo, en el dejarse ir hacia los brazos de Cristo entendido incluso como el amado.  

Tras una de sus visiones, emprendió la reforma de la orden. Como otros autores de la mística literaria, por ello, fue objeto de persecución encarnizada por parte de la Inquisición. Tenemos que tener en cuenta que cualquier modificación, cualquier opinión en la que, de alguna manera u otra, se denunciaran los vicios dentro de la propia iglesia era castigada con dura severidad. Y Santa Teresa de Jesús no pudo ser ajena a esto, ya que se propuso fundar nuevos conventos en los que predominaran la sencillez y el desprendimiento. A los ojos de la época tal meta era considerada herejía, desobediencia a las órdenes establecidas y penadas duramente. Sin embargo, la santa mística lo consiguió no solo levantando diecisiete sino atrayendo el favor papal para que sus reformas quedaran al margen de los mediocres de la curia eclesial de la época.  

Andariega, pasional, alegre y constante, su obra está impregnada de una extrema sensibilidad y sencillez. Si Camino de perfección, terminada en 1570, es cenit de la ascética, Las moradas o Castillo interior sencillamente ha pasado al canon. Sin embargo, nunca tuvo ese objetivo, ya que escribía para sus monjas siguiendo un estilo sencillo sin pretender siquiera superar los estándares de la literariedad. Dejamos hablar a Fray Luis de León, amigo de la santa, que describe la obra de la gran mística española con las siguientes palabras: 

“… en la forma del decir, y en la pureza y facilidad del estilo, y en la gracia y buena compostura de las palabras, y en una elegancia desafeitada, que deleita en extremo, dudo yo que haya en nuestra lengua escritura que con ellos se iguale”. 

Muere en 1582. Fue beatificada en 1614 y canonizada en 1622. Partes del cuerpo de la mística se encuentran expuestos en distintos emplazamientos de la geografía española. 

4.- San Juan de la Cruz, el gran representante de la mística poética

Si Teresa de Ávila representa el cenit de la prosa mística castellana, su compañero de orden y contemporáneo Juan de la Cruz es su paralelo en la poesía. Nacido como Juan de Yepes y Álvarez en 1542, en un pueblo de la provincia de Ávila, procedía de una familia noble venida a menos. Estudió en la Universidad de Salamanca y se ordenó sacerdote en 1567. Influido por el espíritu vivaz y apasionado de Teresa de Ávila, nuestro autor, de carácter débil en todos los sentidos, logra fundar un convento según los preceptos reformadores de la santa. Ya sabemos que esto le iba a granjear la enemistad de los suyos que no tenían ningún problema en olvidar el mandamiento principal de Cristo para ensañarse con los suyos incluso. Por atreverse a seguir a Santa Teresa de Ávila fue apresado y torturado física y psicológicamente durante casi un año. Logró salir gracias a la intervención de su amiga y protectora. Desterrado casi de la orden, acabó su vida en Úbeda en 1591.  

Su obra poética es brevísima pero de una calidad apabullante, tanto que todos los versos han pasado a formar parte de la literatura clásica española y casi universal. Su obra mística se reduce a tres títulos: Noche obscura del alma, Cántico espiritual y Llama del amor viva. No necesitó más para traspasar con sus palabras la niebla de los siglos. Todas sus composiciones son sencillas, pero limpias en el uso de la lengua. A veces, su finalidad era modesta, como Santa Teresa, ya que necesitaba material para los hermanos de la orden, tanto para la lectura como para el rezo o el canto. 

Es, en definitiva, la literatura mística española de una calidad sobresaliente, tanto que ha traspasado todo tipo de fronteras, las geográficas, la de los pueblos y la de los tiempos. Las mejores obras están escritas con una finalidad utilitaria, con humildad y sin ninguna pretensión. Es en esa claridad, en esa descripción desprovista de afán de gloria donde reside toda la grandeza de este género. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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La palabra mística procede del griego y el vocablo se refiere al sentido de cerrar. En esencia, este término alude a aquello oculto, secreto, desconocido que se produce en el interior de algunos espíritus elevados quienes, de una manera u otra, lo manifiestan de forma pública, aunque, en sus inicios, los receptores de estos escritos eran limitados en extremo. Aunque los mejores textos de la mística pertenecen a la poesía, tampoco se desdeña la prosa. La mística es la expresión de la más extraordinaria experiencia religiosa ajena a cualquier impostura, imposición o dogma, experimentada de forma individual y expresada en libertad. Por eso, no es de extrañar que algunos grandes nombres tuvieran serios problemas con la Inquisición o los procesos de censura de la época. La mística y su expresión literaria es revolucionaria porque no se atiene a la las reglas de obediencia. Son manifestaciones de la más extrema religiosidad que se entienden en el antropocentrismo imperante en el Renacimiento literario, cultural y social donde se desenvuelve.  

Qué es la mística y un intento de definición en su vertiente literaria  

Los místicos manejan una experiencia secreta en la que Dios se manifiesta con toda su grandeza y magnanimidad alejada de cualquier atisbo de dogmatismo o vulgaridad. A todo ello hay que unir una expresión literaria sublime por parte de los autores españoles que utilizan el lenguaje vulgar (alejado del latín o de la rocambolesca lengua culta) en el que la lengua castellana se expande con todos sus matices simbólicos, expresivos y lingüísticos. A pesar de que la mística describe una experiencia o recorrido espiritual profundamente personal y, a veces, libertario tenían una aspiración comunicadora importante. Sin hacer proselitismo ni apología, de manera sencilla había un deseo de dejar constancia de esos encuentros divinos y sus sensaciones para aprendizaje moral del lector. Nada más y nada menos que 3.000 libros se publicaron en menos de doscientos años encuadrados en el género denominado mística literaria o mística española durante los siglos XVI y XVII.

Nombres de la talla de Santa Teresa de Jesús, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz o Fray Luis de Granada son imprescindibles no solo del género sino del canon literario en español. Aunque son variadas las teorías que intentan explicar el auge y la localización del misticismo literario, no todas ellas lo achacan al peculiar carácter psicológico de esta parte de mundo. Tanto es así que España recibe incluso el calificativo del país de los místicos. No hay precedentes en la literatura medieval a pesar de engendrarse en un entorno en el que Dios está omnipresente y acaba abruptamente en el Siglo XVIII. 

Orígenes y sustratos literarios de la mística

No podemos perder de vista que se expande justo cuando España se desenvuelve siendo única y exclusivamente cristiana al haber expulsado a los habitantes tanto de religión judía como musulmana.  Paralelamente, hay que tener en cuenta la corrupción institucional de la iglesia a finales de la Edad Media de la que se apartan los espíritus más críticos en busca de una experiencia auténtica con Dios sin intermediarios.  El antropocentrismo del Renacimiento, el intento por dejar plasmado los sentimientos más íntimos (coartados por la Contrarreforma) y el platonismo de la época son caldo de cultivo propicio para el desarrollo de la mística.  

Por si fuera poco, hay que unir un ideal caballeresco reflejado no solo en los libros o en los poemas de línea amorosa sino también en la vida cortesana diaria. En estas obras se ensalza un espíritu casi puro, resplandeciente en virtudes (casi imposible de reflejarse en la vida real) que son otra fuente importante para las obras de la mística. También se nutre de ese gusto patrio por empapar de todo lo divino cualquier actividad profana y, por supuesto, de los nombres del elenco alemán que tan bien conocían los representantes de la mística española.  

Principales características de la literatura mística española 

1.- No tiene una sustrato en los autores de la literatura medieval a excepción de Ramón Llull y de la literatura tanto de árabes como de judíos. 

2.- La mística española es cronológicamente la última manifestación de este género o modo literario y, a la par, uno de los más importantes por su belleza y profundidad. 

3.- Los autores de la mística literaria española presentan un punto ecléctico entre lo profano (las cosas de la vida cotidiana) y lo sagrado (la iluminación personal). 

 

4.- La mística no puede entenderse sin la filosofía del ascetismo (que merece tema aparte). Esta línea de pensamiento sí que es consustancial a la cultura hispánica ya que se remonta a los tiempos del Imperio Romano (Séneca por por un caso) y sigue incluso en la era contemporánea. Podemos encontrar ecos, incluso, en la obra de José Ángel Valente

6.- La mística española es de una gran calidad literaria. Por eso, ha trascendido fronteras y es conocida en otras partes del mundo. Es un misticismo, según Saínz Rodríguez 

“que aspira a influir en la educación moral del pueblo […] y una de sus altas cualidades estéticas consiste hoy en que muchos de ellos reflejan en su obra el idioma adulto, limpio y lleno de vigor del pueblo castellano del siglo XVI”. 

7.- Ese afán por dirigirse a los humildes (con un nivel cultural tremendamente bajo y unos índices de analfabetismo apabullantes) quizás sea la razón del excesivo uso de la alegoría y la metáfora. 

8.- La mística es la máxima expresión de la Gracia divina, un encuentro sensorial con Dios manifestado en toda su grandeza. Tras esta experiencia secreta y recogida, los autores místicos se afanaron por utilizar un lenguaje limpio, claro, sencillo, repleto de metáforas para compartir dicho don con un público más amplio. 

9.- Al contrario de la ascética, a la que se llega con ejercicios de privación o de sumisión, la mística es una gracia, un regalo divino que hay que aceptar y devolver al resto de las criaturas humanas en forma de obra literaria. 

10.- Dicho esto, los ejercicios espirituales, ayunos, oraciones y mortificaciones de los ascetas en su afán por conseguir la visión divina, a veces, se confunde con la iluminación mística. 

División de la mística por periodos y escuelas 

Teniendo en cuenta la cronología de las obras, se puede dividir este género en cuatro grandes periodos. El primero (el de iniciación) llegaría hasta el año 1500 con la imprenta afianzada y la confianza que da el descubrimiento de América a ojos europeos. En esta etapa no hay grandes nombres que reseñar pero sí hay un auge de las traducciones de las obras extranjeras que van calando en los literatos e intelectuales de la época. El segundo (de asimilación) que iría de 1500 hasta 1560 y en el que se transforma esas teorías según el sentir de la cultura española. Tampoco hay grandes nombres en esta época pero podemos destacar a Fray Hernando de Talavera o a Fray Francisco de Osuna, uno de los autores favoritos de Teresa de Ávila. El de plenitud es el tercero que coincide con el reinado de Felipe II y termina en 1600. En esta época es donde se producen las obras señeras de Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz o Fray Luis de León. El cuarto, de decadencia, se va estirando hasta mediados del siglo XVII ya sin el brillo y frescura de la época anterior.  

Como se ha compilado más de 3000 títulos pertenecientes al género místico literario (ni que decir tiene que con calidad diversa), la crítica literaria también ha realizado una división por escuelas que son principalmente cinco, según Menéndez Pelayo:

1.- Ascetas dominicos con Fray Luis de Granada a la cabeza

2.- Místicos franciscanos entre los que destacan San Pedro de Alcántara. 

3.- La gran escuela de místicos carmelitas con las imponentes figuras de Santa Teresa de Ávila en la prosa y San Juan de la Cruz en la poesía. 

4.- Místicos agustinos con Fray Luis a la vanguardia del equipo. 

5.- Y por último, tenemos la escuela jesuita cuyos representantes no llegaron a despuntar como estas dos últimas.  

Autores de la mística española más importantes

1.- Fray Luis de León, el gran precursor de la mística castellana

Nacido en Belmonte (Cuenca) en 1527, estudió en Madrid y Valladolid siguiendo la Corte que, por entonces, no se había establecido de manera fija. Universitario en Salamanca, ingresa en la orden de los agustinos en 1544. Toda su obra, vida y estilo literario están condicionadas por la universidad salmantina en la que obtuvo su primera cátedra en 1559. Incansable estudioso e investigador, sus enemigos (mediocres abrumados por su talento) lo acusan en 1572 de traducir al castellano el Cantar de los Cantares a pesar de su prohibición. Por este hecho estuvo preso en Valladolid cinco largos años. A su vuelta y según el mito, reanuda las clases con ese “decíamos ayer” ante sus alumnos. 

 

Persona instruida, culta, gran poeta, gozó de prestigio en vida, el mismo que perdura cinco siglos después. Su sabiduría, unida a su carácter pasional, le granjeó en vida una gran número de enemigos en los ambientes universitarios que, al no poder superar al genio, se dedicaban a hostigarle con calumnias de todo tipo culminando en la acusación de herejía, gravísima para la época, tanto que en ella te iba literalmente la vida.

Hay quienes consideran que Fray Luis de León no fue un poeta esencialmente místico a pesar de orquestar toda su obra bajo el tema religioso. Es más bien un autor e intelectual del Renacimiento literario tardío. Aparte de por sus poesías, recogidas tras su muerte, tenemos que anotar la obra Los nombres de Cristo, cima de la literatura en español. J.L. Alborg indica que  

“cuando ansía dejar los lazos terrenales y gozar del cielo, no piensa en la saciedad del amor, sino en la posibilidad de alcanzar junto al Creador el total conocimiento de las cosas por el que se afanaba." 

2.-  Fray Luis de Granada perteneciente a la escuela dominica

Nacido en 1504 cómo Luis Sarria en el seno de una familia pobre y humilde. Aunque huérfano de padre a corta edad, fue acogido por el conde Tendilla quien le dio instrucción y cobijo. Entró en el convento dominico de Granada en 1525 y gran parte de su vida la pasó en Portugal donde realizó una notable labor de predicación. A igual que Fray Luis de León, su espíritu pasional y su amor por la justicia le granjeó no pocos enemigos en su época. De hecho, también fue víctima de la Inquisición y sus obras principales, Guía de pecadores y Libro de la oración y la meditación fueron prohibidas por “enseñar al pueblo lo que a pocos del conviene”. Aquí queda eso.  

Gran orador, en sus obras promulga que la conquista de la gloria es la única finalidad de la vida, extremo éste que sería eje central del pensamiento (por otros motivos más mundanos) durante el Barroco español para desbaratarse completamente en la literatura neoclásica.  

3.- Santa Teresa de Jesús, en la cima más alta  de la mística cuya obra aún perdura 

Nacida como Teresa de Cepeda y Ahumada en 1515 en Ávila, estudió en el convento de Augustinas ingresando en la orden de las Carmelitas antes de cumplir 20 años. Allí se auto sometió a crueles ejercicios ascéticos en los que casi le va la vida dejándole secuelas permanentes. Ese carácter enfermizo y quebradizo se transparenta en su obra volcada en la visión amorosa de Dios, en el éxtasis místico, en la iluminación como camino supremo, en el dejarse ir hacia los brazos de Cristo entendido incluso como el amado.  

Tras una de sus visiones, emprendió la reforma de la orden. Como otros autores de la mística literaria, por ello, fue objeto de persecución encarnizada por parte de la Inquisición. Tenemos que tener en cuenta que cualquier modificación, cualquier opinión en la que, de alguna manera u otra, se denunciaran los vicios dentro de la propia iglesia era castigada con dura severidad. Y Santa Teresa de Jesús no pudo ser ajena a esto, ya que se propuso fundar nuevos conventos en los que predominaran la sencillez y el desprendimiento. A los ojos de la época tal meta era considerada herejía, desobediencia a las órdenes establecidas y penadas duramente. Sin embargo, la santa mística lo consiguió no solo levantando diecisiete sino atrayendo el favor papal para que sus reformas quedaran al margen de los mediocres de la curia eclesial de la época.  

Andariega, pasional, alegre y constante, su obra está impregnada de una extrema sensibilidad y sencillez. Si Camino de perfección, terminada en 1570, es cenit de la ascética, Las moradas o Castillo interior sencillamente ha pasado al canon. Sin embargo, nunca tuvo ese objetivo, ya que escribía para sus monjas siguiendo un estilo sencillo sin pretender siquiera superar los estándares de la literariedad. Dejamos hablar a Fray Luis de León, amigo de la santa, que describe la obra de la gran mística española con las siguientes palabras: 

“… en la forma del decir, y en la pureza y facilidad del estilo, y en la gracia y buena compostura de las palabras, y en una elegancia desafeitada, que deleita en extremo, dudo yo que haya en nuestra lengua escritura que con ellos se iguale”. 

Muere en 1582. Fue beatificada en 1614 y canonizada en 1622. Partes del cuerpo de la mística se encuentran expuestos en distintos emplazamientos de la geografía española. 

4.- San Juan de la Cruz, el gran representante de la mística poética

Si Teresa de Ávila representa el cenit de la prosa mística castellana, su compañero de orden y contemporáneo Juan de la Cruz es su paralelo en la poesía. Nacido como Juan de Yepes y Álvarez en 1542, en un pueblo de la provincia de Ávila, procedía de una familia noble venida a menos. Estudió en la Universidad de Salamanca y se ordenó sacerdote en 1567. Influido por el espíritu vivaz y apasionado de Teresa de Ávila, nuestro autor, de carácter débil en todos los sentidos, logra fundar un convento según los preceptos reformadores de la santa. Ya sabemos que esto le iba a granjear la enemistad de los suyos que no tenían ningún problema en olvidar el mandamiento principal de Cristo para ensañarse con los suyos incluso. Por atreverse a seguir a Santa Teresa de Ávila fue apresado y torturado física y psicológicamente durante casi un año. Logró salir gracias a la intervención de su amiga y protectora. Desterrado casi de la orden, acabó su vida en Úbeda en 1591.  

Su obra poética es brevísima pero de una calidad apabullante, tanto que todos los versos han pasado a formar parte de la literatura clásica española y casi universal. Su obra mística se reduce a tres títulos: Noche obscura del alma, Cántico espiritual y Llama del amor viva. No necesitó más para traspasar con sus palabras la niebla de los siglos. Todas sus composiciones son sencillas, pero limpias en el uso de la lengua. A veces, su finalidad era modesta, como Santa Teresa, ya que necesitaba material para los hermanos de la orden, tanto para la lectura como para el rezo o el canto. 

Es, en definitiva, la literatura mística española de una calidad sobresaliente, tanto que ha traspasado todo tipo de fronteras, las geográficas, la de los pueblos y la de los tiempos. Las mejores obras están escritas con una finalidad utilitaria, con humildad y sin ninguna pretensión. Es en esa claridad, en esa descripción desprovista de afán de gloria donde reside toda la grandeza de este género. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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De la palabra italiana renascere, el nombre fue propuesto por los intelectuales y artistas de la época para indicar una vuelta a la vida cultural tras (en su cosmovisión) oscura Edad Media. Comienza a gestarse como tal a finales del siglo XV en las distintas ciudades estados italianas para extenderse por toda Europa. En España tuvo un arraigo importante y las características del Renacimiento literario fundamentales se encuentran en aquellos autores de la época que han sobrepasado el canon. Hablo de Garcilaso de la Vega, de Boscán, de los místicos Juan de la Cruz o Teresa de Ávila, de un Herrera que cierra el ciclo o de Fray Luis de León cuyos poemas siguen deleitando hoy en día. 

El Renacimiento en contraposición a la Edad Media 

La élite intelectual de la época se jactaba casi de aportar una nueva visión vital en contraposición con las décadas anteriores. No obstante, hoy en día, los estudiosos históricos o críticos literarios admiten que buena parte de esos avances se gestaron en los siglos precedentes. Esto es, no hubo una ruptura de un día para otro sino más bien, una progresiva transformación. Esto no quita para que el Renacimiento supusiera un cambio de mentalidad importante propiciado por distintos avances científicos, tecnológicos o de comunicación. Sin ánimo de hacer un estudio demasiado profundo, nos adentramos someramente en los hitos a tener en cuenta.  

1.- La vieja sociedad estamental de la época medieval comienza a desmoronarse lentamente empujada, en parte, por una pujante burguesía con una forma de entender el mundo totalmente distinta, ligada a las ciudades y a una incipiente industria que en estos momentos se basa en la manufactura sustituyendo a la ganadería y agricultura intensivas. 

2.- Hay un empuje de los pueblos, campos y zonas rurales hacia las incipientes ciudades donde se agolpan personajes de todo tipo, desde el hidalgo venido a menos hasta las nuevas élites estudiadas pasando por los aventureros de distinto pelaje. 

3.- La vieja sociedad alrededor de reinos pequeños va desapareciendo progresivamente hasta crearse los estados modernos. Excepto en Italia, que el proceso durará hasta el siglo XIX, en esta época se forma Alemania, Francia o España prácticamente como la conocemos hoy en día. 

4.- La unificación de los gobiernos hace que se disponga de más recursos para acometer empresas más ambiciosas. Esto explica, por poner algunos casos, las expediciones hacia Las Indias o la creación de las nuevas universidades.  

La cultura del Renacimiento en su contraposición a la medieval 

5.- Desde mediados del siglo XV la población lectora (mínima en la época hay que recordar) tiene a su disposición los primeros libros impresos. Estos son cada vez más numerosos tanto en tirada como en títulos dejando atrás la escasez medieval que se desprendía de los scriptoria de los monasterios. Aparecen incluso ediciones de bolsillo con textos depurados según una incipiente filología fáciles de leer, estudiar y trasladar. En línea con el impresor italiano Aldo Manuzio (creador de la sublime Hypnerotomachia Poliphili, uno de los textos más bellos de la historia), se van inaugurando más y más imprentas que sacian la sed por saber, conocer, aprender e, incluso, entretenerse. 

6.- Las nuevas universidades no pueden entenderse sin ese avance tanto de la burguesía (con otra cosmovisión vital distinta a la del medievo) y el aumento cada vez mayor de libros disponibles. Se crean centros universitarios por toda Europa que aún hoy en día siguen en activo. Aquí se estudia gramática, filosofía, teología… 

7.- Hay un interés por lo que hay más allá de los mares y eso se traslada en nuevas formas de transporte que invitan a lanzarse a arriesgadas aventuras. Todo ello culminaría (aunque no es la única gesta) con el descubrimiento de América a ojos europeos. 

8.- La misma inventiva que había llevado a la imprenta a lanzar libros sin fin o a las nuevas naves a surcar mares desconocidos se traslada en otros órdenes vitales creando máquinas rústicas que facilitan las tareas más penosas. Eso conlleva, por supuesto, un avance económico. 

9.- La población, por tanto, se va agolpando en grandes urbes que, desafortunadamente, no están preparadas para acoger a tal número de personas. A pesar del renacimiento cultural se producen pestes, plagas, escasez, falta de higiene y brotes de inseguridad ciudadana. 

10.- El mercado y el dinero sustituye al trueque medieval superando, por tanto, la economía de subsistencia. 

Con este sustrato entendemos mejor las características del Renacimiento literario que desgloso a continuación.

1.- La exaltación de lo humano como la base de las características del Renacimiento literario 

El ser humano se convierte en el centro del cosmos aunque eso no quita que todos los órdenes culturales estén impregnados de una profunda espiritualidad. Sin embargo, este sentir será radicalmente distinto al que encontramos en la literatura medieval, en la época anterior. Los milagros, los santos que ayudan a los viandantes, la teoría apocalípticas (como las que recogen los Beatos) quedan atrás. El hombre se vuelve la medida de todas las cosas y se arropa con un espíritu tremendamente positivo. Se cree en el desarrollo y en el avance a través de la incipiente técnica o ciencia y el panorama cultural se impregna con el espíritu de la incipiente burguesía que crece en las nuevas ciudades.  

2.- El paganismo en la literatura renacentista

Si el humanismo es una de las características del Renacimiento literario, sin embargo todo ello no era nuevo. Por eso, se fija la mirada en la literatura griega o de la antigua Roma, impregnándose buena parte de la producción artística de paganismo. En un afán por entender mejor esa época pasada, se recogen textos, se hacen estudios filológicos y se imprimen todos aquellos que se habían conservado de la cultura grecorromana. Aquí destaco la figura de Aldo Manuzio, el impresor de la Hypnerotomachia Poliphili, obra impregnada de símbolos y mitos de la antigua Roma o Grecia y el poeta Francesco Petrarca.  

3.- La espiritualidad personal es otra de las características del Renacimiento literario

La religiosidad se vive como un proceso de desarrollo personal tremendamente individual alejado de normas impuestas. En España, nos encontramos a dos grandes de la mística, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila que, con un estilo propio, sencillo y libre de convencionalismos, narran ese particular camino de comunión con Dios invitando a otros a seguir sus pasos sin hacer, aunque parezca contradictorio, proselitismo. Sus obras son tremendamente particulares e individuales en su visión de ese proceso de comunión con lo sagrado. Por eso, no es de extrañar que buena parte de estos autores tuvieron sus más y sus menos con las autoridades eclesiásticas siendo, incluso, acusados de herejía. 

4.- La individualidad es otra de las características del Renacimiento literario

La potenciación del espíritu del ser humano unida a esa nueva mirada del pasado pagano dio lugar a abrazar la libertad (aunque no podemos entender este concepto tal como lo vivimos hoy en día) como un paso más hacia la luz personal. En este proceso se entienden las reformas propuestas por Erasmo de Rotterdam y Martín Lutero. El pensamiento, la literatura, las artes y la cultura en general quieren dar un paso hacia adelante en aras de un progreso en el que no se ignore el interior espiritual y los anhelos del ser humano. Este mundo ya no será visto como un mero valle de lágrimas tal cual reflejaban los autores de la Edad Media. Es más, esta idea es propuesta como una forma de coartar las posibilidades (en todos los sentidos) de la población por parte de los sectores más retrógrados de la iglesia. 

5.- La cultura y la vida debe reflejar no solo la belleza del más allá sino también de este mundo 

El aquí y el ahora se vuelve a tener cuenta. En este sentido, cobra importancia todas esas manifestaciones literarias que ensalzan los dones y bienes tanto de la naturaleza como del alma humana. Nuestro paso por esta existencia debía invitar al goce en una actitud tanto contemplativa como que invitaba a la acción. El concepto de felicidad en este plano (negado de lleno entre los autores de la Edad Media) va calando en todos los órdenes de la vida y no solo en la literatura o en la cultura. Esa búsqueda de placer lleva a levantar grandes palacios o preciosos jardines inexistentes en la época anterior. 

6.- Platón se encuentra en la base de la filosofía renacentista

Ignorado  durante la época anterior, se retoman sus escritos (o lo que había podido ser rescatado en los scriptoria medievales). Imbuidos de su filosofía, el mundo sería un reflejo (recordemos la parábola de la caverna) de la belleza y la gloria de Dios. Por eso, el artista, el artesano o el ciudadano de a pie estaba obligado casi a buscar esa hermosura en cualquier aspecto de la creación, reflejarla de cualquiera manera y disfrutar de ella. 

7.- El amor es una de las principales características del Renacimiento literario 

Los poemas se llenan con versos de amor platónico (o no tanto) que ensalzan la belleza de la amada. Se obvia el sentido de pecado o de falta de decoro y todo se vuelve hacia ese sentimiento de una manera sencilla, grácil, hermosa. El amor se hace centro de poemas (de los nuevos sonetos o de las églogas) de manera recurrente. Es casto, moral, elegante, sencillo, decoroso pero, a la vez, ferviente, constante y fuente de enaltecimiento de un corazón que ahora se empieza a cuidar en todos los sentidos posibles.  

8.- La literatura del Renacimiento se escribe en las nuevas vernáculas 

Aunque el latín sigue siendo lengua de cultura (especialmente para temas teológicos, filosóficos o científicos) hasta el Siglo de las Luces, las obras de la época se escriben en los nuevos idiomas romances (o germánicos) que avanzan imparables llenándose de vocablos ricos y expresiones propias de cada emplazamiento. Los libros se escriben en estas nuevas lenguas vernáculas (francés, italiano, castellano…) en un intento también por llegar a un público más amplio, a los mismos que estudiaban en las incipientes universidades. Había también un afán educativo y este era muchísimo más complicado si se realizaba en un latín que ya casi nadie dominaba. Era una lengua muerta desde la Edad Media.   

9.- La sencillez como base de las características de literatura del Renacimiento 

Se rehúye de cualquier artificio y se busca la concisión, la sencillez del lenguaje, la claridad extrema. La poesía teía que comunicar directamente y llegar así al corazón. A la par, se creía en las posibilidades de crecimiento personal o social que ofrecía el arte. Por eso, se recurren a las lenguas vernáculas eliminando cultismos innecesarios y acercando esos nuevos mundos que abrían la palabra a un público más amplio. 

10.- El nacimiento de los nuevas estructuras métricas en el Renacimiento

En paralelo, se abandonan para siempre los metros y los tropos medievales que se consideraban forzados en las nuevas lenguas. Queda aparcada tanto la cuaderna vía como el pie quebrado en el que está escrito esa sublime obra de la literatura post medieval que es Coplas por la muerte de su padre. La nueva métrica creada en la literatura del Renacimiento perdura hasta hoy en día, con una preponderancia del endecasílabo (o verso de once sílabas) en detrimento del alejandrino o del octosílabo, aunque este último se seguirá tratando. Aparecen nuevos tropos como el soneto que se convierten en seña de identidad no solo de una época sino también de una lengua. Aunque se utilizan figuras retóricas (comparaciones o metáforas) estas son suaves, sin estridencias, sin llevar al límite las posibilidades del lenguaje.  

11.- La poesía amorosa en el centro de las características del Renacimiento literario

Siguiendo la estela de Petrarca, el amor (tanto el divino como el más profano entre humanos) es el centro temático de la literatura de la época. Es un sentimiento casi platónico pero que no olvida el poder o los placeres de la carne. Es un amor sencillo, delicado, sin grandes tensiones pasionales, que se dedica a exaltar la belleza de la amada, la cual es elevada a criatura casi divina. En el plano de la mística ese amor siempre es hacia Cristo o hacia el Dios Padre. En este sentido, recuerdo que la experiencia literaria siguiendo estos temas siempre se realiza desde un plano personal, íntimo, biográfico casi que llega profundamente al lector consiguiendo la identificación anímica con lo allí retratado. Por último, aunque nos encontramos una incipiente novelística y los primeros esbozos del teatro en lengua vernácula, el género predominante es el de la lírica. Esto es, la literatura del Renacimiento tiene especial preferencia por la poesía.  

12.- Los tipos de novelas renacentistas

La literatura en prosa también tiene un hueco. Se crean textos que ya están pensados o diseñados para ser leídos en formato libro de una forma personal y en silencio. Va, por tanto, quedando atrás las creaciones medievales dirigidas a un público colectivo que escuchaba los versos o cantos de juglares y trovadores. La novela, con la forma de lectura que conocemos hoy, se extiende y, de alguna manera u otra, va ligada al auge y avance de la imprenta que propicia que haya más libros en circulación (recuerdo una vez más que este punto influye sobremanera en las principales características del Renacimiento literario). Resumiendo mucho, en lengua castellana destacamos los siguientes tipos de novelas: 

  1. Las de caballerías que se encumbrarían con una obra crítica contra ellas (Don Quijote de la Mancha). En estas obras se narran las aventuras de héroes casi perfectos siempre en busca de una superación personal que ronda la personalidad narcisista. Eso no quita que, por ser tan entretenidas fueron favoritas del público de la época. 
  2. El género más importante y que ha dado títulos más sublimes fue la novela picaresca con el Lazarillo de Tormes (1554) a la cabeza. En ellas se relatan las andanzas de distintos tipos de pícaros, personajes al borde del sistema que se valen de artimañas y malicia para poder subsistir en las complicadas e incipientes ciudades de la época.
  3. La novela pastoril responde a una trama idealizada en la que se cuentan los amores de varias parejas de pastores siempre en un entorno bucólico e irreal. Entronca, de alguna manera u otra, con la poesía amorosa de la época. 
  4. En español tenemos además la novela morisca, también centrada en la temática pasional con el condicionante del rechazo social de por medio. Los protagonistas suelen pertenecer a distintos estratos sociales y/o religiosos. Por tanto, esos amores prohibidos o no aceptados se convierten en el eje temático de la trama. 

13.- Las bases del teatro en lengua vernácula 

La literatura medieval había dado algunos ejemplos de dramas teatrales centrados sobre todo en los temas de la liturgia cristiana. Progresivamente, en algunas zonas de España, esas obras salen a la calle para representar escenas de la vida de Cristo o celebrar festividades importantes. Con ello se va creando el germen del futuro teatro que tanto gusta al pueblo y que comenzará a ser seguido por todos y en cantidades importantes especialmente en el Barroco. A partir de esta época (siglo XVII) el teatro comienza a ser parte importante de la literatura española, tanto que algunas zonas del país, al día de hoy, son centros internacionales de obras teatrales. 

14.- Algunos nombres de la literatura del Renacimiento en lengua castellana a tener en cuenta

Sin ánimo de entrar en las particularidades biográficas y creativas de cada uno de estos escritores, sí reseño los siguientes nombres, fundamentales en el canon en lengua castellana: 

1.- Garcilaso de la Vega (1498-1536), máximo representante de la poesía amorosa.

2.- Juan Boscán (1493-1542), introductor de los metros y temas italianos en España. 

3.- Fernando de Herrera (1534-1597), el cual avanza hacia el manierismo olvidando la sencillez que es una de las características del Renacimiento literario más importante. 

4.- Santa Teresa de Jesús (1515-1582), máxima representante de la mística.

5.- San Juan de la Cruz (1542-1591), el mayor poeta místico del Renacimiento. 

6.- Fray Luis de León (1528-1591), poeta e intelectual imprescindible en la época. 

7.- Gil Vicente (1470-1539) y Bartolomé Torres Navarro como máximos exponentes del teatro. 

8.- El primer Cervantes, el mismo que escribe La Galatea, en 1585, una novela pastoril, es el mejor nombre para la novela que se inicia en el Renacimiento.  

En definitiva, las características del Renacimiento literario puso las bases de la creación en lengua vernácula. Aunque pretendía romper con la tradición, en verdad no solo entronca con aquello que se estaba haciendo inmediatamente antes sino con las más grandes obras de la cultura grecorromana que se había salvado del olvido. Fue una época marcada por un espíritu tremendamente positivo en la que se creía en las posibilidades de superación del ser humano por medio de la técnica, los avances en las comunicaciones, el desarrollo de las nuevas ciudades y la nueva forma de hacer arte. Este siempre tenía que ponernos en contacto con la belleza de la naturaleza creada por Dios. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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De la palabra italiana renascere, el nombre fue propuesto por los intelectuales y artistas de la época para indicar una vuelta a la vida cultural tras (en su cosmovisión) oscura Edad Media. Comienza a gestarse como tal a finales del siglo XV en las distintas ciudades estados italianas para extenderse por toda Europa. En España tuvo un arraigo importante y las características del Renacimiento literario fundamentales se encuentran en aquellos autores de la época que han sobrepasado el canon. Hablo de Garcilaso de la Vega, de Boscán, de los místicos Juan de la Cruz o Teresa de Ávila, de un Herrera que cierra el ciclo o de Fray Luis de León cuyos poemas siguen deleitando hoy en día. 

El Renacimiento en contraposición a la Edad Media 

La élite intelectual de la época se jactaba casi de aportar una nueva visión vital en contraposición con las décadas anteriores. No obstante, hoy en día, los estudiosos históricos o críticos literarios admiten que buena parte de esos avances se gestaron en los siglos precedentes. Esto es, no hubo una ruptura de un día para otro sino más bien, una progresiva transformación. Esto no quita para que el Renacimiento supusiera un cambio de mentalidad importante propiciado por distintos avances científicos, tecnológicos o de comunicación. Sin ánimo de hacer un estudio demasiado profundo, nos adentramos someramente en los hitos a tener en cuenta.  

1.- La vieja sociedad estamental de la época medieval comienza a desmoronarse lentamente empujada, en parte, por una pujante burguesía con una forma de entender el mundo totalmente distinta, ligada a las ciudades y a una incipiente industria que en estos momentos se basa en la manufactura sustituyendo a la ganadería y agricultura intensivas. 

2.- Hay un empuje de los pueblos, campos y zonas rurales hacia las incipientes ciudades donde se agolpan personajes de todo tipo, desde el hidalgo venido a menos hasta las nuevas élites estudiadas pasando por los aventureros de distinto pelaje. 

3.- La vieja sociedad alrededor de reinos pequeños va desapareciendo progresivamente hasta crearse los estados modernos. Excepto en Italia, que el proceso durará hasta el siglo XIX, en esta época se forma Alemania, Francia o España prácticamente como la conocemos hoy en día. 

4.- La unificación de los gobiernos hace que se disponga de más recursos para acometer empresas más ambiciosas. Esto explica, por poner algunos casos, las expediciones hacia Las Indias o la creación de las nuevas universidades.  

La cultura del Renacimiento en su contraposición a la medieval 

5.- Desde mediados del siglo XV la población lectora (mínima en la época hay que recordar) tiene a su disposición los primeros libros impresos. Estos son cada vez más numerosos tanto en tirada como en títulos dejando atrás la escasez medieval que se desprendía de los scriptoria de los monasterios. Aparecen incluso ediciones de bolsillo con textos depurados según una incipiente filología fáciles de leer, estudiar y trasladar. En línea con el impresor italiano Aldo Manuzio (creador de la sublime Hypnerotomachia Poliphili, uno de los textos más bellos de la historia), se van inaugurando más y más imprentas que sacian la sed por saber, conocer, aprender e, incluso, entretenerse. 

6.- Las nuevas universidades no pueden entenderse sin ese avance tanto de la burguesía (con otra cosmovisión vital distinta a la del medievo) y el aumento cada vez mayor de libros disponibles. Se crean centros universitarios por toda Europa que aún hoy en día siguen en activo. Aquí se estudia gramática, filosofía, teología… 

7.- Hay un interés por lo que hay más allá de los mares y eso se traslada en nuevas formas de transporte que invitan a lanzarse a arriesgadas aventuras. Todo ello culminaría (aunque no es la única gesta) con el descubrimiento de América a ojos europeos. 

8.- La misma inventiva que había llevado a la imprenta a lanzar libros sin fin o a las nuevas naves a surcar mares desconocidos se traslada en otros órdenes vitales creando máquinas rústicas que facilitan las tareas más penosas. Eso conlleva, por supuesto, un avance económico. 

9.- La población, por tanto, se va agolpando en grandes urbes que, desafortunadamente, no están preparadas para acoger a tal número de personas. A pesar del renacimiento cultural se producen pestes, plagas, escasez, falta de higiene y brotes de inseguridad ciudadana. 

10.- El mercado y el dinero sustituye al trueque medieval superando, por tanto, la economía de subsistencia. 

Con este sustrato entendemos mejor las características del Renacimiento literario que desgloso a continuación.

1.- La exaltación de lo humano como la base de las características del Renacimiento literario 

El ser humano se convierte en el centro del cosmos aunque eso no quita que todos los órdenes culturales estén impregnados de una profunda espiritualidad. Sin embargo, este sentir será radicalmente distinto al que encontramos en la literatura medieval, en la época anterior. Los milagros, los santos que ayudan a los viandantes, la teoría apocalípticas (como las que recogen los Beatos) quedan atrás. El hombre se vuelve la medida de todas las cosas y se arropa con un espíritu tremendamente positivo. Se cree en el desarrollo y en el avance a través de la incipiente técnica o ciencia y el panorama cultural se impregna con el espíritu de la incipiente burguesía que crece en las nuevas ciudades.  

2.- El paganismo en la literatura renacentista

Si el humanismo es una de las características del Renacimiento literario, sin embargo todo ello no era nuevo. Por eso, se fija la mirada en la literatura griega o de la antigua Roma, impregnándose buena parte de la producción artística de paganismo. En un afán por entender mejor esa época pasada, se recogen textos, se hacen estudios filológicos y se imprimen todos aquellos que se habían conservado de la cultura grecorromana. Aquí destaco la figura de Aldo Manuzio, el impresor de la Hypnerotomachia Poliphili, obra impregnada de símbolos y mitos de la antigua Roma o Grecia y el poeta Francesco Petrarca.  

3.- La espiritualidad personal es otra de las características del Renacimiento literario

La religiosidad se vive como un proceso de desarrollo personal tremendamente individual alejado de normas impuestas. En España, nos encontramos a dos grandes de la mística, San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila que, con un estilo propio, sencillo y libre de convencionalismos, narran ese particular camino de comunión con Dios invitando a otros a seguir sus pasos sin hacer, aunque parezca contradictorio, proselitismo. Sus obras son tremendamente particulares e individuales en su visión de ese proceso de comunión con lo sagrado. Por eso, no es de extrañar que buena parte de estos autores tuvieron sus más y sus menos con las autoridades eclesiásticas siendo, incluso, acusados de herejía. 

4.- La individualidad es otra de las características del Renacimiento literario

La potenciación del espíritu del ser humano unida a esa nueva mirada del pasado pagano dio lugar a abrazar la libertad (aunque no podemos entender este concepto tal como lo vivimos hoy en día) como un paso más hacia la luz personal. En este proceso se entienden las reformas propuestas por Erasmo de Rotterdam y Martín Lutero. El pensamiento, la literatura, las artes y la cultura en general quieren dar un paso hacia adelante en aras de un progreso en el que no se ignore el interior espiritual y los anhelos del ser humano. Este mundo ya no será visto como un mero valle de lágrimas tal cual reflejaban los autores de la Edad Media. Es más, esta idea es propuesta como una forma de coartar las posibilidades (en todos los sentidos) de la población por parte de los sectores más retrógrados de la iglesia. 

5.- La cultura y la vida debe reflejar no solo la belleza del más allá sino también de este mundo 

El aquí y el ahora se vuelve a tener cuenta. En este sentido, cobra importancia todas esas manifestaciones literarias que ensalzan los dones y bienes tanto de la naturaleza como del alma humana. Nuestro paso por esta existencia debía invitar al goce en una actitud tanto contemplativa como que invitaba a la acción. El concepto de felicidad en este plano (negado de lleno entre los autores de la Edad Media) va calando en todos los órdenes de la vida y no solo en la literatura o en la cultura. Esa búsqueda de placer lleva a levantar grandes palacios o preciosos jardines inexistentes en la época anterior. 

6.- Platón se encuentra en la base de la filosofía renacentista

Ignorado  durante la época anterior, se retoman sus escritos (o lo que había podido ser rescatado en los scriptoria medievales). Imbuidos de su filosofía, el mundo sería un reflejo (recordemos la parábola de la caverna) de la belleza y la gloria de Dios. Por eso, el artista, el artesano o el ciudadano de a pie estaba obligado casi a buscar esa hermosura en cualquier aspecto de la creación, reflejarla de cualquiera manera y disfrutar de ella. 

7.- El amor es una de las principales características del Renacimiento literario 

Los poemas se llenan con versos de amor platónico (o no tanto) que ensalzan la belleza de la amada. Se obvia el sentido de pecado o de falta de decoro y todo se vuelve hacia ese sentimiento de una manera sencilla, grácil, hermosa. El amor se hace centro de poemas (de los nuevos sonetos o de las églogas) de manera recurrente. Es casto, moral, elegante, sencillo, decoroso pero, a la vez, ferviente, constante y fuente de enaltecimiento de un corazón que ahora se empieza a cuidar en todos los sentidos posibles.  

8.- La literatura del Renacimiento se escribe en las nuevas vernáculas 

Aunque el latín sigue siendo lengua de cultura (especialmente para temas teológicos, filosóficos o científicos) hasta el Siglo de las Luces, las obras de la época se escriben en los nuevos idiomas romances (o germánicos) que avanzan imparables llenándose de vocablos ricos y expresiones propias de cada emplazamiento. Los libros se escriben en estas nuevas lenguas vernáculas (francés, italiano, castellano…) en un intento también por llegar a un público más amplio, a los mismos que estudiaban en las incipientes universidades. Había también un afán educativo y este era muchísimo más complicado si se realizaba en un latín que ya casi nadie dominaba. Era una lengua muerta desde la Edad Media.   

9.- La sencillez como base de las características de literatura del Renacimiento 

Se rehúye de cualquier artificio y se busca la concisión, la sencillez del lenguaje, la claridad extrema. La poesía teía que comunicar directamente y llegar así al corazón. A la par, se creía en las posibilidades de crecimiento personal o social que ofrecía el arte. Por eso, se recurren a las lenguas vernáculas eliminando cultismos innecesarios y acercando esos nuevos mundos que abrían la palabra a un público más amplio. 

10.- El nacimiento de los nuevas estructuras métricas en el Renacimiento

En paralelo, se abandonan para siempre los metros y los tropos medievales que se consideraban forzados en las nuevas lenguas. Queda aparcada tanto la cuaderna vía como el pie quebrado en el que está escrito esa sublime obra de la literatura post medieval que es Coplas por la muerte de su padre. La nueva métrica creada en la literatura del Renacimiento perdura hasta hoy en día, con una preponderancia del endecasílabo (o verso de once sílabas) en detrimento del alejandrino o del octosílabo, aunque este último se seguirá tratando. Aparecen nuevos tropos como el soneto que se convierten en seña de identidad no solo de una época sino también de una lengua. Aunque se utilizan figuras retóricas (comparaciones o metáforas) estas son suaves, sin estridencias, sin llevar al límite las posibilidades del lenguaje.  

11.- La poesía amorosa en el centro de las características del Renacimiento literario

Siguiendo la estela de Petrarca, el amor (tanto el divino como el más profano entre humanos) es el centro temático de la literatura de la época. Es un sentimiento casi platónico pero que no olvida el poder o los placeres de la carne. Es un amor sencillo, delicado, sin grandes tensiones pasionales, que se dedica a exaltar la belleza de la amada, la cual es elevada a criatura casi divina. En el plano de la mística ese amor siempre es hacia Cristo o hacia el Dios Padre. En este sentido, recuerdo que la experiencia literaria siguiendo estos temas siempre se realiza desde un plano personal, íntimo, biográfico casi que llega profundamente al lector consiguiendo la identificación anímica con lo allí retratado. Por último, aunque nos encontramos una incipiente novelística y los primeros esbozos del teatro en lengua vernácula, el género predominante es el de la lírica. Esto es, la literatura del Renacimiento tiene especial preferencia por la poesía.  

12.- Los tipos de novelas renacentistas

La literatura en prosa también tiene un hueco. Se crean textos que ya están pensados o diseñados para ser leídos en formato libro de una forma personal y en silencio. Va, por tanto, quedando atrás las creaciones medievales dirigidas a un público colectivo que escuchaba los versos o cantos de juglares y trovadores. La novela, con la forma de lectura que conocemos hoy, se extiende y, de alguna manera u otra, va ligada al auge y avance de la imprenta que propicia que haya más libros en circulación (recuerdo una vez más que este punto influye sobremanera en las principales características del Renacimiento literario). Resumiendo mucho, en lengua castellana destacamos los siguientes tipos de novelas: 

  1. Las de caballerías que se encumbrarían con una obra crítica contra ellas (Don Quijote de la Mancha). En estas obras se narran las aventuras de héroes casi perfectos siempre en busca de una superación personal que ronda la personalidad narcisista. Eso no quita que, por ser tan entretenidas fueron favoritas del público de la época. 
  2. El género más importante y que ha dado títulos más sublimes fue la novela picaresca con el Lazarillo de Tormes (1554) a la cabeza. En ellas se relatan las andanzas de distintos tipos de pícaros, personajes al borde del sistema que se valen de artimañas y malicia para poder subsistir en las complicadas e incipientes ciudades de la época.
  3. La novela pastoril responde a una trama idealizada en la que se cuentan los amores de varias parejas de pastores siempre en un entorno bucólico e irreal. Entronca, de alguna manera u otra, con la poesía amorosa de la época. 
  4. En español tenemos además la novela morisca, también centrada en la temática pasional con el condicionante del rechazo social de por medio. Los protagonistas suelen pertenecer a distintos estratos sociales y/o religiosos. Por tanto, esos amores prohibidos o no aceptados se convierten en el eje temático de la trama. 

13.- Las bases del teatro en lengua vernácula 

La literatura medieval había dado algunos ejemplos de dramas teatrales centrados sobre todo en los temas de la liturgia cristiana. Progresivamente, en algunas zonas de España, esas obras salen a la calle para representar escenas de la vida de Cristo o celebrar festividades importantes. Con ello se va creando el germen del futuro teatro que tanto gusta al pueblo y que comenzará a ser seguido por todos y en cantidades importantes especialmente en el Barroco. A partir de esta época (siglo XVII) el teatro comienza a ser parte importante de la literatura española, tanto que algunas zonas del país, al día de hoy, son centros internacionales de obras teatrales. 

14.- Algunos nombres de la literatura del Renacimiento en lengua castellana a tener en cuenta

Sin ánimo de entrar en las particularidades biográficas y creativas de cada uno de estos escritores, sí reseño los siguientes nombres, fundamentales en el canon en lengua castellana: 

1.- Garcilaso de la Vega (1498-1536), máximo representante de la poesía amorosa.

2.- Juan Boscán (1493-1542), introductor de los metros y temas italianos en España. 

3.- Fernando de Herrera (1534-1597), el cual avanza hacia el manierismo olvidando la sencillez que es una de las características del Renacimiento literario más importante. 

4.- Santa Teresa de Jesús (1515-1582), máxima representante de la mística.

5.- San Juan de la Cruz (1542-1591), el mayor poeta místico del Renacimiento. 

6.- Fray Luis de León (1528-1591), poeta e intelectual imprescindible en la época. 

7.- Gil Vicente (1470-1539) y Bartolomé Torres Navarro como máximos exponentes del teatro. 

8.- El primer Cervantes, el mismo que escribe La Galatea, en 1585, una novela pastoril, es el mejor nombre para la novela que se inicia en el Renacimiento.  

En definitiva, las características del Renacimiento literario puso las bases de la creación en lengua vernácula. Aunque pretendía romper con la tradición, en verdad no solo entronca con aquello que se estaba haciendo inmediatamente antes sino con las más grandes obras de la cultura grecorromana que se había salvado del olvido. Fue una época marcada por un espíritu tremendamente positivo en la que se creía en las posibilidades de superación del ser humano por medio de la técnica, los avances en las comunicaciones, el desarrollo de las nuevas ciudades y la nueva forma de hacer arte. Este siempre tenía que ponernos en contacto con la belleza de la naturaleza creada por Dios. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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De todos los libros que salieron de las prensas del gran Aldo Manuzio, el más enigmático, y a la par el más bello, es, sin lugar a dudas, la  Hypnerotomachia Poliphili o Sueños de Polífilo, según la traducción española, publicado en Venecia en 1499.

Hypnerotomachia, el libro más raro y más bello salido de una imprenta

La Hypnerotomachia Poliphili entronca con la tradición del libro como objeto sagrado, al ser comunicador de mensajes esotéricos y ocultos. La obra se editó en formato gran folio, está plagada de erratas, escrita en una lengua inventada mitad latín mitad italiano y se presenta adornada con magníficas xilografías de fuerte impronta pagana y tan explícitamente eróticas que llega a alcanzar, en algún que otro caso, lo pornográfico.


Del autor apenas se sabe el nombre –Francisco Colonna- y poco más. Quien quiera que fuera el creador de tan extraña obra puso mucho cuidado en ocultar su identidad y tenía motivos para ello, ya que, bajo el lenguaje cifrado y las ilustraciones que exaltan un universo pagano, mitológico y tremendamente simbólico, se esconde un supuesto mensaje subversivo de cariz político dirigido a la élite intelectual de la época.

La Hypnerotomachia Poliphili ha hecho las delicias de los bibliófilos prácticamente desde la misma fecha de su publicación. Hoy en día es bastante difícil que un ejemplar original completo (el publicado en 1499 en la imprenta de Venecia de Aldo Manuzio) salga siquiera a la venta o a subasta pública. Y esto es así porque, más allá de su relación con la fiesta, el carnaval, lo grotesco, la alegría, la existencia de otro mundo posible, la crítica es unánime al considerar que la obra esconde un mensaje oculto.


El escritor del libro, por otra parte, de algún modo u otro, estaba vinculado a la llamada Neoaccademia de Venecia, una especie de reuniones de eruditos en las que se hablaba de todo (de lo divino y de lo mundano) y frecuentadas por toda la intelectualidad de la época: Erasmo de Rótterdam, Pico della Mirandolla, Pietro Bembo, etc.


Los especialistas contemporáneos (tomando los postulados de los postestructuralistas, sobre todo, los de Michel Foucault y sus estudios sobre el poder) han visto en las páginas del libro contenidos críticos a la Iglesia, a los modos de actuación de los poderosos (de todos los tiempos), deseos de vivir otro mundo posible y un afán por romper las barreras que coartan la libertad de expresión... Esta obra enigmática, tiene un desarrollo alineal y fragmentario que parece hecho a posta en un intento por poner de manifiesto otra forma de entender la realidad más allá de las convecciones dadas.


Los múltiples símbolos de las xilografías remiten a un civilización pagana que estaba empezando a redescubrirse en las décadas en la que se publica la obra (finales del siglo XV, pleno Renacimiento) y más que recordar un mundo perdido, el autor nos presenta una cosmovisión de la realidad diferente no solo a la de hoy en día, sino también a la que debió rodear a quien quiera que fuera el autor y sus primeros lectores. 


Y en esa descripción de otros mundos posibles a través de potentes símbolos es donde radica la fuerza y la atracción de la obra.


Ese otro mundo, no presente en la existencia cotidiana, simboliza la utopía, el no-lugar donde se dan todos los lugares. Es el lugar radicalmente otro que pone de manifiesto la posibilidad, y de ahí deviene su significado político, ya que, al proponer otra forma de mirar la realidad, se está implícitamente poniendo de manifiesto los fallos de la existente.


hypnerotomachia 2

División, argumento y tema de la Hypnerotomachia Poliphili o Sueños de Polifilo

La Hypnerotomachia Poliphili está dividida en dos partes diferenciadas; en la primera, distribuida en veinticuatro capítulos, Polifilo, el protagonista, cuenta un extraño periplo onírico en el que es acompañado, a partir del capítulo doce por su amada Polia. La segunda parte se extiende desde el capítulo veinticinco hasta el treinta y ocho y ahora es la amada de Polífilo la que cuenta su historia. 


En teoría, la trama es la misma: el encuentro de los dos amantes; pero mientras que  la primera parte está narrada desde el punto de vista del amado, la segunda se hace desde la perspectiva de la amada. Y aquí ya nos encontramos con la primera lectura post-estructuralista: un mismo hecho plasmado desde dos visiones diferentes. La crítica ha llegado a definir los primeros veinticuatro capítulos, la primera parte, como una novela alegórica, a modo de las “visiones” medievales, que puede tener una lectura exenta, mientras que el resto casi parece un añadido al núcleo principal, no sólo por la diferencia temática sino también por el estilo literario en sí.


En la obra no sólo vislumbramos lecturas de los textos mitológicos de la Antigüedad clásica y de la literatura griega –Ovidio, Apuleyo o Plinio- sino que, además, está plagado de descripciones eruditas sobre arquitectura -en las que, por otra parte, no es difícil leer las palabras de Alberti y Vitrubio-. Eso sí, en la obra, los edificios y las estructuras son de un diseño y una representación tan fantástica que, con mucha dificultad, podría llevarse a cabo y materializarse como construcción. La estructura de la Hypnerotomachia Poliphili está levantada sobre tres claros precedentes: la Divina Comedia, el Roman de la Rose y la Amorosa Visiones.

¿Quién es el autor de la Hypnerotomahia Poliphili? ¿Es Francisco Colonna?


En la primera edición de la Hypnerotomachia Poliphili no se hacía mención al nombre del autor o autores del libro. Pero, a pesar de este supuesto anonimato de la obra, siguiendo un juego bastante frecuente en la época, que consiste en la formación de una frase uniendo la primera letra de los distintos capítulos del libro, treinta y ocho en total, podemos leer: 

“Poliam frater Franciscus Columna peramavit” –“El hermano Francisco Colonna adoró a Polia”- 

Frase que ha encaminado a todos los estudiosos a adjudicar la autoría del libro a alguien con ese nombre, Francisco Colonna.

Una introducción a la vida de diferentes Francesco Colonna

Ahora bien, ¿quién era ese “hermano Francisco Colonna”? Sin meternos en esta disputa entre estudiosos –puesto que no da lugar a ello- la crítica se divide entre la tesis “veneciana” y la “romana”. La primera considera que, efectivamente, existió un fraile con ese nombre que, antes de ordenarse, había estado enamorado de una sobrina del Obispo Lelli -cuya diócesis se encontraba en Treviso- fallecida a causa de la peste en 1466, Hipólita Lelli, de donde habría tomado el nombre de Polia y a cuyo amor no consumado habría estado dedicado la obra. 


Este Francesco Colonna habría vivido entre 1433 y 1527 y tendría una importante formación aristotélica, tal como se trasluce en el libro. Un estudioso de la obra, Apostolo Zeno, en 1723, dijo haber encontrado una edición original de la Hypnerotomachia Poliphili, uno de los ejemplares impresos por Manuzio en 1499, en el que había manuscrita una nota redactada en latín, fechada en el año 1521, y cuya traducción venía a decir que

“El nombre del verdadero autor es Franciscus Colonna veneciano, que fue de la orden de predicadores y que por el amor ardentísimo que tenía hacia una tal Hipólita de Treviso, la llama, cambiándole el nombre, Polia, a la cual dedicó la obra, como indican las letras capitulares de los libros, ya que uniendo la primera letra de los capítulos de cada libro, dicen juntas así: Poliam frater Franciscus Columna peramavit. Aún vive en Venecia en SS. Giovanni e Paolo.”

El caso es que estudiosos posteriores han buscado y rebuscado en las posibles bibliotecas donde pudiera encontrarse el volumen en cuestión y, hasta la fecha, no han dado con él.


A pesar de esta nota en los márgenes de un “libro fantasma”, la tesis venecianista cobra fuerza entre los estudiosos en detrimento de la romana. Ésta ha sido expuesta por Mauricio Calvesi e identificaría a Francesco Colonna con un miembro de la ilustre familia de la nobleza romana que ostenta este mismo apellido, nacido en 1453 y muerto alrededor de 1503, un poco después de dar a conocer la obra, casado con Lucrecia Orsini y señor de Palestrina. La razón por la que habría querido ocultar su nombre, como en el caso anterior, por cierto, habría que buscarla en los contenidos paganos de la Hypnerotomachia Poliphili, que podría buscarle al autor más de un disgusto con la Iglesia.


Pero las razones para tanto silencio hay que buscarlas, no sólo en el contenido “políticamente incorrecto” del libro, sino también en esos círculos y circuitos de los eruditos de entonces, donde todos sabían de todos, leían los escritos de los colegas y mantenían entre sí una nutrida correspondencia; cónclaves donde cada uno de sus miembros, seguramente, no necesitaba de más datos sobre el autor, porque, sencillamente,  fuera de todos de sobra conocido y no procedía, por la circunstancia que fuera, hacer más publicidad para que una obra de esta envergadura circulara y se leyera entre el reducido número de entendidos contemporáneos al libro. Y aquí tenemos que recordar, de nuevo, las palabras del prólogo, que suponemos en boca del autor, quien quiera que fuese, mencionadas anteriormente, a ese “no es para el vulgo” de la dedicatoria, que explicaría, en parte, no sólo el hermetismo de la obra sino el buscado anonimato. 


La Hypnerotomachia Poliphili o Los sueños de Polifilo es una obra original, en el que la descripción de las distintas visiones se hace de una manera tan minuciosa y exhaustiva, haciendo hincapié en cada uno de los detalles, presentados de manera suntuosa y rica, que su lectura llega a hacerse tan lenta que se vuelve casi insoportable. 


A esto se une que el autor ha utilizado una lengua prácticamente inventada, mezcla de latín arcaizante –un latín que se hablaba en los circuitos eruditos de la época- y vernáculo véneto; amén de una profusión de neologismos creados a partir de la unión de una palabra ya preexistente con alguna terminación totalmente inventada por el autor. 


hypnerotomachia 3

La lengua inventada y los símbolos de la Hypnerotomachia Poliphili


El hermetismo de su lenguaje, unido a la dificultad en el desciframiento de sus mensajes, repletos de un simbolismo extremo, y la extravagancia de las imágenes que conforman el texto, ha hecho que de esta obra se haya dicho prácticamente de todo. Sobre este parecer se descubre el autor ya en el prólogo, en la dedicatoria que su mentor, el mecenas que corre con los gastos del libro, Grassi, hace al duque de Urbino: 

“Hay en él una cosa admirable, y es que, aunque habla en nuestra lengua, para entenderle hace falta conocer la vernácula. Pues pensó aquel hombre sapientísimo que hablar así era un camino y razón para que ningún ignorante pudiera alegar negligencia, y se cuidó de que, aunque no pudiera penetrar en el santuario de su doctrina quien no fuera doctísimo, no desesperara del todo el que no lo fuese”.


Tenemos, pues, que en la elección de este lenguaje críptico ha habido no sólo una actitud consciente por parte del autor sino además que se sustenta en una actitud deliberada con premeditación puesto que, más adelante, redunda en esta idea y nos dice que 

“Estas no son cosas hechas para el vulgo ni para ser recitadas por las callejas, sino sacadas de la despensa de la Filosofía y de las fuentes de las Musas, adornadas por la novedad del lenguaje y dignas de la admiración de todos los ingenios”. 


Estamos ante un texto que pretende ser fuente de verdad revelada, pero no para todos, sino sólo para aquellos que estén preparados para recibir y entender la enseñanza; una enseñanza que suponemos no puede estar a la mano de cualquiera y que se pretende sea protegida de cualquier interpretación errónea, que, por otra parte,  pueda poner en peligro la circulación del libro, cuando no la integridad física del autor.

¿Te ha gustado? ¿Quieres decirme algo? Recuerda que la casilla comentarios está abierta para ti.Además, siguiendo este hilo tienes un estudio sobre el sentido de la obra con un comentario detallado. 

Bibliografía mínima:

Pedraza, Pilar: Traducción, edición y comentario a los Sueños de Polifilo. Barcelona, Acantilado, 1999, ISBN 978-84-95359-05


Vizcaíno Macero, Candela: “El mensaje oculto de la HypnerotomachiaPoliphili” en Hibris, revista de bibliofilia, nº 28, 2005, páginas 20-31, ISSN 1577-3787

 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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De todos los libros que salieron de las prensas del gran Aldo Manuzio, el más enigmático, y a la par el más bello, es, sin lugar a dudas, la  Hypnerotomachia Poliphili o Sueños de Polífilo, según la traducción española, publicado en Venecia en 1499.

Hypnerotomachia, el libro más raro y más bello salido de una imprenta

La Hypnerotomachia Poliphili entronca con la tradición del libro como objeto sagrado, al ser comunicador de mensajes esotéricos y ocultos. La obra se editó en formato gran folio, está plagada de erratas, escrita en una lengua inventada mitad latín mitad italiano y se presenta adornada con magníficas xilografías de fuerte impronta pagana y tan explícitamente eróticas que llega a alcanzar, en algún que otro caso, lo pornográfico.


Del autor apenas se sabe el nombre –Francisco Colonna- y poco más. Quien quiera que fuera el creador de tan extraña obra puso mucho cuidado en ocultar su identidad y tenía motivos para ello, ya que, bajo el lenguaje cifrado y las ilustraciones que exaltan un universo pagano, mitológico y tremendamente simbólico, se esconde un supuesto mensaje subversivo de cariz político dirigido a la élite intelectual de la época.

La Hypnerotomachia Poliphili ha hecho las delicias de los bibliófilos prácticamente desde la misma fecha de su publicación. Hoy en día es bastante difícil que un ejemplar original completo (el publicado en 1499 en la imprenta de Venecia de Aldo Manuzio) salga siquiera a la venta o a subasta pública. Y esto es así porque, más allá de su relación con la fiesta, el carnaval, lo grotesco, la alegría, la existencia de otro mundo posible, la crítica es unánime al considerar que la obra esconde un mensaje oculto.


El escritor del libro, por otra parte, de algún modo u otro, estaba vinculado a la llamada Neoaccademia de Venecia, una especie de reuniones de eruditos en las que se hablaba de todo (de lo divino y de lo mundano) y frecuentadas por toda la intelectualidad de la época: Erasmo de Rótterdam, Pico della Mirandolla, Pietro Bembo, etc.


Los especialistas contemporáneos (tomando los postulados de los postestructuralistas, sobre todo, los de Michel Foucault y sus estudios sobre el poder) han visto en las páginas del libro contenidos críticos a la Iglesia, a los modos de actuación de los poderosos (de todos los tiempos), deseos de vivir otro mundo posible y un afán por romper las barreras que coartan la libertad de expresión... Esta obra enigmática, tiene un desarrollo alineal y fragmentario que parece hecho a posta en un intento por poner de manifiesto otra forma de entender la realidad más allá de las convecciones dadas.


Los múltiples símbolos de las xilografías remiten a un civilización pagana que estaba empezando a redescubrirse en las décadas en la que se publica la obra (finales del siglo XV, pleno Renacimiento) y más que recordar un mundo perdido, el autor nos presenta una cosmovisión de la realidad diferente no solo a la de hoy en día, sino también a la que debió rodear a quien quiera que fuera el autor y sus primeros lectores. 


Y en esa descripción de otros mundos posibles a través de potentes símbolos es donde radica la fuerza y la atracción de la obra.


Ese otro mundo, no presente en la existencia cotidiana, simboliza la utopía, el no-lugar donde se dan todos los lugares. Es el lugar radicalmente otro que pone de manifiesto la posibilidad, y de ahí deviene su significado político, ya que, al proponer otra forma de mirar la realidad, se está implícitamente poniendo de manifiesto los fallos de la existente.


hypnerotomachia 2

División, argumento y tema de la Hypnerotomachia Poliphili o Sueños de Polifilo

La Hypnerotomachia Poliphili está dividida en dos partes diferenciadas; en la primera, distribuida en veinticuatro capítulos, Polifilo, el protagonista, cuenta un extraño periplo onírico en el que es acompañado, a partir del capítulo doce por su amada Polia. La segunda parte se extiende desde el capítulo veinticinco hasta el treinta y ocho y ahora es la amada de Polífilo la que cuenta su historia. 


En teoría, la trama es la misma: el encuentro de los dos amantes; pero mientras que  la primera parte está narrada desde el punto de vista del amado, la segunda se hace desde la perspectiva de la amada. Y aquí ya nos encontramos con la primera lectura post-estructuralista: un mismo hecho plasmado desde dos visiones diferentes. La crítica ha llegado a definir los primeros veinticuatro capítulos, la primera parte, como una novela alegórica, a modo de las “visiones” medievales, que puede tener una lectura exenta, mientras que el resto casi parece un añadido al núcleo principal, no sólo por la diferencia temática sino también por el estilo literario en sí.


En la obra no sólo vislumbramos lecturas de los textos mitológicos de la Antigüedad clásica y de la literatura griega –Ovidio, Apuleyo o Plinio- sino que, además, está plagado de descripciones eruditas sobre arquitectura -en las que, por otra parte, no es difícil leer las palabras de Alberti y Vitrubio-. Eso sí, en la obra, los edificios y las estructuras son de un diseño y una representación tan fantástica que, con mucha dificultad, podría llevarse a cabo y materializarse como construcción. La estructura de la Hypnerotomachia Poliphili está levantada sobre tres claros precedentes: la Divina Comedia, el Roman de la Rose y la Amorosa Visiones.

¿Quién es el autor de la Hypnerotomahia Poliphili? ¿Es Francisco Colonna?


En la primera edición de la Hypnerotomachia Poliphili no se hacía mención al nombre del autor o autores del libro. Pero, a pesar de este supuesto anonimato de la obra, siguiendo un juego bastante frecuente en la época, que consiste en la formación de una frase uniendo la primera letra de los distintos capítulos del libro, treinta y ocho en total, podemos leer: 

“Poliam frater Franciscus Columna peramavit” –“El hermano Francisco Colonna adoró a Polia”- 

Frase que ha encaminado a todos los estudiosos a adjudicar la autoría del libro a alguien con ese nombre, Francisco Colonna.

Una introducción a la vida de diferentes Francesco Colonna

Ahora bien, ¿quién era ese “hermano Francisco Colonna”? Sin meternos en esta disputa entre estudiosos –puesto que no da lugar a ello- la crítica se divide entre la tesis “veneciana” y la “romana”. La primera considera que, efectivamente, existió un fraile con ese nombre que, antes de ordenarse, había estado enamorado de una sobrina del Obispo Lelli -cuya diócesis se encontraba en Treviso- fallecida a causa de la peste en 1466, Hipólita Lelli, de donde habría tomado el nombre de Polia y a cuyo amor no consumado habría estado dedicado la obra. 


Este Francesco Colonna habría vivido entre 1433 y 1527 y tendría una importante formación aristotélica, tal como se trasluce en el libro. Un estudioso de la obra, Apostolo Zeno, en 1723, dijo haber encontrado una edición original de la Hypnerotomachia Poliphili, uno de los ejemplares impresos por Manuzio en 1499, en el que había manuscrita una nota redactada en latín, fechada en el año 1521, y cuya traducción venía a decir que

“El nombre del verdadero autor es Franciscus Colonna veneciano, que fue de la orden de predicadores y que por el amor ardentísimo que tenía hacia una tal Hipólita de Treviso, la llama, cambiándole el nombre, Polia, a la cual dedicó la obra, como indican las letras capitulares de los libros, ya que uniendo la primera letra de los capítulos de cada libro, dicen juntas así: Poliam frater Franciscus Columna peramavit. Aún vive en Venecia en SS. Giovanni e Paolo.”

El caso es que estudiosos posteriores han buscado y rebuscado en las posibles bibliotecas donde pudiera encontrarse el volumen en cuestión y, hasta la fecha, no han dado con él.


A pesar de esta nota en los márgenes de un “libro fantasma”, la tesis venecianista cobra fuerza entre los estudiosos en detrimento de la romana. Ésta ha sido expuesta por Mauricio Calvesi e identificaría a Francesco Colonna con un miembro de la ilustre familia de la nobleza romana que ostenta este mismo apellido, nacido en 1453 y muerto alrededor de 1503, un poco después de dar a conocer la obra, casado con Lucrecia Orsini y señor de Palestrina. La razón por la que habría querido ocultar su nombre, como en el caso anterior, por cierto, habría que buscarla en los contenidos paganos de la Hypnerotomachia Poliphili, que podría buscarle al autor más de un disgusto con la Iglesia.


Pero las razones para tanto silencio hay que buscarlas, no sólo en el contenido “políticamente incorrecto” del libro, sino también en esos círculos y circuitos de los eruditos de entonces, donde todos sabían de todos, leían los escritos de los colegas y mantenían entre sí una nutrida correspondencia; cónclaves donde cada uno de sus miembros, seguramente, no necesitaba de más datos sobre el autor, porque, sencillamente,  fuera de todos de sobra conocido y no procedía, por la circunstancia que fuera, hacer más publicidad para que una obra de esta envergadura circulara y se leyera entre el reducido número de entendidos contemporáneos al libro. Y aquí tenemos que recordar, de nuevo, las palabras del prólogo, que suponemos en boca del autor, quien quiera que fuese, mencionadas anteriormente, a ese “no es para el vulgo” de la dedicatoria, que explicaría, en parte, no sólo el hermetismo de la obra sino el buscado anonimato. 


La Hypnerotomachia Poliphili o Los sueños de Polifilo es una obra original, en el que la descripción de las distintas visiones se hace de una manera tan minuciosa y exhaustiva, haciendo hincapié en cada uno de los detalles, presentados de manera suntuosa y rica, que su lectura llega a hacerse tan lenta que se vuelve casi insoportable. 


A esto se une que el autor ha utilizado una lengua prácticamente inventada, mezcla de latín arcaizante –un latín que se hablaba en los circuitos eruditos de la época- y vernáculo véneto; amén de una profusión de neologismos creados a partir de la unión de una palabra ya preexistente con alguna terminación totalmente inventada por el autor. 


hypnerotomachia 3

La lengua inventada y los símbolos de la Hypnerotomachia Poliphili


El hermetismo de su lenguaje, unido a la dificultad en el desciframiento de sus mensajes, repletos de un simbolismo extremo, y la extravagancia de las imágenes que conforman el texto, ha hecho que de esta obra se haya dicho prácticamente de todo. Sobre este parecer se descubre el autor ya en el prólogo, en la dedicatoria que su mentor, el mecenas que corre con los gastos del libro, Grassi, hace al duque de Urbino: 

“Hay en él una cosa admirable, y es que, aunque habla en nuestra lengua, para entenderle hace falta conocer la vernácula. Pues pensó aquel hombre sapientísimo que hablar así era un camino y razón para que ningún ignorante pudiera alegar negligencia, y se cuidó de que, aunque no pudiera penetrar en el santuario de su doctrina quien no fuera doctísimo, no desesperara del todo el que no lo fuese”.


Tenemos, pues, que en la elección de este lenguaje críptico ha habido no sólo una actitud consciente por parte del autor sino además que se sustenta en una actitud deliberada con premeditación puesto que, más adelante, redunda en esta idea y nos dice que 

“Estas no son cosas hechas para el vulgo ni para ser recitadas por las callejas, sino sacadas de la despensa de la Filosofía y de las fuentes de las Musas, adornadas por la novedad del lenguaje y dignas de la admiración de todos los ingenios”. 


Estamos ante un texto que pretende ser fuente de verdad revelada, pero no para todos, sino sólo para aquellos que estén preparados para recibir y entender la enseñanza; una enseñanza que suponemos no puede estar a la mano de cualquiera y que se pretende sea protegida de cualquier interpretación errónea, que, por otra parte,  pueda poner en peligro la circulación del libro, cuando no la integridad física del autor.

¿Te ha gustado? ¿Quieres decirme algo? Recuerda que la casilla comentarios está abierta para ti.Además, siguiendo este hilo tienes un estudio sobre el sentido de la obra con un comentario detallado. 

Bibliografía mínima:

Pedraza, Pilar: Traducción, edición y comentario a los Sueños de Polifilo. Barcelona, Acantilado, 1999, ISBN 978-84-95359-05


Vizcaíno Macero, Candela: “El mensaje oculto de la HypnerotomachiaPoliphili” en Hibris, revista de bibliofilia, nº 28, 2005, páginas 20-31, ISSN 1577-3787

 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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