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En el único códice manuscrito que nos ha llegado del Cantar del Mío Cid aparece la fecha de 1207 y un nombre. La crítica no se pone de acuerdo en considerar a ese Pere Abat un mero copista o, por el contrario, un auténtico poeta. De los Milagros de Nuestra Señora no conocemos la fecha de composición pero sí su autor, Gonzalo de Berceo. Aunque tampoco hemos encontrado ni la partida de nacimiento ni la de muerte del considerado primer poeta en lengua castellana, podemos inferir, con estos datos, que la obra fue escrita en la segunda mitad del siglo XII. Por tanto, tenemos la primera característica de esta obra castellana (escrita en dialecto riojano) y es una negación: que no es la primera en nuestra lengua y tampoco podemos afirmar a ciencia cierta que lo sea incluso de las pertenecientes al mester de clerecía, la corriente culta en poesía que convivió con la popular mester de juglaría durante toda la Edad Media. Analizamos, a continuación, lo que sí sabemos de esta obra.

1.- Gonzalo de Berceo es el autor de los Milagros de Nuestra Señora

Aunque los autores de la Edad Media no solían firmar sus obras como una forma de entrega (de trabajo y talento) a Dios, Gonzalo de Berceo no hizo lo mismo con las suyas. Conocemos estas y algunas vidas de santos más, todas ejecutadas siguiendo los preceptos del mester de clerecía. Aunque no sabemos las fechas exactas de su paso por este mundo, la crítica señala que pudo nacer a finales del siglo XII y estaría con vida más allá de 1264. Esto es, vivió más de 66 años (un logro de supervivencia para la época) vinculado al Monasterio de San Millán de la Cogolla en La Rioja, hoy declarado Patrimonio de la Humanidad por su valor lingüístico, artístico e histórico.

Aunque en tiempos fue una sede benedictina importante, cuando vivió Gonzalo de Berceo se encontraba en franca decadencia. Allí estudio y ejerció sin salir apenas de sus muros. Allí escribió, rezó y realizó vidas de santos asociados al monasterio en un intento por recabar los tributos con más generosidad. Hombre culto, cursó estudios generales (una suerte de universidad) en Palencia. Conocedor del latín, de la historia clásica, de la oratoria y de los recovecos de la teología, escribió toda su obra en castellano. Descontando a ese Pere Abat que se nos escapa como poeta, Gonzalo de Berceo ha sido considerado el primer escritor en lengua castellana.

2.- Los Milagros de Nuestra Señora pertenecen al mester de clerecía

Y este primer poeta, con estudios semejantes a los universitarios actuales, clérigo en un monasterio y comprometido con su orden escribió una de las primeras obras literarias en lengua castellana. Sus Milagros de Nuestra Señora responden punto por punto a las características del  mester de clerecía, contrapuesto durante toda la Edad Media al del juglaría. Por tanto, es una obra de un autor culto que conoce la Biblia, la historia antigua o la literatura griega y romana. La finalidad de estas obras, al contrario de los cantares de gesta populares, no era el entretenimiento sino que tenía un objetivo edificante, moralizante o educativo. Eso, por supuesto, no quita para que fueran amenas, sencillas y entendibles para un público amplio mayoritariamente analfabeto.

Como uno de los mejores ejemplos del mester de clerecía, está escrita en castellano y teniendo siempre en mente su propagación oral, ya que los libros medievales eran escasos y un objeto de lujo solo al alcance de unos pocos. Está escrita siguiendo los preceptos de la cuaderna vía. Esta es una estrofa de cuatro versos alejandrinos (14 sílabas) que lleva una única rima en consonante con un ritmo muy marcado. Este se rompe (para tomar aliento en la recitación) con un hemistiquio central.

3.- Los Milagros de Nuestra Señora es una copia de una colección en latín

La literatura medieval en las lenguas romances es muy poco original en cuanto a los temas y esta novedad es inversamente proporcional a la cultura de su autor. Esto es, si los ejemplos de cantares de gesta que nos han llegado nos muestran que los componedores de romances creaban o recreaban historias nuevas, el mester de clerecía se centraba en el principio de autoridad. Por tanto, una obra es mejor cuanto más autores (de renombre) la hayan nombrado o escrito sobre ella. Los Milagros de Nuestra Señora no es una excepción y prácticamente es una traducción de una colección de cuentos medievales que circularon por toda Europa. Gonzalo de Berceo traduce desde el latín en la nueva lengua castellana que conoce el pueblo.

“Pero esta falta de originalidad temática no rebaja, sin embargo, la personalidad de Berceo como poeta. El autor modifica, amplifica y enriquece sus modelos, vistiéndolos con rasgos de las costumbres cotidianas de su región. Sabe escoger con hábil tacto los matices precisos, los motivos populares, las expresiones pintorescas para hacerse comprender mejor del vulgo sencillo que le escucha. Merced a lo cual va humanizando y dando plasticidad y calor a las heladas arideces del texto latino.”

Dejo aquí las acertadas palabras de Juan Luis Alborg sobre los Milagros de Nuestra Señora ya que a través de ellas intuimos las razones por las que Berceo es considerado uno de nuestros mejores poetas.

 

4.- Estructura y temática de los Milagros de Nuestra Señora

La obra está compuesta por una alegoría inicial que tanto gustaba en la Edad Media y por veinticinco narraciones en verso. En todas ellas, una persona en apuros pide la mediación de la Virgen María para que lo saque del trance en el que se encuentra. Siguen las líneas moralizantes de los sermones tan conocidos en la Edad Media y una estructura muy marcada en la que el autor interpela al público; continúa con la narración para dar una final cerrado siempre. La crítica ha dividido en tres los temas de los Milagros de Nuestra Señora:

1.- En los que hay castigos (por las malas obras) y premios (por las buenas).

2.- Narraciones en las que la Virgen intercede para salvar las almas de aquellos que buscan su amparo.

3.- Los que cuentan una pequeña crisis espiritual que se logra enmendar con la intermediación de María.

5.- Lenguaje y estilo de los Milagros de Nuestra Señora

Es aquí donde reside la originalidad (aunque nunca la podemos entender en el sentido contemporáneo) y la grandeza como poeta de Gonzalo de Berceo. Resumiendo mucho, tenemos que tener en cuenta siempre estas notas:

1.- El poeta está presente en la narración e interpela al público como si estuviera llana y sencillamente hablando personalmente con ellos en la misma habitación. Esto genera una cercanía y un calor que invita a seguir el curso de las palabras.

Sennores, si quisiérades atender un poquillo…

Sennores e amigos, por Dios e caridat

Oíd otro miraclo fermoso por verdat…

2.- A pesar de estar ante una obra literaria, el poeta quiere imprimir un marchamo de veracidad negando incluso cualquier interpretación propia de aquello que no está escrito en el original latino.

3.- En todo momento se da proximidad a la narración bien nombrando objetos comunes que acercan la historia al oyente o bien con un lenguaje sencillo  en extremo.

4.- Las descripciones y la narración de la historia es tremendamente plástica, gráfica, familiar y cercana. A pesar de los rigores de la cuaderna vía y del deseo culto del mester de clerecía, el poeta no quiere que el oyente o el lector se pierda con un lenguaje rebuscado. Todo es fluido, cercano, directo y tranquilo.

5.- Todas estas características confirman que estos poemas estaban diseñados para su recitación de forma pública y su recepción de manera oral. Nada en ellos invita a pensar que estuvieran compuestos para la lectura privada.

6.- Críticos hay que tildan los Milagros de Nuestra Señora con el calificativo de prosaica. Se basan en ello en los múltiples alusiones al lenguaje vulgar, coloquial y de las gentes sencillas. Otros en cambio, ven en este realismo y sencillez familiar el gran encanto de la obra.

7.- En los Milagros de Nuestra Señora no encontramos ni tropos, ni giros lingüísticos ni metáforas más allá de las alegorías que formaban parte del pensamiento común en la Edad Media.

8.- En la obra nos damos de bruces, por el contrario, con una visión optimista de la vida. Los Milagros de Nuestra Señora no son una colección de relatos donde se advierte sobre las penas del infierno debido a faltas más o menos graves. Muy al contrario, en ellas siempre triunfa el bien sobre el mal y las puertas del cielo están abiertas para todos los pecadores que hayan tenido la oportunidad de arrepentirse o enmendarse. 

9.- Por último, en algunos versos se encuentran notas de humor e, incluso, una fina ironía velada contra los poderosos de su tiempo. A pesar de ser un clérigo comprometido con su orden, la vasta cultura e inteligencia de Gonzalo de Berceo le impedía comulgar con ruedas de molino. Y este sentir, de alguna manera u otra, se transparenta en su obra.

En definitiva, los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo es una de las obras fundamentales de literatura medieval castellana a pesar de su falta de originalidad temática. Contribuye a ello la delicada expresión y narración de estas aventuras edificantes diseñadas para un público oyente y creyente que se regocijaba con los dones de la creación artística.

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

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En el único códice manuscrito que nos ha llegado del Cantar del Mío Cid aparece la fecha de 1207 y un nombre. La crítica no se pone de acuerdo en considerar a ese Pere Abat un mero copista o, por el contrario, un auténtico poeta. De los Milagros de Nuestra Señora no conocemos la fecha de composición pero sí su autor, Gonzalo de Berceo. Aunque tampoco hemos encontrado ni la partida de nacimiento ni la de muerte del considerado primer poeta en lengua castellana, podemos inferir, con estos datos, que la obra fue escrita en la segunda mitad del siglo XII. Por tanto, tenemos la primera característica de esta obra castellana (escrita en dialecto riojano) y es una negación: que no es la primera en nuestra lengua y tampoco podemos afirmar a ciencia cierta que lo sea incluso de las pertenecientes al mester de clerecía, la corriente culta en poesía que convivió con la popular mester de juglaría durante toda la Edad Media. Analizamos, a continuación, lo que sí sabemos de esta obra.

1.- Gonzalo de Berceo es el autor de los Milagros de Nuestra Señora

Aunque los autores de la Edad Media no solían firmar sus obras como una forma de entrega (de trabajo y talento) a Dios, Gonzalo de Berceo no hizo lo mismo con las suyas. Conocemos estas y algunas vidas de santos más, todas ejecutadas siguiendo los preceptos del mester de clerecía. Aunque no sabemos las fechas exactas de su paso por este mundo, la crítica señala que pudo nacer a finales del siglo XII y estaría con vida más allá de 1264. Esto es, vivió más de 66 años (un logro de supervivencia para la época) vinculado al Monasterio de San Millán de la Cogolla en La Rioja, hoy declarado Patrimonio de la Humanidad por su valor lingüístico, artístico e histórico.

Aunque en tiempos fue una sede benedictina importante, cuando vivió Gonzalo de Berceo se encontraba en franca decadencia. Allí estudio y ejerció sin salir apenas de sus muros. Allí escribió, rezó y realizó vidas de santos asociados al monasterio en un intento por recabar los tributos con más generosidad. Hombre culto, cursó estudios generales (una suerte de universidad) en Palencia. Conocedor del latín, de la historia clásica, de la oratoria y de los recovecos de la teología, escribió toda su obra en castellano. Descontando a ese Pere Abat que se nos escapa como poeta, Gonzalo de Berceo ha sido considerado el primer escritor en lengua castellana.

2.- Los Milagros de Nuestra Señora pertenecen al mester de clerecía

Y este primer poeta, con estudios semejantes a los universitarios actuales, clérigo en un monasterio y comprometido con su orden escribió una de las primeras obras literarias en lengua castellana. Sus Milagros de Nuestra Señora responden punto por punto a las características del  mester de clerecía, contrapuesto durante toda la Edad Media al del juglaría. Por tanto, es una obra de un autor culto que conoce la Biblia, la historia antigua o la literatura griega y romana. La finalidad de estas obras, al contrario de los cantares de gesta populares, no era el entretenimiento sino que tenía un objetivo edificante, moralizante o educativo. Eso, por supuesto, no quita para que fueran amenas, sencillas y entendibles para un público amplio mayoritariamente analfabeto.

Como uno de los mejores ejemplos del mester de clerecía, está escrita en castellano y teniendo siempre en mente su propagación oral, ya que los libros medievales eran escasos y un objeto de lujo solo al alcance de unos pocos. Está escrita siguiendo los preceptos de la cuaderna vía. Esta es una estrofa de cuatro versos alejandrinos (14 sílabas) que lleva una única rima en consonante con un ritmo muy marcado. Este se rompe (para tomar aliento en la recitación) con un hemistiquio central.

3.- Los Milagros de Nuestra Señora es una copia de una colección en latín

La literatura medieval en las lenguas romances es muy poco original en cuanto a los temas y esta novedad es inversamente proporcional a la cultura de su autor. Esto es, si los ejemplos de cantares de gesta que nos han llegado nos muestran que los componedores de romances creaban o recreaban historias nuevas, el mester de clerecía se centraba en el principio de autoridad. Por tanto, una obra es mejor cuanto más autores (de renombre) la hayan nombrado o escrito sobre ella. Los Milagros de Nuestra Señora no es una excepción y prácticamente es una traducción de una colección de cuentos medievales que circularon por toda Europa. Gonzalo de Berceo traduce desde el latín en la nueva lengua castellana que conoce el pueblo.

“Pero esta falta de originalidad temática no rebaja, sin embargo, la personalidad de Berceo como poeta. El autor modifica, amplifica y enriquece sus modelos, vistiéndolos con rasgos de las costumbres cotidianas de su región. Sabe escoger con hábil tacto los matices precisos, los motivos populares, las expresiones pintorescas para hacerse comprender mejor del vulgo sencillo que le escucha. Merced a lo cual va humanizando y dando plasticidad y calor a las heladas arideces del texto latino.”

Dejo aquí las acertadas palabras de Juan Luis Alborg sobre los Milagros de Nuestra Señora ya que a través de ellas intuimos las razones por las que Berceo es considerado uno de nuestros mejores poetas.

 

4.- Estructura y temática de los Milagros de Nuestra Señora

La obra está compuesta por una alegoría inicial que tanto gustaba en la Edad Media y por veinticinco narraciones en verso. En todas ellas, una persona en apuros pide la mediación de la Virgen María para que lo saque del trance en el que se encuentra. Siguen las líneas moralizantes de los sermones tan conocidos en la Edad Media y una estructura muy marcada en la que el autor interpela al público; continúa con la narración para dar una final cerrado siempre. La crítica ha dividido en tres los temas de los Milagros de Nuestra Señora:

1.- En los que hay castigos (por las malas obras) y premios (por las buenas).

2.- Narraciones en las que la Virgen intercede para salvar las almas de aquellos que buscan su amparo.

3.- Los que cuentan una pequeña crisis espiritual que se logra enmendar con la intermediación de María.

5.- Lenguaje y estilo de los Milagros de Nuestra Señora

Es aquí donde reside la originalidad (aunque nunca la podemos entender en el sentido contemporáneo) y la grandeza como poeta de Gonzalo de Berceo. Resumiendo mucho, tenemos que tener en cuenta siempre estas notas:

1.- El poeta está presente en la narración e interpela al público como si estuviera llana y sencillamente hablando personalmente con ellos en la misma habitación. Esto genera una cercanía y un calor que invita a seguir el curso de las palabras.

Sennores, si quisiérades atender un poquillo…

Sennores e amigos, por Dios e caridat

Oíd otro miraclo fermoso por verdat…

2.- A pesar de estar ante una obra literaria, el poeta quiere imprimir un marchamo de veracidad negando incluso cualquier interpretación propia de aquello que no está escrito en el original latino.

3.- En todo momento se da proximidad a la narración bien nombrando objetos comunes que acercan la historia al oyente o bien con un lenguaje sencillo  en extremo.

4.- Las descripciones y la narración de la historia es tremendamente plástica, gráfica, familiar y cercana. A pesar de los rigores de la cuaderna vía y del deseo culto del mester de clerecía, el poeta no quiere que el oyente o el lector se pierda con un lenguaje rebuscado. Todo es fluido, cercano, directo y tranquilo.

5.- Todas estas características confirman que estos poemas estaban diseñados para su recitación de forma pública y su recepción de manera oral. Nada en ellos invita a pensar que estuvieran compuestos para la lectura privada.

6.- Críticos hay que tildan los Milagros de Nuestra Señora con el calificativo de prosaica. Se basan en ello en los múltiples alusiones al lenguaje vulgar, coloquial y de las gentes sencillas. Otros en cambio, ven en este realismo y sencillez familiar el gran encanto de la obra.

7.- En los Milagros de Nuestra Señora no encontramos ni tropos, ni giros lingüísticos ni metáforas más allá de las alegorías que formaban parte del pensamiento común en la Edad Media.

8.- En la obra nos damos de bruces, por el contrario, con una visión optimista de la vida. Los Milagros de Nuestra Señora no son una colección de relatos donde se advierte sobre las penas del infierno debido a faltas más o menos graves. Muy al contrario, en ellas siempre triunfa el bien sobre el mal y las puertas del cielo están abiertas para todos los pecadores que hayan tenido la oportunidad de arrepentirse o enmendarse. 

9.- Por último, en algunos versos se encuentran notas de humor e, incluso, una fina ironía velada contra los poderosos de su tiempo. A pesar de ser un clérigo comprometido con su orden, la vasta cultura e inteligencia de Gonzalo de Berceo le impedía comulgar con ruedas de molino. Y este sentir, de alguna manera u otra, se transparenta en su obra.

En definitiva, los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo es una de las obras fundamentales de literatura medieval castellana a pesar de su falta de originalidad temática. Contribuye a ello la delicada expresión y narración de estas aventuras edificantes diseñadas para un público oyente y creyente que se regocijaba con los dones de la creación artística.

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

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Poco se sabe de la vida del primer poeta conocido en lengua castellana, Gonzalo de Berceo, y el más insigne representante del mester de clerecía. Ya es un logro conocer el nombre de un creador de la literatura medieval cuando, en la época, se imponía el anonimato como forma de entrega del trabajo a Dios. Pero la poca biografía de Gonzalo de Berceo que conocemos llega, incluso, a través de sus escritos, algo único en aquellos siglos y, por supuesto, por su obra cumbre, Milagros de Nuestra Señora.  

Gonzalo fue so nomme qui hizo est tratado, 

en Sant Millán de suso fue de ninnez criado,

natural de Berçeo, ond San Millán fue nado…   

Biografía de Gonzalo de Berceo 

Como no han llegado registros, ni siquiera sabemos su fecha de nacimiento ni de muerte. La crítica coloca el año 1198 como de nacimiento y están de acuerdo en anotar que aún vivía para el año 1264. Esto es, estuvo en este mundo, al menos, 66 años, algo también poco corriente en el medievo, acosado por guerras constantes, hambrunas y epidemias de todo tipo. El primer poeta conocido en lengua castellana, a pesar de que utilizó el don de la palabra para motivos que hoy denominaríamos políticos o de marketing de contenido, llevó una vida tranquila. Nació en la villa de Berceo, en la diócesis de Calahorra, en la Rioja.  

Aunque se educó en el monasterio de los monjes benedictinos de San Millán de la Cogolla donde ejerció como clérigo, tuvo una formación más esmerada para la época. La crítica señala que durante los años 1222 a 1227, junto a uno de sus hermanos, recibió clases en los estudios generales de Palencia. Aquí se estudiaba matemáticas, oratoria, teología…  y pueden considerarse como los antecedentes de las modernas universidades. Recordemos que en la Edad Media el analfabetismo alcanzaba más del 90% de la población llegando incluso a la aristocracia y a la monarquía. Los monasterios (y del San Millán de la Cogolla era importante) eran los reductos de todo el saber. En sus scriptoria se copiaban los libros medievales que se consideraban que debían ser legados a la posteridad así como aquellos de la literatura griega o romana que habían escapado a los horrores del tiempo.  

San Millán de la Cogolla en la biografía de Gonzalo de Berceo 

En estos muros, además, se formó como poeta, consciente en los principios del mester de clerecía. Aunque poco más se puede aportar en la biografía de Gonzalo de Berceo, en los últimos años ha salido a luz por parte de la crítica documentos realizados por nuestro poeta en los que se le acusa de inventarse historias de santos vinculados a su orden para recabar así más impuestos e impedir que San Millán de la Cogolla entrara en ruina o en decadencia. Sí sabemos que escribió vidas de santos vinculados a su orden en una apuesta que hoy se conoce como marketing de contenidos. Esto es, utilizó su don literario para dar a conocer aquello que le interesaba y así sacar provecho económico. Es el primer autor de la literatura en castellano que hace tal cosa con un fin tan prosaico.  

El culto Gonzalo de Berceo prácticamente se llevó toda su vida vinculado a San Millán de la Cogolla (hoy Patrimonio de la Humanidad por su importancia lingüística, literaria, artística e histórica). Aquí escribió todas sus obras y también los Milagros de Nuestra Señora por los que ha pasado a la historia de la literatura. Su vasta cultura (sin obviar el talento) y su posición le permitió que sus textos quedaron legados para la posteridad, extremo este que (a excepción del Cantar del Mío Cid) no pudo ser para los romances del mester de juglaría. Y estos se perdieron entre las brumas del tiempo. 

Obras de Gonzalo de Berceo  

Milagros de Nuestra Señora, la obra más importante del mester de clerecía 

Y eso que no es ni siquiera original, ya que está “copiada” punto por punto de una colección de narraciones marianas que circulaban por toda Europa durante la Edad Media. Entonces, ¿cuál es el mérito de la gran obra de Gonzalo de Berceo? A pesar de ser un texto que seguramente él tiene delante en latín es capaz de verterlo al castellano en un estilo limpio, sencillo, fresco, vibrante, propio y único…  

Los Milagros de Nuestra Señora son una colección de veinticinco cuentos (en verso) más una introducción alegórica. En cada uno de ellos, la Virgen María intercede por una persona en apuros para que, en general, salve su vida terrenal con el único fin de purgar sus pecados y pulir su alma. 

Los Milagros de Nuestra Señora, como obra del mester de clerecía que es, está escrita en cuaderna vía, en castellano y en un estilo sencillo al máximo, aunque nuestra lengua haya evolucionado de tal manera que perdamos parte de los significados de algunas palabras medievales.  

Aunque va “traduciendo”, su talento literario es tal que su lenguaje familiar es impactante, de una gran plasticidad y con una transmutación poética en extremo. Gonzalo de Berceo se dirige a su público y lo interpela. A pesar de que nos ha llegado la obra escrita,  no podemos perder de vista que la poesía medieval estaba diseñada para recitarse de manera oral. Es así en el mester de juglaría pero también para las grandes obras del mester de clerecía.  

Otras obras de Gonzalo de Berceo 

1.- Vida de San Millán escrita para incentivar al pueblo a la entrega de tributos. 

2.- Vida de Santa Oria,  compuesta en la vejez, se adentra  en el misticismo literario,  seguramente al ver pronto su final en la tierra. 

3.- Vida de Santo Domingo, de 777 estrofas y también realizada con el mismo fin crematístico que la de San Millán. 

4.- Los Loores de Nuestra Señora.

5.- Planto o Duelo que hizo la Virgen el día de la Passión de su Fijo Jesu Christo, que no está redactada en cuaderna vía sino diseñada para cantarse a coro. 

6.- También se le atribuyen tres poemas de asuntos religiosos variados y tres himnos que no tienen la calidad estilística y literaria de los Milagros de Nuestra Señora.  

Estilo de Gonzalo de Berceo  

Estamos ante el primer poeta conocido en lengua castellana y el máximo representante del mester de clerecía. Por tanto, tanto el estilo como la temática o los tropos están condicionados por esta circunstancia. A pesar de la falta de originalidad temática (algo totalmente normal en la época en la que primaba el sentido de autoridad y se concebía el genio artístico como un pecado de vanidad casi), la obra de Berceo tiene un sello propio. Anoto lo siguiente.  

1.- Como buen creador del mester de clerecía todos sus temas son religiosos, edificantes y moralizantes. Y todo ello sin perjuicio de la propaganda con la que nacieron algunos de sus textos. 

2.- Aunque el poeta se consideraba un mero artífice de la prosa rimada, maneja los versos con soltura y tiene un castellano (en dialecto riojano) tremendamente plástico. 

3.- Los textos tienen un lenguaje sencillo desprovisto de adornos estilísticos, de cultismos o de palabras rebuscadas. Todo su afán era hacerse entender a las gentes sencillas. 

4.- Hay numerosas interpelaciones a un público que escucha y a un poeta que dice, que se explica por la comunicación oral de los versos. Aunque fueran escritos (y así nos han llegado), con toda probabilidad, la finalidad de los mismos era entregarlo a algún juglar para que los recitara en público. Eso no significa que Gonzalo de Berceo sea un poeta del mester de juglaría. Pertenece de lleno al de clerecía por los temas, intención y tropos. 

5.- Utiliza la cuaderna vía, una estrofa de cuatro versos alejandrinos (14 sílabas) en rima consonante. Los versos se dividen en un hemistiquio central que facilita ese carácter oral y cantado de estos poemas. 

6.- Gonzalo de Berceo, aunque en algunos párrafos de sus obras, se refleja como un clérigo humilde, era consciente de ser un poeta que estaba dejando un legado para la posteridad. Por eso, se sitúa dentro de la obra y se expresa como el “que dice”, “el que explica” o “el que cuenta”. 

7.- En este sentido, y en clara contraposición con la mayoría de autores de la literatura medieval que hacían un trabajo anónimo, en distintas ocasiones se presenta con su nombre, el lugar de origen y el monasterio en el que profesa. Recordemos que, a pesar de su importancia, en la época de nuestro poeta estaba en decadencia. En la actualidad, es Patrimonio de la Humanidad por su importancia histórica (están enterrados los siete Infantes de Lara), lingüística (las glosas emilianenses, primeros exponentes del castellano), cultural y artística.

En definitiva, el poeta Gonzalo de Berceo, aunque se describe como un clérigo sencillo de servicio  constante hacia su orden, era también una persona consciente de su cultura y talento literario. Escribió mucho y nos ha llegado mucho más (en comparación con otros creadores) abriendo las puertas de la literatura medieval a una nueva lengua surgida como evolución del latín. En la época convivía con otras cercanas a nivel de igualdad (al menos en el aspecto de números de hablantes) hasta que se expandió por medio mundo. Gonzalo de Berceo es el primer poeta de una lengua que hoy hablan más de quinientos millones de personas.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

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Poco se sabe de la vida del primer poeta conocido en lengua castellana, Gonzalo de Berceo, y el más insigne representante del mester de clerecía. Ya es un logro conocer el nombre de un creador de la literatura medieval cuando, en la época, se imponía el anonimato como forma de entrega del trabajo a Dios. Pero la poca biografía de Gonzalo de Berceo que conocemos llega, incluso, a través de sus escritos, algo único en aquellos siglos y, por supuesto, por su obra cumbre, Milagros de Nuestra Señora.  

Gonzalo fue so nomme qui hizo est tratado, 

en Sant Millán de suso fue de ninnez criado,

natural de Berçeo, ond San Millán fue nado…   

Biografía de Gonzalo de Berceo 

Como no han llegado registros, ni siquiera sabemos su fecha de nacimiento ni de muerte. La crítica coloca el año 1198 como de nacimiento y están de acuerdo en anotar que aún vivía para el año 1264. Esto es, estuvo en este mundo, al menos, 66 años, algo también poco corriente en el medievo, acosado por guerras constantes, hambrunas y epidemias de todo tipo. El primer poeta conocido en lengua castellana, a pesar de que utilizó el don de la palabra para motivos que hoy denominaríamos políticos o de marketing de contenido, llevó una vida tranquila. Nació en la villa de Berceo, en la diócesis de Calahorra, en la Rioja.  

Aunque se educó en el monasterio de los monjes benedictinos de San Millán de la Cogolla donde ejerció como clérigo, tuvo una formación más esmerada para la época. La crítica señala que durante los años 1222 a 1227, junto a uno de sus hermanos, recibió clases en los estudios generales de Palencia. Aquí se estudiaba matemáticas, oratoria, teología…  y pueden considerarse como los antecedentes de las modernas universidades. Recordemos que en la Edad Media el analfabetismo alcanzaba más del 90% de la población llegando incluso a la aristocracia y a la monarquía. Los monasterios (y del San Millán de la Cogolla era importante) eran los reductos de todo el saber. En sus scriptoria se copiaban los libros medievales que se consideraban que debían ser legados a la posteridad así como aquellos de la literatura griega o romana que habían escapado a los horrores del tiempo.  

San Millán de la Cogolla en la biografía de Gonzalo de Berceo 

En estos muros, además, se formó como poeta, consciente en los principios del mester de clerecía. Aunque poco más se puede aportar en la biografía de Gonzalo de Berceo, en los últimos años ha salido a luz por parte de la crítica documentos realizados por nuestro poeta en los que se le acusa de inventarse historias de santos vinculados a su orden para recabar así más impuestos e impedir que San Millán de la Cogolla entrara en ruina o en decadencia. Sí sabemos que escribió vidas de santos vinculados a su orden en una apuesta que hoy se conoce como marketing de contenidos. Esto es, utilizó su don literario para dar a conocer aquello que le interesaba y así sacar provecho económico. Es el primer autor de la literatura en castellano que hace tal cosa con un fin tan prosaico.  

El culto Gonzalo de Berceo prácticamente se llevó toda su vida vinculado a San Millán de la Cogolla (hoy Patrimonio de la Humanidad por su importancia lingüística, literaria, artística e histórica). Aquí escribió todas sus obras y también los Milagros de Nuestra Señora por los que ha pasado a la historia de la literatura. Su vasta cultura (sin obviar el talento) y su posición le permitió que sus textos quedaron legados para la posteridad, extremo este que (a excepción del Cantar del Mío Cid) no pudo ser para los romances del mester de juglaría. Y estos se perdieron entre las brumas del tiempo. 

Obras de Gonzalo de Berceo  

Milagros de Nuestra Señora, la obra más importante del mester de clerecía 

Y eso que no es ni siquiera original, ya que está “copiada” punto por punto de una colección de narraciones marianas que circulaban por toda Europa durante la Edad Media. Entonces, ¿cuál es el mérito de la gran obra de Gonzalo de Berceo? A pesar de ser un texto que seguramente él tiene delante en latín es capaz de verterlo al castellano en un estilo limpio, sencillo, fresco, vibrante, propio y único…  

Los Milagros de Nuestra Señora son una colección de veinticinco cuentos (en verso) más una introducción alegórica. En cada uno de ellos, la Virgen María intercede por una persona en apuros para que, en general, salve su vida terrenal con el único fin de purgar sus pecados y pulir su alma. 

Los Milagros de Nuestra Señora, como obra del mester de clerecía que es, está escrita en cuaderna vía, en castellano y en un estilo sencillo al máximo, aunque nuestra lengua haya evolucionado de tal manera que perdamos parte de los significados de algunas palabras medievales.  

Aunque va “traduciendo”, su talento literario es tal que su lenguaje familiar es impactante, de una gran plasticidad y con una transmutación poética en extremo. Gonzalo de Berceo se dirige a su público y lo interpela. A pesar de que nos ha llegado la obra escrita,  no podemos perder de vista que la poesía medieval estaba diseñada para recitarse de manera oral. Es así en el mester de juglaría pero también para las grandes obras del mester de clerecía.  

Otras obras de Gonzalo de Berceo 

1.- Vida de San Millán escrita para incentivar al pueblo a la entrega de tributos. 

2.- Vida de Santa Oria,  compuesta en la vejez, se adentra  en el misticismo literario,  seguramente al ver pronto su final en la tierra. 

3.- Vida de Santo Domingo, de 777 estrofas y también realizada con el mismo fin crematístico que la de San Millán. 

4.- Los Loores de Nuestra Señora.

5.- Planto o Duelo que hizo la Virgen el día de la Passión de su Fijo Jesu Christo, que no está redactada en cuaderna vía sino diseñada para cantarse a coro. 

6.- También se le atribuyen tres poemas de asuntos religiosos variados y tres himnos que no tienen la calidad estilística y literaria de los Milagros de Nuestra Señora.  

Estilo de Gonzalo de Berceo  

Estamos ante el primer poeta conocido en lengua castellana y el máximo representante del mester de clerecía. Por tanto, tanto el estilo como la temática o los tropos están condicionados por esta circunstancia. A pesar de la falta de originalidad temática (algo totalmente normal en la época en la que primaba el sentido de autoridad y se concebía el genio artístico como un pecado de vanidad casi), la obra de Berceo tiene un sello propio. Anoto lo siguiente.  

1.- Como buen creador del mester de clerecía todos sus temas son religiosos, edificantes y moralizantes. Y todo ello sin perjuicio de la propaganda con la que nacieron algunos de sus textos. 

2.- Aunque el poeta se consideraba un mero artífice de la prosa rimada, maneja los versos con soltura y tiene un castellano (en dialecto riojano) tremendamente plástico. 

3.- Los textos tienen un lenguaje sencillo desprovisto de adornos estilísticos, de cultismos o de palabras rebuscadas. Todo su afán era hacerse entender a las gentes sencillas. 

4.- Hay numerosas interpelaciones a un público que escucha y a un poeta que dice, que se explica por la comunicación oral de los versos. Aunque fueran escritos (y así nos han llegado), con toda probabilidad, la finalidad de los mismos era entregarlo a algún juglar para que los recitara en público. Eso no significa que Gonzalo de Berceo sea un poeta del mester de juglaría. Pertenece de lleno al de clerecía por los temas, intención y tropos. 

5.- Utiliza la cuaderna vía, una estrofa de cuatro versos alejandrinos (14 sílabas) en rima consonante. Los versos se dividen en un hemistiquio central que facilita ese carácter oral y cantado de estos poemas. 

6.- Gonzalo de Berceo, aunque en algunos párrafos de sus obras, se refleja como un clérigo humilde, era consciente de ser un poeta que estaba dejando un legado para la posteridad. Por eso, se sitúa dentro de la obra y se expresa como el “que dice”, “el que explica” o “el que cuenta”. 

7.- En este sentido, y en clara contraposición con la mayoría de autores de la literatura medieval que hacían un trabajo anónimo, en distintas ocasiones se presenta con su nombre, el lugar de origen y el monasterio en el que profesa. Recordemos que, a pesar de su importancia, en la época de nuestro poeta estaba en decadencia. En la actualidad, es Patrimonio de la Humanidad por su importancia histórica (están enterrados los siete Infantes de Lara), lingüística (las glosas emilianenses, primeros exponentes del castellano), cultural y artística.

En definitiva, el poeta Gonzalo de Berceo, aunque se describe como un clérigo sencillo de servicio  constante hacia su orden, era también una persona consciente de su cultura y talento literario. Escribió mucho y nos ha llegado mucho más (en comparación con otros creadores) abriendo las puertas de la literatura medieval a una nueva lengua surgida como evolución del latín. En la época convivía con otras cercanas a nivel de igualdad (al menos en el aspecto de números de hablantes) hasta que se expandió por medio mundo. Gonzalo de Berceo es el primer poeta de una lengua que hoy hablan más de quinientos millones de personas.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

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Los últimos estudios de lingüística histórica datan alrededor del siglo VIII la aparición del castellano. En algún momento, en esas décadas, la nueva lengua que surgió por evolución del latín se diferenciaba tanto de esta que se convirtió en otro idioma distinto. Si a eso unimos que más del 90% de la población (incluso el porcentaje puede ser más elevado) era totalmente analfabeta y que toda la cultura estaba resguardada en los muros de los monasterios tenemos el abono perfecto para el nacimiento de una nueva literatura. Y así fue. Aunque los textos que nos han llegado son pocos, escasos e incompletos, podemos reconstruir  esta parte de la historia basada esencialmente en la dicotomía y las diferencias entre el mester de juglaría y el mester de clerecía. 

Si los libros medievales fueron escasos y custodiados en bibliotecas eclesiásticas probablemente no fue así la producción de los llamados cantares de gesta. Fueron estos poemas épicos el sustento y el alimento de los juglares callejeros que formaban el llamado mester de juglaría. De pueblo en pueblo, acompañados de instrumentos musicales básicos e insertos en un espectáculo más amplio, estos artistas llevaban la literatura allí donde el hambre, las guerras y las epidemias acosaban a la ciudadanía. El mester de clerecía se quedó recluido entre los muros de los monasterios, aunque no está claro que sus versos no se pusieran en boca de los juglares. Estos aspiraban a un entretenimiento sencillo, popular y con el único deseo de la subsistencia. Los otros eran consciente de lo que tenían entre manos: estaban creando literatura y, como tal, merecía legarse a las generaciones futuras. 

Concordancias entre el mester de juglaría y el mester de clerecía

A pesar de todas las diferencias y la ventaja con la que sale de partida los de clerecía (porque se han conservado buena parte de sus obras sencillamente) entre ellos había concordancias de importancia. 

1.- Tanto el mester de clerecía como el de juglaría se centran en la creación poética 

La misma que será determinante y preponderante hasta el siglo XIV a pesar de que nos han llegado colecciones de cuentos (El Conde Lucanor de Don Juan Manuel sin ir más lejos) o retazos de historia en posa. Sin embargo, la literatura medieval es eminentemente poética con estas dos escuelas predominantes, aunque dejan un hueco para la lírica provenzal de línea amorosa platónica o las jarchas mozárabes.  

2.- El latín queda relegado tanto en el mester de clerecía como el de juglaría  

Y la nueva lengua literaria será el castellano y también el resto de las romances que van surgiendo por la Península Ibérica y el resto de Europa. El latín solo se entendía entre la élite culta formada por clérigos, los mismos que sabían leer y escribir; los mismos que estaban encargados de la transmisión del conocimiento a través de la copia paciente de las obras clásicas. La nobleza o el pueblo llano solo conocían la lengua romance hablada. Incluso la escrita estaba vetada para la aristocracia que adolecía de una incultura tan atroz que reyes hubo que no sabían ni poner su nombre. La nueva literatura, por tanto, surgió al calor de una lengua viva en transformación constante. 

3.- Tanto los creadores del mester de juglaría como los de clerecía competían por el mismo público 

Otra cosa era la intencionalidad de las obras pero el público era esencialmente el mismo y este era uno que no tenía acceso a los libros. A la escasez de los mismos se unía el analfabetismo. Así que los nuevos poemas estaban diseñados para ser cantados o recitados. Aunque los clérigos tuvieran en mente realizar poemas cultos o edificantes, con toda probabilidad no olvidaban que su público era el que era. De aquí el lenguaje sencillo, fresco, limpio, con un ritmo trepidante de ambos menesteres.

7 diferencias entre el mester de juglaría y el mester de clerecía

A pesar de estas concomitancias, las dos fórmulas literarias preponderantes en la Edad Media estaban prácticamente situadas en compartimientos estancos.  

1.- Literatura oral (mester de juglaría) frente a literatura escrita (mester de clerecía)

Porque los juglares no aspiraban a poner sus romances por escrito. Lo de ellos era una cuestión de supervivencia literal. De pueblo en pueblo, de vida nómada (y a veces licenciosa o escandalosa para la época), sus cantares formaban parte de un espectáculo más amplio en el que se incluían malabares, danzas o números con animales. Estaban a merced del público que demandaba una u otra historia la cual tenían que aprenderse de memoria y recitaban durante varios días. Poco se sabe de los creadores que hay detrás de los poemas del máster de juglaría aunque hay quien afirma que en más de un texto pudiera haber un clérigo incluso que actuaba en sociedad con algunos juglares. Y es así porque  el único poema épico (mester de juglaría) que ha conseguido vencer a las nieblas del tiempo ha sido el Cantar del Mío Cid.  

Por el contrario, sí nos ha llegado buena parte de las mejores obras del mester de clerecía, algunas incluso en varios códices manuscritos como los Milagros de Nuestra Señora de Berceo o el Libro de Buen Amor. Con las limitaciones que tienen todos los libros medievales,  conocemos el autor, sus intenciones y hasta las fuentes literarias en las que se basan buena parte de las obras del mester de clerecía.  

2.- Otra de las diferencias entre el mester de juglaría y el mester de clerecía es la intencionalidad 

Mientras los juglares solo aspiraban a entretener al público con sus demandas y poder ganarse así algunas monedas, los de clerecía tenían claro que estaban haciendo literatura, que eran creadores. Estos se afanaban no solo por dejar escritas sus obras sino también por pulirlas en temática, metros y estilo.

3.- Las más palpables diferencias entre el mester de juglaría y el mester de clerecía se refiere a los tropos utilizados

Tanto es así que incluso entre ellos eran consciente (y así lo hacían valer) de esta diferencia. Los cantares de gesta están compuestos siguiendo la métrica del romance. Esto es, son largas composiciones con versos sin métrica fija y rima en asonante. El verso está divido en dos formando un hemistiquio que rara vez es simétrico. Por su parte, el mester de clerecía utiliza la cuaderna vía, una estrofa de cuatro versos de 14 sílabas (alejandrinos) divididos por un hemistiquio de 7 sílabas. La rima es consonante monorrima en cada estrofa. 

4.- Otra de las sustanciales diferencias entre el mester de juglaría y el mester de clerecía son los temas 

Los juglares se centraron en los cantares de gesta, largos poemas que narraban las hazañas de héroes contemporáneos reales con toda su crudeza física e, incluso, psicológica. En el otro lado, en el de los clérigos, nos encontramos poemas de corte histórico, religiosos y filosóficos con un claro fin didáctico, moralizante o ejemplarizante. Estos, además, con conocimientos de la cultura clásica, no dudan en echar mano de las historias de la literatura griega o romana.  

5.- Apenas quedan obras del mester de juglaría frente al mayor número de juglaría 

Los títulos de las obras de la literatura medieval son escasos. Al tiempo y a la mala conservación de los códices manuscritos se ha unido que, en la época, se discriminaba qué obra debía legarse y cuál no. Como el proceso de creación de un manuscrito era lento y costoso, casi nunca se optó por conservar los romances que eran considerados entretenimiento para el pueblo inculto más que literatura que mereciera ser legada. Los títulos que han llegado hasta nosotros, por tanto, pertenecen casi exclusivamente al mester de clerecía. 

6.- Anonimato (mester de juglaría) frente a autores conocidos (mester de clerecía)

Un tanto de lo mismo sucede con los autores de la Edad Media. Si no conocemos las obras difícilmente podremos saber la mano que estuvo detrás de un texto concreto. Los pocos nombres que nos han llegado, por tanto, pertenecen al de clerecía y de estos algunos no tenemos ni eso. Por el contrario, quienes eran los juglares se nos antoja hoy por hoy tarea imposible.  

7.- Y la última de las diferencias entre el mester de juglaría y el máster de clerecía es la intencionalidad 

Si los primeros solo aspiraban a entretener, los últimos sabían lo que estaban haciendo: literatura. Tenían a su favor bastante más condicionantes para que esas obras perduraran que los cantares de gesta orales que se repetían de pueblo en pueblo. Además, por sus prejuicios ideológicos, consideraban que los textos del mester de clerecía eran merecedores de la posteridad, extremo que no había que cuidar con los poemas juglarescos.

Las diferencias entre el mester de juglaría y el mester de clerecía se evidencian, por tanto, en lo formal, en la temática e, incluso en la intención. Si bien no se conoce ningún creador de los cantares de gesta más allá de ese Pere Abat del Cantar del Mío Cid, sí conocemos los autores de la literatura medieval que pertenecen al mester de clerecía. Eso no quita para que los mismos que escribían obras educativas siguiendo la cuaderna vía ayudaran (o directamente compusieran) los romances que luego se llevaban los juglares de pueblo en pueblo. Apenas quedan testimonio al respecto más allá de esa petición por compartir los placeres de un buen vino tras el aplauso del público. Y es de un clérigo que se suponía encerrado entre los muros de un monasterio.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla 

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Si los libros medievales fueron escasos y custodiados en bibliotecas eclesiásticas probablemente no fue así la producción de los llamados cantares de gesta. Fueron estos poemas épicos el sustento y el alimento de los juglares callejeros que formaban el llamado mester de juglaría. De pueblo en pueblo, acompañados de instrumentos musicales básicos e insertos en un espectáculo más amplio, estos artistas llevaban la literatura allí donde el hambre, las guerras y las epidemias acosaban a la ciudadanía. El mester de clerecía se quedó recluido entre los muros de los monasterios, aunque no está claro que sus versos no se pusieran en boca de los juglares. Estos aspiraban a un entretenimiento sencillo, popular y con el único deseo de la subsistencia. Los otros eran consciente de lo que tenían entre manos: estaban creando literatura y, como tal, merecía legarse a las generaciones futuras. 

Concordancias entre el mester de juglaría y el mester de clerecía

A pesar de todas las diferencias y la ventaja con la que sale de partida los de clerecía (porque se han conservado buena parte de sus obras sencillamente) entre ellos había concordancias de importancia. 

1.- Tanto el mester de clerecía como el de juglaría se centran en la creación poética 

La misma que será determinante y preponderante hasta el siglo XIV a pesar de que nos han llegado colecciones de cuentos (El Conde Lucanor de Don Juan Manuel sin ir más lejos) o retazos de historia en posa. Sin embargo, la literatura medieval es eminentemente poética con estas dos escuelas predominantes, aunque dejan un hueco para la lírica provenzal de línea amorosa platónica o las jarchas mozárabes.  

2.- El latín queda relegado tanto en el mester de clerecía como el de juglaría  

Y la nueva lengua literaria será el castellano y también el resto de las romances que van surgiendo por la Península Ibérica y el resto de Europa. El latín solo se entendía entre la élite culta formada por clérigos, los mismos que sabían leer y escribir; los mismos que estaban encargados de la transmisión del conocimiento a través de la copia paciente de las obras clásicas. La nobleza o el pueblo llano solo conocían la lengua romance hablada. Incluso la escrita estaba vetada para la aristocracia que adolecía de una incultura tan atroz que reyes hubo que no sabían ni poner su nombre. La nueva literatura, por tanto, surgió al calor de una lengua viva en transformación constante. 

3.- Tanto los creadores del mester de juglaría como los de clerecía competían por el mismo público 

Otra cosa era la intencionalidad de las obras pero el público era esencialmente el mismo y este era uno que no tenía acceso a los libros. A la escasez de los mismos se unía el analfabetismo. Así que los nuevos poemas estaban diseñados para ser cantados o recitados. Aunque los clérigos tuvieran en mente realizar poemas cultos o edificantes, con toda probabilidad no olvidaban que su público era el que era. De aquí el lenguaje sencillo, fresco, limpio, con un ritmo trepidante de ambos menesteres.

7 diferencias entre el mester de juglaría y el mester de clerecía

A pesar de estas concomitancias, las dos fórmulas literarias preponderantes en la Edad Media estaban prácticamente situadas en compartimientos estancos.  

1.- Literatura oral (mester de juglaría) frente a literatura escrita (mester de clerecía)

Porque los juglares no aspiraban a poner sus romances por escrito. Lo de ellos era una cuestión de supervivencia literal. De pueblo en pueblo, de vida nómada (y a veces licenciosa o escandalosa para la época), sus cantares formaban parte de un espectáculo más amplio en el que se incluían malabares, danzas o números con animales. Estaban a merced del público que demandaba una u otra historia la cual tenían que aprenderse de memoria y recitaban durante varios días. Poco se sabe de los creadores que hay detrás de los poemas del máster de juglaría aunque hay quien afirma que en más de un texto pudiera haber un clérigo incluso que actuaba en sociedad con algunos juglares. Y es así porque  el único poema épico (mester de juglaría) que ha conseguido vencer a las nieblas del tiempo ha sido el Cantar del Mío Cid.  

Por el contrario, sí nos ha llegado buena parte de las mejores obras del mester de clerecía, algunas incluso en varios códices manuscritos como los Milagros de Nuestra Señora de Berceo o el Libro de Buen Amor. Con las limitaciones que tienen todos los libros medievales,  conocemos el autor, sus intenciones y hasta las fuentes literarias en las que se basan buena parte de las obras del mester de clerecía.  

2.- Otra de las diferencias entre el mester de juglaría y el mester de clerecía es la intencionalidad 

Mientras los juglares solo aspiraban a entretener al público con sus demandas y poder ganarse así algunas monedas, los de clerecía tenían claro que estaban haciendo literatura, que eran creadores. Estos se afanaban no solo por dejar escritas sus obras sino también por pulirlas en temática, metros y estilo.

3.- Las más palpables diferencias entre el mester de juglaría y el mester de clerecía se refiere a los tropos utilizados

Tanto es así que incluso entre ellos eran consciente (y así lo hacían valer) de esta diferencia. Los cantares de gesta están compuestos siguiendo la métrica del romance. Esto es, son largas composiciones con versos sin métrica fija y rima en asonante. El verso está divido en dos formando un hemistiquio que rara vez es simétrico. Por su parte, el mester de clerecía utiliza la cuaderna vía, una estrofa de cuatro versos de 14 sílabas (alejandrinos) divididos por un hemistiquio de 7 sílabas. La rima es consonante monorrima en cada estrofa. 

4.- Otra de las sustanciales diferencias entre el mester de juglaría y el mester de clerecía son los temas 

Los juglares se centraron en los cantares de gesta, largos poemas que narraban las hazañas de héroes contemporáneos reales con toda su crudeza física e, incluso, psicológica. En el otro lado, en el de los clérigos, nos encontramos poemas de corte histórico, religiosos y filosóficos con un claro fin didáctico, moralizante o ejemplarizante. Estos, además, con conocimientos de la cultura clásica, no dudan en echar mano de las historias de la literatura griega o romana.  

5.- Apenas quedan obras del mester de juglaría frente al mayor número de juglaría 

Los títulos de las obras de la literatura medieval son escasos. Al tiempo y a la mala conservación de los códices manuscritos se ha unido que, en la época, se discriminaba qué obra debía legarse y cuál no. Como el proceso de creación de un manuscrito era lento y costoso, casi nunca se optó por conservar los romances que eran considerados entretenimiento para el pueblo inculto más que literatura que mereciera ser legada. Los títulos que han llegado hasta nosotros, por tanto, pertenecen casi exclusivamente al mester de clerecía. 

6.- Anonimato (mester de juglaría) frente a autores conocidos (mester de clerecía)

Un tanto de lo mismo sucede con los autores de la Edad Media. Si no conocemos las obras difícilmente podremos saber la mano que estuvo detrás de un texto concreto. Los pocos nombres que nos han llegado, por tanto, pertenecen al de clerecía y de estos algunos no tenemos ni eso. Por el contrario, quienes eran los juglares se nos antoja hoy por hoy tarea imposible.  

7.- Y la última de las diferencias entre el mester de juglaría y el máster de clerecía es la intencionalidad 

Si los primeros solo aspiraban a entretener, los últimos sabían lo que estaban haciendo: literatura. Tenían a su favor bastante más condicionantes para que esas obras perduraran que los cantares de gesta orales que se repetían de pueblo en pueblo. Además, por sus prejuicios ideológicos, consideraban que los textos del mester de clerecía eran merecedores de la posteridad, extremo que no había que cuidar con los poemas juglarescos.

Las diferencias entre el mester de juglaría y el mester de clerecía se evidencian, por tanto, en lo formal, en la temática e, incluso en la intención. Si bien no se conoce ningún creador de los cantares de gesta más allá de ese Pere Abat del Cantar del Mío Cid, sí conocemos los autores de la literatura medieval que pertenecen al mester de clerecía. Eso no quita para que los mismos que escribían obras educativas siguiendo la cuaderna vía ayudaran (o directamente compusieran) los romances que luego se llevaban los juglares de pueblo en pueblo. Apenas quedan testimonio al respecto más allá de esa petición por compartir los placeres de un buen vino tras el aplauso del público. Y es de un clérigo que se suponía encerrado entre los muros de un monasterio.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla 

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Se acepta que aproximadamente alrededor del siglo VIII, el latín impuesto en toda la Península Ibérica por el Imperio Romano había evolucionado tanto hacia una nueva lengua que este no se entendía por el pueblo común. Esto es, alrededor de esa fecha, a excepción de estudiosos y eruditos, el latín era un idioma muerto. El vivo era el castellano, en el que se recitaban los famosos cantares de gesta de la poesía épica, el mismo en el que se comunicaban reyes y campesinos, clérigo y legos, comerciantes y aventureros. Si bien el latín seguía siendo la lengua culta, tanto el mester de clerecía como el mester de juglaría, componían en esta nueva lengua: el castellano. En palabras de Gonzalo de Berceo, el más insigne representante de esta corriente literaria se buscaba lo siguiente:  

Quiero fer una prosa en román paladino

en el qual suele el pueblo fablar a su vecino… 

  

Definición del mester de clerecía 

Bajo esta denominación amparamos todas esas obras literarias que se crean desde el siglo XIII hasta el Renacimiento literario por escritores eruditos, letrados y formados académicamente en filosofía, literatura, historia o teología. Frente al mester de juglaría de carácter popular, con métrica irregular y  de transmisión oral se contraponen los escritos estructurados (en temas, formas y metros) del mester de clerecía que toma su nombre de la condición de sus creadores: clérigos letrados  en literatura medieval y clásica. Eran los únicos que conocían lo que se escribía en los libros ya que, en esta época historia, la cultura estaba íntegramente guardada entre los muros de conventos y monasterios.  

Aunque habría que esperar algunos siglos más para que la instrucción se normalizase, en la Edad Media hasta algunos nobles adolecían de un terrible analfabetismo e incultura. ¡Y no digamos ya del nivel de instrucción del pueblo llano que solo aspiraba a sobrevivir entre hambrunas, epidemias y guerras cruentas! Los únicos que tenían una mínima educación en letras eran los clérigos. Eran ellos los que sabían leer y escribir, los que estudiaban la Biblia, los que se encargaban de fabricar los libros medievales manuscritos que recogían lo poco o mucho que había quedado de la filosofía o literatura griega y romana. Los demás estaban condenados a la inopia de no saber lo que se decía en aquellos papeles. Tanto es así que historiadores hay que opinan que algún que otro rey de esta época ni siquiera era capaz de poner su nombre por escrito. 

En este panorama social nace el mester de clerecía, una forma de literatura en lengua romance que entendieran todos los que habían olvidado el latín,  centrada en la temática religiosa (aunque no se olvidan los asuntos profanos de líneas moralizantes o edificantes),  realizada con una métrica muy marcada y, en contraposición al mester de juglaría, llega a escribirse. Esto es, ya estamos ante textos puestos negro sobre blanco y, por tanto, han llegado hasta nosotros y no se han perdido como la mayoría de los romances orales de los juglares medievales.  

Características del mester de clerecía  

La literatura medieval va más allá de esta dicotomía entre clerecía y juglaría porque nos encontramos cuentos (El Conde Lucanor por poner un ejemplo), teatro (como el Auto de los Reyes Magos), la lírica provenzal o las jarchas mozárabes. Dicho esto, las grandes obras pertenecen a este dicotomía (juglaría versus clerecía) con el Cantar del Mío Cid enarbolando el bando del juglaría y los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo encabezando la parte clerecía. Estudiamos sus características.

1.- El mester de clerecía coexistió con el de juglaría 

E, incluso, algún que otro estudioso ha llegado a afirmar que más de un autor escribió obras tanto en romances para el canto de los juglares como en el más organizado y estructurado de clerecía. Aún siendo los creadores los mismos (los únicos que sabían leer y escribir recordemos) la finalidad de estas obras era totalmente distinta de la poesía épica, creada para ser cantada como parte del repertorio artístico de los juglares. Las obras de clerecía se creaban bajo otro paraguas espiritual y tenían una utilidad distinta a la que no aspiraban los poemas que narraban las hazañas de los guerreros contemporáneos. 

2.- La lengua del mester de clerecía es el castallano 

A igual que el de juglaría, los clérigos echan mano de la lengua romance. El latín queda aparcado para los textos religiosos y científicos (aunque recogieran investigaciones elementales) y el castellano se va imponiendo como lengua literaria, arrancando a otros idiomas romances que surgen en la Península Ibérica conforme Castilla impone su modelo político al resto de los reinos.  Por tanto, todos los poetas eran conscientes de que esta era la única manera de que se les escuchara o leyera. El latín era ya una lengua muerta que necesitaba estudiarse, extremo este reservado a una minoría que, en estos momentos, se enclaustraban en los monasterios. 

3.- Una de las características del mester de clerecía principales es la utilización de la cuaderna vía 

Si en el mester de juglaría, se utiliza el romance compuesto por versos en asonante sin un medida concreta, el de clerecía recurre a un metro específico: la cuaderna vía. Todos los escritos están compuestos en versos alejandrinos (14 sílabas) divididos en dos hemistiquios de siete sílabas. Estos están agrupados en estrofas de cuatro versos con una sola rima consonante. Dejemos hablar al anónimo autor del Libro de Alexandre que nos deja los deberes hechos para que no nos equivoquemos:  

Mester trago hermoso, non es de ioglaría, 

mester es sen pecado, ca es de clerecía,

fablar curso rimado por la quaderna vía

a silabas contadas, ca es grant maestría.  

4.- El mester de clerecía utiliza un lengua culto, cuidado aunque sencillo para que pudiera entenderse 

El mester de clerecía aspiraba a crear literatura de altura. Esto es, había una intención educativa, didáctica o filosófica. Por eso, la lengua romance es la que sale elegida para que, así, llegue a un público más amplio que no tenía por qué tener instrucción en lenguas clásicas. También por ello, a pesar de elegir cuidadosamente vocablos, rimas e ideas, asistimos a un lenguaje sencillo, discreto, familiar e, incluso con un punto animado. 

5.- Una de las características del mester de clerecía más significativas es el tema

Ya no se cantan las gestas de los héroes ni las hazañas de los guerreros del mester de juglaría. Ahora asistimos a una temática religiosa, didáctica o filosófica. Todos estos versos están vehiculados de una intención moralizante que se aleja del entretenimiento de los cantares de gesta. El mester de clerecía se jactaba de haber estudiado, de investigar antes los temas y de conocer lo que estaba escrito en los pocos libros a los que tenían acceso. Los temas y argumentos, por tanto, son historias clásicas, religiosos, moralizantes o con una clara intención didáctica que se aleja del entretenimiento.  

6.- El mester de clerecía evoluciona a partir del siglo XIV 

Y lo hace con el Arcipreste de Hita desdibujando las fronteras de los dos mesteres principales e, incluso, de la lírica cortesana. El Libro de Buen Amor ya representa una mezcla de lo profano y lo sagrado que a veces raya en lo pornográfico u obsceno y otras alcanza, incluso, a la literatura mística. Todo ello no es chocante o contradictorio sino que se unifica y aúna de una forma armónica aportando, por otro lado, uno de los puntos más interesantes de esta obra. Conforme la Edad Media va caminando hacia el Renacimiento el saber deja de estar enclaustrado en los monasterios y la literatura se va haciendo eco de las nuevas formas de vida. Y es en este punto donde tenemos que insertar la obra de Juan Ruíz, Arcipreste de Hita. 

Autores del mester de clerecía

1.- Gonzalo de Bercelo, el más importante de los autores del mester de clerecía

Es el primer poeta en español del que se conoce su nombre y del que se sabe a ciencia cierta que existió. Nacido a finales del siglo XII en la comarca de Calahorra, estudió en San Millán de la Cogolla en cuya biblioteca se encontraron las glosas que, durante mucho tiempo, fueron consideradas como origen del español. Debió morir alrededor de 1270 con una edad bastante difícil de alcanzar en la época.  

Gonzalo fue so nomme qui hizo est tractado,

en Sant Millán de suso fue de ninnez criado,

natural de Berçeo, ond Sant Millán fue nado…

Todas las obras de Gonzalo de Berceo pertenecen al mester de clerecía y son de temática religiosa. Aparte de su obra cumbre (Los milagros de Nuestra Señora) se le conocen tres vidas de santos (Santa Oria, San Millán de la Cogolla y Santo Domingo de Silos), tres poemas dedicados a la Virgen María y tres poemas religiosos.  

2.- Juan Ruíz Arcipreste de Hita, el último de los grandes autores del mester de clerecía 

Se supone que nació en Alcalá de Henares hacia finales del siglo XIII y poco más se sabe de su vida. Cualquier apunte que se haga es una suposición: que estudió en Toledo, por entonces cuna de las tres culturas y de todos los saberes, que sufrió prisión (algo normal si eras políticamente incorrecto), que fue Arcipreste de Hita, que escribió otras obras y que, probablemente, por el conocimiento del que hace gala, pudo tener una vida licenciosa. Ha pasado a la posteridad por El Libro de Buen Amor

3.- El canciller Pedro López de Ayala y el Rimado de Palacio 

Nació en Vitoria en 1332 y dejó este mundo en Calahora en 1407. La razón de que conozcamos tantos datos estriba en el origen noble de nuestro autor. Además, estuvo toda su vida de corte en corte sirviendo a uno u otro señor en una época de especial virulencia bélica. Ejerció como alcalde de Vitoria y de Toledo. Peleó en innumerables batallas y fue apresado. Hizo de embajador y firmó tratados de paz. Conocía y traducía a los romanos Salustio y Tito Livio. 

Su obra cumbre, el Rimado de Palacio, lo compone 8200 versos en cuaderna vía y en otras estrofas. En él trata los vicios y sus correspondientes virtudes a la par que describe la descarnada e hipócrita sociedad de su época donde la deslealtad y la puñalada por la espalda estaban a la orden del día. Nada se le escapa a su pluma, desde la corrupción hasta la brutalidad pasando por el olvido del primer mandamiento de Cristo por parte de la Iglesia. También escribió “crónicas” o relatos históricos de los cuatro reyes a los que sirvió: Pedro I “el cruel”, Enrique II, Juan I y Enrique III.  

4.- Los autores anónimos que nos han dejado obras memorables y las particularidades de la literatura medieval 

A pesar de estos grandes nombres del mester de clerecía (falta Don Juan Manuel que escribió en prosa y merece estudio aparte), la mayoría de los grandes poemas de este particular género literario son anónimos. No conocemos de que manos salieron porque los embates del tiempo han hecho mella en la transmisión de esta literatura y también porque, en la época, firmar las obras de creación se consideraba un acto de soberbia incluso. El fruto del trabajo (y más en uno artístico) se consideraba que pertenecía a Dios. Por eso, algunos poetas ni siquiera decían quiénes eran y cómo habían llegado al don de la palabra. Si a eso se une, que los grandes títulos que ponemos a continuación han llegado en códices manuscritos incompletos tenemos la situación perfecta para el desconocimiento de quienes fueron sus artífices.  

10 Obras del mester de clerecía más importantes

Todas las creaciones de los autores de la literatura medieval han llegado en códices manuscritos, algunos copiados en épocas posteriores a su redacción y, por tanto, muy lejos de las ediciones corregidas y editadas de la literatura contemporánea. 

1.- Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo, una de las obras del mester de clerecía principales. Narra en 25 capítulos o historias dádivas que la Virgen María realizó a aquellos que, en un apuro, clamaban por su intercesión divina. Aunque populares en toda Europa, los de Berceo son poco originales en temática. Eso sí, les superan en estilo literario.  

2.- El Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita. Es una obra totalmente original que rebasa los límites de la moralidad. En ella, a veces con un lenguaje jocoso e, incluso, obsceno, se narran distintas aventuras. Más bien parece que la intención de Juan Ruiz fue crear un libro para regocijo de sus lectores más que para su edificación espiritual. Asistimos en ella más bien a la descripción del bien vivir y del disfrute carnal del aquí y el ahora más que a la exposición de los temas religiosos o moralistas propios del mester de clerecía. Pertenece al canon de la literatura española por derecho propio. Y es uno de los libros medievales de referencia.  

3.- Rimado de Palacio del Canciller Pedro López de Ayala. Un largo compendio en cuaderna vía en el que su autor, con ironía y buenas dosis de espíritu crítico, nos reseña todos los vicios de su tiempo a la par que nos da la solución a estos males del alma con las correspondientes virtudes.  

4.- El Libro de Apolonio ha llegado en un códice (custodiado en El Escorial) en el que se recopilaba otras obras literarias. Tiene 1624 versos en cuaderna vía y narra las aventuras de Apolonio, rey de Tiro de vuelta la hogar. Su autor no crea una trama original y las andanzas de este personaje está presente en la literatura griega.  

5.- El Libro de Alexandre. El más extenso del mester de clerecía con 10.000 versos de autor desconocido que narra la vida de Alejandro Magno. La crítica como el primero de su género.  

6.- El Poema de Fernán González se conserva incompleto y narra las andanzas de este héroe castellano. Hay estudiosos que son de la opinión de que esta obra es una interpretación en los metros cultos del mester de clerecía de numerosos romances cantados por los juglares.  

7.- El planto por la caída de Jerusalén conservado incompleto y escrito a finales del siglo XIV.

8.- Las vidas de santos, otra de las grandes obras del mester de clerecía escrita por Gonzalo de Berceo.

9.- El Poema de Yúçuf escrito en literatura aljamiada. Esto es, se lee en castellano pero está escrita en el alfabeto árabe y no en el latino.  

10.- Los Proverbios del rabino de Carrión.

Aunque en prosa también, puede considerarse el Conde Lucanor de Don Juan Manuel un título del mester de clerecía. Esta obra cumbre de la literatura medieval, por su formulación, es difícil de encajar y clasificar. Merece estudio aparte tanto por la especificidad de su autor como del libro mismo ya que, aunque moralizante, está escrita en prosa y, por tanto, se aparta de los cánones de la cuaderna vía.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

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Se acepta que aproximadamente alrededor del siglo VIII, el latín impuesto en toda la Península Ibérica por el Imperio Romano había evolucionado tanto hacia una nueva lengua que este no se entendía por el pueblo común. Esto es, alrededor de esa fecha, a excepción de estudiosos y eruditos, el latín era un idioma muerto. El vivo era el castellano, en el que se recitaban los famosos cantares de gesta de la poesía épica, el mismo en el que se comunicaban reyes y campesinos, clérigo y legos, comerciantes y aventureros. Si bien el latín seguía siendo la lengua culta, tanto el mester de clerecía como el mester de juglaría, componían en esta nueva lengua: el castellano. En palabras de Gonzalo de Berceo, el más insigne representante de esta corriente literaria se buscaba lo siguiente:  

Quiero fer una prosa en román paladino

en el qual suele el pueblo fablar a su vecino… 

  

Definición del mester de clerecía 

Bajo esta denominación amparamos todas esas obras literarias que se crean desde el siglo XIII hasta el Renacimiento literario por escritores eruditos, letrados y formados académicamente en filosofía, literatura, historia o teología. Frente al mester de juglaría de carácter popular, con métrica irregular y  de transmisión oral se contraponen los escritos estructurados (en temas, formas y metros) del mester de clerecía que toma su nombre de la condición de sus creadores: clérigos letrados  en literatura medieval y clásica. Eran los únicos que conocían lo que se escribía en los libros ya que, en esta época historia, la cultura estaba íntegramente guardada entre los muros de conventos y monasterios.  

Aunque habría que esperar algunos siglos más para que la instrucción se normalizase, en la Edad Media hasta algunos nobles adolecían de un terrible analfabetismo e incultura. ¡Y no digamos ya del nivel de instrucción del pueblo llano que solo aspiraba a sobrevivir entre hambrunas, epidemias y guerras cruentas! Los únicos que tenían una mínima educación en letras eran los clérigos. Eran ellos los que sabían leer y escribir, los que estudiaban la Biblia, los que se encargaban de fabricar los libros medievales manuscritos que recogían lo poco o mucho que había quedado de la filosofía o literatura griega y romana. Los demás estaban condenados a la inopia de no saber lo que se decía en aquellos papeles. Tanto es así que historiadores hay que opinan que algún que otro rey de esta época ni siquiera era capaz de poner su nombre por escrito. 

En este panorama social nace el mester de clerecía, una forma de literatura en lengua romance que entendieran todos los que habían olvidado el latín,  centrada en la temática religiosa (aunque no se olvidan los asuntos profanos de líneas moralizantes o edificantes),  realizada con una métrica muy marcada y, en contraposición al mester de juglaría, llega a escribirse. Esto es, ya estamos ante textos puestos negro sobre blanco y, por tanto, han llegado hasta nosotros y no se han perdido como la mayoría de los romances orales de los juglares medievales.  

Características del mester de clerecía  

La literatura medieval va más allá de esta dicotomía entre clerecía y juglaría porque nos encontramos cuentos (El Conde Lucanor por poner un ejemplo), teatro (como el Auto de los Reyes Magos), la lírica provenzal o las jarchas mozárabes. Dicho esto, las grandes obras pertenecen a este dicotomía (juglaría versus clerecía) con el Cantar del Mío Cid enarbolando el bando del juglaría y los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo encabezando la parte clerecía. Estudiamos sus características.

1.- El mester de clerecía coexistió con el de juglaría 

E, incluso, algún que otro estudioso ha llegado a afirmar que más de un autor escribió obras tanto en romances para el canto de los juglares como en el más organizado y estructurado de clerecía. Aún siendo los creadores los mismos (los únicos que sabían leer y escribir recordemos) la finalidad de estas obras era totalmente distinta de la poesía épica, creada para ser cantada como parte del repertorio artístico de los juglares. Las obras de clerecía se creaban bajo otro paraguas espiritual y tenían una utilidad distinta a la que no aspiraban los poemas que narraban las hazañas de los guerreros contemporáneos. 

2.- La lengua del mester de clerecía es el castallano 

A igual que el de juglaría, los clérigos echan mano de la lengua romance. El latín queda aparcado para los textos religiosos y científicos (aunque recogieran investigaciones elementales) y el castellano se va imponiendo como lengua literaria, arrancando a otros idiomas romances que surgen en la Península Ibérica conforme Castilla impone su modelo político al resto de los reinos.  Por tanto, todos los poetas eran conscientes de que esta era la única manera de que se les escuchara o leyera. El latín era ya una lengua muerta que necesitaba estudiarse, extremo este reservado a una minoría que, en estos momentos, se enclaustraban en los monasterios. 

3.- Una de las características del mester de clerecía principales es la utilización de la cuaderna vía 

Si en el mester de juglaría, se utiliza el romance compuesto por versos en asonante sin un medida concreta, el de clerecía recurre a un metro específico: la cuaderna vía. Todos los escritos están compuestos en versos alejandrinos (14 sílabas) divididos en dos hemistiquios de siete sílabas. Estos están agrupados en estrofas de cuatro versos con una sola rima consonante. Dejemos hablar al anónimo autor del Libro de Alexandre que nos deja los deberes hechos para que no nos equivoquemos:  

Mester trago hermoso, non es de ioglaría, 

mester es sen pecado, ca es de clerecía,

fablar curso rimado por la quaderna vía

a silabas contadas, ca es grant maestría.  

4.- El mester de clerecía utiliza un lengua culto, cuidado aunque sencillo para que pudiera entenderse 

El mester de clerecía aspiraba a crear literatura de altura. Esto es, había una intención educativa, didáctica o filosófica. Por eso, la lengua romance es la que sale elegida para que, así, llegue a un público más amplio que no tenía por qué tener instrucción en lenguas clásicas. También por ello, a pesar de elegir cuidadosamente vocablos, rimas e ideas, asistimos a un lenguaje sencillo, discreto, familiar e, incluso con un punto animado. 

5.- Una de las características del mester de clerecía más significativas es el tema

Ya no se cantan las gestas de los héroes ni las hazañas de los guerreros del mester de juglaría. Ahora asistimos a una temática religiosa, didáctica o filosófica. Todos estos versos están vehiculados de una intención moralizante que se aleja del entretenimiento de los cantares de gesta. El mester de clerecía se jactaba de haber estudiado, de investigar antes los temas y de conocer lo que estaba escrito en los pocos libros a los que tenían acceso. Los temas y argumentos, por tanto, son historias clásicas, religiosos, moralizantes o con una clara intención didáctica que se aleja del entretenimiento.  

6.- El mester de clerecía evoluciona a partir del siglo XIV 

Y lo hace con el Arcipreste de Hita desdibujando las fronteras de los dos mesteres principales e, incluso, de la lírica cortesana. El Libro de Buen Amor ya representa una mezcla de lo profano y lo sagrado que a veces raya en lo pornográfico u obsceno y otras alcanza, incluso, a la literatura mística. Todo ello no es chocante o contradictorio sino que se unifica y aúna de una forma armónica aportando, por otro lado, uno de los puntos más interesantes de esta obra. Conforme la Edad Media va caminando hacia el Renacimiento el saber deja de estar enclaustrado en los monasterios y la literatura se va haciendo eco de las nuevas formas de vida. Y es en este punto donde tenemos que insertar la obra de Juan Ruíz, Arcipreste de Hita. 

Autores del mester de clerecía

1.- Gonzalo de Bercelo, el más importante de los autores del mester de clerecía

Es el primer poeta en español del que se conoce su nombre y del que se sabe a ciencia cierta que existió. Nacido a finales del siglo XII en la comarca de Calahorra, estudió en San Millán de la Cogolla en cuya biblioteca se encontraron las glosas que, durante mucho tiempo, fueron consideradas como origen del español. Debió morir alrededor de 1270 con una edad bastante difícil de alcanzar en la época.  

Gonzalo fue so nomme qui hizo est tractado,

en Sant Millán de suso fue de ninnez criado,

natural de Berçeo, ond Sant Millán fue nado…

Todas las obras de Gonzalo de Berceo pertenecen al mester de clerecía y son de temática religiosa. Aparte de su obra cumbre (Los milagros de Nuestra Señora) se le conocen tres vidas de santos (Santa Oria, San Millán de la Cogolla y Santo Domingo de Silos), tres poemas dedicados a la Virgen María y tres poemas religiosos.  

2.- Juan Ruíz Arcipreste de Hita, el último de los grandes autores del mester de clerecía 

Se supone que nació en Alcalá de Henares hacia finales del siglo XIII y poco más se sabe de su vida. Cualquier apunte que se haga es una suposición: que estudió en Toledo, por entonces cuna de las tres culturas y de todos los saberes, que sufrió prisión (algo normal si eras políticamente incorrecto), que fue Arcipreste de Hita, que escribió otras obras y que, probablemente, por el conocimiento del que hace gala, pudo tener una vida licenciosa. Ha pasado a la posteridad por El Libro de Buen Amor

3.- El canciller Pedro López de Ayala y el Rimado de Palacio 

Nació en Vitoria en 1332 y dejó este mundo en Calahora en 1407. La razón de que conozcamos tantos datos estriba en el origen noble de nuestro autor. Además, estuvo toda su vida de corte en corte sirviendo a uno u otro señor en una época de especial virulencia bélica. Ejerció como alcalde de Vitoria y de Toledo. Peleó en innumerables batallas y fue apresado. Hizo de embajador y firmó tratados de paz. Conocía y traducía a los romanos Salustio y Tito Livio. 

Su obra cumbre, el Rimado de Palacio, lo compone 8200 versos en cuaderna vía y en otras estrofas. En él trata los vicios y sus correspondientes virtudes a la par que describe la descarnada e hipócrita sociedad de su época donde la deslealtad y la puñalada por la espalda estaban a la orden del día. Nada se le escapa a su pluma, desde la corrupción hasta la brutalidad pasando por el olvido del primer mandamiento de Cristo por parte de la Iglesia. También escribió “crónicas” o relatos históricos de los cuatro reyes a los que sirvió: Pedro I “el cruel”, Enrique II, Juan I y Enrique III.  

4.- Los autores anónimos que nos han dejado obras memorables y las particularidades de la literatura medieval 

A pesar de estos grandes nombres del mester de clerecía (falta Don Juan Manuel que escribió en prosa y merece estudio aparte), la mayoría de los grandes poemas de este particular género literario son anónimos. No conocemos de que manos salieron porque los embates del tiempo han hecho mella en la transmisión de esta literatura y también porque, en la época, firmar las obras de creación se consideraba un acto de soberbia incluso. El fruto del trabajo (y más en uno artístico) se consideraba que pertenecía a Dios. Por eso, algunos poetas ni siquiera decían quiénes eran y cómo habían llegado al don de la palabra. Si a eso se une, que los grandes títulos que ponemos a continuación han llegado en códices manuscritos incompletos tenemos la situación perfecta para el desconocimiento de quienes fueron sus artífices.  

10 Obras del mester de clerecía más importantes

Todas las creaciones de los autores de la literatura medieval han llegado en códices manuscritos, algunos copiados en épocas posteriores a su redacción y, por tanto, muy lejos de las ediciones corregidas y editadas de la literatura contemporánea. 

1.- Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo, una de las obras del mester de clerecía principales. Narra en 25 capítulos o historias dádivas que la Virgen María realizó a aquellos que, en un apuro, clamaban por su intercesión divina. Aunque populares en toda Europa, los de Berceo son poco originales en temática. Eso sí, les superan en estilo literario.  

2.- El Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita. Es una obra totalmente original que rebasa los límites de la moralidad. En ella, a veces con un lenguaje jocoso e, incluso, obsceno, se narran distintas aventuras. Más bien parece que la intención de Juan Ruiz fue crear un libro para regocijo de sus lectores más que para su edificación espiritual. Asistimos en ella más bien a la descripción del bien vivir y del disfrute carnal del aquí y el ahora más que a la exposición de los temas religiosos o moralistas propios del mester de clerecía. Pertenece al canon de la literatura española por derecho propio. Y es uno de los libros medievales de referencia.  

3.- Rimado de Palacio del Canciller Pedro López de Ayala. Un largo compendio en cuaderna vía en el que su autor, con ironía y buenas dosis de espíritu crítico, nos reseña todos los vicios de su tiempo a la par que nos da la solución a estos males del alma con las correspondientes virtudes.  

4.- El Libro de Apolonio ha llegado en un códice (custodiado en El Escorial) en el que se recopilaba otras obras literarias. Tiene 1624 versos en cuaderna vía y narra las aventuras de Apolonio, rey de Tiro de vuelta la hogar. Su autor no crea una trama original y las andanzas de este personaje está presente en la literatura griega.  

5.- El Libro de Alexandre. El más extenso del mester de clerecía con 10.000 versos de autor desconocido que narra la vida de Alejandro Magno. La crítica como el primero de su género.  

6.- El Poema de Fernán González se conserva incompleto y narra las andanzas de este héroe castellano. Hay estudiosos que son de la opinión de que esta obra es una interpretación en los metros cultos del mester de clerecía de numerosos romances cantados por los juglares.  

7.- El planto por la caída de Jerusalén conservado incompleto y escrito a finales del siglo XIV.

8.- Las vidas de santos, otra de las grandes obras del mester de clerecía escrita por Gonzalo de Berceo.

9.- El Poema de Yúçuf escrito en literatura aljamiada. Esto es, se lee en castellano pero está escrita en el alfabeto árabe y no en el latino.  

10.- Los Proverbios del rabino de Carrión.

Aunque en prosa también, puede considerarse el Conde Lucanor de Don Juan Manuel un título del mester de clerecía. Esta obra cumbre de la literatura medieval, por su formulación, es difícil de encajar y clasificar. Merece estudio aparte tanto por la especificidad de su autor como del libro mismo ya que, aunque moralizante, está escrita en prosa y, por tanto, se aparta de los cánones de la cuaderna vía.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

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Podemos poner el año 1440 como la fecha de la primera revolución del libro, cuando Gutenberg comenzó a imprimir su Biblia con tipos móviles. Hasta esa fecha, el cien por cien del conocimiento circulaba a través de manuscritos. Por tanto, no es hasta mediados del siglo XV cuando las nuevas ideas religiosas (lee protestantismo), la visión de un nuevo mundo a ojos europeos (lee el descubrimiento de América), el cambio de cosmovisión (lee el auge tanto de ciudades y burguesía como de universidades) da un vuelco en la transmisión del conocimiento. Para hacernos una idea de la importancia del hito habría que esperar a finales del siglo XX, con la revolución digital, para asistir a otro de tal calibre en la historia de la humanidad. Los libros medievales, por tanto, son anteriores a esa fecha y su producción se atiene a los parámetros de manuscritos y, además, en un periodo de escasez material llevada al extremo. Eso no quita para que algunos de ellos sean verdaderas joyas artísticas. Pero vayamos por partes.  

Los libros medievales son escasos 

¡Y tanto! Ya que tenían que producirse en una época de extrema escasez en la que se había dado un paso atrás de gigante en las comunicaciones. Tanto fue así que la Biblioteca de Alejandría, uno de los faros del saber de la edad antigua, parecía un paraíso a ojos de lo bibliófolos medievales. Y así ciertamente lo era. ¿Por qué? Si bien desde el inicio de los tiempos hasta mediados de siglo XV los libros, al cien por cien, eran manuscritos no todas las épocas y culturas tuvieron tan pocos recursos para crear y compartir conocimiento. En el Imperio Romano, gracias a su desarrollo en las comunicaciones (marítimas y terrestres) propició tanto la creación como el comercio libresco y, con él las ciencias y las artes. Prueba de ello es la citada Biblioteca de Alejandría cuya quema fue llorada por los sabios de la época.  

Pero conforme nos vamos adentrando en la Edad Media los caminos se van haciendo más peligrosos y las comunicaciones entre reinos se va estrechando. Tanto es así que alrededor del siglo X, casi nadie salía más allá de 10 kilómetros a la redonda. Si a eso unimos un sistema higiénico tan deficitario que había eliminado incluso las cloacas romanas, hambrunas aterradoras, enfermedades de todo tipo y guerras fraticidas un día y sí y otro también, el resultado es una sociedad desolada económicamente cuya esperanza de vida no iba más allá de los treinta años incluso para la élite social. Para colmo, la mayoría de la población no tenía acceso a una mínima instrucción y la cultura (a veces elemental) se concentraba en los monasterios. El resto añadía el analfabetismo a la larga lista de penurias existenciales.  

El papel de los monasterios en la producción de libros medievales 

Porque si en otras épocas históricas los ejemplares escritos se ejecutaban en talleres, incluso, independientes, no fue así en estos siglos. El conocimiento (tanto de medicina, astronomía. O ciencia como de filosofía o literatura) quedó recluido entre los muros de los monasterios. Eran los monjes los que sabían leer y escribir, los que estudiaban latín y griego (lenguas ya muertas en Europa alrededor del siglo VIII) y los que se encargaban de custodiar y comunicar ese conocimiento. 

Entre esas paredes,  a veces con recursos al límites, estos monjes se encargaban de seleccionar las obras que tendrían el honor de perdurar para la posteridad. Así fue como se salvó la literatura griega o romana que ha llegado hasta nosotros. Así fue como nos han llegado los versos de Ovidio o de Homero. Parte fundamental de los monasterios era el llamado scriptoria, una especie de biblioteca-despacho-taller donde los hermanos con más pericia se encargaban de copiar lentamente y a la luz de las velas estos textos del griego y del latín. Las congregaciones más pudientes podían producir obras en serie mediante el método de un monje lector y varios que, al dictado, copiaban parsimoniosamente ese conocimiento artístico o científico.  

Quienes no tenían tanta suerte siempre les quedaba el recurso de pedir prestado a un monasterio hermano para que línea a línea, hoja  a hoja ese conocimiento se duplicara o triplicara (muy rara vez) en otro libro. Las negociaciones para este préstamo, y con eso nos hacemos una idea del valor de estos libros, podían durar hasta varios años con carta va y carta vuelve. Con este método, las bibliotecas de estos monasterios podían llegar a alcanzar cincuenta ejemplares y la de uno rico, con suerte y gracias a las donaciones de algún noble, podría hacer gala de 200 o 300  títulos. Esto es, estamos hablando de un número que, al día de hoy, es lo que conforma una biblioteca básica. 

Libros medievales que son meras copias de la literatura clásica 

Si nos hacemos una idea del método, podremos entender que no todo era susceptible de ser inmortalizado en negro sobre blanco. Había que seleccionar inexorablemente a veces con mejor criterio y, en ocasiones, llevados por el fanatismo. ¿Qué supone esto? Que parte del conocimiento artístico e, incluso científico, de la época se ha perdido. Como los libros eran bienes carísimos y difíciles de producir se seleccionaban obras de temática seria (herbología, medicina..), religiosa (la Biblia), los grandes autores de la filosofía clásica y también lo mejor de la literatura y la historiografía de la cultura grecorromana. Cualquier otra temática que se saliera de estas líneas era postergada y, por tanto, con más probabilidades de que se perdiera en las brumas del tiempo. Esto es lo que ha pasado con la mayoría de la literatura medieval en lengua romance y, especialmente, aquella que tenía la etiqueta de popular, como los cantares de gesta. Si una obra se ponía por escrito, era porque había un consenso general en su calidad artística, histórica o científica o de salvación de las almas. Ella y no otra merecía ser legada a las generaciones futuras. 

La literatura y los libros medievales

Los libros medievales que han llegado hasta nosotros, por tanto sufrieron no una censura previa como se ha acusado a veces sino algo peor: un cribado. Este sí merece ser copiado, guardado y, por tanto, legado a las generaciones futuras y este no. Por eso, la gran mayoría de ellos son copias de otras obras anteriores que tenían el marchamo de autoridad. No se ponía por escrito ni la literatura contemporánea ni las pocas ideas que circulaban en una sociedad fuertemente dividida en estamentos y empobrecida hasta límites nunca visto en la historia de la humanidad.  

El Renacimiento literario surgió a la par que la imprenta cuando grandes editores, como Aldo Manuzio, se empeñaron en editar tanto obras de la tradición clásica en textos contrastados filológicamente u otras de nuevo cuño como pudiera ser ese enigmático título que es la Hypnerotomachia Poliphili. Hasta ese momento, todo era manual, lento, costoso y con una selección rigurosa. Y en este sistema la literatura medieval en todos sus aspectos salió perdiendo al relegarse a la memoria (de los artistas del mester de juglaría por recordar solo parte de ellos) y a la comunicación oral.  

Los libros medievales iluminados 

Ahora bien, a la par que todo era escaso y empobrecido surge, como contrapunto en la producción de libros medievales, bellos ejemplares iluminados. Por supuesto, para que un título o una obra fuera seleccionada para que fuera enriquecida artísticamente tenía que darse muchos condicionantes. Uno de ellos es que el monasterio fuera rico o bendecido con la donación generosa de algún aristócrata al que le fuera bien sus asuntos guerreros, que la mayoría también vivían a límite. La segunda, es que se pudieran hacer acopio de los materiales preciosos que se necesitaba para un libro de esta envergadura. Y la tercera, disponer de buenos copistas y artistas plásticos (iluminadores) con pericia suficiente para hacer tal gasto.  

Estas tres circunstancias eran difíciles de acordar en un mismo emplazamiento. Si se lograba conseguir financiación para tal obra, había que hacerse con los materiales: vitela (extraída de las pieles de los corderos jóvenes), tinta de calidad, oro y plata en láminas para parte de las ilustraciones, lapislázuli (para el color azul), chinchilla  (para el rojo), piedras semipreciosas para la encuadernación… que con todos estos materiales se hacían estos maravillosos libros medievales, joyas únicas del arte de esta época.  

Una vez abastecido con estos bienes quedaba un largo trabajo de copiado y de iluminación por delante en el que se afanaban monjes y monjas cuyos nombres no han trascendido. Y aquí recordamos que los autores de la literatura medieval no firmaban sus obras o creaciones (como estas creaciones artísticas) por seguir un voto de humildad y dejar amordazado el ego. Era un trabajo que se hacía para entregar a Dios. 

¿Qué obras se seleccionaban para que formaran parte de los libros medievales manuscritos?  

Ni que decir tiene que las que eran iluminadas rara vez salían de la temática religiosa. Es más, solo se iluminaban (y, a veces, muy someramente), los Evangelios u otros títulos que por las razones que fueran se consideraron fundamentales. Una de estas obras fueron los llamados Beatos, comentarios al Apocalipsis de San Juan creados por Beato de Liébana a raíz de la crisis de milenarismo (fin del mundo) alrededor del siglo X.  

En muy raras ocasiones nos vamos a encontrar un título iluminado que no fuera religioso. Ya era toda una odisea copiar o “editar” un libro medieval de cualquier otra temática simplemente con una bella caligrafía como para adornar con materiales tan suntuoso. Eso sí, todos los que nos han llegado son de una belleza inusitada como los mencionados Beatos o los Libros de Horas, pequeños ejemplares que ayudaban al rezo y que eran encargados por aristócratas exitosos o por reyes para regocijo particular. Curiosamente, los más hermosos Libros de Horas ya no pertenecen a la tradición de libros medievales. Se realizaron cuando la imprenta estaba sacando títulos a puñados en un intento quizás por preservar lo mejor de un pasado que cerraba sus puertas para siempre.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Podemos poner el año 1440 como la fecha de la primera revolución del libro, cuando Gutenberg comenzó a imprimir su Biblia con tipos móviles. Hasta esa fecha, el cien por cien del conocimiento circulaba a través de manuscritos. Por tanto, no es hasta mediados del siglo XV cuando las nuevas ideas religiosas (lee protestantismo), la visión de un nuevo mundo a ojos europeos (lee el descubrimiento de América), el cambio de cosmovisión (lee el auge tanto de ciudades y burguesía como de universidades) da un vuelco en la transmisión del conocimiento. Para hacernos una idea de la importancia del hito habría que esperar a finales del siglo XX, con la revolución digital, para asistir a otro de tal calibre en la historia de la humanidad. Los libros medievales, por tanto, son anteriores a esa fecha y su producción se atiene a los parámetros de manuscritos y, además, en un periodo de escasez material llevada al extremo. Eso no quita para que algunos de ellos sean verdaderas joyas artísticas. Pero vayamos por partes.  

Los libros medievales son escasos 

¡Y tanto! Ya que tenían que producirse en una época de extrema escasez en la que se había dado un paso atrás de gigante en las comunicaciones. Tanto fue así que la Biblioteca de Alejandría, uno de los faros del saber de la edad antigua, parecía un paraíso a ojos de lo bibliófolos medievales. Y así ciertamente lo era. ¿Por qué? Si bien desde el inicio de los tiempos hasta mediados de siglo XV los libros, al cien por cien, eran manuscritos no todas las épocas y culturas tuvieron tan pocos recursos para crear y compartir conocimiento. En el Imperio Romano, gracias a su desarrollo en las comunicaciones (marítimas y terrestres) propició tanto la creación como el comercio libresco y, con él las ciencias y las artes. Prueba de ello es la citada Biblioteca de Alejandría cuya quema fue llorada por los sabios de la época.  

Pero conforme nos vamos adentrando en la Edad Media los caminos se van haciendo más peligrosos y las comunicaciones entre reinos se va estrechando. Tanto es así que alrededor del siglo X, casi nadie salía más allá de 10 kilómetros a la redonda. Si a eso unimos un sistema higiénico tan deficitario que había eliminado incluso las cloacas romanas, hambrunas aterradoras, enfermedades de todo tipo y guerras fraticidas un día y sí y otro también, el resultado es una sociedad desolada económicamente cuya esperanza de vida no iba más allá de los treinta años incluso para la élite social. Para colmo, la mayoría de la población no tenía acceso a una mínima instrucción y la cultura (a veces elemental) se concentraba en los monasterios. El resto añadía el analfabetismo a la larga lista de penurias existenciales.  

El papel de los monasterios en la producción de libros medievales 

Porque si en otras épocas históricas los ejemplares escritos se ejecutaban en talleres, incluso, independientes, no fue así en estos siglos. El conocimiento (tanto de medicina, astronomía. O ciencia como de filosofía o literatura) quedó recluido entre los muros de los monasterios. Eran los monjes los que sabían leer y escribir, los que estudiaban latín y griego (lenguas ya muertas en Europa alrededor del siglo VIII) y los que se encargaban de custodiar y comunicar ese conocimiento. 

Entre esas paredes,  a veces con recursos al límites, estos monjes se encargaban de seleccionar las obras que tendrían el honor de perdurar para la posteridad. Así fue como se salvó la literatura griega o romana que ha llegado hasta nosotros. Así fue como nos han llegado los versos de Ovidio o de Homero. Parte fundamental de los monasterios era el llamado scriptoria, una especie de biblioteca-despacho-taller donde los hermanos con más pericia se encargaban de copiar lentamente y a la luz de las velas estos textos del griego y del latín. Las congregaciones más pudientes podían producir obras en serie mediante el método de un monje lector y varios que, al dictado, copiaban parsimoniosamente ese conocimiento artístico o científico.  

Quienes no tenían tanta suerte siempre les quedaba el recurso de pedir prestado a un monasterio hermano para que línea a línea, hoja  a hoja ese conocimiento se duplicara o triplicara (muy rara vez) en otro libro. Las negociaciones para este préstamo, y con eso nos hacemos una idea del valor de estos libros, podían durar hasta varios años con carta va y carta vuelve. Con este método, las bibliotecas de estos monasterios podían llegar a alcanzar cincuenta ejemplares y la de uno rico, con suerte y gracias a las donaciones de algún noble, podría hacer gala de 200 o 300  títulos. Esto es, estamos hablando de un número que, al día de hoy, es lo que conforma una biblioteca básica. 

Libros medievales que son meras copias de la literatura clásica 

Si nos hacemos una idea del método, podremos entender que no todo era susceptible de ser inmortalizado en negro sobre blanco. Había que seleccionar inexorablemente a veces con mejor criterio y, en ocasiones, llevados por el fanatismo. ¿Qué supone esto? Que parte del conocimiento artístico e, incluso científico, de la época se ha perdido. Como los libros eran bienes carísimos y difíciles de producir se seleccionaban obras de temática seria (herbología, medicina..), religiosa (la Biblia), los grandes autores de la filosofía clásica y también lo mejor de la literatura y la historiografía de la cultura grecorromana. Cualquier otra temática que se saliera de estas líneas era postergada y, por tanto, con más probabilidades de que se perdiera en las brumas del tiempo. Esto es lo que ha pasado con la mayoría de la literatura medieval en lengua romance y, especialmente, aquella que tenía la etiqueta de popular, como los cantares de gesta. Si una obra se ponía por escrito, era porque había un consenso general en su calidad artística, histórica o científica o de salvación de las almas. Ella y no otra merecía ser legada a las generaciones futuras. 

La literatura y los libros medievales

Los libros medievales que han llegado hasta nosotros, por tanto sufrieron no una censura previa como se ha acusado a veces sino algo peor: un cribado. Este sí merece ser copiado, guardado y, por tanto, legado a las generaciones futuras y este no. Por eso, la gran mayoría de ellos son copias de otras obras anteriores que tenían el marchamo de autoridad. No se ponía por escrito ni la literatura contemporánea ni las pocas ideas que circulaban en una sociedad fuertemente dividida en estamentos y empobrecida hasta límites nunca visto en la historia de la humanidad.  

El Renacimiento literario surgió a la par que la imprenta cuando grandes editores, como Aldo Manuzio, se empeñaron en editar tanto obras de la tradición clásica en textos contrastados filológicamente u otras de nuevo cuño como pudiera ser ese enigmático título que es la Hypnerotomachia Poliphili. Hasta ese momento, todo era manual, lento, costoso y con una selección rigurosa. Y en este sistema la literatura medieval en todos sus aspectos salió perdiendo al relegarse a la memoria (de los artistas del mester de juglaría por recordar solo parte de ellos) y a la comunicación oral.  

Los libros medievales iluminados 

Ahora bien, a la par que todo era escaso y empobrecido surge, como contrapunto en la producción de libros medievales, bellos ejemplares iluminados. Por supuesto, para que un título o una obra fuera seleccionada para que fuera enriquecida artísticamente tenía que darse muchos condicionantes. Uno de ellos es que el monasterio fuera rico o bendecido con la donación generosa de algún aristócrata al que le fuera bien sus asuntos guerreros, que la mayoría también vivían a límite. La segunda, es que se pudieran hacer acopio de los materiales preciosos que se necesitaba para un libro de esta envergadura. Y la tercera, disponer de buenos copistas y artistas plásticos (iluminadores) con pericia suficiente para hacer tal gasto.  

Estas tres circunstancias eran difíciles de acordar en un mismo emplazamiento. Si se lograba conseguir financiación para tal obra, había que hacerse con los materiales: vitela (extraída de las pieles de los corderos jóvenes), tinta de calidad, oro y plata en láminas para parte de las ilustraciones, lapislázuli (para el color azul), chinchilla  (para el rojo), piedras semipreciosas para la encuadernación… que con todos estos materiales se hacían estos maravillosos libros medievales, joyas únicas del arte de esta época.  

Una vez abastecido con estos bienes quedaba un largo trabajo de copiado y de iluminación por delante en el que se afanaban monjes y monjas cuyos nombres no han trascendido. Y aquí recordamos que los autores de la literatura medieval no firmaban sus obras o creaciones (como estas creaciones artísticas) por seguir un voto de humildad y dejar amordazado el ego. Era un trabajo que se hacía para entregar a Dios. 

¿Qué obras se seleccionaban para que formaran parte de los libros medievales manuscritos?  

Ni que decir tiene que las que eran iluminadas rara vez salían de la temática religiosa. Es más, solo se iluminaban (y, a veces, muy someramente), los Evangelios u otros títulos que por las razones que fueran se consideraron fundamentales. Una de estas obras fueron los llamados Beatos, comentarios al Apocalipsis de San Juan creados por Beato de Liébana a raíz de la crisis de milenarismo (fin del mundo) alrededor del siglo X.  

En muy raras ocasiones nos vamos a encontrar un título iluminado que no fuera religioso. Ya era toda una odisea copiar o “editar” un libro medieval de cualquier otra temática simplemente con una bella caligrafía como para adornar con materiales tan suntuoso. Eso sí, todos los que nos han llegado son de una belleza inusitada como los mencionados Beatos o los Libros de Horas, pequeños ejemplares que ayudaban al rezo y que eran encargados por aristócratas exitosos o por reyes para regocijo particular. Curiosamente, los más hermosos Libros de Horas ya no pertenecen a la tradición de libros medievales. Se realizaron cuando la imprenta estaba sacando títulos a puñados en un intento quizás por preservar lo mejor de un pasado que cerraba sus puertas para siempre.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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 De la gran mayoría de los autores de la Edad Media poco o nada sabemos, de aquellos que formaban el denominado mester de juglaría mucho menos. La aún desconocida (a pesar de los fantásticos estudios de Menéndez Pidal) literatura medieval ha sufrido los embates del tiempo, por supuesto. Pero también, el hecho de que los libros en la época fueran un bien tan escaso que se consideraban productos de lujo. Por eso, se escogía cuidadosamente lo que se ponía por escrito.  Y la literatura popular, que a esta pertenece el mester de juglaría, no era ni por asomo algo “digno” de preservarse en el tiempo. Estos poetas anónimos, algunos simples rapsodas, fueron los creadores de la poesía épica medieval en lengua romance que poco o nada ha llegado hasta nosotros. Sin embargo, en castellano tenemos el gran Cantar del Mío Cid, conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid, poco más de 100 versos del Cantar del Roncesvalles y un puñado de referencias más acerca de esta poesía épica medieval.  

El carácter anónimo y nómada del mester de juglaría 

Contrapuesto tradicionalmente al mester de clerecía, culto, ordenado y sistematizo creado por clérigos, el de juglaría sería el que crea las composiciones dirigidas al pueblo. Eran estos artistas una combinación de poetas, rapsodas, malabaristas, músicos,  bailarines y vividores única en el paisaje altamente clasificado de la sociedad medieval. Su oficio consistía en entretener a las gentes sencillas y humildes del pueblo con espectáculos diversos. Dentro de ese programa entre cultura y lúdico se encontraban los cantares de gesta. Estos estaban diseñados para ese público analfabeto, carcomido por la miseria y acosado por guerras y falta de libertades. El juglar llevaba su mester de pueblo en pueblo y, a cambio, pedía unas cuantas monedas. 

Con suerte, algún noble requería sus servicios pero no debemos confundir a los integrantes del mester de juglaría con los trovadores cortesanos. Estos o bien eran nobles cultos ociosos que se dedicaban a la poesía como pasatiempo o estaban bajo  el amparo de un mecenas aristocrático. Los temas eran radicalmente distintos ya que se centraban en la poesía de amor platónico aunque algunas historias nos demuestren que, a veces, se saltaban algunas fronteras.  El juglar, en cambio, iba por libre bien en solitario o lo que es más factible, formando compañías como los actuales circos ambulantes.  

El mester de juglaría produce poesía épica para el pueblo 

Los pocos versos que nos han llegado y las referencias en prosa de esta fórmula poética se refiere a una poesía al cien por cien de carácter épico. Esto es, el tema y el eje conductor del poema son las aventuras y andanzas de cualquier héroe contemporáneo y real de carne y hueso. Los poemas épicos de la literatura medieval cumplían, por decirlo resumidamente, el papel de los periódicos contemporáneos. Un público analfabeto que solo se movía a menos de diez kilómetros del terruño y sin información o formación de ningún tipo exigía esas noticias del mester de juglaría cuando llegaban a la plaza del mercado. Por eso, solo se han conservado referencias de las temáticas favoritas de los aldeanos. 

Aunque se estima que estos poemas épicos nacen a partir del siglo XI y continúan hasta los albores del Renacimiento, algunos críticos como Menéndez Pidal los sitúan en una época tan temprana como el siglo VIII, justo cuando el castellano ya  había evolucionado tanto que podía considerarse una lengua distinta del latín. Ni que decir tiene que estos poemas estaban compuestos en el nuevo idioma vulgar en contraposición a la culta que tan solo conocían los letrados que se dedicaban al cuidado de los libros. Ese hecho, el de ser popular y en lengua vernácula, fue también, con toda probabilidad otra excusa más para que no fueran recogidos por escrito.  

El mester de juglaría memorizaba los poemas épicos que eran del gusto del pueblo 

Se intuye que pudieran llevar varios de ellos en el repertorio pero no mucho más por la dificultad para hacer un esquema escrito y la necesidad de memorizar. En este sentido, con toda probabilidad, a la pericia de un juglar en concreto se unía la música de instrumentos básicos. Serían, por así decirlo, como largas canciones con un ritmo marcado que el artista repetía una y otra vez mientras el público escuchaba.  

Este carácter oral explica las repeticiones constantes de algunos elementos fundamentales de la historia e, incluso, el haber encontrado en el Cantar del Mío Cid fragmentos que hacen un resumen de lo ya narrado. Con ello, el juglar se aseguraba que el público recordara la trama para poder seguir las novedades. Con toda probabilidad, estos espectáculos variados duraban algunos días que coincidirían con fiestas, celebraciones o días de mercado importantes. La compañía de juglares, por mera razón de supervivencia, tenía que asegurarse un público lo suficientemente amplio para que las cuantas monedas que recibían les permitiera subsistir. 

Las obras del mester de juglaría tienen un enfoque realista a pesar de su temática épica 

Este carácter oral, nómada y popular han hecho que la gran mayoría de los poemas épicos se hayan perdido. Podemos reconstruirlos o hacernos una idea de la temática y la mayoría de las características de los cantares de gesta a través de la historiografía en prosa que comenzó a recogerse en España con Alfonso X el Sabio. En estos retazos conservados entendemos que las tramas favoritas giraban a través de las batallas de los héroes contemporáneos y de los éxitos de los caudillos más famosos. En ellos abundan narraciones de las fratricidas guerras medievales, las deslealtades o traiciones así como el arrojo de los más valientes.  

Nada hay de fantasía en estos poemas. El público y el mester de juglaría así lo ofrecía. Estos daban realidad pura y dura, tanto que hay que esperar al siglo XIX, con el auge del Realismo literario para encontrar algo semejante en literatura. Si hay algo ajeno al arrojo y poderío del héroe, este siempre se explica por una ayuda divina pero siempre dentro de los parámetros del aquí y ahora terrenal. En la poesía épica del mester de juglaría no te vas a encontrar un unicornio o seres mágicos volando. Todo en ella pertenece a ese mundo medieval que gira entre el castillo con sus peleas y el monasterio con sus toques de campana y el copiado de libros. Lo demás es el trabajo del campo y el comercio que quedó de los antiguos caminos romanos.  

Estilo de los romances del mester de clerecía 

Al contrario de la literatura producida por el mester de clerecía, estos romances no tienen una estructura estilística marcada. Nos encontramos con repeticiones, “fallos” del lenguaje e, incluso, palabras que no pertenecen ni al latín ni al castellano. Simplemente el juglar olvidó o no sabía cuál era la dicción normalizada. La rima siempre es asonante y el verso irregular. 

Sí encontramos un hemistiquio, un corte o una pausa, en mitad del verso que más bien parece una anotación para tomar aire y seguir el ritmo. Estos cortan el verso a la mitad dividiéndolo en 6 (la más corriente), 7, 8 o, incluso, 9 sílabas. A partir de aquí, más allá de la alegoría y los símbolos conocidos por el pueblo, no encontramos más tropos. 

El lenguaje, en castellano, es fresco, directo, narrativo con un ritmo marcado. No hay nada en el poema que sea una floritura o accesorio. Todo gira en torno a esa historia pero también a los sentimientos del héroe que son descritos con precisión y concisión. Hay que recordar que son poemas orales dirigidos a un público popular con un nivel de instrucción mínimo. El juglar no podía permitirse que la audiencia se le dispersara. Por eso, estos poemas tienen el drama justo para que todos siguieran escuchando.  

El mester de juglaría terminó con la llegada de la imprenta y el ascenso de las ciudades y su nuevo modo de vida. La poesía épica medieval fue dando paso a otras fórmulas de entretenimiento que comenzaron con los autos sacramentales y terminaron con los corrales de comedia de los Siglos de Oro.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

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 De la gran mayoría de los autores de la Edad Media poco o nada sabemos, de aquellos que formaban el denominado mester de juglaría mucho menos. La aún desconocida (a pesar de los fantásticos estudios de Menéndez Pidal) literatura medieval ha sufrido los embates del tiempo, por supuesto. Pero también, el hecho de que los libros en la época fueran un bien tan escaso que se consideraban productos de lujo. Por eso, se escogía cuidadosamente lo que se ponía por escrito.  Y la literatura popular, que a esta pertenece el mester de juglaría, no era ni por asomo algo “digno” de preservarse en el tiempo. Estos poetas anónimos, algunos simples rapsodas, fueron los creadores de la poesía épica medieval en lengua romance que poco o nada ha llegado hasta nosotros. Sin embargo, en castellano tenemos el gran Cantar del Mío Cid, conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid, poco más de 100 versos del Cantar del Roncesvalles y un puñado de referencias más acerca de esta poesía épica medieval.  

El carácter anónimo y nómada del mester de juglaría 

Contrapuesto tradicionalmente al mester de clerecía, culto, ordenado y sistematizo creado por clérigos, el de juglaría sería el que crea las composiciones dirigidas al pueblo. Eran estos artistas una combinación de poetas, rapsodas, malabaristas, músicos,  bailarines y vividores única en el paisaje altamente clasificado de la sociedad medieval. Su oficio consistía en entretener a las gentes sencillas y humildes del pueblo con espectáculos diversos. Dentro de ese programa entre cultura y lúdico se encontraban los cantares de gesta. Estos estaban diseñados para ese público analfabeto, carcomido por la miseria y acosado por guerras y falta de libertades. El juglar llevaba su mester de pueblo en pueblo y, a cambio, pedía unas cuantas monedas. 

Con suerte, algún noble requería sus servicios pero no debemos confundir a los integrantes del mester de juglaría con los trovadores cortesanos. Estos o bien eran nobles cultos ociosos que se dedicaban a la poesía como pasatiempo o estaban bajo  el amparo de un mecenas aristocrático. Los temas eran radicalmente distintos ya que se centraban en la poesía de amor platónico aunque algunas historias nos demuestren que, a veces, se saltaban algunas fronteras.  El juglar, en cambio, iba por libre bien en solitario o lo que es más factible, formando compañías como los actuales circos ambulantes.  

El mester de juglaría produce poesía épica para el pueblo 

Los pocos versos que nos han llegado y las referencias en prosa de esta fórmula poética se refiere a una poesía al cien por cien de carácter épico. Esto es, el tema y el eje conductor del poema son las aventuras y andanzas de cualquier héroe contemporáneo y real de carne y hueso. Los poemas épicos de la literatura medieval cumplían, por decirlo resumidamente, el papel de los periódicos contemporáneos. Un público analfabeto que solo se movía a menos de diez kilómetros del terruño y sin información o formación de ningún tipo exigía esas noticias del mester de juglaría cuando llegaban a la plaza del mercado. Por eso, solo se han conservado referencias de las temáticas favoritas de los aldeanos. 

Aunque se estima que estos poemas épicos nacen a partir del siglo XI y continúan hasta los albores del Renacimiento, algunos críticos como Menéndez Pidal los sitúan en una época tan temprana como el siglo VIII, justo cuando el castellano ya  había evolucionado tanto que podía considerarse una lengua distinta del latín. Ni que decir tiene que estos poemas estaban compuestos en el nuevo idioma vulgar en contraposición a la culta que tan solo conocían los letrados que se dedicaban al cuidado de los libros. Ese hecho, el de ser popular y en lengua vernácula, fue también, con toda probabilidad otra excusa más para que no fueran recogidos por escrito.  

El mester de juglaría memorizaba los poemas épicos que eran del gusto del pueblo 

Se intuye que pudieran llevar varios de ellos en el repertorio pero no mucho más por la dificultad para hacer un esquema escrito y la necesidad de memorizar. En este sentido, con toda probabilidad, a la pericia de un juglar en concreto se unía la música de instrumentos básicos. Serían, por así decirlo, como largas canciones con un ritmo marcado que el artista repetía una y otra vez mientras el público escuchaba.  

Este carácter oral explica las repeticiones constantes de algunos elementos fundamentales de la historia e, incluso, el haber encontrado en el Cantar del Mío Cid fragmentos que hacen un resumen de lo ya narrado. Con ello, el juglar se aseguraba que el público recordara la trama para poder seguir las novedades. Con toda probabilidad, estos espectáculos variados duraban algunos días que coincidirían con fiestas, celebraciones o días de mercado importantes. La compañía de juglares, por mera razón de supervivencia, tenía que asegurarse un público lo suficientemente amplio para que las cuantas monedas que recibían les permitiera subsistir. 

Las obras del mester de juglaría tienen un enfoque realista a pesar de su temática épica 

Este carácter oral, nómada y popular han hecho que la gran mayoría de los poemas épicos se hayan perdido. Podemos reconstruirlos o hacernos una idea de la temática y la mayoría de las características de los cantares de gesta a través de la historiografía en prosa que comenzó a recogerse en España con Alfonso X el Sabio. En estos retazos conservados entendemos que las tramas favoritas giraban a través de las batallas de los héroes contemporáneos y de los éxitos de los caudillos más famosos. En ellos abundan narraciones de las fratricidas guerras medievales, las deslealtades o traiciones así como el arrojo de los más valientes.  

Nada hay de fantasía en estos poemas. El público y el mester de juglaría así lo ofrecía. Estos daban realidad pura y dura, tanto que hay que esperar al siglo XIX, con el auge del Realismo literario para encontrar algo semejante en literatura. Si hay algo ajeno al arrojo y poderío del héroe, este siempre se explica por una ayuda divina pero siempre dentro de los parámetros del aquí y ahora terrenal. En la poesía épica del mester de juglaría no te vas a encontrar un unicornio o seres mágicos volando. Todo en ella pertenece a ese mundo medieval que gira entre el castillo con sus peleas y el monasterio con sus toques de campana y el copiado de libros. Lo demás es el trabajo del campo y el comercio que quedó de los antiguos caminos romanos.  

Estilo de los romances del mester de clerecía 

Al contrario de la literatura producida por el mester de clerecía, estos romances no tienen una estructura estilística marcada. Nos encontramos con repeticiones, “fallos” del lenguaje e, incluso, palabras que no pertenecen ni al latín ni al castellano. Simplemente el juglar olvidó o no sabía cuál era la dicción normalizada. La rima siempre es asonante y el verso irregular. 

Sí encontramos un hemistiquio, un corte o una pausa, en mitad del verso que más bien parece una anotación para tomar aire y seguir el ritmo. Estos cortan el verso a la mitad dividiéndolo en 6 (la más corriente), 7, 8 o, incluso, 9 sílabas. A partir de aquí, más allá de la alegoría y los símbolos conocidos por el pueblo, no encontramos más tropos. 

El lenguaje, en castellano, es fresco, directo, narrativo con un ritmo marcado. No hay nada en el poema que sea una floritura o accesorio. Todo gira en torno a esa historia pero también a los sentimientos del héroe que son descritos con precisión y concisión. Hay que recordar que son poemas orales dirigidos a un público popular con un nivel de instrucción mínimo. El juglar no podía permitirse que la audiencia se le dispersara. Por eso, estos poemas tienen el drama justo para que todos siguieran escuchando.  

El mester de juglaría terminó con la llegada de la imprenta y el ascenso de las ciudades y su nuevo modo de vida. La poesía épica medieval fue dando paso a otras fórmulas de entretenimiento que comenzaron con los autos sacramentales y terminaron con los corrales de comedia de los Siglos de Oro.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

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Los cantares de gesta lo conforman un puñado de poemas de la literatura medieval que cantan y narran las hazañas de los héroes de la época. Están compuestos en las nuevas lenguas romances, aquellas que evolucionaron desde el latín, idioma que ya no se hablaba por el pueblo llano alrededor del siglo X (ni mucho antes), fecha de aparición de estos romances. La gran mayoría de ellos se ha perdido debido a las particulares características de los cantares de gesta los cuales pertenecen a la tradición literaria oral. Entonces, ¿cómo sabemos cómo eran y cómo se desarrollaban? Sus singularidades y estilo se entresacan, en castellano, de una gran obra que sí ha sobrepasado las brumas del tiempo, El Cantar del Mío Cid, de los trozos o retazos (a veces en otras obras) que han perdurado y por las narraciones en prosa que tratan los mismos temas de la época. Vamos con estas 10 singularidades de las epopeyas épicas o romances medievales, como también se conocen a los cantares de gesta.

1.- La más importante de las características de los cantares de gesta es que están escritos en lengua romance 

Y con ellos, en español, comienza la literatura en nuestra lengua. El latín había evolucionado tanto que únicamente los estudiosos podían entenderlo, hablarlo y leerlo. A veces, no llegaban a escribir en esta lengua que ya empezaba a considerarse muerta. Era el idioma para los estudios de cultura, hecho que llegó, incluso, hasta una época tan tardía como el siglo XVIII, cuando este concepto fue dinamitado del todo por la literatura neoclásica. A partir del siglo X-XI, aunque hay algunos autores que consideran que fue mucho antes, los textos escritos con una intención literaria, lúdica o emotiva recurrían a las nuevas lenguas romances que se estaban formando por todo el territorio europeo.

2.- Los cantares de gesta es inherente a la labor de los juglares medievales  

Sin ellos no se entienden estos largos poemas divididos en varias partes temáticas que eran recitados o cantados con ayuda de un instrumento por estos personajes tan particulares, ya que vivían en la frontera de lo admitido socialmente. Eran los juglares individuos a medio camino entre un artista polifacético y un aventurero, cuando no alguien al margen de la ley. Se dedicaban a vivir (de la mendicidad casi) de feria en feria, de mercado en mercado entreteniendo al pueblo llano con sus cantares de gesta, malabarismo, música, danzas e, incluso, algún número con animales. Con suerte, y con motivo de la celebración de un acontecimiento dichoso (bodas, bautizos,  fin de epidemias o batallas ganadas) el señor de lugar patrocinaba ese espectáculo para regocijo de un pueblo consumido por el analfabetismo, la falta de higiene, el hambre y la poca perspectiva vital.  

3.- El juglar no es un trovador y había una contraposición con el mester de clerecía  

Aunque mucho se ha escrito sobre estos personajes que, en los últimos años, se ha retomado por artistas callejeros, en verdad no hay ni siquiera unanimidad en considerar a los juglares como los creadores de los cantares de gesta. Esto es, si bien ellos son fundamentales para su transmisión, no está claro que todos ellos fueran poetas. Habría, con toda probabilidad, de todo, algunos creadores y otros meros transmisores de esos romances.  

El juglar, por tanto, no es un trovador. Este último sí es un poeta que crea sus versos aunque, en la mayoría de los casos por ocio o de forma altruista. El juglar (aunque malamente) aspiraba a ganarse la vida en condiciones adversas las más de las veces. El trovador era, en ocasiones, un aristócrata (o un profesional bajo el mecenazgo de un noble) que componía por amor al arte, normalmente versos centrados en el amor platónico (aunque en esto, como en todo, nos encontramos clamorosas excepciones que dan un paso peligroso hacia lo físico). 

El mester de clerecía es el otro gran bloque de la literatura medieval y aquí se insertaban los textos literarios creados por escritores cultos (normalmente perteneciente al clero) siguiendo una estructura temática y estilística marcada. Sin embargo, en este aspecto tampoco está claro que las divisiones fueran estancas y también nos encontramos algunos estudiosos que son de la opinión de que algunos clérigos con inclinaciones poéticas no tuvieron reparos en crear textos para que los juglares lo cantaran entre el pueblo. 

4.- Otra de las características más importantes de los cantares de gesta es su condición de poemas orales  

Y eso determina muchas de las características pero, especialmente, ha condicionado su estudio al existir pocos fragmentos y una sola obra de forma escrita. Los cantares de gesta no tenían intención de perdurar en el tiempo y, además, se consideraban de temática frívola a veces (en contraposición con los asuntos serios de la rama filosófica o religiosa). Si a eso unimos que la producción de libros en la Edad Media era mínima, tenemos el cóctel explosivo perfecto para entender la pérdida de estos textos. En una época en la que un libro (por su dificultad de producción) se consideraba un objeto de lujo destinado, a veces, para las élites, no se ponía nada por escrito que no se considerara fundamental para la salvación no ya de la sociedad terrenal sino de las almas. Esta es la razón por la que solo se miniaban (ilustraban con materiales preciosos) textos religiosos (uno de los mejores ejemplos es el Beatos) o las pocas líneas que llegaron de la literatura griega o romana. 

Los libros se producían en los “scriptoria” de los monasterios por monjes que, a veces, tenían una instrucción mínima, caligrafiados lentamente sobre pergamino. En una época de hambre constante y de producción básica de bienes de consumo, todo esto se hacía con cuentagotas. Los directores de las bibliotecas tenían que elegir qué obras pasaban a la posteridad y decidían normalmente sobre los textos religiosos (no todos) y las obras literarias clásicas. Gracias a ellos, por otra parte, nos ha llegado fantásticos poemas, relatos,  retazos de filosofía o historia y teatro del acervo clásico. Los cantares de gesta, y esta es otra de sus características, eran considerados entretenimiento para el pueblo. Por tanto, no entraban en la lista de aquello que podía perpetuarse de manera escrita. 

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5.- Características de los cantares de gesta en cuanto al estilismo 

Ese concepto o clasificación de estos poemas condicionan, por tanto, su expresión estética. Al ser orales, debían tener un ritmo que propiciara su memorización. Recordemos que un papel era un artículo de lujo y puede, incluso, que algunos juglares tuvieran buena disposición a aprender de memoria las palabras, pero eso no indica ni siquiera que supiesen leer. Por tanto, tenemos: 

  • Los textos nunca están pulidos, estructurados o diseñados como se haría con un poema que se concibe por escrito. 
  • Hay repeticiones (para que quedaran claros hechos o conceptos), resúmenes (que coincidiría con los distintos días de recitado) y “errores”. También, incluso, se encuentran contradicciones temáticas y trastoques. 
  • Por contra, son frescos, sencillos, con una fuerza expresiva cercana a la improvisación. 
  • La rima siempre es en asonante.
  • No hay un metro o verso preponderante. 
  • Todos los versos tienen un corte o hemistiquio que lo dividen. La medida más común es el verso de seis sílabas pero se encuentran de 7, 8 y 9. 
  • El ritmo es marcado. Seguramente esto se hacía a conciencia para facilitar la memoria y el recitado. 

6.- La temática de estos romances siempre es épica 

Otra de las características fundamentales de los cantares de gesta es que tienen un único tema: la epopeya épica. Esto es, se narran únicamente las hazañas bélicas de los héroes contemporáneos. Era lo que demandaba un público analfabeto que literalmente no salía más allá de diez kilómetros alrededor del castillo. De un modo u otro, era una forma de informarse de aquello que pasaba en el reino de al lado y la época es rica, especialmente, en batallas sin sentido, luchas fraticidas, deslealtades, asedios y robos con saqueo. De esto trataban estos romances populares.  

7.- Otra de las principales características de los cantares de gesta es el realismo 

Tanto es así que hay que esperar al siglo XIX, con el Realismo literario para encontrar algo semejante. No encontramos nada que se suponga fantástico o fuera de los límites de este mundo. Es el aquí y el ahora, la cruda realidad de hoy. Si bien, se hace mención a los símbolos de sueños premonitorios en el ámbito sagrado, hay que tener en cuenta que esto era real para la población de la época. 

8.- El destinatario de los cantares de gesta siempre era el pueblo  

Aunque hubiera un noble que promocionara algún espectáculo, este tipo de entretenimiento lúdico tenía un objetivo único: el pueblo. Analfabeto (se calcula que lo era el 90% de la población), acosado por hambrunas, falta de higiene, epidemias cruentas, guerras entre vecinos, saqueos y acoso de todo tipo, prácticamente era el único producto cultural al que tenían acceso. Este destinatario también explica el concepto que de estos poemas se tenía por parte de la élite culta y letrada encargada (casi mayoritariamente) de la conservación del conocimiento.  

9.- El público demandaba historias contemporáneas  

Porque esta es otra de las características de los cantares de gesta que han incidido en su pérdida. Al realismo y su carácter oral se une el deseo de saber lo que sucede hoy. Estos poemas eran una especie de periódico en el que se indagaban en los hechos de guerreros o personajes reales a la par que se hacían evidente sus escalas de valores. Recordemos que España había iniciado lo que se ha denominado Reconquista: el avance de los reinos cristianos del norte hacia los musulmanes del sur. Los cantares de gesta narraban las epopeyas de los primeros tanto entre sí (por luchas de poder) como en su camino hacia el último reducto de herencia árabe.  

10.- Otra de las más importantes características de los cantares de gesta reside en un autor anónimo  

Con todo esto expuesto no es de extrañar que no sepamos quienes son los autores de estas grandes gestas, incluso hay duda de la firma en el Cantar del Mío Cid. Extremo este que no es ajeno a la literatura medieval cuyos autores dejaban el ego a un lado a la hora de escribir o crear. De una manera u otra se consideraba que ese trabajo debía entregarse a Dios de forma gratuita, altruista o desinteresada. Este punto nos impide saber si hubo escuelas, artistas más duchos o algo tan elemental como entender si actuaba una única mano en el poema o este era el fruto de trabajos diversos y superpuestos. Bien es verdad que el anonimato es una máxima entre los autores de la Edad Media, pero esta se acentúa con los romances populares hasta el punto de que, prácticamente, no nos ha llegado ningún nombre.  

Por tanto, las características de los cantares de gesta, a veces, son difíciles de identificar o señalar a pesar de la ingente cantidad de estudios sobre el tema. Si bien Menéndez Pidal y su escuela se afanó en dejar sistematizado el conocimiento sobre el género, la crítica se hace difícil al ser pocos los ejemplos de cantares de gesta que han llegado hasta nosotros. Más allá del mencionado (y hermoso al máximo) Poema de Mío Cid o del puñado de versos del Cantar de Roncesvalles, encontrado a principio de siglo XX, solo conocemos los temas de estos poemas.  La tradición oral en la que nacieron y el que se considera un producto cultural destinado al pueblo inculto no propició su recogida por escrito como sucedió con otras obras (pocas es verdad) de la época. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

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Los cantares de gesta lo conforman un puñado de poemas de la literatura medieval que cantan y narran las hazañas de los héroes de la época. Están compuestos en las nuevas lenguas romances, aquellas que evolucionaron desde el latín, idioma que ya no se hablaba por el pueblo llano alrededor del siglo X (ni mucho antes), fecha de aparición de estos romances. La gran mayoría de ellos se ha perdido debido a las particulares características de los cantares de gesta los cuales pertenecen a la tradición literaria oral. Entonces, ¿cómo sabemos cómo eran y cómo se desarrollaban? Sus singularidades y estilo se entresacan, en castellano, de una gran obra que sí ha sobrepasado las brumas del tiempo, El Cantar del Mío Cid, de los trozos o retazos (a veces en otras obras) que han perdurado y por las narraciones en prosa que tratan los mismos temas de la época. Vamos con estas 10 singularidades de las epopeyas épicas o romances medievales, como también se conocen a los cantares de gesta.

1.- La más importante de las características de los cantares de gesta es que están escritos en lengua romance 

Y con ellos, en español, comienza la literatura en nuestra lengua. El latín había evolucionado tanto que únicamente los estudiosos podían entenderlo, hablarlo y leerlo. A veces, no llegaban a escribir en esta lengua que ya empezaba a considerarse muerta. Era el idioma para los estudios de cultura, hecho que llegó, incluso, hasta una época tan tardía como el siglo XVIII, cuando este concepto fue dinamitado del todo por la literatura neoclásica. A partir del siglo X-XI, aunque hay algunos autores que consideran que fue mucho antes, los textos escritos con una intención literaria, lúdica o emotiva recurrían a las nuevas lenguas romances que se estaban formando por todo el territorio europeo.

2.- Los cantares de gesta es inherente a la labor de los juglares medievales  

Sin ellos no se entienden estos largos poemas divididos en varias partes temáticas que eran recitados o cantados con ayuda de un instrumento por estos personajes tan particulares, ya que vivían en la frontera de lo admitido socialmente. Eran los juglares individuos a medio camino entre un artista polifacético y un aventurero, cuando no alguien al margen de la ley. Se dedicaban a vivir (de la mendicidad casi) de feria en feria, de mercado en mercado entreteniendo al pueblo llano con sus cantares de gesta, malabarismo, música, danzas e, incluso, algún número con animales. Con suerte, y con motivo de la celebración de un acontecimiento dichoso (bodas, bautizos,  fin de epidemias o batallas ganadas) el señor de lugar patrocinaba ese espectáculo para regocijo de un pueblo consumido por el analfabetismo, la falta de higiene, el hambre y la poca perspectiva vital.  

3.- El juglar no es un trovador y había una contraposición con el mester de clerecía  

Aunque mucho se ha escrito sobre estos personajes que, en los últimos años, se ha retomado por artistas callejeros, en verdad no hay ni siquiera unanimidad en considerar a los juglares como los creadores de los cantares de gesta. Esto es, si bien ellos son fundamentales para su transmisión, no está claro que todos ellos fueran poetas. Habría, con toda probabilidad, de todo, algunos creadores y otros meros transmisores de esos romances.  

El juglar, por tanto, no es un trovador. Este último sí es un poeta que crea sus versos aunque, en la mayoría de los casos por ocio o de forma altruista. El juglar (aunque malamente) aspiraba a ganarse la vida en condiciones adversas las más de las veces. El trovador era, en ocasiones, un aristócrata (o un profesional bajo el mecenazgo de un noble) que componía por amor al arte, normalmente versos centrados en el amor platónico (aunque en esto, como en todo, nos encontramos clamorosas excepciones que dan un paso peligroso hacia lo físico). 

El mester de clerecía es el otro gran bloque de la literatura medieval y aquí se insertaban los textos literarios creados por escritores cultos (normalmente perteneciente al clero) siguiendo una estructura temática y estilística marcada. Sin embargo, en este aspecto tampoco está claro que las divisiones fueran estancas y también nos encontramos algunos estudiosos que son de la opinión de que algunos clérigos con inclinaciones poéticas no tuvieron reparos en crear textos para que los juglares lo cantaran entre el pueblo. 

4.- Otra de las características más importantes de los cantares de gesta es su condición de poemas orales  

Y eso determina muchas de las características pero, especialmente, ha condicionado su estudio al existir pocos fragmentos y una sola obra de forma escrita. Los cantares de gesta no tenían intención de perdurar en el tiempo y, además, se consideraban de temática frívola a veces (en contraposición con los asuntos serios de la rama filosófica o religiosa). Si a eso unimos que la producción de libros en la Edad Media era mínima, tenemos el cóctel explosivo perfecto para entender la pérdida de estos textos. En una época en la que un libro (por su dificultad de producción) se consideraba un objeto de lujo destinado, a veces, para las élites, no se ponía nada por escrito que no se considerara fundamental para la salvación no ya de la sociedad terrenal sino de las almas. Esta es la razón por la que solo se miniaban (ilustraban con materiales preciosos) textos religiosos (uno de los mejores ejemplos es el Beatos) o las pocas líneas que llegaron de la literatura griega o romana. 

Los libros se producían en los “scriptoria” de los monasterios por monjes que, a veces, tenían una instrucción mínima, caligrafiados lentamente sobre pergamino. En una época de hambre constante y de producción básica de bienes de consumo, todo esto se hacía con cuentagotas. Los directores de las bibliotecas tenían que elegir qué obras pasaban a la posteridad y decidían normalmente sobre los textos religiosos (no todos) y las obras literarias clásicas. Gracias a ellos, por otra parte, nos ha llegado fantásticos poemas, relatos,  retazos de filosofía o historia y teatro del acervo clásico. Los cantares de gesta, y esta es otra de sus características, eran considerados entretenimiento para el pueblo. Por tanto, no entraban en la lista de aquello que podía perpetuarse de manera escrita. 

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5.- Características de los cantares de gesta en cuanto al estilismo 

Ese concepto o clasificación de estos poemas condicionan, por tanto, su expresión estética. Al ser orales, debían tener un ritmo que propiciara su memorización. Recordemos que un papel era un artículo de lujo y puede, incluso, que algunos juglares tuvieran buena disposición a aprender de memoria las palabras, pero eso no indica ni siquiera que supiesen leer. Por tanto, tenemos: 

  • Los textos nunca están pulidos, estructurados o diseñados como se haría con un poema que se concibe por escrito. 
  • Hay repeticiones (para que quedaran claros hechos o conceptos), resúmenes (que coincidiría con los distintos días de recitado) y “errores”. También, incluso, se encuentran contradicciones temáticas y trastoques. 
  • Por contra, son frescos, sencillos, con una fuerza expresiva cercana a la improvisación. 
  • La rima siempre es en asonante.
  • No hay un metro o verso preponderante. 
  • Todos los versos tienen un corte o hemistiquio que lo dividen. La medida más común es el verso de seis sílabas pero se encuentran de 7, 8 y 9. 
  • El ritmo es marcado. Seguramente esto se hacía a conciencia para facilitar la memoria y el recitado. 

6.- La temática de estos romances siempre es épica 

Otra de las características fundamentales de los cantares de gesta es que tienen un único tema: la epopeya épica. Esto es, se narran únicamente las hazañas bélicas de los héroes contemporáneos. Era lo que demandaba un público analfabeto que literalmente no salía más allá de diez kilómetros alrededor del castillo. De un modo u otro, era una forma de informarse de aquello que pasaba en el reino de al lado y la época es rica, especialmente, en batallas sin sentido, luchas fraticidas, deslealtades, asedios y robos con saqueo. De esto trataban estos romances populares.  

7.- Otra de las principales características de los cantares de gesta es el realismo 

Tanto es así que hay que esperar al siglo XIX, con el Realismo literario para encontrar algo semejante. No encontramos nada que se suponga fantástico o fuera de los límites de este mundo. Es el aquí y el ahora, la cruda realidad de hoy. Si bien, se hace mención a los símbolos de sueños premonitorios en el ámbito sagrado, hay que tener en cuenta que esto era real para la población de la época. 

8.- El destinatario de los cantares de gesta siempre era el pueblo  

Aunque hubiera un noble que promocionara algún espectáculo, este tipo de entretenimiento lúdico tenía un objetivo único: el pueblo. Analfabeto (se calcula que lo era el 90% de la población), acosado por hambrunas, falta de higiene, epidemias cruentas, guerras entre vecinos, saqueos y acoso de todo tipo, prácticamente era el único producto cultural al que tenían acceso. Este destinatario también explica el concepto que de estos poemas se tenía por parte de la élite culta y letrada encargada (casi mayoritariamente) de la conservación del conocimiento.  

9.- El público demandaba historias contemporáneas  

Porque esta es otra de las características de los cantares de gesta que han incidido en su pérdida. Al realismo y su carácter oral se une el deseo de saber lo que sucede hoy. Estos poemas eran una especie de periódico en el que se indagaban en los hechos de guerreros o personajes reales a la par que se hacían evidente sus escalas de valores. Recordemos que España había iniciado lo que se ha denominado Reconquista: el avance de los reinos cristianos del norte hacia los musulmanes del sur. Los cantares de gesta narraban las epopeyas de los primeros tanto entre sí (por luchas de poder) como en su camino hacia el último reducto de herencia árabe.  

10.- Otra de las más importantes características de los cantares de gesta reside en un autor anónimo  

Con todo esto expuesto no es de extrañar que no sepamos quienes son los autores de estas grandes gestas, incluso hay duda de la firma en el Cantar del Mío Cid. Extremo este que no es ajeno a la literatura medieval cuyos autores dejaban el ego a un lado a la hora de escribir o crear. De una manera u otra se consideraba que ese trabajo debía entregarse a Dios de forma gratuita, altruista o desinteresada. Este punto nos impide saber si hubo escuelas, artistas más duchos o algo tan elemental como entender si actuaba una única mano en el poema o este era el fruto de trabajos diversos y superpuestos. Bien es verdad que el anonimato es una máxima entre los autores de la Edad Media, pero esta se acentúa con los romances populares hasta el punto de que, prácticamente, no nos ha llegado ningún nombre.  

Por tanto, las características de los cantares de gesta, a veces, son difíciles de identificar o señalar a pesar de la ingente cantidad de estudios sobre el tema. Si bien Menéndez Pidal y su escuela se afanó en dejar sistematizado el conocimiento sobre el género, la crítica se hace difícil al ser pocos los ejemplos de cantares de gesta que han llegado hasta nosotros. Más allá del mencionado (y hermoso al máximo) Poema de Mío Cid o del puñado de versos del Cantar de Roncesvalles, encontrado a principio de siglo XX, solo conocemos los temas de estos poemas.  La tradición oral en la que nacieron y el que se considera un producto cultural destinado al pueblo inculto no propició su recogida por escrito como sucedió con otras obras (pocas es verdad) de la época. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

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La crítica literaria considera que los cantares de gesta, con el Poema de Mío Cid a la cabeza,  son las primeras manifestaciones artísticas en lengua castellana. Esto es, hasta la aparición de estos versos que, en general, cantan las hazañas de héroes conocidos, la producción literaria  era exclusivamente en latín. Dicho esto, pongo la primera aclaración ya que también esta misma crítica no se pone de acuerdo si los cantares de gesta coincidieron en el tiempo con las jarchas mozárabes las cuales también merecen estudio aparte.  Para rizar el rizo de estos breves poemas escritos,  pertenecientes a la tradición árabe o judía, apenas quedan fragmentos escritos. Y parte de ellos, como ha sucedido con la poesía épica, se ha perdido en las nieblas del tiempo.

Definición de los cantares de gesta

Bajo esta denominación encontramos poemas en lengua romance (las que surgen por evolución natural del latín) originados a partir del siglo XI para ser recitados por un juglar que recorría caminos, pueblos e incipientes ciudades. Perduraron hasta la irrupción de los burgos con su nueva forma de entender el mundo bajo lo que se ha denominado Renacimiento. 

Los cantares de gesta se memorizaban para ser recitados entre un público mayoritariamente analfabeto, pobre y aislado que se deleitaba con las “noticias” de héroes diversos. Eran estos personajes reales cuya vida merecía, para los parámetros de la época, ser cantada, recitada y conocida. La literatura medieval era, como norma general, sencilla en extremo con un alto contenido oral ya que los libros (manuscritos caros y difíciles de producir) eran un bien escaso. Y más escaso era aún el porcentaje de un público medianamente alfabetizado.  

Características de los cantares de gesta

La única manera de definir y de delimitar esta poesía, única de un tiempo aún por conocer,  es desgranando sus particularidades y características generales. Con ellas se llega a la esencia de estos poemas que fueron el único acercamiento a la literatura en lengua romance por parte del pueblo. 

1.- Los cantares de gesta están escrito en lengua romance 

Los hay franceses y en otras lenguas pero en castellano alcanzaron una calidad insuperable a igual que siglos después sucedería con la mística en la literatura española. Nos encontramos ante un público hambriento de todo tipo de bienes (incluso los culturales), analfabeto y que desconoce el poco conocimiento que se guardan en los libros. No solo han olvidado el latín (la lengua de la enseñanza y la educación) sino que el analfabetismo roza el 90% de la población, atrapando incluso a algunas capas o miembros de la nobleza.  La fuente de información, por tanto, solo le llega por los símbolos presentes en la poca arquitectura común que se levanta y por unos personajes muy particulares: los juglares.  

2.- No se puede entender el cantar de gesta sin el mester de juglaría

Y el otro sería el de clerecía que merece estudio aparte. El mester de juglaría es el que llevan a cabo unos particulares poetas a medio camino entre comediantes, rapsodas, poetas y aventureros. Recorren caminos (peligrosísimos en la época), se enfrentan a incomodidades y van de pueblo en pueblo llevando a sus gentes estas historias que recitan de manera oral durante varios días y hay quienes afirman que apoyándose en algún instrumento musical elemental. Viven de la caridad casi o de los pequeños mecenazgos que se encuentran a su paso. 

3.- Los cantares de gesta no han perdurado de manera escrita 

Al juglar se le pedía talento para el arte y también una buena memoria porque los versos de las historias de la poesía épica no aparecían escritos ante él. ¡Ni mucho menos! El papel o la tinta eran bienes escasos. Por eso, solo se ponía por escrito aquellos textos que se consideraban de importancia tales como los heredados de la literatura griega o romana y los religiosos. Esto explica que apenas nos hayan llegado libros de la época cuya ejecución era harto laboriosa. Sí es verdad que tenemos bellos ejemplares miniados de estos siglos, como los impresionantes Beatos por poner un caso. Pero estos se explican por el miedo milenarista (a que se acabara el mundo) alrededor del siglo X, hecho colectivo que está detrás de la proliferación de estas preciosas obras. 

4.- Como los cantares de gesta eran orales no encontramos textos “limpios”

Esto es, no podemos ver en estos poemas medievales obras acabadas, terminadas o pulidas desde el punto de vista estilístico. En ellos nos encontramos repeticiones, resúmenes, “errores”, cambios y contradicciones. Eso, por supuesto, no quita un ápice de la calidad literaria de estos versos. Todo lo contrario, ya que aportan frescura a raudales a la par que nos introducen en una época emocional que se nos antoja lejana. 

5.- El juglar era un auténtico showman 

No podemos desvincular el desarrollo de los cantares de gesta de estos personajes tan peculiares mezcla de titiriteros, poetas, rapsodas, malabaristas y músicos. Sus espectáculos eran esperados por los habitantes de los pueblos y, a veces, nos encontramos con auténticas compañías tal cual circos ambulantes. Durante varios días, una población que apenas salía a diez kilómetros a la redonda (literal) se entretenía con malabares, pantomimas, danzas y literatura. Música y espectáculo en el que participaban, según los últimos estudios, artistas de ambos géneros sin miedo a viajar y vivir en libertad (cuando nadie lo hacía recordemos). 

Los cantares de gesta se encuadran dentro de estos espectáculos variados que, en ocasiones, nada tenían que ver con la literatura al incorporar, por ejemplo, algún número con animales. Además, estos no se hacían solo por libre sino que también formaban parte de los fastos de algún acontecimiento gozoso (bodas, bautizos, batallas ganadas…) a costa del señor del lugar.  

6.- Un juglar no es un trovador

Estos últimos aparecerían más tarde y son poetas-músicos tal como lo podemos concebir hoy en día. La mayoría pertenecían a la clase alta (como el creador de Coplas a la muerte de su padre que vivió en la transición al Renacimiento) o estaban al amparo de un noble. Los artistas del mester de juglaría, que consiguieron dejar para la posteridad los cantares de gesta eran personajes más cercanos a los aventureros. Independientes de la sociedad vivían, en ocasiones, a su aire fuera de toda normal moral que tanto escandalizaba en la época. 

7.- Los cantares de gesta alaban las hazañas de un héroe 

Y estos personajes llevaban de pueblo en pueblo las historias verdaderas (aunque en algunos puntos a todas luces exageradas o magnificadas) de los guerreros medievales más conocidos. Se narra, pues, cosas “hechas”, “sucedidas”, “verídicas”, “reales” y maravillosas para deleite y conocimiento del pueblo. Las aventuras se toman de la historia contemporánea repleta de guerras entre hermanos, deslealtades, conquistas, asedios y, también, grandes hazañas. Se hacía, por supuesto, en verso y no en prosa. Así podía ser cantado, recitado y memorizado con mayor facilidad, cuando no acompañados musicalmente. Y estas obras juglarescas querían ser distintas de la de los trovadores, nobles ociosos que no escribían por dinero y que se inventaban sus historias, la mayoría alrededor de la temática del amor platónico (o no tanto que de todo había).  

8.- Los cantares de gesta tenían como destinatario el pueblo

El más llano, el más sencillo, el que no sabía leer ni escribir. Tampoco tenía conocimiento de lo poco o mucho que sucedía a su alrededor. Eran historias cantadas (orales), sencillas y cuyo protagonista era un héroe. Por eso, perduraban o eran objeto de uno o más poemas aquellos hechos, acontecimientos o narrativas preferidas de las gentes sencillas. Historiadores hay quienes afirman que los juglares llevaban varias obras en repertorio y que se cantaban aquellas preferidas del público. Por eso, las que no tenían este favor eran desechadas muy pronto. Y, por tanto, olvidadas o perdidas a no existir constancia escrita. 

9.- Los cantares de gesta eran los periódicos de la época 

Porque en estas obras se narran sucesos contemporáneos o de la historia muy reciente. El público exigía conocer con detalle a través de la belleza de la literatura un relato del que previamente tenía constancia y no le importaba volver una y otra vez a la misma historia. Si a eso unimos que la originalidad artística tal como hoy la conocemos no se fragua con fuerza hasta más tarde, entendemos mejor este extremo. 

10.- La mayoría de los cantares de gesta se han perdido 

Con todos estos datos no es de extrañar que la mayoría (si no todos) de estos poemas épicos hayan sucumbido a las nieblas del tiempo. Solo los favoritos del público llegaban a escribirse para que sirvieran de estudio a los juglares. El resto quedaron olvidados entre los recovecos de las plazas y los caminos. 

11.- Los cantares de gesta son anónimos 

Y es más ni siquiera se sabe si estas grandes obras, como la Chanson de Roland en Francia o el Cantar del Mío Cid en España, son de única mano. Hay críticos, como el galo Bédier, quien afirma que fueron creadas por un único autor en época tardía (siglo XII) aprovechando la ola de éxito de otros poemas que se han perdido. Serían obras escritas décadas después de los hechos y siempre con una finalidad artística de un creador concreto. Esta es la teoría individualista.  

Por contra, la tradicionalista sostiene que estos poemas han llegado hasta nosotros como el resultado de una amalgama del trabajo de distintos artistas. Sin embargo, a pesar del carácter nómada, ecléctico y desordenado del mester de juglaría, esta teoría es difícil de sostener y máxime cuando no tenemos fragmentos que lo avalen. Dejo aquí las palabras de Menéndez Pidal, máximo estudioso de esta forma literaria. 

“ Sería un milagro literario absolutamente incomprensible; tuvieron que precederles muchos siglos de trabajo para que la vulgaridad de uno y otro idioma naciente, y la de sus habitantes, fuese elevada a la necesaria dignidad artística. En los textos conservados el genio épico aparece constituido con caracteres formales e ideológicos totalmente extraños a las obras latinas antiguas y alto-medievales que se pretende hayan sido inspiradoras únicas”.  

12.- Los cantares de gestas son realistas

La épica castellana se ciñe a hechos de la historia incluso a la toponimia o los nombres de los personajes. Aquí no aparecen episodios fantásticos en los que fuerzas sobrenaturales ayudan al héroe. Sin obviar su vertiente poética (que es de gran calidad),  se rige por parámetro de verosimilitud de  los acontecimientos históricos que son objeto. Bien es verdad que hay algunos críticos que señalan el mundo de los sueños o realizaciones grandiosas (consideradas milagros) tras un ruego a la divinidad. En este sentido, no podemos analizar estas obras con la mirada descreída del europeo tecnificado del siglo XXI. En aquella época el cien por cien de la población tenía como cierto estas manifestaciones divinas a través del mundo onírico. Es más, hasta la llegada del Realismo literario en el siglo XIX, no encontramos una fuente literaria que, en sus raíces, haga gala de ese intento, a todas luces, de verosimilitud. 

13.- Metros y rimas de los cantares de gesta

Caracterizado por una rima en asonante, no encontramos uniformidad en el número de versos. Sí es una constante la existencia de un hemistiquio o pausa  que divide el verso en dos partes. El número de sílabas más corriente es de 7, aunque también pueden llegar a 6 u 8. En palabras de Menéndez Pidal 

“Este apego a la rima asonante y a la irregularidad métrica demuestra el carácter extremadamente arcaico y tradicionalista de la epopeya española”. 

Ejemplos de cantares de gesta 

Hay que empezar por la más importante manifestación de la épica castellana que es el Cantar del Mío Cid el cual se ha conservado escrito casi íntegro en una versión de máxima belleza. Se guarda en una caja de máxima seguridad en la Biblioteca Nacional de Madrid. En ella se narra las aventuras de Rodrigo Díaz de Vivar en su lucha tanto con reinos musulmanes como cristianos así como con las traiciones y deslealtades que sufrió.  

De la lista que pongo aquí apenas han llegado obras en verso. Se sabe que fueron temáticas populares porque, o bien tenemos fragmentos (a veces insertos en otra obra) o bien están recogidos en la historiografía en prosa. Esto es, si los cantares de gesta constituían la manifestación literaria poética oral de los hechos que interesaban al pueblo, los estudiosos entienden que tuvieron que existir creaciones sobre los siguientes ciclos:  

1.- Cantar del rey Rodrigo y la pérdida de España. 

2.- El Conde Fernán González. 

3.- Cantar de la condesa traidora y del conde Sancho García. 

4.- Romance del Infante García. 

5.- Cantar de los Siete Infantes de Lara. 

6.- Cantar de la Jura de Santa Gadea

7.- Gesta de Ramiro y García, hijos de Sancho el Mayor. 

8.- Cantar de la Jura de Santa Gadea.

9.- Cantar de la muerte del rey don Fernando. 

10.- Cantar de Sancho II de Castilla y el cerco de Zamora. 

11.- Cantar de las mocedades de Rodrigo. 

12.- Cantar de Roncesvalles

13.- Cantar de la mora Zaida. 

14.- Poema de Bernardo del Carpio. 

15.- Gesta del Abad don Juan de Montemayor.  

Los cantares de gesta, por tanto, fueron las piezas centrales del trabajo poético de lo que la crítica ha denominado mester de juglaría. Difíciles de estudiar por su carácter oral, anónimo y por quedar poco o nada escrito. Si hay algo que explique el que no fuera recogido en una obra fue la consideración que de estas obras se tenían en la época: literatura sencilla para el entretenimiento del pueblo que no podía tener la importancia o consideración, no ya de las grandes obras del mester de clerecía, sino de la literatura en las llamadas lenguas cultas (latín o griego). Afortunadamente, solo con el Poema del Mío Cid hoy podemos disfrutar de la radical belleza de estas obras poéticas. 

 

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

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La crítica literaria considera que los cantares de gesta, con el Poema de Mío Cid a la cabeza,  son las primeras manifestaciones artísticas en lengua castellana. Esto es, hasta la aparición de estos versos que, en general, cantan las hazañas de héroes conocidos, la producción literaria  era exclusivamente en latín. Dicho esto, pongo la primera aclaración ya que también esta misma crítica no se pone de acuerdo si los cantares de gesta coincidieron en el tiempo con las jarchas mozárabes las cuales también merecen estudio aparte.  Para rizar el rizo de estos breves poemas escritos,  pertenecientes a la tradición árabe o judía, apenas quedan fragmentos escritos. Y parte de ellos, como ha sucedido con la poesía épica, se ha perdido en las nieblas del tiempo.

Definición de los cantares de gesta

Bajo esta denominación encontramos poemas en lengua romance (las que surgen por evolución natural del latín) originados a partir del siglo XI para ser recitados por un juglar que recorría caminos, pueblos e incipientes ciudades. Perduraron hasta la irrupción de los burgos con su nueva forma de entender el mundo bajo lo que se ha denominado Renacimiento. 

Los cantares de gesta se memorizaban para ser recitados entre un público mayoritariamente analfabeto, pobre y aislado que se deleitaba con las “noticias” de héroes diversos. Eran estos personajes reales cuya vida merecía, para los parámetros de la época, ser cantada, recitada y conocida. La literatura medieval era, como norma general, sencilla en extremo con un alto contenido oral ya que los libros (manuscritos caros y difíciles de producir) eran un bien escaso. Y más escaso era aún el porcentaje de un público medianamente alfabetizado.  

Características de los cantares de gesta

La única manera de definir y de delimitar esta poesía, única de un tiempo aún por conocer,  es desgranando sus particularidades y características generales. Con ellas se llega a la esencia de estos poemas que fueron el único acercamiento a la literatura en lengua romance por parte del pueblo. 

1.- Los cantares de gesta están escrito en lengua romance 

Los hay franceses y en otras lenguas pero en castellano alcanzaron una calidad insuperable a igual que siglos después sucedería con la mística en la literatura española. Nos encontramos ante un público hambriento de todo tipo de bienes (incluso los culturales), analfabeto y que desconoce el poco conocimiento que se guardan en los libros. No solo han olvidado el latín (la lengua de la enseñanza y la educación) sino que el analfabetismo roza el 90% de la población, atrapando incluso a algunas capas o miembros de la nobleza.  La fuente de información, por tanto, solo le llega por los símbolos presentes en la poca arquitectura común que se levanta y por unos personajes muy particulares: los juglares.  

2.- No se puede entender el cantar de gesta sin el mester de juglaría

Y el otro sería el de clerecía que merece estudio aparte. El mester de juglaría es el que llevan a cabo unos particulares poetas a medio camino entre comediantes, rapsodas, poetas y aventureros. Recorren caminos (peligrosísimos en la época), se enfrentan a incomodidades y van de pueblo en pueblo llevando a sus gentes estas historias que recitan de manera oral durante varios días y hay quienes afirman que apoyándose en algún instrumento musical elemental. Viven de la caridad casi o de los pequeños mecenazgos que se encuentran a su paso. 

3.- Los cantares de gesta no han perdurado de manera escrita 

Al juglar se le pedía talento para el arte y también una buena memoria porque los versos de las historias de la poesía épica no aparecían escritos ante él. ¡Ni mucho menos! El papel o la tinta eran bienes escasos. Por eso, solo se ponía por escrito aquellos textos que se consideraban de importancia tales como los heredados de la literatura griega o romana y los religiosos. Esto explica que apenas nos hayan llegado libros de la época cuya ejecución era harto laboriosa. Sí es verdad que tenemos bellos ejemplares miniados de estos siglos, como los impresionantes Beatos por poner un caso. Pero estos se explican por el miedo milenarista (a que se acabara el mundo) alrededor del siglo X, hecho colectivo que está detrás de la proliferación de estas preciosas obras. 

4.- Como los cantares de gesta eran orales no encontramos textos “limpios”

Esto es, no podemos ver en estos poemas medievales obras acabadas, terminadas o pulidas desde el punto de vista estilístico. En ellos nos encontramos repeticiones, resúmenes, “errores”, cambios y contradicciones. Eso, por supuesto, no quita un ápice de la calidad literaria de estos versos. Todo lo contrario, ya que aportan frescura a raudales a la par que nos introducen en una época emocional que se nos antoja lejana. 

5.- El juglar era un auténtico showman 

No podemos desvincular el desarrollo de los cantares de gesta de estos personajes tan peculiares mezcla de titiriteros, poetas, rapsodas, malabaristas y músicos. Sus espectáculos eran esperados por los habitantes de los pueblos y, a veces, nos encontramos con auténticas compañías tal cual circos ambulantes. Durante varios días, una población que apenas salía a diez kilómetros a la redonda (literal) se entretenía con malabares, pantomimas, danzas y literatura. Música y espectáculo en el que participaban, según los últimos estudios, artistas de ambos géneros sin miedo a viajar y vivir en libertad (cuando nadie lo hacía recordemos). 

Los cantares de gesta se encuadran dentro de estos espectáculos variados que, en ocasiones, nada tenían que ver con la literatura al incorporar, por ejemplo, algún número con animales. Además, estos no se hacían solo por libre sino que también formaban parte de los fastos de algún acontecimiento gozoso (bodas, bautizos, batallas ganadas…) a costa del señor del lugar.  

6.- Un juglar no es un trovador

Estos últimos aparecerían más tarde y son poetas-músicos tal como lo podemos concebir hoy en día. La mayoría pertenecían a la clase alta (como el creador de Coplas a la muerte de su padre que vivió en la transición al Renacimiento) o estaban al amparo de un noble. Los artistas del mester de juglaría, que consiguieron dejar para la posteridad los cantares de gesta eran personajes más cercanos a los aventureros. Independientes de la sociedad vivían, en ocasiones, a su aire fuera de toda normal moral que tanto escandalizaba en la época. 

7.- Los cantares de gesta alaban las hazañas de un héroe 

Y estos personajes llevaban de pueblo en pueblo las historias verdaderas (aunque en algunos puntos a todas luces exageradas o magnificadas) de los guerreros medievales más conocidos. Se narra, pues, cosas “hechas”, “sucedidas”, “verídicas”, “reales” y maravillosas para deleite y conocimiento del pueblo. Las aventuras se toman de la historia contemporánea repleta de guerras entre hermanos, deslealtades, conquistas, asedios y, también, grandes hazañas. Se hacía, por supuesto, en verso y no en prosa. Así podía ser cantado, recitado y memorizado con mayor facilidad, cuando no acompañados musicalmente. Y estas obras juglarescas querían ser distintas de la de los trovadores, nobles ociosos que no escribían por dinero y que se inventaban sus historias, la mayoría alrededor de la temática del amor platónico (o no tanto que de todo había).  

8.- Los cantares de gesta tenían como destinatario el pueblo

El más llano, el más sencillo, el que no sabía leer ni escribir. Tampoco tenía conocimiento de lo poco o mucho que sucedía a su alrededor. Eran historias cantadas (orales), sencillas y cuyo protagonista era un héroe. Por eso, perduraban o eran objeto de uno o más poemas aquellos hechos, acontecimientos o narrativas preferidas de las gentes sencillas. Historiadores hay quienes afirman que los juglares llevaban varias obras en repertorio y que se cantaban aquellas preferidas del público. Por eso, las que no tenían este favor eran desechadas muy pronto. Y, por tanto, olvidadas o perdidas a no existir constancia escrita. 

9.- Los cantares de gesta eran los periódicos de la época 

Porque en estas obras se narran sucesos contemporáneos o de la historia muy reciente. El público exigía conocer con detalle a través de la belleza de la literatura un relato del que previamente tenía constancia y no le importaba volver una y otra vez a la misma historia. Si a eso unimos que la originalidad artística tal como hoy la conocemos no se fragua con fuerza hasta más tarde, entendemos mejor este extremo. 

10.- La mayoría de los cantares de gesta se han perdido 

Con todos estos datos no es de extrañar que la mayoría (si no todos) de estos poemas épicos hayan sucumbido a las nieblas del tiempo. Solo los favoritos del público llegaban a escribirse para que sirvieran de estudio a los juglares. El resto quedaron olvidados entre los recovecos de las plazas y los caminos. 

11.- Los cantares de gesta son anónimos 

Y es más ni siquiera se sabe si estas grandes obras, como la Chanson de Roland en Francia o el Cantar del Mío Cid en España, son de única mano. Hay críticos, como el galo Bédier, quien afirma que fueron creadas por un único autor en época tardía (siglo XII) aprovechando la ola de éxito de otros poemas que se han perdido. Serían obras escritas décadas después de los hechos y siempre con una finalidad artística de un creador concreto. Esta es la teoría individualista.  

Por contra, la tradicionalista sostiene que estos poemas han llegado hasta nosotros como el resultado de una amalgama del trabajo de distintos artistas. Sin embargo, a pesar del carácter nómada, ecléctico y desordenado del mester de juglaría, esta teoría es difícil de sostener y máxime cuando no tenemos fragmentos que lo avalen. Dejo aquí las palabras de Menéndez Pidal, máximo estudioso de esta forma literaria. 

“ Sería un milagro literario absolutamente incomprensible; tuvieron que precederles muchos siglos de trabajo para que la vulgaridad de uno y otro idioma naciente, y la de sus habitantes, fuese elevada a la necesaria dignidad artística. En los textos conservados el genio épico aparece constituido con caracteres formales e ideológicos totalmente extraños a las obras latinas antiguas y alto-medievales que se pretende hayan sido inspiradoras únicas”.  

12.- Los cantares de gestas son realistas

La épica castellana se ciñe a hechos de la historia incluso a la toponimia o los nombres de los personajes. Aquí no aparecen episodios fantásticos en los que fuerzas sobrenaturales ayudan al héroe. Sin obviar su vertiente poética (que es de gran calidad),  se rige por parámetro de verosimilitud de  los acontecimientos históricos que son objeto. Bien es verdad que hay algunos críticos que señalan el mundo de los sueños o realizaciones grandiosas (consideradas milagros) tras un ruego a la divinidad. En este sentido, no podemos analizar estas obras con la mirada descreída del europeo tecnificado del siglo XXI. En aquella época el cien por cien de la población tenía como cierto estas manifestaciones divinas a través del mundo onírico. Es más, hasta la llegada del Realismo literario en el siglo XIX, no encontramos una fuente literaria que, en sus raíces, haga gala de ese intento, a todas luces, de verosimilitud. 

13.- Metros y rimas de los cantares de gesta

Caracterizado por una rima en asonante, no encontramos uniformidad en el número de versos. Sí es una constante la existencia de un hemistiquio o pausa  que divide el verso en dos partes. El número de sílabas más corriente es de 7, aunque también pueden llegar a 6 u 8. En palabras de Menéndez Pidal 

“Este apego a la rima asonante y a la irregularidad métrica demuestra el carácter extremadamente arcaico y tradicionalista de la epopeya española”. 

Ejemplos de cantares de gesta 

Hay que empezar por la más importante manifestación de la épica castellana que es el Cantar del Mío Cid el cual se ha conservado escrito casi íntegro en una versión de máxima belleza. Se guarda en una caja de máxima seguridad en la Biblioteca Nacional de Madrid. En ella se narra las aventuras de Rodrigo Díaz de Vivar en su lucha tanto con reinos musulmanes como cristianos así como con las traiciones y deslealtades que sufrió.  

De la lista que pongo aquí apenas han llegado obras en verso. Se sabe que fueron temáticas populares porque, o bien tenemos fragmentos (a veces insertos en otra obra) o bien están recogidos en la historiografía en prosa. Esto es, si los cantares de gesta constituían la manifestación literaria poética oral de los hechos que interesaban al pueblo, los estudiosos entienden que tuvieron que existir creaciones sobre los siguientes ciclos:  

1.- Cantar del rey Rodrigo y la pérdida de España. 

2.- El Conde Fernán González. 

3.- Cantar de la condesa traidora y del conde Sancho García. 

4.- Romance del Infante García. 

5.- Cantar de los Siete Infantes de Lara. 

6.- Cantar de la Jura de Santa Gadea

7.- Gesta de Ramiro y García, hijos de Sancho el Mayor. 

8.- Cantar de la Jura de Santa Gadea.

9.- Cantar de la muerte del rey don Fernando. 

10.- Cantar de Sancho II de Castilla y el cerco de Zamora. 

11.- Cantar de las mocedades de Rodrigo. 

12.- Cantar de Roncesvalles

13.- Cantar de la mora Zaida. 

14.- Poema de Bernardo del Carpio. 

15.- Gesta del Abad don Juan de Montemayor.  

Los cantares de gesta, por tanto, fueron las piezas centrales del trabajo poético de lo que la crítica ha denominado mester de juglaría. Difíciles de estudiar por su carácter oral, anónimo y por quedar poco o nada escrito. Si hay algo que explique el que no fuera recogido en una obra fue la consideración que de estas obras se tenían en la época: literatura sencilla para el entretenimiento del pueblo que no podía tener la importancia o consideración, no ya de las grandes obras del mester de clerecía, sino de la literatura en las llamadas lenguas cultas (latín o griego). Afortunadamente, solo con el Poema del Mío Cid hoy podemos disfrutar de la radical belleza de estas obras poéticas. 

 

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

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El 11 de noviembre de 1476 muere Rodrigo Manrique, padre de nuestro poeta. Tras el fallecimiento, su hijo, trovador que no había destacado con sus versos de corte amoroso, compone una elegía que ha entrado en el canon no ya de las letras castellanas sino en las universales. Con una fuerza expresiva potente y un dramatismo que acepta las situaciones vitales, las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique constituyen el cenit de la poesía del siglo XV, la misma que se sacudía todas las características de la literatura medieval que ya iban quedando obsoletas. Para entenderlas y situarlas algunos datos de corte histórico son fundamentales. 

Contexto histórico en el que surge las Coplas a la muerte de su padre 

Situación socio política en Europa 

El siglo XV en Europa y en los reinos preponderantes de Castilla y Aragón fue una época de crisis constantes, de hambrunas endémicas y de guerras sin fin. Inglaterra se enfrasca contra Francia en la llamada Guerra de los 100 años (1328-1453) con el afán de arrebatar el trono galo. El resultado, aparte de perder la contienda, fueron años convulsos a todos los niveles. La vida se agotaba en rencillas y luchas fraticidas que hacían abandonar cosechas y recursos económicos. Ni que decir tiene que eso provocaba descalabros de toda índole y tipo. La enumeración sería infinita: esperanza de vida mínima que apenas llegaba a los treinta años, una mortalidad infantil apabullante, hambrunas, despoblación, pestes… Y eso sin contar acosos y persecuciones.  

En cuanto a la situación de la Iglesia, esta también es de crisis con el llamado Cisma de Occidente que se abre en 1378 y no se cierra hasta bien entrado el Siglo XV. Como resultas de los criterios dispares, aparte del Papa romano se van sucediendo los que conforman la Iglesia de Avignon que acaba con la dinastía de los conocidos Borgias. Parte de sus miembros, aún hoy en día, siguen siendo personajes centrales de novelas históricas de intriga  (que hasta el siglo XXI ha llegado la fascinación por una familia que se apuntó a todos los vicios posibles). Para rizar el rizo, en Pisa se eligió un tercer papa en 1409. Todo ello acabó con el Concilio de Constanza de 1414 y con una Iglesia muy debilitada que, además, hacía frente a herejías y opiniones radicales que acabarían con la reforma de Lutero. 

Situación socio política en los reinos de Castilla y Aragón

En lo que hoy conocemos como España la situación no era mucho mejor. El reino de Castilla, el emergente y con más fuerza, estaba dominado por una aristocracia indolente acaparadora de tierras que apenas trabajaba para crear riqueza. Sí se mantenía una actividad ganadera centrada en la lana cuyos excedentes se exportaban. Los distintos reinos se entretenían luchando entre sí, tal como recoge la trama de ese gran poema medieval que es El Cantar del Mío Cid. Aragón se queda sin sucesión y, en los compromisos de Caspe (1412), se acuerda que ocupe el trono Fernando de Antequera. De aquí surgiría el futuro rey católico cuya unión con Isabel de Castilla fue el germen de la unificación que hoy conocemos como España.  

Si la situación de la población cristiana era delicada, peor parte se llevaban moriscos y, especialmente, judíos dedicados a la artesanía, comercio y a una incipiente banca. A pesar de este estado de cosas (o debido al mismo) sigue intacto el fervor religioso medieval. Todo ello produce un sentimiento general de abatimiento, de profunda obsesión por la muerte, por el más allá. En este sentido, esta vida es un camino de espinas que ni siquiera merece la pena vivirse. Por eso se ponen los ojos en la existencia futura con la promesa del fin de tantas tribulaciones. 

En este contexto, por si fuera poco, desde el más rico de los aristócratas hasta el más humilde de los campesinos, hacían gala sin pudor de una terrible misoginia. Las mujeres quedan relegadas de cualquier ámbito cívico y condenadas a las cuatro paredes de la casa. En ellas, según el sentir de la época, además recaen vicios variopintos de los que luego hace burla y sátira la literatura de la época.   

La literatura en el época de Jorge Manrique 

Paralelamente, se extiende una poesía sensual o amorosa que ya habían cultivado los autores de la literatura medieval cercanos a la lírica provenzal. La cultura continúa siendo alegórica y basada en los símbolos, elementos necesarios para hacer entender los contenidos a un pueblo eminentemente analfabeto que se acercaba a cualquier tipo de conocimiento de manera oral. Recuerdo que aún no se había inventado la imprenta. Por tanto, los libros se seguían produciendo de forma manuscrita en los scriptoria de los monasterios. Las ideas se transmitían, como en toda la Edad Media, de una manera muy lenta, sesgada y pobre.  

Géneros de la literatura del siglo XV 

1.- Danzas de la muerte, precursoras de las Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique

Toda esta situación de injusticias, guerras, hambrunas y luchas de poder en todos los estamentos hacen mella en el pueblo llano. Si bien el descontento es pronto sofocado por la fuerza, en literatura va a surgir una poesía satírica que se dedica a atacar los vicios de las cortes de la época. Estos eran muchos. Así que había material de trabajo en abundancia. Y de la sátira política se termina en las “danzas de la muerte” de las que beben las Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique. Son poemas de corte alegórico (tal como se habían producido en toda la Edad Media) en la que la muerte va llamando a individuos de todo tipo desde el rey hasta el más miserable de los campesinos. Ninguno se libra. La muerte, en esta danza o canto, comienza a enumerar vicios, culpas y pecados no dejando a nadie indemne.  

2.- Lírica o poesía cortesana heredera de la Edad Media

Aquí se encuentran poemas de amor sensual y, en principio, platónicos (aunque hay críticos que opinan que de esto último hubo poco) que se seguían cantando por trovadores y juglares. Junto a este tipo de poesía crece la de corte alegórico al estilo de Dante con temas filosóficos o de línea moral. El ingenio de estos creadores se hacía ver en justas y torneos que se celebraban con regocijo y por todo lo alto en las distintas cortes que poblaban España y el resto de Europa. De esta línea poética, nombres a tener en cuenta son Iñigo López de Mendoza, conocido como Marqués de Santillana, Juan de Mena e, incluso, un joven Jorge Manrique que se entretiene con esta forma de hacer versos. Dicho esto, apunto que la crítica está de acuerdo que son las Coplas por la muerte de su padre la obra que sacó a nuestro autor del anonimato.  

3.- El auge de los libros de caballería 

A pesar de que la aristocracia, de donde bebe el ideal caballeresco, no era un dechado de virtudes, las historias fantasiosas de estas obras encandilaban a un público variopinto. El máximo exponente es el Amadís de Gaula.  

4.- Inicios de la comedia humanística

Este tipo de teatro comienza en el siglo XV y la obra más señera es La Celestina. El resto de las obras teatrales estaban ligadas a la liturgia eclesiástica.  

5.- Prosa satírica con fines moralizaste 

Aunque se cebaban en ocasiones contra las mujeres y su supuesta lujuria su fin era poner al descubierto los vicios de los seres humanos. En este apartado se encuentra un autor a tener en cuenta: Enrique de Villena. 

Con este sustrato cultural y literario compuso Jorge Manrique las Coplas por la muerte de su padre donde encontramos elementos de la danza de la muerte, de la poesía satírica (al poner en evidencia los bienes fatuos de la existencia en este plano) e, incluso, modos de la poesía cortesana.  

Biografía mínima de Jorge Manrique

No conocemos la fecha exacta de nacimiento de nuestro poeta. Se acepta el año 1440 y el lugar Paredes de Nava en Palencia. Fue hijo de un caudillo militar bajo el mando de Isabel La Católica. A pesar del oficio de las armas del padre, en la familia ya había habido algunos poetas. No se conoce ni la formación ni los avatares exactos ni de Jorge Manrique ni los de su padre. Lo único cierto es que recibió formación tanto militar como humanística. Por tanto, debía pertenecer a la nobleza que era la única que empuñaba a la par así las armas como las letras. Rodrigo Manrique fue un estratega exitoso que consiguió grandes hitos para la futura reina católica. A algunas refriegas le acompañó su hijo que luchó al lado de su progenitor aunque aún le quedó algún tiempo para ir componiendo coplillas de corte amoroso sin la calidad literaria de sus Coplas por la muerte de su padre 

Ambos murieron en el campo de batalla. Don Rodrigo cayó en 1476 y su hijo en 1479 en el Castillo de Garcimuñoz combatiendo contra el duque de Villena que se había levantado contra la reina. En esos tres años compuso los versos que han pasado al canon de la literatura en lengua castellana.  

Coplas a la muerte de su padre, guía básica de lectura

Los contemporáneos de nuestro poeta mantenían como exponente de buen hacer poético a Juan de Mena, fallecido en 1456. Sin embargo, el cambio de mentalidad hacia un gusto más sencillo utilizando las posibilidades del floreciente castellano se iba imponiendo paulatinamente. Los modos artificiosos siguiendo la estela del latín (que aún mantenía su poder como lengua de cultura) se van abandonando. En su lugar, la poesía culta se va despegando de los corsés del Mester de Clerecía para tomar modos y fórmulas de la poesía popular. En este contexto se gesta las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique. Recordamos su memorable inicio:

Recuerde el alma dormida,

avive el seso y despierte,

contemplando

cómo se pasa la vida

cómo se viene la muerte

tan callando:

cuán presto se va el placer,

cómo, después de acordado, 

da dolor;

cómo, a nuestro parecer, 

cualquiera tiempo pasado

fue mejor. 

1.- Métrica y ritmo de las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique

La métrica es totalmente original compuesta por: 

  • 40 estrofas que se bautizan como coplas de pie quebrado o manriqueñas. 
  • Cada una de las estrofas tiene doce versos divididos en dos bloques de seis. 
  • Los versos son octosílabos (8 sílabas) y tetrasílabos (cuatro sílabas).
  • Los dos primeros versos son octosílabos y el siguiente de 4. 
  • La rima es en asonante cada tres versos.
  • Esquemáticamente sería as: 8a8b4c8a8b4c; 8d8e4f8d8e4f 

Al romper el ritmo con el verso de cuatro sílabas el poema nos introduce en una pausa, como si quisiéramos tomar aliento. Además, en este ejemplo, esos versos tetrasílabos rompen el discurso de la frase obligándonos “a pensar”, “a fijarnos con más detenimiento”.  

2.- Estructura y lenguaje de la obra 

La crítica ha dividido la obra en dos partes:

  1. La primera está compuesta por las primeras 24 estrofas. En ellas Jorge Manrique desmenuza una especie de introducción (eso sí de soberbia belleza) sobre la fugacidad de la vida y la inconsistencia de las glorias del este mundo. 
  2. En las dieciséis restantes estrofas hace un elogio de la figura de su padre. 

En lo que respecta al lenguaje es tremendamente sencillo (aunque no conozcamos el significado de algunas palabras del poema que respondían a objetos frecuentes en la época). No hay apenas tropos ni giros sintácticos ni metáforas rebuscadas. El valor de las Coplas por la muerte de su padre radica precisamente en eso: en un ritmo marcado, con una expresión tremendamente llana que nos introduce en un tema común a todo ser humano de cualquier tiempo y lugar.  

3.-La importancia de las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique

Como Shakespeare (que tomaba temas e historias de la tradición), Jorge Manrique no inventa absolutamente nada. La temática está presente en la literatura y en la filosofía desde que se tiene constancia escrita y ha seguido estando presente desde entonces. La belleza de la obra radica precisamente (como en buena parte de la literatura del canon) en el tratamiento estilístico, sinceridad y manipulación eficaz del lenguaje. Así nos atrapa con la inutilidad de las glorias de este mundo al contraponerla a la siempre victoria de la muerte. 

En definitiva, las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique refleja el tema de la fugacidad de la vida, de la desproporción de lo que hacemos aquí teniendo en cuenta la muerte segura, del desapego de cualquier éxito… temas que, en esencia, son tan queridos para el pueblo español. Son tan famosas que incluso personas con poca instrucción literaria las conocen. Nada vale contra el poder de la muerte que lanza cualquier éxito hacia el olvido inmediatamente. Y acabo con un botón de muestra: 

 

XVI

¿Qué se hizo el rey don Joan?

Los infantes de Aragon, 

¿qué se hicieron?

¿Que fue de tanto galán,

qué de tanta invención

que trujeron?

¿Fueron sino devaneos?

¿Qué fueron sino verduras

de las eras, 

las justas e los torneos,

paramentos, bordaduras

e cimeras?

 

XVII

¿Qué se hicieron las damas

sus tocados e vestidos,

sus olores?

¿Qué se hicieron las llamas

de los fuegos encendidos

de amadores?

¿Qué se hizo aquel trovar,

las músicas acordadas

que tañían?

¿Qué se hizo aquel danzar,

aquellas ropas chapadas

que traían?

 

Eso: ¿qué se hizo? ¿qué pasó? A la pregunta retórica de lo que sucedió con estos gestos de vanidad hay responder que fuero pasto  del paso inexorable de la muerte.

 

Por Candela Vizcaíno 

Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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El 11 de noviembre de 1476 muere Rodrigo Manrique, padre de nuestro poeta. Tras el fallecimiento, su hijo, trovador que no había destacado con sus versos de corte amoroso, compone una elegía que ha entrado en el canon no ya de las letras castellanas sino en las universales. Con una fuerza expresiva potente y un dramatismo que acepta las situaciones vitales, las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique constituyen el cenit de la poesía del siglo XV, la misma que se sacudía todas las características de la literatura medieval que ya iban quedando obsoletas. Para entenderlas y situarlas algunos datos de corte histórico son fundamentales. 

Contexto histórico en el que surge las Coplas a la muerte de su padre 

Situación socio política en Europa 

El siglo XV en Europa y en los reinos preponderantes de Castilla y Aragón fue una época de crisis constantes, de hambrunas endémicas y de guerras sin fin. Inglaterra se enfrasca contra Francia en la llamada Guerra de los 100 años (1328-1453) con el afán de arrebatar el trono galo. El resultado, aparte de perder la contienda, fueron años convulsos a todos los niveles. La vida se agotaba en rencillas y luchas fraticidas que hacían abandonar cosechas y recursos económicos. Ni que decir tiene que eso provocaba descalabros de toda índole y tipo. La enumeración sería infinita: esperanza de vida mínima que apenas llegaba a los treinta años, una mortalidad infantil apabullante, hambrunas, despoblación, pestes… Y eso sin contar acosos y persecuciones.  

En cuanto a la situación de la Iglesia, esta también es de crisis con el llamado Cisma de Occidente que se abre en 1378 y no se cierra hasta bien entrado el Siglo XV. Como resultas de los criterios dispares, aparte del Papa romano se van sucediendo los que conforman la Iglesia de Avignon que acaba con la dinastía de los conocidos Borgias. Parte de sus miembros, aún hoy en día, siguen siendo personajes centrales de novelas históricas de intriga  (que hasta el siglo XXI ha llegado la fascinación por una familia que se apuntó a todos los vicios posibles). Para rizar el rizo, en Pisa se eligió un tercer papa en 1409. Todo ello acabó con el Concilio de Constanza de 1414 y con una Iglesia muy debilitada que, además, hacía frente a herejías y opiniones radicales que acabarían con la reforma de Lutero. 

Situación socio política en los reinos de Castilla y Aragón

En lo que hoy conocemos como España la situación no era mucho mejor. El reino de Castilla, el emergente y con más fuerza, estaba dominado por una aristocracia indolente acaparadora de tierras que apenas trabajaba para crear riqueza. Sí se mantenía una actividad ganadera centrada en la lana cuyos excedentes se exportaban. Los distintos reinos se entretenían luchando entre sí, tal como recoge la trama de ese gran poema medieval que es El Cantar del Mío Cid. Aragón se queda sin sucesión y, en los compromisos de Caspe (1412), se acuerda que ocupe el trono Fernando de Antequera. De aquí surgiría el futuro rey católico cuya unión con Isabel de Castilla fue el germen de la unificación que hoy conocemos como España.  

Si la situación de la población cristiana era delicada, peor parte se llevaban moriscos y, especialmente, judíos dedicados a la artesanía, comercio y a una incipiente banca. A pesar de este estado de cosas (o debido al mismo) sigue intacto el fervor religioso medieval. Todo ello produce un sentimiento general de abatimiento, de profunda obsesión por la muerte, por el más allá. En este sentido, esta vida es un camino de espinas que ni siquiera merece la pena vivirse. Por eso se ponen los ojos en la existencia futura con la promesa del fin de tantas tribulaciones. 

En este contexto, por si fuera poco, desde el más rico de los aristócratas hasta el más humilde de los campesinos, hacían gala sin pudor de una terrible misoginia. Las mujeres quedan relegadas de cualquier ámbito cívico y condenadas a las cuatro paredes de la casa. En ellas, según el sentir de la época, además recaen vicios variopintos de los que luego hace burla y sátira la literatura de la época.   

La literatura en el época de Jorge Manrique 

Paralelamente, se extiende una poesía sensual o amorosa que ya habían cultivado los autores de la literatura medieval cercanos a la lírica provenzal. La cultura continúa siendo alegórica y basada en los símbolos, elementos necesarios para hacer entender los contenidos a un pueblo eminentemente analfabeto que se acercaba a cualquier tipo de conocimiento de manera oral. Recuerdo que aún no se había inventado la imprenta. Por tanto, los libros se seguían produciendo de forma manuscrita en los scriptoria de los monasterios. Las ideas se transmitían, como en toda la Edad Media, de una manera muy lenta, sesgada y pobre.  

Géneros de la literatura del siglo XV 

1.- Danzas de la muerte, precursoras de las Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique

Toda esta situación de injusticias, guerras, hambrunas y luchas de poder en todos los estamentos hacen mella en el pueblo llano. Si bien el descontento es pronto sofocado por la fuerza, en literatura va a surgir una poesía satírica que se dedica a atacar los vicios de las cortes de la época. Estos eran muchos. Así que había material de trabajo en abundancia. Y de la sátira política se termina en las “danzas de la muerte” de las que beben las Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique. Son poemas de corte alegórico (tal como se habían producido en toda la Edad Media) en la que la muerte va llamando a individuos de todo tipo desde el rey hasta el más miserable de los campesinos. Ninguno se libra. La muerte, en esta danza o canto, comienza a enumerar vicios, culpas y pecados no dejando a nadie indemne.  

2.- Lírica o poesía cortesana heredera de la Edad Media

Aquí se encuentran poemas de amor sensual y, en principio, platónicos (aunque hay críticos que opinan que de esto último hubo poco) que se seguían cantando por trovadores y juglares. Junto a este tipo de poesía crece la de corte alegórico al estilo de Dante con temas filosóficos o de línea moral. El ingenio de estos creadores se hacía ver en justas y torneos que se celebraban con regocijo y por todo lo alto en las distintas cortes que poblaban España y el resto de Europa. De esta línea poética, nombres a tener en cuenta son Iñigo López de Mendoza, conocido como Marqués de Santillana, Juan de Mena e, incluso, un joven Jorge Manrique que se entretiene con esta forma de hacer versos. Dicho esto, apunto que la crítica está de acuerdo que son las Coplas por la muerte de su padre la obra que sacó a nuestro autor del anonimato.  

3.- El auge de los libros de caballería 

A pesar de que la aristocracia, de donde bebe el ideal caballeresco, no era un dechado de virtudes, las historias fantasiosas de estas obras encandilaban a un público variopinto. El máximo exponente es el Amadís de Gaula.  

4.- Inicios de la comedia humanística

Este tipo de teatro comienza en el siglo XV y la obra más señera es La Celestina. El resto de las obras teatrales estaban ligadas a la liturgia eclesiástica.  

5.- Prosa satírica con fines moralizaste 

Aunque se cebaban en ocasiones contra las mujeres y su supuesta lujuria su fin era poner al descubierto los vicios de los seres humanos. En este apartado se encuentra un autor a tener en cuenta: Enrique de Villena. 

Con este sustrato cultural y literario compuso Jorge Manrique las Coplas por la muerte de su padre donde encontramos elementos de la danza de la muerte, de la poesía satírica (al poner en evidencia los bienes fatuos de la existencia en este plano) e, incluso, modos de la poesía cortesana.  

Biografía mínima de Jorge Manrique

No conocemos la fecha exacta de nacimiento de nuestro poeta. Se acepta el año 1440 y el lugar Paredes de Nava en Palencia. Fue hijo de un caudillo militar bajo el mando de Isabel La Católica. A pesar del oficio de las armas del padre, en la familia ya había habido algunos poetas. No se conoce ni la formación ni los avatares exactos ni de Jorge Manrique ni los de su padre. Lo único cierto es que recibió formación tanto militar como humanística. Por tanto, debía pertenecer a la nobleza que era la única que empuñaba a la par así las armas como las letras. Rodrigo Manrique fue un estratega exitoso que consiguió grandes hitos para la futura reina católica. A algunas refriegas le acompañó su hijo que luchó al lado de su progenitor aunque aún le quedó algún tiempo para ir componiendo coplillas de corte amoroso sin la calidad literaria de sus Coplas por la muerte de su padre 

Ambos murieron en el campo de batalla. Don Rodrigo cayó en 1476 y su hijo en 1479 en el Castillo de Garcimuñoz combatiendo contra el duque de Villena que se había levantado contra la reina. En esos tres años compuso los versos que han pasado al canon de la literatura en lengua castellana.  

Coplas a la muerte de su padre, guía básica de lectura

Los contemporáneos de nuestro poeta mantenían como exponente de buen hacer poético a Juan de Mena, fallecido en 1456. Sin embargo, el cambio de mentalidad hacia un gusto más sencillo utilizando las posibilidades del floreciente castellano se iba imponiendo paulatinamente. Los modos artificiosos siguiendo la estela del latín (que aún mantenía su poder como lengua de cultura) se van abandonando. En su lugar, la poesía culta se va despegando de los corsés del Mester de Clerecía para tomar modos y fórmulas de la poesía popular. En este contexto se gesta las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique. Recordamos su memorable inicio:

Recuerde el alma dormida,

avive el seso y despierte,

contemplando

cómo se pasa la vida

cómo se viene la muerte

tan callando:

cuán presto se va el placer,

cómo, después de acordado, 

da dolor;

cómo, a nuestro parecer, 

cualquiera tiempo pasado

fue mejor. 

1.- Métrica y ritmo de las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique

La métrica es totalmente original compuesta por: 

  • 40 estrofas que se bautizan como coplas de pie quebrado o manriqueñas. 
  • Cada una de las estrofas tiene doce versos divididos en dos bloques de seis. 
  • Los versos son octosílabos (8 sílabas) y tetrasílabos (cuatro sílabas).
  • Los dos primeros versos son octosílabos y el siguiente de 4. 
  • La rima es en asonante cada tres versos.
  • Esquemáticamente sería as: 8a8b4c8a8b4c; 8d8e4f8d8e4f 

Al romper el ritmo con el verso de cuatro sílabas el poema nos introduce en una pausa, como si quisiéramos tomar aliento. Además, en este ejemplo, esos versos tetrasílabos rompen el discurso de la frase obligándonos “a pensar”, “a fijarnos con más detenimiento”.  

2.- Estructura y lenguaje de la obra 

La crítica ha dividido la obra en dos partes:

  1. La primera está compuesta por las primeras 24 estrofas. En ellas Jorge Manrique desmenuza una especie de introducción (eso sí de soberbia belleza) sobre la fugacidad de la vida y la inconsistencia de las glorias del este mundo. 
  2. En las dieciséis restantes estrofas hace un elogio de la figura de su padre. 

En lo que respecta al lenguaje es tremendamente sencillo (aunque no conozcamos el significado de algunas palabras del poema que respondían a objetos frecuentes en la época). No hay apenas tropos ni giros sintácticos ni metáforas rebuscadas. El valor de las Coplas por la muerte de su padre radica precisamente en eso: en un ritmo marcado, con una expresión tremendamente llana que nos introduce en un tema común a todo ser humano de cualquier tiempo y lugar.  

3.-La importancia de las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique

Como Shakespeare (que tomaba temas e historias de la tradición), Jorge Manrique no inventa absolutamente nada. La temática está presente en la literatura y en la filosofía desde que se tiene constancia escrita y ha seguido estando presente desde entonces. La belleza de la obra radica precisamente (como en buena parte de la literatura del canon) en el tratamiento estilístico, sinceridad y manipulación eficaz del lenguaje. Así nos atrapa con la inutilidad de las glorias de este mundo al contraponerla a la siempre victoria de la muerte. 

En definitiva, las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique refleja el tema de la fugacidad de la vida, de la desproporción de lo que hacemos aquí teniendo en cuenta la muerte segura, del desapego de cualquier éxito… temas que, en esencia, son tan queridos para el pueblo español. Son tan famosas que incluso personas con poca instrucción literaria las conocen. Nada vale contra el poder de la muerte que lanza cualquier éxito hacia el olvido inmediatamente. Y acabo con un botón de muestra: 

 

XVI

¿Qué se hizo el rey don Joan?

Los infantes de Aragon, 

¿qué se hicieron?

¿Que fue de tanto galán,

qué de tanta invención

que trujeron?

¿Fueron sino devaneos?

¿Qué fueron sino verduras

de las eras, 

las justas e los torneos,

paramentos, bordaduras

e cimeras?

 

XVII

¿Qué se hicieron las damas

sus tocados e vestidos,

sus olores?

¿Qué se hicieron las llamas

de los fuegos encendidos

de amadores?

¿Qué se hizo aquel trovar,

las músicas acordadas

que tañían?

¿Qué se hizo aquel danzar,

aquellas ropas chapadas

que traían?

 

Eso: ¿qué se hizo? ¿qué pasó? A la pregunta retórica de lo que sucedió con estos gestos de vanidad hay responder que fuero pasto  del paso inexorable de la muerte.

 

Por Candela Vizcaíno 

Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Compuesto con toda probabilidad entre lo siglos XII y XIII, El Cantar del Mío Cid es una de las obras cumbres de literatura española y uno de los primeros poemas que nos han llegado de forma escrita. De una belleza apabullante, pertenece al género épico y, con total seguridad, fue realizado para ser cantado y/o recitado por los juglares de la época. Es esta una de las características de la literatura medieval, la cual es mayoritariamente anónima y diseñada para transmitirse de forma oral entre un público mayoritariamente analfabeto, extremadamente pobre y  sin acceso a los productos culturales tal como los conocemos hoy.

Si la obra que nos ha llegado, a la que le faltan los primeros versos, fue primorosamente escrita (esto es, manuscrita para que se conservara), es lógico pensar que tuvo un gran éxito de público. ¿Por qué anoto esto? Porque un libro en la Edad Media era un producto de lujo casi y eran poquísimas las obras profanas (literatura en este caso) que pasaban a ser escritas. Las labores de los copistas se ajustaban a las obras sacras y a aquellas que se conservaron de la literatura griega y/o romana. Por eso, se han perdido casi todos los poemas (a excepción de algunas jarchas mozárabes y cantigas gallegas) de la época. Otros títulos, como los Beatos, tuvieron más suerte al convertirse en auténticos best seller y fueron objeto de copias y más copias además de ser engalanados con bellas miniaturas.  

Las características de El Cantar del Mío Cid con respecto al género épico medieval

Antes de adentrarnos en la singularidad de esta gran obra de la literatura castellana, recuerdo algunos aspectos generales de la obra. 

 

1.- Pertenece al género épico. Esto es, se trata de las andanzas de un caballero (en este caso un personaje histórico) en busca de reparación del honor perdido injustamente. 

2.- En Castilla (germen de la actual España) tuvo bastante éxito esta fórmula literaria a la que pertenece El Cantar del Mío Cid a juzgar por los fragmentos que nos han llegado. 

3.- La literatura épica ensalza la figura de un héroe fuerte que ha sufrido una agresión importante, la cual cambia su vida de una manera radical. Sale en busca de reparación para restaurar su honor y buen nombre. Y esas aventuras se convierten en hazañas que son dignas de imitar, cantar y propagar. De aquí que sean objeto de los más bellos poemas medievales.  

4.- Algunos críticos señalan que el auge de este género en Castilla (en detrimento de otros) se debe a las peculiaridades de la historia patria en constante lucha no solo con otros reinos cristianos sino también con los musulmanes que, en aquel momento, se replegaban en el sur. 

5.- El Cantar del Mío Cid responde a los avatares de un personaje histórico: Rodrigo Díaz de Vivar. 

Biografía del Cid Campeador

Su verdadero nombre era Rodrigo Díaz de Vivar, ya que nació en esa localidad burgalesa alrededor de 1040 en una familia perteneciente a la baja nobleza. Tuvo una educación de calidad para los parámetros de la época, ya que compartió instrucción con el príncipe don Sancho, heredero al trono de Castilla. Este luce la corona en 1065 y recompensa a su amigo de la infancia con la jefatura del ejercito (sería una especie de general actual). El rey Sancho gustaba de la guerra y peleó contra sus propios hermanos: Urraca, señora de Zamora, Alfonso de León y García de Galicia. Eran épocas oscuras en las que las guerras eran el pan de cada de día. En estas peleas fratricidas y crueles resulta asesinado Sancho. Rodrigo se queda en una posición vulnerable y debe jurar ante el nuevo rey, a la sazón uno de los hermanos del difunto: Alfonso. Como era un estratega eficaz, aunque en desgracia, es tenido en cuenta por el nuevo rey.  

Se casa con doña Jimena, de estirpe real, y se le encomienda una tarea delicada para los parámetros de la época: el cobro de los impuestos al rey de Sevilla. Era, por entonces, el musulmán Motámid. Todo iba bien hasta que fue atacado por el rey de Granada y por el conde García Ordóñez. Era este enemigo acérrimo de nuestro protagonista. Posiblemente, tenía celos de su arrojo y hazañas de éxito. Como no pudo derrotarlo en la refriega, utiliza tácticas de auténtico psicópata (que la política ha sido la misma desde tiempos remotos) y lo difama acusándolo de haberse quedado con el dinero recaudado.  

La importancia del destierro en la biografía del Cid Campeador 

Todo esta refriega y el enredo consiguiente le llevan al destierro en 1081. El Cantar del Mio Cid comienza precisamente en este punto con estos hermosos versos: 

De los sus ojos tan fuertemente llorando,

Tornaba la cabeza y estábamos catando.

Vio puertas abiertas y postigos sin candados, 

Alcántaras vacías, sin pieles y sin mantos,

Y sin halcones y sin azores mudados. 

Suspiró mío Cid pues tenía muy grandes cuidados.

Habló mío Cid, bien y tan mesurado:

-¡Gracias a ti señor padre, que estás en lo alto!

-¡Esto me han vuelto mis enemigos malos! 

A pesar del destierro de Castilla, su tierra, Rodrigo Díaz de Vivar era un estratega tan conocido y codiciado que pronto encontró el favor de otro rey. Esta vez el musulmán de Zaragoza lo llamó a su lado. Allí se instaló con familia, criados y los soldados que le seguían siendo fieles. Con la bandera de este nuevo reino combatió en Aragón y Cataluña. Todo en esta época fueron éxitos para el Cid.  

La importancia de Valencia en la Biografía del Cid

Ante tanto buen hacer, Alfonso, el rey de Castilla, el mismo que lo había desterrado, lo llama para que le ayude con el avance de los almorávides. Así que todo olvidado y vuelta a enarbolar la bandera de Castilla esta vez con dirección a Valencia con la promesa de tierras y posesiones. Mientras tanto, el rey pelea en Aledo (Murcia) y el Cid no llega a tiempo para socorrerle. El monarca parece no comprender las razones y lo destierra de nuevo. El Cid, sobreponiéndose a tanto desplante, logra hacerse con Valencia, por entonces una plaza codiciada. ¿Y qué hace el rey? Pues que intenta conquistar la ciudad por mar. A todo ello Rodrigo Díaz le recuerda al monarca la promesa hecha y allí se queda la cosa.  

Muy codiciada fue Valencia y no solo por el rey castellano sino también por los musulmanes. El Cid la defiende y en 1094 instala su familia y es allí donde murió en 1099. Tuvo que ser un gran estratega y militar, ya que en 1101 la plaza vuelve a manos almorávides y su viuda, Jimena, tiene que salir huyendo. No se va con lo puesto, ya que incluso se lleva el cadáver de su esposo que reposa, en la actualidad, en la Catedral de Burgos. Aparte de ser un militar de éxito también supo negociar las bodas de sus hijas con miembros de la realeza de Navarra y Cataluña. El Cid, con la perspectiva actual, fue un freelance triunfador que se repuso de todos los contratiempos que le venían fortaleciéndose en cada crisis. Con estos ojos quizás se le vio en la época, ya que el personaje fue tan popular que nos han llegado varios poemas sobre su persona. 

Sustrato histórico de El Cantar del Mio Cid

Toda esta vida de aventuras de alguien que, al parecer, se conduce con nobleza y con cierta lealtad sedujo a la población de la época medieval. Por eso, los juglares y trovadores, haciéndose eco del éxito del personaje, no dudaron en ejecutar cantares de todo tipo en torno a esta figura. Los críticos aceptan que fueron muchos y que el que ha llegado hasta nosotros fue el más hermoso por su calidad literaria. Por eso, se pasó a escrito y tenemos la suerte de disfrutarlo al día de hoy.  

Dicho esto, a pesar de que Rodrigo Díaz de Vivar fue un personaje histórico cuyas hazañas, hechos y éxitos se encuentran refrendados por otras fuentes, El Cantar del Mío Cid es una obra de literatura. Es poesía y como tal la debemos estudiar con su sustrato histórico o real, pero también con su parte de fantasía, de creación y de emoción. 

Fecha y autor de El Cantar del Mio Cid 

Los autores de la literatura medieval no se comportaban como los actuales que ponemos la firma, rúbrica y nombre antes incluso de terminar la obra. La época, y especialmente en el germen de lo que hoy conocemos como España, era tremendamente religiosa. Lo sagrado empapaba cualquier aspecto de la vida. En este sentido, todos los creadores (pintores, arquitectos, músicos o poetas) encomendaban su obra a Dios considerando la firma como un acto de vanidad casi. No obstante, en el manuscrito de El Cantar del Mío Cid custodiado actualmente en la Biblioteca Nacional de Madrid aparece un nombre: Per Abbat o Pedro Abad.  

A pesar de esa firma al final del manuscrito, uno de los mayores estudiosos de la obra, Ramón Menéndez Pidal, supuso que había dos autores. Según esta teoría, el primero y más antiguo compuso el texto nada más morir el Cid histórico y otro posterior, llamado de Medinaceli,  añadió los puntos más fantasiosos, artísticos, inventados o novelescos. Esto es, consideraba que hubo una primera versión y, sobre esa, se reescribió de una forma literaria en época posterior. 

Sin embargo, esa hipótesis queda hoy anulada debido a la solidez, coherencia y unidad de la obra. Por tanto, hoy se considera que hubo un solo autor que bien pudiera ser ese Per Abbat con el que se firma el manuscrito y se acepta la fecha que aparece en el libro que nos ha llegado: 1207.  

¿Fue Per Abbat el creador de El Cantar del Mío Cid o un mero copista? Esos extremos no lo podemos conocer con los datos y las características de la literatura medieval. Los que lo defienden se apoyan en la fecha del manuscrito que nos ha llegado: mediados del siglo XIV. Esto es, ese ejemplar, aunque se escribió más de un siglo después, y allí se reseña la autoría. Hay que hacer notar que en la época los copistas o amanuenses eran totalmente anónimos. Se consideraba un trabajo de artesanía, no creativo. Por tanto, casi nunca aparecía los nombres de los que intervenían en esa labor. Si el manuscrito de El Cantar del Mío Cid lleva esa firma como la de su creador, bien pudiera ser ese el nombre del poeta.  

Cómo es El Cantar del Mío Cid  

1.- Métrica de El Cantar del Mío Cid

Al manuscrito conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid le faltan tres hojas: la primera y dos interiores. En total tenemos 3730 versos.  Estos se dividen en tiradas monorrimas variables asonantes. Esto es, las rimas pueden estar unidas por tan solo dos versos hasta la friolera de 190.  

Los versos son irregulares como corresponde al cantar de juglaría (en contraposición al cantar del clerecía que siempre se componía en cuaderna vía con versos alejandrinos). Los versos son muy irregulares y se hacen interpretaciones de lectura según los críticos que estudian la obra. En la actualidad, existen versiones modernizadas del castellano antiguo para que su lectura sea más amena a los estudiantes. 

2.- Partes de El Cantar del Mío Cid 

El Cantar del Mío Cid está dividido en tres partes y dos de ellas no tienen fundamento histórico. Sin embargo, son los mas hermosos y dramáticos. Recordamos una vez más que estamos ante un texto literario compuesto para entretener y emocionar basado, eso sí, sobre un personaje exitoso de la época. La tres parte son: 

1.-  Cantar del destierro con la trama sobre la calumnia acerca del robo de los aranceles del rey de Sevilla. 

2.- Cantar de las bodas de las hijas del Cid con los infantes de Carrión, aunque se sabe que contrajeron matrimonio con otras personas. 

3.- Cantar de la afrenta de Corpes donde las dos hijas de Rodrigo Díaz de Vivar son maltratadas y vejadas en venganza por los actos de su padre.  

3.- Estilo de El Cantar del Mío Cid

El verdadero protagonista siempre es el Mío Cid el cual se muestra de una forma realista como una persona ambivalente: fiero en la batalla pero humano con los suyos y hasta cariñoso con la familia. Esa capacidad de introspección de un personaje histórico es un hito en la literatura de la época. En cuanto al estilo, hay que destacar: 

1.-La lengua es sencilla, ágil (aunque al día de hoy nos pueda parecer lo contrario), dotada de un dramatismo que lo acerca a un público no entendido en literatura. 

2.- La obra fue compuesta para ser recitada y su carácter oral se vislumbra en las llamadas de atención a los oyentes. 

3.-  Se encuentran arcaísmos, palabras que ya no se usaban en la época normalmente, pero que, a la vez, constituían un recurso literario común. 

4.- Algún crítico ha anotado que el autor pudiera tener formación en derecho debido al alto número de términos jurídicos que hay en la obra. 

5.- Destacan las repeticiones, también una norma en este tipo de obras que tenían que ser memorizadas y recitadas una y otra vez. 

6.- En la obra se pueden estudiar algunas modificaciones del castellano antiguo que daba paso a la lengua renacentista. 

Resumiendo muchísimo El Cantar del Mío Cid es una de las obras cumbres de la literatura castellana, cenit del canon español dotada de una belleza trágica que abunda en su originalidad. Y todo ello a pesar de pertenecer a uno de los géneros más tratados en la época: la poesía épica, la misma que ensalzaba las hazañas de grandes caballeros en lucha por nobles ideales. 

Por Candela Vizcaíno 

Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Compuesto con toda probabilidad entre lo siglos XII y XIII, El Cantar del Mío Cid es una de las obras cumbres de literatura española y uno de los primeros poemas que nos han llegado de forma escrita. De una belleza apabullante, pertenece al género épico y, con total seguridad, fue realizado para ser cantado y/o recitado por los juglares de la época. Es esta una de las características de la literatura medieval, la cual es mayoritariamente anónima y diseñada para transmitirse de forma oral entre un público mayoritariamente analfabeto, extremadamente pobre y  sin acceso a los productos culturales tal como los conocemos hoy.

Si la obra que nos ha llegado, a la que le faltan los primeros versos, fue primorosamente escrita (esto es, manuscrita para que se conservara), es lógico pensar que tuvo un gran éxito de público. ¿Por qué anoto esto? Porque un libro en la Edad Media era un producto de lujo casi y eran poquísimas las obras profanas (literatura en este caso) que pasaban a ser escritas. Las labores de los copistas se ajustaban a las obras sacras y a aquellas que se conservaron de la literatura griega y/o romana. Por eso, se han perdido casi todos los poemas (a excepción de algunas jarchas mozárabes y cantigas gallegas) de la época. Otros títulos, como los Beatos, tuvieron más suerte al convertirse en auténticos best seller y fueron objeto de copias y más copias además de ser engalanados con bellas miniaturas.  

Las características de El Cantar del Mío Cid con respecto al género épico medieval

Antes de adentrarnos en la singularidad de esta gran obra de la literatura castellana, recuerdo algunos aspectos generales de la obra. 

 

1.- Pertenece al género épico. Esto es, se trata de las andanzas de un caballero (en este caso un personaje histórico) en busca de reparación del honor perdido injustamente. 

2.- En Castilla (germen de la actual España) tuvo bastante éxito esta fórmula literaria a la que pertenece El Cantar del Mío Cid a juzgar por los fragmentos que nos han llegado. 

3.- La literatura épica ensalza la figura de un héroe fuerte que ha sufrido una agresión importante, la cual cambia su vida de una manera radical. Sale en busca de reparación para restaurar su honor y buen nombre. Y esas aventuras se convierten en hazañas que son dignas de imitar, cantar y propagar. De aquí que sean objeto de los más bellos poemas medievales.  

4.- Algunos críticos señalan que el auge de este género en Castilla (en detrimento de otros) se debe a las peculiaridades de la historia patria en constante lucha no solo con otros reinos cristianos sino también con los musulmanes que, en aquel momento, se replegaban en el sur. 

5.- El Cantar del Mío Cid responde a los avatares de un personaje histórico: Rodrigo Díaz de Vivar. 

Biografía del Cid Campeador

Su verdadero nombre era Rodrigo Díaz de Vivar, ya que nació en esa localidad burgalesa alrededor de 1040 en una familia perteneciente a la baja nobleza. Tuvo una educación de calidad para los parámetros de la época, ya que compartió instrucción con el príncipe don Sancho, heredero al trono de Castilla. Este luce la corona en 1065 y recompensa a su amigo de la infancia con la jefatura del ejercito (sería una especie de general actual). El rey Sancho gustaba de la guerra y peleó contra sus propios hermanos: Urraca, señora de Zamora, Alfonso de León y García de Galicia. Eran épocas oscuras en las que las guerras eran el pan de cada de día. En estas peleas fratricidas y crueles resulta asesinado Sancho. Rodrigo se queda en una posición vulnerable y debe jurar ante el nuevo rey, a la sazón uno de los hermanos del difunto: Alfonso. Como era un estratega eficaz, aunque en desgracia, es tenido en cuenta por el nuevo rey.  

Se casa con doña Jimena, de estirpe real, y se le encomienda una tarea delicada para los parámetros de la época: el cobro de los impuestos al rey de Sevilla. Era, por entonces, el musulmán Motámid. Todo iba bien hasta que fue atacado por el rey de Granada y por el conde García Ordóñez. Era este enemigo acérrimo de nuestro protagonista. Posiblemente, tenía celos de su arrojo y hazañas de éxito. Como no pudo derrotarlo en la refriega, utiliza tácticas de auténtico psicópata (que la política ha sido la misma desde tiempos remotos) y lo difama acusándolo de haberse quedado con el dinero recaudado.  

La importancia del destierro en la biografía del Cid Campeador 

Todo esta refriega y el enredo consiguiente le llevan al destierro en 1081. El Cantar del Mio Cid comienza precisamente en este punto con estos hermosos versos: 

De los sus ojos tan fuertemente llorando,

Tornaba la cabeza y estábamos catando.

Vio puertas abiertas y postigos sin candados, 

Alcántaras vacías, sin pieles y sin mantos,

Y sin halcones y sin azores mudados. 

Suspiró mío Cid pues tenía muy grandes cuidados.

Habló mío Cid, bien y tan mesurado:

-¡Gracias a ti señor padre, que estás en lo alto!

-¡Esto me han vuelto mis enemigos malos! 

A pesar del destierro de Castilla, su tierra, Rodrigo Díaz de Vivar era un estratega tan conocido y codiciado que pronto encontró el favor de otro rey. Esta vez el musulmán de Zaragoza lo llamó a su lado. Allí se instaló con familia, criados y los soldados que le seguían siendo fieles. Con la bandera de este nuevo reino combatió en Aragón y Cataluña. Todo en esta época fueron éxitos para el Cid.  

La importancia de Valencia en la Biografía del Cid

Ante tanto buen hacer, Alfonso, el rey de Castilla, el mismo que lo había desterrado, lo llama para que le ayude con el avance de los almorávides. Así que todo olvidado y vuelta a enarbolar la bandera de Castilla esta vez con dirección a Valencia con la promesa de tierras y posesiones. Mientras tanto, el rey pelea en Aledo (Murcia) y el Cid no llega a tiempo para socorrerle. El monarca parece no comprender las razones y lo destierra de nuevo. El Cid, sobreponiéndose a tanto desplante, logra hacerse con Valencia, por entonces una plaza codiciada. ¿Y qué hace el rey? Pues que intenta conquistar la ciudad por mar. A todo ello Rodrigo Díaz le recuerda al monarca la promesa hecha y allí se queda la cosa.  

Muy codiciada fue Valencia y no solo por el rey castellano sino también por los musulmanes. El Cid la defiende y en 1094 instala su familia y es allí donde murió en 1099. Tuvo que ser un gran estratega y militar, ya que en 1101 la plaza vuelve a manos almorávides y su viuda, Jimena, tiene que salir huyendo. No se va con lo puesto, ya que incluso se lleva el cadáver de su esposo que reposa, en la actualidad, en la Catedral de Burgos. Aparte de ser un militar de éxito también supo negociar las bodas de sus hijas con miembros de la realeza de Navarra y Cataluña. El Cid, con la perspectiva actual, fue un freelance triunfador que se repuso de todos los contratiempos que le venían fortaleciéndose en cada crisis. Con estos ojos quizás se le vio en la época, ya que el personaje fue tan popular que nos han llegado varios poemas sobre su persona. 

Sustrato histórico de El Cantar del Mio Cid

Toda esta vida de aventuras de alguien que, al parecer, se conduce con nobleza y con cierta lealtad sedujo a la población de la época medieval. Por eso, los juglares y trovadores, haciéndose eco del éxito del personaje, no dudaron en ejecutar cantares de todo tipo en torno a esta figura. Los críticos aceptan que fueron muchos y que el que ha llegado hasta nosotros fue el más hermoso por su calidad literaria. Por eso, se pasó a escrito y tenemos la suerte de disfrutarlo al día de hoy.  

Dicho esto, a pesar de que Rodrigo Díaz de Vivar fue un personaje histórico cuyas hazañas, hechos y éxitos se encuentran refrendados por otras fuentes, El Cantar del Mío Cid es una obra de literatura. Es poesía y como tal la debemos estudiar con su sustrato histórico o real, pero también con su parte de fantasía, de creación y de emoción. 

Fecha y autor de El Cantar del Mio Cid 

Los autores de la literatura medieval no se comportaban como los actuales que ponemos la firma, rúbrica y nombre antes incluso de terminar la obra. La época, y especialmente en el germen de lo que hoy conocemos como España, era tremendamente religiosa. Lo sagrado empapaba cualquier aspecto de la vida. En este sentido, todos los creadores (pintores, arquitectos, músicos o poetas) encomendaban su obra a Dios considerando la firma como un acto de vanidad casi. No obstante, en el manuscrito de El Cantar del Mío Cid custodiado actualmente en la Biblioteca Nacional de Madrid aparece un nombre: Per Abbat o Pedro Abad.  

A pesar de esa firma al final del manuscrito, uno de los mayores estudiosos de la obra, Ramón Menéndez Pidal, supuso que había dos autores. Según esta teoría, el primero y más antiguo compuso el texto nada más morir el Cid histórico y otro posterior, llamado de Medinaceli,  añadió los puntos más fantasiosos, artísticos, inventados o novelescos. Esto es, consideraba que hubo una primera versión y, sobre esa, se reescribió de una forma literaria en época posterior. 

Sin embargo, esa hipótesis queda hoy anulada debido a la solidez, coherencia y unidad de la obra. Por tanto, hoy se considera que hubo un solo autor que bien pudiera ser ese Per Abbat con el que se firma el manuscrito y se acepta la fecha que aparece en el libro que nos ha llegado: 1207.  

¿Fue Per Abbat el creador de El Cantar del Mío Cid o un mero copista? Esos extremos no lo podemos conocer con los datos y las características de la literatura medieval. Los que lo defienden se apoyan en la fecha del manuscrito que nos ha llegado: mediados del siglo XIV. Esto es, ese ejemplar, aunque se escribió más de un siglo después, y allí se reseña la autoría. Hay que hacer notar que en la época los copistas o amanuenses eran totalmente anónimos. Se consideraba un trabajo de artesanía, no creativo. Por tanto, casi nunca aparecía los nombres de los que intervenían en esa labor. Si el manuscrito de El Cantar del Mío Cid lleva esa firma como la de su creador, bien pudiera ser ese el nombre del poeta.  

Cómo es El Cantar del Mío Cid  

1.- Métrica de El Cantar del Mío Cid

Al manuscrito conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid le faltan tres hojas: la primera y dos interiores. En total tenemos 3730 versos.  Estos se dividen en tiradas monorrimas variables asonantes. Esto es, las rimas pueden estar unidas por tan solo dos versos hasta la friolera de 190.  

Los versos son irregulares como corresponde al cantar de juglaría (en contraposición al cantar del clerecía que siempre se componía en cuaderna vía con versos alejandrinos). Los versos son muy irregulares y se hacen interpretaciones de lectura según los críticos que estudian la obra. En la actualidad, existen versiones modernizadas del castellano antiguo para que su lectura sea más amena a los estudiantes. 

2.- Partes de El Cantar del Mío Cid 

El Cantar del Mío Cid está dividido en tres partes y dos de ellas no tienen fundamento histórico. Sin embargo, son los mas hermosos y dramáticos. Recordamos una vez más que estamos ante un texto literario compuesto para entretener y emocionar basado, eso sí, sobre un personaje exitoso de la época. La tres parte son: 

1.-  Cantar del destierro con la trama sobre la calumnia acerca del robo de los aranceles del rey de Sevilla. 

2.- Cantar de las bodas de las hijas del Cid con los infantes de Carrión, aunque se sabe que contrajeron matrimonio con otras personas. 

3.- Cantar de la afrenta de Corpes donde las dos hijas de Rodrigo Díaz de Vivar son maltratadas y vejadas en venganza por los actos de su padre.  

3.- Estilo de El Cantar del Mío Cid

El verdadero protagonista siempre es el Mío Cid el cual se muestra de una forma realista como una persona ambivalente: fiero en la batalla pero humano con los suyos y hasta cariñoso con la familia. Esa capacidad de introspección de un personaje histórico es un hito en la literatura de la época. En cuanto al estilo, hay que destacar: 

1.-La lengua es sencilla, ágil (aunque al día de hoy nos pueda parecer lo contrario), dotada de un dramatismo que lo acerca a un público no entendido en literatura. 

2.- La obra fue compuesta para ser recitada y su carácter oral se vislumbra en las llamadas de atención a los oyentes. 

3.-  Se encuentran arcaísmos, palabras que ya no se usaban en la época normalmente, pero que, a la vez, constituían un recurso literario común. 

4.- Algún crítico ha anotado que el autor pudiera tener formación en derecho debido al alto número de términos jurídicos que hay en la obra. 

5.- Destacan las repeticiones, también una norma en este tipo de obras que tenían que ser memorizadas y recitadas una y otra vez. 

6.- En la obra se pueden estudiar algunas modificaciones del castellano antiguo que daba paso a la lengua renacentista. 

Resumiendo muchísimo El Cantar del Mío Cid es una de las obras cumbres de la literatura castellana, cenit del canon español dotada de una belleza trágica que abunda en su originalidad. Y todo ello a pesar de pertenecer a uno de los géneros más tratados en la época: la poesía épica, la misma que ensalzaba las hazañas de grandes caballeros en lucha por nobles ideales. 

Por Candela Vizcaíno 

Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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