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 De la gran mayoría de los autores de la Edad Media poco o nada sabemos, de aquellos que formaban el denominado mester de juglaría mucho menos. La aún desconocida (a pesar de los fantásticos estudios de Menéndez Pidal) literatura medieval ha sufrido los embates del tiempo, por supuesto. Pero también, el hecho de que los libros en la época fueran un bien tan escaso que se consideraban productos de lujo. Por eso, se escogía cuidadosamente lo que se ponía por escrito.  Y la literatura popular, que a esta pertenece el mester de juglaría, no era ni por asomo algo “digno” de preservarse en el tiempo. Estos poetas anónimos, algunos simples rapsodas, fueron los creadores de la poesía épica medieval en lengua romance que poco o nada ha llegado hasta nosotros. Sin embargo, en castellano tenemos el gran Cantar del Mío Cid, conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid, poco más de 100 versos del Cantar del Roncesvalles y un puñado de referencias más acerca de esta poesía épica medieval.  

El carácter anónimo y nómada del mester de juglaría 

Contrapuesto tradicionalmente al mester de clerecía, culto, ordenado y sistematizo creado por clérigos, el de juglaría sería el que crea las composiciones dirigidas al pueblo. Eran estos artistas una combinación de poetas, rapsodas, malabaristas, músicos,  bailarines y vividores única en el paisaje altamente clasificado de la sociedad medieval. Su oficio consistía en entretener a las gentes sencillas y humildes del pueblo con espectáculos diversos. Dentro de ese programa entre cultura y lúdico se encontraban los cantares de gesta. Estos estaban diseñados para ese público analfabeto, carcomido por la miseria y acosado por guerras y falta de libertades. El juglar llevaba su mester de pueblo en pueblo y, a cambio, pedía unas cuantas monedas. 

Con suerte, algún noble requería sus servicios pero no debemos confundir a los integrantes del mester de juglaría con los trovadores cortesanos. Estos o bien eran nobles cultos ociosos que se dedicaban a la poesía como pasatiempo o estaban bajo  el amparo de un mecenas aristocrático. Los temas eran radicalmente distintos ya que se centraban en la poesía de amor platónico aunque algunas historias nos demuestren que, a veces, se saltaban algunas fronteras.  El juglar, en cambio, iba por libre bien en solitario o lo que es más factible, formando compañías como los actuales circos ambulantes.  

El mester de juglaría produce poesía épica para el pueblo 

Los pocos versos que nos han llegado y las referencias en prosa de esta fórmula poética se refiere a una poesía al cien por cien de carácter épico. Esto es, el tema y el eje conductor del poema son las aventuras y andanzas de cualquier héroe contemporáneo y real de carne y hueso. Los poemas épicos de la literatura medieval cumplían, por decirlo resumidamente, el papel de los periódicos contemporáneos. Un público analfabeto que solo se movía a menos de diez kilómetros del terruño y sin información o formación de ningún tipo exigía esas noticias del mester de juglaría cuando llegaban a la plaza del mercado. Por eso, solo se han conservado referencias de las temáticas favoritas de los aldeanos. 

Aunque se estima que estos poemas épicos nacen a partir del siglo XI y continúan hasta los albores del Renacimiento, algunos críticos como Menéndez Pidal los sitúan en una época tan temprana como el siglo VIII, justo cuando el castellano ya  había evolucionado tanto que podía considerarse una lengua distinta del latín. Ni que decir tiene que estos poemas estaban compuestos en el nuevo idioma vulgar en contraposición a la culta que tan solo conocían los letrados que se dedicaban al cuidado de los libros. Ese hecho, el de ser popular y en lengua vernácula, fue también, con toda probabilidad otra excusa más para que no fueran recogidos por escrito.  

El mester de juglaría memorizaba los poemas épicos que eran del gusto del pueblo 

Se intuye que pudieran llevar varios de ellos en el repertorio pero no mucho más por la dificultad para hacer un esquema escrito y la necesidad de memorizar. En este sentido, con toda probabilidad, a la pericia de un juglar en concreto se unía la música de instrumentos básicos. Serían, por así decirlo, como largas canciones con un ritmo marcado que el artista repetía una y otra vez mientras el público escuchaba.  

Este carácter oral explica las repeticiones constantes de algunos elementos fundamentales de la historia e, incluso, el haber encontrado en el Cantar del Mío Cid fragmentos que hacen un resumen de lo ya narrado. Con ello, el juglar se aseguraba que el público recordara la trama para poder seguir las novedades. Con toda probabilidad, estos espectáculos variados duraban algunos días que coincidirían con fiestas, celebraciones o días de mercado importantes. La compañía de juglares, por mera razón de supervivencia, tenía que asegurarse un público lo suficientemente amplio para que las cuantas monedas que recibían les permitiera subsistir. 

Las obras del mester de juglaría tienen un enfoque realista a pesar de su temática épica 

Este carácter oral, nómada y popular han hecho que la gran mayoría de los poemas épicos se hayan perdido. Podemos reconstruirlos o hacernos una idea de la temática y la mayoría de las características de los cantares de gesta a través de la historiografía en prosa que comenzó a recogerse en España con Alfonso X el Sabio. En estos retazos conservados entendemos que las tramas favoritas giraban a través de las batallas de los héroes contemporáneos y de los éxitos de los caudillos más famosos. En ellos abundan narraciones de las fratricidas guerras medievales, las deslealtades o traiciones así como el arrojo de los más valientes.  

Nada hay de fantasía en estos poemas. El público y el mester de juglaría así lo ofrecía. Estos daban realidad pura y dura, tanto que hay que esperar al siglo XIX, con el auge del Realismo literario para encontrar algo semejante en literatura. Si hay algo ajeno al arrojo y poderío del héroe, este siempre se explica por una ayuda divina pero siempre dentro de los parámetros del aquí y ahora terrenal. En la poesía épica del mester de juglaría no te vas a encontrar un unicornio o seres mágicos volando. Todo en ella pertenece a ese mundo medieval que gira entre el castillo con sus peleas y el monasterio con sus toques de campana y el copiado de libros. Lo demás es el trabajo del campo y el comercio que quedó de los antiguos caminos romanos.  

Estilo de los romances del mester de clerecía 

Al contrario de la literatura producida por el mester de clerecía, estos romances no tienen una estructura estilística marcada. Nos encontramos con repeticiones, “fallos” del lenguaje e, incluso, palabras que no pertenecen ni al latín ni al castellano. Simplemente el juglar olvidó o no sabía cuál era la dicción normalizada. La rima siempre es asonante y el verso irregular. 

Sí encontramos un hemistiquio, un corte o una pausa, en mitad del verso que más bien parece una anotación para tomar aire y seguir el ritmo. Estos cortan el verso a la mitad dividiéndolo en 6 (la más corriente), 7, 8 o, incluso, 9 sílabas. A partir de aquí, más allá de la alegoría y los símbolos conocidos por el pueblo, no encontramos más tropos. 

El lenguaje, en castellano, es fresco, directo, narrativo con un ritmo marcado. No hay nada en el poema que sea una floritura o accesorio. Todo gira en torno a esa historia pero también a los sentimientos del héroe que son descritos con precisión y concisión. Hay que recordar que son poemas orales dirigidos a un público popular con un nivel de instrucción mínimo. El juglar no podía permitirse que la audiencia se le dispersara. Por eso, estos poemas tienen el drama justo para que todos siguieran escuchando.  

El mester de juglaría terminó con la llegada de la imprenta y el ascenso de las ciudades y su nuevo modo de vida. La poesía épica medieval fue dando paso a otras fórmulas de entretenimiento que comenzaron con los autos sacramentales y terminaron con los corrales de comedia de los Siglos de Oro.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

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 De la gran mayoría de los autores de la Edad Media poco o nada sabemos, de aquellos que formaban el denominado mester de juglaría mucho menos. La aún desconocida (a pesar de los fantásticos estudios de Menéndez Pidal) literatura medieval ha sufrido los embates del tiempo, por supuesto. Pero también, el hecho de que los libros en la época fueran un bien tan escaso que se consideraban productos de lujo. Por eso, se escogía cuidadosamente lo que se ponía por escrito.  Y la literatura popular, que a esta pertenece el mester de juglaría, no era ni por asomo algo “digno” de preservarse en el tiempo. Estos poetas anónimos, algunos simples rapsodas, fueron los creadores de la poesía épica medieval en lengua romance que poco o nada ha llegado hasta nosotros. Sin embargo, en castellano tenemos el gran Cantar del Mío Cid, conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid, poco más de 100 versos del Cantar del Roncesvalles y un puñado de referencias más acerca de esta poesía épica medieval.  

El carácter anónimo y nómada del mester de juglaría 

Contrapuesto tradicionalmente al mester de clerecía, culto, ordenado y sistematizo creado por clérigos, el de juglaría sería el que crea las composiciones dirigidas al pueblo. Eran estos artistas una combinación de poetas, rapsodas, malabaristas, músicos,  bailarines y vividores única en el paisaje altamente clasificado de la sociedad medieval. Su oficio consistía en entretener a las gentes sencillas y humildes del pueblo con espectáculos diversos. Dentro de ese programa entre cultura y lúdico se encontraban los cantares de gesta. Estos estaban diseñados para ese público analfabeto, carcomido por la miseria y acosado por guerras y falta de libertades. El juglar llevaba su mester de pueblo en pueblo y, a cambio, pedía unas cuantas monedas. 

Con suerte, algún noble requería sus servicios pero no debemos confundir a los integrantes del mester de juglaría con los trovadores cortesanos. Estos o bien eran nobles cultos ociosos que se dedicaban a la poesía como pasatiempo o estaban bajo  el amparo de un mecenas aristocrático. Los temas eran radicalmente distintos ya que se centraban en la poesía de amor platónico aunque algunas historias nos demuestren que, a veces, se saltaban algunas fronteras.  El juglar, en cambio, iba por libre bien en solitario o lo que es más factible, formando compañías como los actuales circos ambulantes.  

El mester de juglaría produce poesía épica para el pueblo 

Los pocos versos que nos han llegado y las referencias en prosa de esta fórmula poética se refiere a una poesía al cien por cien de carácter épico. Esto es, el tema y el eje conductor del poema son las aventuras y andanzas de cualquier héroe contemporáneo y real de carne y hueso. Los poemas épicos de la literatura medieval cumplían, por decirlo resumidamente, el papel de los periódicos contemporáneos. Un público analfabeto que solo se movía a menos de diez kilómetros del terruño y sin información o formación de ningún tipo exigía esas noticias del mester de juglaría cuando llegaban a la plaza del mercado. Por eso, solo se han conservado referencias de las temáticas favoritas de los aldeanos. 

Aunque se estima que estos poemas épicos nacen a partir del siglo XI y continúan hasta los albores del Renacimiento, algunos críticos como Menéndez Pidal los sitúan en una época tan temprana como el siglo VIII, justo cuando el castellano ya  había evolucionado tanto que podía considerarse una lengua distinta del latín. Ni que decir tiene que estos poemas estaban compuestos en el nuevo idioma vulgar en contraposición a la culta que tan solo conocían los letrados que se dedicaban al cuidado de los libros. Ese hecho, el de ser popular y en lengua vernácula, fue también, con toda probabilidad otra excusa más para que no fueran recogidos por escrito.  

El mester de juglaría memorizaba los poemas épicos que eran del gusto del pueblo 

Se intuye que pudieran llevar varios de ellos en el repertorio pero no mucho más por la dificultad para hacer un esquema escrito y la necesidad de memorizar. En este sentido, con toda probabilidad, a la pericia de un juglar en concreto se unía la música de instrumentos básicos. Serían, por así decirlo, como largas canciones con un ritmo marcado que el artista repetía una y otra vez mientras el público escuchaba.  

Este carácter oral explica las repeticiones constantes de algunos elementos fundamentales de la historia e, incluso, el haber encontrado en el Cantar del Mío Cid fragmentos que hacen un resumen de lo ya narrado. Con ello, el juglar se aseguraba que el público recordara la trama para poder seguir las novedades. Con toda probabilidad, estos espectáculos variados duraban algunos días que coincidirían con fiestas, celebraciones o días de mercado importantes. La compañía de juglares, por mera razón de supervivencia, tenía que asegurarse un público lo suficientemente amplio para que las cuantas monedas que recibían les permitiera subsistir. 

Las obras del mester de juglaría tienen un enfoque realista a pesar de su temática épica 

Este carácter oral, nómada y popular han hecho que la gran mayoría de los poemas épicos se hayan perdido. Podemos reconstruirlos o hacernos una idea de la temática y la mayoría de las características de los cantares de gesta a través de la historiografía en prosa que comenzó a recogerse en España con Alfonso X el Sabio. En estos retazos conservados entendemos que las tramas favoritas giraban a través de las batallas de los héroes contemporáneos y de los éxitos de los caudillos más famosos. En ellos abundan narraciones de las fratricidas guerras medievales, las deslealtades o traiciones así como el arrojo de los más valientes.  

Nada hay de fantasía en estos poemas. El público y el mester de juglaría así lo ofrecía. Estos daban realidad pura y dura, tanto que hay que esperar al siglo XIX, con el auge del Realismo literario para encontrar algo semejante en literatura. Si hay algo ajeno al arrojo y poderío del héroe, este siempre se explica por una ayuda divina pero siempre dentro de los parámetros del aquí y ahora terrenal. En la poesía épica del mester de juglaría no te vas a encontrar un unicornio o seres mágicos volando. Todo en ella pertenece a ese mundo medieval que gira entre el castillo con sus peleas y el monasterio con sus toques de campana y el copiado de libros. Lo demás es el trabajo del campo y el comercio que quedó de los antiguos caminos romanos.  

Estilo de los romances del mester de clerecía 

Al contrario de la literatura producida por el mester de clerecía, estos romances no tienen una estructura estilística marcada. Nos encontramos con repeticiones, “fallos” del lenguaje e, incluso, palabras que no pertenecen ni al latín ni al castellano. Simplemente el juglar olvidó o no sabía cuál era la dicción normalizada. La rima siempre es asonante y el verso irregular. 

Sí encontramos un hemistiquio, un corte o una pausa, en mitad del verso que más bien parece una anotación para tomar aire y seguir el ritmo. Estos cortan el verso a la mitad dividiéndolo en 6 (la más corriente), 7, 8 o, incluso, 9 sílabas. A partir de aquí, más allá de la alegoría y los símbolos conocidos por el pueblo, no encontramos más tropos. 

El lenguaje, en castellano, es fresco, directo, narrativo con un ritmo marcado. No hay nada en el poema que sea una floritura o accesorio. Todo gira en torno a esa historia pero también a los sentimientos del héroe que son descritos con precisión y concisión. Hay que recordar que son poemas orales dirigidos a un público popular con un nivel de instrucción mínimo. El juglar no podía permitirse que la audiencia se le dispersara. Por eso, estos poemas tienen el drama justo para que todos siguieran escuchando.  

El mester de juglaría terminó con la llegada de la imprenta y el ascenso de las ciudades y su nuevo modo de vida. La poesía épica medieval fue dando paso a otras fórmulas de entretenimiento que comenzaron con los autos sacramentales y terminaron con los corrales de comedia de los Siglos de Oro.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

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Los cantares de gesta lo conforman un puñado de poemas de la literatura medieval que cantan y narran las hazañas de los héroes de la época. Están compuestos en las nuevas lenguas romances, aquellas que evolucionaron desde el latín, idioma que ya no se hablaba por el pueblo llano alrededor del siglo X (ni mucho antes), fecha de aparición de estos romances. La gran mayoría de ellos se ha perdido debido a las particulares características de los cantares de gesta los cuales pertenecen a la tradición literaria oral. Entonces, ¿cómo sabemos cómo eran y cómo se desarrollaban? Sus singularidades y estilo se entresacan, en castellano, de una gran obra que sí ha sobrepasado las brumas del tiempo, El Cantar del Mío Cid, de los trozos o retazos (a veces en otras obras) que han perdurado y por las narraciones en prosa que tratan los mismos temas de la época. Vamos con estas 10 singularidades de las epopeyas épicas o romances medievales, como también se conocen a los cantares de gesta.

1.- La más importante de las características de los cantares de gesta es que están escritos en lengua romance 

Y con ellos, en español, comienza la literatura en nuestra lengua. El latín había evolucionado tanto que únicamente los estudiosos podían entenderlo, hablarlo y leerlo. A veces, no llegaban a escribir en esta lengua que ya empezaba a considerarse muerta. Era el idioma para los estudios de cultura, hecho que llegó, incluso, hasta una época tan tardía como el siglo XVIII, cuando este concepto fue dinamitado del todo por la literatura neoclásica. A partir del siglo X-XI, aunque hay algunos autores que consideran que fue mucho antes, los textos escritos con una intención literaria, lúdica o emotiva recurrían a las nuevas lenguas romances que se estaban formando por todo el territorio europeo.

2.- Los cantares de gesta es inherente a la labor de los juglares medievales  

Sin ellos no se entienden estos largos poemas divididos en varias partes temáticas que eran recitados o cantados con ayuda de un instrumento por estos personajes tan particulares, ya que vivían en la frontera de lo admitido socialmente. Eran los juglares individuos a medio camino entre un artista polifacético y un aventurero, cuando no alguien al margen de la ley. Se dedicaban a vivir (de la mendicidad casi) de feria en feria, de mercado en mercado entreteniendo al pueblo llano con sus cantares de gesta, malabarismo, música, danzas e, incluso, algún número con animales. Con suerte, y con motivo de la celebración de un acontecimiento dichoso (bodas, bautizos,  fin de epidemias o batallas ganadas) el señor de lugar patrocinaba ese espectáculo para regocijo de un pueblo consumido por el analfabetismo, la falta de higiene, el hambre y la poca perspectiva vital.  

3.- El juglar no es un trovador y había una contraposición con el mester de clerecía  

Aunque mucho se ha escrito sobre estos personajes que, en los últimos años, se ha retomado por artistas callejeros, en verdad no hay ni siquiera unanimidad en considerar a los juglares como los creadores de los cantares de gesta. Esto es, si bien ellos son fundamentales para su transmisión, no está claro que todos ellos fueran poetas. Habría, con toda probabilidad, de todo, algunos creadores y otros meros transmisores de esos romances.  

El juglar, por tanto, no es un trovador. Este último sí es un poeta que crea sus versos aunque, en la mayoría de los casos por ocio o de forma altruista. El juglar (aunque malamente) aspiraba a ganarse la vida en condiciones adversas las más de las veces. El trovador era, en ocasiones, un aristócrata (o un profesional bajo el mecenazgo de un noble) que componía por amor al arte, normalmente versos centrados en el amor platónico (aunque en esto, como en todo, nos encontramos clamorosas excepciones que dan un paso peligroso hacia lo físico). 

El mester de clerecía es el otro gran bloque de la literatura medieval y aquí se insertaban los textos literarios creados por escritores cultos (normalmente perteneciente al clero) siguiendo una estructura temática y estilística marcada. Sin embargo, en este aspecto tampoco está claro que las divisiones fueran estancas y también nos encontramos algunos estudiosos que son de la opinión de que algunos clérigos con inclinaciones poéticas no tuvieron reparos en crear textos para que los juglares lo cantaran entre el pueblo. 

4.- Otra de las características más importantes de los cantares de gesta es su condición de poemas orales  

Y eso determina muchas de las características pero, especialmente, ha condicionado su estudio al existir pocos fragmentos y una sola obra de forma escrita. Los cantares de gesta no tenían intención de perdurar en el tiempo y, además, se consideraban de temática frívola a veces (en contraposición con los asuntos serios de la rama filosófica o religiosa). Si a eso unimos que la producción de libros en la Edad Media era mínima, tenemos el cóctel explosivo perfecto para entender la pérdida de estos textos. En una época en la que un libro (por su dificultad de producción) se consideraba un objeto de lujo destinado, a veces, para las élites, no se ponía nada por escrito que no se considerara fundamental para la salvación no ya de la sociedad terrenal sino de las almas. Esta es la razón por la que solo se miniaban (ilustraban con materiales preciosos) textos religiosos (uno de los mejores ejemplos es el Beatos) o las pocas líneas que llegaron de la literatura griega o romana. 

Los libros se producían en los “scriptoria” de los monasterios por monjes que, a veces, tenían una instrucción mínima, caligrafiados lentamente sobre pergamino. En una época de hambre constante y de producción básica de bienes de consumo, todo esto se hacía con cuentagotas. Los directores de las bibliotecas tenían que elegir qué obras pasaban a la posteridad y decidían normalmente sobre los textos religiosos (no todos) y las obras literarias clásicas. Gracias a ellos, por otra parte, nos ha llegado fantásticos poemas, relatos,  retazos de filosofía o historia y teatro del acervo clásico. Los cantares de gesta, y esta es otra de sus características, eran considerados entretenimiento para el pueblo. Por tanto, no entraban en la lista de aquello que podía perpetuarse de manera escrita. 

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5.- Características de los cantares de gesta en cuanto al estilismo 

Ese concepto o clasificación de estos poemas condicionan, por tanto, su expresión estética. Al ser orales, debían tener un ritmo que propiciara su memorización. Recordemos que un papel era un artículo de lujo y puede, incluso, que algunos juglares tuvieran buena disposición a aprender de memoria las palabras, pero eso no indica ni siquiera que supiesen leer. Por tanto, tenemos: 

  • Los textos nunca están pulidos, estructurados o diseñados como se haría con un poema que se concibe por escrito. 
  • Hay repeticiones (para que quedaran claros hechos o conceptos), resúmenes (que coincidiría con los distintos días de recitado) y “errores”. También, incluso, se encuentran contradicciones temáticas y trastoques. 
  • Por contra, son frescos, sencillos, con una fuerza expresiva cercana a la improvisación. 
  • La rima siempre es en asonante.
  • No hay un metro o verso preponderante. 
  • Todos los versos tienen un corte o hemistiquio que lo dividen. La medida más común es el verso de seis sílabas pero se encuentran de 7, 8 y 9. 
  • El ritmo es marcado. Seguramente esto se hacía a conciencia para facilitar la memoria y el recitado. 

6.- La temática de estos romances siempre es épica 

Otra de las características fundamentales de los cantares de gesta es que tienen un único tema: la epopeya épica. Esto es, se narran únicamente las hazañas bélicas de los héroes contemporáneos. Era lo que demandaba un público analfabeto que literalmente no salía más allá de diez kilómetros alrededor del castillo. De un modo u otro, era una forma de informarse de aquello que pasaba en el reino de al lado y la época es rica, especialmente, en batallas sin sentido, luchas fraticidas, deslealtades, asedios y robos con saqueo. De esto trataban estos romances populares.  

7.- Otra de las principales características de los cantares de gesta es el realismo 

Tanto es así que hay que esperar al siglo XIX, con el Realismo literario para encontrar algo semejante. No encontramos nada que se suponga fantástico o fuera de los límites de este mundo. Es el aquí y el ahora, la cruda realidad de hoy. Si bien, se hace mención a los símbolos de sueños premonitorios en el ámbito sagrado, hay que tener en cuenta que esto era real para la población de la época. 

8.- El destinatario de los cantares de gesta siempre era el pueblo  

Aunque hubiera un noble que promocionara algún espectáculo, este tipo de entretenimiento lúdico tenía un objetivo único: el pueblo. Analfabeto (se calcula que lo era el 90% de la población), acosado por hambrunas, falta de higiene, epidemias cruentas, guerras entre vecinos, saqueos y acoso de todo tipo, prácticamente era el único producto cultural al que tenían acceso. Este destinatario también explica el concepto que de estos poemas se tenía por parte de la élite culta y letrada encargada (casi mayoritariamente) de la conservación del conocimiento.  

9.- El público demandaba historias contemporáneas  

Porque esta es otra de las características de los cantares de gesta que han incidido en su pérdida. Al realismo y su carácter oral se une el deseo de saber lo que sucede hoy. Estos poemas eran una especie de periódico en el que se indagaban en los hechos de guerreros o personajes reales a la par que se hacían evidente sus escalas de valores. Recordemos que España había iniciado lo que se ha denominado Reconquista: el avance de los reinos cristianos del norte hacia los musulmanes del sur. Los cantares de gesta narraban las epopeyas de los primeros tanto entre sí (por luchas de poder) como en su camino hacia el último reducto de herencia árabe.  

10.- Otra de las más importantes características de los cantares de gesta reside en un autor anónimo  

Con todo esto expuesto no es de extrañar que no sepamos quienes son los autores de estas grandes gestas, incluso hay duda de la firma en el Cantar del Mío Cid. Extremo este que no es ajeno a la literatura medieval cuyos autores dejaban el ego a un lado a la hora de escribir o crear. De una manera u otra se consideraba que ese trabajo debía entregarse a Dios de forma gratuita, altruista o desinteresada. Este punto nos impide saber si hubo escuelas, artistas más duchos o algo tan elemental como entender si actuaba una única mano en el poema o este era el fruto de trabajos diversos y superpuestos. Bien es verdad que el anonimato es una máxima entre los autores de la Edad Media, pero esta se acentúa con los romances populares hasta el punto de que, prácticamente, no nos ha llegado ningún nombre.  

Por tanto, las características de los cantares de gesta, a veces, son difíciles de identificar o señalar a pesar de la ingente cantidad de estudios sobre el tema. Si bien Menéndez Pidal y su escuela se afanó en dejar sistematizado el conocimiento sobre el género, la crítica se hace difícil al ser pocos los ejemplos de cantares de gesta que han llegado hasta nosotros. Más allá del mencionado (y hermoso al máximo) Poema de Mío Cid o del puñado de versos del Cantar de Roncesvalles, encontrado a principio de siglo XX, solo conocemos los temas de estos poemas.  La tradición oral en la que nacieron y el que se considera un producto cultural destinado al pueblo inculto no propició su recogida por escrito como sucedió con otras obras (pocas es verdad) de la época. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

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Los cantares de gesta lo conforman un puñado de poemas de la literatura medieval que cantan y narran las hazañas de los héroes de la época. Están compuestos en las nuevas lenguas romances, aquellas que evolucionaron desde el latín, idioma que ya no se hablaba por el pueblo llano alrededor del siglo X (ni mucho antes), fecha de aparición de estos romances. La gran mayoría de ellos se ha perdido debido a las particulares características de los cantares de gesta los cuales pertenecen a la tradición literaria oral. Entonces, ¿cómo sabemos cómo eran y cómo se desarrollaban? Sus singularidades y estilo se entresacan, en castellano, de una gran obra que sí ha sobrepasado las brumas del tiempo, El Cantar del Mío Cid, de los trozos o retazos (a veces en otras obras) que han perdurado y por las narraciones en prosa que tratan los mismos temas de la época. Vamos con estas 10 singularidades de las epopeyas épicas o romances medievales, como también se conocen a los cantares de gesta.

1.- La más importante de las características de los cantares de gesta es que están escritos en lengua romance 

Y con ellos, en español, comienza la literatura en nuestra lengua. El latín había evolucionado tanto que únicamente los estudiosos podían entenderlo, hablarlo y leerlo. A veces, no llegaban a escribir en esta lengua que ya empezaba a considerarse muerta. Era el idioma para los estudios de cultura, hecho que llegó, incluso, hasta una época tan tardía como el siglo XVIII, cuando este concepto fue dinamitado del todo por la literatura neoclásica. A partir del siglo X-XI, aunque hay algunos autores que consideran que fue mucho antes, los textos escritos con una intención literaria, lúdica o emotiva recurrían a las nuevas lenguas romances que se estaban formando por todo el territorio europeo.

2.- Los cantares de gesta es inherente a la labor de los juglares medievales  

Sin ellos no se entienden estos largos poemas divididos en varias partes temáticas que eran recitados o cantados con ayuda de un instrumento por estos personajes tan particulares, ya que vivían en la frontera de lo admitido socialmente. Eran los juglares individuos a medio camino entre un artista polifacético y un aventurero, cuando no alguien al margen de la ley. Se dedicaban a vivir (de la mendicidad casi) de feria en feria, de mercado en mercado entreteniendo al pueblo llano con sus cantares de gesta, malabarismo, música, danzas e, incluso, algún número con animales. Con suerte, y con motivo de la celebración de un acontecimiento dichoso (bodas, bautizos,  fin de epidemias o batallas ganadas) el señor de lugar patrocinaba ese espectáculo para regocijo de un pueblo consumido por el analfabetismo, la falta de higiene, el hambre y la poca perspectiva vital.  

3.- El juglar no es un trovador y había una contraposición con el mester de clerecía  

Aunque mucho se ha escrito sobre estos personajes que, en los últimos años, se ha retomado por artistas callejeros, en verdad no hay ni siquiera unanimidad en considerar a los juglares como los creadores de los cantares de gesta. Esto es, si bien ellos son fundamentales para su transmisión, no está claro que todos ellos fueran poetas. Habría, con toda probabilidad, de todo, algunos creadores y otros meros transmisores de esos romances.  

El juglar, por tanto, no es un trovador. Este último sí es un poeta que crea sus versos aunque, en la mayoría de los casos por ocio o de forma altruista. El juglar (aunque malamente) aspiraba a ganarse la vida en condiciones adversas las más de las veces. El trovador era, en ocasiones, un aristócrata (o un profesional bajo el mecenazgo de un noble) que componía por amor al arte, normalmente versos centrados en el amor platónico (aunque en esto, como en todo, nos encontramos clamorosas excepciones que dan un paso peligroso hacia lo físico). 

El mester de clerecía es el otro gran bloque de la literatura medieval y aquí se insertaban los textos literarios creados por escritores cultos (normalmente perteneciente al clero) siguiendo una estructura temática y estilística marcada. Sin embargo, en este aspecto tampoco está claro que las divisiones fueran estancas y también nos encontramos algunos estudiosos que son de la opinión de que algunos clérigos con inclinaciones poéticas no tuvieron reparos en crear textos para que los juglares lo cantaran entre el pueblo. 

4.- Otra de las características más importantes de los cantares de gesta es su condición de poemas orales  

Y eso determina muchas de las características pero, especialmente, ha condicionado su estudio al existir pocos fragmentos y una sola obra de forma escrita. Los cantares de gesta no tenían intención de perdurar en el tiempo y, además, se consideraban de temática frívola a veces (en contraposición con los asuntos serios de la rama filosófica o religiosa). Si a eso unimos que la producción de libros en la Edad Media era mínima, tenemos el cóctel explosivo perfecto para entender la pérdida de estos textos. En una época en la que un libro (por su dificultad de producción) se consideraba un objeto de lujo destinado, a veces, para las élites, no se ponía nada por escrito que no se considerara fundamental para la salvación no ya de la sociedad terrenal sino de las almas. Esta es la razón por la que solo se miniaban (ilustraban con materiales preciosos) textos religiosos (uno de los mejores ejemplos es el Beatos) o las pocas líneas que llegaron de la literatura griega o romana. 

Los libros se producían en los “scriptoria” de los monasterios por monjes que, a veces, tenían una instrucción mínima, caligrafiados lentamente sobre pergamino. En una época de hambre constante y de producción básica de bienes de consumo, todo esto se hacía con cuentagotas. Los directores de las bibliotecas tenían que elegir qué obras pasaban a la posteridad y decidían normalmente sobre los textos religiosos (no todos) y las obras literarias clásicas. Gracias a ellos, por otra parte, nos ha llegado fantásticos poemas, relatos,  retazos de filosofía o historia y teatro del acervo clásico. Los cantares de gesta, y esta es otra de sus características, eran considerados entretenimiento para el pueblo. Por tanto, no entraban en la lista de aquello que podía perpetuarse de manera escrita. 

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5.- Características de los cantares de gesta en cuanto al estilismo 

Ese concepto o clasificación de estos poemas condicionan, por tanto, su expresión estética. Al ser orales, debían tener un ritmo que propiciara su memorización. Recordemos que un papel era un artículo de lujo y puede, incluso, que algunos juglares tuvieran buena disposición a aprender de memoria las palabras, pero eso no indica ni siquiera que supiesen leer. Por tanto, tenemos: 

  • Los textos nunca están pulidos, estructurados o diseñados como se haría con un poema que se concibe por escrito. 
  • Hay repeticiones (para que quedaran claros hechos o conceptos), resúmenes (que coincidiría con los distintos días de recitado) y “errores”. También, incluso, se encuentran contradicciones temáticas y trastoques. 
  • Por contra, son frescos, sencillos, con una fuerza expresiva cercana a la improvisación. 
  • La rima siempre es en asonante.
  • No hay un metro o verso preponderante. 
  • Todos los versos tienen un corte o hemistiquio que lo dividen. La medida más común es el verso de seis sílabas pero se encuentran de 7, 8 y 9. 
  • El ritmo es marcado. Seguramente esto se hacía a conciencia para facilitar la memoria y el recitado. 

6.- La temática de estos romances siempre es épica 

Otra de las características fundamentales de los cantares de gesta es que tienen un único tema: la epopeya épica. Esto es, se narran únicamente las hazañas bélicas de los héroes contemporáneos. Era lo que demandaba un público analfabeto que literalmente no salía más allá de diez kilómetros alrededor del castillo. De un modo u otro, era una forma de informarse de aquello que pasaba en el reino de al lado y la época es rica, especialmente, en batallas sin sentido, luchas fraticidas, deslealtades, asedios y robos con saqueo. De esto trataban estos romances populares.  

7.- Otra de las principales características de los cantares de gesta es el realismo 

Tanto es así que hay que esperar al siglo XIX, con el Realismo literario para encontrar algo semejante. No encontramos nada que se suponga fantástico o fuera de los límites de este mundo. Es el aquí y el ahora, la cruda realidad de hoy. Si bien, se hace mención a los símbolos de sueños premonitorios en el ámbito sagrado, hay que tener en cuenta que esto era real para la población de la época. 

8.- El destinatario de los cantares de gesta siempre era el pueblo  

Aunque hubiera un noble que promocionara algún espectáculo, este tipo de entretenimiento lúdico tenía un objetivo único: el pueblo. Analfabeto (se calcula que lo era el 90% de la población), acosado por hambrunas, falta de higiene, epidemias cruentas, guerras entre vecinos, saqueos y acoso de todo tipo, prácticamente era el único producto cultural al que tenían acceso. Este destinatario también explica el concepto que de estos poemas se tenía por parte de la élite culta y letrada encargada (casi mayoritariamente) de la conservación del conocimiento.  

9.- El público demandaba historias contemporáneas  

Porque esta es otra de las características de los cantares de gesta que han incidido en su pérdida. Al realismo y su carácter oral se une el deseo de saber lo que sucede hoy. Estos poemas eran una especie de periódico en el que se indagaban en los hechos de guerreros o personajes reales a la par que se hacían evidente sus escalas de valores. Recordemos que España había iniciado lo que se ha denominado Reconquista: el avance de los reinos cristianos del norte hacia los musulmanes del sur. Los cantares de gesta narraban las epopeyas de los primeros tanto entre sí (por luchas de poder) como en su camino hacia el último reducto de herencia árabe.  

10.- Otra de las más importantes características de los cantares de gesta reside en un autor anónimo  

Con todo esto expuesto no es de extrañar que no sepamos quienes son los autores de estas grandes gestas, incluso hay duda de la firma en el Cantar del Mío Cid. Extremo este que no es ajeno a la literatura medieval cuyos autores dejaban el ego a un lado a la hora de escribir o crear. De una manera u otra se consideraba que ese trabajo debía entregarse a Dios de forma gratuita, altruista o desinteresada. Este punto nos impide saber si hubo escuelas, artistas más duchos o algo tan elemental como entender si actuaba una única mano en el poema o este era el fruto de trabajos diversos y superpuestos. Bien es verdad que el anonimato es una máxima entre los autores de la Edad Media, pero esta se acentúa con los romances populares hasta el punto de que, prácticamente, no nos ha llegado ningún nombre.  

Por tanto, las características de los cantares de gesta, a veces, son difíciles de identificar o señalar a pesar de la ingente cantidad de estudios sobre el tema. Si bien Menéndez Pidal y su escuela se afanó en dejar sistematizado el conocimiento sobre el género, la crítica se hace difícil al ser pocos los ejemplos de cantares de gesta que han llegado hasta nosotros. Más allá del mencionado (y hermoso al máximo) Poema de Mío Cid o del puñado de versos del Cantar de Roncesvalles, encontrado a principio de siglo XX, solo conocemos los temas de estos poemas.  La tradición oral en la que nacieron y el que se considera un producto cultural destinado al pueblo inculto no propició su recogida por escrito como sucedió con otras obras (pocas es verdad) de la época. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

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Los cantares de gesta son la primera manifestación poética de la literatura medieval en lengua romance (la que evoluciona del latín). Por sus características especiales pocos han llegado hasta nosotros tal como se concibieron en la época. Los ejemplos de cantares de gesta en castellano se entienden, en mayor parte, a partir de la historiografía en prosa. Tenemos varias excepciones como es el Cantar de Roncesvalles del que se encontraron 100 versos en Palencia en 1916. Y, por supuesto, conocemos esta manifestación de las letras castellanas a través del Cantar del Mío Cid, el cual no está en la lista a continuación porque merece (y lo tiene) estudio aparte.  

¿Qué son los cantares de gesta y cómo se distinguen de otros poemas medievales?

Para entenderlos tenemos que referirnos a esa figura (que en los últimos tiempos se ha retomado por artistas callejeros) que es la del juglar. Eran estos artistas auténticos showman viviendo de manera nómada de pueblo en pueblo. En una época en la que la mayoría de la población estaba acosada por guerras constantes, asedios, hambrunas y privaciones, el juglar era el único que llevaba la cultura y el entretenimiento a todos los rincones habitados. 

Los cantares de gesta formaban parte de su espectáculo en el que se combinaba la música, la danza, los malabares e, incluso, algunos números con animales. Estos eran recitados oralmente de memoria y, según algunos historiadores, a petición del público. ¿Por qué? Porque los ejemplos de cantares de gesta que nos han llegado nos dicen de historias reales (tan reales que forman parte de los libros de historia). Sin obviar su literariedad, un público analfabeto que apenas salía de su terruño estaba ávido de noticias verdaderas (aunque, por supuesto, algunas estaban magnificadas o adobadas con ficción) de sus contemporáneos, de sus hazañas y de sus aventuras. De esto se encargaban los juglares con unos poemas totalmente anónimos, frescos, sencillos y de gran fuerza expresiva. Ellos eran las almas del mester de juglaría, en contraposición al mester de clerecía culto de los clérigos. 

Sin embargo, los cantares de gesta eran composiciones largas divididas para recitarse en varios días (por eso hay párrafos que son resúmenes o recuerdos) y conformados para ser memorizados. Recordemos que los libros, en la época, eran bienes de lujo difíciles de fabricar. Así que había que dejarlo todo al talento del juglar que se ganaba la vida en los días de feria o en ocasiones especiales. Eran estas bodas, bautizos o batallas ganadas que se celebraban a costa del señor del lugar para regocijo de los aldeanos. 

Ejemplos de cantares de gesta

En castellano solo una gran obra ha llegado escrita hasta nosotros y esa es el Poema del Mío Cid custodiado en una caja de alta seguridad en la Biblioteca Nacional de España. Los otros lo conocemos por retazos, a veces insertos en otros textos o formando parte de la historiografía en prosa. La temática es, a nuestros ojos, histórica pero a la del público de la época totalmente contemporánea. Asistimos siempre a relatos épicos, de guerreros en algún trance vital importante. Según Menéndez Pidal, el mayor estudioso de estos romances, estos son los ejemplos de cantares de gesta que circularon de forma oral desde el siglo XI hasta bien entrado el Renacimiento literario. Gran parte de ellos narran la particular lucha conocida como Reconquista desde los reinos cristianos del norte hacia los musulmanes del sur. Otros se entretienen con guerras entre nobles vecinos y, en todos ellos, se muestra el clima belicista que impregnó toda la Edad Media.  

Los ejemplos de cantares de gesta más importantes 

1.- Cantar del rey Rodrigo y la pérdida de España 

Es quizás el más antiguo y narra la traición del rey don Rodrigo al entregar el reino visigodo (origen de España) a los musulmanes. El monarca, enamorado de forma patológica de la Cava, descuida sus obligaciones y permite la invasión de los enemigos. 

2.- El Conde Fernán González

La historia del libertador (de manos musulmanas) del Condado de Castilla fue objeto incluso de un poema del mester de clerecía. Hay que recordar que solo los grandes héroes (aunque este era altivo y rebelde) merecían varias historias y versiones de sus aventuras.  

3.- Cantar de los Siete Infantes de Lara

Este fue reconstruido por Menéndez Pidal y la versión en prosa se encuentra recogida en la Primera Crónica General de 1344. 

4.- Cantar de Roncesvalles 

Este es uno de los ejemplos de cantares de gesta de los que se conservan algunos versos escritos. Aunque en un principio se consideró una traducción, Menéndez Pidal anotó que el poeta que lo compuso solo tiene en cuenta el tema. La estructura o la versificación lo alejan de los cantares de gesta franceses que seguían un metro más marcado.  

Otros ejemplos de cantares de gesta

1.- Cantar de la condesa traidora y del conde Sancho García. 

2.- Romance del Infante García. 

3.- Cantar de la Jura de Santa Gadea

4.- Gesta de Ramiro y García, hijos de Sancho el Mayor. 

5.- Cantar de la Jura de Santa Gadea.

6.- Cantar de la muerte del rey don Fernando. 

7.- Cantar de Sancho II de Castilla y el cerco de Zamora. 

8.- Cantar de las mocedades de Rodrigo. 

9.- Cantar de la mora Zaida. 

10.- Poema de Bernardo del Carpio. 

11.- Gesta del Abad don Juan de Montemayor. 

Posterior es el Cantar de las mocedades de don Rodrigo, una especia de continuación del Poema de Mío Cid. Es unánime la crítica al entender que los temas más queridos por el público tenían como segunda o terceras partes donde se daba cuenta de algún aspecto de la biografía del héroe no recogido en los romances originales. 

Estos ejemplos de cantares de gesta castellanos nos hablan de un mundo en el que la población pobre, analfabeta y confinada prácticamente alrededor de un castillo y sus tierras de por vida exigía historias reales. Con ellas se entretenía a la par que se informaba de aquello que sucedía a su alrededor.  Los juglares habían aparcado el latín (o sencillamente no lo conocían) para recitar estos poemas en las nuevas lenguas romances con un estilo sencillo, en verso con rima en asonante y una estructura adaptada a los días de feria. El carácter oral y eminentemente popular hicieron que la gran mayoría de estos ejemplos de cantares de gesta se perdieran en las nieblas del tiempo.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

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Los cantares de gesta son la primera manifestación poética de la literatura medieval en lengua romance (la que evoluciona del latín). Por sus características especiales pocos han llegado hasta nosotros tal como se concibieron en la época. Los ejemplos de cantares de gesta en castellano se entienden, en mayor parte, a partir de la historiografía en prosa. Tenemos varias excepciones como es el Cantar de Roncesvalles del que se encontraron 100 versos en Palencia en 1916. Y, por supuesto, conocemos esta manifestación de las letras castellanas a través del Cantar del Mío Cid, el cual no está en la lista a continuación porque merece (y lo tiene) estudio aparte.  

¿Qué son los cantares de gesta y cómo se distinguen de otros poemas medievales?

Para entenderlos tenemos que referirnos a esa figura (que en los últimos tiempos se ha retomado por artistas callejeros) que es la del juglar. Eran estos artistas auténticos showman viviendo de manera nómada de pueblo en pueblo. En una época en la que la mayoría de la población estaba acosada por guerras constantes, asedios, hambrunas y privaciones, el juglar era el único que llevaba la cultura y el entretenimiento a todos los rincones habitados. 

Los cantares de gesta formaban parte de su espectáculo en el que se combinaba la música, la danza, los malabares e, incluso, algunos números con animales. Estos eran recitados oralmente de memoria y, según algunos historiadores, a petición del público. ¿Por qué? Porque los ejemplos de cantares de gesta que nos han llegado nos dicen de historias reales (tan reales que forman parte de los libros de historia). Sin obviar su literariedad, un público analfabeto que apenas salía de su terruño estaba ávido de noticias verdaderas (aunque, por supuesto, algunas estaban magnificadas o adobadas con ficción) de sus contemporáneos, de sus hazañas y de sus aventuras. De esto se encargaban los juglares con unos poemas totalmente anónimos, frescos, sencillos y de gran fuerza expresiva. Ellos eran las almas del mester de juglaría, en contraposición al mester de clerecía culto de los clérigos. 

Sin embargo, los cantares de gesta eran composiciones largas divididas para recitarse en varios días (por eso hay párrafos que son resúmenes o recuerdos) y conformados para ser memorizados. Recordemos que los libros, en la época, eran bienes de lujo difíciles de fabricar. Así que había que dejarlo todo al talento del juglar que se ganaba la vida en los días de feria o en ocasiones especiales. Eran estas bodas, bautizos o batallas ganadas que se celebraban a costa del señor del lugar para regocijo de los aldeanos. 

Ejemplos de cantares de gesta

En castellano solo una gran obra ha llegado escrita hasta nosotros y esa es el Poema del Mío Cid custodiado en una caja de alta seguridad en la Biblioteca Nacional de España. Los otros lo conocemos por retazos, a veces insertos en otros textos o formando parte de la historiografía en prosa. La temática es, a nuestros ojos, histórica pero a la del público de la época totalmente contemporánea. Asistimos siempre a relatos épicos, de guerreros en algún trance vital importante. Según Menéndez Pidal, el mayor estudioso de estos romances, estos son los ejemplos de cantares de gesta que circularon de forma oral desde el siglo XI hasta bien entrado el Renacimiento literario. Gran parte de ellos narran la particular lucha conocida como Reconquista desde los reinos cristianos del norte hacia los musulmanes del sur. Otros se entretienen con guerras entre nobles vecinos y, en todos ellos, se muestra el clima belicista que impregnó toda la Edad Media.  

Los ejemplos de cantares de gesta más importantes 

1.- Cantar del rey Rodrigo y la pérdida de España 

Es quizás el más antiguo y narra la traición del rey don Rodrigo al entregar el reino visigodo (origen de España) a los musulmanes. El monarca, enamorado de forma patológica de la Cava, descuida sus obligaciones y permite la invasión de los enemigos. 

2.- El Conde Fernán González

La historia del libertador (de manos musulmanas) del Condado de Castilla fue objeto incluso de un poema del mester de clerecía. Hay que recordar que solo los grandes héroes (aunque este era altivo y rebelde) merecían varias historias y versiones de sus aventuras.  

3.- Cantar de los Siete Infantes de Lara

Este fue reconstruido por Menéndez Pidal y la versión en prosa se encuentra recogida en la Primera Crónica General de 1344. 

4.- Cantar de Roncesvalles 

Este es uno de los ejemplos de cantares de gesta de los que se conservan algunos versos escritos. Aunque en un principio se consideró una traducción, Menéndez Pidal anotó que el poeta que lo compuso solo tiene en cuenta el tema. La estructura o la versificación lo alejan de los cantares de gesta franceses que seguían un metro más marcado.  

Otros ejemplos de cantares de gesta

1.- Cantar de la condesa traidora y del conde Sancho García. 

2.- Romance del Infante García. 

3.- Cantar de la Jura de Santa Gadea

4.- Gesta de Ramiro y García, hijos de Sancho el Mayor. 

5.- Cantar de la Jura de Santa Gadea.

6.- Cantar de la muerte del rey don Fernando. 

7.- Cantar de Sancho II de Castilla y el cerco de Zamora. 

8.- Cantar de las mocedades de Rodrigo. 

9.- Cantar de la mora Zaida. 

10.- Poema de Bernardo del Carpio. 

11.- Gesta del Abad don Juan de Montemayor. 

Posterior es el Cantar de las mocedades de don Rodrigo, una especia de continuación del Poema de Mío Cid. Es unánime la crítica al entender que los temas más queridos por el público tenían como segunda o terceras partes donde se daba cuenta de algún aspecto de la biografía del héroe no recogido en los romances originales. 

Estos ejemplos de cantares de gesta castellanos nos hablan de un mundo en el que la población pobre, analfabeta y confinada prácticamente alrededor de un castillo y sus tierras de por vida exigía historias reales. Con ellas se entretenía a la par que se informaba de aquello que sucedía a su alrededor.  Los juglares habían aparcado el latín (o sencillamente no lo conocían) para recitar estos poemas en las nuevas lenguas romances con un estilo sencillo, en verso con rima en asonante y una estructura adaptada a los días de feria. El carácter oral y eminentemente popular hicieron que la gran mayoría de estos ejemplos de cantares de gesta se perdieran en las nieblas del tiempo.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

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La crítica literaria considera que los cantares de gesta, con el Poema de Mío Cid a la cabeza,  son las primeras manifestaciones artísticas en lengua castellana. Esto es, hasta la aparición de estos versos que, en general, cantan las hazañas de héroes conocidos, la producción literaria  era exclusivamente en latín. Dicho esto, pongo la primera aclaración ya que también esta misma crítica no se pone de acuerdo si los cantares de gesta coincidieron en el tiempo con las jarchas mozárabes las cuales también merecen estudio aparte.  Para rizar el rizo de estos breves poemas escritos,  pertenecientes a la tradición árabe o judía, apenas quedan fragmentos escritos. Y parte de ellos, como ha sucedido con la poesía épica, se ha perdido en las nieblas del tiempo.

Definición de los cantares de gesta

Bajo esta denominación encontramos poemas en lengua romance (las que surgen por evolución natural del latín) originados a partir del siglo XI para ser recitados por un juglar que recorría caminos, pueblos e incipientes ciudades. Perduraron hasta la irrupción de los burgos con su nueva forma de entender el mundo bajo lo que se ha denominado Renacimiento. 

Los cantares de gesta se memorizaban para ser recitados entre un público mayoritariamente analfabeto, pobre y aislado que se deleitaba con las “noticias” de héroes diversos. Eran estos personajes reales cuya vida merecía, para los parámetros de la época, ser cantada, recitada y conocida. La literatura medieval era, como norma general, sencilla en extremo con un alto contenido oral ya que los libros (manuscritos caros y difíciles de producir) eran un bien escaso. Y más escaso era aún el porcentaje de un público medianamente alfabetizado.  

Características de los cantares de gesta

La única manera de definir y de delimitar esta poesía, única de un tiempo aún por conocer,  es desgranando sus particularidades y características generales. Con ellas se llega a la esencia de estos poemas que fueron el único acercamiento a la literatura en lengua romance por parte del pueblo. 

1.- Los cantares de gesta están escrito en lengua romance 

Los hay franceses y en otras lenguas pero en castellano alcanzaron una calidad insuperable a igual que siglos después sucedería con la mística en la literatura española. Nos encontramos ante un público hambriento de todo tipo de bienes (incluso los culturales), analfabeto y que desconoce el poco conocimiento que se guardan en los libros. No solo han olvidado el latín (la lengua de la enseñanza y la educación) sino que el analfabetismo roza el 90% de la población, atrapando incluso a algunas capas o miembros de la nobleza.  La fuente de información, por tanto, solo le llega por los símbolos presentes en la poca arquitectura común que se levanta y por unos personajes muy particulares: los juglares.  

2.- No se puede entender el cantar de gesta sin el mester de juglaría

Y el otro sería el de clerecía que merece estudio aparte. El mester de juglaría es el que llevan a cabo unos particulares poetas a medio camino entre comediantes, rapsodas, poetas y aventureros. Recorren caminos (peligrosísimos en la época), se enfrentan a incomodidades y van de pueblo en pueblo llevando a sus gentes estas historias que recitan de manera oral durante varios días y hay quienes afirman que apoyándose en algún instrumento musical elemental. Viven de la caridad casi o de los pequeños mecenazgos que se encuentran a su paso. 

3.- Los cantares de gesta no han perdurado de manera escrita 

Al juglar se le pedía talento para el arte y también una buena memoria porque los versos de las historias de la poesía épica no aparecían escritos ante él. ¡Ni mucho menos! El papel o la tinta eran bienes escasos. Por eso, solo se ponía por escrito aquellos textos que se consideraban de importancia tales como los heredados de la literatura griega o romana y los religiosos. Esto explica que apenas nos hayan llegado libros de la época cuya ejecución era harto laboriosa. Sí es verdad que tenemos bellos ejemplares miniados de estos siglos, como los impresionantes Beatos por poner un caso. Pero estos se explican por el miedo milenarista (a que se acabara el mundo) alrededor del siglo X, hecho colectivo que está detrás de la proliferación de estas preciosas obras. 

4.- Como los cantares de gesta eran orales no encontramos textos “limpios”

Esto es, no podemos ver en estos poemas medievales obras acabadas, terminadas o pulidas desde el punto de vista estilístico. En ellos nos encontramos repeticiones, resúmenes, “errores”, cambios y contradicciones. Eso, por supuesto, no quita un ápice de la calidad literaria de estos versos. Todo lo contrario, ya que aportan frescura a raudales a la par que nos introducen en una época emocional que se nos antoja lejana. 

5.- El juglar era un auténtico showman 

No podemos desvincular el desarrollo de los cantares de gesta de estos personajes tan peculiares mezcla de titiriteros, poetas, rapsodas, malabaristas y músicos. Sus espectáculos eran esperados por los habitantes de los pueblos y, a veces, nos encontramos con auténticas compañías tal cual circos ambulantes. Durante varios días, una población que apenas salía a diez kilómetros a la redonda (literal) se entretenía con malabares, pantomimas, danzas y literatura. Música y espectáculo en el que participaban, según los últimos estudios, artistas de ambos géneros sin miedo a viajar y vivir en libertad (cuando nadie lo hacía recordemos). 

Los cantares de gesta se encuadran dentro de estos espectáculos variados que, en ocasiones, nada tenían que ver con la literatura al incorporar, por ejemplo, algún número con animales. Además, estos no se hacían solo por libre sino que también formaban parte de los fastos de algún acontecimiento gozoso (bodas, bautizos, batallas ganadas…) a costa del señor del lugar.  

6.- Un juglar no es un trovador

Estos últimos aparecerían más tarde y son poetas-músicos tal como lo podemos concebir hoy en día. La mayoría pertenecían a la clase alta (como el creador de Coplas a la muerte de su padre que vivió en la transición al Renacimiento) o estaban al amparo de un noble. Los artistas del mester de juglaría, que consiguieron dejar para la posteridad los cantares de gesta eran personajes más cercanos a los aventureros. Independientes de la sociedad vivían, en ocasiones, a su aire fuera de toda normal moral que tanto escandalizaba en la época. 

7.- Los cantares de gesta alaban las hazañas de un héroe 

Y estos personajes llevaban de pueblo en pueblo las historias verdaderas (aunque en algunos puntos a todas luces exageradas o magnificadas) de los guerreros medievales más conocidos. Se narra, pues, cosas “hechas”, “sucedidas”, “verídicas”, “reales” y maravillosas para deleite y conocimiento del pueblo. Las aventuras se toman de la historia contemporánea repleta de guerras entre hermanos, deslealtades, conquistas, asedios y, también, grandes hazañas. Se hacía, por supuesto, en verso y no en prosa. Así podía ser cantado, recitado y memorizado con mayor facilidad, cuando no acompañados musicalmente. Y estas obras juglarescas querían ser distintas de la de los trovadores, nobles ociosos que no escribían por dinero y que se inventaban sus historias, la mayoría alrededor de la temática del amor platónico (o no tanto que de todo había).  

8.- Los cantares de gesta tenían como destinatario el pueblo

El más llano, el más sencillo, el que no sabía leer ni escribir. Tampoco tenía conocimiento de lo poco o mucho que sucedía a su alrededor. Eran historias cantadas (orales), sencillas y cuyo protagonista era un héroe. Por eso, perduraban o eran objeto de uno o más poemas aquellos hechos, acontecimientos o narrativas preferidas de las gentes sencillas. Historiadores hay quienes afirman que los juglares llevaban varias obras en repertorio y que se cantaban aquellas preferidas del público. Por eso, las que no tenían este favor eran desechadas muy pronto. Y, por tanto, olvidadas o perdidas a no existir constancia escrita. 

9.- Los cantares de gesta eran los periódicos de la época 

Porque en estas obras se narran sucesos contemporáneos o de la historia muy reciente. El público exigía conocer con detalle a través de la belleza de la literatura un relato del que previamente tenía constancia y no le importaba volver una y otra vez a la misma historia. Si a eso unimos que la originalidad artística tal como hoy la conocemos no se fragua con fuerza hasta más tarde, entendemos mejor este extremo. 

10.- La mayoría de los cantares de gesta se han perdido 

Con todos estos datos no es de extrañar que la mayoría (si no todos) de estos poemas épicos hayan sucumbido a las nieblas del tiempo. Solo los favoritos del público llegaban a escribirse para que sirvieran de estudio a los juglares. El resto quedaron olvidados entre los recovecos de las plazas y los caminos. 

11.- Los cantares de gesta son anónimos 

Y es más ni siquiera se sabe si estas grandes obras, como la Chanson de Roland en Francia o el Cantar del Mío Cid en España, son de única mano. Hay críticos, como el galo Bédier, quien afirma que fueron creadas por un único autor en época tardía (siglo XII) aprovechando la ola de éxito de otros poemas que se han perdido. Serían obras escritas décadas después de los hechos y siempre con una finalidad artística de un creador concreto. Esta es la teoría individualista.  

Por contra, la tradicionalista sostiene que estos poemas han llegado hasta nosotros como el resultado de una amalgama del trabajo de distintos artistas. Sin embargo, a pesar del carácter nómada, ecléctico y desordenado del mester de juglaría, esta teoría es difícil de sostener y máxime cuando no tenemos fragmentos que lo avalen. Dejo aquí las palabras de Menéndez Pidal, máximo estudioso de esta forma literaria. 

“ Sería un milagro literario absolutamente incomprensible; tuvieron que precederles muchos siglos de trabajo para que la vulgaridad de uno y otro idioma naciente, y la de sus habitantes, fuese elevada a la necesaria dignidad artística. En los textos conservados el genio épico aparece constituido con caracteres formales e ideológicos totalmente extraños a las obras latinas antiguas y alto-medievales que se pretende hayan sido inspiradoras únicas”.  

12.- Los cantares de gestas son realistas

La épica castellana se ciñe a hechos de la historia incluso a la toponimia o los nombres de los personajes. Aquí no aparecen episodios fantásticos en los que fuerzas sobrenaturales ayudan al héroe. Sin obviar su vertiente poética (que es de gran calidad),  se rige por parámetro de verosimilitud de  los acontecimientos históricos que son objeto. Bien es verdad que hay algunos críticos que señalan el mundo de los sueños o realizaciones grandiosas (consideradas milagros) tras un ruego a la divinidad. En este sentido, no podemos analizar estas obras con la mirada descreída del europeo tecnificado del siglo XXI. En aquella época el cien por cien de la población tenía como cierto estas manifestaciones divinas a través del mundo onírico. Es más, hasta la llegada del Realismo literario en el siglo XIX, no encontramos una fuente literaria que, en sus raíces, haga gala de ese intento, a todas luces, de verosimilitud. 

13.- Metros y rimas de los cantares de gesta

Caracterizado por una rima en asonante, no encontramos uniformidad en el número de versos. Sí es una constante la existencia de un hemistiquio o pausa  que divide el verso en dos partes. El número de sílabas más corriente es de 7, aunque también pueden llegar a 6 u 8. En palabras de Menéndez Pidal 

“Este apego a la rima asonante y a la irregularidad métrica demuestra el carácter extremadamente arcaico y tradicionalista de la epopeya española”. 

Ejemplos de cantares de gesta 

Hay que empezar por la más importante manifestación de la épica castellana que es el Cantar del Mío Cid el cual se ha conservado escrito casi íntegro en una versión de máxima belleza. Se guarda en una caja de máxima seguridad en la Biblioteca Nacional de Madrid. En ella se narra las aventuras de Rodrigo Díaz de Vivar en su lucha tanto con reinos musulmanes como cristianos así como con las traiciones y deslealtades que sufrió.  

De la lista que pongo aquí apenas han llegado obras en verso. Se sabe que fueron temáticas populares porque, o bien tenemos fragmentos (a veces insertos en otra obra) o bien están recogidos en la historiografía en prosa. Esto es, si los cantares de gesta constituían la manifestación literaria poética oral de los hechos que interesaban al pueblo, los estudiosos entienden que tuvieron que existir creaciones sobre los siguientes ciclos:  

1.- Cantar del rey Rodrigo y la pérdida de España. 

2.- El Conde Fernán González. 

3.- Cantar de la condesa traidora y del conde Sancho García. 

4.- Romance del Infante García. 

5.- Cantar de los Siete Infantes de Lara. 

6.- Cantar de la Jura de Santa Gadea

7.- Gesta de Ramiro y García, hijos de Sancho el Mayor. 

8.- Cantar de la Jura de Santa Gadea.

9.- Cantar de la muerte del rey don Fernando. 

10.- Cantar de Sancho II de Castilla y el cerco de Zamora. 

11.- Cantar de las mocedades de Rodrigo. 

12.- Cantar de Roncesvalles

13.- Cantar de la mora Zaida. 

14.- Poema de Bernardo del Carpio. 

15.- Gesta del Abad don Juan de Montemayor.  

Los cantares de gesta, por tanto, fueron las piezas centrales del trabajo poético de lo que la crítica ha denominado mester de juglaría. Difíciles de estudiar por su carácter oral, anónimo y por quedar poco o nada escrito. Si hay algo que explique el que no fuera recogido en una obra fue la consideración que de estas obras se tenían en la época: literatura sencilla para el entretenimiento del pueblo que no podía tener la importancia o consideración, no ya de las grandes obras del mester de clerecía, sino de la literatura en las llamadas lenguas cultas (latín o griego). Afortunadamente, solo con el Poema del Mío Cid hoy podemos disfrutar de la radical belleza de estas obras poéticas. 

 

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

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La crítica literaria considera que los cantares de gesta, con el Poema de Mío Cid a la cabeza,  son las primeras manifestaciones artísticas en lengua castellana. Esto es, hasta la aparición de estos versos que, en general, cantan las hazañas de héroes conocidos, la producción literaria  era exclusivamente en latín. Dicho esto, pongo la primera aclaración ya que también esta misma crítica no se pone de acuerdo si los cantares de gesta coincidieron en el tiempo con las jarchas mozárabes las cuales también merecen estudio aparte.  Para rizar el rizo de estos breves poemas escritos,  pertenecientes a la tradición árabe o judía, apenas quedan fragmentos escritos. Y parte de ellos, como ha sucedido con la poesía épica, se ha perdido en las nieblas del tiempo.

Definición de los cantares de gesta

Bajo esta denominación encontramos poemas en lengua romance (las que surgen por evolución natural del latín) originados a partir del siglo XI para ser recitados por un juglar que recorría caminos, pueblos e incipientes ciudades. Perduraron hasta la irrupción de los burgos con su nueva forma de entender el mundo bajo lo que se ha denominado Renacimiento. 

Los cantares de gesta se memorizaban para ser recitados entre un público mayoritariamente analfabeto, pobre y aislado que se deleitaba con las “noticias” de héroes diversos. Eran estos personajes reales cuya vida merecía, para los parámetros de la época, ser cantada, recitada y conocida. La literatura medieval era, como norma general, sencilla en extremo con un alto contenido oral ya que los libros (manuscritos caros y difíciles de producir) eran un bien escaso. Y más escaso era aún el porcentaje de un público medianamente alfabetizado.  

Características de los cantares de gesta

La única manera de definir y de delimitar esta poesía, única de un tiempo aún por conocer,  es desgranando sus particularidades y características generales. Con ellas se llega a la esencia de estos poemas que fueron el único acercamiento a la literatura en lengua romance por parte del pueblo. 

1.- Los cantares de gesta están escrito en lengua romance 

Los hay franceses y en otras lenguas pero en castellano alcanzaron una calidad insuperable a igual que siglos después sucedería con la mística en la literatura española. Nos encontramos ante un público hambriento de todo tipo de bienes (incluso los culturales), analfabeto y que desconoce el poco conocimiento que se guardan en los libros. No solo han olvidado el latín (la lengua de la enseñanza y la educación) sino que el analfabetismo roza el 90% de la población, atrapando incluso a algunas capas o miembros de la nobleza.  La fuente de información, por tanto, solo le llega por los símbolos presentes en la poca arquitectura común que se levanta y por unos personajes muy particulares: los juglares.  

2.- No se puede entender el cantar de gesta sin el mester de juglaría

Y el otro sería el de clerecía que merece estudio aparte. El mester de juglaría es el que llevan a cabo unos particulares poetas a medio camino entre comediantes, rapsodas, poetas y aventureros. Recorren caminos (peligrosísimos en la época), se enfrentan a incomodidades y van de pueblo en pueblo llevando a sus gentes estas historias que recitan de manera oral durante varios días y hay quienes afirman que apoyándose en algún instrumento musical elemental. Viven de la caridad casi o de los pequeños mecenazgos que se encuentran a su paso. 

3.- Los cantares de gesta no han perdurado de manera escrita 

Al juglar se le pedía talento para el arte y también una buena memoria porque los versos de las historias de la poesía épica no aparecían escritos ante él. ¡Ni mucho menos! El papel o la tinta eran bienes escasos. Por eso, solo se ponía por escrito aquellos textos que se consideraban de importancia tales como los heredados de la literatura griega o romana y los religiosos. Esto explica que apenas nos hayan llegado libros de la época cuya ejecución era harto laboriosa. Sí es verdad que tenemos bellos ejemplares miniados de estos siglos, como los impresionantes Beatos por poner un caso. Pero estos se explican por el miedo milenarista (a que se acabara el mundo) alrededor del siglo X, hecho colectivo que está detrás de la proliferación de estas preciosas obras. 

4.- Como los cantares de gesta eran orales no encontramos textos “limpios”

Esto es, no podemos ver en estos poemas medievales obras acabadas, terminadas o pulidas desde el punto de vista estilístico. En ellos nos encontramos repeticiones, resúmenes, “errores”, cambios y contradicciones. Eso, por supuesto, no quita un ápice de la calidad literaria de estos versos. Todo lo contrario, ya que aportan frescura a raudales a la par que nos introducen en una época emocional que se nos antoja lejana. 

5.- El juglar era un auténtico showman 

No podemos desvincular el desarrollo de los cantares de gesta de estos personajes tan peculiares mezcla de titiriteros, poetas, rapsodas, malabaristas y músicos. Sus espectáculos eran esperados por los habitantes de los pueblos y, a veces, nos encontramos con auténticas compañías tal cual circos ambulantes. Durante varios días, una población que apenas salía a diez kilómetros a la redonda (literal) se entretenía con malabares, pantomimas, danzas y literatura. Música y espectáculo en el que participaban, según los últimos estudios, artistas de ambos géneros sin miedo a viajar y vivir en libertad (cuando nadie lo hacía recordemos). 

Los cantares de gesta se encuadran dentro de estos espectáculos variados que, en ocasiones, nada tenían que ver con la literatura al incorporar, por ejemplo, algún número con animales. Además, estos no se hacían solo por libre sino que también formaban parte de los fastos de algún acontecimiento gozoso (bodas, bautizos, batallas ganadas…) a costa del señor del lugar.  

6.- Un juglar no es un trovador

Estos últimos aparecerían más tarde y son poetas-músicos tal como lo podemos concebir hoy en día. La mayoría pertenecían a la clase alta (como el creador de Coplas a la muerte de su padre que vivió en la transición al Renacimiento) o estaban al amparo de un noble. Los artistas del mester de juglaría, que consiguieron dejar para la posteridad los cantares de gesta eran personajes más cercanos a los aventureros. Independientes de la sociedad vivían, en ocasiones, a su aire fuera de toda normal moral que tanto escandalizaba en la época. 

7.- Los cantares de gesta alaban las hazañas de un héroe 

Y estos personajes llevaban de pueblo en pueblo las historias verdaderas (aunque en algunos puntos a todas luces exageradas o magnificadas) de los guerreros medievales más conocidos. Se narra, pues, cosas “hechas”, “sucedidas”, “verídicas”, “reales” y maravillosas para deleite y conocimiento del pueblo. Las aventuras se toman de la historia contemporánea repleta de guerras entre hermanos, deslealtades, conquistas, asedios y, también, grandes hazañas. Se hacía, por supuesto, en verso y no en prosa. Así podía ser cantado, recitado y memorizado con mayor facilidad, cuando no acompañados musicalmente. Y estas obras juglarescas querían ser distintas de la de los trovadores, nobles ociosos que no escribían por dinero y que se inventaban sus historias, la mayoría alrededor de la temática del amor platónico (o no tanto que de todo había).  

8.- Los cantares de gesta tenían como destinatario el pueblo

El más llano, el más sencillo, el que no sabía leer ni escribir. Tampoco tenía conocimiento de lo poco o mucho que sucedía a su alrededor. Eran historias cantadas (orales), sencillas y cuyo protagonista era un héroe. Por eso, perduraban o eran objeto de uno o más poemas aquellos hechos, acontecimientos o narrativas preferidas de las gentes sencillas. Historiadores hay quienes afirman que los juglares llevaban varias obras en repertorio y que se cantaban aquellas preferidas del público. Por eso, las que no tenían este favor eran desechadas muy pronto. Y, por tanto, olvidadas o perdidas a no existir constancia escrita. 

9.- Los cantares de gesta eran los periódicos de la época 

Porque en estas obras se narran sucesos contemporáneos o de la historia muy reciente. El público exigía conocer con detalle a través de la belleza de la literatura un relato del que previamente tenía constancia y no le importaba volver una y otra vez a la misma historia. Si a eso unimos que la originalidad artística tal como hoy la conocemos no se fragua con fuerza hasta más tarde, entendemos mejor este extremo. 

10.- La mayoría de los cantares de gesta se han perdido 

Con todos estos datos no es de extrañar que la mayoría (si no todos) de estos poemas épicos hayan sucumbido a las nieblas del tiempo. Solo los favoritos del público llegaban a escribirse para que sirvieran de estudio a los juglares. El resto quedaron olvidados entre los recovecos de las plazas y los caminos. 

11.- Los cantares de gesta son anónimos 

Y es más ni siquiera se sabe si estas grandes obras, como la Chanson de Roland en Francia o el Cantar del Mío Cid en España, son de única mano. Hay críticos, como el galo Bédier, quien afirma que fueron creadas por un único autor en época tardía (siglo XII) aprovechando la ola de éxito de otros poemas que se han perdido. Serían obras escritas décadas después de los hechos y siempre con una finalidad artística de un creador concreto. Esta es la teoría individualista.  

Por contra, la tradicionalista sostiene que estos poemas han llegado hasta nosotros como el resultado de una amalgama del trabajo de distintos artistas. Sin embargo, a pesar del carácter nómada, ecléctico y desordenado del mester de juglaría, esta teoría es difícil de sostener y máxime cuando no tenemos fragmentos que lo avalen. Dejo aquí las palabras de Menéndez Pidal, máximo estudioso de esta forma literaria. 

“ Sería un milagro literario absolutamente incomprensible; tuvieron que precederles muchos siglos de trabajo para que la vulgaridad de uno y otro idioma naciente, y la de sus habitantes, fuese elevada a la necesaria dignidad artística. En los textos conservados el genio épico aparece constituido con caracteres formales e ideológicos totalmente extraños a las obras latinas antiguas y alto-medievales que se pretende hayan sido inspiradoras únicas”.  

12.- Los cantares de gestas son realistas

La épica castellana se ciñe a hechos de la historia incluso a la toponimia o los nombres de los personajes. Aquí no aparecen episodios fantásticos en los que fuerzas sobrenaturales ayudan al héroe. Sin obviar su vertiente poética (que es de gran calidad),  se rige por parámetro de verosimilitud de  los acontecimientos históricos que son objeto. Bien es verdad que hay algunos críticos que señalan el mundo de los sueños o realizaciones grandiosas (consideradas milagros) tras un ruego a la divinidad. En este sentido, no podemos analizar estas obras con la mirada descreída del europeo tecnificado del siglo XXI. En aquella época el cien por cien de la población tenía como cierto estas manifestaciones divinas a través del mundo onírico. Es más, hasta la llegada del Realismo literario en el siglo XIX, no encontramos una fuente literaria que, en sus raíces, haga gala de ese intento, a todas luces, de verosimilitud. 

13.- Metros y rimas de los cantares de gesta

Caracterizado por una rima en asonante, no encontramos uniformidad en el número de versos. Sí es una constante la existencia de un hemistiquio o pausa  que divide el verso en dos partes. El número de sílabas más corriente es de 7, aunque también pueden llegar a 6 u 8. En palabras de Menéndez Pidal 

“Este apego a la rima asonante y a la irregularidad métrica demuestra el carácter extremadamente arcaico y tradicionalista de la epopeya española”. 

Ejemplos de cantares de gesta 

Hay que empezar por la más importante manifestación de la épica castellana que es el Cantar del Mío Cid el cual se ha conservado escrito casi íntegro en una versión de máxima belleza. Se guarda en una caja de máxima seguridad en la Biblioteca Nacional de Madrid. En ella se narra las aventuras de Rodrigo Díaz de Vivar en su lucha tanto con reinos musulmanes como cristianos así como con las traiciones y deslealtades que sufrió.  

De la lista que pongo aquí apenas han llegado obras en verso. Se sabe que fueron temáticas populares porque, o bien tenemos fragmentos (a veces insertos en otra obra) o bien están recogidos en la historiografía en prosa. Esto es, si los cantares de gesta constituían la manifestación literaria poética oral de los hechos que interesaban al pueblo, los estudiosos entienden que tuvieron que existir creaciones sobre los siguientes ciclos:  

1.- Cantar del rey Rodrigo y la pérdida de España. 

2.- El Conde Fernán González. 

3.- Cantar de la condesa traidora y del conde Sancho García. 

4.- Romance del Infante García. 

5.- Cantar de los Siete Infantes de Lara. 

6.- Cantar de la Jura de Santa Gadea

7.- Gesta de Ramiro y García, hijos de Sancho el Mayor. 

8.- Cantar de la Jura de Santa Gadea.

9.- Cantar de la muerte del rey don Fernando. 

10.- Cantar de Sancho II de Castilla y el cerco de Zamora. 

11.- Cantar de las mocedades de Rodrigo. 

12.- Cantar de Roncesvalles

13.- Cantar de la mora Zaida. 

14.- Poema de Bernardo del Carpio. 

15.- Gesta del Abad don Juan de Montemayor.  

Los cantares de gesta, por tanto, fueron las piezas centrales del trabajo poético de lo que la crítica ha denominado mester de juglaría. Difíciles de estudiar por su carácter oral, anónimo y por quedar poco o nada escrito. Si hay algo que explique el que no fuera recogido en una obra fue la consideración que de estas obras se tenían en la época: literatura sencilla para el entretenimiento del pueblo que no podía tener la importancia o consideración, no ya de las grandes obras del mester de clerecía, sino de la literatura en las llamadas lenguas cultas (latín o griego). Afortunadamente, solo con el Poema del Mío Cid hoy podemos disfrutar de la radical belleza de estas obras poéticas. 

 

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

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Dejó escrito tan solo un puñado de versos, apenas tres poemas, pero fueron suficientes para encumbrarlo no solo en el canon literario español sino en las letras universales. Y todo ello, como ha sucedido con su compañera de orden, Santa Teresa de Jesús, sin proponérselo siquiera. Fue San Juan de la Cruz un fraile sencillo, recogido, humilde en su tarea reformadora (inspirado por la santa de Ávilla) que nunca aspiró a gloria literaria alguna. Con un lenguaje sencillo, fresco, único, personal y liviano levantó una obra perdurable hasta hoy en día. Los tres grandes poemas (que no fueron más) de Juan de Yepes (que con ese nombre nació) forman parte de lo más granado de la literatura mística universal. Vamos por partes.  

“Si Santa Teresa de Jesús representa la cima de la prosa mística española, San Juan de la Cruz -el otro gigante carmelita- eleva la poesía mística a la más intensa y sublime expresión a que ha llegado el misticismo universal. Culminación y superación a la vez de las más diversas corrientes, es cronológicamente el último de los grandes místicos y en él se acendran* y agotan las posibilidades de la poesía religiosa.  Incluso humanamente considerado, es una de las voces líricas más puras que jamás hayan existido”.  

Juan Luis Alborg

Biografía de San Juan de la Cruz

Nacido com Juan de Yepes y Álvarez en 1542 en un pequeño pueblo de Ávila (Fontiveros) bajo el arropo de una familia noble venida a menos. A pesar de que tuvo que trabajar como enfermero (por entonces el oficio no tenía la consideración de hoy en día), pudo estudiar con los jesuitas. Ingresó en la orden carmelita con tan solo diecinueve años para continuar formándose en la Universidad de Salamanca. El año que fue ordenado sacerdote, 1567, fue también el encuentro decisivo con la carismática Teresa de Ávila que insufló en el carácter tímido y retraído de San Juan de la Cruz los ánimos suficientes para que este iniciara un proceso reformador en la vertiente masculina de la orden.  

De complexión débil y frágil, apocado a veces, los estudiosos afirman que fue la animosa Teresa la que supo sacar lo mejor de él para que se embarcara en una aventura tremendamente peligrosa. Con este acompañamiento espiritual se decidió no solo por vivir en los principios austeros y primitivos de la orden sino también abanderó la fundación de más de un monasterio bajo los fundamentos de los reformadores descalzos. El primero de ellos fue en Durelo donde tomó el nombre con el que lo conocemos: Fray Juan de la Cruz. Le siguió Macera, Pastrana, Salamanca… No llegó al número de Teresa de Ávila, pero sí tuvo una actitud reformadora importante y esencial para la orden.  

El proceso inquisitorial de San Juan de la Cruz

Como sucedió con Fray Luis de León, fueron los mismos miembros de su orden, movidos por el miedo a sus reformas, la envidia o el odio, los que motivaron su arresto. Eso sucedió una noche fría de invierno de 1577 en Ávila donde ejercía de director espiritual de uno de los conventos fundado por su gran amiga. Desde allí lo llevaron preso hasta Toledo donde fue sometido a torturas físicas y psicológicas a lo largo de ocho meses que casi acaban con su persona. Durante ese tiempo, Teresa de Ávila intercedió largamente por él hasta que logró que pudiera escapar refugiándose en el monasterio de Almodóvar del Campo. Allí pudo recuperarse de las heridas gracias a que la santa había conseguido una especie de inmunidad para los descalzos. 

De allí pasó a Andalucía que se asentaba en el cristianismo tras la expulsión musulmana y judía. Es en este periodo de tiempo cuando escribe toda su poesía (cortísima) y lo poca prosa que nos ha llegado. Murió en Úbeda el 13 de diciembre de 1591. Su cuerpo es venerado hoy en día en Segovia. Fue beatificado en 1675 y nombrado santo en 1726. Había que esperar algunos siglos más para que fuera elevado a la condición de Doctor de la Iglesia. Eso fue en 1926.  

Obras de San Juan de la Cruz 

Intensa, breve y universal así es la obra del frágil carmelita, cenit de la poesía mística de todos los tiempos y lenguas. Tanto es así que se reduce a tres poemas y unos cuantos retazos en prosa, en su mayoría glosa de su propia obra. Sus versos son de tal intensidad y calidad que por sí solos han conseguido un lugar en el canon de las letras internacionales. Sus escritos han sido divididos en dos partes:

1.- La primera que sigue a la literatura renacentista encarnada por Garcilaso y Fray Luis de León la forman 5 canciones, dos glosas a lo divino y 10 romances. 

2.- Y la segunda eminentemente mística y donde se concentra lo mejor del poeta que nunca pretendió serlo. Si el primero es corto, este segundo es más aún, ya que lo forman solo tres títulos que, en esencia, tienen una unidad temática, ya que narran el camino místico de unión con Dios a través de tres etapas. Los tres títulos de las obras de San Juan de la Cruz que lo han encumbrado en la literatura universal son: 

  • Noche obscura del alma con ocho estrofas. En esta obra, escrita en liras, se narra el despojamiento de los sentidos terrenales como paso previo para la comunión con Dios. 
  • Cántico espiritual, con cuarenta estrofas, está también compuesto en liras y en él asistimos al proceso, camino o vía espiritual que llega a la comunión con Dios comenzando por la vía purgativa hasta la unitiva. 
  • Llama de amor viva con cuatro estrofas en el que se canta la unión gozosa divina, la suprema experiencia de comunión espiritual llegando al goce supremo a través del amor puro. 

Aparte de estos poemas, una vez compuestos todos los versos y al final de su vida, San Juan de la Cruz compuso unas glosas de su propia obra al estilo de la literatura medieval. En ellas, en prosa, en un estilo didáctico y sencillo intentó explicar a modo de comentario estilístico sus poemas. No llegó a terminarla. Estas se encuentran recogidas bajo el título de Subida del monte Carmelo

El estilo de la poesía de San Juan de la Cruz

Brevedad e inmersión en la literatura mística, una de las más profundas de la historia literaria se unen en un estilo sencillo, limpio, sereno y personal. Resumiendo muchísimo y reconociendo que cualquier intento de sintetizar siempre será parcial, estilísticamente tenemos lo siguiente:

1.- La poesía de San Juan de la Cruz es sencilla en extremo. En ella se refleja su experiencia mística personal libre de cualquier condicionante de otros autores más intelectuales y reflexivos. Eso le confiere la originalidad que lo ha encumbrado en el canon. 

2.- Eso no quita para que en ella se siga el modelo de las tres vías de la mística promulgada por San Bernardo. Recibe influjo también de San Agustín y, por supuesto, de su compañera de orden, Teresa de Ávila.

3.- Deja a un lado la métrica culta y toma formas poéticas más sencillas como son la lira y los romances con una fuerte influencia de la literatura renacentista de Garcilaso.  A pesar de que la literatura mística es el cenit de la experiencia religiosa, San Juan de la Cruz se basa en los poemas de temática amorosa pastoril para levantar su obra. Por supuesto, ese amor siempre es sagrado y nunca profano. 

4.- Para el poeta, la originalidad, el esteticismo, la formación de una obra con literariedad no era objetivo alguno. Su meta era, simplemente, dejar por escrito su experiencia mística, su profundo amor divino, su comunión espiritual con Dios. Por eso, no tiene empacho en tomar todo aquello que tiene a mano para construir su obra. 

5.- Este despojamiento de cualquier deseo de hacer literatura le lleva a utilizar un lenguaje fresco, directo, sereno, prodigioso casi, de una envergadura tal que se mantiene firme a lo largo del tiempo. 

6.- Toda la despreocupación estética se traspasa a la temática, en el deseo de dejar plasmado aquello que el poeta sentía en su arrobo místico. Por eso, los poemas son de una profundidad pocas veces superada en la literatura española. 

7.- San Juan de la Cruz no duda en echar mano de cualquier tipo de vocabulario, ya sea uno culto, un barbarismo, el lenguaje popular… Todo le sirve si está encaminado al fin que se propone. No hay en él nada que pueda catalogarse como ególatra. Se considera un instrumento de la divinidad y como tal deja a un lado cualquier atisbo de intelectualidad, de razón que pertenece a los hombres.   

8.- Es difícil explicar la frescura y originalidad de sus versos desde el punto de vista de la literatura crítica más allá de este despojamiento del deseo de literariedad. Sí destacar que sus frases son simples en extremo sin apenas recursos estilísticos.

9.- Sí recurre a la poderosa fuerza expresiva de los símbolos aún conocidos por un público amplio y presentes en cualquier forma artística en la época. Son importantes para poder adentrarse en esas aguas divinas tan difíciles de describir en un mundo profano.   

En definitiva, es la sencillez lo que caracteriza a la poesía de San Juan de la Cruz

Es la poesía de San Juan de la Cruz la expresión sencilla del más excelso género místico. Con estos tres poemas llega a la cumbre de esta forma de hacer literatura que no puede desligarse de una real, vívida y sentida experiencia religiosa. Acabo con palabras de Dámaso Alonso: 

“Su causa es la inefabilidad de la experiencia mística. Por ser inexpresable, la vivencia mística es solo pintada, mentada, a través de imágenes, en especial de imágenes del amor profano. Situado dentro de esta gran corriente, San Juan de la Cruz toma el máximo poema de amor, divinizado, que la tradición le ofrece: El cantar de los cantares. Cuando él echa mano de los elementos de amor profano que la poesía de su siglo (ya italianizante, ya tradicional) le brinda, no hace sino continuar el sentido de este proceso”.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla  

 

* Acendrar: Eliminar cualquier imperfección o defecto del carácter de una persona o de una cosa

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Dejó escrito tan solo un puñado de versos, apenas tres poemas, pero fueron suficientes para encumbrarlo no solo en el canon literario español sino en las letras universales. Y todo ello, como ha sucedido con su compañera de orden, Santa Teresa de Jesús, sin proponérselo siquiera. Fue San Juan de la Cruz un fraile sencillo, recogido, humilde en su tarea reformadora (inspirado por la santa de Ávilla) que nunca aspiró a gloria literaria alguna. Con un lenguaje sencillo, fresco, único, personal y liviano levantó una obra perdurable hasta hoy en día. Los tres grandes poemas (que no fueron más) de Juan de Yepes (que con ese nombre nació) forman parte de lo más granado de la literatura mística universal. Vamos por partes.  

“Si Santa Teresa de Jesús representa la cima de la prosa mística española, San Juan de la Cruz -el otro gigante carmelita- eleva la poesía mística a la más intensa y sublime expresión a que ha llegado el misticismo universal. Culminación y superación a la vez de las más diversas corrientes, es cronológicamente el último de los grandes místicos y en él se acendran* y agotan las posibilidades de la poesía religiosa.  Incluso humanamente considerado, es una de las voces líricas más puras que jamás hayan existido”.  

Juan Luis Alborg

Biografía de San Juan de la Cruz

Nacido com Juan de Yepes y Álvarez en 1542 en un pequeño pueblo de Ávila (Fontiveros) bajo el arropo de una familia noble venida a menos. A pesar de que tuvo que trabajar como enfermero (por entonces el oficio no tenía la consideración de hoy en día), pudo estudiar con los jesuitas. Ingresó en la orden carmelita con tan solo diecinueve años para continuar formándose en la Universidad de Salamanca. El año que fue ordenado sacerdote, 1567, fue también el encuentro decisivo con la carismática Teresa de Ávila que insufló en el carácter tímido y retraído de San Juan de la Cruz los ánimos suficientes para que este iniciara un proceso reformador en la vertiente masculina de la orden.  

De complexión débil y frágil, apocado a veces, los estudiosos afirman que fue la animosa Teresa la que supo sacar lo mejor de él para que se embarcara en una aventura tremendamente peligrosa. Con este acompañamiento espiritual se decidió no solo por vivir en los principios austeros y primitivos de la orden sino también abanderó la fundación de más de un monasterio bajo los fundamentos de los reformadores descalzos. El primero de ellos fue en Durelo donde tomó el nombre con el que lo conocemos: Fray Juan de la Cruz. Le siguió Macera, Pastrana, Salamanca… No llegó al número de Teresa de Ávila, pero sí tuvo una actitud reformadora importante y esencial para la orden.  

El proceso inquisitorial de San Juan de la Cruz

Como sucedió con Fray Luis de León, fueron los mismos miembros de su orden, movidos por el miedo a sus reformas, la envidia o el odio, los que motivaron su arresto. Eso sucedió una noche fría de invierno de 1577 en Ávila donde ejercía de director espiritual de uno de los conventos fundado por su gran amiga. Desde allí lo llevaron preso hasta Toledo donde fue sometido a torturas físicas y psicológicas a lo largo de ocho meses que casi acaban con su persona. Durante ese tiempo, Teresa de Ávila intercedió largamente por él hasta que logró que pudiera escapar refugiándose en el monasterio de Almodóvar del Campo. Allí pudo recuperarse de las heridas gracias a que la santa había conseguido una especie de inmunidad para los descalzos. 

De allí pasó a Andalucía que se asentaba en el cristianismo tras la expulsión musulmana y judía. Es en este periodo de tiempo cuando escribe toda su poesía (cortísima) y lo poca prosa que nos ha llegado. Murió en Úbeda el 13 de diciembre de 1591. Su cuerpo es venerado hoy en día en Segovia. Fue beatificado en 1675 y nombrado santo en 1726. Había que esperar algunos siglos más para que fuera elevado a la condición de Doctor de la Iglesia. Eso fue en 1926.  

Obras de San Juan de la Cruz 

Intensa, breve y universal así es la obra del frágil carmelita, cenit de la poesía mística de todos los tiempos y lenguas. Tanto es así que se reduce a tres poemas y unos cuantos retazos en prosa, en su mayoría glosa de su propia obra. Sus versos son de tal intensidad y calidad que por sí solos han conseguido un lugar en el canon de las letras internacionales. Sus escritos han sido divididos en dos partes:

1.- La primera que sigue a la literatura renacentista encarnada por Garcilaso y Fray Luis de León la forman 5 canciones, dos glosas a lo divino y 10 romances. 

2.- Y la segunda eminentemente mística y donde se concentra lo mejor del poeta que nunca pretendió serlo. Si el primero es corto, este segundo es más aún, ya que lo forman solo tres títulos que, en esencia, tienen una unidad temática, ya que narran el camino místico de unión con Dios a través de tres etapas. Los tres títulos de las obras de San Juan de la Cruz que lo han encumbrado en la literatura universal son: 

  • Noche obscura del alma con ocho estrofas. En esta obra, escrita en liras, se narra el despojamiento de los sentidos terrenales como paso previo para la comunión con Dios. 
  • Cántico espiritual, con cuarenta estrofas, está también compuesto en liras y en él asistimos al proceso, camino o vía espiritual que llega a la comunión con Dios comenzando por la vía purgativa hasta la unitiva. 
  • Llama de amor viva con cuatro estrofas en el que se canta la unión gozosa divina, la suprema experiencia de comunión espiritual llegando al goce supremo a través del amor puro. 

Aparte de estos poemas, una vez compuestos todos los versos y al final de su vida, San Juan de la Cruz compuso unas glosas de su propia obra al estilo de la literatura medieval. En ellas, en prosa, en un estilo didáctico y sencillo intentó explicar a modo de comentario estilístico sus poemas. No llegó a terminarla. Estas se encuentran recogidas bajo el título de Subida del monte Carmelo

El estilo de la poesía de San Juan de la Cruz

Brevedad e inmersión en la literatura mística, una de las más profundas de la historia literaria se unen en un estilo sencillo, limpio, sereno y personal. Resumiendo muchísimo y reconociendo que cualquier intento de sintetizar siempre será parcial, estilísticamente tenemos lo siguiente:

1.- La poesía de San Juan de la Cruz es sencilla en extremo. En ella se refleja su experiencia mística personal libre de cualquier condicionante de otros autores más intelectuales y reflexivos. Eso le confiere la originalidad que lo ha encumbrado en el canon. 

2.- Eso no quita para que en ella se siga el modelo de las tres vías de la mística promulgada por San Bernardo. Recibe influjo también de San Agustín y, por supuesto, de su compañera de orden, Teresa de Ávila.

3.- Deja a un lado la métrica culta y toma formas poéticas más sencillas como son la lira y los romances con una fuerte influencia de la literatura renacentista de Garcilaso.  A pesar de que la literatura mística es el cenit de la experiencia religiosa, San Juan de la Cruz se basa en los poemas de temática amorosa pastoril para levantar su obra. Por supuesto, ese amor siempre es sagrado y nunca profano. 

4.- Para el poeta, la originalidad, el esteticismo, la formación de una obra con literariedad no era objetivo alguno. Su meta era, simplemente, dejar por escrito su experiencia mística, su profundo amor divino, su comunión espiritual con Dios. Por eso, no tiene empacho en tomar todo aquello que tiene a mano para construir su obra. 

5.- Este despojamiento de cualquier deseo de hacer literatura le lleva a utilizar un lenguaje fresco, directo, sereno, prodigioso casi, de una envergadura tal que se mantiene firme a lo largo del tiempo. 

6.- Toda la despreocupación estética se traspasa a la temática, en el deseo de dejar plasmado aquello que el poeta sentía en su arrobo místico. Por eso, los poemas son de una profundidad pocas veces superada en la literatura española. 

7.- San Juan de la Cruz no duda en echar mano de cualquier tipo de vocabulario, ya sea uno culto, un barbarismo, el lenguaje popular… Todo le sirve si está encaminado al fin que se propone. No hay en él nada que pueda catalogarse como ególatra. Se considera un instrumento de la divinidad y como tal deja a un lado cualquier atisbo de intelectualidad, de razón que pertenece a los hombres.   

8.- Es difícil explicar la frescura y originalidad de sus versos desde el punto de vista de la literatura crítica más allá de este despojamiento del deseo de literariedad. Sí destacar que sus frases son simples en extremo sin apenas recursos estilísticos.

9.- Sí recurre a la poderosa fuerza expresiva de los símbolos aún conocidos por un público amplio y presentes en cualquier forma artística en la época. Son importantes para poder adentrarse en esas aguas divinas tan difíciles de describir en un mundo profano.   

En definitiva, es la sencillez lo que caracteriza a la poesía de San Juan de la Cruz

Es la poesía de San Juan de la Cruz la expresión sencilla del más excelso género místico. Con estos tres poemas llega a la cumbre de esta forma de hacer literatura que no puede desligarse de una real, vívida y sentida experiencia religiosa. Acabo con palabras de Dámaso Alonso: 

“Su causa es la inefabilidad de la experiencia mística. Por ser inexpresable, la vivencia mística es solo pintada, mentada, a través de imágenes, en especial de imágenes del amor profano. Situado dentro de esta gran corriente, San Juan de la Cruz toma el máximo poema de amor, divinizado, que la tradición le ofrece: El cantar de los cantares. Cuando él echa mano de los elementos de amor profano que la poesía de su siglo (ya italianizante, ya tradicional) le brinda, no hace sino continuar el sentido de este proceso”.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla  

 

* Acendrar: Eliminar cualquier imperfección o defecto del carácter de una persona o de una cosa

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La palabra mística procede del griego y el vocablo se refiere al sentido de cerrar. En esencia, este término alude a aquello oculto, secreto, desconocido que se produce en el interior de algunos espíritus elevados quienes, de una manera u otra, lo manifiestan de forma pública, aunque, en sus inicios, los receptores de estos escritos eran limitados en extremo. Aunque los mejores textos de la mística pertenecen a la poesía, tampoco se desdeña la prosa. La mística es la expresión de la más extraordinaria experiencia religiosa ajena a cualquier impostura, imposición o dogma, experimentada de forma individual y expresada en libertad. Por eso, no es de extrañar que algunos grandes nombres tuvieran serios problemas con la Inquisición o los procesos de censura de la época. La mística y su expresión literaria es revolucionaria porque no se atiene a la las reglas de obediencia. Son manifestaciones de la más extrema religiosidad que se entienden en el antropocentrismo imperante en el Renacimiento literario, cultural y social donde se desenvuelve.  

Qué es la mística y un intento de definición en su vertiente literaria  

Los místicos manejan una experiencia secreta en la que Dios se manifiesta con toda su grandeza y magnanimidad alejada de cualquier atisbo de dogmatismo o vulgaridad. A todo ello hay que unir una expresión literaria sublime por parte de los autores españoles que utilizan el lenguaje vulgar (alejado del latín o de la rocambolesca lengua culta) en el que la lengua castellana se expande con todos sus matices simbólicos, expresivos y lingüísticos. A pesar de que la mística describe una experiencia o recorrido espiritual profundamente personal y, a veces, libertario tenían una aspiración comunicadora importante. Sin hacer proselitismo ni apología, de manera sencilla había un deseo de dejar constancia de esos encuentros divinos y sus sensaciones para aprendizaje moral del lector. Nada más y nada menos que 3.000 libros se publicaron en menos de doscientos años encuadrados en el género denominado mística literaria o mística española durante los siglos XVI y XVII.

Nombres de la talla de Santa Teresa de Jesús, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz o Fray Luis de Granada son imprescindibles no solo del género sino del canon literario en español. Aunque son variadas las teorías que intentan explicar el auge y la localización del misticismo literario, no todas ellas lo achacan al peculiar carácter psicológico de esta parte de mundo. Tanto es así que España recibe incluso el calificativo del país de los místicos. No hay precedentes en la literatura medieval a pesar de engendrarse en un entorno en el que Dios está omnipresente y acaba abruptamente en el Siglo XVIII. 

Orígenes y sustratos literarios de la mística

No podemos perder de vista que se expande justo cuando España se desenvuelve siendo única y exclusivamente cristiana al haber expulsado a los habitantes tanto de religión judía como musulmana.  Paralelamente, hay que tener en cuenta la corrupción institucional de la iglesia a finales de la Edad Media de la que se apartan los espíritus más críticos en busca de una experiencia auténtica con Dios sin intermediarios.  El antropocentrismo del Renacimiento, el intento por dejar plasmado los sentimientos más íntimos (coartados por la Contrarreforma) y el platonismo de la época son caldo de cultivo propicio para el desarrollo de la mística.  

Por si fuera poco, hay que unir un ideal caballeresco reflejado no solo en los libros o en los poemas de línea amorosa sino también en la vida cortesana diaria. En estas obras se ensalza un espíritu casi puro, resplandeciente en virtudes (casi imposible de reflejarse en la vida real) que son otra fuente importante para las obras de la mística. También se nutre de ese gusto patrio por empapar de todo lo divino cualquier actividad profana y, por supuesto, de los nombres del elenco alemán que tan bien conocían los representantes de la mística española.  

Principales características de la literatura mística española 

1.- No tiene una sustrato en los autores de la literatura medieval a excepción de Ramón Llull y de la literatura tanto de árabes como de judíos. 

2.- La mística española es cronológicamente la última manifestación de este género o modo literario y, a la par, uno de los más importantes por su belleza y profundidad. 

3.- Los autores de la mística literaria española presentan un punto ecléctico entre lo profano (las cosas de la vida cotidiana) y lo sagrado (la iluminación personal). 

 

4.- La mística no puede entenderse sin la filosofía del ascetismo (que merece tema aparte). Esta línea de pensamiento sí que es consustancial a la cultura hispánica ya que se remonta a los tiempos del Imperio Romano (Séneca por por un caso) y sigue incluso en la era contemporánea. Podemos encontrar ecos, incluso, en la obra de José Ángel Valente

6.- La mística española es de una gran calidad literaria. Por eso, ha trascendido fronteras y es conocida en otras partes del mundo. Es un misticismo, según Saínz Rodríguez 

“que aspira a influir en la educación moral del pueblo […] y una de sus altas cualidades estéticas consiste hoy en que muchos de ellos reflejan en su obra el idioma adulto, limpio y lleno de vigor del pueblo castellano del siglo XVI”. 

7.- Ese afán por dirigirse a los humildes (con un nivel cultural tremendamente bajo y unos índices de analfabetismo apabullantes) quizás sea la razón del excesivo uso de la alegoría y la metáfora. 

8.- La mística es la máxima expresión de la Gracia divina, un encuentro sensorial con Dios manifestado en toda su grandeza. Tras esta experiencia secreta y recogida, los autores místicos se afanaron por utilizar un lenguaje limpio, claro, sencillo, repleto de metáforas para compartir dicho don con un público más amplio. 

9.- Al contrario de la ascética, a la que se llega con ejercicios de privación o de sumisión, la mística es una gracia, un regalo divino que hay que aceptar y devolver al resto de las criaturas humanas en forma de obra literaria. 

10.- Dicho esto, los ejercicios espirituales, ayunos, oraciones y mortificaciones de los ascetas en su afán por conseguir la visión divina, a veces, se confunde con la iluminación mística. 

División de la mística por periodos y escuelas 

Teniendo en cuenta la cronología de las obras, se puede dividir este género en cuatro grandes periodos. El primero (el de iniciación) llegaría hasta el año 1500 con la imprenta afianzada y la confianza que da el descubrimiento de América a ojos europeos. En esta etapa no hay grandes nombres que reseñar pero sí hay un auge de las traducciones de las obras extranjeras que van calando en los literatos e intelectuales de la época. El segundo (de asimilación) que iría de 1500 hasta 1560 y en el que se transforma esas teorías según el sentir de la cultura española. Tampoco hay grandes nombres en esta época pero podemos destacar a Fray Hernando de Talavera o a Fray Francisco de Osuna, uno de los autores favoritos de Teresa de Ávila. El de plenitud es el tercero que coincide con el reinado de Felipe II y termina en 1600. En esta época es donde se producen las obras señeras de Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz o Fray Luis de León. El cuarto, de decadencia, se va estirando hasta mediados del siglo XVII ya sin el brillo y frescura de la época anterior.  

Como se ha compilado más de 3000 títulos pertenecientes al género místico literario (ni que decir tiene que con calidad diversa), la crítica literaria también ha realizado una división por escuelas que son principalmente cinco, según Menéndez Pelayo:

1.- Ascetas dominicos con Fray Luis de Granada a la cabeza

2.- Místicos franciscanos entre los que destacan San Pedro de Alcántara. 

3.- La gran escuela de místicos carmelitas con las imponentes figuras de Santa Teresa de Ávila en la prosa y San Juan de la Cruz en la poesía. 

4.- Místicos agustinos con Fray Luis a la vanguardia del equipo. 

5.- Y por último, tenemos la escuela jesuita cuyos representantes no llegaron a despuntar como estas dos últimas.  

Autores de la mística española más importantes

1.- Fray Luis de León, el gran precursor de la mística castellana

Nacido en Belmonte (Cuenca) en 1527, estudió en Madrid y Valladolid siguiendo la Corte que, por entonces, no se había establecido de manera fija. Universitario en Salamanca, ingresa en la orden de los agustinos en 1544. Toda su obra, vida y estilo literario están condicionadas por la universidad salmantina en la que obtuvo su primera cátedra en 1559. Incansable estudioso e investigador, sus enemigos (mediocres abrumados por su talento) lo acusan en 1572 de traducir al castellano el Cantar de los Cantares a pesar de su prohibición. Por este hecho estuvo preso en Valladolid cinco largos años. A su vuelta y según el mito, reanuda las clases con ese “decíamos ayer” ante sus alumnos. 

 

Persona instruida, culta, gran poeta, gozó de prestigio en vida, el mismo que perdura cinco siglos después. Su sabiduría, unida a su carácter pasional, le granjeó en vida una gran número de enemigos en los ambientes universitarios que, al no poder superar al genio, se dedicaban a hostigarle con calumnias de todo tipo culminando en la acusación de herejía, gravísima para la época, tanto que en ella te iba literalmente la vida.

Hay quienes consideran que Fray Luis de León no fue un poeta esencialmente místico a pesar de orquestar toda su obra bajo el tema religioso. Es más bien un autor e intelectual del Renacimiento literario tardío. Aparte de por sus poesías, recogidas tras su muerte, tenemos que anotar la obra Los nombres de Cristo, cima de la literatura en español. J.L. Alborg indica que  

“cuando ansía dejar los lazos terrenales y gozar del cielo, no piensa en la saciedad del amor, sino en la posibilidad de alcanzar junto al Creador el total conocimiento de las cosas por el que se afanaba." 

2.-  Fray Luis de Granada perteneciente a la escuela dominica

Nacido en 1504 cómo Luis Sarria en el seno de una familia pobre y humilde. Aunque huérfano de padre a corta edad, fue acogido por el conde Tendilla quien le dio instrucción y cobijo. Entró en el convento dominico de Granada en 1525 y gran parte de su vida la pasó en Portugal donde realizó una notable labor de predicación. A igual que Fray Luis de León, su espíritu pasional y su amor por la justicia le granjeó no pocos enemigos en su época. De hecho, también fue víctima de la Inquisición y sus obras principales, Guía de pecadores y Libro de la oración y la meditación fueron prohibidas por “enseñar al pueblo lo que a pocos del conviene”. Aquí queda eso.  

Gran orador, en sus obras promulga que la conquista de la gloria es la única finalidad de la vida, extremo éste que sería eje central del pensamiento (por otros motivos más mundanos) durante el Barroco español para desbaratarse completamente en la literatura neoclásica.  

3.- Santa Teresa de Jesús, en la cima más alta  de la mística cuya obra aún perdura 

Nacida como Teresa de Cepeda y Ahumada en 1515 en Ávila, estudió en el convento de Augustinas ingresando en la orden de las Carmelitas antes de cumplir 20 años. Allí se auto sometió a crueles ejercicios ascéticos en los que casi le va la vida dejándole secuelas permanentes. Ese carácter enfermizo y quebradizo se transparenta en su obra volcada en la visión amorosa de Dios, en el éxtasis místico, en la iluminación como camino supremo, en el dejarse ir hacia los brazos de Cristo entendido incluso como el amado.  

Tras una de sus visiones, emprendió la reforma de la orden. Como otros autores de la mística literaria, por ello, fue objeto de persecución encarnizada por parte de la Inquisición. Tenemos que tener en cuenta que cualquier modificación, cualquier opinión en la que, de alguna manera u otra, se denunciaran los vicios dentro de la propia iglesia era castigada con dura severidad. Y Santa Teresa de Jesús no pudo ser ajena a esto, ya que se propuso fundar nuevos conventos en los que predominaran la sencillez y el desprendimiento. A los ojos de la época tal meta era considerada herejía, desobediencia a las órdenes establecidas y penadas duramente. Sin embargo, la santa mística lo consiguió no solo levantando diecisiete sino atrayendo el favor papal para que sus reformas quedaran al margen de los mediocres de la curia eclesial de la época.  

Andariega, pasional, alegre y constante, su obra está impregnada de una extrema sensibilidad y sencillez. Si Camino de perfección, terminada en 1570, es cenit de la ascética, Las moradas o Castillo interior sencillamente ha pasado al canon. Sin embargo, nunca tuvo ese objetivo, ya que escribía para sus monjas siguiendo un estilo sencillo sin pretender siquiera superar los estándares de la literariedad. Dejamos hablar a Fray Luis de León, amigo de la santa, que describe la obra de la gran mística española con las siguientes palabras: 

“… en la forma del decir, y en la pureza y facilidad del estilo, y en la gracia y buena compostura de las palabras, y en una elegancia desafeitada, que deleita en extremo, dudo yo que haya en nuestra lengua escritura que con ellos se iguale”. 

Muere en 1582. Fue beatificada en 1614 y canonizada en 1622. Partes del cuerpo de la mística se encuentran expuestos en distintos emplazamientos de la geografía española. 

4.- San Juan de la Cruz, el gran representante de la mística poética

Si Teresa de Ávila representa el cenit de la prosa mística castellana, su compañero de orden y contemporáneo Juan de la Cruz es su paralelo en la poesía. Nacido como Juan de Yepes y Álvarez en 1542, en un pueblo de la provincia de Ávila, procedía de una familia noble venida a menos. Estudió en la Universidad de Salamanca y se ordenó sacerdote en 1567. Influido por el espíritu vivaz y apasionado de Teresa de Ávila, nuestro autor, de carácter débil en todos los sentidos, logra fundar un convento según los preceptos reformadores de la santa. Ya sabemos que esto le iba a granjear la enemistad de los suyos que no tenían ningún problema en olvidar el mandamiento principal de Cristo para ensañarse con los suyos incluso. Por atreverse a seguir a Santa Teresa de Ávila fue apresado y torturado física y psicológicamente durante casi un año. Logró salir gracias a la intervención de su amiga y protectora. Desterrado casi de la orden, acabó su vida en Úbeda en 1591.  

Su obra poética es brevísima pero de una calidad apabullante, tanto que todos los versos han pasado a formar parte de la literatura clásica española y casi universal. Su obra mística se reduce a tres títulos: Noche obscura del alma, Cántico espiritual y Llama del amor viva. No necesitó más para traspasar con sus palabras la niebla de los siglos. Todas sus composiciones son sencillas, pero limpias en el uso de la lengua. A veces, su finalidad era modesta, como Santa Teresa, ya que necesitaba material para los hermanos de la orden, tanto para la lectura como para el rezo o el canto. 

Es, en definitiva, la literatura mística española de una calidad sobresaliente, tanto que ha traspasado todo tipo de fronteras, las geográficas, la de los pueblos y la de los tiempos. Las mejores obras están escritas con una finalidad utilitaria, con humildad y sin ninguna pretensión. Es en esa claridad, en esa descripción desprovista de afán de gloria donde reside toda la grandeza de este género. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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La palabra mística procede del griego y el vocablo se refiere al sentido de cerrar. En esencia, este término alude a aquello oculto, secreto, desconocido que se produce en el interior de algunos espíritus elevados quienes, de una manera u otra, lo manifiestan de forma pública, aunque, en sus inicios, los receptores de estos escritos eran limitados en extremo. Aunque los mejores textos de la mística pertenecen a la poesía, tampoco se desdeña la prosa. La mística es la expresión de la más extraordinaria experiencia religiosa ajena a cualquier impostura, imposición o dogma, experimentada de forma individual y expresada en libertad. Por eso, no es de extrañar que algunos grandes nombres tuvieran serios problemas con la Inquisición o los procesos de censura de la época. La mística y su expresión literaria es revolucionaria porque no se atiene a la las reglas de obediencia. Son manifestaciones de la más extrema religiosidad que se entienden en el antropocentrismo imperante en el Renacimiento literario, cultural y social donde se desenvuelve.  

Qué es la mística y un intento de definición en su vertiente literaria  

Los místicos manejan una experiencia secreta en la que Dios se manifiesta con toda su grandeza y magnanimidad alejada de cualquier atisbo de dogmatismo o vulgaridad. A todo ello hay que unir una expresión literaria sublime por parte de los autores españoles que utilizan el lenguaje vulgar (alejado del latín o de la rocambolesca lengua culta) en el que la lengua castellana se expande con todos sus matices simbólicos, expresivos y lingüísticos. A pesar de que la mística describe una experiencia o recorrido espiritual profundamente personal y, a veces, libertario tenían una aspiración comunicadora importante. Sin hacer proselitismo ni apología, de manera sencilla había un deseo de dejar constancia de esos encuentros divinos y sus sensaciones para aprendizaje moral del lector. Nada más y nada menos que 3.000 libros se publicaron en menos de doscientos años encuadrados en el género denominado mística literaria o mística española durante los siglos XVI y XVII.

Nombres de la talla de Santa Teresa de Jesús, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz o Fray Luis de Granada son imprescindibles no solo del género sino del canon literario en español. Aunque son variadas las teorías que intentan explicar el auge y la localización del misticismo literario, no todas ellas lo achacan al peculiar carácter psicológico de esta parte de mundo. Tanto es así que España recibe incluso el calificativo del país de los místicos. No hay precedentes en la literatura medieval a pesar de engendrarse en un entorno en el que Dios está omnipresente y acaba abruptamente en el Siglo XVIII. 

Orígenes y sustratos literarios de la mística

No podemos perder de vista que se expande justo cuando España se desenvuelve siendo única y exclusivamente cristiana al haber expulsado a los habitantes tanto de religión judía como musulmana.  Paralelamente, hay que tener en cuenta la corrupción institucional de la iglesia a finales de la Edad Media de la que se apartan los espíritus más críticos en busca de una experiencia auténtica con Dios sin intermediarios.  El antropocentrismo del Renacimiento, el intento por dejar plasmado los sentimientos más íntimos (coartados por la Contrarreforma) y el platonismo de la época son caldo de cultivo propicio para el desarrollo de la mística.  

Por si fuera poco, hay que unir un ideal caballeresco reflejado no solo en los libros o en los poemas de línea amorosa sino también en la vida cortesana diaria. En estas obras se ensalza un espíritu casi puro, resplandeciente en virtudes (casi imposible de reflejarse en la vida real) que son otra fuente importante para las obras de la mística. También se nutre de ese gusto patrio por empapar de todo lo divino cualquier actividad profana y, por supuesto, de los nombres del elenco alemán que tan bien conocían los representantes de la mística española.  

Principales características de la literatura mística española 

1.- No tiene una sustrato en los autores de la literatura medieval a excepción de Ramón Llull y de la literatura tanto de árabes como de judíos. 

2.- La mística española es cronológicamente la última manifestación de este género o modo literario y, a la par, uno de los más importantes por su belleza y profundidad. 

3.- Los autores de la mística literaria española presentan un punto ecléctico entre lo profano (las cosas de la vida cotidiana) y lo sagrado (la iluminación personal). 

 

4.- La mística no puede entenderse sin la filosofía del ascetismo (que merece tema aparte). Esta línea de pensamiento sí que es consustancial a la cultura hispánica ya que se remonta a los tiempos del Imperio Romano (Séneca por por un caso) y sigue incluso en la era contemporánea. Podemos encontrar ecos, incluso, en la obra de José Ángel Valente

6.- La mística española es de una gran calidad literaria. Por eso, ha trascendido fronteras y es conocida en otras partes del mundo. Es un misticismo, según Saínz Rodríguez 

“que aspira a influir en la educación moral del pueblo […] y una de sus altas cualidades estéticas consiste hoy en que muchos de ellos reflejan en su obra el idioma adulto, limpio y lleno de vigor del pueblo castellano del siglo XVI”. 

7.- Ese afán por dirigirse a los humildes (con un nivel cultural tremendamente bajo y unos índices de analfabetismo apabullantes) quizás sea la razón del excesivo uso de la alegoría y la metáfora. 

8.- La mística es la máxima expresión de la Gracia divina, un encuentro sensorial con Dios manifestado en toda su grandeza. Tras esta experiencia secreta y recogida, los autores místicos se afanaron por utilizar un lenguaje limpio, claro, sencillo, repleto de metáforas para compartir dicho don con un público más amplio. 

9.- Al contrario de la ascética, a la que se llega con ejercicios de privación o de sumisión, la mística es una gracia, un regalo divino que hay que aceptar y devolver al resto de las criaturas humanas en forma de obra literaria. 

10.- Dicho esto, los ejercicios espirituales, ayunos, oraciones y mortificaciones de los ascetas en su afán por conseguir la visión divina, a veces, se confunde con la iluminación mística. 

División de la mística por periodos y escuelas 

Teniendo en cuenta la cronología de las obras, se puede dividir este género en cuatro grandes periodos. El primero (el de iniciación) llegaría hasta el año 1500 con la imprenta afianzada y la confianza que da el descubrimiento de América a ojos europeos. En esta etapa no hay grandes nombres que reseñar pero sí hay un auge de las traducciones de las obras extranjeras que van calando en los literatos e intelectuales de la época. El segundo (de asimilación) que iría de 1500 hasta 1560 y en el que se transforma esas teorías según el sentir de la cultura española. Tampoco hay grandes nombres en esta época pero podemos destacar a Fray Hernando de Talavera o a Fray Francisco de Osuna, uno de los autores favoritos de Teresa de Ávila. El de plenitud es el tercero que coincide con el reinado de Felipe II y termina en 1600. En esta época es donde se producen las obras señeras de Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz o Fray Luis de León. El cuarto, de decadencia, se va estirando hasta mediados del siglo XVII ya sin el brillo y frescura de la época anterior.  

Como se ha compilado más de 3000 títulos pertenecientes al género místico literario (ni que decir tiene que con calidad diversa), la crítica literaria también ha realizado una división por escuelas que son principalmente cinco, según Menéndez Pelayo:

1.- Ascetas dominicos con Fray Luis de Granada a la cabeza

2.- Místicos franciscanos entre los que destacan San Pedro de Alcántara. 

3.- La gran escuela de místicos carmelitas con las imponentes figuras de Santa Teresa de Ávila en la prosa y San Juan de la Cruz en la poesía. 

4.- Místicos agustinos con Fray Luis a la vanguardia del equipo. 

5.- Y por último, tenemos la escuela jesuita cuyos representantes no llegaron a despuntar como estas dos últimas.  

Autores de la mística española más importantes

1.- Fray Luis de León, el gran precursor de la mística castellana

Nacido en Belmonte (Cuenca) en 1527, estudió en Madrid y Valladolid siguiendo la Corte que, por entonces, no se había establecido de manera fija. Universitario en Salamanca, ingresa en la orden de los agustinos en 1544. Toda su obra, vida y estilo literario están condicionadas por la universidad salmantina en la que obtuvo su primera cátedra en 1559. Incansable estudioso e investigador, sus enemigos (mediocres abrumados por su talento) lo acusan en 1572 de traducir al castellano el Cantar de los Cantares a pesar de su prohibición. Por este hecho estuvo preso en Valladolid cinco largos años. A su vuelta y según el mito, reanuda las clases con ese “decíamos ayer” ante sus alumnos. 

 

Persona instruida, culta, gran poeta, gozó de prestigio en vida, el mismo que perdura cinco siglos después. Su sabiduría, unida a su carácter pasional, le granjeó en vida una gran número de enemigos en los ambientes universitarios que, al no poder superar al genio, se dedicaban a hostigarle con calumnias de todo tipo culminando en la acusación de herejía, gravísima para la época, tanto que en ella te iba literalmente la vida.

Hay quienes consideran que Fray Luis de León no fue un poeta esencialmente místico a pesar de orquestar toda su obra bajo el tema religioso. Es más bien un autor e intelectual del Renacimiento literario tardío. Aparte de por sus poesías, recogidas tras su muerte, tenemos que anotar la obra Los nombres de Cristo, cima de la literatura en español. J.L. Alborg indica que  

“cuando ansía dejar los lazos terrenales y gozar del cielo, no piensa en la saciedad del amor, sino en la posibilidad de alcanzar junto al Creador el total conocimiento de las cosas por el que se afanaba." 

2.-  Fray Luis de Granada perteneciente a la escuela dominica

Nacido en 1504 cómo Luis Sarria en el seno de una familia pobre y humilde. Aunque huérfano de padre a corta edad, fue acogido por el conde Tendilla quien le dio instrucción y cobijo. Entró en el convento dominico de Granada en 1525 y gran parte de su vida la pasó en Portugal donde realizó una notable labor de predicación. A igual que Fray Luis de León, su espíritu pasional y su amor por la justicia le granjeó no pocos enemigos en su época. De hecho, también fue víctima de la Inquisición y sus obras principales, Guía de pecadores y Libro de la oración y la meditación fueron prohibidas por “enseñar al pueblo lo que a pocos del conviene”. Aquí queda eso.  

Gran orador, en sus obras promulga que la conquista de la gloria es la única finalidad de la vida, extremo éste que sería eje central del pensamiento (por otros motivos más mundanos) durante el Barroco español para desbaratarse completamente en la literatura neoclásica.  

3.- Santa Teresa de Jesús, en la cima más alta  de la mística cuya obra aún perdura 

Nacida como Teresa de Cepeda y Ahumada en 1515 en Ávila, estudió en el convento de Augustinas ingresando en la orden de las Carmelitas antes de cumplir 20 años. Allí se auto sometió a crueles ejercicios ascéticos en los que casi le va la vida dejándole secuelas permanentes. Ese carácter enfermizo y quebradizo se transparenta en su obra volcada en la visión amorosa de Dios, en el éxtasis místico, en la iluminación como camino supremo, en el dejarse ir hacia los brazos de Cristo entendido incluso como el amado.  

Tras una de sus visiones, emprendió la reforma de la orden. Como otros autores de la mística literaria, por ello, fue objeto de persecución encarnizada por parte de la Inquisición. Tenemos que tener en cuenta que cualquier modificación, cualquier opinión en la que, de alguna manera u otra, se denunciaran los vicios dentro de la propia iglesia era castigada con dura severidad. Y Santa Teresa de Jesús no pudo ser ajena a esto, ya que se propuso fundar nuevos conventos en los que predominaran la sencillez y el desprendimiento. A los ojos de la época tal meta era considerada herejía, desobediencia a las órdenes establecidas y penadas duramente. Sin embargo, la santa mística lo consiguió no solo levantando diecisiete sino atrayendo el favor papal para que sus reformas quedaran al margen de los mediocres de la curia eclesial de la época.  

Andariega, pasional, alegre y constante, su obra está impregnada de una extrema sensibilidad y sencillez. Si Camino de perfección, terminada en 1570, es cenit de la ascética, Las moradas o Castillo interior sencillamente ha pasado al canon. Sin embargo, nunca tuvo ese objetivo, ya que escribía para sus monjas siguiendo un estilo sencillo sin pretender siquiera superar los estándares de la literariedad. Dejamos hablar a Fray Luis de León, amigo de la santa, que describe la obra de la gran mística española con las siguientes palabras: 

“… en la forma del decir, y en la pureza y facilidad del estilo, y en la gracia y buena compostura de las palabras, y en una elegancia desafeitada, que deleita en extremo, dudo yo que haya en nuestra lengua escritura que con ellos se iguale”. 

Muere en 1582. Fue beatificada en 1614 y canonizada en 1622. Partes del cuerpo de la mística se encuentran expuestos en distintos emplazamientos de la geografía española. 

4.- San Juan de la Cruz, el gran representante de la mística poética

Si Teresa de Ávila representa el cenit de la prosa mística castellana, su compañero de orden y contemporáneo Juan de la Cruz es su paralelo en la poesía. Nacido como Juan de Yepes y Álvarez en 1542, en un pueblo de la provincia de Ávila, procedía de una familia noble venida a menos. Estudió en la Universidad de Salamanca y se ordenó sacerdote en 1567. Influido por el espíritu vivaz y apasionado de Teresa de Ávila, nuestro autor, de carácter débil en todos los sentidos, logra fundar un convento según los preceptos reformadores de la santa. Ya sabemos que esto le iba a granjear la enemistad de los suyos que no tenían ningún problema en olvidar el mandamiento principal de Cristo para ensañarse con los suyos incluso. Por atreverse a seguir a Santa Teresa de Ávila fue apresado y torturado física y psicológicamente durante casi un año. Logró salir gracias a la intervención de su amiga y protectora. Desterrado casi de la orden, acabó su vida en Úbeda en 1591.  

Su obra poética es brevísima pero de una calidad apabullante, tanto que todos los versos han pasado a formar parte de la literatura clásica española y casi universal. Su obra mística se reduce a tres títulos: Noche obscura del alma, Cántico espiritual y Llama del amor viva. No necesitó más para traspasar con sus palabras la niebla de los siglos. Todas sus composiciones son sencillas, pero limpias en el uso de la lengua. A veces, su finalidad era modesta, como Santa Teresa, ya que necesitaba material para los hermanos de la orden, tanto para la lectura como para el rezo o el canto. 

Es, en definitiva, la literatura mística española de una calidad sobresaliente, tanto que ha traspasado todo tipo de fronteras, las geográficas, la de los pueblos y la de los tiempos. Las mejores obras están escritas con una finalidad utilitaria, con humildad y sin ninguna pretensión. Es en esa claridad, en esa descripción desprovista de afán de gloria donde reside toda la grandeza de este género. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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El 11 de noviembre de 1476 muere Rodrigo Manrique, padre de nuestro poeta. Tras el fallecimiento, su hijo, trovador que no había destacado con sus versos de corte amoroso, compone una elegía que ha entrado en el canon no ya de las letras castellanas sino en las universales. Con una fuerza expresiva potente y un dramatismo que acepta las situaciones vitales, las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique constituyen el cenit de la poesía del siglo XV, la misma que se sacudía todas las características de la literatura medieval que ya iban quedando obsoletas. Para entenderlas y situarlas algunos datos de corte histórico son fundamentales. 

Contexto histórico en el que surge las Coplas a la muerte de su padre 

Situación socio política en Europa 

El siglo XV en Europa y en los reinos preponderantes de Castilla y Aragón fue una época de crisis constantes, de hambrunas endémicas y de guerras sin fin. Inglaterra se enfrasca contra Francia en la llamada Guerra de los 100 años (1328-1453) con el afán de arrebatar el trono galo. El resultado, aparte de perder la contienda, fueron años convulsos a todos los niveles. La vida se agotaba en rencillas y luchas fraticidas que hacían abandonar cosechas y recursos económicos. Ni que decir tiene que eso provocaba descalabros de toda índole y tipo. La enumeración sería infinita: esperanza de vida mínima que apenas llegaba a los treinta años, una mortalidad infantil apabullante, hambrunas, despoblación, pestes… Y eso sin contar acosos y persecuciones.  

En cuanto a la situación de la Iglesia, esta también es de crisis con el llamado Cisma de Occidente que se abre en 1378 y no se cierra hasta bien entrado el Siglo XV. Como resultas de los criterios dispares, aparte del Papa romano se van sucediendo los que conforman la Iglesia de Avignon que acaba con la dinastía de los conocidos Borgias. Parte de sus miembros, aún hoy en día, siguen siendo personajes centrales de novelas históricas de intriga  (que hasta el siglo XXI ha llegado la fascinación por una familia que se apuntó a todos los vicios posibles). Para rizar el rizo, en Pisa se eligió un tercer papa en 1409. Todo ello acabó con el Concilio de Constanza de 1414 y con una Iglesia muy debilitada que, además, hacía frente a herejías y opiniones radicales que acabarían con la reforma de Lutero. 

Situación socio política en los reinos de Castilla y Aragón

En lo que hoy conocemos como España la situación no era mucho mejor. El reino de Castilla, el emergente y con más fuerza, estaba dominado por una aristocracia indolente acaparadora de tierras que apenas trabajaba para crear riqueza. Sí se mantenía una actividad ganadera centrada en la lana cuyos excedentes se exportaban. Los distintos reinos se entretenían luchando entre sí, tal como recoge la trama de ese gran poema medieval que es El Cantar del Mío Cid. Aragón se queda sin sucesión y, en los compromisos de Caspe (1412), se acuerda que ocupe el trono Fernando de Antequera. De aquí surgiría el futuro rey católico cuya unión con Isabel de Castilla fue el germen de la unificación que hoy conocemos como España.  

Si la situación de la población cristiana era delicada, peor parte se llevaban moriscos y, especialmente, judíos dedicados a la artesanía, comercio y a una incipiente banca. A pesar de este estado de cosas (o debido al mismo) sigue intacto el fervor religioso medieval. Todo ello produce un sentimiento general de abatimiento, de profunda obsesión por la muerte, por el más allá. En este sentido, esta vida es un camino de espinas que ni siquiera merece la pena vivirse. Por eso se ponen los ojos en la existencia futura con la promesa del fin de tantas tribulaciones. 

En este contexto, por si fuera poco, desde el más rico de los aristócratas hasta el más humilde de los campesinos, hacían gala sin pudor de una terrible misoginia. Las mujeres quedan relegadas de cualquier ámbito cívico y condenadas a las cuatro paredes de la casa. En ellas, según el sentir de la época, además recaen vicios variopintos de los que luego hace burla y sátira la literatura de la época.   

La literatura en el época de Jorge Manrique 

Paralelamente, se extiende una poesía sensual o amorosa que ya habían cultivado los autores de la literatura medieval cercanos a la lírica provenzal. La cultura continúa siendo alegórica y basada en los símbolos, elementos necesarios para hacer entender los contenidos a un pueblo eminentemente analfabeto que se acercaba a cualquier tipo de conocimiento de manera oral. Recuerdo que aún no se había inventado la imprenta. Por tanto, los libros se seguían produciendo de forma manuscrita en los scriptoria de los monasterios. Las ideas se transmitían, como en toda la Edad Media, de una manera muy lenta, sesgada y pobre.  

Géneros de la literatura del siglo XV 

1.- Danzas de la muerte, precursoras de las Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique

Toda esta situación de injusticias, guerras, hambrunas y luchas de poder en todos los estamentos hacen mella en el pueblo llano. Si bien el descontento es pronto sofocado por la fuerza, en literatura va a surgir una poesía satírica que se dedica a atacar los vicios de las cortes de la época. Estos eran muchos. Así que había material de trabajo en abundancia. Y de la sátira política se termina en las “danzas de la muerte” de las que beben las Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique. Son poemas de corte alegórico (tal como se habían producido en toda la Edad Media) en la que la muerte va llamando a individuos de todo tipo desde el rey hasta el más miserable de los campesinos. Ninguno se libra. La muerte, en esta danza o canto, comienza a enumerar vicios, culpas y pecados no dejando a nadie indemne.  

2.- Lírica o poesía cortesana heredera de la Edad Media

Aquí se encuentran poemas de amor sensual y, en principio, platónicos (aunque hay críticos que opinan que de esto último hubo poco) que se seguían cantando por trovadores y juglares. Junto a este tipo de poesía crece la de corte alegórico al estilo de Dante con temas filosóficos o de línea moral. El ingenio de estos creadores se hacía ver en justas y torneos que se celebraban con regocijo y por todo lo alto en las distintas cortes que poblaban España y el resto de Europa. De esta línea poética, nombres a tener en cuenta son Iñigo López de Mendoza, conocido como Marqués de Santillana, Juan de Mena e, incluso, un joven Jorge Manrique que se entretiene con esta forma de hacer versos. Dicho esto, apunto que la crítica está de acuerdo que son las Coplas por la muerte de su padre la obra que sacó a nuestro autor del anonimato.  

3.- El auge de los libros de caballería 

A pesar de que la aristocracia, de donde bebe el ideal caballeresco, no era un dechado de virtudes, las historias fantasiosas de estas obras encandilaban a un público variopinto. El máximo exponente es el Amadís de Gaula.  

4.- Inicios de la comedia humanística

Este tipo de teatro comienza en el siglo XV y la obra más señera es La Celestina. El resto de las obras teatrales estaban ligadas a la liturgia eclesiástica.  

5.- Prosa satírica con fines moralizaste 

Aunque se cebaban en ocasiones contra las mujeres y su supuesta lujuria su fin era poner al descubierto los vicios de los seres humanos. En este apartado se encuentra un autor a tener en cuenta: Enrique de Villena. 

Con este sustrato cultural y literario compuso Jorge Manrique las Coplas por la muerte de su padre donde encontramos elementos de la danza de la muerte, de la poesía satírica (al poner en evidencia los bienes fatuos de la existencia en este plano) e, incluso, modos de la poesía cortesana.  

Biografía mínima de Jorge Manrique

No conocemos la fecha exacta de nacimiento de nuestro poeta. Se acepta el año 1440 y el lugar Paredes de Nava en Palencia. Fue hijo de un caudillo militar bajo el mando de Isabel La Católica. A pesar del oficio de las armas del padre, en la familia ya había habido algunos poetas. No se conoce ni la formación ni los avatares exactos ni de Jorge Manrique ni los de su padre. Lo único cierto es que recibió formación tanto militar como humanística. Por tanto, debía pertenecer a la nobleza que era la única que empuñaba a la par así las armas como las letras. Rodrigo Manrique fue un estratega exitoso que consiguió grandes hitos para la futura reina católica. A algunas refriegas le acompañó su hijo que luchó al lado de su progenitor aunque aún le quedó algún tiempo para ir componiendo coplillas de corte amoroso sin la calidad literaria de sus Coplas por la muerte de su padre 

Ambos murieron en el campo de batalla. Don Rodrigo cayó en 1476 y su hijo en 1479 en el Castillo de Garcimuñoz combatiendo contra el duque de Villena que se había levantado contra la reina. En esos tres años compuso los versos que han pasado al canon de la literatura en lengua castellana.  

Coplas a la muerte de su padre, guía básica de lectura

Los contemporáneos de nuestro poeta mantenían como exponente de buen hacer poético a Juan de Mena, fallecido en 1456. Sin embargo, el cambio de mentalidad hacia un gusto más sencillo utilizando las posibilidades del floreciente castellano se iba imponiendo paulatinamente. Los modos artificiosos siguiendo la estela del latín (que aún mantenía su poder como lengua de cultura) se van abandonando. En su lugar, la poesía culta se va despegando de los corsés del Mester de Clerecía para tomar modos y fórmulas de la poesía popular. En este contexto se gesta las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique. Recordamos su memorable inicio:

Recuerde el alma dormida,

avive el seso y despierte,

contemplando

cómo se pasa la vida

cómo se viene la muerte

tan callando:

cuán presto se va el placer,

cómo, después de acordado, 

da dolor;

cómo, a nuestro parecer, 

cualquiera tiempo pasado

fue mejor. 

1.- Métrica y ritmo de las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique

La métrica es totalmente original compuesta por: 

  • 40 estrofas que se bautizan como coplas de pie quebrado o manriqueñas. 
  • Cada una de las estrofas tiene doce versos divididos en dos bloques de seis. 
  • Los versos son octosílabos (8 sílabas) y tetrasílabos (cuatro sílabas).
  • Los dos primeros versos son octosílabos y el siguiente de 4. 
  • La rima es en asonante cada tres versos.
  • Esquemáticamente sería as: 8a8b4c8a8b4c; 8d8e4f8d8e4f 

Al romper el ritmo con el verso de cuatro sílabas el poema nos introduce en una pausa, como si quisiéramos tomar aliento. Además, en este ejemplo, esos versos tetrasílabos rompen el discurso de la frase obligándonos “a pensar”, “a fijarnos con más detenimiento”.  

2.- Estructura y lenguaje de la obra 

La crítica ha dividido la obra en dos partes:

  1. La primera está compuesta por las primeras 24 estrofas. En ellas Jorge Manrique desmenuza una especie de introducción (eso sí de soberbia belleza) sobre la fugacidad de la vida y la inconsistencia de las glorias del este mundo. 
  2. En las dieciséis restantes estrofas hace un elogio de la figura de su padre. 

En lo que respecta al lenguaje es tremendamente sencillo (aunque no conozcamos el significado de algunas palabras del poema que respondían a objetos frecuentes en la época). No hay apenas tropos ni giros sintácticos ni metáforas rebuscadas. El valor de las Coplas por la muerte de su padre radica precisamente en eso: en un ritmo marcado, con una expresión tremendamente llana que nos introduce en un tema común a todo ser humano de cualquier tiempo y lugar.  

3.-La importancia de las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique

Como Shakespeare (que tomaba temas e historias de la tradición), Jorge Manrique no inventa absolutamente nada. La temática está presente en la literatura y en la filosofía desde que se tiene constancia escrita y ha seguido estando presente desde entonces. La belleza de la obra radica precisamente (como en buena parte de la literatura del canon) en el tratamiento estilístico, sinceridad y manipulación eficaz del lenguaje. Así nos atrapa con la inutilidad de las glorias de este mundo al contraponerla a la siempre victoria de la muerte. 

En definitiva, las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique refleja el tema de la fugacidad de la vida, de la desproporción de lo que hacemos aquí teniendo en cuenta la muerte segura, del desapego de cualquier éxito… temas que, en esencia, son tan queridos para el pueblo español. Son tan famosas que incluso personas con poca instrucción literaria las conocen. Nada vale contra el poder de la muerte que lanza cualquier éxito hacia el olvido inmediatamente. Y acabo con un botón de muestra: 

 

XVI

¿Qué se hizo el rey don Joan?

Los infantes de Aragon, 

¿qué se hicieron?

¿Que fue de tanto galán,

qué de tanta invención

que trujeron?

¿Fueron sino devaneos?

¿Qué fueron sino verduras

de las eras, 

las justas e los torneos,

paramentos, bordaduras

e cimeras?

 

XVII

¿Qué se hicieron las damas

sus tocados e vestidos,

sus olores?

¿Qué se hicieron las llamas

de los fuegos encendidos

de amadores?

¿Qué se hizo aquel trovar,

las músicas acordadas

que tañían?

¿Qué se hizo aquel danzar,

aquellas ropas chapadas

que traían?

 

Eso: ¿qué se hizo? ¿qué pasó? A la pregunta retórica de lo que sucedió con estos gestos de vanidad hay responder que fuero pasto  del paso inexorable de la muerte.

 

Por Candela Vizcaíno 

Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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El 11 de noviembre de 1476 muere Rodrigo Manrique, padre de nuestro poeta. Tras el fallecimiento, su hijo, trovador que no había destacado con sus versos de corte amoroso, compone una elegía que ha entrado en el canon no ya de las letras castellanas sino en las universales. Con una fuerza expresiva potente y un dramatismo que acepta las situaciones vitales, las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique constituyen el cenit de la poesía del siglo XV, la misma que se sacudía todas las características de la literatura medieval que ya iban quedando obsoletas. Para entenderlas y situarlas algunos datos de corte histórico son fundamentales. 

Contexto histórico en el que surge las Coplas a la muerte de su padre 

Situación socio política en Europa 

El siglo XV en Europa y en los reinos preponderantes de Castilla y Aragón fue una época de crisis constantes, de hambrunas endémicas y de guerras sin fin. Inglaterra se enfrasca contra Francia en la llamada Guerra de los 100 años (1328-1453) con el afán de arrebatar el trono galo. El resultado, aparte de perder la contienda, fueron años convulsos a todos los niveles. La vida se agotaba en rencillas y luchas fraticidas que hacían abandonar cosechas y recursos económicos. Ni que decir tiene que eso provocaba descalabros de toda índole y tipo. La enumeración sería infinita: esperanza de vida mínima que apenas llegaba a los treinta años, una mortalidad infantil apabullante, hambrunas, despoblación, pestes… Y eso sin contar acosos y persecuciones.  

En cuanto a la situación de la Iglesia, esta también es de crisis con el llamado Cisma de Occidente que se abre en 1378 y no se cierra hasta bien entrado el Siglo XV. Como resultas de los criterios dispares, aparte del Papa romano se van sucediendo los que conforman la Iglesia de Avignon que acaba con la dinastía de los conocidos Borgias. Parte de sus miembros, aún hoy en día, siguen siendo personajes centrales de novelas históricas de intriga  (que hasta el siglo XXI ha llegado la fascinación por una familia que se apuntó a todos los vicios posibles). Para rizar el rizo, en Pisa se eligió un tercer papa en 1409. Todo ello acabó con el Concilio de Constanza de 1414 y con una Iglesia muy debilitada que, además, hacía frente a herejías y opiniones radicales que acabarían con la reforma de Lutero. 

Situación socio política en los reinos de Castilla y Aragón

En lo que hoy conocemos como España la situación no era mucho mejor. El reino de Castilla, el emergente y con más fuerza, estaba dominado por una aristocracia indolente acaparadora de tierras que apenas trabajaba para crear riqueza. Sí se mantenía una actividad ganadera centrada en la lana cuyos excedentes se exportaban. Los distintos reinos se entretenían luchando entre sí, tal como recoge la trama de ese gran poema medieval que es El Cantar del Mío Cid. Aragón se queda sin sucesión y, en los compromisos de Caspe (1412), se acuerda que ocupe el trono Fernando de Antequera. De aquí surgiría el futuro rey católico cuya unión con Isabel de Castilla fue el germen de la unificación que hoy conocemos como España.  

Si la situación de la población cristiana era delicada, peor parte se llevaban moriscos y, especialmente, judíos dedicados a la artesanía, comercio y a una incipiente banca. A pesar de este estado de cosas (o debido al mismo) sigue intacto el fervor religioso medieval. Todo ello produce un sentimiento general de abatimiento, de profunda obsesión por la muerte, por el más allá. En este sentido, esta vida es un camino de espinas que ni siquiera merece la pena vivirse. Por eso se ponen los ojos en la existencia futura con la promesa del fin de tantas tribulaciones. 

En este contexto, por si fuera poco, desde el más rico de los aristócratas hasta el más humilde de los campesinos, hacían gala sin pudor de una terrible misoginia. Las mujeres quedan relegadas de cualquier ámbito cívico y condenadas a las cuatro paredes de la casa. En ellas, según el sentir de la época, además recaen vicios variopintos de los que luego hace burla y sátira la literatura de la época.   

La literatura en el época de Jorge Manrique 

Paralelamente, se extiende una poesía sensual o amorosa que ya habían cultivado los autores de la literatura medieval cercanos a la lírica provenzal. La cultura continúa siendo alegórica y basada en los símbolos, elementos necesarios para hacer entender los contenidos a un pueblo eminentemente analfabeto que se acercaba a cualquier tipo de conocimiento de manera oral. Recuerdo que aún no se había inventado la imprenta. Por tanto, los libros se seguían produciendo de forma manuscrita en los scriptoria de los monasterios. Las ideas se transmitían, como en toda la Edad Media, de una manera muy lenta, sesgada y pobre.  

Géneros de la literatura del siglo XV 

1.- Danzas de la muerte, precursoras de las Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique

Toda esta situación de injusticias, guerras, hambrunas y luchas de poder en todos los estamentos hacen mella en el pueblo llano. Si bien el descontento es pronto sofocado por la fuerza, en literatura va a surgir una poesía satírica que se dedica a atacar los vicios de las cortes de la época. Estos eran muchos. Así que había material de trabajo en abundancia. Y de la sátira política se termina en las “danzas de la muerte” de las que beben las Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique. Son poemas de corte alegórico (tal como se habían producido en toda la Edad Media) en la que la muerte va llamando a individuos de todo tipo desde el rey hasta el más miserable de los campesinos. Ninguno se libra. La muerte, en esta danza o canto, comienza a enumerar vicios, culpas y pecados no dejando a nadie indemne.  

2.- Lírica o poesía cortesana heredera de la Edad Media

Aquí se encuentran poemas de amor sensual y, en principio, platónicos (aunque hay críticos que opinan que de esto último hubo poco) que se seguían cantando por trovadores y juglares. Junto a este tipo de poesía crece la de corte alegórico al estilo de Dante con temas filosóficos o de línea moral. El ingenio de estos creadores se hacía ver en justas y torneos que se celebraban con regocijo y por todo lo alto en las distintas cortes que poblaban España y el resto de Europa. De esta línea poética, nombres a tener en cuenta son Iñigo López de Mendoza, conocido como Marqués de Santillana, Juan de Mena e, incluso, un joven Jorge Manrique que se entretiene con esta forma de hacer versos. Dicho esto, apunto que la crítica está de acuerdo que son las Coplas por la muerte de su padre la obra que sacó a nuestro autor del anonimato.  

3.- El auge de los libros de caballería 

A pesar de que la aristocracia, de donde bebe el ideal caballeresco, no era un dechado de virtudes, las historias fantasiosas de estas obras encandilaban a un público variopinto. El máximo exponente es el Amadís de Gaula.  

4.- Inicios de la comedia humanística

Este tipo de teatro comienza en el siglo XV y la obra más señera es La Celestina. El resto de las obras teatrales estaban ligadas a la liturgia eclesiástica.  

5.- Prosa satírica con fines moralizaste 

Aunque se cebaban en ocasiones contra las mujeres y su supuesta lujuria su fin era poner al descubierto los vicios de los seres humanos. En este apartado se encuentra un autor a tener en cuenta: Enrique de Villena. 

Con este sustrato cultural y literario compuso Jorge Manrique las Coplas por la muerte de su padre donde encontramos elementos de la danza de la muerte, de la poesía satírica (al poner en evidencia los bienes fatuos de la existencia en este plano) e, incluso, modos de la poesía cortesana.  

Biografía mínima de Jorge Manrique

No conocemos la fecha exacta de nacimiento de nuestro poeta. Se acepta el año 1440 y el lugar Paredes de Nava en Palencia. Fue hijo de un caudillo militar bajo el mando de Isabel La Católica. A pesar del oficio de las armas del padre, en la familia ya había habido algunos poetas. No se conoce ni la formación ni los avatares exactos ni de Jorge Manrique ni los de su padre. Lo único cierto es que recibió formación tanto militar como humanística. Por tanto, debía pertenecer a la nobleza que era la única que empuñaba a la par así las armas como las letras. Rodrigo Manrique fue un estratega exitoso que consiguió grandes hitos para la futura reina católica. A algunas refriegas le acompañó su hijo que luchó al lado de su progenitor aunque aún le quedó algún tiempo para ir componiendo coplillas de corte amoroso sin la calidad literaria de sus Coplas por la muerte de su padre 

Ambos murieron en el campo de batalla. Don Rodrigo cayó en 1476 y su hijo en 1479 en el Castillo de Garcimuñoz combatiendo contra el duque de Villena que se había levantado contra la reina. En esos tres años compuso los versos que han pasado al canon de la literatura en lengua castellana.  

Coplas a la muerte de su padre, guía básica de lectura

Los contemporáneos de nuestro poeta mantenían como exponente de buen hacer poético a Juan de Mena, fallecido en 1456. Sin embargo, el cambio de mentalidad hacia un gusto más sencillo utilizando las posibilidades del floreciente castellano se iba imponiendo paulatinamente. Los modos artificiosos siguiendo la estela del latín (que aún mantenía su poder como lengua de cultura) se van abandonando. En su lugar, la poesía culta se va despegando de los corsés del Mester de Clerecía para tomar modos y fórmulas de la poesía popular. En este contexto se gesta las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique. Recordamos su memorable inicio:

Recuerde el alma dormida,

avive el seso y despierte,

contemplando

cómo se pasa la vida

cómo se viene la muerte

tan callando:

cuán presto se va el placer,

cómo, después de acordado, 

da dolor;

cómo, a nuestro parecer, 

cualquiera tiempo pasado

fue mejor. 

1.- Métrica y ritmo de las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique

La métrica es totalmente original compuesta por: 

  • 40 estrofas que se bautizan como coplas de pie quebrado o manriqueñas. 
  • Cada una de las estrofas tiene doce versos divididos en dos bloques de seis. 
  • Los versos son octosílabos (8 sílabas) y tetrasílabos (cuatro sílabas).
  • Los dos primeros versos son octosílabos y el siguiente de 4. 
  • La rima es en asonante cada tres versos.
  • Esquemáticamente sería as: 8a8b4c8a8b4c; 8d8e4f8d8e4f 

Al romper el ritmo con el verso de cuatro sílabas el poema nos introduce en una pausa, como si quisiéramos tomar aliento. Además, en este ejemplo, esos versos tetrasílabos rompen el discurso de la frase obligándonos “a pensar”, “a fijarnos con más detenimiento”.  

2.- Estructura y lenguaje de la obra 

La crítica ha dividido la obra en dos partes:

  1. La primera está compuesta por las primeras 24 estrofas. En ellas Jorge Manrique desmenuza una especie de introducción (eso sí de soberbia belleza) sobre la fugacidad de la vida y la inconsistencia de las glorias del este mundo. 
  2. En las dieciséis restantes estrofas hace un elogio de la figura de su padre. 

En lo que respecta al lenguaje es tremendamente sencillo (aunque no conozcamos el significado de algunas palabras del poema que respondían a objetos frecuentes en la época). No hay apenas tropos ni giros sintácticos ni metáforas rebuscadas. El valor de las Coplas por la muerte de su padre radica precisamente en eso: en un ritmo marcado, con una expresión tremendamente llana que nos introduce en un tema común a todo ser humano de cualquier tiempo y lugar.  

3.-La importancia de las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique

Como Shakespeare (que tomaba temas e historias de la tradición), Jorge Manrique no inventa absolutamente nada. La temática está presente en la literatura y en la filosofía desde que se tiene constancia escrita y ha seguido estando presente desde entonces. La belleza de la obra radica precisamente (como en buena parte de la literatura del canon) en el tratamiento estilístico, sinceridad y manipulación eficaz del lenguaje. Así nos atrapa con la inutilidad de las glorias de este mundo al contraponerla a la siempre victoria de la muerte. 

En definitiva, las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique refleja el tema de la fugacidad de la vida, de la desproporción de lo que hacemos aquí teniendo en cuenta la muerte segura, del desapego de cualquier éxito… temas que, en esencia, son tan queridos para el pueblo español. Son tan famosas que incluso personas con poca instrucción literaria las conocen. Nada vale contra el poder de la muerte que lanza cualquier éxito hacia el olvido inmediatamente. Y acabo con un botón de muestra: 

 

XVI

¿Qué se hizo el rey don Joan?

Los infantes de Aragon, 

¿qué se hicieron?

¿Que fue de tanto galán,

qué de tanta invención

que trujeron?

¿Fueron sino devaneos?

¿Qué fueron sino verduras

de las eras, 

las justas e los torneos,

paramentos, bordaduras

e cimeras?

 

XVII

¿Qué se hicieron las damas

sus tocados e vestidos,

sus olores?

¿Qué se hicieron las llamas

de los fuegos encendidos

de amadores?

¿Qué se hizo aquel trovar,

las músicas acordadas

que tañían?

¿Qué se hizo aquel danzar,

aquellas ropas chapadas

que traían?

 

Eso: ¿qué se hizo? ¿qué pasó? A la pregunta retórica de lo que sucedió con estos gestos de vanidad hay responder que fuero pasto  del paso inexorable de la muerte.

 

Por Candela Vizcaíno 

Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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A pesar de que el neoclasicismo español no fue un movimiento mayoritariamente aceptado en estas tierras, el Siglo de las Luces sí trajo nuevos vientos a la vieja Iberia. El Romanticismo en España tiene, en primer lugar, un carácter tardío en cuanto a las renovaciones sociales, filosóficas,  políticas o artísticas. Sin embargo, eso no quita para que arraigara entre todos aquellos que no veían el día del fin del Antiguo Régimen. 

Características generales del Romanticismo que se dan también en España

Hacia la mitad del siglo XVIII Europa al completo está viviendo una revolución en todos los sentidos que da paso desde el viejo orden (social, político, económico y cultural) hacia uno nuevo. Si el Antiguo Régimen estaba dominado por la aristocracia y un clero apegado a costumbres medievales casi, la nueva sociedad industrial que se abre al mundo lleva el empuje de la burguesía. Eso hace que, desde todos los ámbitos la palabra que mejor define a la época es transformación. Las características del Romanticismo generales, a veces, no se dan en España pero sí todas aquellas que, de alguna manera u otra, suponen un deseo de cambio. Anoto lo siguiente:

1.- La vieja sociedad agraria o artesanal alrededor de las monarquías absolutas y la aristocracia se desmorona para dar paso a las grandes urbes industriales con el empuje de la ideología burguesa. Esto que supone la transformación hacia el Nuevo Régimen cuesta (o sencillamente no llega) en España. 

2.- Como consecuencia de esta confrontación aparecen movimientos revolucionarios que acabarían en los grandes hitos de principios del siglo XX (Revolución Rusa por poner un caso). 

3.- La filosofía positivista (la que cree en el progreso sin límites) convive con el empirismo (que se llevó incluso a la literatura neoclásica) y con el idealismo. 

4.- Aparecen las primeras ideas socialistas, de cambio radical de la sociedad. 

5.- El ambiente en general y en todos los órdenes se llenan de espíritu contestario. 

6.- Se rechazan todas las características del Neoclasicismo en el que, de alguna manera u otra, se primen los postulados de la razón. 

7.- Por contra, el Romanticismo en España y en el resto de Europa busca el dinamismo, la intensidad emocional, las fuerzas pasionales, los elementos del otro lado y con eso me refiero a fantasmas, excluidos, olvidados… 

8.- Hay un  gusto por buscar la verdad no ya en los hechos comprobados que había predominado en el Siglo de las Luces sino en las tinieblas del inconsciente, en las nuevas formas de misticismo, en las búsquedas  con seres que no pertenecen a este plano (fantasmas, espíritus, olvidados, locos…)

9.- La ilusión, la fantasía, la creatividad, lo novedoso se instala en toda la sociedad  y no solo en el arte.

10.- Escritores y artistas se auto erigen en guías de la sociedad como una suerte de demiurgos que pueden ver lo que otros no ven. 

La situación política en el periodo del Romanticismo en España

El periodo del Romanticismo en España dio lugar a la denominada “dos Españas”. Por un lado, se encontraban aquellos intelectuales que, bajo los postulados del pensamiento del Neoclasicismo,  buscaban un cambio a todos los niveles (social,  cultural,  político, económico…) Estos se autodenominaban como reformistas. Contra ellos estaba el sector tradicionalista, apegado aún a los modos del Antiguo Régimen. Este choque durará todo el siglo XIX y buena parte del XX incluso. Además, se agudiza con la invasión francesa dando lugar a una contra revolución de corte nacionalista.  

En 1812 se inauguran las Cortes de Cádiz y, muy tímidamente, se ponen las bases para un cambio político y social que sacara a España de la miseria económica a la par que se apostaba por el acceso a la instrucción de una forma más general. Quedaría mucho para que la educación universal se instalara en España. Sin embargo, este órdago reformador quedaría truncado en dos años, ya que en 1814, al subir al trono Fernando VII e instalar un régimen absolutista basado en el capricho casi. Estudiosos e historiadores hay quienes califican a este rey (descrito como poco inteligente por decirlo con palabras amables) como el peor de la historia de España.  

Aunque los reformistas se logran imponer en el llamado Trienio Liberal (1820-1823), este termina de la peor manera y buena parte de los intelectuales más progresistas de España deben emprender el camino del exilio. La mayoría elegirá Londres. Tras morir Fenrando VII, le sucede Isabel II que aún no había alcanzado la edad legal para gobernar. Mientras la reina crecía, el pueblo se ensalzó en la Primera Guerra Carlista (1833-1839). Las heridas de la contienda no llegaron a cerrarse y el conflicto entra las dos ideologías (la reformadora y la tradicional) continuaría por décadas. En este contexto político convulso a más no poder y donde es imposible consenso alguno se desarrollaría el Romanticismo en España. 

Penetración del Romanticismo en España

Desde Inglaterra, Francia o Alemania van entrando las nuevas ideas y las estéticas más novedosas. Ni que decir tiene que no se hizo de una manera uniforme. Aparte de los focos catalanes, estos vientos e cambio arraigan y se extienden a través de Cádiz, por entonces puerto importante. En Barcelona se publicó la revista El europeo (1823-1824) en la que se ensalzaba la nueva estética romántica.  

Tanto en el plano filosófico como en el político, a pesar de ser ideas nuevas, estamos ante un Romanticismo muy moderado, de corte conservador casi. Y es de entender, ya que defender algunos argumentos se penaban con cárcel, exilio o, directamente, la muerte por fusilamiento. 

Solo la élite intelectual de Madrid o de las grandes capitales tiene acceso a las nuevas obras románticas, las cuales se leen intentando engañar a la censura. Lo mismo sucedía en las tertulias, sobre todo las de la Corte, en la que participan escritores, filósofos, artistas o intelectuales. A pesar de que el hilo conductor (el afán o deseo de esta elite cultural) era dejarse caer en brazos de la ansiada libertad en todos los órdenes vitales, esta estaba lejos de alcanzarse. 

El exilio, por su parte, hizo una importante labor ya que, al estar fuera de las mordazas legales españolas, pudo empaparse de estas ideas de cambio. Llegaran a tierras hispánicas o bien al regreso o bien en forma de libros que irán calando en un público cada vez más amplio. Eso no será hasta 1833 con una amnistía casi general. 

Romanticismo literario en España

A pesar de que los europeos consideraban el carácter español meramente romántico, el movimiento estético tardó en penetrar en nuestro país. No es de extrañar debido a los adversos condicionantes políticos. No sería hasta 1835, con la vuelta del exilio, cuando se estrena Don Álvaro o la fuera del sino del Duque de Rivas y con ella se da por inaugurado de manera oficial el Romanticismo en España.  

Anteriormente, los intelectuales y críticos de Alemania, Suiza o Francia miraron a España como el país del origen del Romanticismo en una contradicción casi histórica. Se ve el teatro de Calderón o de los mejores dramaturgos del Siglo de Oro como una fuente de inspiración perfecta. Eso sin contar con las aventuras descritas por aquellos viajeros aristocráticos del Grand Tour que recabaron en todos los rincones de un país desconocido (incluso por los autóctonos) y  con una ingente riqueza cultural y patrimonial. Otra cosa bien distinta eran los contrastes sociales tan tremendos que se daban en la época. El Quijote, para terminar, se convierte en el tipo romántico por excelencia. 

La estética del Romanticismo en España 

Aunque el Neoclasicismo español tuvo importantes intelectuales que buscaron el orden y el razonamiento en todos los aspectos vitales, el carácter patrio (tal como apuntaban los intelectuales foráneos) gustaba de otras dinámicas más pasionales.  Por eso, en España pronto tuvieron éxito obras tremendamente dramáticas en las que se lleva el lenguaje a una distorsión importante. Los sentimientos mostrados son intensos al máximo potenciando ese espíritu pasional que caracteriza al Romanticismo en España y en el resto de Europa. 

Si por algo se caracteriza el Romanticismo en España es por la búsqueda (incluso hasta el delirio) de una libertad difícil de disfrutar en todos los órdenes. Por eso, de una forma rotunda se rechaza cualquier canon o la búsqueda del orden que había imperado durante el Siglo de las Luces. Se dinamitan las fronteras de los géneros, se mezclan los estilos, los tonos, los personajes de distinta extracción social, tal como venía dándose en la literatura hispana desde la Edad Media. 

Se vuelve incluso a los autores y modelos más antiguos, los de la literatura griega, sin olvidar los barrocos, con Lope y Calderón a la cabeza. Se busca la espontaneidad y, a la par, se inunda la literatura de versos y poemas. Se ensalzan los temas más dramáticos del momento, los amores pasionales, las ideas suicidas. Los cementerios, ruinas y lugares perdidos se convierten en los decorados favoritos. Entran en escena fantasmas y muertos vivientes (la leyenda de Don Juan o el convidado de piedra por poner un caso).  

La novela histórica, por su gusto por personajes pasados, es la protagonista de la prosa. En esta época comienza el género gótico y también se retoman las figuras propias de la caballería. A la par, se genera una corriente que responde al costumbrismo. Esta es más evidente en el teatro que tanto ha gustado entre el público en general en España. 

Se recurren a los temas en los que siempre hay una confrontación (normalmente entre el ansia de libertad y las costumbres instaladas). Las pasiones descontroladas (los amores y amoríos), la dificultad para alcanzar la felicidad, los fantasmas o personas que llevan el alma humana al límite son protagonistas del Romanticismo en España.  

Autores del Romanticismo en España 

El movimiento caló especialmente en la literatura donde destaca José de Espronceda (1808-1842) y su obra El moro expósito escrita en el exilio. Rosalía de Castro y Bécquer son los exponentes máximos de un movimiento tardío que dio sus mejores frutos en estos poetas.

Dedicados a la estética costumbrista destaco Mesonero Romanos y Estébanez Calderón. En el otro extremo, el que entronca con la prosa más culta y exquisita del Neoclasicismo tenemos a Larra (1808-1837) con una pluma fina, satírica al máximo que le sirve para exponer sus ideas políticas de corte liberal y su disconformidad con la cosmovisión imperante. 

En el teatro destaco dos grandes obras que han pasado al canon: Don Juan Tenorio de Zorrilla y Don Álvaro o la fuerza del sino del Duque de Rivas. 

 

En resumidas cuentas, el Romanticismo en España está caracterizado por un inconformismo a todos los niveles, desde el vital (la búsqueda de la libertad o la felicidad) hasta en el político o social. La inestabilidad personal y de gobierno se transparenta en unas obras que buscan la verdad más allá de los convencionalismos siempre recurriendo a unos sentimientos extremos o, directamente, a las pasiones.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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A pesar de que el neoclasicismo español no fue un movimiento mayoritariamente aceptado en estas tierras, el Siglo de las Luces sí trajo nuevos vientos a la vieja Iberia. El Romanticismo en España tiene, en primer lugar, un carácter tardío en cuanto a las renovaciones sociales, filosóficas,  políticas o artísticas. Sin embargo, eso no quita para que arraigara entre todos aquellos que no veían el día del fin del Antiguo Régimen. 

Características generales del Romanticismo que se dan también en España

Hacia la mitad del siglo XVIII Europa al completo está viviendo una revolución en todos los sentidos que da paso desde el viejo orden (social, político, económico y cultural) hacia uno nuevo. Si el Antiguo Régimen estaba dominado por la aristocracia y un clero apegado a costumbres medievales casi, la nueva sociedad industrial que se abre al mundo lleva el empuje de la burguesía. Eso hace que, desde todos los ámbitos la palabra que mejor define a la época es transformación. Las características del Romanticismo generales, a veces, no se dan en España pero sí todas aquellas que, de alguna manera u otra, suponen un deseo de cambio. Anoto lo siguiente:

1.- La vieja sociedad agraria o artesanal alrededor de las monarquías absolutas y la aristocracia se desmorona para dar paso a las grandes urbes industriales con el empuje de la ideología burguesa. Esto que supone la transformación hacia el Nuevo Régimen cuesta (o sencillamente no llega) en España. 

2.- Como consecuencia de esta confrontación aparecen movimientos revolucionarios que acabarían en los grandes hitos de principios del siglo XX (Revolución Rusa por poner un caso). 

3.- La filosofía positivista (la que cree en el progreso sin límites) convive con el empirismo (que se llevó incluso a la literatura neoclásica) y con el idealismo. 

4.- Aparecen las primeras ideas socialistas, de cambio radical de la sociedad. 

5.- El ambiente en general y en todos los órdenes se llenan de espíritu contestario. 

6.- Se rechazan todas las características del Neoclasicismo en el que, de alguna manera u otra, se primen los postulados de la razón. 

7.- Por contra, el Romanticismo en España y en el resto de Europa busca el dinamismo, la intensidad emocional, las fuerzas pasionales, los elementos del otro lado y con eso me refiero a fantasmas, excluidos, olvidados… 

8.- Hay un  gusto por buscar la verdad no ya en los hechos comprobados que había predominado en el Siglo de las Luces sino en las tinieblas del inconsciente, en las nuevas formas de misticismo, en las búsquedas  con seres que no pertenecen a este plano (fantasmas, espíritus, olvidados, locos…)

9.- La ilusión, la fantasía, la creatividad, lo novedoso se instala en toda la sociedad  y no solo en el arte.

10.- Escritores y artistas se auto erigen en guías de la sociedad como una suerte de demiurgos que pueden ver lo que otros no ven. 

La situación política en el periodo del Romanticismo en España

El periodo del Romanticismo en España dio lugar a la denominada “dos Españas”. Por un lado, se encontraban aquellos intelectuales que, bajo los postulados del pensamiento del Neoclasicismo,  buscaban un cambio a todos los niveles (social,  cultural,  político, económico…) Estos se autodenominaban como reformistas. Contra ellos estaba el sector tradicionalista, apegado aún a los modos del Antiguo Régimen. Este choque durará todo el siglo XIX y buena parte del XX incluso. Además, se agudiza con la invasión francesa dando lugar a una contra revolución de corte nacionalista.  

En 1812 se inauguran las Cortes de Cádiz y, muy tímidamente, se ponen las bases para un cambio político y social que sacara a España de la miseria económica a la par que se apostaba por el acceso a la instrucción de una forma más general. Quedaría mucho para que la educación universal se instalara en España. Sin embargo, este órdago reformador quedaría truncado en dos años, ya que en 1814, al subir al trono Fernando VII e instalar un régimen absolutista basado en el capricho casi. Estudiosos e historiadores hay quienes califican a este rey (descrito como poco inteligente por decirlo con palabras amables) como el peor de la historia de España.  

Aunque los reformistas se logran imponer en el llamado Trienio Liberal (1820-1823), este termina de la peor manera y buena parte de los intelectuales más progresistas de España deben emprender el camino del exilio. La mayoría elegirá Londres. Tras morir Fenrando VII, le sucede Isabel II que aún no había alcanzado la edad legal para gobernar. Mientras la reina crecía, el pueblo se ensalzó en la Primera Guerra Carlista (1833-1839). Las heridas de la contienda no llegaron a cerrarse y el conflicto entra las dos ideologías (la reformadora y la tradicional) continuaría por décadas. En este contexto político convulso a más no poder y donde es imposible consenso alguno se desarrollaría el Romanticismo en España. 

Penetración del Romanticismo en España

Desde Inglaterra, Francia o Alemania van entrando las nuevas ideas y las estéticas más novedosas. Ni que decir tiene que no se hizo de una manera uniforme. Aparte de los focos catalanes, estos vientos e cambio arraigan y se extienden a través de Cádiz, por entonces puerto importante. En Barcelona se publicó la revista El europeo (1823-1824) en la que se ensalzaba la nueva estética romántica.  

Tanto en el plano filosófico como en el político, a pesar de ser ideas nuevas, estamos ante un Romanticismo muy moderado, de corte conservador casi. Y es de entender, ya que defender algunos argumentos se penaban con cárcel, exilio o, directamente, la muerte por fusilamiento. 

Solo la élite intelectual de Madrid o de las grandes capitales tiene acceso a las nuevas obras románticas, las cuales se leen intentando engañar a la censura. Lo mismo sucedía en las tertulias, sobre todo las de la Corte, en la que participan escritores, filósofos, artistas o intelectuales. A pesar de que el hilo conductor (el afán o deseo de esta elite cultural) era dejarse caer en brazos de la ansiada libertad en todos los órdenes vitales, esta estaba lejos de alcanzarse. 

El exilio, por su parte, hizo una importante labor ya que, al estar fuera de las mordazas legales españolas, pudo empaparse de estas ideas de cambio. Llegaran a tierras hispánicas o bien al regreso o bien en forma de libros que irán calando en un público cada vez más amplio. Eso no será hasta 1833 con una amnistía casi general. 

Romanticismo literario en España

A pesar de que los europeos consideraban el carácter español meramente romántico, el movimiento estético tardó en penetrar en nuestro país. No es de extrañar debido a los adversos condicionantes políticos. No sería hasta 1835, con la vuelta del exilio, cuando se estrena Don Álvaro o la fuera del sino del Duque de Rivas y con ella se da por inaugurado de manera oficial el Romanticismo en España.  

Anteriormente, los intelectuales y críticos de Alemania, Suiza o Francia miraron a España como el país del origen del Romanticismo en una contradicción casi histórica. Se ve el teatro de Calderón o de los mejores dramaturgos del Siglo de Oro como una fuente de inspiración perfecta. Eso sin contar con las aventuras descritas por aquellos viajeros aristocráticos del Grand Tour que recabaron en todos los rincones de un país desconocido (incluso por los autóctonos) y  con una ingente riqueza cultural y patrimonial. Otra cosa bien distinta eran los contrastes sociales tan tremendos que se daban en la época. El Quijote, para terminar, se convierte en el tipo romántico por excelencia. 

La estética del Romanticismo en España 

Aunque el Neoclasicismo español tuvo importantes intelectuales que buscaron el orden y el razonamiento en todos los aspectos vitales, el carácter patrio (tal como apuntaban los intelectuales foráneos) gustaba de otras dinámicas más pasionales.  Por eso, en España pronto tuvieron éxito obras tremendamente dramáticas en las que se lleva el lenguaje a una distorsión importante. Los sentimientos mostrados son intensos al máximo potenciando ese espíritu pasional que caracteriza al Romanticismo en España y en el resto de Europa. 

Si por algo se caracteriza el Romanticismo en España es por la búsqueda (incluso hasta el delirio) de una libertad difícil de disfrutar en todos los órdenes. Por eso, de una forma rotunda se rechaza cualquier canon o la búsqueda del orden que había imperado durante el Siglo de las Luces. Se dinamitan las fronteras de los géneros, se mezclan los estilos, los tonos, los personajes de distinta extracción social, tal como venía dándose en la literatura hispana desde la Edad Media. 

Se vuelve incluso a los autores y modelos más antiguos, los de la literatura griega, sin olvidar los barrocos, con Lope y Calderón a la cabeza. Se busca la espontaneidad y, a la par, se inunda la literatura de versos y poemas. Se ensalzan los temas más dramáticos del momento, los amores pasionales, las ideas suicidas. Los cementerios, ruinas y lugares perdidos se convierten en los decorados favoritos. Entran en escena fantasmas y muertos vivientes (la leyenda de Don Juan o el convidado de piedra por poner un caso).  

La novela histórica, por su gusto por personajes pasados, es la protagonista de la prosa. En esta época comienza el género gótico y también se retoman las figuras propias de la caballería. A la par, se genera una corriente que responde al costumbrismo. Esta es más evidente en el teatro que tanto ha gustado entre el público en general en España. 

Se recurren a los temas en los que siempre hay una confrontación (normalmente entre el ansia de libertad y las costumbres instaladas). Las pasiones descontroladas (los amores y amoríos), la dificultad para alcanzar la felicidad, los fantasmas o personas que llevan el alma humana al límite son protagonistas del Romanticismo en España.  

Autores del Romanticismo en España 

El movimiento caló especialmente en la literatura donde destaca José de Espronceda (1808-1842) y su obra El moro expósito escrita en el exilio. Rosalía de Castro y Bécquer son los exponentes máximos de un movimiento tardío que dio sus mejores frutos en estos poetas.

Dedicados a la estética costumbrista destaco Mesonero Romanos y Estébanez Calderón. En el otro extremo, el que entronca con la prosa más culta y exquisita del Neoclasicismo tenemos a Larra (1808-1837) con una pluma fina, satírica al máximo que le sirve para exponer sus ideas políticas de corte liberal y su disconformidad con la cosmovisión imperante. 

En el teatro destaco dos grandes obras que han pasado al canon: Don Juan Tenorio de Zorrilla y Don Álvaro o la fuerza del sino del Duque de Rivas. 

 

En resumidas cuentas, el Romanticismo en España está caracterizado por un inconformismo a todos los niveles, desde el vital (la búsqueda de la libertad o la felicidad) hasta en el político o social. La inestabilidad personal y de gobierno se transparenta en unas obras que buscan la verdad más allá de los convencionalismos siempre recurriendo a unos sentimientos extremos o, directamente, a las pasiones.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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En los inicios del realismo literario, el término naturalismo era utilizado casi de manera sinónima por el movimiento artístico emergente a finales del siglo XIX. Fue el escritor Émile Zola (1840-1902) quien expuso las doctrinas de este nueva estética. Para entonces, los grandes características del realismo literario habían publicado la mayoría de sus obras. Y esta tendencia, que llevaba a un extremo mayor las características del realismo literario, quedaron reflejadas, en el plano teórico, en dos obras fundamentales. Serían La novela experimental de 1880 y Las novelas naturalistas de 1881.  

¿Qué había cambiado para este nuevo proceso que desemboca en el naturalismo literario?  

El contexto histórico seguía siendo el mismo con un avance imparable de una burguesía pujante en detrimento de un proletariado sin derechos  creciente, año tras año, en número. Por tanto, las grandes bolsas de miseria, así en el campo como en la ciudad, seguían aumentando. Los postulados del Origen de las especies (1959) de Darwin habían calado hondo en la sociedad ilustrada y culta. No se quedaba atrás una incipiente ciencia aferrada al espíritu positivista y, por tanto, a creer solo lo que se comprueba con los hechos. La técnica seguía con sus inventos novedosos y la ingeniería producía objetos impensables hacía solo unas décadas. 

El naturalismo es la visión de Émile Zola del realismo literario

Porque, aunque en España tuvo algunos seguidores (como Emilia Pardo Bazán) esta nueva estética no caló de fondo en los grandes autores franceses, ingleses o rusos. Excepto algunas excepciones que no han coronado el canon literario, el naturalismo fue la evolución de un solo autor: Émile Zola. No ocultó sus pretensiones ni sus idearios. Y lo primero que hay que destacar es su afán por convertir esta tendencia literaria en una nueva forma de ver el ser humano. Esto es, la literatura tiene ahora la finalidad, no ya de cambiar el mundo, idea a la que no renuncia, sino que aspira a convertirse en una nueva manera de mirar la realidad. 

El naturalismo filosófico, el germen de la estética novelística

Porque los parámetros de la ciencia habían influido tanto (especialmente la incipiente genética postulada por Darwin) que se había afianzado un profundo determinismo. La división social en clases alejadas de sí con oportunidades distintas se veía como la prueba de esta idea. Esto es, el individuo, venía ya condicionado por sus orígenes sociales, biológicos o educacionales. Tanto era así que hasta se negaba el libre albedrío. Este quedaba reducido a las opciones posibles dentro de las circunstancias predeterminadas. Es aquí donde choca Emilia Pardo Bazán, de profundas convicciones cristianas a la par que una abandera del feminismo, con Émile Zola. Llegaron incluso a enfrentarse verbalmente por lo que esto suponía. Mientras para la aristócrata española, la educación y la formación a todos los niveles era la única oportunidad de superación, el francés negaba esta opción. 

¿Cómo hace frente el naturalismo contra la herencia biológica y social? 

La única manera es poner de manifiesto todas las lacras sociales e intentar un cambio radical del modelo económico por la vía de la revolución. Como sucedió con el realismo literario, se ponen las semillas para las modelos socialistas que llegarían nada más comenzado el siglo XX. Otra cosa fue lo que sucedió después, pero ahora estamos en los inicios. Y el naturalismo no veía cómo salir por medios propios (por el método de la superación personal) en ambientes adversos de miserias, alcoholismo y violencia.  

El naturalismo quería llevar el método científico a la literatura 

Por eso, cualquier atisbo de imaginación (como sucedía en el Romanticismo literario) queda aparcado y es negado. La novela tiene que ser una crónica fiel de la realidad y el creador se convierte en un mero artífice de esa descripción de los hechos. En este sentido Émile Zola llegó incluso a apostarse a las puertas de fábricas y centros de trabajo para anotar cualquier movimiento o características de sus supuestos personajes. Esta idea choca frontalmente con autores ya reconocidos y puedo citar el caso de Dostoyevski. El novelista ruso, aunque encuadrado en el realismo literario, hace gala de una creatividad sin límites y de un universo psicológico complejo y variado donde tiene cabida la realidad cotidiana, con los sueños e, incluso, los delirios. 

El naturalismo tiene un gusto por los ambientes extremos

En estos estarían la cúspide social (entendida como la aristocracia de entonces) con sus desvelos sin importancia, sus manías e, incluso, sus barbaridades de carácter. Sin embargo, hay una preferencia por los personajes marginales en extremo, abandonados, alcoholizados o desprovistos de dignidad por la fuerza de las circunstancias. Estos caracteres siempre son presentados como víctimas de una herencia biológica a la que no pueden abstraerse y contra la que es imposible luchar. Quizás fue este determinismo tan gris el que hizo que el movimiento no calara con profundidad al negar cualquier fuerza creadora. No hace falta que ponga aquí que la libertad y la transformación siempre se dan la mano. 

El naturalismo quería ser un retrato de la sociedad 

Y para ello había que dejar de lado cualquier relato que se asemejara al drama de los sentimientos, a los mitos clásicos, a lo que pudiera estar en el otro lado y que no está comprobado. Su afán de empirismo y el infantil deseo de colocar a la literatura con los mismos postulados que la ciencia dejó estas novelas como si fueran teorías superficiales aplicadas al campo de lo social o de lo cultural. 

 

Émile Zola, padre del naturalismo, y su obra

Aunque vivió algunos años de infancia en la Provenza, casi toda la vida del representante del naturalismo transcurrió en París. Allí nació en 1940 y dejó este mundo 62 años más tarde. Hijo de un ingeniero, pronto quedó huérfano de padre quedando la familia sumida en una situación económica penosa. Quizás esta circunstancia grabada en la infancia influyó a la hora de propugnar sus teorías literarias. Mientras vivió en la Provenza trabó amistad con Cézanne, el artista más influyente para las vanguardias posteriores del siglo XX, especialmente para el cubismo.  

Estudiante tan mediocre que no pudo aprobar los estudios de secundaria, trabajó como librero y como periodista. Quizás también el afán de veracidad de la prensa escrita fuera otro acicate para trasladarlo a la novela.

Su obra literaria se engloba en lo que él denominó Los Rougon-Macquart, más de 20 volúmenes al estilo de La comedia humana de Balzac donde quería pormenorizar, describir y clasificar todos los tipos y circunstancias sociales posibles a la manera de un patólogo más que de un literato. 

"Quiero explicar cómo una familia, un pequeño grupo de seres humanos, se comporta en una sociedad, desarrollándose para dar lugar al nacimiento a diez o a veinte individuos que parecen, a primera vista, profundamente diferentes, pero que el análisis muestra íntimamente ligados los unos a los otros” 

Así afirmaría el mismo Émile Zola en los inicios de su carrera artística.

Involucrado en el Caso Dreyfus (el famoso juicio contra un militar acusado de espionaje falsamente), llevó a tal extremo su defensa antisemita que su discurso Yo acuso no solo dio un vuelco al juicio sino que se ha convertido en un texto que ha entrado en el canon. 

Aunque murió asfixiado en casa, hay una teoría (con algunas bases lógicas y científicas) que dice que fue asesinado. No pudo demostrarse este extremo entonces con los métodos periciales dela época. Los restos de Zola reposan en el Panteón francés, un honor para cualquier nacido en el país galo. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla.  

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En los inicios del realismo literario, el término naturalismo era utilizado casi de manera sinónima por el movimiento artístico emergente a finales del siglo XIX. Fue el escritor Émile Zola (1840-1902) quien expuso las doctrinas de este nueva estética. Para entonces, los grandes características del realismo literario habían publicado la mayoría de sus obras. Y esta tendencia, que llevaba a un extremo mayor las características del realismo literario, quedaron reflejadas, en el plano teórico, en dos obras fundamentales. Serían La novela experimental de 1880 y Las novelas naturalistas de 1881.  

¿Qué había cambiado para este nuevo proceso que desemboca en el naturalismo literario?  

El contexto histórico seguía siendo el mismo con un avance imparable de una burguesía pujante en detrimento de un proletariado sin derechos  creciente, año tras año, en número. Por tanto, las grandes bolsas de miseria, así en el campo como en la ciudad, seguían aumentando. Los postulados del Origen de las especies (1959) de Darwin habían calado hondo en la sociedad ilustrada y culta. No se quedaba atrás una incipiente ciencia aferrada al espíritu positivista y, por tanto, a creer solo lo que se comprueba con los hechos. La técnica seguía con sus inventos novedosos y la ingeniería producía objetos impensables hacía solo unas décadas. 

El naturalismo es la visión de Émile Zola del realismo literario

Porque, aunque en España tuvo algunos seguidores (como Emilia Pardo Bazán) esta nueva estética no caló de fondo en los grandes autores franceses, ingleses o rusos. Excepto algunas excepciones que no han coronado el canon literario, el naturalismo fue la evolución de un solo autor: Émile Zola. No ocultó sus pretensiones ni sus idearios. Y lo primero que hay que destacar es su afán por convertir esta tendencia literaria en una nueva forma de ver el ser humano. Esto es, la literatura tiene ahora la finalidad, no ya de cambiar el mundo, idea a la que no renuncia, sino que aspira a convertirse en una nueva manera de mirar la realidad. 

El naturalismo filosófico, el germen de la estética novelística

Porque los parámetros de la ciencia habían influido tanto (especialmente la incipiente genética postulada por Darwin) que se había afianzado un profundo determinismo. La división social en clases alejadas de sí con oportunidades distintas se veía como la prueba de esta idea. Esto es, el individuo, venía ya condicionado por sus orígenes sociales, biológicos o educacionales. Tanto era así que hasta se negaba el libre albedrío. Este quedaba reducido a las opciones posibles dentro de las circunstancias predeterminadas. Es aquí donde choca Emilia Pardo Bazán, de profundas convicciones cristianas a la par que una abandera del feminismo, con Émile Zola. Llegaron incluso a enfrentarse verbalmente por lo que esto suponía. Mientras para la aristócrata española, la educación y la formación a todos los niveles era la única oportunidad de superación, el francés negaba esta opción. 

¿Cómo hace frente el naturalismo contra la herencia biológica y social? 

La única manera es poner de manifiesto todas las lacras sociales e intentar un cambio radical del modelo económico por la vía de la revolución. Como sucedió con el realismo literario, se ponen las semillas para las modelos socialistas que llegarían nada más comenzado el siglo XX. Otra cosa fue lo que sucedió después, pero ahora estamos en los inicios. Y el naturalismo no veía cómo salir por medios propios (por el método de la superación personal) en ambientes adversos de miserias, alcoholismo y violencia.  

El naturalismo quería llevar el método científico a la literatura 

Por eso, cualquier atisbo de imaginación (como sucedía en el Romanticismo literario) queda aparcado y es negado. La novela tiene que ser una crónica fiel de la realidad y el creador se convierte en un mero artífice de esa descripción de los hechos. En este sentido Émile Zola llegó incluso a apostarse a las puertas de fábricas y centros de trabajo para anotar cualquier movimiento o características de sus supuestos personajes. Esta idea choca frontalmente con autores ya reconocidos y puedo citar el caso de Dostoyevski. El novelista ruso, aunque encuadrado en el realismo literario, hace gala de una creatividad sin límites y de un universo psicológico complejo y variado donde tiene cabida la realidad cotidiana, con los sueños e, incluso, los delirios. 

El naturalismo tiene un gusto por los ambientes extremos

En estos estarían la cúspide social (entendida como la aristocracia de entonces) con sus desvelos sin importancia, sus manías e, incluso, sus barbaridades de carácter. Sin embargo, hay una preferencia por los personajes marginales en extremo, abandonados, alcoholizados o desprovistos de dignidad por la fuerza de las circunstancias. Estos caracteres siempre son presentados como víctimas de una herencia biológica a la que no pueden abstraerse y contra la que es imposible luchar. Quizás fue este determinismo tan gris el que hizo que el movimiento no calara con profundidad al negar cualquier fuerza creadora. No hace falta que ponga aquí que la libertad y la transformación siempre se dan la mano. 

El naturalismo quería ser un retrato de la sociedad 

Y para ello había que dejar de lado cualquier relato que se asemejara al drama de los sentimientos, a los mitos clásicos, a lo que pudiera estar en el otro lado y que no está comprobado. Su afán de empirismo y el infantil deseo de colocar a la literatura con los mismos postulados que la ciencia dejó estas novelas como si fueran teorías superficiales aplicadas al campo de lo social o de lo cultural. 

 

Émile Zola, padre del naturalismo, y su obra

Aunque vivió algunos años de infancia en la Provenza, casi toda la vida del representante del naturalismo transcurrió en París. Allí nació en 1940 y dejó este mundo 62 años más tarde. Hijo de un ingeniero, pronto quedó huérfano de padre quedando la familia sumida en una situación económica penosa. Quizás esta circunstancia grabada en la infancia influyó a la hora de propugnar sus teorías literarias. Mientras vivió en la Provenza trabó amistad con Cézanne, el artista más influyente para las vanguardias posteriores del siglo XX, especialmente para el cubismo.  

Estudiante tan mediocre que no pudo aprobar los estudios de secundaria, trabajó como librero y como periodista. Quizás también el afán de veracidad de la prensa escrita fuera otro acicate para trasladarlo a la novela.

Su obra literaria se engloba en lo que él denominó Los Rougon-Macquart, más de 20 volúmenes al estilo de La comedia humana de Balzac donde quería pormenorizar, describir y clasificar todos los tipos y circunstancias sociales posibles a la manera de un patólogo más que de un literato. 

"Quiero explicar cómo una familia, un pequeño grupo de seres humanos, se comporta en una sociedad, desarrollándose para dar lugar al nacimiento a diez o a veinte individuos que parecen, a primera vista, profundamente diferentes, pero que el análisis muestra íntimamente ligados los unos a los otros” 

Así afirmaría el mismo Émile Zola en los inicios de su carrera artística.

Involucrado en el Caso Dreyfus (el famoso juicio contra un militar acusado de espionaje falsamente), llevó a tal extremo su defensa antisemita que su discurso Yo acuso no solo dio un vuelco al juicio sino que se ha convertido en un texto que ha entrado en el canon. 

Aunque murió asfixiado en casa, hay una teoría (con algunas bases lógicas y científicas) que dice que fue asesinado. No pudo demostrarse este extremo entonces con los métodos periciales dela época. Los restos de Zola reposan en el Panteón francés, un honor para cualquier nacido en el país galo. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla.  

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