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Decir que el Barroco español fue un movimiento cultural y artístico desarrollado durante el siglo XVII es, sencillamente, quedarnos cortos. Esta estética (bien definida y reconocible por sus excesos y torsiones) caracterizó una época en la que todo era extremo: desde las desigualdades sociales hasta la explosión de todas las artes (especialmente la literatura y el teatro) pasando por un concepto de entender el mundo que casi ha calado en el carácter español. 

El siglo XVII es en toda Europa una época caracterizada por la crisis. Esta es en todos los órdenes. A las pestes, epidemias y hambrunas se sucedían las guerras. La nefasta administración de los gobiernos acabaron por rematar una situación terrible que desembocó en la pérdida de población, retroceso en la esperanza de vida y un importante estado de abatimiento psicológico por decirlo con palabras amables. España no es que sea ajena a esta situación que se da en Francia, Inglaterra o Alemania es que, en el país estas circunstancias son tan graves que tardará siglos en recuperarse de este estado de postración y pérdida. En España se participa de todas las características del Barroco europeo y, además, se agrandan o magnifican.  

Situación histórica durante el Barroco español

Pero, ¿qué ocurre en España para que no sea suficiente pestes, hambrunas y guerras a lo hora de calificarlo en un país en crisis? Y sucede ese poema de Quevedo que comienza con “Miré los muros de la patria mía y termina con 

“y no hallé cosa en que poner los ojos

que no fuese recuerdo de la muerte”

Sencillamente, la muerte se había instalado en todos los ámbitos de la sociedad y era, incluso, vista como una salida a tenor de la situación en la que se encontraban los habitantes de este plano. 

Mientras en el resto de Europa la burguesía pujante va desplazando progresivamente a la rancia aristocracia imponiendo sus criterios, en España se da, incluso, marcha atrás en este avance social. Aunque la llamada Contrarreforma es un tema más complejo que este, en esencia, puede definirse como el triunfo del Antiguo Régimen sobre uno nuevo antes incluso de que asomara tímidamente la cabeza. Durante el Barroco español el país se encierra sobre sí mismo por temor a las nuevas ideas por parte de la clase dominante. Cualquier novedad era perseguida con acierto y saña (incluso con la muerte). Si en Europa se ensayaban tímidos intentos por instalar una monarquía parlamentaria, en España se afianza el poder de la rancia aristocracia y de la monarquía absoluta. 

Además, los reinados de Felipe III (1598-1621), Felipe IV (1621-1665) y Carlos II (1665-1700) estuvieron dominados por una progresiva decadencia.  Fue tanta que el último, que ha pasado a la historia con el sobrenombre de “El hechizado”. Fue tanta que esos muros de los que habla Quevedo se desmoronan así en el exterior como en el interior. Dentro con una crisis y una desigualdad quizás mayor que en la Edad Media, con la merma de la población y además con una falta de actividad económica tan tremenda que da lugar a un ejército de mendigos, harapientos y pícaros. En el exterior, se suceden derrotas tras derrotas perdiendo en 1659 con el fin de la Guerra de los Treinta Años su hegemonía europea y poniendo las bases para la emancipación de los países de ultramar.  

Más apuntes sobre la situación social y política durante el Barroco español 

La aristocracia, acaparadora de las tierras y los bienes de producción, no se preocupa por poner esas fuentes económicas en funcionamiento. Esto da lugar a una migración interna desde los pueblos hasta las ciudades que no estaban preparadas para acoger a tanta población. Los sistemas de alcantarillado y las viviendas son tan deficientes que familias y aventureros malviven como pueden. Por si esto fuero poco (la pérdida de la más mínima responsabilidad social por parte de la nobleza), se persigue cualquier idea innovadora o se coarta el espíritu emprendedor. El resultado es miseria al límite.  

Para paliar esta situación recurren a un placebo, a una fuente de entretenimiento que mantuviera a las masas alejadas de ideas revolucionarias. Y la misma elite que se niega a crear riqueza gasta su superávit en lujo. Así se crean y se levantan enormes palacios al estilo de Versalles, se decoran profusamente iglesias y se sufragan obras de teatro, tantas que nunca en la historia de la literatura se habían producido de tal calidad que en el Barroco español.  

La decadencia en el Barroco español como una de sus características principales

Este estado de crisis y postración haría mella en todos los aspectos de la cultura de la época que se impregnaría con un pensamiento oscuro que iba más allá del pesimismo.  Hay autores (como Eugenio D’Ors y J.A. Maravall) que afirman que la cultura de lo barroco se da en todos los tiempos de crisis. Esto es, aunque el Barroco español tal como lo estudiamos hoy se desarrolló en el siglo XVII, cada época compleja y complicada da una cultura barroca. Esta estaría caracterizada por los excesos, la oscuridad, el pesimismo y la representación del lado oscuro de la humanidad.  

Aunque en Europa la nobleza hace sus maniobras para conservar el poder y los sectores críticos de la intelectualidad son perseguidos (recordemos Galileo), sin embargo, estos encuentran acomodo en otros emplazamientos. Además, la burguesía logra ir abriéndose paso creando emprendimientos económicos y con ellos nuevos cambios sociales. Hay también un espacio para la crítica, aunque sea en sociedades más o menos privadas o secretas. 

Sin embargo, en España nada de esto fue posible. Se hizo una persecución atroz de cualquier novedad y se persiguió con saña cualquier investigación científica, hecho diferencial u opinión crítica. Si a eso se añada una economía en la que se no tuvo en cuenta a las clases populares el resultado fue un auténtico desastre.  

Otras características del Barroco español

Durante todo el Siglo XVII sobresalen las artes de todo tipo y, especialmente, la literatura alcanza cotas de calidad casi irrepetibles. Ante la situación, los escritores tienen la opción de servir a la palabra a través del teatro o bien con un estilo individual que pudiera describir la situación alrededor. Enumero las principales características del Barroco español, las cuales comparte con el europeo, aunque en este caso se vieron agrandadas y alargadas en el tiempo. 

1.- Como el mundo presente es tan aterrador y tan poco acogedor hay una huida hacia los otros lados. Esos son la muerte y su liberación, la vida contemplativa, o la expresión de la angustia íntima. 

2.- La tristeza y la oscuridad impregnan la poesía pero también encontramos obras satíricas de todo tipo en el que hay una velada protesta.  

3.- Tampoco se olvida la evasión hacia mundos imaginados que quieren ser posibles en los que se trabaja con la estética pura.  

4.- Si por algo se caracteriza el Barroco español es por mantener un hilo temático en casi todas sus obras que gira en torno al desengaño. Se muestra la distancia entre aquello que se imagina o se anhela y la cruda realidad. En este punto hay que recordar que buena parte de los autores de la época que han pasado al canon sufrieron exilio o persecución.  

5.- La vida, por tanto, se ve como una lucha, como un valle de lágrimas, como un camino de espinas y solo se alcanzará la liberación con la muerte. Aquí entra la mística con su visión del mundo. 

Seguimos con más características del Barroco español 

6.- En el Barroco español todo es entendido como fugaz, el tiempo se diluye y pasa rápido. No hay espacio para la juventud o la felicidad. A poco que nos paremos nos alcanza la vejez, el oprobio o la muerte. Y aunque ahora te roce la juventud, como expresó magistralmente Góngora, 

“se vuelva, mas tú y ello juntamente!

en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”

7.- También hay una sensación de vivir en las sombras, como en un teatro, como si la materia no tuviera consistencia. La “vida es sueño y los sueños son”. En el Barroco español se vivía como en un desgarramiento constante entre la realidad y las veladuras de la imaginación.  

8.- En lugar de rebelarse con esta situación, los intelectuales y artistas de la época se acomodaron a la situación, como si nada pudiera hacerse permaneciendo en una actitud contemplativa, mística o ascética. 

9.- Todo se vuelve oscuro, desde el pensamiento hasta la pintura, retorcido, rebuscado y recargado. El Barroco español muestra la estética del horror vacui.  

10.- Hay un espíritu dramático, que no pasional, en todo lo que se hace. La muerte acecha, el olvido está esperando detrás de la puerta. No hay nada que indique que se pueda tentar los pliegues de la felicidad. Todo ello se transparenta en la política, en la arquitectura, en la pintura y en la literatura. 

Y no podemos olvidar en un resumen muy resumido del Barroco español que…  

En literatura el Barroco español dio dos corrientes diferenciadas: culteranismo y conceptismo. La primera de ella, abanderada por Góngora, lleva la palabra a su máximo expresión con un estilo suntuoso, recargado, repleto de tropos y de giros rebuscados. El culteranismo de Quevedo, sin dejar de lado ese lado oscuro y en sombras de la época, se aferra a un estilo despojado de artificio superfluo para centrarse en la fuerza de la expresión.  

Si en literatura los libros hablan de la rivalidad Góngora-Quevedo, en pintura el rey es Diego Velazquez, pintor de corte que dejó para la posteridad los retratos de estos reyes y su familia que hundían cada vez más a España en la miseria. Como es característico del Barroco español lo hizo con una técnica soberbia pero en la que se ven esas sombras emocionales que invadía la época e, incluso, en algunas obras hay una velada crítica al sistema. 

En arquitectura se levantaron soberbios edificios de corte palaciego o iglesias que se embellecieron suntuosamente. En Sevilla, por entonces puerto de salida para América, se encuentran algunos ejemplos más que notables de este arte recargado, rebuscado, que celebra la muerte y la fugacidad de una vida en la que no se encuentra ni una pizca de felicidad o de sentido.  

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Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Decir que el Barroco español fue un movimiento cultural y artístico desarrollado durante el siglo XVII es, sencillamente, quedarnos cortos. Esta estética (bien definida y reconocible por sus excesos y torsiones) caracterizó una época en la que todo era extremo: desde las desigualdades sociales hasta la explosión de todas las artes (especialmente la literatura y el teatro) pasando por un concepto de entender el mundo que casi ha calado en el carácter español. 

El siglo XVII es en toda Europa una época caracterizada por la crisis. Esta es en todos los órdenes. A las pestes, epidemias y hambrunas se sucedían las guerras. La nefasta administración de los gobiernos acabaron por rematar una situación terrible que desembocó en la pérdida de población, retroceso en la esperanza de vida y un importante estado de abatimiento psicológico por decirlo con palabras amables. España no es que sea ajena a esta situación que se da en Francia, Inglaterra o Alemania es que, en el país estas circunstancias son tan graves que tardará siglos en recuperarse de este estado de postración y pérdida. En España se participa de todas las características del Barroco europeo y, además, se agrandan o magnifican.  

Situación histórica durante el Barroco español

Pero, ¿qué ocurre en España para que no sea suficiente pestes, hambrunas y guerras a lo hora de calificarlo en un país en crisis? Y sucede ese poema de Quevedo que comienza con “Miré los muros de la patria mía y termina con 

“y no hallé cosa en que poner los ojos

que no fuese recuerdo de la muerte”

Sencillamente, la muerte se había instalado en todos los ámbitos de la sociedad y era, incluso, vista como una salida a tenor de la situación en la que se encontraban los habitantes de este plano. 

Mientras en el resto de Europa la burguesía pujante va desplazando progresivamente a la rancia aristocracia imponiendo sus criterios, en España se da, incluso, marcha atrás en este avance social. Aunque la llamada Contrarreforma es un tema más complejo que este, en esencia, puede definirse como el triunfo del Antiguo Régimen sobre uno nuevo antes incluso de que asomara tímidamente la cabeza. Durante el Barroco español el país se encierra sobre sí mismo por temor a las nuevas ideas por parte de la clase dominante. Cualquier novedad era perseguida con acierto y saña (incluso con la muerte). Si en Europa se ensayaban tímidos intentos por instalar una monarquía parlamentaria, en España se afianza el poder de la rancia aristocracia y de la monarquía absoluta. 

Además, los reinados de Felipe III (1598-1621), Felipe IV (1621-1665) y Carlos II (1665-1700) estuvieron dominados por una progresiva decadencia.  Fue tanta que el último, que ha pasado a la historia con el sobrenombre de “El hechizado”. Fue tanta que esos muros de los que habla Quevedo se desmoronan así en el exterior como en el interior. Dentro con una crisis y una desigualdad quizás mayor que en la Edad Media, con la merma de la población y además con una falta de actividad económica tan tremenda que da lugar a un ejército de mendigos, harapientos y pícaros. En el exterior, se suceden derrotas tras derrotas perdiendo en 1659 con el fin de la Guerra de los Treinta Años su hegemonía europea y poniendo las bases para la emancipación de los países de ultramar.  

Más apuntes sobre la situación social y política durante el Barroco español 

La aristocracia, acaparadora de las tierras y los bienes de producción, no se preocupa por poner esas fuentes económicas en funcionamiento. Esto da lugar a una migración interna desde los pueblos hasta las ciudades que no estaban preparadas para acoger a tanta población. Los sistemas de alcantarillado y las viviendas son tan deficientes que familias y aventureros malviven como pueden. Por si esto fuero poco (la pérdida de la más mínima responsabilidad social por parte de la nobleza), se persigue cualquier idea innovadora o se coarta el espíritu emprendedor. El resultado es miseria al límite.  

Para paliar esta situación recurren a un placebo, a una fuente de entretenimiento que mantuviera a las masas alejadas de ideas revolucionarias. Y la misma elite que se niega a crear riqueza gasta su superávit en lujo. Así se crean y se levantan enormes palacios al estilo de Versalles, se decoran profusamente iglesias y se sufragan obras de teatro, tantas que nunca en la historia de la literatura se habían producido de tal calidad que en el Barroco español.  

La decadencia en el Barroco español como una de sus características principales

Este estado de crisis y postración haría mella en todos los aspectos de la cultura de la época que se impregnaría con un pensamiento oscuro que iba más allá del pesimismo.  Hay autores (como Eugenio D’Ors y J.A. Maravall) que afirman que la cultura de lo barroco se da en todos los tiempos de crisis. Esto es, aunque el Barroco español tal como lo estudiamos hoy se desarrolló en el siglo XVII, cada época compleja y complicada da una cultura barroca. Esta estaría caracterizada por los excesos, la oscuridad, el pesimismo y la representación del lado oscuro de la humanidad.  

Aunque en Europa la nobleza hace sus maniobras para conservar el poder y los sectores críticos de la intelectualidad son perseguidos (recordemos Galileo), sin embargo, estos encuentran acomodo en otros emplazamientos. Además, la burguesía logra ir abriéndose paso creando emprendimientos económicos y con ellos nuevos cambios sociales. Hay también un espacio para la crítica, aunque sea en sociedades más o menos privadas o secretas. 

Sin embargo, en España nada de esto fue posible. Se hizo una persecución atroz de cualquier novedad y se persiguió con saña cualquier investigación científica, hecho diferencial u opinión crítica. Si a eso se añada una economía en la que se no tuvo en cuenta a las clases populares el resultado fue un auténtico desastre.  

Otras características del Barroco español

Durante todo el Siglo XVII sobresalen las artes de todo tipo y, especialmente, la literatura alcanza cotas de calidad casi irrepetibles. Ante la situación, los escritores tienen la opción de servir a la palabra a través del teatro o bien con un estilo individual que pudiera describir la situación alrededor. Enumero las principales características del Barroco español, las cuales comparte con el europeo, aunque en este caso se vieron agrandadas y alargadas en el tiempo. 

1.- Como el mundo presente es tan aterrador y tan poco acogedor hay una huida hacia los otros lados. Esos son la muerte y su liberación, la vida contemplativa, o la expresión de la angustia íntima. 

2.- La tristeza y la oscuridad impregnan la poesía pero también encontramos obras satíricas de todo tipo en el que hay una velada protesta.  

3.- Tampoco se olvida la evasión hacia mundos imaginados que quieren ser posibles en los que se trabaja con la estética pura.  

4.- Si por algo se caracteriza el Barroco español es por mantener un hilo temático en casi todas sus obras que gira en torno al desengaño. Se muestra la distancia entre aquello que se imagina o se anhela y la cruda realidad. En este punto hay que recordar que buena parte de los autores de la época que han pasado al canon sufrieron exilio o persecución.  

5.- La vida, por tanto, se ve como una lucha, como un valle de lágrimas, como un camino de espinas y solo se alcanzará la liberación con la muerte. Aquí entra la mística con su visión del mundo. 

Seguimos con más características del Barroco español 

6.- En el Barroco español todo es entendido como fugaz, el tiempo se diluye y pasa rápido. No hay espacio para la juventud o la felicidad. A poco que nos paremos nos alcanza la vejez, el oprobio o la muerte. Y aunque ahora te roce la juventud, como expresó magistralmente Góngora, 

“se vuelva, mas tú y ello juntamente!

en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”

7.- También hay una sensación de vivir en las sombras, como en un teatro, como si la materia no tuviera consistencia. La “vida es sueño y los sueños son”. En el Barroco español se vivía como en un desgarramiento constante entre la realidad y las veladuras de la imaginación.  

8.- En lugar de rebelarse con esta situación, los intelectuales y artistas de la época se acomodaron a la situación, como si nada pudiera hacerse permaneciendo en una actitud contemplativa, mística o ascética. 

9.- Todo se vuelve oscuro, desde el pensamiento hasta la pintura, retorcido, rebuscado y recargado. El Barroco español muestra la estética del horror vacui.  

10.- Hay un espíritu dramático, que no pasional, en todo lo que se hace. La muerte acecha, el olvido está esperando detrás de la puerta. No hay nada que indique que se pueda tentar los pliegues de la felicidad. Todo ello se transparenta en la política, en la arquitectura, en la pintura y en la literatura. 

Y no podemos olvidar en un resumen muy resumido del Barroco español que…  

En literatura el Barroco español dio dos corrientes diferenciadas: culteranismo y conceptismo. La primera de ella, abanderada por Góngora, lleva la palabra a su máximo expresión con un estilo suntuoso, recargado, repleto de tropos y de giros rebuscados. El culteranismo de Quevedo, sin dejar de lado ese lado oscuro y en sombras de la época, se aferra a un estilo despojado de artificio superfluo para centrarse en la fuerza de la expresión.  

Si en literatura los libros hablan de la rivalidad Góngora-Quevedo, en pintura el rey es Diego Velazquez, pintor de corte que dejó para la posteridad los retratos de estos reyes y su familia que hundían cada vez más a España en la miseria. Como es característico del Barroco español lo hizo con una técnica soberbia pero en la que se ven esas sombras emocionales que invadía la época e, incluso, en algunas obras hay una velada crítica al sistema. 

En arquitectura se levantaron soberbios edificios de corte palaciego o iglesias que se embellecieron suntuosamente. En Sevilla, por entonces puerto de salida para América, se encuentran algunos ejemplos más que notables de este arte recargado, rebuscado, que celebra la muerte y la fugacidad de una vida en la que no se encuentra ni una pizca de felicidad o de sentido.  

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Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Al XVIII se le conoce en Europa como Siglo de Las Luces, nombre propuesto por los ilustrados de la época con ansías de cambios en todos los órdenes de la vida. Y esas transformaciones debían ser no solo en el arte o en el pensamiento o en la incipiente ciencia (que comenzaba tímidamente el método experimental) sino también en lo económico, social e, incluso, religioso. El movimiento comienza en Gran Bretaña donde Isaac Newton había expuesto su Teoría de la Gravedad a la par que abría la puerta hacia los estudios de la mecánica de fluidos. Desde allí se extiende hasta Francia y Alemania donde culmina con las obras de Kant. Filósofos, investigadores, críticos o historiadores se hacían llamar ilustrados por su creencia a ciegas en el positivismo. Este no se quedó en el ámbito de la ciencia sino que se extendió a la literatura, arte, arquitectura dando lugar al movimiento estético conocido como neoclasicismo. Y, si hay que resaltar tan solo una de las características del neoclasicismo que tenga que hacer notar nada más empezar, esta es el predomino de la razón sobre cualquier otra fórmula de conocimiento. El neoclasicismo español, aunque con su peculiaridades, participa de todos los componentes del europeo.  

Características del neoclasicismo europeo 

1.- Estamos en el siglo XVIII. Atrás queda el Barroco con todos su excesos. Comienza una incipiente ciencia mientras que la burguesía se va abriendo paso relegando a una rancia aristocracia y a los estamentos eclesiásticos de poder. La vida se vuelve urbana y entre la élite culta se extiende la creencia en el progreso de la humanidad a través de la educación. Con ellos comienza tímidamente un período en el que se intenta ver al ser humano en su universalidad sin diferencias por razón de procedencia o raza.  

2.- La razón se adueña de todas las parcelas creativas ya sean artísticas, técnicas o científicas. Tanto es así que se niega cualquier forma de conocimiento proveniente de los sentimientos, de la fantasía o de la creatividad.  

3.- El orden predomina en cualquier actividad humana ya sea la construcción de un parque (como los jardines a la francesa), un edificio, una tertulia o una obra literaria. 

4.- El neoclasicismo europeo pone las semillas para los cambios políticos de ese siglo derrocando en algunos países (lee la Revolución Francesa) a la monarquía absolutista o poniendo las bases para una primera separación de los poderes del estado y la iglesia. 

5.- Con una población analfabeta que rondaba el 70% (y en España más allá del 80%) creen en el poder de la instrucción como factor de progreso humano. 

6.- Todo en las artes se hace conforme a unos principios de imitación, orden, mesura, sencillez, racional y libre de cualquier adorno que se considera superfluo.  

 

La literatura neoclásica y las artes en la ilustración 

1.- Con estos cimientos filosóficos todas las artes, incluida la literatura, se vuelve ordenada, fría, mimética y circunscribiéndose a una prosa transparente que huye, incluso, del principio de belleza. 

2.- La poesía queda relegada a algunas obras menores de corte filosófico. Se eliminan cualquier atisbo de artificio en aras de una sencillez casi burocrática, una de las características más llamativas de la literatura neoclásica.  

3.- El teatro se vuelve estructurado al máximo conservando los tres principios (acción, tiempo y lugar) y siempre con unos fines educativos. El neoclasicismo español logró, incluso, que se suprimieran por ley los autos sacramentales tan populares en la época.  

4.- Aparece un nuevo género: la crítica literaria. A la par, el ensayo adquiere cotas nunca vistas en la historia de la literatura. Este se vuelve mordaz, irónico, crítico en extremo en un intento por poner de manifiesto todos los males de la época. 

5.- La prosa es sencilla, transparente, libre de artificios, metáforas o cualquier otra figura retórica. 

6.- La pintura es sobria centrada en los retratos de los grandes personajes. 

7.- Aunque el neoclasicismo es un movimiento austero, sí dio grandes obras de arquitectura en el que primaban las columnas sencillas y altas tal como aparecían en las incipientes excavaciones arqueológicas. 

El neoclasicismo español y su contexto histórico 

1.- A pesar de que en España la burguesía apenas tenía poder y la sociedad se encontraba cerrada a cualquier influencia exterior, un buen puñado de ilustrados pudieron generar un cambio permanente en el panorama artístico e incluso político. 

2.- Fue en el último período del siglo XVII, cuando empieza a decaer el Barroco, cuando comenzó a gestarse las ideas de la ilustración. Reinaba Felipe V (1683-1746) el que centralizó todos los poderos del estado en Madrid, eliminando privilegios de reinos o casas nobiliarias. 

3.- A la par, el rey se enfrentó con la Iglesia al anteponer las necesidades de la corona a los de la Santa Sede. Esto provocó enfrentamientos con algunas órdenes religiosas, especialmente con la Compañía de Jesús, que se saldó, a la larga (en 1767), con su expulsión del país. 

4.- La instrucción y los estudios se ampliaron con obras hasta entonces prohibidas o, sencillamente, vetadas a la circulación. Ni que decir tiene que esto contribuyó al avance de las nuevas ideas procedentes de Europa que fueron el germen del neoclasicismo español. Las obras de Voltaire y Rousseau, consideradas revolucionarias, comenzaron a leerse y a estudiarse en España. 

5.- El neoclasicismo español, a pesar de ser un movimiento de élite, se democratizó al salir de las aulas universitarias o de los centros de enseñanza superiores. Estos ilustrados gustaban de reunirse en cafés donde organizaban tertulias. Allí se debatía sobre lo divino, lo humano, el progreso, las reformas legislativas necesarias, los cánones artísticos o las noticias del momento. Todo ello contribuyó a una comunicación más rápida y fluida apoyada por un incipiente periodismo. 

6.- Como sus colegas europeos, los ilustrados españoles que formaban el neoclasicismo español  creían en el espíritu positivista burgués, en el poder de la instrucción, en la necesidad de imponer la razón crítica en cualquier orden de la vida,  en la posibilidad de crecimiento y de felicidad de la humanidad en su conjunto. 

7.- El neoclasicismo español, que se afianzó en Madrid en las primeras décadas del siglo XVIII, termina abruptamente con la Revolución Francesa de 1789. Lo acontecido en Versalles y París con cabezas reales separadas de sus cuerpos y el pueblo tomando las calles hizo frenar a los poderes políticos españoles cualquier idea que pudiera calificarse como ilustrada. Lo entendemos mejor con las palabras del ministro Floridablanca. 

“Se dice que este siglo ilustrado ha enseñado a los hombres sus derechos. Pero también les ha robado, además de su felicidad verdadera, la tranquilidad y la seguridad de su persona y familia. Aquí no queremos ni tanta luz ni sus consecuencias: actos insolentes, palabras y escritos en contra de la autoridad legítima.” 

8.- A partir de este momento histórico, el miedo se apoderó de la corte, de la política y de los poderes socioeconómicos. En un intento por frenar estas ideas tan revolucionarias que habían hecho caer monarquías consolidadas se suprime la prensa escrita e, incluso, se persiguen las tertulias y reuniones. 

9.- Antes de que esto sucediera se crearon instituciones que aún hoy están activas y que han contribuido en estos siglos al avance de la ciencia, de las letras o del conocimiento. En 1712 se abre la Biblioteca Nacional y un año más tarde la Real Academia de la Lengua. Entre 1726 y 1739 se publica el primer Diccionario de Autoridades para seguirle la Ortografía y la Gramática. La Academia de la Historia se funda en 1735. Además, a partir de 1769 se reforman las universidades dejando de lado planes de estudios que tenían arraigo medieval casi para ponerse en contacto con las ideas, estudios y obras del resto de Europa. 

10.- El neoclasicismo español, además, defiende el español de la intrusión de los barbarismos (palabras y/o expresiones en lengua extranjera). A la par, nuestro idioma se instaura como lengua de cultura relegando paulatinamente el latín de las aulas, tesis doctorales, estudios científicos o críticos. 

 

Los autores del neoclasicismo español 

Aunque en España, en el ámbito literario no se produjo una explosión de obras y creadores como sucedió en el Barroco, por poner un caso, sí tenemos un puñado de autores que han pasado al canon patrio por su aportación a la literatura. 

 

1.- Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro (1676-1764), uno de los introductores del neoclasicismo español

Fue un fraile benedictino profesor en la Universidad de Oviedo. Con estos datos nos sorprende su actitud revolucionaria (para la época) en el ámbito intelectual. Considerado uno de los máximos exponentes del neoclasicismo español, fue un ávido lector de obras publicadas en el extranjero a la par que un estudioso incansable. En 1726, cuando contaba la edad de cincuenta años, publica Teatro crítico universal y Cartas eruditas. En ellas aborda, con el estilo claro, conciso, limpio y libre de adornos tan característico de la literatura neoclásica, temáticas diversas de arte, teología, ciencias, filosofía, historia… Combatiente de la supersticiones tan populares y extendidas en la época, promulgaba que la ciencia y la religión no eran incompatibles.  Su ejemplo y sus libros, que fueron auténticos best-sellers en la época, fueron la base para la crítica y el ensayo generado durante todo el siglo XVIII.  

2.- José Cadalso, el autor de las Cartas marruecas

Nació en Cádiz en 1741, por entonces un hervidero intelectual, procedente de una familia de la baja nobleza. Su formación no solo fue libresca ya que viajó por Europa y estudió idiomas (algo raro en la sociedad hispana hasta hace prácticamente unos cuantos años) llegando a  coronel del ejército a una edad bastante temprana. Tras un incidente tenebroso casi al morir su amada (la actriz María Ignacia Ibáñez), su familia lo envía a Salamanca donde entra en contacto con el mundillo de los ilustrados.  

Cadalso es uno de los autores más representativos del neoclasicismo español al crear una obra crítica con visos satíricos siguiendo todos los postulados del movimiento. Destacan sus Cartas marruecas (1793), que ha entrado en el canon, Noches lúgubres (publicadas tras su fallecimiento en 1798) que adelanta las características del Romanticismo y Los eruditos a la violeta (1772). Murió en 1782 en la guerra contra Inglaterra, al ser alcanzado por una granada en la cabeza en el Bloqueo de Gibraltar. 

3.-Tomás de Iriarte, el autor del neoclasicismo español que gustó de las fábulas

Nacido en 1750 y muerto en 1791 fue educado en los principios de la Ilustración. En sus libros recoge pequeños cuentos moralizantes en los que predomina una crítica ácida a las costumbres de la burguesía y de las gentes de su tiempo.  

4.- Gaspar Melchor de Jovellanos, el escritor del neoclasicismo español que gustaba del periodismo

Nacido en 1744, se suicida en 1811. Aunque participa de los principios de la Ilustración con una prosa clara, concisa, sencilla y con visos de verosimilitud muy cercana al periodismo, adelanta el Romanticismo literario. Sus escritos satíricos y críticos han entrado incluso en el canon y son testimonios fieles de los vicios de la época: adulterios, corrupciones, costumbres supersticiosas, atrasos económicos y de instrucción, la mala educación de la élite (lee aristocracia e, incluso, monarquía) pasan por su pluma inteligente y mordaz. 

 

5.- Leandro Fernández  de Moratín 

Nace en Madrid en 1760 y muere en París en 1828 donde estaba exiliado. Sus obras se encuadran en la poesía (que cultivaba desde joven), la sátira y el teatro. En estas últimas se dedica a criticar y a satirizar todos los vicios y costumbres de la época llegando, incluso, a granjearse enemistades importantes. Vivió sin apuros económicos gracias al mecenazgo de Floridablanca, uno de los ministros más poderosos del reino. Durante los asaltos de la  Revolución Francesa se refugió en Inglaterra. Fue, por tanto, por educación, familia, instrucción, vida cosmopolita y profesión, uno de los intelectuales más significativos de la época. 

Otros nombres que forman parte del neoclasicismo español son José Francisco de Isla, Diego Torres Villarroel y Jose María Blanco. El movimiento, como hemos visto, a pesar del carácter patrio tan poco dado a la razón y al orden, tuvo representantes de interés y dejó bellas obras de arquitectura y literatura para la posteridad. 

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Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla 

 

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Al XVIII se le conoce en Europa como Siglo de Las Luces, nombre propuesto por los ilustrados de la época con ansías de cambios en todos los órdenes de la vida. Y esas transformaciones debían ser no solo en el arte o en el pensamiento o en la incipiente ciencia (que comenzaba tímidamente el método experimental) sino también en lo económico, social e, incluso, religioso. El movimiento comienza en Gran Bretaña donde Isaac Newton había expuesto su Teoría de la Gravedad a la par que abría la puerta hacia los estudios de la mecánica de fluidos. Desde allí se extiende hasta Francia y Alemania donde culmina con las obras de Kant. Filósofos, investigadores, críticos o historiadores se hacían llamar ilustrados por su creencia a ciegas en el positivismo. Este no se quedó en el ámbito de la ciencia sino que se extendió a la literatura, arte, arquitectura dando lugar al movimiento estético conocido como neoclasicismo. Y, si hay que resaltar tan solo una de las características del neoclasicismo que tenga que hacer notar nada más empezar, esta es el predomino de la razón sobre cualquier otra fórmula de conocimiento. El neoclasicismo español, aunque con su peculiaridades, participa de todos los componentes del europeo.  

Características del neoclasicismo europeo 

1.- Estamos en el siglo XVIII. Atrás queda el Barroco con todos su excesos. Comienza una incipiente ciencia mientras que la burguesía se va abriendo paso relegando a una rancia aristocracia y a los estamentos eclesiásticos de poder. La vida se vuelve urbana y entre la élite culta se extiende la creencia en el progreso de la humanidad a través de la educación. Con ellos comienza tímidamente un período en el que se intenta ver al ser humano en su universalidad sin diferencias por razón de procedencia o raza.  

2.- La razón se adueña de todas las parcelas creativas ya sean artísticas, técnicas o científicas. Tanto es así que se niega cualquier forma de conocimiento proveniente de los sentimientos, de la fantasía o de la creatividad.  

3.- El orden predomina en cualquier actividad humana ya sea la construcción de un parque (como los jardines a la francesa), un edificio, una tertulia o una obra literaria. 

4.- El neoclasicismo europeo pone las semillas para los cambios políticos de ese siglo derrocando en algunos países (lee la Revolución Francesa) a la monarquía absolutista o poniendo las bases para una primera separación de los poderes del estado y la iglesia. 

5.- Con una población analfabeta que rondaba el 70% (y en España más allá del 80%) creen en el poder de la instrucción como factor de progreso humano. 

6.- Todo en las artes se hace conforme a unos principios de imitación, orden, mesura, sencillez, racional y libre de cualquier adorno que se considera superfluo.  

 

La literatura neoclásica y las artes en la ilustración 

1.- Con estos cimientos filosóficos todas las artes, incluida la literatura, se vuelve ordenada, fría, mimética y circunscribiéndose a una prosa transparente que huye, incluso, del principio de belleza. 

2.- La poesía queda relegada a algunas obras menores de corte filosófico. Se eliminan cualquier atisbo de artificio en aras de una sencillez casi burocrática, una de las características más llamativas de la literatura neoclásica.  

3.- El teatro se vuelve estructurado al máximo conservando los tres principios (acción, tiempo y lugar) y siempre con unos fines educativos. El neoclasicismo español logró, incluso, que se suprimieran por ley los autos sacramentales tan populares en la época.  

4.- Aparece un nuevo género: la crítica literaria. A la par, el ensayo adquiere cotas nunca vistas en la historia de la literatura. Este se vuelve mordaz, irónico, crítico en extremo en un intento por poner de manifiesto todos los males de la época. 

5.- La prosa es sencilla, transparente, libre de artificios, metáforas o cualquier otra figura retórica. 

6.- La pintura es sobria centrada en los retratos de los grandes personajes. 

7.- Aunque el neoclasicismo es un movimiento austero, sí dio grandes obras de arquitectura en el que primaban las columnas sencillas y altas tal como aparecían en las incipientes excavaciones arqueológicas. 

El neoclasicismo español y su contexto histórico 

1.- A pesar de que en España la burguesía apenas tenía poder y la sociedad se encontraba cerrada a cualquier influencia exterior, un buen puñado de ilustrados pudieron generar un cambio permanente en el panorama artístico e incluso político. 

2.- Fue en el último período del siglo XVII, cuando empieza a decaer el Barroco, cuando comenzó a gestarse las ideas de la ilustración. Reinaba Felipe V (1683-1746) el que centralizó todos los poderos del estado en Madrid, eliminando privilegios de reinos o casas nobiliarias. 

3.- A la par, el rey se enfrentó con la Iglesia al anteponer las necesidades de la corona a los de la Santa Sede. Esto provocó enfrentamientos con algunas órdenes religiosas, especialmente con la Compañía de Jesús, que se saldó, a la larga (en 1767), con su expulsión del país. 

4.- La instrucción y los estudios se ampliaron con obras hasta entonces prohibidas o, sencillamente, vetadas a la circulación. Ni que decir tiene que esto contribuyó al avance de las nuevas ideas procedentes de Europa que fueron el germen del neoclasicismo español. Las obras de Voltaire y Rousseau, consideradas revolucionarias, comenzaron a leerse y a estudiarse en España. 

5.- El neoclasicismo español, a pesar de ser un movimiento de élite, se democratizó al salir de las aulas universitarias o de los centros de enseñanza superiores. Estos ilustrados gustaban de reunirse en cafés donde organizaban tertulias. Allí se debatía sobre lo divino, lo humano, el progreso, las reformas legislativas necesarias, los cánones artísticos o las noticias del momento. Todo ello contribuyó a una comunicación más rápida y fluida apoyada por un incipiente periodismo. 

6.- Como sus colegas europeos, los ilustrados españoles que formaban el neoclasicismo español  creían en el espíritu positivista burgués, en el poder de la instrucción, en la necesidad de imponer la razón crítica en cualquier orden de la vida,  en la posibilidad de crecimiento y de felicidad de la humanidad en su conjunto. 

7.- El neoclasicismo español, que se afianzó en Madrid en las primeras décadas del siglo XVIII, termina abruptamente con la Revolución Francesa de 1789. Lo acontecido en Versalles y París con cabezas reales separadas de sus cuerpos y el pueblo tomando las calles hizo frenar a los poderes políticos españoles cualquier idea que pudiera calificarse como ilustrada. Lo entendemos mejor con las palabras del ministro Floridablanca. 

“Se dice que este siglo ilustrado ha enseñado a los hombres sus derechos. Pero también les ha robado, además de su felicidad verdadera, la tranquilidad y la seguridad de su persona y familia. Aquí no queremos ni tanta luz ni sus consecuencias: actos insolentes, palabras y escritos en contra de la autoridad legítima.” 

8.- A partir de este momento histórico, el miedo se apoderó de la corte, de la política y de los poderes socioeconómicos. En un intento por frenar estas ideas tan revolucionarias que habían hecho caer monarquías consolidadas se suprime la prensa escrita e, incluso, se persiguen las tertulias y reuniones. 

9.- Antes de que esto sucediera se crearon instituciones que aún hoy están activas y que han contribuido en estos siglos al avance de la ciencia, de las letras o del conocimiento. En 1712 se abre la Biblioteca Nacional y un año más tarde la Real Academia de la Lengua. Entre 1726 y 1739 se publica el primer Diccionario de Autoridades para seguirle la Ortografía y la Gramática. La Academia de la Historia se funda en 1735. Además, a partir de 1769 se reforman las universidades dejando de lado planes de estudios que tenían arraigo medieval casi para ponerse en contacto con las ideas, estudios y obras del resto de Europa. 

10.- El neoclasicismo español, además, defiende el español de la intrusión de los barbarismos (palabras y/o expresiones en lengua extranjera). A la par, nuestro idioma se instaura como lengua de cultura relegando paulatinamente el latín de las aulas, tesis doctorales, estudios científicos o críticos. 

 

Los autores del neoclasicismo español 

Aunque en España, en el ámbito literario no se produjo una explosión de obras y creadores como sucedió en el Barroco, por poner un caso, sí tenemos un puñado de autores que han pasado al canon patrio por su aportación a la literatura. 

 

1.- Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro (1676-1764), uno de los introductores del neoclasicismo español

Fue un fraile benedictino profesor en la Universidad de Oviedo. Con estos datos nos sorprende su actitud revolucionaria (para la época) en el ámbito intelectual. Considerado uno de los máximos exponentes del neoclasicismo español, fue un ávido lector de obras publicadas en el extranjero a la par que un estudioso incansable. En 1726, cuando contaba la edad de cincuenta años, publica Teatro crítico universal y Cartas eruditas. En ellas aborda, con el estilo claro, conciso, limpio y libre de adornos tan característico de la literatura neoclásica, temáticas diversas de arte, teología, ciencias, filosofía, historia… Combatiente de la supersticiones tan populares y extendidas en la época, promulgaba que la ciencia y la religión no eran incompatibles.  Su ejemplo y sus libros, que fueron auténticos best-sellers en la época, fueron la base para la crítica y el ensayo generado durante todo el siglo XVIII.  

2.- José Cadalso, el autor de las Cartas marruecas

Nació en Cádiz en 1741, por entonces un hervidero intelectual, procedente de una familia de la baja nobleza. Su formación no solo fue libresca ya que viajó por Europa y estudió idiomas (algo raro en la sociedad hispana hasta hace prácticamente unos cuantos años) llegando a  coronel del ejército a una edad bastante temprana. Tras un incidente tenebroso casi al morir su amada (la actriz María Ignacia Ibáñez), su familia lo envía a Salamanca donde entra en contacto con el mundillo de los ilustrados.  

Cadalso es uno de los autores más representativos del neoclasicismo español al crear una obra crítica con visos satíricos siguiendo todos los postulados del movimiento. Destacan sus Cartas marruecas (1793), que ha entrado en el canon, Noches lúgubres (publicadas tras su fallecimiento en 1798) que adelanta las características del Romanticismo y Los eruditos a la violeta (1772). Murió en 1782 en la guerra contra Inglaterra, al ser alcanzado por una granada en la cabeza en el Bloqueo de Gibraltar. 

3.-Tomás de Iriarte, el autor del neoclasicismo español que gustó de las fábulas

Nacido en 1750 y muerto en 1791 fue educado en los principios de la Ilustración. En sus libros recoge pequeños cuentos moralizantes en los que predomina una crítica ácida a las costumbres de la burguesía y de las gentes de su tiempo.  

4.- Gaspar Melchor de Jovellanos, el escritor del neoclasicismo español que gustaba del periodismo

Nacido en 1744, se suicida en 1811. Aunque participa de los principios de la Ilustración con una prosa clara, concisa, sencilla y con visos de verosimilitud muy cercana al periodismo, adelanta el Romanticismo literario. Sus escritos satíricos y críticos han entrado incluso en el canon y son testimonios fieles de los vicios de la época: adulterios, corrupciones, costumbres supersticiosas, atrasos económicos y de instrucción, la mala educación de la élite (lee aristocracia e, incluso, monarquía) pasan por su pluma inteligente y mordaz. 

 

5.- Leandro Fernández  de Moratín 

Nace en Madrid en 1760 y muere en París en 1828 donde estaba exiliado. Sus obras se encuadran en la poesía (que cultivaba desde joven), la sátira y el teatro. En estas últimas se dedica a criticar y a satirizar todos los vicios y costumbres de la época llegando, incluso, a granjearse enemistades importantes. Vivió sin apuros económicos gracias al mecenazgo de Floridablanca, uno de los ministros más poderosos del reino. Durante los asaltos de la  Revolución Francesa se refugió en Inglaterra. Fue, por tanto, por educación, familia, instrucción, vida cosmopolita y profesión, uno de los intelectuales más significativos de la época. 

Otros nombres que forman parte del neoclasicismo español son José Francisco de Isla, Diego Torres Villarroel y Jose María Blanco. El movimiento, como hemos visto, a pesar del carácter patrio tan poco dado a la razón y al orden, tuvo representantes de interés y dejó bellas obras de arquitectura y literatura para la posteridad. 

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Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla 

 

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Con este nombre se conoce al siglo XVIII cuando un grupo de filósofos, intelectuales y artistas abandonan los  principios del Barroco en un intento de dar un cambio radical a la sociedad. El siglo XVIII fue el del empirismo, el del avance de la prensa escrita, el de la creación de la burguesía, el del racionalismo y la comprobación, el del surgimiento del ateísmo intelectual. El Siglo de las Luces comenzó en Gran Bretaña para extenderse por Francia y el resto de países europeos.  En España tuvo una importancia discreta con ideas importadas de exiliados y eruditos. Donde sí arraigó y se profundizó fue en Alemania llegando a su cenit con la filosofía de Kant. 

El presente estudio es solo un resumen de todo lo que aconteció en el plano cultural durante estas décadas entre los períodos barrocos y el auge del Romanticismo literario. Como extracto que es este trabajo solo me detengo en las líneas principales. La época está dominada por la publicación de los primeros tratados científicos, como el Principia (1687) donde Isaac Newton expone la teoría de la gravedad y pone las bases para la posterior mecánica de fluidos.  

El Siglo de las Luces está dominado por la ascensión de una incipiente burguesía que va a ir acabando con las bases del Antiguo Régimen. A la par, la población europea alcanza casi un 70% de analfabetismo. Estas diferencias serán el caldo de cultivo para las revoluciones posteriores. Recuerdo que la Revolución Francesa que acaba con la monarquía absoluta y sus privilegios tiene lugar en 1789 y que la Guerra de la Independencia de Estados Unidos en 1775. El sustrato para esos cambios necesarios en el mundo nuevo se cimentaron con las ideas de un grupo de ilustrados (de aquí su otro nombre) que formaban parte de las elites culturales de la época. 

Antecedentes del siglo de las luces

La Ilustración, tal como también se le conoce a esta época, tiene sus bases en la filosofía, cultura y movimientos artísticos precedentes. Hay historiadores que encuentran esas influencias en el último Renacimiento,  aunque los grandes hitos se desarrollan en las últimas décadas del XVII y aquí sí hay acuerdo entre investigadores.  

Con anterioridad, en Europa se sucedía una guerra tras otra donde se intentaba dirimir derechos de sucesión, fronteras, territorios conquistados, rutas comerciales o ideas religiosas. Todo ello minaba la economía con hambrunas frecuentes y enfermedades terribles que reducían la población drásticamente. Pestes, sequías o asaltos eran frecuentes.  

1.- La cultura anterior al Siglo de Las Luces

Paralelamente, hay un fuerte desarrollo del misticismo. La verdad se quería alcanzar a través de la revelación que, por supuesto,  siempre sería individual. En España recordamos a dos de los más grandes en el panorama internacional:  Teresa de Ávila y Juan de la Cruz.   

Contra esto se revuelven una serie de intelectuales propugnando la instalación de la razón  en todos los órdenes de la vida. La obra de Spinoza, Ética, publicada en 1677 proponía una visión cosmogónica de la existencia. Eso significaba, en esencia, negar casi la existencia de un mundo desconocido, más allá del tangible y natural que conocemos.  

En 1637 René Descartes publica su Discurso del método: para dirigir bien la razón y buscar la verdad en las ciencias. Y  el nombre ya lo dice todo,  ya que se niega cualquier fórmula de alcanzar el conocimiento que no provenga de la comprobación y de las pruebas matemáticas. Las bases del racionalismo estaban puestas y no desaparecerían hasta bien entrado el siglo XX, con el avance del psicoanálisis, el retorno al estudio de los símbolos y el conocimiento sobre los arquetipos universales.  

2.- El orden social que desencadena el Siglo de las Luces

Con todos estos componentes podemos entender que se vaya desarrollando un progresivo ateísmo y una visión antropocéntrica del universo. A la par surge la conciencia de la posibilidad de avanzar por méritos propios (proveniente del auge burgués) y una negación de las instituciones anteriores que eran consideradas oscuras en el sentido amplio del término.

Así se abre la puerta para los cambios políticos de todo tipo, para las guerras o revoluciones que culminan con la independencia de los países colonizados a lo largo del siglo XIX o el derrocamiento de las monarquías absolutas. Se ponen, además, las bases para separar la iglesia de los poderes del estado, a la par que se van creando centros científicos de todo tipo a lo largo y ancho de toda Europa.  

 

Características de la cultura europea en el Siglo de las Luces 

Por eso, entrado el siglo XVIII, el de la Ilustración nos encontramos las siguientes características:  

 

10 características del Siglo de las Luces o de la Ilustración

1.- La razón humana se convierte en dueña y señora del pensamiento. Por tanto, son ilegítimas otras formas de llegar al conocimiento y aquí se engloba desde la mística hasta la tradición antigua. 

2.-  Ni que decir tiene que esto hace que se aparten de la cultura eclesiástica en todas sus formas. 

3.- Solo tiene valor el empirismo,  esto es lo que puede ser comprobado vía razón abriendo las puertas para el método científico. 

4.-  El orden es elevado como bien supremo, fuente de progreso e, incluso, de felicidad. Además es el único que facilita el desarrollo social y económico. 

5.- Lo único que importa es la vida en este plano. Por eso, hay que hacer un intento por mejorarla de múltiples maneras. 

6.- La desvinculación con la Iglesia viene de un desarrollo del panteísmo. Esto es, se defiende un dios natural presente en todas las cosas con quien se puede mantener comunicación sin tener por qué mediar intermediarios. Esto hace que se nieguen los principios eclesiásticos y, por tanto, el poder de la Iglesia. 

7.- Se desarrollan vastas obras de conocimiento cuya apoteosis es la Encyclopèdie de Diderot y D´Alambert, una referencia en el estudio hasta prácticamente finales del siglo XX con el desarrollo de Internet. 

8.- La burguesía en el Siglo de las Luces va a tener un papel predominante desplazando a la clase aristocrática privilegiada aferrada a supuestos derechos de origen medieval. 

9.- Esto conlleva que los centros económicos se desplacen desde las explotaciones agrícolas hacia las incipientes urbes y que la manufactura de los burgos medievales acaben convirtiéndose en novedosos centros industriales. 

10.- En estas circunstancias cada estamento (aunque no puede llamarse así) o clase social intenta consolidar su poder. La fuerte dependencia de la monarquía del clero suponía, en esencia, que los países católicos estuvieran auditados de alguna forma por el Vaticano. Ante esto se pone resistencia. 

 

Otras 10 características más del Siglo de las Luces o de la Ilustración

11.- Paralelamente hay un intento por reducir el poder del clero sobre la enseñanza. 

12.- Las ideas ilustradas del Siglo de las Luces calaron de distinto modo en cada país de tal modo que algunas naciones, como España, aún anclada en conceptos medievales, no lograra asimilarlas a fondo. 

13.-  De todos modos, la Ilustración tenía un fuerte componente universal al negar las naciones y la división territorial. Todo ello como consecuencia de centrarse en el poder del ser humano. 

14.- El que pusieran en entredicho la tradición anterior les hizo  tener un carácter crítico aliñado con los postulados del racionalismo que negaban cualquier hecho o circunstancia que no fuera fruto de la comprobación. 

15.- Su afán por encontrar las reglas presentes en la naturaleza les llevó a negar la genialidad. Se creía que las obras de arte se podían crear siguiendo un canon o unas instrucciones. 

16.- La creencia en el avance del ser humano (por medio de la educación) les llevó a una idealización, ya que negaban cualquier componente salvaje. Habría que denominarlo así porque aún no se había definido el concepto de inconsciente. 

17.- El descubrimiento de las reglas que obran en la naturaleza les hace abrazar la imitación. Con ello se suponía que se alcanzaría la perfección. No tiene nada que ver con la idea de autoridad medieval. 

18.- Es la época de la creación de las grandes academias de las artes y las ciencias. 

19.- Por primera vez en la historia de la humanidad se busca alcanzar la felicidad personal en el ámbito físico. 

20.- Esta debería ser universal y, por tanto, se abre la puerta para ir eliminando los distintos sistemas de esclavitud imperante hasta entonces.  

Movimientos estéticos en el Siglo de las Luces

La Ilustración niega cualquier estructuración anterior y se mete de lleno en el papel del hombre en  su posición en  el Universo. Sin llegar al ateísmo sí postulan un orden natural perfecto en el que cada pieza tiene su función y que es misión del hombre descubrirla mediante los postulados de la razón. El orden y la armonía se trasladan a la simetría arquitectónica de las obras que se levantan en esta época. Todo ello saltaría por los aires a finales del Siglo XVIII con  la irrupción del Romanticismo. Fueron sus abanderados Rousseau en Francia y Goethe en Alemania quienes casi a la par descubrieron que no todo puede ser cerebral y que algo intangible, inconsciente y esotérico incluso se esconde en los dictados del corazón. Ni que decir tiene que este es también fuente de conocimiento.  

En este sentido, el Siglo de las Luces parece acabar abrazando el concepto de demiurgo. Esto es, se llega a aceptar la idea de la personalidad o del carácter del genio que no puede explicarse simplemente por la acción de la formación o la educación racional. Por tanto, hay individuos que nacen con unas dotes que son inexplicables a la mente racional.  

Son dos los movimientos estéticos del Siglo de las Luces: el neoclasicismo y el prerromanticismo. 

1.-El neoclasicismo y su importancia en el Siglo de las Luces 

Corresponde a la primera época y en ella se defienden todos los postulados que caracteriza la época. El arte tiene una finalidad y esta es encontrar las leyes que rigen la comunión del hombre con la naturaleza. La expresión (por las vías que se crean más conveniente) de estas normas sería lo único aceptado.  

El artista no puede estar encerrado en su particular torre de marfil y tiene una función. Por un lado, tiene que descubrir esas leyes (como si se tratara de física o matemáticas), ponerlas en evidencia y proponer ideas de mejora. 

Con este sustrato es normal que la crítica en todas sus acepciones fuera muy frecuente en literatura. A esto se unió también el auge de un incipiente periodismo. Por otro lado, también aumentó la sátira en un deseo quizás de dulcificar los rigores críticos. 

Una vez encontradas las reglas que rigen el universo al artista solo le cabe la imitación negando cualquier concepto de genialidad. Se vuelve al orden del Imperio Romano (presente en la arquitectura especialmente con sus edificios de columnas limpias) y al Renacimiento. Todo ello sin la “gracia” de estas épocas al revestirse cualquier manifestación artística de rigidez en el amplio sentido de la palabra.  

Hay una negación de los sentimientos, del drama, del desorden. En esta época, por poner un caso, nacen los jardines a la francesa con su diseño en cuadrícula que niega cualquier atisbo de caos. Por tanto, cualquier manifestación artística, a pesar de su calidad, se tiende a calificar como fría, algo “razonable”, si solo nos atenemos a los postulados del cerebro consciente. 

2.- Prerromanticismo el otro movimiento estético en el Siglo de las Luces

Hacia las décadas finales, aún haciéndose eco de las ideas ilustradas, algunos artistas se revelan contra el exceso normativo y ordenador de la época. Por tanto, hay una evolución filosófica que pretendía desligarse de los corsés academicistas anteriores. 

Poco a poco se va poniendo en su sitio el papel de los entimientos. Por tanto, se vuelve a expresar la intimidad, los miedos, deseos, tristezas y dudas. En fin, de alguna manera u otra, se recupera la otra parte de la humanidad que había quedado arrinconada en favor de un racionalismo fuera de sí. 

Se comienzan a poner en duda las reglas que coartan libertad, inspiración y genialidad. Se vuelve hacia el espíritu creativo, subversivo y transformador. Se olvidan los conceptos de imitación que poco o nada puede aportar al arte y a cualquier expresión humana.  A la par, comienza a haber un gusto por las naturalezas en caos, por ríos que se desbordan, montañas que alcanzan las nubes, selvas… Y de aquí a los fantasmas que es una de las características del Romanticismo hay un solo paso.   

El Siglo de las Luces, en definitiva, a pesar de ese racionalismo fuera de sí puso las bases para la ciencia contemporánea a la par que se comenzó a aceptar al ser humano en toda su potencialidad. Es en esta época cuando se ensalza la libertad, la igualdad, el universalismo, el conocimiento y su poder transformador. En la Ilustración, además, se colocan los cimientos para desligar los postulados religiosos de la política y comienzan los movimientos de independencia que culminarían con la Declaración de los Derechos Humanos tras la Segunda Guerra Mundial.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Con este nombre se conoce al siglo XVIII cuando un grupo de filósofos, intelectuales y artistas abandonan los  principios del Barroco en un intento de dar un cambio radical a la sociedad. El siglo XVIII fue el del empirismo, el del avance de la prensa escrita, el de la creación de la burguesía, el del racionalismo y la comprobación, el del surgimiento del ateísmo intelectual. El Siglo de las Luces comenzó en Gran Bretaña para extenderse por Francia y el resto de países europeos.  En España tuvo una importancia discreta con ideas importadas de exiliados y eruditos. Donde sí arraigó y se profundizó fue en Alemania llegando a su cenit con la filosofía de Kant. 

El presente estudio es solo un resumen de todo lo que aconteció en el plano cultural durante estas décadas entre los períodos barrocos y el auge del Romanticismo literario. Como extracto que es este trabajo solo me detengo en las líneas principales. La época está dominada por la publicación de los primeros tratados científicos, como el Principia (1687) donde Isaac Newton expone la teoría de la gravedad y pone las bases para la posterior mecánica de fluidos.  

El Siglo de las Luces está dominado por la ascensión de una incipiente burguesía que va a ir acabando con las bases del Antiguo Régimen. A la par, la población europea alcanza casi un 70% de analfabetismo. Estas diferencias serán el caldo de cultivo para las revoluciones posteriores. Recuerdo que la Revolución Francesa que acaba con la monarquía absoluta y sus privilegios tiene lugar en 1789 y que la Guerra de la Independencia de Estados Unidos en 1775. El sustrato para esos cambios necesarios en el mundo nuevo se cimentaron con las ideas de un grupo de ilustrados (de aquí su otro nombre) que formaban parte de las elites culturales de la época. 

Antecedentes del siglo de las luces

La Ilustración, tal como también se le conoce a esta época, tiene sus bases en la filosofía, cultura y movimientos artísticos precedentes. Hay historiadores que encuentran esas influencias en el último Renacimiento,  aunque los grandes hitos se desarrollan en las últimas décadas del XVII y aquí sí hay acuerdo entre investigadores.  

Con anterioridad, en Europa se sucedía una guerra tras otra donde se intentaba dirimir derechos de sucesión, fronteras, territorios conquistados, rutas comerciales o ideas religiosas. Todo ello minaba la economía con hambrunas frecuentes y enfermedades terribles que reducían la población drásticamente. Pestes, sequías o asaltos eran frecuentes.  

1.- La cultura anterior al Siglo de Las Luces

Paralelamente, hay un fuerte desarrollo del misticismo. La verdad se quería alcanzar a través de la revelación que, por supuesto,  siempre sería individual. En España recordamos a dos de los más grandes en el panorama internacional:  Teresa de Ávila y Juan de la Cruz.   

Contra esto se revuelven una serie de intelectuales propugnando la instalación de la razón  en todos los órdenes de la vida. La obra de Spinoza, Ética, publicada en 1677 proponía una visión cosmogónica de la existencia. Eso significaba, en esencia, negar casi la existencia de un mundo desconocido, más allá del tangible y natural que conocemos.  

En 1637 René Descartes publica su Discurso del método: para dirigir bien la razón y buscar la verdad en las ciencias. Y  el nombre ya lo dice todo,  ya que se niega cualquier fórmula de alcanzar el conocimiento que no provenga de la comprobación y de las pruebas matemáticas. Las bases del racionalismo estaban puestas y no desaparecerían hasta bien entrado el siglo XX, con el avance del psicoanálisis, el retorno al estudio de los símbolos y el conocimiento sobre los arquetipos universales.  

2.- El orden social que desencadena el Siglo de las Luces

Con todos estos componentes podemos entender que se vaya desarrollando un progresivo ateísmo y una visión antropocéntrica del universo. A la par surge la conciencia de la posibilidad de avanzar por méritos propios (proveniente del auge burgués) y una negación de las instituciones anteriores que eran consideradas oscuras en el sentido amplio del término.

Así se abre la puerta para los cambios políticos de todo tipo, para las guerras o revoluciones que culminan con la independencia de los países colonizados a lo largo del siglo XIX o el derrocamiento de las monarquías absolutas. Se ponen, además, las bases para separar la iglesia de los poderes del estado, a la par que se van creando centros científicos de todo tipo a lo largo y ancho de toda Europa.  

 

Características de la cultura europea en el Siglo de las Luces 

Por eso, entrado el siglo XVIII, el de la Ilustración nos encontramos las siguientes características:  

 

10 características del Siglo de las Luces o de la Ilustración

1.- La razón humana se convierte en dueña y señora del pensamiento. Por tanto, son ilegítimas otras formas de llegar al conocimiento y aquí se engloba desde la mística hasta la tradición antigua. 

2.-  Ni que decir tiene que esto hace que se aparten de la cultura eclesiástica en todas sus formas. 

3.- Solo tiene valor el empirismo,  esto es lo que puede ser comprobado vía razón abriendo las puertas para el método científico. 

4.-  El orden es elevado como bien supremo, fuente de progreso e, incluso, de felicidad. Además es el único que facilita el desarrollo social y económico. 

5.- Lo único que importa es la vida en este plano. Por eso, hay que hacer un intento por mejorarla de múltiples maneras. 

6.- La desvinculación con la Iglesia viene de un desarrollo del panteísmo. Esto es, se defiende un dios natural presente en todas las cosas con quien se puede mantener comunicación sin tener por qué mediar intermediarios. Esto hace que se nieguen los principios eclesiásticos y, por tanto, el poder de la Iglesia. 

7.- Se desarrollan vastas obras de conocimiento cuya apoteosis es la Encyclopèdie de Diderot y D´Alambert, una referencia en el estudio hasta prácticamente finales del siglo XX con el desarrollo de Internet. 

8.- La burguesía en el Siglo de las Luces va a tener un papel predominante desplazando a la clase aristocrática privilegiada aferrada a supuestos derechos de origen medieval. 

9.- Esto conlleva que los centros económicos se desplacen desde las explotaciones agrícolas hacia las incipientes urbes y que la manufactura de los burgos medievales acaben convirtiéndose en novedosos centros industriales. 

10.- En estas circunstancias cada estamento (aunque no puede llamarse así) o clase social intenta consolidar su poder. La fuerte dependencia de la monarquía del clero suponía, en esencia, que los países católicos estuvieran auditados de alguna forma por el Vaticano. Ante esto se pone resistencia. 

 

Otras 10 características más del Siglo de las Luces o de la Ilustración

11.- Paralelamente hay un intento por reducir el poder del clero sobre la enseñanza. 

12.- Las ideas ilustradas del Siglo de las Luces calaron de distinto modo en cada país de tal modo que algunas naciones, como España, aún anclada en conceptos medievales, no lograra asimilarlas a fondo. 

13.-  De todos modos, la Ilustración tenía un fuerte componente universal al negar las naciones y la división territorial. Todo ello como consecuencia de centrarse en el poder del ser humano. 

14.- El que pusieran en entredicho la tradición anterior les hizo  tener un carácter crítico aliñado con los postulados del racionalismo que negaban cualquier hecho o circunstancia que no fuera fruto de la comprobación. 

15.- Su afán por encontrar las reglas presentes en la naturaleza les llevó a negar la genialidad. Se creía que las obras de arte se podían crear siguiendo un canon o unas instrucciones. 

16.- La creencia en el avance del ser humano (por medio de la educación) les llevó a una idealización, ya que negaban cualquier componente salvaje. Habría que denominarlo así porque aún no se había definido el concepto de inconsciente. 

17.- El descubrimiento de las reglas que obran en la naturaleza les hace abrazar la imitación. Con ello se suponía que se alcanzaría la perfección. No tiene nada que ver con la idea de autoridad medieval. 

18.- Es la época de la creación de las grandes academias de las artes y las ciencias. 

19.- Por primera vez en la historia de la humanidad se busca alcanzar la felicidad personal en el ámbito físico. 

20.- Esta debería ser universal y, por tanto, se abre la puerta para ir eliminando los distintos sistemas de esclavitud imperante hasta entonces.  

Movimientos estéticos en el Siglo de las Luces

La Ilustración niega cualquier estructuración anterior y se mete de lleno en el papel del hombre en  su posición en  el Universo. Sin llegar al ateísmo sí postulan un orden natural perfecto en el que cada pieza tiene su función y que es misión del hombre descubrirla mediante los postulados de la razón. El orden y la armonía se trasladan a la simetría arquitectónica de las obras que se levantan en esta época. Todo ello saltaría por los aires a finales del Siglo XVIII con  la irrupción del Romanticismo. Fueron sus abanderados Rousseau en Francia y Goethe en Alemania quienes casi a la par descubrieron que no todo puede ser cerebral y que algo intangible, inconsciente y esotérico incluso se esconde en los dictados del corazón. Ni que decir tiene que este es también fuente de conocimiento.  

En este sentido, el Siglo de las Luces parece acabar abrazando el concepto de demiurgo. Esto es, se llega a aceptar la idea de la personalidad o del carácter del genio que no puede explicarse simplemente por la acción de la formación o la educación racional. Por tanto, hay individuos que nacen con unas dotes que son inexplicables a la mente racional.  

Son dos los movimientos estéticos del Siglo de las Luces: el neoclasicismo y el prerromanticismo. 

1.-El neoclasicismo y su importancia en el Siglo de las Luces 

Corresponde a la primera época y en ella se defienden todos los postulados que caracteriza la época. El arte tiene una finalidad y esta es encontrar las leyes que rigen la comunión del hombre con la naturaleza. La expresión (por las vías que se crean más conveniente) de estas normas sería lo único aceptado.  

El artista no puede estar encerrado en su particular torre de marfil y tiene una función. Por un lado, tiene que descubrir esas leyes (como si se tratara de física o matemáticas), ponerlas en evidencia y proponer ideas de mejora. 

Con este sustrato es normal que la crítica en todas sus acepciones fuera muy frecuente en literatura. A esto se unió también el auge de un incipiente periodismo. Por otro lado, también aumentó la sátira en un deseo quizás de dulcificar los rigores críticos. 

Una vez encontradas las reglas que rigen el universo al artista solo le cabe la imitación negando cualquier concepto de genialidad. Se vuelve al orden del Imperio Romano (presente en la arquitectura especialmente con sus edificios de columnas limpias) y al Renacimiento. Todo ello sin la “gracia” de estas épocas al revestirse cualquier manifestación artística de rigidez en el amplio sentido de la palabra.  

Hay una negación de los sentimientos, del drama, del desorden. En esta época, por poner un caso, nacen los jardines a la francesa con su diseño en cuadrícula que niega cualquier atisbo de caos. Por tanto, cualquier manifestación artística, a pesar de su calidad, se tiende a calificar como fría, algo “razonable”, si solo nos atenemos a los postulados del cerebro consciente. 

2.- Prerromanticismo el otro movimiento estético en el Siglo de las Luces

Hacia las décadas finales, aún haciéndose eco de las ideas ilustradas, algunos artistas se revelan contra el exceso normativo y ordenador de la época. Por tanto, hay una evolución filosófica que pretendía desligarse de los corsés academicistas anteriores. 

Poco a poco se va poniendo en su sitio el papel de los entimientos. Por tanto, se vuelve a expresar la intimidad, los miedos, deseos, tristezas y dudas. En fin, de alguna manera u otra, se recupera la otra parte de la humanidad que había quedado arrinconada en favor de un racionalismo fuera de sí. 

Se comienzan a poner en duda las reglas que coartan libertad, inspiración y genialidad. Se vuelve hacia el espíritu creativo, subversivo y transformador. Se olvidan los conceptos de imitación que poco o nada puede aportar al arte y a cualquier expresión humana.  A la par, comienza a haber un gusto por las naturalezas en caos, por ríos que se desbordan, montañas que alcanzan las nubes, selvas… Y de aquí a los fantasmas que es una de las características del Romanticismo hay un solo paso.   

El Siglo de las Luces, en definitiva, a pesar de ese racionalismo fuera de sí puso las bases para la ciencia contemporánea a la par que se comenzó a aceptar al ser humano en toda su potencialidad. Es en esta época cuando se ensalza la libertad, la igualdad, el universalismo, el conocimiento y su poder transformador. En la Ilustración, además, se colocan los cimientos para desligar los postulados religiosos de la política y comienzan los movimientos de independencia que culminarían con la Declaración de los Derechos Humanos tras la Segunda Guerra Mundial.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Siglo de las Luces

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Un intento somero de resumir en unas cuantas líneas qué fue y aún sigue siendo la Leyenda negra española que tanto juego ha dado a los investigadores.

Fray Bartolomé de las Casas y su Brevísima relación de la destrucción de las Indias

Aunque el asunto es tan complejo que ni se saben los estudios sesudos que hay sobre el asunto, sí hay una (casi) unanimidad en colocar la obra Brevísima relación de la destrucción de las Indias de Fray Bartolomé de las Casas como el germen de esta leyenda.

Este fraile dominico, nacido en Sevilla y cabeza de una encomienda en las Indias, escribe y publica a mediados del siglo XVI su magnífica historia en la que se pone de parte de los nativos y critica con crudeza el trato dado a la población autóctona y a su cultura. El libro se tradujo a todos los idiomas de importancia y se ilustró con impactantes grabados de calidad sobresaliente. La obra fue un auténtico best-seller y se tradujo a los idiomas de cultura de entonces. Algunas de estas ediciones aparecen con xilografías de calidad recreando torturas terroríficas. Solo este dato puede dar una idea al lector de la magnitud de esta obra, en una época en la que las reediciones o ediciones se hacían con cuenta gotas (como he anotado, por ejemplo, a raíz de la Hypnerotomachia Poliphili). Así que poco más aportamos hoy. 

El Archivo de Indias de Sevilla y su función en la Leyenda negra española

Y para cortar esto, entre otros objetivos, se creó el Archivo de Indias de Sevilla. Porque el archivo andaluz, a la par que servía como testimonio casi notarial de todas las transacciones realizadas, intentó (sin conseguirlo, eso ya lo adelanto) desmontar la percepción que se tenía de España. A pesar de bancarrotas, problemas económicos, cismas y rupturas, la nación aún era, por entonces, una potencia colonial que movía oro, mercancías preciosas e influencia cultural por las rutas de todo el mundo conocido.

Ni que decir tiene que los dirigentes y las personas de esta historia cometieron fallos garrafales y aberrantes, pero también había un intento de desmontar (por la vía de la propaganda) todo el sistema político social de entonces. A España se la acusaba de esclavizar, vilipendiar, torturar y matar a todo ser viviente que se ponía en su camino. Y eso se daba como verdad asentada.

 

Cuando, a finales del siglo XVIII, se intentó atajar esta leyenda ya era demasiado tarde. Y no solo porque había pasado mucho tiempo, sino también porque, como el Arca de la Alianza de la película Indiana Jones en busca del Arca Perdida, toda la documentación estaba encerrada con siete llaves en un edificio cuadrado de difícil acceso. 

De nada sirvió el importante e impactante mestizaje o las misiones de los jesuitas, por poner solo dos casos. Las atrocidades y barbaridades, que eran muchas, como las de otras potencias coloniales, se impusieron a cualquier otra cosmovisión. La leyenda negra corría por Europa como verdadera.


Para ilustrar un poco el secretismo de los documentos custodiados en el Archivo de Indias (y la poca pericia de los gobernantes españoles en esto del marketing de propaganda) os pongo solo un dato. Hemos tenido que esperar hasta bien entrado el siglo XXI para que de forma gratuita, comiencen a abrirse las puertas de este templo documental y a mostrarse sus fondos infinitos al público internacional que quiera acercarse a ellos. Una de estas obras en exposición es la Brevísima relación de la destrucción de las Indias de Fray Bartolomé de las Casas en su edición princeps, origen de la Leyenda negra española.  

¡Otro día más sobre libros y/o arte! ¿Tienes algún dato más sobre este tema? ¿Quieres compartirlo? Te recuerdo que la casilla comentarios está abierta para ti.

Foto y texto por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla.

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Un intento somero de resumir en unas cuantas líneas qué fue y aún sigue siendo la Leyenda negra española que tanto juego ha dado a los investigadores.

Fray Bartolomé de las Casas y su Brevísima relación de la destrucción de las Indias

Aunque el asunto es tan complejo que ni se saben los estudios sesudos que hay sobre el asunto, sí hay una (casi) unanimidad en colocar la obra Brevísima relación de la destrucción de las Indias de Fray Bartolomé de las Casas como el germen de esta leyenda.

Este fraile dominico, nacido en Sevilla y cabeza de una encomienda en las Indias, escribe y publica a mediados del siglo XVI su magnífica historia en la que se pone de parte de los nativos y critica con crudeza el trato dado a la población autóctona y a su cultura. El libro se tradujo a todos los idiomas de importancia y se ilustró con impactantes grabados de calidad sobresaliente. La obra fue un auténtico best-seller y se tradujo a los idiomas de cultura de entonces. Algunas de estas ediciones aparecen con xilografías de calidad recreando torturas terroríficas. Solo este dato puede dar una idea al lector de la magnitud de esta obra, en una época en la que las reediciones o ediciones se hacían con cuenta gotas (como he anotado, por ejemplo, a raíz de la Hypnerotomachia Poliphili). Así que poco más aportamos hoy. 

El Archivo de Indias de Sevilla y su función en la Leyenda negra española

Y para cortar esto, entre otros objetivos, se creó el Archivo de Indias de Sevilla. Porque el archivo andaluz, a la par que servía como testimonio casi notarial de todas las transacciones realizadas, intentó (sin conseguirlo, eso ya lo adelanto) desmontar la percepción que se tenía de España. A pesar de bancarrotas, problemas económicos, cismas y rupturas, la nación aún era, por entonces, una potencia colonial que movía oro, mercancías preciosas e influencia cultural por las rutas de todo el mundo conocido.

Ni que decir tiene que los dirigentes y las personas de esta historia cometieron fallos garrafales y aberrantes, pero también había un intento de desmontar (por la vía de la propaganda) todo el sistema político social de entonces. A España se la acusaba de esclavizar, vilipendiar, torturar y matar a todo ser viviente que se ponía en su camino. Y eso se daba como verdad asentada.

 

Cuando, a finales del siglo XVIII, se intentó atajar esta leyenda ya era demasiado tarde. Y no solo porque había pasado mucho tiempo, sino también porque, como el Arca de la Alianza de la película Indiana Jones en busca del Arca Perdida, toda la documentación estaba encerrada con siete llaves en un edificio cuadrado de difícil acceso. 

De nada sirvió el importante e impactante mestizaje o las misiones de los jesuitas, por poner solo dos casos. Las atrocidades y barbaridades, que eran muchas, como las de otras potencias coloniales, se impusieron a cualquier otra cosmovisión. La leyenda negra corría por Europa como verdadera.


Para ilustrar un poco el secretismo de los documentos custodiados en el Archivo de Indias (y la poca pericia de los gobernantes españoles en esto del marketing de propaganda) os pongo solo un dato. Hemos tenido que esperar hasta bien entrado el siglo XXI para que de forma gratuita, comiencen a abrirse las puertas de este templo documental y a mostrarse sus fondos infinitos al público internacional que quiera acercarse a ellos. Una de estas obras en exposición es la Brevísima relación de la destrucción de las Indias de Fray Bartolomé de las Casas en su edición princeps, origen de la Leyenda negra española.  

¡Otro día más sobre libros y/o arte! ¿Tienes algún dato más sobre este tema? ¿Quieres compartirlo? Te recuerdo que la casilla comentarios está abierta para ti.

Foto y texto por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla.

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De todas las bibliotecas de la Antigüedad y del Medievo, la de Alejandría es, quizás, la que suscita más pasión por lo que supuso en el mundo de la cultura y las ciencias y por el volumen de libros de todas las ramas del saber hasta entonces conocidas que se guardaba en ella. La Antigua Biblioteca de Alejandría fue, en conjunto, una auténtica revolución para la época.

Importancia de la Biblioteca de Alejandría

Mientras existió fue punto de encuentro de eruditos y poetas, matemáticos e inventores, astrónomos y filósofos, médicos y filólogos del mundo conocido. Era el destino de todo aquel que quisiera profundizar en cualquier faceta del saber y, sin embargo, de sus magníficos edificios (porque más adelante diremos que tenemos que hablar de varias bibliotecas) apenas quedan unos sótanos húmedos –descubiertos en la década de los cincuenta del pasado siglo- y lo que parecen los restos de un aula.


De su inmenso patrimonio bibliográfico apenas quedan recortes diseminados aquí y allá, pequeños fragmentos guardados en mezquitas, museos y otras bibliotecas que hay que ir pacientemente recomponiendo como un gigantesco rompecabezas si queremos adentrarnos en lo que fue la gran Biblioteca de Alejandría,  faro del saber durante más de siete siglos.

El número de libros disponibles en la Antigüedad era relativamente pequeño para los parámetros que manejamos en la actualidad y una colección de la envergadura de la Biblioteca de Alejandría, que en poco más de cincuenta años después de su inauguración necesita un anexo para poder seguir creciendo, solo se explica por una implicación personal y directa de los reyes de Egipto.


La Carta de Aristeo, del siglo II a. C. nos da una idea de la pasión bibliófila de los Ptolomeos. Nos cuenta que: 

Demetrio de Falero... recibió sumas importantes para la adquisición, en la medida de lo posible, de todos los libros existentes en el mundo. Mediante compras y transcripciones, logró cumplir la voluntad real hasta el límite de sus posibilidades. Yo estaba presente cuando se le preguntó:

“¿Cuántas decenas de miles de volúmenes hay? Respondió: “Más de veinte, majestad, pero voy a realizar todas las diligencias necesarias para llegar a los quinientos mil”. 

Los libros de la Biblioteca de Alejandría

En la época de mayor esplendor, con todos sus edificios a pleno rendimiento, se llegó a contabilizar un 1.000.000 de volúmenes, cantidad nunca reunida hasta entonces en una misma colección, cantidad que tardaría siglos en ser superada de nuevo en otra biblioteca.
Pero para comprender cómo pudo erigirse un espacio de esa envergadura, tanto física como espiritual, en el mundo antiguo y entender cuáles fueron los resortes que la mantuvieron durante tanto tiempo, tenemos que hacer mención primero a la ciudad que la albergó.


Además de las compras, otra forma de conseguir libros consistía en el denominado “fondos de los barcos”. Todo navío que atracara en el puerto de Alejandría era registrado minuciosamente por funcionarios especializados y cualquier escrito que se encontrara era inmediatamente llevado a las dependencias de la Biblioteca donde un comité de expertos decidía si se devolvía el ejemplar a su dueño –porque ya existiera una copia-, si se mandaba a copiar o si se quedaba en poder de la Biblioteca. En este último caso, su propietario era debidamente indemnizado.


Otros medios eran menos escrupulosos que el anterior y nos da una idea de la pasión bibliófila de los Ptolomeos que, como cualquier otro bibliófilo más mundano y con menos posibles, deseaban poseer el ejemplar más raro, el único; en este caso, puesto que todos los libros eran copias únicas manuscritas, aquel salido directamente de la pluma de su autor. 


Un texto antiguo nos cuenta que las obras autógrafas de Esquilo, Sofocles y Eurípedes se custodiaban celosamente en Atenas como tesoros nacionales que eran y no podían ser retirados de su emplazamiento original. No sabemos las argucias de las que se valió Ptolomeo II para llevarse estos rollos a la Biblioteca de Alejandría a cambio del depósito de una fianza consistente en quince talentos de plata, una suma bastante elevada para la época. 


El trato era que se copiarían y luego serían restituidos al pueblo griego, pero lo que el rey egipcio mandó a Atenas fueron las copias renunciando a las cantidades entregadas en depósito. Al fin y al cabo, que es el dinero para un bibliófilo cuando se compara con el placer experimentado al conseguir el ejemplar deseado.


Sabemos que tanto la Antigua Biblioteca de Alejandría como el Mouseion asociada a ella fue fundada por Ptolomeo I Soter –que había sido instruido por el mismísimo Aristóteles- hacia el año 295 a.C. con la ayuda y el aliento de Demetrio de Falero quien sería el encargado de iniciar la colección.

Alejandría, la ciudad de Alejandro Magno

Una sociedad rica y cosmopolita que mantiene una comunidad de estudiosos con la mayor colección de libros hasta entonces reunida a su plena disposición (hablamos de la Antigua Biblioteca de Alejandría) tenía todos los condicionantes para hacer florecer las ciencias y las artes hasta cotas inimaginables, lo que, de hecho, sucedió.


Algunas circunstancias explican este desarrollo. Por un lado, nunca hasta entonces se había reunido el saber del Próximo Oriente (recordemos que Alejandro había alcanzado las tierras de la India) y la Grecia clásica. Más importante aún estriba en la actitud crítica de los sabios alejandrinos. Al contrario de lo que sucedería más tarde, ningún escrito era admitido sin haberse sometido a un riguroso análisis aunque la autoridad del escritor estuviera fuera de toda duda. Cada línea, cada párrafo, cada idea era estudiada, sometida a análisis, argumentada, experimentada... Otra explicación para este auge, para este desarrollo sin par, hay que buscarla en la especificación, en la especialización a la que se sometieron los estudiosos alejandrinos. Mientras anteriormente se intentaba hacer preguntas globales, se buscaban respuestas al todo, los sabios de Alejandría se concentraron en pequeñas parcelas del saber reconociendo, ya entonces, la imposibilidad humana para explicar el cosmos.


Una de las ciencias que más progresó fue la medicina en parte porque la disección de cadáveres estaba permitida en Egipto y, además, paralelamente se investigó y avanzó en el estudio de las drogas y los venenos. Un médico que se hubiera formado en Alejandría tenía la clientela asegurada en cualquier punto del Mediterráneo en el que se dispusiera a ejercer, tal era la calidad y reputación de dichos estudios.


Los nuevos y largos viajes por mar propiciaron un desarrollo de la cartografía y de los métodos de medición así como el perfeccionamiento de instrumentos de navegación. Se avanzó en el conocimiento del sonido y de la luz y se desentrañaron algunos secretos de la óptica. Se resucitó la geometría, afinándose el cálculo de longitudes, áreas y volúmenes. En matemáticas, se perfeccionaron teorías y se inventaron los números irracionales. La astronomía, por ejemplo, después de los estudios alejandrinos, tuvo que esperar al siglo XVII y XVIII para seguir avanzando en su conocimiento.


Si bien en literatura se quedó en la brillantez de los clásicos de la literatura griega, en Alejandría surgió una nueva disciplina: los estudios lingüísticos. Debido a la gran cantidad de libros y al hecho de que de las obras clásicas había varias versiones, los filólogos de entonces se afanaron en fijar el texto definitivo de los grandes poetas de la Grecia Clásica. El intento por demostrar su  versión o su interpretación de una frase, un fragmento, un caso –en algunas ocasiones- llegó a convertirse, en más de una vez, en una agria disputa, cuando no en una confrontación abierta con otros colegas.


Aunque él apenas llegó a ver los planos de la ciudad, Alejandría fue fundada por Alejandro Magno (356-323 a.C) junto al Mar Mediterráneo en el emplazamiento de lo que antes fuera una simple aldea de pescadores pobres conocida como Rhakotis. 


Del gran Alejandro tomó su nombre y fue la ciudad escogida para albergar la tumba del conquistador. Situada frente a la isla de Faros a la que fue unida por una lengua de tierra sobre la que se construyó una calzada, la ciudad fue meticulosamente diseñada por el arquitecto Dimocrates siguiendo un esquema cuadricular de largas y amplias avenidas y anchas calles embellecidas con hermosos bulevares en los que crecían árboles de diversas especies.


Para encontrarnos un urbanismo con esa planificación y raciocinio tendremos que esperar a la construcción de las megas-ciudades norteamericanas (Nueva York o Chicago, por ejemplo) o la ampliación de algunas de la vieja Europa (tal es el caso de  Barcelona) a finales del siglo XIX y principios del XX.

Cómo era la antigua Alejandría 


Era una de las ciudades más grandiosas del mundo antiguo y competía con la mismísima Roma. Lo que primero vislumbraba el viajero cuando se iba acercando a sus costas era el enorme faro de más de 120 m de altura (y cuya belleza le valió ser incluido entre las siete maravillas de la Antigüedad) situado en la isla del mismo nombre y cuya llama, permanentemente encendida, guiaba a los barcos hacia el puerto. El Faro de Alejandría debió entrar en funcionamiento hacia el 280 a.C. y se derrumbó en 1340 a consecuencia de un terremoto. A ambos lados de la lengua de tierra que unía la isla con Alejandría se encontraba el puerto; un puerto desde donde zarpaban y arribaban mercancías de toda índole y origen; desde donde se traficaba con artículos de lujo o se comercializaba con materias primas.


Alejandría era una urbe cosmopolita y, en su momento de esplendor, un bullir humano de cerca de un millón de almas donde se mezclaba el rico mercader con el soldado, el esclavo con el estudiante aristocrático, el científico con el poeta... Un texto de un viajante del siglo I d. C. nos da una idea de la frenética actividad comercial y, por tanto, del emporio económico que era Alejandría. Se trata de una Guía del Mar Rojo que nos da la siguiente relación de productos que se encontraban a disposición en la ciudad:

 “...telas, algodón, pieles, muselina, seda, bronce, cobre, estaño, hierro, oro, plata, hachas, azuelas, vidrio, marfil, conchas de tortuga, cuernos de rinoceronte, vino, aceite de oliva, aceite de sésamo, arroz, mantequilla, miel, trigo, mirra, incienso, canela, perfumes y papiro”. 


Es bien poco si lo comparamos con nuestra sociedad capitalista, pero ya sabemos todos que en aquella época la gran mayoría de las comunidades se construían sobre una frágil economía de subsistencia.


Al morir Alejandro se repartió su Imperio entre sus generales que, muy pronto, comenzaron a rivalizar entre sí para constituirse no solo en centro del poder político sino también de cultura. Así, los Ptolomeos en Egipto, los Seleúcidas en Siria – más concretamente, Antioquía- y los Atálidas en Pérgamo se afanaron tanto por construir magníficos edificios públicos o suntuosos palacios como por atesorar conocimientos o arte y rodearse de una cohorte de poetas, músicos o científicos que diera fe de ese poderío personal y de casta.

Fundación de la Biblioteca de Alejandría


Aunque algunas familias romanas, como el caso de los Escipiones, disponían de importantes bibliotecas privadas, nunca hasta la creación de la de Alejandría se había pretendido crear un espacio abierto a los estudiosos y que abarcara todo el saber conocido. La intención, que además se consiguió era tener, al menos,  una copia de todos los libros escritos hasta entonces al mismo tiempo que se ponían por escrito todo aquello que se sabía o que se investigaba.

1- La Gran Biblioteca Real

Aunque el  Mouseion debió tener una colección de libros bastante importante, el grueso de la colección se encontraba en un edificio aparte, en la Gran Biblioteca Real, situada en el mismo recinto palaciego y muy cerca del Mouseion, dominando el puerto. La Gran Biblioteca Real fue el germen de la colección y, también, la primera en desaparecer.


Muy pronto la cantidad de libros guardados fue tal que el edificio concebido para albergarlos se quedó pequeño y así en el reinado de Ptolomeo III  Evergetes (246-221 a.C.) la Biblioteca ya contaba con un anexo situado en un lugar distante, en un barrio elegante de nueva construcción en el sur de la ciudad. Dicho anexo será incorporado al Serapeum recién construido; al templo consagrado al dios egipcio Serapis.


A la cabeza de la Biblioteca se encontraba un bibliotecario designado por el Rey, un puesto de inmenso prestigio porque, a la vez, ejercía de preceptor real con todo lo que esto implica.

2.- Mouseión, templo a las Musas dentro de la Biblioteca de Alejandría

El Mouseión –literalmente el templo de las nueve Musas; es decir, el espacio consagrado a las divinidades inspiradoras de las artes y las ciencias- estuvo desde un principio vinculado a la Biblioteca Real. Aunque desconocemos si durante la época de los Ptolomeos el Mouseion impartió algún tipo de enseñanza regular, fue concebido al estilo de la Academia de Platón y el Liceo de Aristóteles y que el aprendizaje maestro-discípulo/s era lo frecuente y cotidiano, aunque no nos ha llegado la manera en el que éste se realizaba. En la época romana actuó a la manera de las modernas universidades.


Un pequeño fragmento de Estrabón, copiado en la época medieval, nos da detalles de la arquitectura y organización del Mouseion. Reza lo siguiente: 

“Forma parte del palacio real, tiene un pórtico (peripatos), una galería (exedra) y un amplio edificio que alberga el refectorio donde los miembros del Mouseion comen juntos. En esta comunidad, incluso el dinero es común, también designado por los reyes, y en la actualidad por Augusto”.


Lo que nos llama la atención es que el Mouseion tenía un carácter eminentemente sagrado con un sacerdote a la cabeza designado primero por los reyes egipcios y, luego, por el emperador romano.


Debido a la liberalidad con la que eran tratados los miembros del Mouseion y la plena disposición de tantos y tantos libros, atrajo a sabios de todo el mundo conocido, las mejores cabezas de entonces tomaban el camino hacia Alejandría, el mejor sitio para poder comenzar, continuar o terminar sus estudios en las condiciones más propicias. 

Parecer ser que estos eruditos residían en el mismo recinto o en buenas casas alquiladas en la ciudad y que tenían la alimentación asegurada, amén de una cantidad en efectivo como retribución por sus estudios y, para terminar, estaban exentos de pagar impuestos. Era, en definitiva, vida cómoda,  seguridad financiera, la mayor biblioteca del mundo a disposición del erudito; era el sueño de cualquier estudioso en todo lugar y época (hoy día un sueño casi inalcanzable).


De todos modos, para pertenecer al Mouseion y poder disfrutar de todas estas ventajas se necesitaba la aprobación real y, en cualquier momento, podía llegar el cese; hecho éste que, según el decir de algunos historiadores, explica que, a pesar del avance en medicina, matemáticas, astronomía, mecánica o filología, por ejemplo, la existencia de la biblioteca con sus sabios no influyó para nada en la sociedad del momento y, que mucho menos se inmiscuyó en la política que se iba practicando.


En la época imperial romana el Mouseion siguió poblado de investigadores y sabios tan imprescindibles para la historia de la ciencia como el médico Galeno, el astrónomo y geógrafo Claudio Ptolomeo o el inventor de aparatos mecánicos Herón. Lo que sí decayó fue el estudio literario  a la par que Alejandría se colocaba a la vanguardia del pensamiento, hecho que se ha querido ver como uno de los causantes de su destino; es decir, de su destrucción.


Los Ptolomeos tenían el propósito de reunir en la Antigua Biblioteca de Alejandría, al menos, un ejemplar de todos los libros escritos en cualquier idioma. En algunos casos, como las obras de Homero, se tenían varias versiones que hicieron las delicias de las disputas filológicas. Las obras que no estaban escritas en griego se mandaban traducir y de estas traducciones salieron algunas de relevancia casi mítica.

3. - Calímaco  y la catalogación de la Biblioteca de Alejandría

Para la reconstrucción de la idiosincrasia de esta institución solo disponemos de retazos, de hilachas rescatadas del tiempo; de pequeños fragmentos insertos en los textos medievales, de trozos hurtados a la destrucción. Sabemos de las compras, de los estudios, de las traducciones, de las obras que probablemente dormían en sus estantes pero nada sabemos del método de consulta, de la organización de los préstamos –si los había- y muy poco de la organización de tan amplio material.


La catalogación de los fondos de la Biblioteca fue encargada a Calímaco que en los, aproximadamente, 120 libros (de los que no se han conservado ni un solo fragmento) que debía constar su obra  titulada Pinakes reseñó cada uno de los ejemplares del fondo ordenados alfabéticamente por autor, título y una pequeña descripción y/o semblaza. 


El método esencial de clasificación era por género y sabemos con seguridad, por otros textos, que estableció los siguientes: Retórica, Derecho, Poesía Épica, Tragedia, Comedia, Poesía Lírica, Historia, Medicina, Matemáticas, Ciencias Naturales... Su método fue inmediatamente copiado y su influencia llega hasta la Edad Media, donde puede rastrearse en la obra Al-Fhrist, o Índice del árabe Ibn Al-Nadim (siglo X). Este nos ha llegado intacto.


La creación de la Biblioteca de Alejandría se realizó paulatinamente y la conformaban varios edificios –recordemos, los libros que debía haber en el Mouseion, la colección principal en los aledaños del Palacio Real y el anexo situado en el interior del Serapeum-. 


Del mismo modo, la destrucción de la colección no fue, ni mucho menos, en un solo acto, de golpe, se realizó de tal manera que no nos equivocamos demasiado si hablamos de “destrucciones” con sus sucesivas “reconstrucciones” hasta la desaparición total.


biblioteca alejandria 2

Destrucción y quema de la Biblioteca de Alejandría

En el año 48 a.C. César, persiguiendo a Pompeyo en plena Guerra Civil Romana, llega hasta Alejandría. Allí se entera de la muerte de éste y de la disputa, que acabaría en confrontación, entre el joven Ptolomeo XIII y su hermana Cleopatra. César toma parte por la princesa y se dispone a hacer frente al ejército de Ptolomeo. 


Tal como nos cuenta el propio César, al verse acorraladas sus tropas, decide incendiar las naves del egipcio amarradas en el puerto y poder, así, ocupar la isla de Faros con lo que el ejército romano se hacía con la importante entrada a la ciudad por mar. La estrategia se culminó con éxito para las tropas  de César y éste coloca en el trono a la última reina de Egipto, Cleopatra VII.

1.- Primer incendio de la Biblioteca de Alejandría: La colección real

El mismo César nos cuenta lo que pasó. Él solo nos dice que incendió las naves y no se detiene en más detalles. Nadie se atrevió a corregir o ampliar su relato. Tenemos que esperar al reinado de Nerón para enterarnos de lo que verdaderamente pasó. El poeta Lucano, condenado a muerte por el Emperador en el 65 d.C, nos cuenta que 

“partiendo de los barcos, el incendio se extendió a otras partes de la ciudad... Los edificios próximos al mar; el viento atizó el desastre; las llamas corrían por los tejados a velocidad de un meteoro” 

La misma información nos da Séneca  (también sentenciado a muerte por Nerón como Lucano) y Plutarco que, al escribir la biografía de César en el siglo I d. C, nos relata:

 “Cuando el enemigo trató de separarlo de su flota, César se vio obligado a repeler el peligro recurriendo al fuego que se extendió desde los astilleros y destruyó la Gran Biblioteca.”


Por los testimonios conservados y por el hecho constatado de que Marco Antonio regaló  a Cleopatra los 200.000 volúmenes incautados a la Biblioteca de Pérgamo para resarcirla por la pérdida de la Biblioteca Real, con toda seguridad el edificio principal junto al Palacio ardió completamente en el 48 a.C.


Aún así, durante la época Imperial, el Mouseion continuó gozando de protección y el anexo situado en el Serapeum permaneció intacto –puesto que estaba en otro barrio alejado del puerto y, suponemos, del fuego- y es aquí donde probablemente se depositarían los libros procedentes de Pérgamo. Que la Biblioteca del Serapeum siguió creciendo da fe la continuación del trabajo intelectual que se desarrolló durante la época de ocupación romana. Se siguieron copiando y comprando libros aunque, seguramente, no con la misma liberalidad de la época de los Ptolomeos.


El edificio del Serapeum, llamado por los historiadores “La Acrópolis de Alejandría” era un lugar seguro y además un templo inviolable con lo que los libros debieron estar a salvo y a disposición de los estudiosos durante muchos siglos.

2.- Segunda destrucción de la Biblioteca de Alejandría con la quema de libros

Los problemas para la Biblioteca, ya situada definitivamente en el Serapeum, comenzaron en el reinado del emperador cristiano Teodosio (379-395 d.C). En el año 391, siendo obispo de Alejandría el intransigente (más bien fanático) Teófilo, el emperador promulga un decreto por el que se autorizaba  la demolición de todos los templos paganos de Alejandría. El objetivo inicial de Teófilo fue el templo de Dionisio. La importante población pagana que aún existía en la ciudad, asustada y aterrada, se refugió en el recinto que creían más seguro: el Serapeum, donde se encontraba la Biblioteca.


Teófilo en persona condujo a su ejército hasta el Serapeum donde leyó el edicto y, en nombre del emperador, él mismo se encargó de destruir, de poner el primer martillazo, en la estatua del dios Serapis. Lo demás lo hizo la multitud. 


Los relatos que se escribieron posteriormente a los hechos y que han sido hurtados a la destrucción del tiempo nos cuentan que no quedó ni una sola piedra en su sitio. Así, debemos suponer que tampoco quedó ni un solo libro. Esto es lo que cuentan los pocos papeles que han llegado hasta nosotros, pero las excavaciones arqueológicas han descubierto los huecos excavados en los muros –que hacían las veces de estanterías- donde se guardaban los libros.


Relatos apócrifos tardíos hablan de un bibliotecario amante de los libros, del último bibliotecario del Serapeum que, ante la creciente violencia y destrucción del cristianismo fanático, y previendo y adelantándose a los acontecimientos, pudo sacar parte de los libros del templo y esconderlos en un lugar seguro antes de que llegaran los bárbaros conducidos por Teófilo. Si esto es así, el emplazamiento escogido debió ser muy secreto porque las excavaciones no han revelado nada que apoye esta tesis, aunque aún queda por descubrir, a decir verdad, la mayor parte del antiguo emplazamiento griego de Alejandría.

3.- Destrucción del Mouseion con el asesinato de Hipatia

Recapitulando tenemos que la Gran Biblioteca ardió en el 48 a.C. y que el anexo construido en el Serapeum funcionó como biblioteca, a la que se fue añadiendo ejemplares, hasta el 391, pero ¿y el Mouseion? ¿Qué sucedió con él? Desgraciadamente corrió la misma suerte que el Serapeum, aunque siguió funcionando hasta el año 415, año del asesinato de Hipatia.

4.- Cuarta quema de la Biblioteca de Alejandría en el siglo VII

Aún así y todo, en el siglo V se asentó en Alejandría un nuevo movimiento, en parte cómplice de la destrucción del legado de los Ptolomeos, con un carácter totalmente distinto: la Escuela Catequística de Alejandría, al parecer fundada por el propio Evangelista San Marcos y que se vanagloriaba de tener entre sus maestros a Orígenes o Clemente. Esta escuela debió producir, aunque en un número infinitamente menor, algunos libros imprescindibles para la enseñanza del Nuevo Testamento y el culto. 


Y estos ejemplares debieron ser los que quemaron las tropas del general árabe Amr cuando entraron en Alejandría en el 642 y a estos debe referirse la famosa frase del califa Omar que sentenció el destino de lo poco que quedaba en Alejandría: 

“A propósito de los libros que mencionas, si lo que allí se encuentra escrito es conforme al libro de Dios, no son necesarios; y si son contrarios, son inútiles. Así pues, destrúyelos.” 

Parece que no quedó ni una sola línea escrita y con el humo de la última página incendiada, comienza la caída en picado de esta urbe prodigiosa hasta volver a ser la aldea de pescadores que fue antes de Alejandro, la aldea miserable que se encontró Napoleón cuando entró con sus tropas en ella.

Recapitulando esta larga historia de la Biblioteca de Alejandría

Ptolomeo I Soter no solo trasladó la capital de Egipto a Alejandría sino que hizo construir el Palacio Real –al que se anexionaba la Biblioteca- o el Mouseion, entre otras obras, sino que fue él mismo, instado por Demetrio de Falero el que inició la colección de libros.


Alejandría siguió manteniendo su poder en la época romana, tras la caída y muerte de Cleopatra y fue una plaza fundamental tanto en el terreno comercial como en el cultural durante todo el Imperio. Desde el año 30 de nuestra era, con Octavio, Alejandría se convirtió en una especie de puerto franco, con moneda propia, donde se depositaba y se distribuía toda la rica cosecha de grano de los fértiles valles del Nilo.


La decadencia de la ciudad y destrucción de lo que quedaba de la gran Biblioteca comienza  en el siglo IV, cuando se destruyeron todos los templos paganos, se cometieron asesinatos de filósofos y estudiosos  y cuando creció en la ciudad la semilla del fanatismo, origen de casi todos las crisis culturales que se han dado en la historia de nuestro planeta.


Conquistada por los árabes musulmanes en el siglo VII y con un tibio renacer económico durante la Edad Media, cuando las tropas de Napoleón entraron en lo que fue la ciudad más cosmopolita de la Antigüedad (hecho acaecido el 2 de julio de 1798) solo contaba con 7.000 almas que sobrevivían en chozas y nada quedaba de la grandiosidad del pasado. 


Hoy, entre los altos rascacielos y la moderna biblioteca–más digital que física- inaugurada en 2002 y construida, como la antigua, junto al mar, se está realizando un plan de excavaciones sistemático en el emplazamiento de la ciudad helenística que está comenzando a dar sus frutos.


Una ciudad grandiosa, dirigida por una dinastía con ambiciones y exquisitamente instruida era la que albergaba la mayor biblioteca de la Antigüedad, quizá la mayor hasta que comenzaron a formarse en el siglo XVIII las colecciones nacionales (basadas en los fondos reales) en los distintos países de la Europa ilustrada.


Bibliografía mínima en español

  • Castro Leal, Leticia de y Juan Ros García: La Biblioteca de Alejandría: pasado, presente y futuro. Tesis Doctoral. 2007.
  • Molinos, Luis: Los libros de Alejandría. Amazon Digital Services, Inc.
  • Paul, André: La Biblia y Occidente (De la Biblioteca de Alejandría a la cultura Europea). Estella, Editorial Verbo Divino, 2008.
  • Riaño Alonso, Juan José: Poetas, Filósofos, Gramáticos y Bibliotecarios: Origen y Naturaleza de La Antigua Biblioteca de Alejandría. Gijón, Trea, 2011.
  • Vizcaíno Macero, Candela: “La Antigua Biblioteca de Alejandría” en Hibris. Revista de bibliofilia. Alcoy. 2004, nº3, págs. 20-30 ISSN 1577-3787. 

 

Por Candela Vizcaíno

Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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De todas las bibliotecas de la Antigüedad y del Medievo, la de Alejandría es, quizás, la que suscita más pasión por lo que supuso en el mundo de la cultura y las ciencias y por el volumen de libros de todas las ramas del saber hasta entonces conocidas que se guardaba en ella. La Antigua Biblioteca de Alejandría fue, en conjunto, una auténtica revolución para la época.

Importancia de la Biblioteca de Alejandría

Mientras existió fue punto de encuentro de eruditos y poetas, matemáticos e inventores, astrónomos y filósofos, médicos y filólogos del mundo conocido. Era el destino de todo aquel que quisiera profundizar en cualquier faceta del saber y, sin embargo, de sus magníficos edificios (porque más adelante diremos que tenemos que hablar de varias bibliotecas) apenas quedan unos sótanos húmedos –descubiertos en la década de los cincuenta del pasado siglo- y lo que parecen los restos de un aula.


De su inmenso patrimonio bibliográfico apenas quedan recortes diseminados aquí y allá, pequeños fragmentos guardados en mezquitas, museos y otras bibliotecas que hay que ir pacientemente recomponiendo como un gigantesco rompecabezas si queremos adentrarnos en lo que fue la gran Biblioteca de Alejandría,  faro del saber durante más de siete siglos.

El número de libros disponibles en la Antigüedad era relativamente pequeño para los parámetros que manejamos en la actualidad y una colección de la envergadura de la Biblioteca de Alejandría, que en poco más de cincuenta años después de su inauguración necesita un anexo para poder seguir creciendo, solo se explica por una implicación personal y directa de los reyes de Egipto.


La Carta de Aristeo, del siglo II a. C. nos da una idea de la pasión bibliófila de los Ptolomeos. Nos cuenta que: 

Demetrio de Falero... recibió sumas importantes para la adquisición, en la medida de lo posible, de todos los libros existentes en el mundo. Mediante compras y transcripciones, logró cumplir la voluntad real hasta el límite de sus posibilidades. Yo estaba presente cuando se le preguntó:

“¿Cuántas decenas de miles de volúmenes hay? Respondió: “Más de veinte, majestad, pero voy a realizar todas las diligencias necesarias para llegar a los quinientos mil”. 

Los libros de la Biblioteca de Alejandría

En la época de mayor esplendor, con todos sus edificios a pleno rendimiento, se llegó a contabilizar un 1.000.000 de volúmenes, cantidad nunca reunida hasta entonces en una misma colección, cantidad que tardaría siglos en ser superada de nuevo en otra biblioteca.
Pero para comprender cómo pudo erigirse un espacio de esa envergadura, tanto física como espiritual, en el mundo antiguo y entender cuáles fueron los resortes que la mantuvieron durante tanto tiempo, tenemos que hacer mención primero a la ciudad que la albergó.


Además de las compras, otra forma de conseguir libros consistía en el denominado “fondos de los barcos”. Todo navío que atracara en el puerto de Alejandría era registrado minuciosamente por funcionarios especializados y cualquier escrito que se encontrara era inmediatamente llevado a las dependencias de la Biblioteca donde un comité de expertos decidía si se devolvía el ejemplar a su dueño –porque ya existiera una copia-, si se mandaba a copiar o si se quedaba en poder de la Biblioteca. En este último caso, su propietario era debidamente indemnizado.


Otros medios eran menos escrupulosos que el anterior y nos da una idea de la pasión bibliófila de los Ptolomeos que, como cualquier otro bibliófilo más mundano y con menos posibles, deseaban poseer el ejemplar más raro, el único; en este caso, puesto que todos los libros eran copias únicas manuscritas, aquel salido directamente de la pluma de su autor. 


Un texto antiguo nos cuenta que las obras autógrafas de Esquilo, Sofocles y Eurípedes se custodiaban celosamente en Atenas como tesoros nacionales que eran y no podían ser retirados de su emplazamiento original. No sabemos las argucias de las que se valió Ptolomeo II para llevarse estos rollos a la Biblioteca de Alejandría a cambio del depósito de una fianza consistente en quince talentos de plata, una suma bastante elevada para la época. 


El trato era que se copiarían y luego serían restituidos al pueblo griego, pero lo que el rey egipcio mandó a Atenas fueron las copias renunciando a las cantidades entregadas en depósito. Al fin y al cabo, que es el dinero para un bibliófilo cuando se compara con el placer experimentado al conseguir el ejemplar deseado.


Sabemos que tanto la Antigua Biblioteca de Alejandría como el Mouseion asociada a ella fue fundada por Ptolomeo I Soter –que había sido instruido por el mismísimo Aristóteles- hacia el año 295 a.C. con la ayuda y el aliento de Demetrio de Falero quien sería el encargado de iniciar la colección.

Alejandría, la ciudad de Alejandro Magno

Una sociedad rica y cosmopolita que mantiene una comunidad de estudiosos con la mayor colección de libros hasta entonces reunida a su plena disposición (hablamos de la Antigua Biblioteca de Alejandría) tenía todos los condicionantes para hacer florecer las ciencias y las artes hasta cotas inimaginables, lo que, de hecho, sucedió.


Algunas circunstancias explican este desarrollo. Por un lado, nunca hasta entonces se había reunido el saber del Próximo Oriente (recordemos que Alejandro había alcanzado las tierras de la India) y la Grecia clásica. Más importante aún estriba en la actitud crítica de los sabios alejandrinos. Al contrario de lo que sucedería más tarde, ningún escrito era admitido sin haberse sometido a un riguroso análisis aunque la autoridad del escritor estuviera fuera de toda duda. Cada línea, cada párrafo, cada idea era estudiada, sometida a análisis, argumentada, experimentada... Otra explicación para este auge, para este desarrollo sin par, hay que buscarla en la especificación, en la especialización a la que se sometieron los estudiosos alejandrinos. Mientras anteriormente se intentaba hacer preguntas globales, se buscaban respuestas al todo, los sabios de Alejandría se concentraron en pequeñas parcelas del saber reconociendo, ya entonces, la imposibilidad humana para explicar el cosmos.


Una de las ciencias que más progresó fue la medicina en parte porque la disección de cadáveres estaba permitida en Egipto y, además, paralelamente se investigó y avanzó en el estudio de las drogas y los venenos. Un médico que se hubiera formado en Alejandría tenía la clientela asegurada en cualquier punto del Mediterráneo en el que se dispusiera a ejercer, tal era la calidad y reputación de dichos estudios.


Los nuevos y largos viajes por mar propiciaron un desarrollo de la cartografía y de los métodos de medición así como el perfeccionamiento de instrumentos de navegación. Se avanzó en el conocimiento del sonido y de la luz y se desentrañaron algunos secretos de la óptica. Se resucitó la geometría, afinándose el cálculo de longitudes, áreas y volúmenes. En matemáticas, se perfeccionaron teorías y se inventaron los números irracionales. La astronomía, por ejemplo, después de los estudios alejandrinos, tuvo que esperar al siglo XVII y XVIII para seguir avanzando en su conocimiento.


Si bien en literatura se quedó en la brillantez de los clásicos de la literatura griega, en Alejandría surgió una nueva disciplina: los estudios lingüísticos. Debido a la gran cantidad de libros y al hecho de que de las obras clásicas había varias versiones, los filólogos de entonces se afanaron en fijar el texto definitivo de los grandes poetas de la Grecia Clásica. El intento por demostrar su  versión o su interpretación de una frase, un fragmento, un caso –en algunas ocasiones- llegó a convertirse, en más de una vez, en una agria disputa, cuando no en una confrontación abierta con otros colegas.


Aunque él apenas llegó a ver los planos de la ciudad, Alejandría fue fundada por Alejandro Magno (356-323 a.C) junto al Mar Mediterráneo en el emplazamiento de lo que antes fuera una simple aldea de pescadores pobres conocida como Rhakotis. 


Del gran Alejandro tomó su nombre y fue la ciudad escogida para albergar la tumba del conquistador. Situada frente a la isla de Faros a la que fue unida por una lengua de tierra sobre la que se construyó una calzada, la ciudad fue meticulosamente diseñada por el arquitecto Dimocrates siguiendo un esquema cuadricular de largas y amplias avenidas y anchas calles embellecidas con hermosos bulevares en los que crecían árboles de diversas especies.


Para encontrarnos un urbanismo con esa planificación y raciocinio tendremos que esperar a la construcción de las megas-ciudades norteamericanas (Nueva York o Chicago, por ejemplo) o la ampliación de algunas de la vieja Europa (tal es el caso de  Barcelona) a finales del siglo XIX y principios del XX.

Cómo era la antigua Alejandría 


Era una de las ciudades más grandiosas del mundo antiguo y competía con la mismísima Roma. Lo que primero vislumbraba el viajero cuando se iba acercando a sus costas era el enorme faro de más de 120 m de altura (y cuya belleza le valió ser incluido entre las siete maravillas de la Antigüedad) situado en la isla del mismo nombre y cuya llama, permanentemente encendida, guiaba a los barcos hacia el puerto. El Faro de Alejandría debió entrar en funcionamiento hacia el 280 a.C. y se derrumbó en 1340 a consecuencia de un terremoto. A ambos lados de la lengua de tierra que unía la isla con Alejandría se encontraba el puerto; un puerto desde donde zarpaban y arribaban mercancías de toda índole y origen; desde donde se traficaba con artículos de lujo o se comercializaba con materias primas.


Alejandría era una urbe cosmopolita y, en su momento de esplendor, un bullir humano de cerca de un millón de almas donde se mezclaba el rico mercader con el soldado, el esclavo con el estudiante aristocrático, el científico con el poeta... Un texto de un viajante del siglo I d. C. nos da una idea de la frenética actividad comercial y, por tanto, del emporio económico que era Alejandría. Se trata de una Guía del Mar Rojo que nos da la siguiente relación de productos que se encontraban a disposición en la ciudad:

 “...telas, algodón, pieles, muselina, seda, bronce, cobre, estaño, hierro, oro, plata, hachas, azuelas, vidrio, marfil, conchas de tortuga, cuernos de rinoceronte, vino, aceite de oliva, aceite de sésamo, arroz, mantequilla, miel, trigo, mirra, incienso, canela, perfumes y papiro”. 


Es bien poco si lo comparamos con nuestra sociedad capitalista, pero ya sabemos todos que en aquella época la gran mayoría de las comunidades se construían sobre una frágil economía de subsistencia.


Al morir Alejandro se repartió su Imperio entre sus generales que, muy pronto, comenzaron a rivalizar entre sí para constituirse no solo en centro del poder político sino también de cultura. Así, los Ptolomeos en Egipto, los Seleúcidas en Siria – más concretamente, Antioquía- y los Atálidas en Pérgamo se afanaron tanto por construir magníficos edificios públicos o suntuosos palacios como por atesorar conocimientos o arte y rodearse de una cohorte de poetas, músicos o científicos que diera fe de ese poderío personal y de casta.

Fundación de la Biblioteca de Alejandría


Aunque algunas familias romanas, como el caso de los Escipiones, disponían de importantes bibliotecas privadas, nunca hasta la creación de la de Alejandría se había pretendido crear un espacio abierto a los estudiosos y que abarcara todo el saber conocido. La intención, que además se consiguió era tener, al menos,  una copia de todos los libros escritos hasta entonces al mismo tiempo que se ponían por escrito todo aquello que se sabía o que se investigaba.

1- La Gran Biblioteca Real

Aunque el  Mouseion debió tener una colección de libros bastante importante, el grueso de la colección se encontraba en un edificio aparte, en la Gran Biblioteca Real, situada en el mismo recinto palaciego y muy cerca del Mouseion, dominando el puerto. La Gran Biblioteca Real fue el germen de la colección y, también, la primera en desaparecer.


Muy pronto la cantidad de libros guardados fue tal que el edificio concebido para albergarlos se quedó pequeño y así en el reinado de Ptolomeo III  Evergetes (246-221 a.C.) la Biblioteca ya contaba con un anexo situado en un lugar distante, en un barrio elegante de nueva construcción en el sur de la ciudad. Dicho anexo será incorporado al Serapeum recién construido; al templo consagrado al dios egipcio Serapis.


A la cabeza de la Biblioteca se encontraba un bibliotecario designado por el Rey, un puesto de inmenso prestigio porque, a la vez, ejercía de preceptor real con todo lo que esto implica.

2.- Mouseión, templo a las Musas dentro de la Biblioteca de Alejandría

El Mouseión –literalmente el templo de las nueve Musas; es decir, el espacio consagrado a las divinidades inspiradoras de las artes y las ciencias- estuvo desde un principio vinculado a la Biblioteca Real. Aunque desconocemos si durante la época de los Ptolomeos el Mouseion impartió algún tipo de enseñanza regular, fue concebido al estilo de la Academia de Platón y el Liceo de Aristóteles y que el aprendizaje maestro-discípulo/s era lo frecuente y cotidiano, aunque no nos ha llegado la manera en el que éste se realizaba. En la época romana actuó a la manera de las modernas universidades.


Un pequeño fragmento de Estrabón, copiado en la época medieval, nos da detalles de la arquitectura y organización del Mouseion. Reza lo siguiente: 

“Forma parte del palacio real, tiene un pórtico (peripatos), una galería (exedra) y un amplio edificio que alberga el refectorio donde los miembros del Mouseion comen juntos. En esta comunidad, incluso el dinero es común, también designado por los reyes, y en la actualidad por Augusto”.


Lo que nos llama la atención es que el Mouseion tenía un carácter eminentemente sagrado con un sacerdote a la cabeza designado primero por los reyes egipcios y, luego, por el emperador romano.


Debido a la liberalidad con la que eran tratados los miembros del Mouseion y la plena disposición de tantos y tantos libros, atrajo a sabios de todo el mundo conocido, las mejores cabezas de entonces tomaban el camino hacia Alejandría, el mejor sitio para poder comenzar, continuar o terminar sus estudios en las condiciones más propicias. 

Parecer ser que estos eruditos residían en el mismo recinto o en buenas casas alquiladas en la ciudad y que tenían la alimentación asegurada, amén de una cantidad en efectivo como retribución por sus estudios y, para terminar, estaban exentos de pagar impuestos. Era, en definitiva, vida cómoda,  seguridad financiera, la mayor biblioteca del mundo a disposición del erudito; era el sueño de cualquier estudioso en todo lugar y época (hoy día un sueño casi inalcanzable).


De todos modos, para pertenecer al Mouseion y poder disfrutar de todas estas ventajas se necesitaba la aprobación real y, en cualquier momento, podía llegar el cese; hecho éste que, según el decir de algunos historiadores, explica que, a pesar del avance en medicina, matemáticas, astronomía, mecánica o filología, por ejemplo, la existencia de la biblioteca con sus sabios no influyó para nada en la sociedad del momento y, que mucho menos se inmiscuyó en la política que se iba practicando.


En la época imperial romana el Mouseion siguió poblado de investigadores y sabios tan imprescindibles para la historia de la ciencia como el médico Galeno, el astrónomo y geógrafo Claudio Ptolomeo o el inventor de aparatos mecánicos Herón. Lo que sí decayó fue el estudio literario  a la par que Alejandría se colocaba a la vanguardia del pensamiento, hecho que se ha querido ver como uno de los causantes de su destino; es decir, de su destrucción.


Los Ptolomeos tenían el propósito de reunir en la Antigua Biblioteca de Alejandría, al menos, un ejemplar de todos los libros escritos en cualquier idioma. En algunos casos, como las obras de Homero, se tenían varias versiones que hicieron las delicias de las disputas filológicas. Las obras que no estaban escritas en griego se mandaban traducir y de estas traducciones salieron algunas de relevancia casi mítica.

3. - Calímaco  y la catalogación de la Biblioteca de Alejandría

Para la reconstrucción de la idiosincrasia de esta institución solo disponemos de retazos, de hilachas rescatadas del tiempo; de pequeños fragmentos insertos en los textos medievales, de trozos hurtados a la destrucción. Sabemos de las compras, de los estudios, de las traducciones, de las obras que probablemente dormían en sus estantes pero nada sabemos del método de consulta, de la organización de los préstamos –si los había- y muy poco de la organización de tan amplio material.


La catalogación de los fondos de la Biblioteca fue encargada a Calímaco que en los, aproximadamente, 120 libros (de los que no se han conservado ni un solo fragmento) que debía constar su obra  titulada Pinakes reseñó cada uno de los ejemplares del fondo ordenados alfabéticamente por autor, título y una pequeña descripción y/o semblaza. 


El método esencial de clasificación era por género y sabemos con seguridad, por otros textos, que estableció los siguientes: Retórica, Derecho, Poesía Épica, Tragedia, Comedia, Poesía Lírica, Historia, Medicina, Matemáticas, Ciencias Naturales... Su método fue inmediatamente copiado y su influencia llega hasta la Edad Media, donde puede rastrearse en la obra Al-Fhrist, o Índice del árabe Ibn Al-Nadim (siglo X). Este nos ha llegado intacto.


La creación de la Biblioteca de Alejandría se realizó paulatinamente y la conformaban varios edificios –recordemos, los libros que debía haber en el Mouseion, la colección principal en los aledaños del Palacio Real y el anexo situado en el interior del Serapeum-. 


Del mismo modo, la destrucción de la colección no fue, ni mucho menos, en un solo acto, de golpe, se realizó de tal manera que no nos equivocamos demasiado si hablamos de “destrucciones” con sus sucesivas “reconstrucciones” hasta la desaparición total.


biblioteca alejandria 2

Destrucción y quema de la Biblioteca de Alejandría

En el año 48 a.C. César, persiguiendo a Pompeyo en plena Guerra Civil Romana, llega hasta Alejandría. Allí se entera de la muerte de éste y de la disputa, que acabaría en confrontación, entre el joven Ptolomeo XIII y su hermana Cleopatra. César toma parte por la princesa y se dispone a hacer frente al ejército de Ptolomeo. 


Tal como nos cuenta el propio César, al verse acorraladas sus tropas, decide incendiar las naves del egipcio amarradas en el puerto y poder, así, ocupar la isla de Faros con lo que el ejército romano se hacía con la importante entrada a la ciudad por mar. La estrategia se culminó con éxito para las tropas  de César y éste coloca en el trono a la última reina de Egipto, Cleopatra VII.

1.- Primer incendio de la Biblioteca de Alejandría: La colección real

El mismo César nos cuenta lo que pasó. Él solo nos dice que incendió las naves y no se detiene en más detalles. Nadie se atrevió a corregir o ampliar su relato. Tenemos que esperar al reinado de Nerón para enterarnos de lo que verdaderamente pasó. El poeta Lucano, condenado a muerte por el Emperador en el 65 d.C, nos cuenta que 

“partiendo de los barcos, el incendio se extendió a otras partes de la ciudad... Los edificios próximos al mar; el viento atizó el desastre; las llamas corrían por los tejados a velocidad de un meteoro” 

La misma información nos da Séneca  (también sentenciado a muerte por Nerón como Lucano) y Plutarco que, al escribir la biografía de César en el siglo I d. C, nos relata:

 “Cuando el enemigo trató de separarlo de su flota, César se vio obligado a repeler el peligro recurriendo al fuego que se extendió desde los astilleros y destruyó la Gran Biblioteca.”


Por los testimonios conservados y por el hecho constatado de que Marco Antonio regaló  a Cleopatra los 200.000 volúmenes incautados a la Biblioteca de Pérgamo para resarcirla por la pérdida de la Biblioteca Real, con toda seguridad el edificio principal junto al Palacio ardió completamente en el 48 a.C.


Aún así, durante la época Imperial, el Mouseion continuó gozando de protección y el anexo situado en el Serapeum permaneció intacto –puesto que estaba en otro barrio alejado del puerto y, suponemos, del fuego- y es aquí donde probablemente se depositarían los libros procedentes de Pérgamo. Que la Biblioteca del Serapeum siguió creciendo da fe la continuación del trabajo intelectual que se desarrolló durante la época de ocupación romana. Se siguieron copiando y comprando libros aunque, seguramente, no con la misma liberalidad de la época de los Ptolomeos.


El edificio del Serapeum, llamado por los historiadores “La Acrópolis de Alejandría” era un lugar seguro y además un templo inviolable con lo que los libros debieron estar a salvo y a disposición de los estudiosos durante muchos siglos.

2.- Segunda destrucción de la Biblioteca de Alejandría con la quema de libros

Los problemas para la Biblioteca, ya situada definitivamente en el Serapeum, comenzaron en el reinado del emperador cristiano Teodosio (379-395 d.C). En el año 391, siendo obispo de Alejandría el intransigente (más bien fanático) Teófilo, el emperador promulga un decreto por el que se autorizaba  la demolición de todos los templos paganos de Alejandría. El objetivo inicial de Teófilo fue el templo de Dionisio. La importante población pagana que aún existía en la ciudad, asustada y aterrada, se refugió en el recinto que creían más seguro: el Serapeum, donde se encontraba la Biblioteca.


Teófilo en persona condujo a su ejército hasta el Serapeum donde leyó el edicto y, en nombre del emperador, él mismo se encargó de destruir, de poner el primer martillazo, en la estatua del dios Serapis. Lo demás lo hizo la multitud. 


Los relatos que se escribieron posteriormente a los hechos y que han sido hurtados a la destrucción del tiempo nos cuentan que no quedó ni una sola piedra en su sitio. Así, debemos suponer que tampoco quedó ni un solo libro. Esto es lo que cuentan los pocos papeles que han llegado hasta nosotros, pero las excavaciones arqueológicas han descubierto los huecos excavados en los muros –que hacían las veces de estanterías- donde se guardaban los libros.


Relatos apócrifos tardíos hablan de un bibliotecario amante de los libros, del último bibliotecario del Serapeum que, ante la creciente violencia y destrucción del cristianismo fanático, y previendo y adelantándose a los acontecimientos, pudo sacar parte de los libros del templo y esconderlos en un lugar seguro antes de que llegaran los bárbaros conducidos por Teófilo. Si esto es así, el emplazamiento escogido debió ser muy secreto porque las excavaciones no han revelado nada que apoye esta tesis, aunque aún queda por descubrir, a decir verdad, la mayor parte del antiguo emplazamiento griego de Alejandría.

3.- Destrucción del Mouseion con el asesinato de Hipatia

Recapitulando tenemos que la Gran Biblioteca ardió en el 48 a.C. y que el anexo construido en el Serapeum funcionó como biblioteca, a la que se fue añadiendo ejemplares, hasta el 391, pero ¿y el Mouseion? ¿Qué sucedió con él? Desgraciadamente corrió la misma suerte que el Serapeum, aunque siguió funcionando hasta el año 415, año del asesinato de Hipatia.

4.- Cuarta quema de la Biblioteca de Alejandría en el siglo VII

Aún así y todo, en el siglo V se asentó en Alejandría un nuevo movimiento, en parte cómplice de la destrucción del legado de los Ptolomeos, con un carácter totalmente distinto: la Escuela Catequística de Alejandría, al parecer fundada por el propio Evangelista San Marcos y que se vanagloriaba de tener entre sus maestros a Orígenes o Clemente. Esta escuela debió producir, aunque en un número infinitamente menor, algunos libros imprescindibles para la enseñanza del Nuevo Testamento y el culto. 


Y estos ejemplares debieron ser los que quemaron las tropas del general árabe Amr cuando entraron en Alejandría en el 642 y a estos debe referirse la famosa frase del califa Omar que sentenció el destino de lo poco que quedaba en Alejandría: 

“A propósito de los libros que mencionas, si lo que allí se encuentra escrito es conforme al libro de Dios, no son necesarios; y si son contrarios, son inútiles. Así pues, destrúyelos.” 

Parece que no quedó ni una sola línea escrita y con el humo de la última página incendiada, comienza la caída en picado de esta urbe prodigiosa hasta volver a ser la aldea de pescadores que fue antes de Alejandro, la aldea miserable que se encontró Napoleón cuando entró con sus tropas en ella.

Recapitulando esta larga historia de la Biblioteca de Alejandría

Ptolomeo I Soter no solo trasladó la capital de Egipto a Alejandría sino que hizo construir el Palacio Real –al que se anexionaba la Biblioteca- o el Mouseion, entre otras obras, sino que fue él mismo, instado por Demetrio de Falero el que inició la colección de libros.


Alejandría siguió manteniendo su poder en la época romana, tras la caída y muerte de Cleopatra y fue una plaza fundamental tanto en el terreno comercial como en el cultural durante todo el Imperio. Desde el año 30 de nuestra era, con Octavio, Alejandría se convirtió en una especie de puerto franco, con moneda propia, donde se depositaba y se distribuía toda la rica cosecha de grano de los fértiles valles del Nilo.


La decadencia de la ciudad y destrucción de lo que quedaba de la gran Biblioteca comienza  en el siglo IV, cuando se destruyeron todos los templos paganos, se cometieron asesinatos de filósofos y estudiosos  y cuando creció en la ciudad la semilla del fanatismo, origen de casi todos las crisis culturales que se han dado en la historia de nuestro planeta.


Conquistada por los árabes musulmanes en el siglo VII y con un tibio renacer económico durante la Edad Media, cuando las tropas de Napoleón entraron en lo que fue la ciudad más cosmopolita de la Antigüedad (hecho acaecido el 2 de julio de 1798) solo contaba con 7.000 almas que sobrevivían en chozas y nada quedaba de la grandiosidad del pasado. 


Hoy, entre los altos rascacielos y la moderna biblioteca–más digital que física- inaugurada en 2002 y construida, como la antigua, junto al mar, se está realizando un plan de excavaciones sistemático en el emplazamiento de la ciudad helenística que está comenzando a dar sus frutos.


Una ciudad grandiosa, dirigida por una dinastía con ambiciones y exquisitamente instruida era la que albergaba la mayor biblioteca de la Antigüedad, quizá la mayor hasta que comenzaron a formarse en el siglo XVIII las colecciones nacionales (basadas en los fondos reales) en los distintos países de la Europa ilustrada.


Bibliografía mínima en español

  • Castro Leal, Leticia de y Juan Ros García: La Biblioteca de Alejandría: pasado, presente y futuro. Tesis Doctoral. 2007.
  • Molinos, Luis: Los libros de Alejandría. Amazon Digital Services, Inc.
  • Paul, André: La Biblia y Occidente (De la Biblioteca de Alejandría a la cultura Europea). Estella, Editorial Verbo Divino, 2008.
  • Riaño Alonso, Juan José: Poetas, Filósofos, Gramáticos y Bibliotecarios: Origen y Naturaleza de La Antigua Biblioteca de Alejandría. Gijón, Trea, 2011.
  • Vizcaíno Macero, Candela: “La Antigua Biblioteca de Alejandría” en Hibris. Revista de bibliofilia. Alcoy. 2004, nº3, págs. 20-30 ISSN 1577-3787. 

 

Por Candela Vizcaíno

Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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