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Aunque en el encuentro inaugural del grupo, celebrado el 17 de diciembre de 1927 en el Ateneo de Sevilla, no se encontraba presente Luis Cernuda (1902-1963), es uno de los poetas de la Generación del 27 más importantes. Como todos los allí reunidos, sus primeros versos estaban empapados con los temas, ritmos y cadencias de la llamada poesía pura, abanderada por Juan Ramón Jiménez, que se regodeaba con la vivencia de la torre de marfil. Sin embargo, la historia había hecho otros planes en forma de represión, rebelión, fracaso de las ideas republicanas, asesinatos, persecuciones, la cainita guerra civil y, posteriormente, el exilio y los espantosos horrores de Segunda Guerra Mundial. Todo ello generó un vuelco de tal calibre que las iniciales características de la Generación del 27 se volvieron como un calcetín. Así, a raíz de las circunstancias, se mira con otros ojos la poesía realista y sencilla, como la de Antonio Machado. Y se retoma con más fervor aún los clásicos. Los poemas de Luis Cernuda no fueron ajenos a esta transformación.  

Tras la Guerra Civil Española, el escritor emprende el camino del exilio que le lleva a una vida errante casi, dando clases en Inglaterra, Estados Unidos y, por último, recala en México. Allí muere y está enterrado. Esta vida nómada, de solitario sin familia y buscando constantemente el amor, provoca un cambio radical en su poesía. Sus versos se vuelven sencillos, sentidos y, a veces, con un punto de amargura que llega incluso a bordear el resentimiento. Eso no quita para que en ellos encontremos verdades puras, descripciones acertadas de una forma de vida que era ajena al poeta, a un alma que buscaba la belleza tanto en los cuerpos de los muchachos en la playa como en la música de Mozart sin olvidar las mieles de la palabra. De este cariz es, por ejemplo, “Díptico español” que reproduzco y que se encuentra en el inmortal libro Desolación de la Quimera.  

Su poesía entregada, única, honesta, directa, con una cadencia clásica y un verso pulido en extremo ha ejercido una poderosa influencia en los poetas que llegaron después. Se cumple así la profecía deseada que el poeta dejó por escrito en “A un poeta futuro”:  

[…]

Cuando en días venideros, libre el hombre
Del mundo primitivo a que hemos vuelto
De tiniebla y de horror, lleve el destino
Tu mano hacia el volumen donde yazcan
Olvidados mis versos, y lo abras,
Yo sé que sentirás mi voz llegarte,
No de la letra vieja, mas del fondo
Vivo en tu entraña, con un afán sin nombre
Que tú dominarás. Escúchame y comprende.
En sus limbos mi alma quizá recuerde algo,
Y entonces en ti mismo mis sueños y deseos
Tendrán razón al fin, y habré vivido. 

 

A LARRA CON UNAS VIOLETAS de Las Nubes

 

[1837-1937]

 

Aún se queja su alma vagamente, 

El oscuro vacío de su vida. 

Mas no pudo pesar sobre esa sombra

Algunas violetas, 

Y es grato así dejarlas, 

Frescas entre la niebla,

Con la alegría de una menuda cosa pura

Que rescatara aquel dolor antiguo. 

 

Quien habla ya a los muertos,

Mudo le hallan los que viven. 

Y en este otro silencio, donde el miedo impera, 

Recoger esas flores una a una

Breve consuelo ha sido entre los días

Cuya huella sangrienta llevan las espaldas

Por el odio cargadas con una piedra inútil. 

 

Si la muerte apacigua

Tu boca amarga de Dios insatisfecha, 

Acepta un don tan leve, sombra sentimental, 

En esa paz que bajo tierra te esperaba, 

Brotando en hierba, viento y luz silvestres, 

El fiel y último encanto de estar solo. 

 

Curado de la vida, por una vez sonríe, 

Pálido rostro de pasión y de hastío. 

Mira las calles viejas por donde fuiste errante, 

El farol azulado que te guiara, carne yerta, 

Al regresar del baile o del sucio periódico, 

Y las fuentes de mármol entre palmas: 

Aguas y hojas, bálsamo del triste. 

 

La tierra ha sido medida por los hombres, 

Con sus casas estrechas y matrimonios sórdidos, 

Su venenosa opinión pública y sus revoluciones

Más crueles e injustas que las leyes, 

Como inmenso bostezo demoníaco; 

No hay sitio en ella para el hombre solo, 

Hijo desnudo y deslumbrante del divino pensamiento. 

 

Y nuestra gran madrastra, mírala hoy deshecha, 

Miserable y aún bella entre las tumbas grises

De los que como tú, nacidos en su estepa, 

Vieron mientras vivían morirse la esperanza, 

Y gritaron entonces, sumidos por las tinieblas, 

A hermanos irrisorios que jamás escucharon. 

 

Escribir en España no es llorar, es morir, 

Porque muere la inspiración envuelta en humo, 

Cuando no va su llama libre en pos del aire. 

Así, cuando el amor, el tierno monstruo rubio, 

Volvió contra ti mismo tantas ternuras vanas, 

Tu mano abrió de un tiro, roja y vasta, la muerte. 

 

Libre y tranquilo quedaste un fin un día, 

Aunque tu voz sin ti abrió un dejo indeleble.

Es breve la palabra como el canto de un pájaro,

Mas un claro jirón puede prenderse en ella

De embriaguez, pasión, belleza fugitivas, 

Y subir, ángel vigía que atestigua del hombre,

Allá hasta la región celeste e impasible. 

 

SI EL HOMBRE PUDIERA DECIR de Los placeres prohibidos

 

Si el hombre pudiera decir lo que ama, 

Si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo 

Como una nube en la luz; 

Si como muros que se derrumban, 

Para saludar la verdad erguida en medio, 

Pudiera derrumbar su cuerpo, dejando solo la verdad de su amor, 

La verdad de sí mismo, 

Que no se llama gloria, fortuna o ambición, 

Sino amor o deseo, 

Yo sería aquel que imaginaba; 

Aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos

Proclama ante los hombres la verdad ignorada, 

La verdad de su amor verdadero. 

 

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien

Cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío; 

Alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina, 

Por quien el día y la noche son para mí lo que quiera, 

Y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu

Como leños perdidos que el mar anega o levanta

Libremente, con la libertad del amor, 

La única libertad que me exalta, 

La única liberta por que muero. 

 

Tú justificas mi existencia: 

Si no te conozco, no he vivido; 

Sin muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido. 

 

DÍPTICO ESPAÑOL de Desolación de la Quimera

 

  1. Es lástima que fuera mi tierra

 

Cuando allá dicen unos

Que mis versos nacieron

De la separación y la nostalgia

Por la que fue mi tierra,

¿Sólo la más remota oyen entre mis voces?

Hablan en el poeta voces varias: 

Escuchemos su coro concertado, 

Adonde la creída dominante

Es tan sólo una voz entre las otras. 

 

Lo que el espíritu del hombre

Ganó para el espíritu del hombre

A través de los siglos, 

Es patrimonio nuestro y es herencia

De los hombres futuros.

Al tolerar que nos lo nieguen

Y secuestren, el hombre entonces baja, 

¿Y cuánto?, en esa escala dura 

Que desde el animal llega hasta el hombre.

 

Así ocurre en tu tierra, la tierra de los muertos, 

Adonde ahora todo nace muerto, 

Vive muerto y muere muerto; 

Pertinaz pesadilla: procesión ponderosa

Con restaurados restos y reliquias, 

A la que dan escolta hábitos y uniformes, 

En medio del silencio: todos mudos,

Desolados del desorden endémico

Que el temor, sin domarlo, así doblega. 

 

La vida siempre obtiene

Revancha contra quienes la negaron: 

La historia de mi tierra fue actuada

Por enemigos enconados de la vida. 

El daño no es de ayer, ni tampoco de ahora, 

Sino de siempre. Por eso es hoy

La existencia española, llegada al paroxismo,

Estúpida y cruel como la fiesta de los toros. 

 

Un pueblo sin razón, adoctrinado desde antiguo

En creer que la razón de soberbia adolece

Y ante el cual se grite impune: 

Muera la inteligencia, predestinado estaba

A acabar adorando las cadenas

Y que ese culto obsceno le trajese

Adonde hoy le vemos: en cadenas, 

Sin alegría, libertad ni pensamiento. 

 

Si yo soy español, lo soy

A la manera de aquellos que no pueden

Ser otra cosa: y entre todas las cargas

Que, al nacer yo, el destino pusiera

Sobre mí, ha sido ésa la más dura.

No he cambiado de tierra,

Porque no es posible a quien su lengua une,

Hasta la muerte, al menester de poesía. 

 

La poesía habla en nosotros

La misma lengua con que hablaron antes,

Y mucho antes de nacer nosotros, 

Las gentes en que hallara raíz nuestra existencia;

No es el poeta sólo quien ahí habla,

Sino las bocas mudas de los suyos

A quienes él da voz y les libera. 

 

¿Puede cambiarse eso? Poeta alguno

Su tradición escoge, ni su tierra, 

Ni tampoco su lengua; él las sirve, 

Fielmente si es posible. 

Mas la fidelidad más alta

Es para su conciencia; y yo a ésa sirvo

Pues, sirviéndola, así a la poesía

Al mismo tiempo sirvo. 

Soy español sin ganas

Que vive como puede bien lejos de su tierra

Sin pesar ni nostalgia. He aprendido

El oficio de hombre duramente, 

Por eso en él puse mi fe. Tanto que prefiero

No volver a una tierra cuya fe, si una tiene, dejó de ser la mía, 

Cuyas maneras rara vez me fueron propias,

Cuyo recuerdo tan hostil se me ha vuelto

Y de la cual ausencia y tiempo me extrañaron. 

 

No hablo para quienes una burla del destino

Compatriotas míos hiciera, sino que hablo a solas

(Quien habla a solas espera hablar a Dios un día)

O para aquellos pocos que me escuchen

Con bien dispuesto entendimiento.

Aquellos que como yo respeten

El albedrío libre humano

Disponiendo la vida que hoy es nuestra,

Diciendo el pensamiento al que alimenta nuestra vida. 

 

¿Qué herencia sino ésa recibimos?

¿Qué herencia sino ésa dejaremos?

 

A SUS PAISANOS de Desolación de la Quimera

 

No me queréis, lo sé, y que os molesta

Cuanto escribo. ¿Os molesta?¿Os ofende. 

¿Culpa mía tal vez o es de vosotros?

Porque no es la persona y su leyenda

Lo que ahí, allegados a mí, atrás o envuelve. 

 

Mozo, bien mozo era, cuando no había brotado 

Lengua alguna, caísteis sobre un libro

Primerizo lo mismo que su autor: yo, mi primer libro. 

Algo os ofende, porque sí, en el hombre y su tarea. 

 

¿Mi leyenda dije? Tristes cuentos

Inventados de mí por cuatro amigos

(¿Amigos?), que jamás quisisteis

Ni ocasión buscasteis de ver si acomodaban 

A la persona misma así traspuesta. 

Mas vuestra mala fe los ha aceptado. 

Hecha está ya la leyenda, y vosotros, de mí desconocidos, 

Respecto al ser que encubre mintiendo doblemente, 

Sin otro escrúpulo, a vuestra vez la propaláis. 

 

Contra vosotros y esa vuestra ignorancia voluntaria, 

Vivo aún, sé y puedo, si así quiero, defenderme. 

Pero aguardáis al día cuando ya no me encuentre

Aquí. Y entonces la ignorancia, 

La indiferencia y el olvido, vuestras armas

De siempre, sobre mí caerán,  como la piedra, 

Cubriéndome por fin, lo mismo que cubristeis 

A otros que, superiores a mí, esa ignorancia vuestra

Precipitó en la nada, como al gran Aldana. 

 

De ahí mi paradoja, por lo demás involuntaria, 

Pues la imponéis vosotros: en nuestra lengua escribo,

Criado estuve en ella y, por eso, es la mía, 

A mi pesar quizá, bien fatalmente. Pero con mis expresas excepciones, 

A vuestros escritores de hoy ya no los leo. 

De ahí la paradoja: soy, sin tierra y sin gente, 

Escritor bien extraño; sujeto quedo aún más que otros

Al viento del olvido que, cuando sopla, mata. 

 

Si vuestra lengua es la materia

Que empleé en mi escribir y, si por eso, 

Habréis de ser vosotros los testigos

De mi existencia y su trabajo, 

En hora mala fuera vuestra lengua

La mía, la que hablo, la que escribo. 

Así podréis, con tiempo, como venís haciendo, 

A mi persona y mi trabajo echar afuera

De la memoria, en vuestro corazón y vuestra mente. 

 

Grande es mi vanidad, diréis,

Creyendo a mi trabajo digno de la atención ajena

Y acusándoos de no querer la vuestra darle. 

Ahí tendréis razón. Mas el trabajo humano 

Con amor hecho, merece la atención de los otros, 

Y poetas de ahí tácitos lo dicen 

Enviando sus versos a través del tiempo y la distancia

Hasta mí, atención demandando. 

¿Quise de mí dejar memoria? Perdón por ello pido. 

 

Mas no todos igual trato me dais, 

Que amigos tengo aún entre vosotros, 

Doblemente queridos por esa desusada

Simpatía y atención entre la indiferencia,

Y gracias quiero darles ahora, cuando amargo

Me vuelvo y os acuso. Grande el número 

No es, mas basta para sentirse acompañado

A la distancia en el camino. A ellos

Vaya así mi afecto agradecido. 

 

Acaso encuentre aquí reproche nuevo: 

Que ya no hablo con aquella ternura

Confiada, apacible de otros días. 

Es verdad, y os lo debo, tanto como 

A la edad, al tiempo, a la experiencia. 

A vosotros y a ellos os debo el cambio. Si queréis 

Que ame todavía, devolvedme 

Al tiempo del amor. ¿Os es posible? 

Imposible como aplacar ese fantasma que de mí evocasteis. 

 

 

Selección (muy) personal de Candela Vizcaíno

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Aunque en el encuentro inaugural del grupo, celebrado el 17 de diciembre de 1927 en el Ateneo de Sevilla, no se encontraba presente Luis Cernuda (1902-1963), es uno de los poetas de la Generación del 27 más importantes. Como todos los allí reunidos, sus primeros versos estaban empapados con los temas, ritmos y cadencias de la llamada poesía pura, abanderada por Juan Ramón Jiménez, que se regodeaba con la vivencia de la torre de marfil. Sin embargo, la historia había hecho otros planes en forma de represión, rebelión, fracaso de las ideas republicanas, asesinatos, persecuciones, la cainita guerra civil y, posteriormente, el exilio y los espantosos horrores de Segunda Guerra Mundial. Todo ello generó un vuelco de tal calibre que las iniciales características de la Generación del 27 se volvieron como un calcetín. Así, a raíz de las circunstancias, se mira con otros ojos la poesía realista y sencilla, como la de Antonio Machado. Y se retoma con más fervor aún los clásicos. Los poemas de Luis Cernuda no fueron ajenos a esta transformación.  

Tras la Guerra Civil Española, el escritor emprende el camino del exilio que le lleva a una vida errante casi, dando clases en Inglaterra, Estados Unidos y, por último, recala en México. Allí muere y está enterrado. Esta vida nómada, de solitario sin familia y buscando constantemente el amor, provoca un cambio radical en su poesía. Sus versos se vuelven sencillos, sentidos y, a veces, con un punto de amargura que llega incluso a bordear el resentimiento. Eso no quita para que en ellos encontremos verdades puras, descripciones acertadas de una forma de vida que era ajena al poeta, a un alma que buscaba la belleza tanto en los cuerpos de los muchachos en la playa como en la música de Mozart sin olvidar las mieles de la palabra. De este cariz es, por ejemplo, “Díptico español” que reproduzco y que se encuentra en el inmortal libro Desolación de la Quimera.  

Su poesía entregada, única, honesta, directa, con una cadencia clásica y un verso pulido en extremo ha ejercido una poderosa influencia en los poetas que llegaron después. Se cumple así la profecía deseada que el poeta dejó por escrito en “A un poeta futuro”:  

[…]

Cuando en días venideros, libre el hombre
Del mundo primitivo a que hemos vuelto
De tiniebla y de horror, lleve el destino
Tu mano hacia el volumen donde yazcan
Olvidados mis versos, y lo abras,
Yo sé que sentirás mi voz llegarte,
No de la letra vieja, mas del fondo
Vivo en tu entraña, con un afán sin nombre
Que tú dominarás. Escúchame y comprende.
En sus limbos mi alma quizá recuerde algo,
Y entonces en ti mismo mis sueños y deseos
Tendrán razón al fin, y habré vivido. 

 

A LARRA CON UNAS VIOLETAS de Las Nubes

 

[1837-1937]

 

Aún se queja su alma vagamente, 

El oscuro vacío de su vida. 

Mas no pudo pesar sobre esa sombra

Algunas violetas, 

Y es grato así dejarlas, 

Frescas entre la niebla,

Con la alegría de una menuda cosa pura

Que rescatara aquel dolor antiguo. 

 

Quien habla ya a los muertos,

Mudo le hallan los que viven. 

Y en este otro silencio, donde el miedo impera, 

Recoger esas flores una a una

Breve consuelo ha sido entre los días

Cuya huella sangrienta llevan las espaldas

Por el odio cargadas con una piedra inútil. 

 

Si la muerte apacigua

Tu boca amarga de Dios insatisfecha, 

Acepta un don tan leve, sombra sentimental, 

En esa paz que bajo tierra te esperaba, 

Brotando en hierba, viento y luz silvestres, 

El fiel y último encanto de estar solo. 

 

Curado de la vida, por una vez sonríe, 

Pálido rostro de pasión y de hastío. 

Mira las calles viejas por donde fuiste errante, 

El farol azulado que te guiara, carne yerta, 

Al regresar del baile o del sucio periódico, 

Y las fuentes de mármol entre palmas: 

Aguas y hojas, bálsamo del triste. 

 

La tierra ha sido medida por los hombres, 

Con sus casas estrechas y matrimonios sórdidos, 

Su venenosa opinión pública y sus revoluciones

Más crueles e injustas que las leyes, 

Como inmenso bostezo demoníaco; 

No hay sitio en ella para el hombre solo, 

Hijo desnudo y deslumbrante del divino pensamiento. 

 

Y nuestra gran madrastra, mírala hoy deshecha, 

Miserable y aún bella entre las tumbas grises

De los que como tú, nacidos en su estepa, 

Vieron mientras vivían morirse la esperanza, 

Y gritaron entonces, sumidos por las tinieblas, 

A hermanos irrisorios que jamás escucharon. 

 

Escribir en España no es llorar, es morir, 

Porque muere la inspiración envuelta en humo, 

Cuando no va su llama libre en pos del aire. 

Así, cuando el amor, el tierno monstruo rubio, 

Volvió contra ti mismo tantas ternuras vanas, 

Tu mano abrió de un tiro, roja y vasta, la muerte. 

 

Libre y tranquilo quedaste un fin un día, 

Aunque tu voz sin ti abrió un dejo indeleble.

Es breve la palabra como el canto de un pájaro,

Mas un claro jirón puede prenderse en ella

De embriaguez, pasión, belleza fugitivas, 

Y subir, ángel vigía que atestigua del hombre,

Allá hasta la región celeste e impasible. 

 

SI EL HOMBRE PUDIERA DECIR de Los placeres prohibidos

 

Si el hombre pudiera decir lo que ama, 

Si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo 

Como una nube en la luz; 

Si como muros que se derrumban, 

Para saludar la verdad erguida en medio, 

Pudiera derrumbar su cuerpo, dejando solo la verdad de su amor, 

La verdad de sí mismo, 

Que no se llama gloria, fortuna o ambición, 

Sino amor o deseo, 

Yo sería aquel que imaginaba; 

Aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos

Proclama ante los hombres la verdad ignorada, 

La verdad de su amor verdadero. 

 

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien

Cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío; 

Alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina, 

Por quien el día y la noche son para mí lo que quiera, 

Y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu

Como leños perdidos que el mar anega o levanta

Libremente, con la libertad del amor, 

La única libertad que me exalta, 

La única liberta por que muero. 

 

Tú justificas mi existencia: 

Si no te conozco, no he vivido; 

Sin muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido. 

 

DÍPTICO ESPAÑOL de Desolación de la Quimera

 

  1. Es lástima que fuera mi tierra

 

Cuando allá dicen unos

Que mis versos nacieron

De la separación y la nostalgia

Por la que fue mi tierra,

¿Sólo la más remota oyen entre mis voces?

Hablan en el poeta voces varias: 

Escuchemos su coro concertado, 

Adonde la creída dominante

Es tan sólo una voz entre las otras. 

 

Lo que el espíritu del hombre

Ganó para el espíritu del hombre

A través de los siglos, 

Es patrimonio nuestro y es herencia

De los hombres futuros.

Al tolerar que nos lo nieguen

Y secuestren, el hombre entonces baja, 

¿Y cuánto?, en esa escala dura 

Que desde el animal llega hasta el hombre.

 

Así ocurre en tu tierra, la tierra de los muertos, 

Adonde ahora todo nace muerto, 

Vive muerto y muere muerto; 

Pertinaz pesadilla: procesión ponderosa

Con restaurados restos y reliquias, 

A la que dan escolta hábitos y uniformes, 

En medio del silencio: todos mudos,

Desolados del desorden endémico

Que el temor, sin domarlo, así doblega. 

 

La vida siempre obtiene

Revancha contra quienes la negaron: 

La historia de mi tierra fue actuada

Por enemigos enconados de la vida. 

El daño no es de ayer, ni tampoco de ahora, 

Sino de siempre. Por eso es hoy

La existencia española, llegada al paroxismo,

Estúpida y cruel como la fiesta de los toros. 

 

Un pueblo sin razón, adoctrinado desde antiguo

En creer que la razón de soberbia adolece

Y ante el cual se grite impune: 

Muera la inteligencia, predestinado estaba

A acabar adorando las cadenas

Y que ese culto obsceno le trajese

Adonde hoy le vemos: en cadenas, 

Sin alegría, libertad ni pensamiento. 

 

Si yo soy español, lo soy

A la manera de aquellos que no pueden

Ser otra cosa: y entre todas las cargas

Que, al nacer yo, el destino pusiera

Sobre mí, ha sido ésa la más dura.

No he cambiado de tierra,

Porque no es posible a quien su lengua une,

Hasta la muerte, al menester de poesía. 

 

La poesía habla en nosotros

La misma lengua con que hablaron antes,

Y mucho antes de nacer nosotros, 

Las gentes en que hallara raíz nuestra existencia;

No es el poeta sólo quien ahí habla,

Sino las bocas mudas de los suyos

A quienes él da voz y les libera. 

 

¿Puede cambiarse eso? Poeta alguno

Su tradición escoge, ni su tierra, 

Ni tampoco su lengua; él las sirve, 

Fielmente si es posible. 

Mas la fidelidad más alta

Es para su conciencia; y yo a ésa sirvo

Pues, sirviéndola, así a la poesía

Al mismo tiempo sirvo. 

Soy español sin ganas

Que vive como puede bien lejos de su tierra

Sin pesar ni nostalgia. He aprendido

El oficio de hombre duramente, 

Por eso en él puse mi fe. Tanto que prefiero

No volver a una tierra cuya fe, si una tiene, dejó de ser la mía, 

Cuyas maneras rara vez me fueron propias,

Cuyo recuerdo tan hostil se me ha vuelto

Y de la cual ausencia y tiempo me extrañaron. 

 

No hablo para quienes una burla del destino

Compatriotas míos hiciera, sino que hablo a solas

(Quien habla a solas espera hablar a Dios un día)

O para aquellos pocos que me escuchen

Con bien dispuesto entendimiento.

Aquellos que como yo respeten

El albedrío libre humano

Disponiendo la vida que hoy es nuestra,

Diciendo el pensamiento al que alimenta nuestra vida. 

 

¿Qué herencia sino ésa recibimos?

¿Qué herencia sino ésa dejaremos?

 

A SUS PAISANOS de Desolación de la Quimera

 

No me queréis, lo sé, y que os molesta

Cuanto escribo. ¿Os molesta?¿Os ofende. 

¿Culpa mía tal vez o es de vosotros?

Porque no es la persona y su leyenda

Lo que ahí, allegados a mí, atrás o envuelve. 

 

Mozo, bien mozo era, cuando no había brotado 

Lengua alguna, caísteis sobre un libro

Primerizo lo mismo que su autor: yo, mi primer libro. 

Algo os ofende, porque sí, en el hombre y su tarea. 

 

¿Mi leyenda dije? Tristes cuentos

Inventados de mí por cuatro amigos

(¿Amigos?), que jamás quisisteis

Ni ocasión buscasteis de ver si acomodaban 

A la persona misma así traspuesta. 

Mas vuestra mala fe los ha aceptado. 

Hecha está ya la leyenda, y vosotros, de mí desconocidos, 

Respecto al ser que encubre mintiendo doblemente, 

Sin otro escrúpulo, a vuestra vez la propaláis. 

 

Contra vosotros y esa vuestra ignorancia voluntaria, 

Vivo aún, sé y puedo, si así quiero, defenderme. 

Pero aguardáis al día cuando ya no me encuentre

Aquí. Y entonces la ignorancia, 

La indiferencia y el olvido, vuestras armas

De siempre, sobre mí caerán,  como la piedra, 

Cubriéndome por fin, lo mismo que cubristeis 

A otros que, superiores a mí, esa ignorancia vuestra

Precipitó en la nada, como al gran Aldana. 

 

De ahí mi paradoja, por lo demás involuntaria, 

Pues la imponéis vosotros: en nuestra lengua escribo,

Criado estuve en ella y, por eso, es la mía, 

A mi pesar quizá, bien fatalmente. Pero con mis expresas excepciones, 

A vuestros escritores de hoy ya no los leo. 

De ahí la paradoja: soy, sin tierra y sin gente, 

Escritor bien extraño; sujeto quedo aún más que otros

Al viento del olvido que, cuando sopla, mata. 

 

Si vuestra lengua es la materia

Que empleé en mi escribir y, si por eso, 

Habréis de ser vosotros los testigos

De mi existencia y su trabajo, 

En hora mala fuera vuestra lengua

La mía, la que hablo, la que escribo. 

Así podréis, con tiempo, como venís haciendo, 

A mi persona y mi trabajo echar afuera

De la memoria, en vuestro corazón y vuestra mente. 

 

Grande es mi vanidad, diréis,

Creyendo a mi trabajo digno de la atención ajena

Y acusándoos de no querer la vuestra darle. 

Ahí tendréis razón. Mas el trabajo humano 

Con amor hecho, merece la atención de los otros, 

Y poetas de ahí tácitos lo dicen 

Enviando sus versos a través del tiempo y la distancia

Hasta mí, atención demandando. 

¿Quise de mí dejar memoria? Perdón por ello pido. 

 

Mas no todos igual trato me dais, 

Que amigos tengo aún entre vosotros, 

Doblemente queridos por esa desusada

Simpatía y atención entre la indiferencia,

Y gracias quiero darles ahora, cuando amargo

Me vuelvo y os acuso. Grande el número 

No es, mas basta para sentirse acompañado

A la distancia en el camino. A ellos

Vaya así mi afecto agradecido. 

 

Acaso encuentre aquí reproche nuevo: 

Que ya no hablo con aquella ternura

Confiada, apacible de otros días. 

Es verdad, y os lo debo, tanto como 

A la edad, al tiempo, a la experiencia. 

A vosotros y a ellos os debo el cambio. Si queréis 

Que ame todavía, devolvedme 

Al tiempo del amor. ¿Os es posible? 

Imposible como aplacar ese fantasma que de mí evocasteis. 

 

 

Selección (muy) personal de Candela Vizcaíno

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El homenaje al poeta cordobés Luis de Gongora, con motivo de la celebración del tercer aniversario de su muerte, reunió a buena parte de los poetas de la Generación del 27. Eso fue el 17 de diciembre de 1927 en el Ateneo de Sevilla. Allí estaban Federico García Lorca, Pedro Salinas y Dámaso Alonso. Allí, en concordancia con los manifiestos de las vanguardias imperantes, realizaron su particular declaración de intenciones. En un primer momento, todos y cada uno de estos creadores (unidos por lazos de amistad y de una gran formación académica) se adhieren a los fundamentos de la poesía pura. Y toman como maestro a Juan Ramón Jiménez. Crean y publican unos versos depurados en extremo, siguiendo la tradición literaria española (desde los cancioneros hasta Garcilaso de la Vega) que tan bien conocían. A la par, defienden, el atrincheramiento en la delicada torre de marfil. 

Sin embargo, conforme va avanzando la década de los treinta, los hechos históricos (el fracaso de la república, revoluciones, represiones, asesinatos, la guerra civil, el exilio, los conflictos mundiales…) van haciendo mella en el ánimo de todos ellos. Así, las características de la Generación del 27 dan un vuelco para abrazar el realismo e, incluso, el compromiso social. En este orden de cosas, de considerar a Juan Ramón Jiménez como maestro indiscutible se pasa a admirar la poesía sencilla de Antonio Machado, que fallece al terminar la Guerra Civil Española intentando alcanzar la paz en tierras francesas. Lo que llegó después fue una auténtica diáspora, cuando no la muerte (recordemos nada más el asesinato de Federico García Lorca por ser el más conocido). Con estos mimbres tan terribles, desde el punto de vista histórico y personal, cada uno de los autores de la Generación del 27 evolucionó de diferente manera. Sin embargo, en todos ellos se trasparenta el dolor por la pérdida, la separación o el exilio (en este aspecto es trágico casi el caso de Luis Cernuda). A la par, se abrazan los moldes clásicos de la mejor literatura española.

 Poetas de la Generacion del 27

Los cinco poetas de la Generación del 27 más importantes  

1.- Federico García Lorca, el más conocido escritor de la Generación del 27

Es el más conocido y el de mayor trascendencia en la cultura popular. Nace en Fuente Vaqueros en 1898. En la Universidad de Granada estudia Derecho y Filosofía y Letras. En 1919 se traslada a Madrid, a la Institución Libre de Enseñanza compartiendo alojamiento en la Residencia de Estudiantes con Salvador Dalí y Luis Buñuel con quienes traba amistad y se empapa de las características del surrealismo. Sus primeros éxitos llegan por obras teatrales en las que recoge todo el dramatismo de la vida andaluza,  no sin antes dejar de manifiesto un punto de crítica social a las costumbres cerradas de su tiempo. De 1927 es Mariana Pineda basada en la vida y ajusticiamiento de la heroína liberal granadina. Posteriormente, llegarían Bodas de sangre (1933), basada en un hecho real y Yerma (1934). Su conocida e inmortal La casa de Bernarda Alba se estrenó tras su muerte.  Su gran cultura y brillantez intelectual se acrecentó con viajes por Estados Unidos (de esta experiencia surge Poeta en Nueva York publicado tras su asesinato), Cuba, Uruguay y Argentina donde llevó a escena (en Buenos Aires) algunos de sus títulos. Fue asesinado en agosto de 1936 en el Barranco de Viznar entrando no solo en el canon sino también en la leyenda de la literatura española.  

Algunos poemas de Federico García Lorca forman parte del acervo popular y han servido como hipotexto para artistas de todo tipo, especialmente para los vinculados al flamenco que tan bien conocía el escritor. Títulos imprescindibles son Romancero gitano de 1935, Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1935), Diván de Tamarit (1940) y Sonetos de amor oscuro de corte erótico y publicados en 1983, cuando la sociedad española era radicalmente distinta a la de su tiempo.  

2.- Luis Cernuda, el poeta de la Generación del 27 que cantó la soledad y el exilio  

Nace en Sevilla en 1902 en el seno de una familia militar, tradicional e inflexible. Muy pronto el ánimo quebradizo del poeta comienza a chocar con todas sus circunstancias personales y sociales. Estudia en la Universidad de Sevilla y tras la Guerra Civil mantiene una auténtica vida nómada enseñando en distintas instituciones y universidades de Inglaterra, Estados Unidos o México donde muere en 1963. La poesía de Luis Cernuda es la del desarraigo, la de la soledad la del exilio interior e, incluso, la de la acritud. Sin embargo, también es la del amor y la esperanza en la posibilidad de redención a través de la belleza. Imprescindibles son Los placeres prohibidos (1931), Donde habite el olvido (1934) y, especialmente, los últimos poemas de Desolación de la Quimera (1962). Es uno de los poetas de la Generación del 27 que mayor influencia ha ejercido en los creadores que llegaron después convirtiéndose en un auténtico referente y cumpliendo el deseo expresado en “A un poeta futuro”.  

[…] 

Cuando en días venideros, libre el hombre

Del mundo primitivo a que hemos vuelto

De tiniebla y de horror, lleve el destino

Tu mano hacia el volumen donde yazcan

Olvidados mis versos, y lo abras,

Yo sé que sentirás mi voz llegarte,

No de la letra vieja, mas del fondo

Vivo en tu entraña, con un afán sin nombre

Que tú dominarás. Escúchame y comprende. 

En sus limbos mi alma quizá recuerde algo. 

Y entonces en ti mismo mis sueños y deseos

Tendrán razón al fin, y habré vivido. 

 

3.- Pedro Salinas, el veterano 

De todos los poetas de la Generación del 27 es el mayor, el que ya había publicado cuando se realizó la reunión inaugural y el que había comenzado su carrera como profesor de literatura al más alto nivel. Nace en Madrid en 1891. Estudió Derecho y Filosofía y Letras. Desarrolló una impresionante carrera como investigador y enseñante tanto en España como en Estados Unidos donde se exilió tras la Guerra Civil. Murió en Boston en 1851. Imprescindibles son sus obras Seguro Azar (publicada en 1929), La voz a ti debida (1933) y Razón de amor (1936).  

4.- Dámaso Alonso, el académico de la generación del 27  

Ha entrado en el canon literario por su obra Hijos de la ira (1944) y por sus acertados estudios sobre lo mejor de la literatura española que da gusto leer siquiera sea por recorrer líneas brillantemente escritas. Nace y muere en Madrid (1898-1990). Se doctoró en Filosofía y Letras y está en la nómina de los más lúcidos miembros de la Academia de la Lengua y de la Historia. Recibió el premio Cervantes, el más alto galardón de las letras castellanas y tras la Guerra Civil pudo continuar su labor docente, académica y de investigación con altos honores, como estamos viendo. 

5.- Vicente Aleixandre, el Premio Nobel  

Pertenece a la mítica estirpe de los mejores poetas andaluces (Gustavo Adolfo Bécquer, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Antonio Machado…) Nace en Sevilla en 1898 y tras residir en Málaga recala en Madrid donde estudia, trabaja y fallece en 1984. Recibe el Nobel de Literatura en 1977 por sus obras y por su labor en la Academia de la Lengua Española. La lista de sus publicaciones es amplísima e imprescindibles son Espadas como labios (1932), Presencias (1965) y Poemas de la consumación (1968). 

Otros cinco poetas de la Generación del 27 a tener en cuenta 

6.- Rafael Alberti 

Vinculado al partido comunista durante toda su vida, llegó incluso a ocupar sillón en el primer parlamento democrático español tras la legalización del partido. Nace en el Puerto de Santa María (Cádiz) en 1902 donde también muere en 1999 tras una vida errante y de exilio. Se inicia en las artes con la pintura y el dibujo, actividad que no abandonó jamás. Su primer libro, Marinero en Tierra, ya estaba publicado (1924) cuando tuvo lugar la reunión inaugural de la Generación del 27. Sus ideas republicanas y comunistas están presentes en las revistas que fundó o participó como Octubre o El Mono Azul. Tras la Guerra Civil, recala primero en Buenos Aires, luego en la Unión Soviética y continúa su periplo por los países comunistas incluida China. Desde 1965 hasta 1977 vivió en Roma donde compuso Roma, peligro para caminantes (1968). Con la restauración de la democracia, regresó a España como parlamentario. De su vasta obra (acorde con su vida) destaco los siguientes títulos: Retorno de lo vivo lejano (1952), Copla de Juan Panadero (1949) y Entre el clavel y la espada (1941). 

7.- Gerardo Diego  

Como la gran mayoría de los poetas de la Generación del 27,  también estudió Filosofía y Letras, carrera que terminó con el grado de doctor. Nace en Santander en 1896 y con tan solo 24 años ocupa la cátedra de Lengua y Literatura en el Instituto de Soria. En 1927, coincidiendo con la creación del grupo, funda la revista Carmen. Fue uno de los que se quedaron tras la Guerra Civil recibiendo honores y cargos: académico de la lengua desde 1947 y Premio Cervantes en 1979. Muere en Madrid en 1987 con una larga lista de obras publicadas. Reseñamos Sonetos a Violante (1961), Versos humanos (1925) y Versos divinos (1971). 

8.- Jorge Guillén  

Otro de los doctores del grupo (desde 1924), nace en 1893 y es uno de los exiliados, aunque, al parecer, no fue perseguido. Recala en distintas universidades de Estados Unidos llegando, incluso, a ser lector en Harvard. Con la restauración de la democracia, volvió a España y es el primer escritor en recibir el Premio Cervantes en su primera edición (1977). Muere en Málaga en 1984. Imprescindibles son Cántico (1928) y Clamor en tres volúmenes (1957, 1960 y 1963).  

9.- Manuel Altolaguirre  

Nació en Málaga en 1905 y desde muy joven estuvo vinculado a la edición y a la impresión. Ambos, Litoral y la mítica Caballo Verde para la poesía llevan su sello. Tuvo una formación cosmopolita, ya que viajó a Francia, a Londres, a Cuba y a México (tras la guerra) sin abandonar nunca su tarea de impresor y de editor. También se interesó por el cine. Regresa a España en 1959 donde muere en un accidente de tráfico. De su obra propia hay que destacar Soledades juntas (1931) y Fin de un amor (1949). 

10.- Emilio Prados 

También malagueño, nace en 1899 y también muere en el exilio mexicano en 1962, como tantos otros poetas de la Generación del 27. Vinculado a la Residencia de Estudiantes y a la revista Litoral, estudió en Friburgo y durante toda su vida arrastró las secuelas de la tuberculosis. Con una obra extensa, hay que destacar La piedra escrita (1961), Jardín cerrado (1946) y Cancionero menor para los combatientes (1938).  

Poetas de la Generación del 27 secundarios 

Con una obra menos extensa y no tan brillante como la lista reseñada tenemos a José María Hinojosa (1904-1936) y  Fernando Villalón (1881-1930), ambos también incluidos dentro de la nómina de los poetas de la Generación del 27. Termino anotando que las denominadas Sinsombreros, la mujeres artistas contemporáneas a estos escritores y vinculadas (en parte) a la la Residencia de Señoritas dirigida por María de Maeztu no pertenecen a esta nómina. Si bien Rosa Chacel sí tuvo contactos con el grupo y su escritura puede, en parte, asimilarse, estas creadoras fueron por otros derroteros. No hace falta decir que, en todo caso, sufrieron un extra de dificultad a los horribles condicionantes históricos que he anotado a lo largo de estas líneas. Eso será tema para otro día. 

 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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El homenaje al poeta cordobés Luis de Gongora, con motivo de la celebración del tercer aniversario de su muerte, reunió a buena parte de los poetas de la Generación del 27. Eso fue el 17 de diciembre de 1927 en el Ateneo de Sevilla. Allí estaban Federico García Lorca, Pedro Salinas y Dámaso Alonso. Allí, en concordancia con los manifiestos de las vanguardias imperantes, realizaron su particular declaración de intenciones. En un primer momento, todos y cada uno de estos creadores (unidos por lazos de amistad y de una gran formación académica) se adhieren a los fundamentos de la poesía pura. Y toman como maestro a Juan Ramón Jiménez. Crean y publican unos versos depurados en extremo, siguiendo la tradición literaria española (desde los cancioneros hasta Garcilaso de la Vega) que tan bien conocían. A la par, defienden, el atrincheramiento en la delicada torre de marfil. 

Sin embargo, conforme va avanzando la década de los treinta, los hechos históricos (el fracaso de la república, revoluciones, represiones, asesinatos, la guerra civil, el exilio, los conflictos mundiales…) van haciendo mella en el ánimo de todos ellos. Así, las características de la Generación del 27 dan un vuelco para abrazar el realismo e, incluso, el compromiso social. En este orden de cosas, de considerar a Juan Ramón Jiménez como maestro indiscutible se pasa a admirar la poesía sencilla de Antonio Machado, que fallece al terminar la Guerra Civil Española intentando alcanzar la paz en tierras francesas. Lo que llegó después fue una auténtica diáspora, cuando no la muerte (recordemos nada más el asesinato de Federico García Lorca por ser el más conocido). Con estos mimbres tan terribles, desde el punto de vista histórico y personal, cada uno de los autores de la Generación del 27 evolucionó de diferente manera. Sin embargo, en todos ellos se trasparenta el dolor por la pérdida, la separación o el exilio (en este aspecto es trágico casi el caso de Luis Cernuda). A la par, se abrazan los moldes clásicos de la mejor literatura española.

 Poetas de la Generacion del 27

Los cinco poetas de la Generación del 27 más importantes  

1.- Federico García Lorca, el más conocido escritor de la Generación del 27

Es el más conocido y el de mayor trascendencia en la cultura popular. Nace en Fuente Vaqueros en 1898. En la Universidad de Granada estudia Derecho y Filosofía y Letras. En 1919 se traslada a Madrid, a la Institución Libre de Enseñanza compartiendo alojamiento en la Residencia de Estudiantes con Salvador Dalí y Luis Buñuel con quienes traba amistad y se empapa de las características del surrealismo. Sus primeros éxitos llegan por obras teatrales en las que recoge todo el dramatismo de la vida andaluza,  no sin antes dejar de manifiesto un punto de crítica social a las costumbres cerradas de su tiempo. De 1927 es Mariana Pineda basada en la vida y ajusticiamiento de la heroína liberal granadina. Posteriormente, llegarían Bodas de sangre (1933), basada en un hecho real y Yerma (1934). Su conocida e inmortal La casa de Bernarda Alba se estrenó tras su muerte.  Su gran cultura y brillantez intelectual se acrecentó con viajes por Estados Unidos (de esta experiencia surge Poeta en Nueva York publicado tras su asesinato), Cuba, Uruguay y Argentina donde llevó a escena (en Buenos Aires) algunos de sus títulos. Fue asesinado en agosto de 1936 en el Barranco de Viznar entrando no solo en el canon sino también en la leyenda de la literatura española.  

Algunos poemas de Federico García Lorca forman parte del acervo popular y han servido como hipotexto para artistas de todo tipo, especialmente para los vinculados al flamenco que tan bien conocía el escritor. Títulos imprescindibles son Romancero gitano de 1935, Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1935), Diván de Tamarit (1940) y Sonetos de amor oscuro de corte erótico y publicados en 1983, cuando la sociedad española era radicalmente distinta a la de su tiempo.  

2.- Luis Cernuda, el poeta de la Generación del 27 que cantó la soledad y el exilio  

Nace en Sevilla en 1902 en el seno de una familia militar, tradicional e inflexible. Muy pronto el ánimo quebradizo del poeta comienza a chocar con todas sus circunstancias personales y sociales. Estudia en la Universidad de Sevilla y tras la Guerra Civil mantiene una auténtica vida nómada enseñando en distintas instituciones y universidades de Inglaterra, Estados Unidos o México donde muere en 1963. La poesía de Luis Cernuda es la del desarraigo, la de la soledad la del exilio interior e, incluso, la de la acritud. Sin embargo, también es la del amor y la esperanza en la posibilidad de redención a través de la belleza. Imprescindibles son Los placeres prohibidos (1931), Donde habite el olvido (1934) y, especialmente, los últimos poemas de Desolación de la Quimera (1962). Es uno de los poetas de la Generación del 27 que mayor influencia ha ejercido en los creadores que llegaron después convirtiéndose en un auténtico referente y cumpliendo el deseo expresado en “A un poeta futuro”.  

[…] 

Cuando en días venideros, libre el hombre

Del mundo primitivo a que hemos vuelto

De tiniebla y de horror, lleve el destino

Tu mano hacia el volumen donde yazcan

Olvidados mis versos, y lo abras,

Yo sé que sentirás mi voz llegarte,

No de la letra vieja, mas del fondo

Vivo en tu entraña, con un afán sin nombre

Que tú dominarás. Escúchame y comprende. 

En sus limbos mi alma quizá recuerde algo. 

Y entonces en ti mismo mis sueños y deseos

Tendrán razón al fin, y habré vivido. 

 

3.- Pedro Salinas, el veterano 

De todos los poetas de la Generación del 27 es el mayor, el que ya había publicado cuando se realizó la reunión inaugural y el que había comenzado su carrera como profesor de literatura al más alto nivel. Nace en Madrid en 1891. Estudió Derecho y Filosofía y Letras. Desarrolló una impresionante carrera como investigador y enseñante tanto en España como en Estados Unidos donde se exilió tras la Guerra Civil. Murió en Boston en 1851. Imprescindibles son sus obras Seguro Azar (publicada en 1929), La voz a ti debida (1933) y Razón de amor (1936).  

4.- Dámaso Alonso, el académico de la generación del 27  

Ha entrado en el canon literario por su obra Hijos de la ira (1944) y por sus acertados estudios sobre lo mejor de la literatura española que da gusto leer siquiera sea por recorrer líneas brillantemente escritas. Nace y muere en Madrid (1898-1990). Se doctoró en Filosofía y Letras y está en la nómina de los más lúcidos miembros de la Academia de la Lengua y de la Historia. Recibió el premio Cervantes, el más alto galardón de las letras castellanas y tras la Guerra Civil pudo continuar su labor docente, académica y de investigación con altos honores, como estamos viendo. 

5.- Vicente Aleixandre, el Premio Nobel  

Pertenece a la mítica estirpe de los mejores poetas andaluces (Gustavo Adolfo Bécquer, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Luis Cernuda, Antonio Machado…) Nace en Sevilla en 1898 y tras residir en Málaga recala en Madrid donde estudia, trabaja y fallece en 1984. Recibe el Nobel de Literatura en 1977 por sus obras y por su labor en la Academia de la Lengua Española. La lista de sus publicaciones es amplísima e imprescindibles son Espadas como labios (1932), Presencias (1965) y Poemas de la consumación (1968). 

Otros cinco poetas de la Generación del 27 a tener en cuenta 

6.- Rafael Alberti 

Vinculado al partido comunista durante toda su vida, llegó incluso a ocupar sillón en el primer parlamento democrático español tras la legalización del partido. Nace en el Puerto de Santa María (Cádiz) en 1902 donde también muere en 1999 tras una vida errante y de exilio. Se inicia en las artes con la pintura y el dibujo, actividad que no abandonó jamás. Su primer libro, Marinero en Tierra, ya estaba publicado (1924) cuando tuvo lugar la reunión inaugural de la Generación del 27. Sus ideas republicanas y comunistas están presentes en las revistas que fundó o participó como Octubre o El Mono Azul. Tras la Guerra Civil, recala primero en Buenos Aires, luego en la Unión Soviética y continúa su periplo por los países comunistas incluida China. Desde 1965 hasta 1977 vivió en Roma donde compuso Roma, peligro para caminantes (1968). Con la restauración de la democracia, regresó a España como parlamentario. De su vasta obra (acorde con su vida) destaco los siguientes títulos: Retorno de lo vivo lejano (1952), Copla de Juan Panadero (1949) y Entre el clavel y la espada (1941). 

7.- Gerardo Diego  

Como la gran mayoría de los poetas de la Generación del 27,  también estudió Filosofía y Letras, carrera que terminó con el grado de doctor. Nace en Santander en 1896 y con tan solo 24 años ocupa la cátedra de Lengua y Literatura en el Instituto de Soria. En 1927, coincidiendo con la creación del grupo, funda la revista Carmen. Fue uno de los que se quedaron tras la Guerra Civil recibiendo honores y cargos: académico de la lengua desde 1947 y Premio Cervantes en 1979. Muere en Madrid en 1987 con una larga lista de obras publicadas. Reseñamos Sonetos a Violante (1961), Versos humanos (1925) y Versos divinos (1971). 

8.- Jorge Guillén  

Otro de los doctores del grupo (desde 1924), nace en 1893 y es uno de los exiliados, aunque, al parecer, no fue perseguido. Recala en distintas universidades de Estados Unidos llegando, incluso, a ser lector en Harvard. Con la restauración de la democracia, volvió a España y es el primer escritor en recibir el Premio Cervantes en su primera edición (1977). Muere en Málaga en 1984. Imprescindibles son Cántico (1928) y Clamor en tres volúmenes (1957, 1960 y 1963).  

9.- Manuel Altolaguirre  

Nació en Málaga en 1905 y desde muy joven estuvo vinculado a la edición y a la impresión. Ambos, Litoral y la mítica Caballo Verde para la poesía llevan su sello. Tuvo una formación cosmopolita, ya que viajó a Francia, a Londres, a Cuba y a México (tras la guerra) sin abandonar nunca su tarea de impresor y de editor. También se interesó por el cine. Regresa a España en 1959 donde muere en un accidente de tráfico. De su obra propia hay que destacar Soledades juntas (1931) y Fin de un amor (1949). 

10.- Emilio Prados 

También malagueño, nace en 1899 y también muere en el exilio mexicano en 1962, como tantos otros poetas de la Generación del 27. Vinculado a la Residencia de Estudiantes y a la revista Litoral, estudió en Friburgo y durante toda su vida arrastró las secuelas de la tuberculosis. Con una obra extensa, hay que destacar La piedra escrita (1961), Jardín cerrado (1946) y Cancionero menor para los combatientes (1938).  

Poetas de la Generación del 27 secundarios 

Con una obra menos extensa y no tan brillante como la lista reseñada tenemos a José María Hinojosa (1904-1936) y  Fernando Villalón (1881-1930), ambos también incluidos dentro de la nómina de los poetas de la Generación del 27. Termino anotando que las denominadas Sinsombreros, la mujeres artistas contemporáneas a estos escritores y vinculadas (en parte) a la la Residencia de Señoritas dirigida por María de Maeztu no pertenecen a esta nómina. Si bien Rosa Chacel sí tuvo contactos con el grupo y su escritura puede, en parte, asimilarse, estas creadoras fueron por otros derroteros. No hace falta decir que, en todo caso, sufrieron un extra de dificultad a los horribles condicionantes históricos que he anotado a lo largo de estas líneas. Eso será tema para otro día. 

 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Este puñado de versos que traemos hoy es solo eso: una muestra que nos dice de todas y cada una de las características de la Generación del 27. Este grupo de poetas españoles, reunidos en torno al homenaje del tercer centenario de la muerte de Luis de Góngora, querían en, un principio, la celebración de la poesía pura. Sin embargo, de los placeres de la torre marfil, conforme iba avanzando la década de los treinta (con sus fracasos políticos, la guerra civil en España, las muertes, los exilios de todo tipo…) evolucionan hacia una poesía que ensalza la cruda realidad. Por eso, la selección de estos poemas de la Generación del 27 son un canto a la soledad, a la pérdida o a la muerte en toda su crudeza… 

El ciprés de Silos de Gerardo Diego  

Enhiesto surtidor de sombra y sueño

que acongojas el cielo con tu lanza. 

Chorro que a las estrellas casi alcanza

devanado a sí mismo en loco empeño. 

 

Mástil de soledad, prodigio isleño; 

flecha de fe, saeta de esperanza.

Hoy llegó, a ti, riberas del Arlanza. 

peregrina al azar, mi alma sin dueño. 

 

Cuando te vi, señero, dulce, firme, 

qué ansiedades sentí de diluirme. 

y ascender como tú, vuelto en cristales, 

 

como tú, negra torre de arduos filos, 

ejemplo de delirios verticales, 

mudo ciprés en el fervor de Silos 

 

(de Versos humanos)

 

Selección de poemas de Federico García Lorca, uno de los más conocidos poetas de la Generación del 27  

Los poemas de Federico García Lorca nos sirven como el mejor ejemplo de las dos etapas de la Generación del 27. En ellos está presente siempre la muerte, la tradición andaluza y el purismo preciosista con el que se inició el grupo. Si bien, tras encontrar en algunos de ellos (especialmente en Poeta en Nueva York) ecos del surrealismo, su obra vira hacia el dramatismo de sus grandes obras de teatro. Según palabras del autor, el artista (en vista de los acontecimientos de la década de los treinta que desembocaría en su asesinato, en guerras y persecuciones) el artista debía dejar de lado las flores para “ayudar a los que buscan azucenas”.  

CANCIÓN DEL JINETE 

Córdoba.

Lejana y sola.

 

     Jaca negra, luna grande,

y aceitunas en mi alforja. 

Aunque sepa los caminos

yo nunca llegaré a Córdoba. 

 

      Por el llano, por el viento,

jaca negra, luna roja.

La muerte me está mirando

desde las torres de Córdoba.

 

     ¡Ay qué camino tan largo!

¡Ay mi jaca valerosa!

¡Ay que la muerte me espera,

antes de llegar a Córdoba! 

 

     Córdoba. 

Lejana y sola. 

 

(de Canciones)

 

MUERTE DE ANTOÑITO EL CAMBORIO 

A José Antonio Rubio Sacristán 

 

Voces de muerte sonaron

cerca del Guadalquivir.

Voces antiguas que cercan

voz de clavel varonil. 

Les clavó sobre las botas

mordiscos de jabalí. 

En la lucha daba saltos 

jabonados de delfín. 

Bañó con sangre enemiga

su corbata carmesí.

pero eran cuatro puñales 

y tuvo que sucumbir. 

Cuando las estrellas clavan

rejones al agua gris, 

cuando los erales sueñan

verónicas de alhelí, 

voces de muerte sonaron

cerca del Guadalquivir.  

               *

     Antonio Torres Heredia,

Camborio de dura crin, 

moreno de verde luna, 

voz de clavel varonil:

¿Quién te ha quitado la vida

cerca del Guadalquivir? 

Mis cuatro primos Heredias

hijos de Benamejí. 

Lo que en otros no envidiaban, 

ya lo envidiaban en mí. 

Zapatos color corinto. 

medallones de marfil,

y este cutis amasado

con aceituna y jazmín. 

¡Ay Antoñito el Camborio,

digno de una Emperatriz!

Acuérdate de la Virgen

Porque te vas a morir.

¡Ay Federico García,

llama a la Guardia Civil!

Ya mi talle se ha quebrado 

como una caña de maíz. 

               *

     Tres golpes de sangre tuvo

y se murió de perfil.

Viva moneda que nunca

se volverá a repetir. 

Un ángel marchoso pone

su cabeza en un cojín. 

Otros de rubor cansado,

encendieron un candil. 

Y cuando los cuatro primos

llegan a Benamejí, 

voces de muerte cesaron

cerca del Guadalquivir. 

(de Romancero gitano

 

EL POETA PIDE A SU AMOR QUE LE ESCRIBA

 

Amor de mis entrañas, viva muerte, 

en vano espero tu palabra escrita

y pienso, con la flor que se marchita, 

que si vivo sin mí quiero perderte. 

 

     El aire es inmortal. La piedra inerte

ni conoce la sombra ni la evita. 

Corazón interior no necesita

la miel helada que la luna vierte. 

 

Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,

tigre y paloma, sobre tu cintura

en duelo de mordiscos y azucenas

 

     Llena, pues, de palabras mi locura

o déjame vivir en mi serena

noche del alma para siempre oscura. 

 

(de Sonetos del amor oscuro)

 

Poemas de Luis Cernuda

De todos los poetas de la Generación del 27, Luis Cernuda es quizás el que mayor sustrato ha dejado en los creadores contemporáneos. Su tono lírico, su verso desnudo de artificio, la libertad que expresa a la par que el dolor por la pérdida, la soledad y el exilio en todas sus vertientes ha servido de hipotexto para otros creadores que llegaron detrás.  

SI EL HOMBRE PUDIERA DECIR  

Si el hombre pudiera decir lo que ama, 

Si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo 

Como una nube en la luz; 

Si como muros que se derrumban, 

Para saludar la verdad erguida en medio, 

Pudiera derrumbar su cuerpo, dejando solo la verdad de su amor, 

La verdad de sí mismo, 

Que no se llama gloria, fortuna o ambición, 

Sino amor o deseo, 

Yo sería aquel que imaginaba; 

Aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos

Proclama ante los hombres la verdad ignorada, 

La verdad de su amor verdadero. 

 

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien

Cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío; 

Alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina, 

Por quien el día y la noche son para mí lo que quiera, 

Y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu

Como leños perdidos que el mar anega o levanta

Libremente, con la libertad del amor, 

La única libertad que me exalta, 

La única liberta por que muero. 

 

Tú justificas mi existencia: 

Si no te conozco, no he vivido; 

Sin muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido. 

 

(de Los placeres prohibidos

 

A SUS PAISANOS

 

No me queréis, lo sé, y que os molesta

Cuanto escribo. ¿Os molesta?¿Os ofende. 

¿Culpa mía tal vez o es de vosotros?

Porque no es la persona y su leyenda

Lo que ahí, allegados a mí, atrás o envuelve. 

 

Mozo, bien mozo era, cuando no había brotado 

Lengua alguna, caísteis sobre un libro

Primerizo lo mismo que su autor: yo, mi primer libro. 

Algo os ofende, porque sí, en el hombre y su tarea. 

 

¿Mi leyenda dije? Tristes cuentos

Inventados de mí por cuatro amigos

(¿Amigos?), que jamás quisisteis

Ni ocasión buscasteis de ver si acomodaban 

A la persona misma así traspuesta. 

Mas vuestra mala fe los ha aceptado. 

Hecha está ya la leyenda, y vosotros, de mí desconocidos, 

Respecto al ser que encubre mintiendo doblemente, 

Sin otro escrúpulo, a vuestra vez la propaláis. 

 

Contra vosotros y esa vuestra ignorancia voluntaria, 

Vivo aún, sé y puedo, si así quiero, defenderme. 

Pero aguardáis al día cuando ya no me encuentre

Aquí. Y entonces la ignorancia, 

La indiferencia y el olvido, vuestras armas

De siempre, sobre mí caerán,  como la piedra, 

Cubriéndome por fin, lo mismo que cubristeis 

A otros que, superiores a mí, esa ignorancia vuestra

Precipitó en la nada, como al gran Aldana. 

 

De ahí mi paradoja, por lo demás involuntaria, 

Pues la imponéis vosotros: en nuestra lengua escribo,

Criado estuve en ella y, por eso, es la mía, 

A mi pesar quizá, bien fatalmente. Pero con mis expresas excepciones, 

A vuestros escritores de hoy ya no los leo. 

De ahí la paradoja: soy, sin tierra y sin gente, 

Escritor bien extraño; sujeto quedo aún más que otros

Al viento del olvido que, cuando sopla, mata. 

 

Si vuestra lengua es la materia

Que empleé en mi escribir y, si por eso, 

Habréis de ser vosotros los testigos

De mi existencia y su trabajo, 

En hora mala fuera vuestra lengua

La mía, la que hablo, la que escribo. 

Así podréis, con tiempo, como venís haciendo, 

A mi persona y mi trabajo echar afuera

De la memoria, en vuestro corazón y vuestra mente. 

 

Grande es mi vanidad, diréis,

Creyendo a mi trabajo digno de la atención ajena

Y acusándoos de no querer la vuestra darle. 

Ahí tendréis razón. Mas el trabajo humano 

Con amor hecho, merece la atención de los otros, 

Y poetas de ahí tácitos lo dicen 

Enviando sus versos a través del tiempo y la distancia

Hasta mí, atención demandando. 

¿Quise de mí dejar memoria? Perdón por ello pido. 

 

Mas no todos igual trato me dais, 

Que amigos tengo aún entre vosotros, 

Doblemente queridos por esa desusada

Simpatía y atención entre la indiferencia,

Y gracias quiero darles ahora, cuando amargo

Me vuelvo y os acuso. Grande el número 

No es, mas basta para sentirse acompañado

A la distancia en el camino. A ellos

Vaya así mi afecto agradecido. 

 

Acaso encuentre aquí reproche nuevo: 

Que ya no hablo con aquella ternura

Confiada, apacible de otros días. 

Es verdad, y os lo debo, tanto como 

A la edad, al tiempo, a la experiencia. 

A vosotros y a ellos os debo el cambio. Si queréis 

Que ame todavía, devolvedme 

Al tiempo del amor. ¿Os es posible? 

Imposible como aplacar ese fantasma que de mí evocasteis. 

 

(de Desolación de la quimera

 

Poemas de la Generación del 27 pertenecientes a Rafael Alberti 

MUELLE DEL RELOJ 

A través de una niebla corporal de tabaco

miro al río de Francia

moviendo escombros tristes, arrastrando ruinas

por el pesado verde ricino de sus aguas. 

Mis ventanas

Ya no dan a los álamos y los ríos de España. 

 

Quiero mojar la mano en tan espeso frío 

y parar lo que pasa

por entre ciegas bocas de piedra, dividiendo

subterráneas corrientes de muertos y cloacas. 

Mis ventanas

Ya no dan a los álamos y los ríos de España. 

 

Miro una lenta piel de toro desollado, 

sola, descuartizada,

sosteniendo cadáveres de voces conocidas, 

sombra abajo, hacia el mar, hacia una mar sin barcas. 

Mis ventanas

Ya no dan a los álamos y los ríos de España. 

Desgraciada viajera fluvial que de mis ojos

desprendidos arrancas

eso que de sus cuencas desciende como río

cuando el llanto se olvida de rodar como lágrima. 

Mis ventanas

ya no dan a lo álamos y a los ríos de España. 

 

(de Entre el clavel y la espada)

  

LO QUE DEJÉ POR TI

Dejé por ti mis bosques, mi perdida

arboleda, mis perros desvelados,

mis capitales años desterrados

hasta casi el invierno de la vida. 

 

Dejé un temblor,  dejé una sacudida,

un resplandor de fuegos no apagados, 

dejé mi sombra en los desesperados

ojos sangrantes de la despedida.

 

Dejé palomas tristes junto a un río,

caballos sobre el sol de las arenas,

dejé de oler la mar, dejé de verte. 

 

Dejé por ti todo lo que era mío. 

Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,

Tanto como dejé para tenerte. 

 

Ah! cchi nun vede sta parte de monno

Nun za nnemmanco pe cche ccosa è nnato.  

G.G. Belli

 

(De Roma, peligro para caminantes

 

Para vivir no quiero de Pedro Salinas

 

Para vivir no quiero 

islas, palacios, torres.

¡Qué alegría más alta:

vivir en los pronombres!  

 

Quítate ya los trajes,  

las señas, los retratos; 

yo no te quiero así, 

disfrazada de otra, 

hija siempre de algo. 

Te quiero, pura, libre, 

irreductible: tú. 

Sé que cuando te llame

entre todas las gentes

del mundo, 

solo tú serás tú. 

Y cuando me preguntes

quién es el que te llama, 

el que te quiere suya,

enterraré los nombres, 

los rótulos, la historia. 

Iré rompiendo todo

lo que encima me echaron 

desde antes de nacer. 

Y vuelto ya al anónimo 

eterno del desnudo, 

de la piedra, del mundo, 

te diré: 

“Yo te quiero, soy yo”

 

(de La voz a ti debida

  

Insomnio de Dámaso Alonso

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según

           las últimas estadísticas). 

A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este

           nicho en el que hace 45 que me pudro,  

y paso largas horas oyendo gemir el huracán, o ladrar los

           perros, o fluir blandamente la luz de la luna. 

Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como

           un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre

           caliente  de una gran vaca amarilla. 

Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por

           qué se pudre lentamente mi alma, 

por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta

           ciudad de Madrid,

Por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el

           mundo.

Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?

¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, 

las tristes azucenas letales de tus noches?

 

(de Hijos de la ira)

 

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Este puñado de versos que traemos hoy es solo eso: una muestra que nos dice de todas y cada una de las características de la Generación del 27. Este grupo de poetas españoles, reunidos en torno al homenaje del tercer centenario de la muerte de Luis de Góngora, querían en, un principio, la celebración de la poesía pura. Sin embargo, de los placeres de la torre marfil, conforme iba avanzando la década de los treinta (con sus fracasos políticos, la guerra civil en España, las muertes, los exilios de todo tipo…) evolucionan hacia una poesía que ensalza la cruda realidad. Por eso, la selección de estos poemas de la Generación del 27 son un canto a la soledad, a la pérdida o a la muerte en toda su crudeza… 

El ciprés de Silos de Gerardo Diego  

Enhiesto surtidor de sombra y sueño

que acongojas el cielo con tu lanza. 

Chorro que a las estrellas casi alcanza

devanado a sí mismo en loco empeño. 

 

Mástil de soledad, prodigio isleño; 

flecha de fe, saeta de esperanza.

Hoy llegó, a ti, riberas del Arlanza. 

peregrina al azar, mi alma sin dueño. 

 

Cuando te vi, señero, dulce, firme, 

qué ansiedades sentí de diluirme. 

y ascender como tú, vuelto en cristales, 

 

como tú, negra torre de arduos filos, 

ejemplo de delirios verticales, 

mudo ciprés en el fervor de Silos 

 

(de Versos humanos)

 

Selección de poemas de Federico García Lorca, uno de los más conocidos poetas de la Generación del 27  

Los poemas de Federico García Lorca nos sirven como el mejor ejemplo de las dos etapas de la Generación del 27. En ellos está presente siempre la muerte, la tradición andaluza y el purismo preciosista con el que se inició el grupo. Si bien, tras encontrar en algunos de ellos (especialmente en Poeta en Nueva York) ecos del surrealismo, su obra vira hacia el dramatismo de sus grandes obras de teatro. Según palabras del autor, el artista (en vista de los acontecimientos de la década de los treinta que desembocaría en su asesinato, en guerras y persecuciones) el artista debía dejar de lado las flores para “ayudar a los que buscan azucenas”.  

CANCIÓN DEL JINETE 

Córdoba.

Lejana y sola.

 

     Jaca negra, luna grande,

y aceitunas en mi alforja. 

Aunque sepa los caminos

yo nunca llegaré a Córdoba. 

 

      Por el llano, por el viento,

jaca negra, luna roja.

La muerte me está mirando

desde las torres de Córdoba.

 

     ¡Ay qué camino tan largo!

¡Ay mi jaca valerosa!

¡Ay que la muerte me espera,

antes de llegar a Córdoba! 

 

     Córdoba. 

Lejana y sola. 

 

(de Canciones)

 

MUERTE DE ANTOÑITO EL CAMBORIO 

A José Antonio Rubio Sacristán 

 

Voces de muerte sonaron

cerca del Guadalquivir.

Voces antiguas que cercan

voz de clavel varonil. 

Les clavó sobre las botas

mordiscos de jabalí. 

En la lucha daba saltos 

jabonados de delfín. 

Bañó con sangre enemiga

su corbata carmesí.

pero eran cuatro puñales 

y tuvo que sucumbir. 

Cuando las estrellas clavan

rejones al agua gris, 

cuando los erales sueñan

verónicas de alhelí, 

voces de muerte sonaron

cerca del Guadalquivir.  

               *

     Antonio Torres Heredia,

Camborio de dura crin, 

moreno de verde luna, 

voz de clavel varonil:

¿Quién te ha quitado la vida

cerca del Guadalquivir? 

Mis cuatro primos Heredias

hijos de Benamejí. 

Lo que en otros no envidiaban, 

ya lo envidiaban en mí. 

Zapatos color corinto. 

medallones de marfil,

y este cutis amasado

con aceituna y jazmín. 

¡Ay Antoñito el Camborio,

digno de una Emperatriz!

Acuérdate de la Virgen

Porque te vas a morir.

¡Ay Federico García,

llama a la Guardia Civil!

Ya mi talle se ha quebrado 

como una caña de maíz. 

               *

     Tres golpes de sangre tuvo

y se murió de perfil.

Viva moneda que nunca

se volverá a repetir. 

Un ángel marchoso pone

su cabeza en un cojín. 

Otros de rubor cansado,

encendieron un candil. 

Y cuando los cuatro primos

llegan a Benamejí, 

voces de muerte cesaron

cerca del Guadalquivir. 

(de Romancero gitano

 

EL POETA PIDE A SU AMOR QUE LE ESCRIBA

 

Amor de mis entrañas, viva muerte, 

en vano espero tu palabra escrita

y pienso, con la flor que se marchita, 

que si vivo sin mí quiero perderte. 

 

     El aire es inmortal. La piedra inerte

ni conoce la sombra ni la evita. 

Corazón interior no necesita

la miel helada que la luna vierte. 

 

Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,

tigre y paloma, sobre tu cintura

en duelo de mordiscos y azucenas

 

     Llena, pues, de palabras mi locura

o déjame vivir en mi serena

noche del alma para siempre oscura. 

 

(de Sonetos del amor oscuro)

 

Poemas de Luis Cernuda

De todos los poetas de la Generación del 27, Luis Cernuda es quizás el que mayor sustrato ha dejado en los creadores contemporáneos. Su tono lírico, su verso desnudo de artificio, la libertad que expresa a la par que el dolor por la pérdida, la soledad y el exilio en todas sus vertientes ha servido de hipotexto para otros creadores que llegaron detrás.  

SI EL HOMBRE PUDIERA DECIR  

Si el hombre pudiera decir lo que ama, 

Si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo 

Como una nube en la luz; 

Si como muros que se derrumban, 

Para saludar la verdad erguida en medio, 

Pudiera derrumbar su cuerpo, dejando solo la verdad de su amor, 

La verdad de sí mismo, 

Que no se llama gloria, fortuna o ambición, 

Sino amor o deseo, 

Yo sería aquel que imaginaba; 

Aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos

Proclama ante los hombres la verdad ignorada, 

La verdad de su amor verdadero. 

 

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien

Cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío; 

Alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina, 

Por quien el día y la noche son para mí lo que quiera, 

Y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu

Como leños perdidos que el mar anega o levanta

Libremente, con la libertad del amor, 

La única libertad que me exalta, 

La única liberta por que muero. 

 

Tú justificas mi existencia: 

Si no te conozco, no he vivido; 

Sin muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido. 

 

(de Los placeres prohibidos

 

A SUS PAISANOS

 

No me queréis, lo sé, y que os molesta

Cuanto escribo. ¿Os molesta?¿Os ofende. 

¿Culpa mía tal vez o es de vosotros?

Porque no es la persona y su leyenda

Lo que ahí, allegados a mí, atrás o envuelve. 

 

Mozo, bien mozo era, cuando no había brotado 

Lengua alguna, caísteis sobre un libro

Primerizo lo mismo que su autor: yo, mi primer libro. 

Algo os ofende, porque sí, en el hombre y su tarea. 

 

¿Mi leyenda dije? Tristes cuentos

Inventados de mí por cuatro amigos

(¿Amigos?), que jamás quisisteis

Ni ocasión buscasteis de ver si acomodaban 

A la persona misma así traspuesta. 

Mas vuestra mala fe los ha aceptado. 

Hecha está ya la leyenda, y vosotros, de mí desconocidos, 

Respecto al ser que encubre mintiendo doblemente, 

Sin otro escrúpulo, a vuestra vez la propaláis. 

 

Contra vosotros y esa vuestra ignorancia voluntaria, 

Vivo aún, sé y puedo, si así quiero, defenderme. 

Pero aguardáis al día cuando ya no me encuentre

Aquí. Y entonces la ignorancia, 

La indiferencia y el olvido, vuestras armas

De siempre, sobre mí caerán,  como la piedra, 

Cubriéndome por fin, lo mismo que cubristeis 

A otros que, superiores a mí, esa ignorancia vuestra

Precipitó en la nada, como al gran Aldana. 

 

De ahí mi paradoja, por lo demás involuntaria, 

Pues la imponéis vosotros: en nuestra lengua escribo,

Criado estuve en ella y, por eso, es la mía, 

A mi pesar quizá, bien fatalmente. Pero con mis expresas excepciones, 

A vuestros escritores de hoy ya no los leo. 

De ahí la paradoja: soy, sin tierra y sin gente, 

Escritor bien extraño; sujeto quedo aún más que otros

Al viento del olvido que, cuando sopla, mata. 

 

Si vuestra lengua es la materia

Que empleé en mi escribir y, si por eso, 

Habréis de ser vosotros los testigos

De mi existencia y su trabajo, 

En hora mala fuera vuestra lengua

La mía, la que hablo, la que escribo. 

Así podréis, con tiempo, como venís haciendo, 

A mi persona y mi trabajo echar afuera

De la memoria, en vuestro corazón y vuestra mente. 

 

Grande es mi vanidad, diréis,

Creyendo a mi trabajo digno de la atención ajena

Y acusándoos de no querer la vuestra darle. 

Ahí tendréis razón. Mas el trabajo humano 

Con amor hecho, merece la atención de los otros, 

Y poetas de ahí tácitos lo dicen 

Enviando sus versos a través del tiempo y la distancia

Hasta mí, atención demandando. 

¿Quise de mí dejar memoria? Perdón por ello pido. 

 

Mas no todos igual trato me dais, 

Que amigos tengo aún entre vosotros, 

Doblemente queridos por esa desusada

Simpatía y atención entre la indiferencia,

Y gracias quiero darles ahora, cuando amargo

Me vuelvo y os acuso. Grande el número 

No es, mas basta para sentirse acompañado

A la distancia en el camino. A ellos

Vaya así mi afecto agradecido. 

 

Acaso encuentre aquí reproche nuevo: 

Que ya no hablo con aquella ternura

Confiada, apacible de otros días. 

Es verdad, y os lo debo, tanto como 

A la edad, al tiempo, a la experiencia. 

A vosotros y a ellos os debo el cambio. Si queréis 

Que ame todavía, devolvedme 

Al tiempo del amor. ¿Os es posible? 

Imposible como aplacar ese fantasma que de mí evocasteis. 

 

(de Desolación de la quimera

 

Poemas de la Generación del 27 pertenecientes a Rafael Alberti 

MUELLE DEL RELOJ 

A través de una niebla corporal de tabaco

miro al río de Francia

moviendo escombros tristes, arrastrando ruinas

por el pesado verde ricino de sus aguas. 

Mis ventanas

Ya no dan a los álamos y los ríos de España. 

 

Quiero mojar la mano en tan espeso frío 

y parar lo que pasa

por entre ciegas bocas de piedra, dividiendo

subterráneas corrientes de muertos y cloacas. 

Mis ventanas

Ya no dan a los álamos y los ríos de España. 

 

Miro una lenta piel de toro desollado, 

sola, descuartizada,

sosteniendo cadáveres de voces conocidas, 

sombra abajo, hacia el mar, hacia una mar sin barcas. 

Mis ventanas

Ya no dan a los álamos y los ríos de España. 

Desgraciada viajera fluvial que de mis ojos

desprendidos arrancas

eso que de sus cuencas desciende como río

cuando el llanto se olvida de rodar como lágrima. 

Mis ventanas

ya no dan a lo álamos y a los ríos de España. 

 

(de Entre el clavel y la espada)

  

LO QUE DEJÉ POR TI

Dejé por ti mis bosques, mi perdida

arboleda, mis perros desvelados,

mis capitales años desterrados

hasta casi el invierno de la vida. 

 

Dejé un temblor,  dejé una sacudida,

un resplandor de fuegos no apagados, 

dejé mi sombra en los desesperados

ojos sangrantes de la despedida.

 

Dejé palomas tristes junto a un río,

caballos sobre el sol de las arenas,

dejé de oler la mar, dejé de verte. 

 

Dejé por ti todo lo que era mío. 

Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,

Tanto como dejé para tenerte. 

 

Ah! cchi nun vede sta parte de monno

Nun za nnemmanco pe cche ccosa è nnato.  

G.G. Belli

 

(De Roma, peligro para caminantes

 

Para vivir no quiero de Pedro Salinas

 

Para vivir no quiero 

islas, palacios, torres.

¡Qué alegría más alta:

vivir en los pronombres!  

 

Quítate ya los trajes,  

las señas, los retratos; 

yo no te quiero así, 

disfrazada de otra, 

hija siempre de algo. 

Te quiero, pura, libre, 

irreductible: tú. 

Sé que cuando te llame

entre todas las gentes

del mundo, 

solo tú serás tú. 

Y cuando me preguntes

quién es el que te llama, 

el que te quiere suya,

enterraré los nombres, 

los rótulos, la historia. 

Iré rompiendo todo

lo que encima me echaron 

desde antes de nacer. 

Y vuelto ya al anónimo 

eterno del desnudo, 

de la piedra, del mundo, 

te diré: 

“Yo te quiero, soy yo”

 

(de La voz a ti debida

  

Insomnio de Dámaso Alonso

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según

           las últimas estadísticas). 

A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este

           nicho en el que hace 45 que me pudro,  

y paso largas horas oyendo gemir el huracán, o ladrar los

           perros, o fluir blandamente la luz de la luna. 

Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como

           un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre

           caliente  de una gran vaca amarilla. 

Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por

           qué se pudre lentamente mi alma, 

por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta

           ciudad de Madrid,

Por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el

           mundo.

Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?

¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, 

las tristes azucenas letales de tus noches?

 

(de Hijos de la ira)

 

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A la hora de estudiar las características de la Generación del 27 ya anoté (como puedes comprobar en el siguiente link) que estas están condicionadas por las distintas etapas del grupo. Efectivamente, podemos señalar la frontera en el fatídico 1936. Sin embargo, el cambio estilístico de cada uno de los poetas venía de mucho antes. Si bien podemos dar la fecha del 17 de diciembre de 1927 como la de creación de este movimiento estilístico, algunos de sus integrantes ya venían escribiendo y publicando mucho antes. Así, y resumiendo mucho, tenemos que definir principalmente dos etapas de la Generación del 27: la primera iría desde los primeros años de la década de los veinte hasta, aproximadamente, la segunda mitad de la década de los treinta. La segunda tendrá como protagonista la Guerra Civil Española con toda su retahíla de muertos, destrucción, exilio y falta de libertades. 

Primera de las etapas de la Generación del 27

1.- En esta primera fase se reivindica el legado de Luis de Góngora cuyo tercer centenario de su muerte es celebrado en el Ateneo de Sevilla por Federico García Lorca, Rafael Alberti, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Pedro Salinas y Gerardo Diego. 

2.- Posteriormente se unirían Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Fernando Villalón, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre (el más joven) y José María Hinojosa. 

3.- En esta primera etapa de la Generación del 27 se busca la poesía pura, el legado del gongorismo, las torres de marfil en las que bebían de las fuentes translúcidas del modernismo literario y de las bellezas etéreas de un maestro: Juan Ramón Jiménez. Se huye de la búsqueda de la realidad y los poemas se realizan en una fantástica perfección formal. 

4.- En este sentido, hay que anotar que los distintos miembros del 27 conforman un grupo homogéneo en edad, unidos por la amistad y por una elevada cultura. Tanto es así que ya algunos (Salinas, Dámaso Alonso…) son catedráticos de universidad. 

5.- No se rompe con la tradición (en ninguna de las etapas de la Generación del 27) y se mira hacia lo mejor de la literatura hispana: Garcilaso de la Vega, los representantes de la mística literaria y los romanceros medievales y renacentistas.

6.- Todos sus componentes tienen una ideología liberal y son afines a la República. También giran alrededor de la Revista de Occidente donde publican algunas de las obras. 

7.- Se encuentran algunos vínculos con el surrealismo, especialmente en los poemas de Federico García Lorca recogidos en Poeta en Nueva York

8.- En definitiva, enarbolan la bandera de la poesía pura, sorben de las mieles etéreas de las torre de marfil artísticas y son claros ejemplos, en esta etapa, de lo que Ortega y Gasset denominó La deshumanización del arte. 

Segunda etapa y los horrores de la Guerra Civil  

1.- Todo esto comienza a saltar por los aires a mediados de la década de los treinta tras sofocar de manera cruel la Revolución de Asturias. A ello se iba uniendo los problemas en la República, las crisis económicas y las persecuciones.  Así, los miembros de la Generación del 27 comienzan a bajarse de esa torre de marfil donde habita la poesía pura y la moderna mística de Juan Ramón Jiménez para ir empapándose de realidad. A este respecto, hacemos nuestras las bellas palabras de Federico García Lorca al respecto: 

Ese concepto del arte por el arte es una cosa que sería cruel si no fuera afortunadamente cursi. En este momento dramático del mundo el artista debe llorar y reír con su pueblo. Hay que dejar el ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los que buscan las azucenas.

2.- De un esteta (Juan Ramón) se pasa a admirar a un realista, a un poeta que crea con argumento: Antonio Machado. Los poemas de esta etapa (de Alberti, de Cernuda o de Salinas) se van empapando de una realidad dolorosa, ácida y hasta cruel. Comienzan a presentarse la soledad, la incomprensión, la muerte… 

3.- Todo ello se ahonda con el estallido de la Guerra Civil Española y su reguero de muertes (Machado en su camino a Francia, Garcia Lorca asesinado…) Y con la derrota del bando republicano comienza el exilio del que algunos no regresarían jamás: Luis Cernuda, Emilio Prados…  

4.- A partir de entonces queda aparcado el esteticismo y comienza una auténtica diáspora, aunque la amistad entre los miembros nunca fue abandonada. Y prueba de ello es la ingente correspondencia que se conserva de los poetas de la Generación del 27.  

5.- El dolor será una constante entre los que se quedan (Hijos de la ira de Dámaso Alonso para poner un ejemplo) y los que se van para siempre (Desolación de la Quimera de Luis Cernuda otro ejemplo). Y la pérdida, la muerte o la ansiedad ya era una constante en todos ellos. Y aquí nada más tenemos que poner como ejemplo los Sonetos de Amor Oscuro de Federico García Lorca, aunque estos tengan un cariz eminentemente pasional. 

En definitiva, todos los sucesos que desencadenaron en la contienda española, el exilio, las muertes, las pérdidas y los posteriores horrores de la Segunda Guerra Mundial propiciaron un giro de 180 grados en estos poetas. Tanto es así que encontramos dos etapas de la Generación del 27 claramente diferenciadas. Del intelectualismo de la poesía pura, la perfección y la frialdad casi se pasó a una poesía pasional, realista, dolida que no tenía empacho incluso en denunciar los desmanes de una época cruel y sangrienta.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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A la hora de estudiar las características de la Generación del 27 ya anoté (como puedes comprobar en el siguiente link) que estas están condicionadas por las distintas etapas del grupo. Efectivamente, podemos señalar la frontera en el fatídico 1936. Sin embargo, el cambio estilístico de cada uno de los poetas venía de mucho antes. Si bien podemos dar la fecha del 17 de diciembre de 1927 como la de creación de este movimiento estilístico, algunos de sus integrantes ya venían escribiendo y publicando mucho antes. Así, y resumiendo mucho, tenemos que definir principalmente dos etapas de la Generación del 27: la primera iría desde los primeros años de la década de los veinte hasta, aproximadamente, la segunda mitad de la década de los treinta. La segunda tendrá como protagonista la Guerra Civil Española con toda su retahíla de muertos, destrucción, exilio y falta de libertades. 

Primera de las etapas de la Generación del 27

1.- En esta primera fase se reivindica el legado de Luis de Góngora cuyo tercer centenario de su muerte es celebrado en el Ateneo de Sevilla por Federico García Lorca, Rafael Alberti, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Pedro Salinas y Gerardo Diego. 

2.- Posteriormente se unirían Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Fernando Villalón, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre (el más joven) y José María Hinojosa. 

3.- En esta primera etapa de la Generación del 27 se busca la poesía pura, el legado del gongorismo, las torres de marfil en las que bebían de las fuentes translúcidas del modernismo literario y de las bellezas etéreas de un maestro: Juan Ramón Jiménez. Se huye de la búsqueda de la realidad y los poemas se realizan en una fantástica perfección formal. 

4.- En este sentido, hay que anotar que los distintos miembros del 27 conforman un grupo homogéneo en edad, unidos por la amistad y por una elevada cultura. Tanto es así que ya algunos (Salinas, Dámaso Alonso…) son catedráticos de universidad. 

5.- No se rompe con la tradición (en ninguna de las etapas de la Generación del 27) y se mira hacia lo mejor de la literatura hispana: Garcilaso de la Vega, los representantes de la mística literaria y los romanceros medievales y renacentistas.

6.- Todos sus componentes tienen una ideología liberal y son afines a la República. También giran alrededor de la Revista de Occidente donde publican algunas de las obras. 

7.- Se encuentran algunos vínculos con el surrealismo, especialmente en los poemas de Federico García Lorca recogidos en Poeta en Nueva York

8.- En definitiva, enarbolan la bandera de la poesía pura, sorben de las mieles etéreas de las torre de marfil artísticas y son claros ejemplos, en esta etapa, de lo que Ortega y Gasset denominó La deshumanización del arte. 

Segunda etapa y los horrores de la Guerra Civil  

1.- Todo esto comienza a saltar por los aires a mediados de la década de los treinta tras sofocar de manera cruel la Revolución de Asturias. A ello se iba uniendo los problemas en la República, las crisis económicas y las persecuciones.  Así, los miembros de la Generación del 27 comienzan a bajarse de esa torre de marfil donde habita la poesía pura y la moderna mística de Juan Ramón Jiménez para ir empapándose de realidad. A este respecto, hacemos nuestras las bellas palabras de Federico García Lorca al respecto: 

Ese concepto del arte por el arte es una cosa que sería cruel si no fuera afortunadamente cursi. En este momento dramático del mundo el artista debe llorar y reír con su pueblo. Hay que dejar el ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los que buscan las azucenas.

2.- De un esteta (Juan Ramón) se pasa a admirar a un realista, a un poeta que crea con argumento: Antonio Machado. Los poemas de esta etapa (de Alberti, de Cernuda o de Salinas) se van empapando de una realidad dolorosa, ácida y hasta cruel. Comienzan a presentarse la soledad, la incomprensión, la muerte… 

3.- Todo ello se ahonda con el estallido de la Guerra Civil Española y su reguero de muertes (Machado en su camino a Francia, Garcia Lorca asesinado…) Y con la derrota del bando republicano comienza el exilio del que algunos no regresarían jamás: Luis Cernuda, Emilio Prados…  

4.- A partir de entonces queda aparcado el esteticismo y comienza una auténtica diáspora, aunque la amistad entre los miembros nunca fue abandonada. Y prueba de ello es la ingente correspondencia que se conserva de los poetas de la Generación del 27.  

5.- El dolor será una constante entre los que se quedan (Hijos de la ira de Dámaso Alonso para poner un ejemplo) y los que se van para siempre (Desolación de la Quimera de Luis Cernuda otro ejemplo). Y la pérdida, la muerte o la ansiedad ya era una constante en todos ellos. Y aquí nada más tenemos que poner como ejemplo los Sonetos de Amor Oscuro de Federico García Lorca, aunque estos tengan un cariz eminentemente pasional. 

En definitiva, todos los sucesos que desencadenaron en la contienda española, el exilio, las muertes, las pérdidas y los posteriores horrores de la Segunda Guerra Mundial propiciaron un giro de 180 grados en estos poetas. Tanto es así que encontramos dos etapas de la Generación del 27 claramente diferenciadas. Del intelectualismo de la poesía pura, la perfección y la frialdad casi se pasó a una poesía pasional, realista, dolida que no tenía empacho incluso en denunciar los desmanes de una época cruel y sangrienta.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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El 17 de diciembre de 1927 se celebra en el Ateneo de Sevilla un homenaje al poeta del barroco español Luis de Góngora. En él participan Pedro Salinas, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Rafael Alberti, Gerardo Diego y Federico García Lorca. Aunque cada uno de ellos tenían un registro literario único, con todas sus salvedades, en ese momento se da carta de nacimiento al grupo poético en español más importante del siglo XX.  Por lo heterogéneo de sus componentes, es complicado señalar las características de la Generación del 27 como un todo artístico sin fisuras. Aun así, podemos indicar rasgos en común.  

10 características de la Generación del 27 principales

1.- Aunque algunos de sus componentes ya habían publicado obras diversas, les unía, en sus inicios, el afán por la poesía pura abanderada por Juan Ramón Jiménez que se convierte en guía y  maestro, dando a la imprenta algunas de las obras del grupo. En la exquisita Biblioteca Índice se publicó, por ejemplo, Presagios de Salinas. Además, el poeta de Moguer fue el primer y mejor mentor de un joven Rafael Alberti llegando a realizar la introducción para el conocido Marinero en tierra (1924).

2.- Una de las principales características de la Generación del 27 radica en la puesta en valor del gongorismo. Así, las obras del Luis de Góngora son reivindicadas como ejemplo de la más sublime expresión poética. Y la conmemoración del tercer centenario de la muerte del escritor cordobés se convierte en una excusa para reivindicar esta línea creativa. 

Viva pues Góngora, puesto que así los otros

Con desdén le ignoraron, menosprecio

Tras del cual aparece su palabra encendida

Como estrella perdida en lo hondo de la noche,

Como metal insomne en las entrañas de la tierra.

 

Luis Cernuda

3.- Todos nacieron entre 1892 (Pedro Salinas, el mayor) y 1906 (Manuel Altolaguirre) y publicaron sus primeros libros entre 1920 y 1936, cuando la Guerra Civil Española marca otros rumbos bien distintos, como veremos a continuación. 

4.- Se caracterizan por una gran formación académica. Dámaso Alonso, Guillén y Salinas fueron catedráticos. Federico García Lorca es uno de los más insignes representantes de la Institución Libre de Enseñanza. Luis Cernuda enseñó (tras el exilio) en universidades inglesas y americanas y Gerardo Diego era catedrático de instituto. 

5.- Una de las características de la Generación del 27 es su afiliación republicana y liberal a pesar de ese alejamiento, en primera instancia, de la realidad para reivindicar la torre de marfil de la poesía pura en la estela de las características del simbolismo de los poetas franceses. 

6.- Beben, también, del modernismo literario y de los versos de Rubén Darío que tanta influencia generó en las primeras décadas del siglo XX en España. El resultado fueron textos rigurosos y depurados en extremo. 

7.- Se adhieren a los movimientos literarios de vanguardia, especialmente al surrealismo, muy presente en los poemas de Federico García Lorca de Poeta en Nueva York.  

8.- Al grupo inicial se le une muy pronto Vicente Aleixandre, Emilio Prados, Luis Cernuda, Juan José Domechina, Manuel Altolaguirre, Jose María Hinojosa y Fernando Villalón. 

9.- Junto con la estética del gongorismo reivindican los cancioneros populares e, incluso, la obra de Jorge Manrique

10.- En un primer momento estuvieron vinculados a la Revista de Occidente en cuya colección “Los poetas” se publicaron algunas obras. Anoto Cántico (1928) de Jorge Guillén, Cal y Canto (1929) de Rafael Alberti, Romancero Gitano (1929) de Federico García Lorca o Seguro Azar (1929) de Pedro Salinas. 

Características de la Generación del 27 a partir de la Guerra Civil Española 

11.- Junto con el homenaje (en todos los sentidos) a Góngora, rinden tributo a lo más granado de la historia literaria en español. No rompen con la tradición artística, la cual conocían extremadamente bien ya que, en más de un caso, era filólogos dedicados y centrados en la investigación. Quizás por ello, encontramos también la huella de Garcilaso de la Vega, de San Juan de la Cruz,  de Fray Luis de León y también de Gustavo Adolfo Bécquer. Este último, conforme iba avanzando la producción de los distintos miembros, se convierte en un referente. Como lo sería Antonio Machado más adelante, cuando estalla la guerra y con ella saltan por los aires todos los fundamentos del grupo. 

12.- Si en un principio se reivindica la poesía con vuelo, la torre de marfil y la expresión de los más sublimes sentimientos agazapados en todos los recovecos del espíritu humano, todo cambió a partir de la segunda mitad de la década de los treinta.  El desastre de la República primero, la contienda en España, después, y para rematar, la Segunda Guerra Mundial propiciaron un vuelco en la temática y en el acercamiento literario. 

13.- Efectivamente, tras las sacudidas históricas, todos y cada uno de los poetas de la Generación del 27 evolucionan en otro sentido. Se mira hacia Machado que se había tratado con desdén por su realismo y por enfocarse en una poesía con argumento. En definitiva, se abandona la torre de marfil para bajar hacia una escritura que no puede ser ajena a lo que estaba sucediendo.  

[Machado]… ese gran poeta, al que no supimos ver bien los de nuestra generación hasta última hora… el grupo nuestro estaba un poco deslumbrado por otro poeta, de gran altura también, y nunca vio a Machado en su verdadera luz.

Pedro Salinas  

14.- Y con la guerra llegaron las muertes, la de Machado, en un intento por alcanzar la  paz en Francia, la de Federico García Lorca, asesinado. Y también el exilio y la vida nómada: Cernuda, Alberti… Este desastre social y anímico creó una honda huella en todos y cada uno de los escritores. Fue de tal calibre que cada uno evolucionó con una voz propia, para gusto de los amantes de la buena literatura. 

15.- Si bien siguieron caminos divergentes, nunca terminó la amistad entre ellos y buena prueba de esto último es la múltiple correspondencia que se conserva entre los que se quedaron y aquellos que se marcharon. Tampoco faltó el homenaje a los que habían muerto (especialmente a Lorca, muy querido por todos). 

16.- La poesía intelectual de las primeras épocas se volvió reivindicativa casi, aunque tomaran caminos divergentes. Buenos ejemplos son Luis Cernuda y Rafael Alberti, cada uno en su vertiente ideológica, ya que el marxismo (militante en el caso del poeta de El Puerto de Santa María) se volvió hostilidad máxima en el sevillano. 

Ese concepto del arte por el arte es una cosa que sería cruel si no fuera afortunadamente cursi. En este momento dramático del mundo el artista debe llorar y reír con su pueblo. Hay que dejar el ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los que buscan las azucenas.

Federico García Lorca

 

La Generación del 27 tras la Guerra Civil Española  

De un grupo poético que buscó el brillo en las letras hispanas con el afán de que la gran cultura pudiera poner belleza en el arte se pasó a la vuelta al realismo. Acabada la guerra española, lo que sucedió fue una auténtica diáspora, la llegada a tierras ajenas y el dolor de nuevo por España, tal cual sucedió con la Generación del 98. La soledad, la extrañeza, el agotamiento del tiempo, la muerte y la destrucción estarían presentes en los siguientes poemarios. Los que se quedaron tampoco se quedaron a la zaga. Y en este sentido nada más tenemos que apuntar Hijos de la ira de Dámaso Alonso, y  eso a pesar de que el poeta, convertido en maestro, disfrutó de los más altos honores. Por ilustrar con otro ejemplo, los versos de Aleixandre fueron censurados y no se le permitió publicar hasta 1944 con Sombra del paraíso. 

El pueblo y la historia entran finalmente en los poetas del 27, como testimonio de un tiempo mísero y también esperanzado, cerrando así el cielo -o abriendo uno nuevo- que va de la poesía pura, intimista o surrealista a la poesía de situación temporal o histórica.

Jose Luis Cano 

El tiempo y las circunstancias históricas, por tanto, se habían convertido en una apisonadora. Tanto que, cuando hablamos de las características de la Generación del 27, nos vemos obligados a señalar esas dos etapas cuya frontera fue el desastre de la república, las guerras y el exilio. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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El 17 de diciembre de 1927 se celebra en el Ateneo de Sevilla un homenaje al poeta del barroco español Luis de Góngora. En él participan Pedro Salinas, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Rafael Alberti, Gerardo Diego y Federico García Lorca. Aunque cada uno de ellos tenían un registro literario único, con todas sus salvedades, en ese momento se da carta de nacimiento al grupo poético en español más importante del siglo XX.  Por lo heterogéneo de sus componentes, es complicado señalar las características de la Generación del 27 como un todo artístico sin fisuras. Aun así, podemos indicar rasgos en común.  

10 características de la Generación del 27 principales

1.- Aunque algunos de sus componentes ya habían publicado obras diversas, les unía, en sus inicios, el afán por la poesía pura abanderada por Juan Ramón Jiménez que se convierte en guía y  maestro, dando a la imprenta algunas de las obras del grupo. En la exquisita Biblioteca Índice se publicó, por ejemplo, Presagios de Salinas. Además, el poeta de Moguer fue el primer y mejor mentor de un joven Rafael Alberti llegando a realizar la introducción para el conocido Marinero en tierra (1924).

2.- Una de las principales características de la Generación del 27 radica en la puesta en valor del gongorismo. Así, las obras del Luis de Góngora son reivindicadas como ejemplo de la más sublime expresión poética. Y la conmemoración del tercer centenario de la muerte del escritor cordobés se convierte en una excusa para reivindicar esta línea creativa. 

Viva pues Góngora, puesto que así los otros

Con desdén le ignoraron, menosprecio

Tras del cual aparece su palabra encendida

Como estrella perdida en lo hondo de la noche,

Como metal insomne en las entrañas de la tierra.

 

Luis Cernuda

3.- Todos nacieron entre 1892 (Pedro Salinas, el mayor) y 1906 (Manuel Altolaguirre) y publicaron sus primeros libros entre 1920 y 1936, cuando la Guerra Civil Española marca otros rumbos bien distintos, como veremos a continuación. 

4.- Se caracterizan por una gran formación académica. Dámaso Alonso, Guillén y Salinas fueron catedráticos. Federico García Lorca es uno de los más insignes representantes de la Institución Libre de Enseñanza. Luis Cernuda enseñó (tras el exilio) en universidades inglesas y americanas y Gerardo Diego era catedrático de instituto. 

5.- Una de las características de la Generación del 27 es su afiliación republicana y liberal a pesar de ese alejamiento, en primera instancia, de la realidad para reivindicar la torre de marfil de la poesía pura en la estela de las características del simbolismo de los poetas franceses. 

6.- Beben, también, del modernismo literario y de los versos de Rubén Darío que tanta influencia generó en las primeras décadas del siglo XX en España. El resultado fueron textos rigurosos y depurados en extremo. 

7.- Se adhieren a los movimientos literarios de vanguardia, especialmente al surrealismo, muy presente en los poemas de Federico García Lorca de Poeta en Nueva York.  

8.- Al grupo inicial se le une muy pronto Vicente Aleixandre, Emilio Prados, Luis Cernuda, Juan José Domechina, Manuel Altolaguirre, Jose María Hinojosa y Fernando Villalón. 

9.- Junto con la estética del gongorismo reivindican los cancioneros populares e, incluso, la obra de Jorge Manrique

10.- En un primer momento estuvieron vinculados a la Revista de Occidente en cuya colección “Los poetas” se publicaron algunas obras. Anoto Cántico (1928) de Jorge Guillén, Cal y Canto (1929) de Rafael Alberti, Romancero Gitano (1929) de Federico García Lorca o Seguro Azar (1929) de Pedro Salinas. 

Características de la Generación del 27 a partir de la Guerra Civil Española 

11.- Junto con el homenaje (en todos los sentidos) a Góngora, rinden tributo a lo más granado de la historia literaria en español. No rompen con la tradición artística, la cual conocían extremadamente bien ya que, en más de un caso, era filólogos dedicados y centrados en la investigación. Quizás por ello, encontramos también la huella de Garcilaso de la Vega, de San Juan de la Cruz,  de Fray Luis de León y también de Gustavo Adolfo Bécquer. Este último, conforme iba avanzando la producción de los distintos miembros, se convierte en un referente. Como lo sería Antonio Machado más adelante, cuando estalla la guerra y con ella saltan por los aires todos los fundamentos del grupo. 

12.- Si en un principio se reivindica la poesía con vuelo, la torre de marfil y la expresión de los más sublimes sentimientos agazapados en todos los recovecos del espíritu humano, todo cambió a partir de la segunda mitad de la década de los treinta.  El desastre de la República primero, la contienda en España, después, y para rematar, la Segunda Guerra Mundial propiciaron un vuelco en la temática y en el acercamiento literario. 

13.- Efectivamente, tras las sacudidas históricas, todos y cada uno de los poetas de la Generación del 27 evolucionan en otro sentido. Se mira hacia Machado que se había tratado con desdén por su realismo y por enfocarse en una poesía con argumento. En definitiva, se abandona la torre de marfil para bajar hacia una escritura que no puede ser ajena a lo que estaba sucediendo.  

[Machado]… ese gran poeta, al que no supimos ver bien los de nuestra generación hasta última hora… el grupo nuestro estaba un poco deslumbrado por otro poeta, de gran altura también, y nunca vio a Machado en su verdadera luz.

Pedro Salinas  

14.- Y con la guerra llegaron las muertes, la de Machado, en un intento por alcanzar la  paz en Francia, la de Federico García Lorca, asesinado. Y también el exilio y la vida nómada: Cernuda, Alberti… Este desastre social y anímico creó una honda huella en todos y cada uno de los escritores. Fue de tal calibre que cada uno evolucionó con una voz propia, para gusto de los amantes de la buena literatura. 

15.- Si bien siguieron caminos divergentes, nunca terminó la amistad entre ellos y buena prueba de esto último es la múltiple correspondencia que se conserva entre los que se quedaron y aquellos que se marcharon. Tampoco faltó el homenaje a los que habían muerto (especialmente a Lorca, muy querido por todos). 

16.- La poesía intelectual de las primeras épocas se volvió reivindicativa casi, aunque tomaran caminos divergentes. Buenos ejemplos son Luis Cernuda y Rafael Alberti, cada uno en su vertiente ideológica, ya que el marxismo (militante en el caso del poeta de El Puerto de Santa María) se volvió hostilidad máxima en el sevillano. 

Ese concepto del arte por el arte es una cosa que sería cruel si no fuera afortunadamente cursi. En este momento dramático del mundo el artista debe llorar y reír con su pueblo. Hay que dejar el ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los que buscan las azucenas.

Federico García Lorca

 

La Generación del 27 tras la Guerra Civil Española  

De un grupo poético que buscó el brillo en las letras hispanas con el afán de que la gran cultura pudiera poner belleza en el arte se pasó a la vuelta al realismo. Acabada la guerra española, lo que sucedió fue una auténtica diáspora, la llegada a tierras ajenas y el dolor de nuevo por España, tal cual sucedió con la Generación del 98. La soledad, la extrañeza, el agotamiento del tiempo, la muerte y la destrucción estarían presentes en los siguientes poemarios. Los que se quedaron tampoco se quedaron a la zaga. Y en este sentido nada más tenemos que apuntar Hijos de la ira de Dámaso Alonso, y  eso a pesar de que el poeta, convertido en maestro, disfrutó de los más altos honores. Por ilustrar con otro ejemplo, los versos de Aleixandre fueron censurados y no se le permitió publicar hasta 1944 con Sombra del paraíso. 

El pueblo y la historia entran finalmente en los poetas del 27, como testimonio de un tiempo mísero y también esperanzado, cerrando así el cielo -o abriendo uno nuevo- que va de la poesía pura, intimista o surrealista a la poesía de situación temporal o histórica.

Jose Luis Cano 

El tiempo y las circunstancias históricas, por tanto, se habían convertido en una apisonadora. Tanto que, cuando hablamos de las características de la Generación del 27, nos vemos obligados a señalar esas dos etapas cuya frontera fue el desastre de la república, las guerras y el exilio. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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El aura literaria del gran poeta andaluz Federico García Lorca (1898-1936) no se ha extinguido con el paso de las décadas tras su cruel asesinato. Y más bien ha sucedido todo lo contrario,  ya que su figura artística (por mérito propio) ha ido creciendo convirtiéndose en un referente de las letras modernas. La presente selección de poemas de Federico García Lorca aspiran únicamente a mostrar al lector interesado un ramillete de versos dentro de su inmortal obra. Señero representante de la Generación del 27, buena parte de su obra no se puede entender sin la tradición cultural andaluza (alrededor de las narraciones orales o el flamenco) y tampoco sin el trasfondo de surrealismo, especialmente en Poeta en Nueva York o en Sonetos del amor oscuro. La omnipresencia de la muerte que ronda en cualquier esquina, el ambiente asfixiante que no permite el desarrollo de las pasiones, los amores prohibidos, lo oculto que no puede ser nombrado, la recurrencia a Andalucía, la musicalidad y el suspiro melancólico forman parte de la temática de la obra de Federico García Lorca. Y todo ello reconociendo que esta introducción es sencillamente eso: una reducción de una obra compleja en extremo.  

Poemas de Federico García Lorca entresacados de Poema del cante jondo 

SORPRESA

Muerto se quedó en la calle

con un puñal en el pecho.

No lo conocía nadie. 

¡Cómo temblaba el farol! 

Madre

¡Como temblaba el farolito

de la calle!

Era madrugada. Nadie

pudo asomarse a sus ojos

abiertos al duro aire.

Que muerto se quedó en la calle

que con un puñal en el pecho

y que no lo conocía nadie.

 

MEMENTO

 

Cuando yo me muera,

enterradme con mi guitarra

bajo la arena.

 

     Cuando yo me muera,

entre los naranjos

y la hierbabuena. 

 

     Cuando yo me muera,

enterradme  si queréis

en una veleta. 

     ¡Cuando yo me muera!

  

De canciones, más allá del canon literario 

 

CANCIÓN DEL JINETE

 

Córdoba.

Lejana y sola.

 

     Jaca negra, luna grande,

y aceitunas en mi alforja. 

Aunque sepa los caminos

yo nunca llegaré a Córdoba. 

 

      Por el llano, por el viento,

jaca negra, luna roja.

La muerte me está mirando

desde las torres de Córdoba.

 

     ¡Ay qué camino tan largo!

¡Ay mi jaca valerosa!

¡Ay que la muerte me espera,

antes de llegar a Córdoba! 

 

     Córdoba. 

Lejana y sola. 

 

GALÁN

 

Galán,

galoncillo.

En tu casa queman tomillo. 

 

     Ni que vayas, ni que vengas,

con llave cierro la puerta. 

 

     Con llave de plata fina.

Atada con una cinta. 

 

     En la cinta hay un letrero: 

“Mi corazón está lejos.”

 

     No des vueltas en mi calle. 

¡Déjasela toda al aire! 

 

     Galán,

galancillo.

En tu casa queman tomillo. 

 

 

DESPEDIDA

 

Si muero,

dejad el balcón abierto. 

 

     El niño come naranjas. 

(Desde mi balcón lo veo.)

 

     El segador siega el trigo. 

(Desde mi balcón lo siento.)

 

     ¡Si muero,

dejad el balcón abierto!   

Poemas de Federico García Lorca procedentes de Romancero Gitano 

 

ROMANCE SONÁMBULO 

 

A Gloria Giner

y a Fernando de los Ríos. 

 

Verde que te quiero verde.

Verde viento. Verdes ramas. 

El barco sobre la mar

y el caballo en la montaña. 

Con la sombra en la cintura 

ella sueña en su baranda, 

verde carne, pelo verde, 

con ojos de fría plata. 

Verde que te quiero verde. 

Bajo la luna gitana, 

las cosas la están mirando

y ella no puede mirarlas. 

 

               *

 

     Verde que te quiero verde. 

Grandes estrellas de escarcha,

vienen con el pez de sombra

que abre el camino del alba. 

La higuera frota su viento

con la lija de sus ramas, 

y el monte, gato garduño, 

eriza sus pitas agrias. 

¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde…?

Ella sigue en su baranda, 

verde carne, pero lo verde, 

soñando en la mar amarga. 

 

               *

     Compadre, quiero cambiar

mi caballo por su casa,

mi montura por su espejo, 

mi cuchillo por su manta. 

Compadre, vengo sangrando, 

desde los puertos de Cabra. 

Si yo pudiera, mocito, 

este trato se cerraba. 

Pero yo ya no soy yo. 

Ni mi casa es mi casa.

Compadre, quiero morir

decentemente en mi cama. 

De acero, si puede ser,

con las sábanas de holanda. 

¿no veis la herida que tengo

desde el pecho a la garganta?

Trescientas rosas morenas

lleva tu pechera blanca.

Tu sangre rezuma y huele

alrededor de tu faja. 

Pero yo ya no soy yo. 

Ni mi casa es ya mi casa. 

Dejadme subir al menos

hasta las altas barandas,

¡dejadme subir!, dejadme

hasta las verdes barandas. 

Barandales de la luna

por donde retumba el agua. 

 

               *

     Ya suben los dos compadres

hacia las altas barandas.

Dejando un rastro de sangre.

Dejando un rastro de lágrimas. 

Temblaban en los tejados

farolillos de hojalata.

Mil panderos de cristal,

Herían la madrugada. 

 

               *

     Verde que te quiero verde,

verde viento, verdes ramas. 

Los dos compadres subieron. 

El largo viento, dejaba

en la boca un raro gusto 

de hiel, de menta y de albahaca. 

¡Compadre! ¿Dónde está, dime?

¿Dónde está tu niña amarga?

¡Cuántas veces te esperó!

¡Cuántas veces te esperara,

cara fresca, negro pelo,

en esta verde baranda!

 

               *

     Sobre el rostro del aljibe,

se mecía la gitana. 

Verde carne, pelo verde,

con ojos de fría plata. 

Un carámbano de luna

la sostiene sobre el agua.

La noche se puso íntima

como una pequeña plaza. 

Guardias civiles borrachos

en la puerta golpeaban.

Verde que quiero verde.

Verde viento. Verdes ramas

El barco sobre la mar.

Y el caballo en la montaña. 

 

MUERTE DE ANTOÑITO EL CAMBORIO

 

A José Antonio Rubio Sacristán 

 

Voces de muerte sonaron

cerca del Guadalquivir.

Voces antiguas que cercan

voz de clavel varonil. 

Les clavó sobre las botas

mordiscos de jabalí. 

En la lucha daba saltos 

jabonados de delfín. 

Bañó con sangre enemiga

su corbata carmesí.

pero eran cuatro puñales 

y tuvo que sucumbir. 

Cuando las estrellas clavan

rejones al agua gris, 

cuando los erales sueñan

verónicas de alhelí, 

voces de muerte sonaron

cerca del Guadalquivir. 

 

 

 

 

 

               *

     Antonio Torres Heredia,

Camborio de dura crin, 

moreno de verde luna, 

voz de clavel varonil:

¿Quién te ha quitado la vida

cerca del Guadalquivir? 

Mis cuatro primos Heredias

hijos de Benamejí. 

Lo que en otros no envidiaban, 

ya lo envidiaban en mí. 

Zapatos color corinto. 

medallones de marfil,

y este cutis amasado

con aceituna y jazmín. 

¡Ay Antoñito el Camborio,

digno de una Emperatriz!

Acuérdate de la Virgen

Porque te vas a morir.

¡Ay Federico García,

llama a la Guardia Civil!

Ya mi talle se ha quebrado 

como una caña de maíz. 

 

               *

     Tres golpes de sangre tuvo

y se murió de perfil.

Viva moneda que nunca

se volverá a repetir. 

Un ángel marchoso pone

su cabeza en un cojín. 

Otros de rubor cansado,

encendieron un candil. 

Y cuando los cuatro primos

llegan a Benamejí, 

voces de muerte cesaron

cerca del Guadalquivir. 

Poemas de Federico García Lorca perteneciente a Poeta en Nueva York

PAISAJE DE LA MULTITUD QUE VOMITA

(ANOCHECER DE CONEY ISLAND)

 

La mujer gorda venía delante

arrancando las raíces y mojando el pergamino de los tambores, 

la mujer gorda

que vuelve del revés los pulpos agonizantes. 

La mujer gorda, enemiga de la luna, 

corría por las calles y los pisos deshabitados 

y dejaba por los rincones pequeñas calaveras de paloma

y levantaba las furias de los banquetes de los siglos últimos 

y llamaba al demonio del pan por las colinas del cielo barrido

y filtraba un ansia de luz en las circulaciones subterránea. 

Son los cementerios, lo sé, son los cementerios

Y el dolor de las cocinas enterradas bajo la arena; 

son los muertos, los faisanes y las manzanas de otra hora

los que nos empujan en la garganta. 

 

     Llegaban los rumores de la selva del vómito 

con las mujeres vacías, con niños de cera caliente, 

con árboles fermentados y camareros incansables

que sirven platos de sal bajo las arpas de la salbia. 

Sin remedio, hijo mío, ¡vomita! No hay remedio. 

Ni el vómito del gato que se tragó una rana por descuido. 

Son los muertos que arañan con sus manos de tierra

las puertas de pedernal donde se pudren nublos y postres. 

 

     La mujer gorda venía delante

con las gentes de los barcos, de las tabernas y de los jardines. 

El vómito agitaba delicadamente sus tambores

entre algunas niñas de sangre

que pedían protección a la luna. 

¡Ay de mí! ¡Ay de mí! ¡Ay de mí! 

Esta mirada mía fue mía, pero ya no es mía.,

esta mirada que tiembla desnuda por el alcohol

y despide barcos increíbles 

por las anémonas de los muelles. 

Me defiendo con esta mirada

que mana de las ondas por donde el alba no se atreve,

yo, poeta sin brazos, perdido

entre la multitud que vomita, 

sin caballo efusivo que corte

los espesos musgos de mis sienes. 

 

     Pero la mujer gorda seguía delante

y la gente buscaba las farmacias

donde el amargo trópico se fija. 

Solo cuando izaron la bandera y llegaron los primeros canes

la ciudad entera se agolpó en las barandillas del embarcadero. 

 

Nueva York, 29 de diciembre de 1929

 

LA AURORA 

 

La aurora de Nueva York tiene

cuatro columnas de cieno 

y un huracán de negras palomas

que chapotean las aguas podridas. 

 

     La aurora de Nueva York gime

por las inmensas escaleras

buscando entre las aristas

nardos de angustia dibujada. 

 

     La aurora llega y nadie la recibe en su boca

porque allí no hay mañana ni esperanza posible. 

A veces las monedas en enjambres furiosos

taladran y devoran abandonados niños. 

 

     Los primeros que salen comprenden con sus huesos

que no habrá paraíso ni amores deshojados; 

saben que van al cieno de números y leyes, 

a los juegos sin arte, a sudores sin fruto. 

 

     La luz es sepultada por cadenas y ruidos

en impúdico reto de ciencia sin raíces. 

Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes

como recién salidas de un naufragio de sangre.

Poemas de Federico García Lorca de Diván del Tamarit

 

GACELA DEL NIÑO MUERTO 

 

Todas las tardes en Granada, 

todas las tardes se muere un niño. 

Todas las tardes el agua se sienta

a conversar con sus amigos. 

 

      Los muertos llevan alas de musgo. 

El viento nublado y el viento limpio

son dos faisanes que vuelan por las torres

y el día es un muchacho herido. 

 

     No quedaba en el aire ni una brizna de alondra

cuando yo encontré por las grutas del vino. 

No quedaba en la tierra ni una miga de nube

cuando te ahogabas por el río. 

 

     Un gigante de agua cayó sobre los montes

y el mundo se anegó de sábanas y lirios. 

Tu. cuerpo, con la sombra violeta de mis manos,

Era, muerto en la orilla, un arcángel de frío. 

 

CASIDA DEL LLANTO

 

He cerrado mi balcón 

porque no quiero oír el llanto, 

pero por detrás de los muros

no se oye otra cosa que el llanto. 

 

     Hay muy pocos ángeles que canten, 

hay muy pocos perros que ladren,

mil violines caben en la palma de mi mano. 

 

Pero el llanto es un perro inmenso,

el llanto es un ángel inmenso, 

el llanto es un violín inmenso, 

las lágrimas amordazadas al viento, 

y no se oye otra cosa que el llanto. 

 

Sonetos del amor oscuro

 

TENGO MIEDO A PERDER LA MARAVILLA

 

Tengo miedo a perder la maravilla

de tus ojos de estatua, y el acento

que de noche me pone en la mejilla

la solitaria rosa de tu aliento. 

 

     Tengo pena de ser en esta orilla

tronco sin ramas; y lo que más siento

es no tener la flor, pulpa o arcilla,

para el gusano de mi sufrimiento. 

 

     Si tú eres el tesoro oculto mío, 

si eres mi cruz y mi dolor mojado, 

si soy el perro de tu señorío,

 

     no me dejes perder lo que he ganado

y decora las aguas de tu río

con hojas de mi otoño enajenado. 

 

EL POETA PIDE A SU AMOR QUE LE ESCRIBA

 

Amor de mis entrañas, viva muerte, 

en vano espero tu palabra escrita

y pienso, con la flor que se marchita, 

que si vivo sin mí quiero perderte. 

 

     El aire es inmortal. La piedra inerte

ni conoce la sombra ni la evita. 

Corazón interior no necesita

la miel helada que la luna vierte. 

 

Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,

tigre y paloma, sobre tu cintura

en duelo de mordiscos y azucenas

 

     Llena, pues, de palabras mi locura

o déjame vivir en mi serena

noche del alma para siempre oscura. 

 

Y con esa referencia de intertextualidad al conocido Noche del alma oscura, cenit de la mística de San Juan de la Cruz (que hoy da nombre a un estadio del proceso de individuación psicológica) cerramos esta selección de poemas de Federico García Lorca. En buena parte de ellos, como hemos visto, priman el pathos de la muerte, el drama de la sangre, el amor pasional que arrebata y arrastra hacia los recovecos del inconsciente. Cenit de la literatura en español, tanto su obra poética (a la par arraigada en el terruño tanto como en el cosmopolitismo) como sus obras para teatro han alcanzado el canon universal. 

Selección por Candela Vizcaíno

 

 

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El aura literaria del gran poeta andaluz Federico García Lorca (1898-1936) no se ha extinguido con el paso de las décadas tras su cruel asesinato. Y más bien ha sucedido todo lo contrario,  ya que su figura artística (por mérito propio) ha ido creciendo convirtiéndose en un referente de las letras modernas. La presente selección de poemas de Federico García Lorca aspiran únicamente a mostrar al lector interesado un ramillete de versos dentro de su inmortal obra. Señero representante de la Generación del 27, buena parte de su obra no se puede entender sin la tradición cultural andaluza (alrededor de las narraciones orales o el flamenco) y tampoco sin el trasfondo de surrealismo, especialmente en Poeta en Nueva York o en Sonetos del amor oscuro. La omnipresencia de la muerte que ronda en cualquier esquina, el ambiente asfixiante que no permite el desarrollo de las pasiones, los amores prohibidos, lo oculto que no puede ser nombrado, la recurrencia a Andalucía, la musicalidad y el suspiro melancólico forman parte de la temática de la obra de Federico García Lorca. Y todo ello reconociendo que esta introducción es sencillamente eso: una reducción de una obra compleja en extremo.  

Poemas de Federico García Lorca entresacados de Poema del cante jondo 

SORPRESA

Muerto se quedó en la calle

con un puñal en el pecho.

No lo conocía nadie. 

¡Cómo temblaba el farol! 

Madre

¡Como temblaba el farolito

de la calle!

Era madrugada. Nadie

pudo asomarse a sus ojos

abiertos al duro aire.

Que muerto se quedó en la calle

que con un puñal en el pecho

y que no lo conocía nadie.

 

MEMENTO

 

Cuando yo me muera,

enterradme con mi guitarra

bajo la arena.

 

     Cuando yo me muera,

entre los naranjos

y la hierbabuena. 

 

     Cuando yo me muera,

enterradme  si queréis

en una veleta. 

     ¡Cuando yo me muera!

  

De canciones, más allá del canon literario 

 

CANCIÓN DEL JINETE

 

Córdoba.

Lejana y sola.

 

     Jaca negra, luna grande,

y aceitunas en mi alforja. 

Aunque sepa los caminos

yo nunca llegaré a Córdoba. 

 

      Por el llano, por el viento,

jaca negra, luna roja.

La muerte me está mirando

desde las torres de Córdoba.

 

     ¡Ay qué camino tan largo!

¡Ay mi jaca valerosa!

¡Ay que la muerte me espera,

antes de llegar a Córdoba! 

 

     Córdoba. 

Lejana y sola. 

 

GALÁN

 

Galán,

galoncillo.

En tu casa queman tomillo. 

 

     Ni que vayas, ni que vengas,

con llave cierro la puerta. 

 

     Con llave de plata fina.

Atada con una cinta. 

 

     En la cinta hay un letrero: 

“Mi corazón está lejos.”

 

     No des vueltas en mi calle. 

¡Déjasela toda al aire! 

 

     Galán,

galancillo.

En tu casa queman tomillo. 

 

 

DESPEDIDA

 

Si muero,

dejad el balcón abierto. 

 

     El niño come naranjas. 

(Desde mi balcón lo veo.)

 

     El segador siega el trigo. 

(Desde mi balcón lo siento.)

 

     ¡Si muero,

dejad el balcón abierto!   

Poemas de Federico García Lorca procedentes de Romancero Gitano 

 

ROMANCE SONÁMBULO 

 

A Gloria Giner

y a Fernando de los Ríos. 

 

Verde que te quiero verde.

Verde viento. Verdes ramas. 

El barco sobre la mar

y el caballo en la montaña. 

Con la sombra en la cintura 

ella sueña en su baranda, 

verde carne, pelo verde, 

con ojos de fría plata. 

Verde que te quiero verde. 

Bajo la luna gitana, 

las cosas la están mirando

y ella no puede mirarlas. 

 

               *

 

     Verde que te quiero verde. 

Grandes estrellas de escarcha,

vienen con el pez de sombra

que abre el camino del alba. 

La higuera frota su viento

con la lija de sus ramas, 

y el monte, gato garduño, 

eriza sus pitas agrias. 

¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde…?

Ella sigue en su baranda, 

verde carne, pero lo verde, 

soñando en la mar amarga. 

 

               *

     Compadre, quiero cambiar

mi caballo por su casa,

mi montura por su espejo, 

mi cuchillo por su manta. 

Compadre, vengo sangrando, 

desde los puertos de Cabra. 

Si yo pudiera, mocito, 

este trato se cerraba. 

Pero yo ya no soy yo. 

Ni mi casa es mi casa.

Compadre, quiero morir

decentemente en mi cama. 

De acero, si puede ser,

con las sábanas de holanda. 

¿no veis la herida que tengo

desde el pecho a la garganta?

Trescientas rosas morenas

lleva tu pechera blanca.

Tu sangre rezuma y huele

alrededor de tu faja. 

Pero yo ya no soy yo. 

Ni mi casa es ya mi casa. 

Dejadme subir al menos

hasta las altas barandas,

¡dejadme subir!, dejadme

hasta las verdes barandas. 

Barandales de la luna

por donde retumba el agua. 

 

               *

     Ya suben los dos compadres

hacia las altas barandas.

Dejando un rastro de sangre.

Dejando un rastro de lágrimas. 

Temblaban en los tejados

farolillos de hojalata.

Mil panderos de cristal,

Herían la madrugada. 

 

               *

     Verde que te quiero verde,

verde viento, verdes ramas. 

Los dos compadres subieron. 

El largo viento, dejaba

en la boca un raro gusto 

de hiel, de menta y de albahaca. 

¡Compadre! ¿Dónde está, dime?

¿Dónde está tu niña amarga?

¡Cuántas veces te esperó!

¡Cuántas veces te esperara,

cara fresca, negro pelo,

en esta verde baranda!

 

               *

     Sobre el rostro del aljibe,

se mecía la gitana. 

Verde carne, pelo verde,

con ojos de fría plata. 

Un carámbano de luna

la sostiene sobre el agua.

La noche se puso íntima

como una pequeña plaza. 

Guardias civiles borrachos

en la puerta golpeaban.

Verde que quiero verde.

Verde viento. Verdes ramas

El barco sobre la mar.

Y el caballo en la montaña. 

 

MUERTE DE ANTOÑITO EL CAMBORIO

 

A José Antonio Rubio Sacristán 

 

Voces de muerte sonaron

cerca del Guadalquivir.

Voces antiguas que cercan

voz de clavel varonil. 

Les clavó sobre las botas

mordiscos de jabalí. 

En la lucha daba saltos 

jabonados de delfín. 

Bañó con sangre enemiga

su corbata carmesí.

pero eran cuatro puñales 

y tuvo que sucumbir. 

Cuando las estrellas clavan

rejones al agua gris, 

cuando los erales sueñan

verónicas de alhelí, 

voces de muerte sonaron

cerca del Guadalquivir. 

 

 

 

 

 

               *

     Antonio Torres Heredia,

Camborio de dura crin, 

moreno de verde luna, 

voz de clavel varonil:

¿Quién te ha quitado la vida

cerca del Guadalquivir? 

Mis cuatro primos Heredias

hijos de Benamejí. 

Lo que en otros no envidiaban, 

ya lo envidiaban en mí. 

Zapatos color corinto. 

medallones de marfil,

y este cutis amasado

con aceituna y jazmín. 

¡Ay Antoñito el Camborio,

digno de una Emperatriz!

Acuérdate de la Virgen

Porque te vas a morir.

¡Ay Federico García,

llama a la Guardia Civil!

Ya mi talle se ha quebrado 

como una caña de maíz. 

 

               *

     Tres golpes de sangre tuvo

y se murió de perfil.

Viva moneda que nunca

se volverá a repetir. 

Un ángel marchoso pone

su cabeza en un cojín. 

Otros de rubor cansado,

encendieron un candil. 

Y cuando los cuatro primos

llegan a Benamejí, 

voces de muerte cesaron

cerca del Guadalquivir. 

Poemas de Federico García Lorca perteneciente a Poeta en Nueva York

PAISAJE DE LA MULTITUD QUE VOMITA

(ANOCHECER DE CONEY ISLAND)

 

La mujer gorda venía delante

arrancando las raíces y mojando el pergamino de los tambores, 

la mujer gorda

que vuelve del revés los pulpos agonizantes. 

La mujer gorda, enemiga de la luna, 

corría por las calles y los pisos deshabitados 

y dejaba por los rincones pequeñas calaveras de paloma

y levantaba las furias de los banquetes de los siglos últimos 

y llamaba al demonio del pan por las colinas del cielo barrido

y filtraba un ansia de luz en las circulaciones subterránea. 

Son los cementerios, lo sé, son los cementerios

Y el dolor de las cocinas enterradas bajo la arena; 

son los muertos, los faisanes y las manzanas de otra hora

los que nos empujan en la garganta. 

 

     Llegaban los rumores de la selva del vómito 

con las mujeres vacías, con niños de cera caliente, 

con árboles fermentados y camareros incansables

que sirven platos de sal bajo las arpas de la salbia. 

Sin remedio, hijo mío, ¡vomita! No hay remedio. 

Ni el vómito del gato que se tragó una rana por descuido. 

Son los muertos que arañan con sus manos de tierra

las puertas de pedernal donde se pudren nublos y postres. 

 

     La mujer gorda venía delante

con las gentes de los barcos, de las tabernas y de los jardines. 

El vómito agitaba delicadamente sus tambores

entre algunas niñas de sangre

que pedían protección a la luna. 

¡Ay de mí! ¡Ay de mí! ¡Ay de mí! 

Esta mirada mía fue mía, pero ya no es mía.,

esta mirada que tiembla desnuda por el alcohol

y despide barcos increíbles 

por las anémonas de los muelles. 

Me defiendo con esta mirada

que mana de las ondas por donde el alba no se atreve,

yo, poeta sin brazos, perdido

entre la multitud que vomita, 

sin caballo efusivo que corte

los espesos musgos de mis sienes. 

 

     Pero la mujer gorda seguía delante

y la gente buscaba las farmacias

donde el amargo trópico se fija. 

Solo cuando izaron la bandera y llegaron los primeros canes

la ciudad entera se agolpó en las barandillas del embarcadero. 

 

Nueva York, 29 de diciembre de 1929

 

LA AURORA 

 

La aurora de Nueva York tiene

cuatro columnas de cieno 

y un huracán de negras palomas

que chapotean las aguas podridas. 

 

     La aurora de Nueva York gime

por las inmensas escaleras

buscando entre las aristas

nardos de angustia dibujada. 

 

     La aurora llega y nadie la recibe en su boca

porque allí no hay mañana ni esperanza posible. 

A veces las monedas en enjambres furiosos

taladran y devoran abandonados niños. 

 

     Los primeros que salen comprenden con sus huesos

que no habrá paraíso ni amores deshojados; 

saben que van al cieno de números y leyes, 

a los juegos sin arte, a sudores sin fruto. 

 

     La luz es sepultada por cadenas y ruidos

en impúdico reto de ciencia sin raíces. 

Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes

como recién salidas de un naufragio de sangre.

Poemas de Federico García Lorca de Diván del Tamarit

 

GACELA DEL NIÑO MUERTO 

 

Todas las tardes en Granada, 

todas las tardes se muere un niño. 

Todas las tardes el agua se sienta

a conversar con sus amigos. 

 

      Los muertos llevan alas de musgo. 

El viento nublado y el viento limpio

son dos faisanes que vuelan por las torres

y el día es un muchacho herido. 

 

     No quedaba en el aire ni una brizna de alondra

cuando yo encontré por las grutas del vino. 

No quedaba en la tierra ni una miga de nube

cuando te ahogabas por el río. 

 

     Un gigante de agua cayó sobre los montes

y el mundo se anegó de sábanas y lirios. 

Tu. cuerpo, con la sombra violeta de mis manos,

Era, muerto en la orilla, un arcángel de frío. 

 

CASIDA DEL LLANTO

 

He cerrado mi balcón 

porque no quiero oír el llanto, 

pero por detrás de los muros

no se oye otra cosa que el llanto. 

 

     Hay muy pocos ángeles que canten, 

hay muy pocos perros que ladren,

mil violines caben en la palma de mi mano. 

 

Pero el llanto es un perro inmenso,

el llanto es un ángel inmenso, 

el llanto es un violín inmenso, 

las lágrimas amordazadas al viento, 

y no se oye otra cosa que el llanto. 

 

Sonetos del amor oscuro

 

TENGO MIEDO A PERDER LA MARAVILLA

 

Tengo miedo a perder la maravilla

de tus ojos de estatua, y el acento

que de noche me pone en la mejilla

la solitaria rosa de tu aliento. 

 

     Tengo pena de ser en esta orilla

tronco sin ramas; y lo que más siento

es no tener la flor, pulpa o arcilla,

para el gusano de mi sufrimiento. 

 

     Si tú eres el tesoro oculto mío, 

si eres mi cruz y mi dolor mojado, 

si soy el perro de tu señorío,

 

     no me dejes perder lo que he ganado

y decora las aguas de tu río

con hojas de mi otoño enajenado. 

 

EL POETA PIDE A SU AMOR QUE LE ESCRIBA

 

Amor de mis entrañas, viva muerte, 

en vano espero tu palabra escrita

y pienso, con la flor que se marchita, 

que si vivo sin mí quiero perderte. 

 

     El aire es inmortal. La piedra inerte

ni conoce la sombra ni la evita. 

Corazón interior no necesita

la miel helada que la luna vierte. 

 

Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas,

tigre y paloma, sobre tu cintura

en duelo de mordiscos y azucenas

 

     Llena, pues, de palabras mi locura

o déjame vivir en mi serena

noche del alma para siempre oscura. 

 

Y con esa referencia de intertextualidad al conocido Noche del alma oscura, cenit de la mística de San Juan de la Cruz (que hoy da nombre a un estadio del proceso de individuación psicológica) cerramos esta selección de poemas de Federico García Lorca. En buena parte de ellos, como hemos visto, priman el pathos de la muerte, el drama de la sangre, el amor pasional que arrebata y arrastra hacia los recovecos del inconsciente. Cenit de la literatura en español, tanto su obra poética (a la par arraigada en el terruño tanto como en el cosmopolitismo) como sus obras para teatro han alcanzado el canon universal. 

Selección por Candela Vizcaíno

 

 

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