Barroco

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A lo largo del siglo XVII se desarrolla lo que más de un crítico ha denominado “literatura nacional” alejada de los moldes impuestos por el Renacimiento literario procedente de Italia. Y, por supuesto, también se han superado todos los condicionantes de las incipientes letras castellanas reducidas a la dicotomía de mester de clerecía y mester de juglaría medievales. Aunque la genialidad de Cervantes, el cual pertenece a este periodo, se resiste a reducirse al cajón de la literatura barroca en España, sí es el báculo principal del Siglo de Oro. Pero, ¿qué ocurre en esta época que se da un cambio tan trascendental?  

La literatura barroca en España está condicionada por los avatares históricos 

El rey Felipe II deja esta mundo en El Escorial en 1598 y con él se cierra un periodo de glorias épicas por las que España se convirtió en la primera potencia del mundo. Tras su muerte, llegan monarcas tan endebles (en todos los sentidos) que delegan irresponsablemente la gestión del trono en validos que solo se guiaron por el afán de poder y riquezas. Esta decadencia deviene en sucesivas crisis económicas adobadas con guerras que, además, se pierden. De resultas de gobiernos desastrosos, las deudas se aúnan con la corrupción institucional y la descomposición social en todas sus vertientes.  

De esta forma España, pasa en la época en la que se fragua la literatura barroca, de ser un gran imperio a verse en la ruina moral y en la miseria económica. De resultas de todo ello se llega a un estado de abatimiento y de pesimismo que se transparenta en todas y cada una de las artes. Además, quitando algunos conatos infructuosos, tanto la vida pública como la privada se llena de conformismo negando, a la par, una mínima posibilidad de cambio por la vía de la transformación. Así, el pueblo pasa miseria pero, en vez de rebelarse, se refugia en las delicias del teatro, cuyos corrales se llenan a diario. No lo hace mejor la aristocracia, ya que no invierte la riqueza acumulada. Esta se despilfarra en suntuosos palacios llenos de obra de arte (este punto quizás sea el único positivo) en vez de invertirla en negocios productivos. Se niega, así, cualquier emprendimiento y la sociedad se disgrega de múltiples maneras dando paso al individualismo. Todo ello produce fuertes contrastes difíciles de explicar incluso por los historiadores más preparados. En palabras de Juan Luis Alborg, durante el siglo XVII el carácter español se movía entre 

“… galantería y rufianería, miseria y esplendor, derroche y angustia económica, idealismo y picaresca, refinamiento y vulgaridad, afán de placer y exaltación religiosa, total despreocupación por los intereses públicos y desaforado patriotismo”.  

En definitiva, como veremos a continuación, la literatura barroca en España muestra fuertes contrastes alcanzando cotas tormentosas a veces. 

Entendiendo la literatura barroca en España a través de las claves de su estilo 

Resumimos mucho el estilo barroco que caracteriza a todas y cada una de las artes: 

1.- Se deja aparcada la elegancia clásica que busca la serenidad y la perfección de la forma característica del Renacimiento. En su lugar, nace un arte que se basa en el exceso y la acumulación. 

2.- Se arrincona el afán de conocimiento por la estimulación de los sentimientos, la cual se hace, además, de forma exagerada. 

3.- Predominan las audacias de todo tipo, la búsqueda de la brillantez y el más difícil todavía, tanto en literatura, como en arquitectura o  en artes plásticas. 

4.- Los artistas se enfrascan en batallas dialécticas, en porfías, en la hipérbole… Todo ello llega a su apoteosis en la dialéctica entre el culteranismo y el conceptismo. 

5.- Se busca la tensión, el dinamismo y la originalidad a base de estirar las formas al límite. 

6.- Hay un gusto por el contraste que llega incluso a lo grosero o a la idealización de los bajos fondos. En esta línea también se visualizan las historias más truculentas de la Biblia con imágenes desgarradoras de violencia, muerte o despedazamiento (Caravaggio o Artemisia Gentileschi son claros ejemplos en pintura). 

7.- Todo esto desemboca en la afectación y el rebuscamiento. 

8.- Se desfigura la realidad bien con el grotesco, lo monstruoso la caricatura mordaz o bien con la más absoluta idealización. 

9.- En artes plásticas hay un gusto por las masas y los colores. Las formas se difuminan y se elimina la perspectiva. Se recurre con agrado al círculo, a las volutas y a la espiral. 

10.- La literatura se llena de metáforas arriesgadas, de tropos, de audacias estilísticas solo comprensibles para un público culto y formado. 

Caracteres generales de la literatura barroca en España 

Si bien todas estas generalidades estilísticas se dan en otros puntos europeos, en España alcanzan su apoteosis, quizás (tal como quieren explicar buena parte de la crítica) por sus condicionantes políticos y sociales. Por si fuera poco, la Reforma se instala en buena parte de Europa y España se queda aislada siguiendo un modelo religioso que, en demasiadas ocasiones, se convierte en un freno a cualquier idea innovadora. Por tanto, la decadencia en todos los órdenes vitales se llena de un extremo pesimismo del que se quiere salir a través de fuertes contrastes tanto en lo formal como en los temas. Muy resumidamente nos encontramos:  

1.- Son frecuentes los temas del tiempo que vuela y que es necesario atrapar con un carpe diem doloroso en extremo. El mismo se resume en ese “Mientras por competir con tu cabello |oro bruñido, el sol relumbra en vano,” de Góngora que se remata con ese verso que nos resbala por toda la desolación de la muerte “en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.”

2.- Las ruinas en todos sus sentidos son favoritas en esta época. Este extremo se puede sintetizar en los versos de Quevedo “Miré los muros de la patria mía,| si un tiempo fuerte ya desmoronados…” Y de tal manera el pesimismo se apodera del poeta que “y no hallé cosa en que poner los ojos | que no fuese recuerdo de la muerte.” 

3.- Ante esta visión tan catastrófica de la vida se impone también la existencia como irreal, “como un sueño” de Calderón de la Barca, como una mueca burlona del espíritu y la mente. 

4.- La gravedad se rompe con la ironía que llega hasta extremos de crueldad o con la evasión a través del espectáculo. Y es aquí donde entran las grandes obras teatrales de un Lope de Vega, por nombrar sencillamente al mejor. En ellas no encontramos nada que pudiera ser crítica constructiva y la gran mayoría de sus títulos giran en torno al enredo, a los conflictos en la trama que se deshacían en el último acto, justo antes de los aplausos. 

5.- Todo ello hace que, en lo referente al aspecto formal, se elija el camino de la complicación. Pero vamos a más, ya que este significante acaba impactando en el significado. Esto es, llega a los temas y a lo más profundo de los sentimientos y pensamientos. 

6.- Aunque hay pocos temas nuevos, se eleva a la categoría de arte el mundo de los bajos fondos, el de los tullidos, el de los perdedores que no renuncian al idealismo, cuyo ejemplo más insigne es nuestro Don Quijote.  

“Lo que hasta ahora ha llamado más la atención en el Barroco literario, es sin duda la tendencia innovadora de su estilística, la abundancia de las metáforas exageradas, de sus frecuentes hipérboles y conceptos, sus contrastes perseguidos hasta obtenerse el total agotamiento de los efectos posibles, una lengua atormentada y artificiosa, que pretende huir de la propiedad del lenguaje común, por medio de mil refinamientos retóricos…” 

Alejandro Cioranescu 

En definitiva, la literatura barroca en España lleva al límite las posibilidades formales, expresivas y temáticas de una época en la que se hace santo y seña del exceso en todos los órdenes de la vida. Esta acumulación y audacia no solo se manifiesta en las letras sino también en la arquitectura, en la pintura, en el mobiliario o en la moda.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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A lo largo del siglo XVII se desarrolla lo que más de un crítico ha denominado “literatura nacional” alejada de los moldes impuestos por el Renacimiento literario procedente de Italia. Y, por supuesto, también se han superado todos los condicionantes de las incipientes letras castellanas reducidas a la dicotomía de mester de clerecía y mester de juglaría medievales. Aunque la genialidad de Cervantes, el cual pertenece a este periodo, se resiste a reducirse al cajón de la literatura barroca en España, sí es el báculo principal del Siglo de Oro. Pero, ¿qué ocurre en esta época que se da un cambio tan trascendental?  

La literatura barroca en España está condicionada por los avatares históricos 

El rey Felipe II deja esta mundo en El Escorial en 1598 y con él se cierra un periodo de glorias épicas por las que España se convirtió en la primera potencia del mundo. Tras su muerte, llegan monarcas tan endebles (en todos los sentidos) que delegan irresponsablemente la gestión del trono en validos que solo se guiaron por el afán de poder y riquezas. Esta decadencia deviene en sucesivas crisis económicas adobadas con guerras que, además, se pierden. De resultas de gobiernos desastrosos, las deudas se aúnan con la corrupción institucional y la descomposición social en todas sus vertientes.  

De esta forma España, pasa en la época en la que se fragua la literatura barroca, de ser un gran imperio a verse en la ruina moral y en la miseria económica. De resultas de todo ello se llega a un estado de abatimiento y de pesimismo que se transparenta en todas y cada una de las artes. Además, quitando algunos conatos infructuosos, tanto la vida pública como la privada se llena de conformismo negando, a la par, una mínima posibilidad de cambio por la vía de la transformación. Así, el pueblo pasa miseria pero, en vez de rebelarse, se refugia en las delicias del teatro, cuyos corrales se llenan a diario. No lo hace mejor la aristocracia, ya que no invierte la riqueza acumulada. Esta se despilfarra en suntuosos palacios llenos de obra de arte (este punto quizás sea el único positivo) en vez de invertirla en negocios productivos. Se niega, así, cualquier emprendimiento y la sociedad se disgrega de múltiples maneras dando paso al individualismo. Todo ello produce fuertes contrastes difíciles de explicar incluso por los historiadores más preparados. En palabras de Juan Luis Alborg, durante el siglo XVII el carácter español se movía entre 

“… galantería y rufianería, miseria y esplendor, derroche y angustia económica, idealismo y picaresca, refinamiento y vulgaridad, afán de placer y exaltación religiosa, total despreocupación por los intereses públicos y desaforado patriotismo”.  

En definitiva, como veremos a continuación, la literatura barroca en España muestra fuertes contrastes alcanzando cotas tormentosas a veces. 

Entendiendo la literatura barroca en España a través de las claves de su estilo 

Resumimos mucho el estilo barroco que caracteriza a todas y cada una de las artes: 

1.- Se deja aparcada la elegancia clásica que busca la serenidad y la perfección de la forma característica del Renacimiento. En su lugar, nace un arte que se basa en el exceso y la acumulación. 

2.- Se arrincona el afán de conocimiento por la estimulación de los sentimientos, la cual se hace, además, de forma exagerada. 

3.- Predominan las audacias de todo tipo, la búsqueda de la brillantez y el más difícil todavía, tanto en literatura, como en arquitectura o  en artes plásticas. 

4.- Los artistas se enfrascan en batallas dialécticas, en porfías, en la hipérbole… Todo ello llega a su apoteosis en la dialéctica entre el culteranismo y el conceptismo. 

5.- Se busca la tensión, el dinamismo y la originalidad a base de estirar las formas al límite. 

6.- Hay un gusto por el contraste que llega incluso a lo grosero o a la idealización de los bajos fondos. En esta línea también se visualizan las historias más truculentas de la Biblia con imágenes desgarradoras de violencia, muerte o despedazamiento (Caravaggio o Artemisia Gentileschi son claros ejemplos en pintura). 

7.- Todo esto desemboca en la afectación y el rebuscamiento. 

8.- Se desfigura la realidad bien con el grotesco, lo monstruoso la caricatura mordaz o bien con la más absoluta idealización. 

9.- En artes plásticas hay un gusto por las masas y los colores. Las formas se difuminan y se elimina la perspectiva. Se recurre con agrado al círculo, a las volutas y a la espiral. 

10.- La literatura se llena de metáforas arriesgadas, de tropos, de audacias estilísticas solo comprensibles para un público culto y formado. 

Caracteres generales de la literatura barroca en España 

Si bien todas estas generalidades estilísticas se dan en otros puntos europeos, en España alcanzan su apoteosis, quizás (tal como quieren explicar buena parte de la crítica) por sus condicionantes políticos y sociales. Por si fuera poco, la Reforma se instala en buena parte de Europa y España se queda aislada siguiendo un modelo religioso que, en demasiadas ocasiones, se convierte en un freno a cualquier idea innovadora. Por tanto, la decadencia en todos los órdenes vitales se llena de un extremo pesimismo del que se quiere salir a través de fuertes contrastes tanto en lo formal como en los temas. Muy resumidamente nos encontramos:  

1.- Son frecuentes los temas del tiempo que vuela y que es necesario atrapar con un carpe diem doloroso en extremo. El mismo se resume en ese “Mientras por competir con tu cabello |oro bruñido, el sol relumbra en vano,” de Góngora que se remata con ese verso que nos resbala por toda la desolación de la muerte “en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.”

2.- Las ruinas en todos sus sentidos son favoritas en esta época. Este extremo se puede sintetizar en los versos de Quevedo “Miré los muros de la patria mía,| si un tiempo fuerte ya desmoronados…” Y de tal manera el pesimismo se apodera del poeta que “y no hallé cosa en que poner los ojos | que no fuese recuerdo de la muerte.” 

3.- Ante esta visión tan catastrófica de la vida se impone también la existencia como irreal, “como un sueño” de Calderón de la Barca, como una mueca burlona del espíritu y la mente. 

4.- La gravedad se rompe con la ironía que llega hasta extremos de crueldad o con la evasión a través del espectáculo. Y es aquí donde entran las grandes obras teatrales de un Lope de Vega, por nombrar sencillamente al mejor. En ellas no encontramos nada que pudiera ser crítica constructiva y la gran mayoría de sus títulos giran en torno al enredo, a los conflictos en la trama que se deshacían en el último acto, justo antes de los aplausos. 

5.- Todo ello hace que, en lo referente al aspecto formal, se elija el camino de la complicación. Pero vamos a más, ya que este significante acaba impactando en el significado. Esto es, llega a los temas y a lo más profundo de los sentimientos y pensamientos. 

6.- Aunque hay pocos temas nuevos, se eleva a la categoría de arte el mundo de los bajos fondos, el de los tullidos, el de los perdedores que no renuncian al idealismo, cuyo ejemplo más insigne es nuestro Don Quijote.  

“Lo que hasta ahora ha llamado más la atención en el Barroco literario, es sin duda la tendencia innovadora de su estilística, la abundancia de las metáforas exageradas, de sus frecuentes hipérboles y conceptos, sus contrastes perseguidos hasta obtenerse el total agotamiento de los efectos posibles, una lengua atormentada y artificiosa, que pretende huir de la propiedad del lenguaje común, por medio de mil refinamientos retóricos…” 

Alejandro Cioranescu 

En definitiva, la literatura barroca en España lleva al límite las posibilidades formales, expresivas y temáticas de una época en la que se hace santo y seña del exceso en todos los órdenes de la vida. Esta acumulación y audacia no solo se manifiesta en las letras sino también en la arquitectura, en la pintura, en el mobiliario o en la moda.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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A finales del siglo XVI y, especialmente, durante el siglo XVII en arte y en literatura va afianzándose una nueva forma creativa que se distingue de los modos y características del Renacimiento. Si bien la estética se impone no solo en Europa, sino también en buena parte de Sudamérica, el Barroco español alcanza cotas magníficas no solo en lo que se refiere a las artes plásticas sino especialmente en la literatura. De tal calado fue el estilo barroco en las letras castellanas que a la época se le denomina Siglo de Oro. Estas son las claves principales para entenderlo. 

1.- El estilo barroco se caracteriza por la acumulación  

Se abandona la serenidad y la elegancia que había caracterizado tanto el arte como la literatura renacentista y las expresiones artísticas se abigarran hasta límites nunca visto por entonces y difíciles de encontrar después.  El objetivo no es el conocimiento, santo y seña del hombre en el Renacimiento, sino el estímulo de los sentidos y, además, de todos ellos a la vez. Por eso, se recurre a imágenes brillantes, al horror vacui, a la acumulación, a la sobreexposición, al lenguaje llevado a extremo, a agudezas ingeniosas y al gusto por cualquier audacia en cualquier terreno. El estilo barroco, si por algo se caracteriza, es por parecer una carrera de fondo por demostrar quién puede llegar más allá, estirando la palabra o completando un cuadro sin dejar ni un milímetro sin pincelada. Los artistas huyen de ese afán de conocimiento para apelar a los sentidos y los sentimientos. Por eso, es frecuente lo grotesco, lo que se aparta de la norma, lo monstruoso, los seres lisiados, las descripciones de los bajos fondos o de los sentimientos más rebuscados.  

2.- La exageración forma parte del estilo barroco 

Íntimamente unido a esa búsqueda de lo extremo, se recurre constantemente a la hipérbole, la cual se manifiesta no solo en el arte Barroco que gusta de monstruos, seres extremos o de las historias más truculentas de la Biblia sino también en el ridículo, la ironía y la mofa. La literatura del barroco está plagada de todos esos puntos extremos que se resumen en España en esa pugna (a veces difícilmente definida) entre el culteranismo y el conceptismo que llevaron en vida la dialéctica entre Góngora y Quevedo.  

 3.- El movimiento sustituye a la serenidad clásica del Renacimiento

La línea recta, la perspectiva, la arquitectura elegante que se vanagloriaba de recoger la mejor tradición grecorromana se convierte en una torsión constante. El estilo barroco solo se entiende en la línea curva, en la espiral, en el abigarramiento, en el movimiento y en la tensión. Todo se vuelve movimiento y prisas tanto en el lenguaje como en cualquier expresión plástica.  

4.- El estilo barroco se caracteriza por el contraste 

Para llevar a cabo esa torsión estilística se recurre al claroscuro (recordemos los cuadros de Caravaggio o de Velázquez), al contraste tanto en los poemas como en las artes plásticas. Este se encuentra en la unión en una misma composición de los extremos más luminosos de la vida con los más truculentos de la muerte, de lo feo con lo bello, de lo más mundano con lo sagrado… De este mismo sentido se impregnan las artes plásticas que se regodea con la plasmación de las más duras escenas de la Biblia (las cabezas cortadas por orden de Salomé o de la mano de Judith, la matanza de los inocentes en toda su crudeza…) Se recurre a la antítesis, a la búsqueda de los contrarios irreconciliables. 

5.- Las artes plásticas se transforman radicalmente  

Ese amor por la rareza, por lo extremo, por lo que está alejado de la serenidad clásica se regodea, además, en lo formal y es estirado al máximo. Las obras se llenan de símbolos, de historias que hay que conocer de antemano, de mensajes ocultos. Todo ello nos lleva por el camino del artificio, de lo rebuscado, de la rareza que se manifiesta en todos los órdenes de la vida desde el mobiliario recargado hasta la pintura obscena pasando por la moda abigarrada o la literatura repleta de tropos, metáforas e hipérboles ingeniosas.  

La pintura, además, se realiza utilizando grandes masas de color eliminando el dibujo casi. Se busca, además, la profundidad (que no la perspectiva) a través de la superposición. Se difuminan los contornos y las volutas hacen su aparición en cualquier tipo de manifestación artística. El estilo barroco es así claramente reconocible tanto en ese abigarramiento de iglesias o palacios como en el mobiliario llevado hasta la torsión.  

6.- El estilo barroco se caracteriza por el choque de los contrarios 

Nada hay en el centro o en el medio. Se huye de la sobriedad clásica para resbalarse por los extremos. Si se ironiza se llega a la caricatura, a veces salvaje. Si se critica o se intenta poner de manifiesto la oscuridad del alma humana, se alcanza los límites de la degradación. Esta se representa de distintas maneras ya sea con personajes sin atisbo de nobleza ya sea mostrando el aspecto monstruoso del ser humano. Las pasiones siempre serán desatadas a igual que el fervor religioso que no puede quedarse en la serenidad anímica. Idéntico camino, pero por el contrario, recorre la idealización que alcanza cotas no superadas desde entonces.  

7.- El Barroco español está caracterizado por el pesimismo

Tanto en literatura como en artes plásticas en España alcanza cotas bastante elevadas coincidiendo con la hecatombe social, económica y política tras la muerte de Felipe II. Los sucesivos reyes se dejan resbalar por la indolencia dejando la gestión del trono en manos de validos ávidos de poder y de riquezas. El resultado son constantes crisis que llevan a la población a la más extrema pobreza con situaciones injustas y sin ver una salida. España, asentada la Reforma en el resto de Europa, se aísla de sus vecinos si no es para enfrascarse en guerras cruentas que, además, pierde. Se olvida cualquier desarrollo tecnológico y las élites no invierten en innovación o en mejora de los recursos disponibles. El pueblo, salvo algunos conatos, no se alza en rebelión y el espíritu que impera en la época es un conformismo destructor. Todo ello se manifiesta en las artes de todo tipo pero, especialmente, en la literatura que, en esta época (recordemos el Quijote de Cervantes) nos pone por delante toda una retahíla de fracasados y perdedores de tal enjundia que se vuelven tipos universales. 

8.- Las artes se impregnan de un espíritu basado en la huida de la realidad

Las sucesivas crisis económicas, la pobreza, la pérdida de calidad de vida y el abatimiento llevan a una huida de la cotidianidad. Se busca en el teatro (que alcanza cotas ni antes ni después no superadas) un entretenimiento en el que olvidar las penas cotidianas con historias distorsionadas y totalmente irreales. La población encuentra en la risa fácil y en la burla una forma de no afrontar un mínimo espíritu crítico de la realidad. Recordemos que es una sociedad dominada por el conformismo, por el pesimismo y por el abatimiento. 

El estilo barroco, por tanto, no solo puede aplicarse a un periodo artístico concreto (el siglo XVII) sino que va más allá y se transparenta en todos los órdenes de la vida. Es una forma de estar y sentir el mundo casi. 

 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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A finales del siglo XVI y, especialmente, durante el siglo XVII en arte y en literatura va afianzándose una nueva forma creativa que se distingue de los modos y características del Renacimiento. Si bien la estética se impone no solo en Europa, sino también en buena parte de Sudamérica, el Barroco español alcanza cotas magníficas no solo en lo que se refiere a las artes plásticas sino especialmente en la literatura. De tal calado fue el estilo barroco en las letras castellanas que a la época se le denomina Siglo de Oro. Estas son las claves principales para entenderlo. 

1.- El estilo barroco se caracteriza por la acumulación  

Se abandona la serenidad y la elegancia que había caracterizado tanto el arte como la literatura renacentista y las expresiones artísticas se abigarran hasta límites nunca visto por entonces y difíciles de encontrar después.  El objetivo no es el conocimiento, santo y seña del hombre en el Renacimiento, sino el estímulo de los sentidos y, además, de todos ellos a la vez. Por eso, se recurre a imágenes brillantes, al horror vacui, a la acumulación, a la sobreexposición, al lenguaje llevado a extremo, a agudezas ingeniosas y al gusto por cualquier audacia en cualquier terreno. El estilo barroco, si por algo se caracteriza, es por parecer una carrera de fondo por demostrar quién puede llegar más allá, estirando la palabra o completando un cuadro sin dejar ni un milímetro sin pincelada. Los artistas huyen de ese afán de conocimiento para apelar a los sentidos y los sentimientos. Por eso, es frecuente lo grotesco, lo que se aparta de la norma, lo monstruoso, los seres lisiados, las descripciones de los bajos fondos o de los sentimientos más rebuscados.  

2.- La exageración forma parte del estilo barroco 

Íntimamente unido a esa búsqueda de lo extremo, se recurre constantemente a la hipérbole, la cual se manifiesta no solo en el arte Barroco que gusta de monstruos, seres extremos o de las historias más truculentas de la Biblia sino también en el ridículo, la ironía y la mofa. La literatura del barroco está plagada de todos esos puntos extremos que se resumen en España en esa pugna (a veces difícilmente definida) entre el culteranismo y el conceptismo que llevaron en vida la dialéctica entre Góngora y Quevedo.  

 3.- El movimiento sustituye a la serenidad clásica del Renacimiento

La línea recta, la perspectiva, la arquitectura elegante que se vanagloriaba de recoger la mejor tradición grecorromana se convierte en una torsión constante. El estilo barroco solo se entiende en la línea curva, en la espiral, en el abigarramiento, en el movimiento y en la tensión. Todo se vuelve movimiento y prisas tanto en el lenguaje como en cualquier expresión plástica.  

4.- El estilo barroco se caracteriza por el contraste 

Para llevar a cabo esa torsión estilística se recurre al claroscuro (recordemos los cuadros de Caravaggio o de Velázquez), al contraste tanto en los poemas como en las artes plásticas. Este se encuentra en la unión en una misma composición de los extremos más luminosos de la vida con los más truculentos de la muerte, de lo feo con lo bello, de lo más mundano con lo sagrado… De este mismo sentido se impregnan las artes plásticas que se regodea con la plasmación de las más duras escenas de la Biblia (las cabezas cortadas por orden de Salomé o de la mano de Judith, la matanza de los inocentes en toda su crudeza…) Se recurre a la antítesis, a la búsqueda de los contrarios irreconciliables. 

5.- Las artes plásticas se transforman radicalmente  

Ese amor por la rareza, por lo extremo, por lo que está alejado de la serenidad clásica se regodea, además, en lo formal y es estirado al máximo. Las obras se llenan de símbolos, de historias que hay que conocer de antemano, de mensajes ocultos. Todo ello nos lleva por el camino del artificio, de lo rebuscado, de la rareza que se manifiesta en todos los órdenes de la vida desde el mobiliario recargado hasta la pintura obscena pasando por la moda abigarrada o la literatura repleta de tropos, metáforas e hipérboles ingeniosas.  

La pintura, además, se realiza utilizando grandes masas de color eliminando el dibujo casi. Se busca, además, la profundidad (que no la perspectiva) a través de la superposición. Se difuminan los contornos y las volutas hacen su aparición en cualquier tipo de manifestación artística. El estilo barroco es así claramente reconocible tanto en ese abigarramiento de iglesias o palacios como en el mobiliario llevado hasta la torsión.  

6.- El estilo barroco se caracteriza por el choque de los contrarios 

Nada hay en el centro o en el medio. Se huye de la sobriedad clásica para resbalarse por los extremos. Si se ironiza se llega a la caricatura, a veces salvaje. Si se critica o se intenta poner de manifiesto la oscuridad del alma humana, se alcanza los límites de la degradación. Esta se representa de distintas maneras ya sea con personajes sin atisbo de nobleza ya sea mostrando el aspecto monstruoso del ser humano. Las pasiones siempre serán desatadas a igual que el fervor religioso que no puede quedarse en la serenidad anímica. Idéntico camino, pero por el contrario, recorre la idealización que alcanza cotas no superadas desde entonces.  

7.- El Barroco español está caracterizado por el pesimismo

Tanto en literatura como en artes plásticas en España alcanza cotas bastante elevadas coincidiendo con la hecatombe social, económica y política tras la muerte de Felipe II. Los sucesivos reyes se dejan resbalar por la indolencia dejando la gestión del trono en manos de validos ávidos de poder y de riquezas. El resultado son constantes crisis que llevan a la población a la más extrema pobreza con situaciones injustas y sin ver una salida. España, asentada la Reforma en el resto de Europa, se aísla de sus vecinos si no es para enfrascarse en guerras cruentas que, además, pierde. Se olvida cualquier desarrollo tecnológico y las élites no invierten en innovación o en mejora de los recursos disponibles. El pueblo, salvo algunos conatos, no se alza en rebelión y el espíritu que impera en la época es un conformismo destructor. Todo ello se manifiesta en las artes de todo tipo pero, especialmente, en la literatura que, en esta época (recordemos el Quijote de Cervantes) nos pone por delante toda una retahíla de fracasados y perdedores de tal enjundia que se vuelven tipos universales. 

8.- Las artes se impregnan de un espíritu basado en la huida de la realidad

Las sucesivas crisis económicas, la pobreza, la pérdida de calidad de vida y el abatimiento llevan a una huida de la cotidianidad. Se busca en el teatro (que alcanza cotas ni antes ni después no superadas) un entretenimiento en el que olvidar las penas cotidianas con historias distorsionadas y totalmente irreales. La población encuentra en la risa fácil y en la burla una forma de no afrontar un mínimo espíritu crítico de la realidad. Recordemos que es una sociedad dominada por el conformismo, por el pesimismo y por el abatimiento. 

El estilo barroco, por tanto, no solo puede aplicarse a un periodo artístico concreto (el siglo XVII) sino que va más allá y se transparenta en todos los órdenes de la vida. Es una forma de estar y sentir el mundo casi. 

 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Durante todo el siglo XVII toda Europa (y también las grandes urbes coloniales de Hispanoamérica) sufrió un cambio social y económico importante. El Antiguo Régimen comenzaba a desaparecer sustituido por una pujante burguesía que imponía sus criterios en todos los órdenes de la vida. Esto que se dice así tan pronto no pudo realizarse ni linealmente ni sin conflictos. Es más, el Barroco es la expresión de una crisis sistémica que se manifiesta tanto en los valores espirituales como en la formas de relacionarse, así como en la economía. Cada país realizó la transición desde un estatus quo dominado por el clero más rancio y la aristocracia excluyente hacia una sociedad pre-industrial (artesana más bien) en la que se impone unas nuevas clases más cultas y más pujantes. En este sentido, tengo que indicar en primer lugar que el arte barroco alcanzó sus máximas cotas expresivas allí donde la crisis (en todos los órdenes) fue más profunda y demoledora para la sociedad.  

Es por esto por lo que el movimiento artístico como tal apenas tuvo relevancia en países que no se resistieron demasiado a los cambios (Alemania, Holanda, Inglaterra…) mientras tuvo su apogeo en aquellos que se aferraban a los viejos valores. El Barroco español, apunto ya, tuvo un auge casi único en la historia de la humanidad. La nación comenzaba un declive imparable gobernada por reyes indolentes, cuando no incapaces, y aferrada a las imposiciones de una nobleza negada para poner las bases de un mínimo progreso. Esto desembocó en una crisis generalizada en la que la pobreza y la incultura se enquistaron por siglos incluso. 

El arte barroco frente a la estética clásica

En este sentido, hay autores que sostienen que el Barroco es casi un sentimiento o, más bien,  la expresión de un estado de cosas a todos los niveles (político, social, económico…) que se repite cada cierto tiempo en la historia. Vendría a asentarse en sociedades en cambio que no saben, no pueden o no quieren adaptarse a los nuevos rumbos. La estética se vuelve excesiva, recargada, oscura, retorcida (e incluso escatológica) en un intento por sacudir conciencias o espíritus. El arte barroco como tal, tanto el desarrollado cronológicamente en el siglo XVII, como el que pudiera generarse en otras épocas, se opone, en esencia, al gusto sobrio de la estética clásica.  

Esta, por el contrario, gusta del minimalismo, del despego de los adornos superfluos, de la claridad en todos los aspectos (tanto de palabra como en la pincelada del cuadro). Es serena (en contraposición al dramatismo del arte barroco) y busca siempre la fluidez tanto en los conceptos abstractos como en las formas físicas. 

Características del arte barroco principales

Ahora bien, ¿cómo podemos reconocer la estética barroca? Casi a simple vista ya sea un poema, una obra teatral, una pintura o uno de los sublimes edificios que dejó la época. Presente, incluso en las calles, en ciudades que vivieron la época de una forma especialmente trágica (nombro, únicamente, la Sevilla puerto de Indias repleta de mendigos o la Roma decadente y corrupta), el arte barroco es, en esencia, la expresión del exceso.  

1.- El arte barroco tiende al exceso y al movimiento

En contraposición a la sobriedad clásica, el arte barroco se caracteriza por ser excesivo, torsionado, siempre en movimiento. Es una estética que huye de la sobriedad para instalarse en el extremo contrario. Si se trata de realizar un edificio, las columnas nunca será rectas. Estas tomarán las formas de una espiral (como las de San Pedro en el Vaticano o las del arte manuelino). En una pintura, el exceso se mostrará en el horror vacui, en no dejar ni un solo centímetro sin una pincelada. La literatura se llenará de tropos, de torsiones y de un lenguaje recargado y/o complicado al máximo.  

2.- Por tanto, es una estética en la que prima lo inestable

El arte barroco representa la expresión de crisis de todo tipo (vitales, espirituales, sociales, económicas, políticas). Por tanto, se recubrirá de una pátina de inestabilidad. Y esto se refleja tanto en la forma como en el contenido. La vida se tambaleaba bajo los pies de una población desesperanzada y olvidada. De ello se hacían eco artistas de todos los géneros (que sufrían, si sacaban los pies del tiesto, el exilio o la persecución). Las formas parecen no sostenerse (volvemos a esas columnas en espiral) tanto en arquitectura como en las artes plásticas como en la artesanía de objetos cotidianos. Los temas vuelven una y otra vez a la fugacidad de la vida, a la inestabilidad de la existencia, a la posibilidad de morir en cualquier momento sin haber completado la misión de cada uno en este mundo. Y esto se transparenta tanto en la forma como en el contenido de todas y cada una de las obras de arte barroco. 

3.-  El arte barroco se caracteriza por la contradicción 

En un poema puede aparecer el tema del carpe diem con las referencias más atroces a la muerte y a la destrucción. La vida se hace nada y se pasa de la cuna a la sepultura en un suspiro. Aunque se buscan la belleza, la felicidad o el pragmatismo todo está envuelto en un halo triste, oscuro, dramático. Por otro lado, las actitudes satíricas o burlescas (que se transparentan en pintura o en literatura) tienen siempre un poso místico o de filosofía negativa. El arte barroco es la expresión en toda su grandeza de la contradicción de la condición humana y de nuestro paso por este mundo con más pena que gloria. Ni siquiera el amor profundo parece redimir a una humanidad que se encuentra sola, perdida y sin referentes éticos de calado.  

4.- El drama en toda su amplitud forma parte del arte barroco

Por tanto, hay una hueco bastante grande para todo lo que supone drama (y no me refiero a teatro). El tema de la vida como un valle de lágrimas es recurrente en todas las artes y todos los géneros. La existencia en este plano es fugaz, chocante e, incluso, dada a la burla más feroz. El espíritu de la época es, esencialmente, negativo, negro, oscuro y absorbente, por tanto.   

5.- La apariencia y la forma (continente) cobra más importancia que el contenido

Como todo se hace para encontrar acomodo en una existencia futura, en este plano todo lo que se queda es formal, contenido vacío o regodeo en la fealdad. Por eso, la expresión tanto artística, literaria o filosófica se vuelve rebuscada, como buscando un juego que no puede encontrarse en ningún aspecto vital. 

6.- El arte barroco es esencialmente recargado 

Y es una de las características del barroco principales. La pintura es recargada. Los edificios se adornan hasta el exceso y la extenuación. Las paredes se completan con murales hasta el último centímetro. Las artes decorativas buscan llevar la artesanía a su quintaesencia llevando siempre la línea curva, el dorado, el brillo, el exceso y el recargamiento extremo. En literatura se lleva la frase a la torsión más absoluta. Siempre hay que leerla como mínimo dos veces para poder entender el contenido. Se abusan de tropos, metáforas o retruécanos. 

7.- Se caracteriza por ser una estética de la intensidad 

En el arte barroco, por tanto, no hay cabida para la sobriedad o para la concisión tanto en lo formal como en el contenido. Todo es extremo, muy extremo.  

8.- El arte barroco es pesimista por esencia

El siglo XVII fue el de las hambrunas, las pestes, las persecuciones y la pérdida de población en toda Europa. En aquellos países, como en el caso de España, en los que no fue posible una mínima apertura o cambio, la atmósfera en general (psicológica, social, religiosa, política…) se volvió asfixiante. Eso llevó a una tristeza generaliza, a un despegue de las cosas físicas, cotidianas o diarias (“así pasan las glorias del mundo” fue un tema recurrente). La única felicidad, por tanto, se encuentra en el más allá y la muerte se ve casi como una liberación de tantas penurias. El barroco como ideología, como estética que se repite cada cierto tiempo, siempre coincide con tiempos de crisis, de oscuridad, de persecución o de falta de libertad.  

9.- Otra de las características del arte barroco es la huida y la búsqueda del bienestar en el más allá 

Tal como he indicado antes, solo se ve salida en la vida futura, en la que hay más allá de la muerte. La pintura, a la par que oscura, se vuelve hacia los protagonistas bíblicos que pasaron duras penas antes de alcanzar la salvación. La literatura se concentra en la mística. Aquellos que no sentían tanto celo religioso se vuelcan en una sátira que a veces se hace feroz contra el sistema establecido que, además, daba todos los días argumentos para sustentar esta actitud.  

10.- Nada en el arte barroco se presenta natural o en mímesis con la realidad 

Todo es exagerado, distorsionado, complicado y difícil de encontrar en la naturaleza. Se recurre a la línea curva en demasía, a la palabra sacada de todo contexto lógico, a la arquitectura que parece sostenerse casi en equilibrio.   

11.- Hay una búsqueda por exprimir las posibilidades formales y/o de lenguaje

En este sentido, el arte barroco parece regodearse en las posibilidades de la palabra, en las torsiones y en el más difícil todavía. Algunas obras de arquitectura (los grandes palacios a imitación de Versalles o los grandes templos religiosos como San Pedro en Roma) se levantaron en un espíritu de competición casi.  

12.- El creador del arte barroco se regodea en la audacia 

En este orden de cosas, en el que el exceso es la norma, se tiene que recurrir a la creación llevada al extremo. No hablo de originalidad sino que retomo ese concepto del más difícil todavía. Los mármoles (como los de Bernini que embellecen Roma) se trabajan como si fueran de plastilina, con un movimiento poco frecuente en escultura y con una atención al detalle apabullante a la par que sobrecogedora.  

13.- El desasosiego es característico de esta estética y de la época 

Ante este panorama político (el de crisis de valores y de recursos económicos) y creativo (con ese gusto por el no va más en la ejecución de la obra) es normal que se caiga en la ansiedad, en el desasosiego, en la intranquilidad, en el sentimiento de inestabilidad más absoluta. 

14.- Al no haber libertad siempre se recurre a lo artificioso y rebuscado

El arte barroco, a pesar de su torsión y su exceso, no se caracteriza precisamente por la libertad. Esta no existía en tanto en cuanto que cualquier idea novedosa era, incluso, perseguida y, a veces, se pagaba a un precio muy alto. Todo ello hace que el creador y el artista apague esa indefensión (impuesta desde fuera) con un exceso formal. Lo rebuscado en cualquier tipo de obra también pretendía ocultar críticas o sátiras veladas. Era la única manera de hacerse comprender por un público muy entendido (mínimo, escogido y selecto) sin correr riesgos. 

15.- El arte barroco es la expresión del miedo y la ansiedad

En definitiva, esta estética no es más que la lengua de una época y de una forma de entender el mundo. Y si por algo se caracteriza un tiempo de crisis en el que los gobernantes son tan indolentes que ni llegan a lo mínimo es por generar pavor ante el pueblo llano. Ante tanta inestabilidad solo cabe la expresión de la angustia y la ansiedad por un futuro del que no se tenía garantizado ni lo más mínimo.  

En Italia (Caravaggio o Bernini), Francia (con sus grandes palacios cuya epítome fue Versalles) y, especialmente, en España (sumergida en una Contrarreforma absurda) el arte barroco floreció como en ninguna otra parte del mundo. Fue la estética de una época de crisis en la que la falta de libertad, las hambrunas, las plagas y la desesperanza se apoderó de toda una sociedad. Ante esta perspectiva vital la mayoría de los autores se volcaron en un misticismo más o menos profundo o en la sátira más feroz hacia los poderes fácticos de la época.  

En España, aparte de los edificios religiosos legados (la Iglesia del Salvador en Sevilla por poner un caso), se desarrolló hasta cotas de excelencia el teatro. La nobleza, que no empleaba los beneficios obtenidos con la acaparación de riquezas en productividad económica, patrocinó estas obras hasta el empacho incluso. El resultado fueron títulos y títulos y más títulos (algunos memorables) salidos de plumas que se lucraban (y evolucionaban a la par) con estos mecenazgos. El teatro, en España en el siglo  XVII, tuvo la misma función que el circo en la Roma antigua. Con estas maravillosas obras de arte barroco se pretendía calmar a una población empobrecida, embrutecida (por la falta de instrucción) y, a veces, desesperanzada (porque se les cortaba cualquier oportunidad). 

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Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

 

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Durante todo el siglo XVII toda Europa (y también las grandes urbes coloniales de Hispanoamérica) sufrió un cambio social y económico importante. El Antiguo Régimen comenzaba a desaparecer sustituido por una pujante burguesía que imponía sus criterios en todos los órdenes de la vida. Esto que se dice así tan pronto no pudo realizarse ni linealmente ni sin conflictos. Es más, el Barroco es la expresión de una crisis sistémica que se manifiesta tanto en los valores espirituales como en la formas de relacionarse, así como en la economía. Cada país realizó la transición desde un estatus quo dominado por el clero más rancio y la aristocracia excluyente hacia una sociedad pre-industrial (artesana más bien) en la que se impone unas nuevas clases más cultas y más pujantes. En este sentido, tengo que indicar en primer lugar que el arte barroco alcanzó sus máximas cotas expresivas allí donde la crisis (en todos los órdenes) fue más profunda y demoledora para la sociedad.  

Es por esto por lo que el movimiento artístico como tal apenas tuvo relevancia en países que no se resistieron demasiado a los cambios (Alemania, Holanda, Inglaterra…) mientras tuvo su apogeo en aquellos que se aferraban a los viejos valores. El Barroco español, apunto ya, tuvo un auge casi único en la historia de la humanidad. La nación comenzaba un declive imparable gobernada por reyes indolentes, cuando no incapaces, y aferrada a las imposiciones de una nobleza negada para poner las bases de un mínimo progreso. Esto desembocó en una crisis generalizada en la que la pobreza y la incultura se enquistaron por siglos incluso. 

El arte barroco frente a la estética clásica

En este sentido, hay autores que sostienen que el Barroco es casi un sentimiento o, más bien,  la expresión de un estado de cosas a todos los niveles (político, social, económico…) que se repite cada cierto tiempo en la historia. Vendría a asentarse en sociedades en cambio que no saben, no pueden o no quieren adaptarse a los nuevos rumbos. La estética se vuelve excesiva, recargada, oscura, retorcida (e incluso escatológica) en un intento por sacudir conciencias o espíritus. El arte barroco como tal, tanto el desarrollado cronológicamente en el siglo XVII, como el que pudiera generarse en otras épocas, se opone, en esencia, al gusto sobrio de la estética clásica.  

Esta, por el contrario, gusta del minimalismo, del despego de los adornos superfluos, de la claridad en todos los aspectos (tanto de palabra como en la pincelada del cuadro). Es serena (en contraposición al dramatismo del arte barroco) y busca siempre la fluidez tanto en los conceptos abstractos como en las formas físicas. 

Características del arte barroco principales

Ahora bien, ¿cómo podemos reconocer la estética barroca? Casi a simple vista ya sea un poema, una obra teatral, una pintura o uno de los sublimes edificios que dejó la época. Presente, incluso en las calles, en ciudades que vivieron la época de una forma especialmente trágica (nombro, únicamente, la Sevilla puerto de Indias repleta de mendigos o la Roma decadente y corrupta), el arte barroco es, en esencia, la expresión del exceso.  

1.- El arte barroco tiende al exceso y al movimiento

En contraposición a la sobriedad clásica, el arte barroco se caracteriza por ser excesivo, torsionado, siempre en movimiento. Es una estética que huye de la sobriedad para instalarse en el extremo contrario. Si se trata de realizar un edificio, las columnas nunca será rectas. Estas tomarán las formas de una espiral (como las de San Pedro en el Vaticano o las del arte manuelino). En una pintura, el exceso se mostrará en el horror vacui, en no dejar ni un solo centímetro sin una pincelada. La literatura se llenará de tropos, de torsiones y de un lenguaje recargado y/o complicado al máximo.  

2.- Por tanto, es una estética en la que prima lo inestable

El arte barroco representa la expresión de crisis de todo tipo (vitales, espirituales, sociales, económicas, políticas). Por tanto, se recubrirá de una pátina de inestabilidad. Y esto se refleja tanto en la forma como en el contenido. La vida se tambaleaba bajo los pies de una población desesperanzada y olvidada. De ello se hacían eco artistas de todos los géneros (que sufrían, si sacaban los pies del tiesto, el exilio o la persecución). Las formas parecen no sostenerse (volvemos a esas columnas en espiral) tanto en arquitectura como en las artes plásticas como en la artesanía de objetos cotidianos. Los temas vuelven una y otra vez a la fugacidad de la vida, a la inestabilidad de la existencia, a la posibilidad de morir en cualquier momento sin haber completado la misión de cada uno en este mundo. Y esto se transparenta tanto en la forma como en el contenido de todas y cada una de las obras de arte barroco. 

3.-  El arte barroco se caracteriza por la contradicción 

En un poema puede aparecer el tema del carpe diem con las referencias más atroces a la muerte y a la destrucción. La vida se hace nada y se pasa de la cuna a la sepultura en un suspiro. Aunque se buscan la belleza, la felicidad o el pragmatismo todo está envuelto en un halo triste, oscuro, dramático. Por otro lado, las actitudes satíricas o burlescas (que se transparentan en pintura o en literatura) tienen siempre un poso místico o de filosofía negativa. El arte barroco es la expresión en toda su grandeza de la contradicción de la condición humana y de nuestro paso por este mundo con más pena que gloria. Ni siquiera el amor profundo parece redimir a una humanidad que se encuentra sola, perdida y sin referentes éticos de calado.  

4.- El drama en toda su amplitud forma parte del arte barroco

Por tanto, hay una hueco bastante grande para todo lo que supone drama (y no me refiero a teatro). El tema de la vida como un valle de lágrimas es recurrente en todas las artes y todos los géneros. La existencia en este plano es fugaz, chocante e, incluso, dada a la burla más feroz. El espíritu de la época es, esencialmente, negativo, negro, oscuro y absorbente, por tanto.   

5.- La apariencia y la forma (continente) cobra más importancia que el contenido

Como todo se hace para encontrar acomodo en una existencia futura, en este plano todo lo que se queda es formal, contenido vacío o regodeo en la fealdad. Por eso, la expresión tanto artística, literaria o filosófica se vuelve rebuscada, como buscando un juego que no puede encontrarse en ningún aspecto vital. 

6.- El arte barroco es esencialmente recargado 

Y es una de las características del barroco principales. La pintura es recargada. Los edificios se adornan hasta el exceso y la extenuación. Las paredes se completan con murales hasta el último centímetro. Las artes decorativas buscan llevar la artesanía a su quintaesencia llevando siempre la línea curva, el dorado, el brillo, el exceso y el recargamiento extremo. En literatura se lleva la frase a la torsión más absoluta. Siempre hay que leerla como mínimo dos veces para poder entender el contenido. Se abusan de tropos, metáforas o retruécanos. 

7.- Se caracteriza por ser una estética de la intensidad 

En el arte barroco, por tanto, no hay cabida para la sobriedad o para la concisión tanto en lo formal como en el contenido. Todo es extremo, muy extremo.  

8.- El arte barroco es pesimista por esencia

El siglo XVII fue el de las hambrunas, las pestes, las persecuciones y la pérdida de población en toda Europa. En aquellos países, como en el caso de España, en los que no fue posible una mínima apertura o cambio, la atmósfera en general (psicológica, social, religiosa, política…) se volvió asfixiante. Eso llevó a una tristeza generaliza, a un despegue de las cosas físicas, cotidianas o diarias (“así pasan las glorias del mundo” fue un tema recurrente). La única felicidad, por tanto, se encuentra en el más allá y la muerte se ve casi como una liberación de tantas penurias. El barroco como ideología, como estética que se repite cada cierto tiempo, siempre coincide con tiempos de crisis, de oscuridad, de persecución o de falta de libertad.  

9.- Otra de las características del arte barroco es la huida y la búsqueda del bienestar en el más allá 

Tal como he indicado antes, solo se ve salida en la vida futura, en la que hay más allá de la muerte. La pintura, a la par que oscura, se vuelve hacia los protagonistas bíblicos que pasaron duras penas antes de alcanzar la salvación. La literatura se concentra en la mística. Aquellos que no sentían tanto celo religioso se vuelcan en una sátira que a veces se hace feroz contra el sistema establecido que, además, daba todos los días argumentos para sustentar esta actitud.  

10.- Nada en el arte barroco se presenta natural o en mímesis con la realidad 

Todo es exagerado, distorsionado, complicado y difícil de encontrar en la naturaleza. Se recurre a la línea curva en demasía, a la palabra sacada de todo contexto lógico, a la arquitectura que parece sostenerse casi en equilibrio.   

11.- Hay una búsqueda por exprimir las posibilidades formales y/o de lenguaje

En este sentido, el arte barroco parece regodearse en las posibilidades de la palabra, en las torsiones y en el más difícil todavía. Algunas obras de arquitectura (los grandes palacios a imitación de Versalles o los grandes templos religiosos como San Pedro en Roma) se levantaron en un espíritu de competición casi.  

12.- El creador del arte barroco se regodea en la audacia 

En este orden de cosas, en el que el exceso es la norma, se tiene que recurrir a la creación llevada al extremo. No hablo de originalidad sino que retomo ese concepto del más difícil todavía. Los mármoles (como los de Bernini que embellecen Roma) se trabajan como si fueran de plastilina, con un movimiento poco frecuente en escultura y con una atención al detalle apabullante a la par que sobrecogedora.  

13.- El desasosiego es característico de esta estética y de la época 

Ante este panorama político (el de crisis de valores y de recursos económicos) y creativo (con ese gusto por el no va más en la ejecución de la obra) es normal que se caiga en la ansiedad, en el desasosiego, en la intranquilidad, en el sentimiento de inestabilidad más absoluta. 

14.- Al no haber libertad siempre se recurre a lo artificioso y rebuscado

El arte barroco, a pesar de su torsión y su exceso, no se caracteriza precisamente por la libertad. Esta no existía en tanto en cuanto que cualquier idea novedosa era, incluso, perseguida y, a veces, se pagaba a un precio muy alto. Todo ello hace que el creador y el artista apague esa indefensión (impuesta desde fuera) con un exceso formal. Lo rebuscado en cualquier tipo de obra también pretendía ocultar críticas o sátiras veladas. Era la única manera de hacerse comprender por un público muy entendido (mínimo, escogido y selecto) sin correr riesgos. 

15.- El arte barroco es la expresión del miedo y la ansiedad

En definitiva, esta estética no es más que la lengua de una época y de una forma de entender el mundo. Y si por algo se caracteriza un tiempo de crisis en el que los gobernantes son tan indolentes que ni llegan a lo mínimo es por generar pavor ante el pueblo llano. Ante tanta inestabilidad solo cabe la expresión de la angustia y la ansiedad por un futuro del que no se tenía garantizado ni lo más mínimo.  

En Italia (Caravaggio o Bernini), Francia (con sus grandes palacios cuya epítome fue Versalles) y, especialmente, en España (sumergida en una Contrarreforma absurda) el arte barroco floreció como en ninguna otra parte del mundo. Fue la estética de una época de crisis en la que la falta de libertad, las hambrunas, las plagas y la desesperanza se apoderó de toda una sociedad. Ante esta perspectiva vital la mayoría de los autores se volcaron en un misticismo más o menos profundo o en la sátira más feroz hacia los poderes fácticos de la época.  

En España, aparte de los edificios religiosos legados (la Iglesia del Salvador en Sevilla por poner un caso), se desarrolló hasta cotas de excelencia el teatro. La nobleza, que no empleaba los beneficios obtenidos con la acaparación de riquezas en productividad económica, patrocinó estas obras hasta el empacho incluso. El resultado fueron títulos y títulos y más títulos (algunos memorables) salidos de plumas que se lucraban (y evolucionaban a la par) con estos mecenazgos. El teatro, en España en el siglo  XVII, tuvo la misma función que el circo en la Roma antigua. Con estas maravillosas obras de arte barroco se pretendía calmar a una población empobrecida, embrutecida (por la falta de instrucción) y, a veces, desesperanzada (porque se les cortaba cualquier oportunidad). 

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Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

 

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Decir que el Barroco español fue un movimiento cultural y artístico desarrollado durante el siglo XVII es, sencillamente, quedarnos cortos. Esta estética (bien definida y reconocible por sus excesos y torsiones) caracterizó una época en la que todo era extremo: desde las desigualdades sociales hasta la explosión de todas las artes (especialmente la literatura y el teatro) pasando por un concepto de entender el mundo que casi ha calado en el carácter español. 

El siglo XVII es en toda Europa una época caracterizada por la crisis. Esta es en todos los órdenes. A las pestes, epidemias y hambrunas se sucedían las guerras. La nefasta administración de los gobiernos acabaron por rematar una situación terrible que desembocó en la pérdida de población, retroceso en la esperanza de vida y un importante estado de abatimiento psicológico por decirlo con palabras amables. España no es que sea ajena a esta situación que se da en Francia, Inglaterra o Alemania es que, en el país estas circunstancias son tan graves que tardará siglos en recuperarse de este estado de postración y pérdida. En España se participa de todas las características del Barroco europeo y, además, se agrandan o magnifican.  

Situación histórica durante el Barroco español

Pero, ¿qué ocurre en España para que no sea suficiente pestes, hambrunas y guerras a lo hora de calificarlo en un país en crisis? Y sucede ese poema de Quevedo que comienza con “Miré los muros de la patria mía y termina con 

“y no hallé cosa en que poner los ojos

que no fuese recuerdo de la muerte”

Sencillamente, la muerte se había instalado en todos los ámbitos de la sociedad y era, incluso, vista como una salida a tenor de la situación en la que se encontraban los habitantes de este plano. 

Mientras en el resto de Europa la burguesía pujante va desplazando progresivamente a la rancia aristocracia imponiendo sus criterios, en España se da, incluso, marcha atrás en este avance social. Aunque la llamada Contrarreforma es un tema más complejo que este, en esencia, puede definirse como el triunfo del Antiguo Régimen sobre uno nuevo antes incluso de que asomara tímidamente la cabeza. Durante el Barroco español el país se encierra sobre sí mismo por temor a las nuevas ideas por parte de la clase dominante. Cualquier novedad era perseguida con acierto y saña (incluso con la muerte). Si en Europa se ensayaban tímidos intentos por instalar una monarquía parlamentaria, en España se afianza el poder de la rancia aristocracia y de la monarquía absoluta. 

Además, los reinados de Felipe III (1598-1621), Felipe IV (1621-1665) y Carlos II (1665-1700) estuvieron dominados por una progresiva decadencia.  Fue tanta que el último, que ha pasado a la historia con el sobrenombre de “El hechizado”. Fue tanta que esos muros de los que habla Quevedo se desmoronan así en el exterior como en el interior. Dentro con una crisis y una desigualdad quizás mayor que en la Edad Media, con la merma de la población y además con una falta de actividad económica tan tremenda que da lugar a un ejército de mendigos, harapientos y pícaros. En el exterior, se suceden derrotas tras derrotas perdiendo en 1659 con el fin de la Guerra de los Treinta Años su hegemonía europea y poniendo las bases para la emancipación de los países de ultramar.  

Más apuntes sobre la situación social y política durante el Barroco español 

La aristocracia, acaparadora de las tierras y los bienes de producción, no se preocupa por poner esas fuentes económicas en funcionamiento. Esto da lugar a una migración interna desde los pueblos hasta las ciudades que no estaban preparadas para acoger a tanta población. Los sistemas de alcantarillado y las viviendas son tan deficientes que familias y aventureros malviven como pueden. Por si esto fuero poco (la pérdida de la más mínima responsabilidad social por parte de la nobleza), se persigue cualquier idea innovadora o se coarta el espíritu emprendedor. El resultado es miseria al límite.  

Para paliar esta situación recurren a un placebo, a una fuente de entretenimiento que mantuviera a las masas alejadas de ideas revolucionarias. Y la misma elite que se niega a crear riqueza gasta su superávit en lujo. Así se crean y se levantan enormes palacios al estilo de Versalles, se decoran profusamente iglesias y se sufragan obras de teatro, tantas que nunca en la historia de la literatura se habían producido de tal calidad que en el Barroco español.  

La decadencia en el Barroco español como una de sus características principales

Este estado de crisis y postración haría mella en todos los aspectos de la cultura de la época que se impregnaría con un pensamiento oscuro que iba más allá del pesimismo.  Hay autores (como Eugenio D’Ors y J.A. Maravall) que afirman que la cultura de lo barroco se da en todos los tiempos de crisis. Esto es, aunque el Barroco español tal como lo estudiamos hoy se desarrolló en el siglo XVII, cada época compleja y complicada da una cultura barroca. Esta estaría caracterizada por los excesos, la oscuridad, el pesimismo y la representación del lado oscuro de la humanidad.  

Aunque en Europa la nobleza hace sus maniobras para conservar el poder y los sectores críticos de la intelectualidad son perseguidos (recordemos Galileo), sin embargo, estos encuentran acomodo en otros emplazamientos. Además, la burguesía logra ir abriéndose paso creando emprendimientos económicos y con ellos nuevos cambios sociales. Hay también un espacio para la crítica, aunque sea en sociedades más o menos privadas o secretas. 

Sin embargo, en España nada de esto fue posible. Se hizo una persecución atroz de cualquier novedad y se persiguió con saña cualquier investigación científica, hecho diferencial u opinión crítica. Si a eso se añada una economía en la que se no tuvo en cuenta a las clases populares el resultado fue un auténtico desastre.  

Otras características del Barroco español

Durante todo el Siglo XVII sobresalen las artes de todo tipo y, especialmente, la literatura alcanza cotas de calidad casi irrepetibles. Ante la situación, los escritores tienen la opción de servir a la palabra a través del teatro o bien con un estilo individual que pudiera describir la situación alrededor. Enumero las principales características del Barroco español, las cuales comparte con el europeo, aunque en este caso se vieron agrandadas y alargadas en el tiempo. 

1.- Como el mundo presente es tan aterrador y tan poco acogedor hay una huida hacia los otros lados. Esos son la muerte y su liberación, la vida contemplativa, o la expresión de la angustia íntima. 

2.- La tristeza y la oscuridad impregnan la poesía pero también encontramos obras satíricas de todo tipo en el que hay una velada protesta.  

3.- Tampoco se olvida la evasión hacia mundos imaginados que quieren ser posibles en los que se trabaja con la estética pura.  

4.- Si por algo se caracteriza el Barroco español es por mantener un hilo temático en casi todas sus obras que gira en torno al desengaño. Se muestra la distancia entre aquello que se imagina o se anhela y la cruda realidad. En este punto hay que recordar que buena parte de los autores de la época que han pasado al canon sufrieron exilio o persecución.  

5.- La vida, por tanto, se ve como una lucha, como un valle de lágrimas, como un camino de espinas y solo se alcanzará la liberación con la muerte. Aquí entra la mística con su visión del mundo. 

Seguimos con más características del Barroco español 

6.- En el Barroco español todo es entendido como fugaz, el tiempo se diluye y pasa rápido. No hay espacio para la juventud o la felicidad. A poco que nos paremos nos alcanza la vejez, el oprobio o la muerte. Y aunque ahora te roce la juventud, como expresó magistralmente Góngora, 

“se vuelva, mas tú y ello juntamente!

en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”

7.- También hay una sensación de vivir en las sombras, como en un teatro, como si la materia no tuviera consistencia. La “vida es sueño y los sueños son”. En el Barroco español se vivía como en un desgarramiento constante entre la realidad y las veladuras de la imaginación.  

8.- En lugar de rebelarse con esta situación, los intelectuales y artistas de la época se acomodaron a la situación, como si nada pudiera hacerse permaneciendo en una actitud contemplativa, mística o ascética. 

9.- Todo se vuelve oscuro, desde el pensamiento hasta la pintura, retorcido, rebuscado y recargado. El Barroco español muestra la estética del horror vacui.  

10.- Hay un espíritu dramático, que no pasional, en todo lo que se hace. La muerte acecha, el olvido está esperando detrás de la puerta. No hay nada que indique que se pueda tentar los pliegues de la felicidad. Todo ello se transparenta en la política, en la arquitectura, en la pintura y en la literatura. 

Y no podemos olvidar en un resumen muy resumido del Barroco español que…  

En literatura el Barroco español dio dos corrientes diferenciadas: culteranismo y conceptismo. La primera de ella, abanderada por Góngora, lleva la palabra a su máximo expresión con un estilo suntuoso, recargado, repleto de tropos y de giros rebuscados. El culteranismo de Quevedo, sin dejar de lado ese lado oscuro y en sombras de la época, se aferra a un estilo despojado de artificio superfluo para centrarse en la fuerza de la expresión.  

Si en literatura los libros hablan de la rivalidad Góngora-Quevedo, en pintura el rey es Diego Velazquez, pintor de corte que dejó para la posteridad los retratos de estos reyes y su familia que hundían cada vez más a España en la miseria. Como es característico del Barroco español lo hizo con una técnica soberbia pero en la que se ven esas sombras emocionales que invadía la época e, incluso, en algunas obras hay una velada crítica al sistema. 

En arquitectura se levantaron soberbios edificios de corte palaciego o iglesias que se embellecieron suntuosamente. En Sevilla, por entonces puerto de salida para América, se encuentran algunos ejemplos más que notables de este arte recargado, rebuscado, que celebra la muerte y la fugacidad de una vida en la que no se encuentra ni una pizca de felicidad o de sentido.  

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Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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Decir que el Barroco español fue un movimiento cultural y artístico desarrollado durante el siglo XVII es, sencillamente, quedarnos cortos. Esta estética (bien definida y reconocible por sus excesos y torsiones) caracterizó una época en la que todo era extremo: desde las desigualdades sociales hasta la explosión de todas las artes (especialmente la literatura y el teatro) pasando por un concepto de entender el mundo que casi ha calado en el carácter español. 

El siglo XVII es en toda Europa una época caracterizada por la crisis. Esta es en todos los órdenes. A las pestes, epidemias y hambrunas se sucedían las guerras. La nefasta administración de los gobiernos acabaron por rematar una situación terrible que desembocó en la pérdida de población, retroceso en la esperanza de vida y un importante estado de abatimiento psicológico por decirlo con palabras amables. España no es que sea ajena a esta situación que se da en Francia, Inglaterra o Alemania es que, en el país estas circunstancias son tan graves que tardará siglos en recuperarse de este estado de postración y pérdida. En España se participa de todas las características del Barroco europeo y, además, se agrandan o magnifican.  

Situación histórica durante el Barroco español

Pero, ¿qué ocurre en España para que no sea suficiente pestes, hambrunas y guerras a lo hora de calificarlo en un país en crisis? Y sucede ese poema de Quevedo que comienza con “Miré los muros de la patria mía y termina con 

“y no hallé cosa en que poner los ojos

que no fuese recuerdo de la muerte”

Sencillamente, la muerte se había instalado en todos los ámbitos de la sociedad y era, incluso, vista como una salida a tenor de la situación en la que se encontraban los habitantes de este plano. 

Mientras en el resto de Europa la burguesía pujante va desplazando progresivamente a la rancia aristocracia imponiendo sus criterios, en España se da, incluso, marcha atrás en este avance social. Aunque la llamada Contrarreforma es un tema más complejo que este, en esencia, puede definirse como el triunfo del Antiguo Régimen sobre uno nuevo antes incluso de que asomara tímidamente la cabeza. Durante el Barroco español el país se encierra sobre sí mismo por temor a las nuevas ideas por parte de la clase dominante. Cualquier novedad era perseguida con acierto y saña (incluso con la muerte). Si en Europa se ensayaban tímidos intentos por instalar una monarquía parlamentaria, en España se afianza el poder de la rancia aristocracia y de la monarquía absoluta. 

Además, los reinados de Felipe III (1598-1621), Felipe IV (1621-1665) y Carlos II (1665-1700) estuvieron dominados por una progresiva decadencia.  Fue tanta que el último, que ha pasado a la historia con el sobrenombre de “El hechizado”. Fue tanta que esos muros de los que habla Quevedo se desmoronan así en el exterior como en el interior. Dentro con una crisis y una desigualdad quizás mayor que en la Edad Media, con la merma de la población y además con una falta de actividad económica tan tremenda que da lugar a un ejército de mendigos, harapientos y pícaros. En el exterior, se suceden derrotas tras derrotas perdiendo en 1659 con el fin de la Guerra de los Treinta Años su hegemonía europea y poniendo las bases para la emancipación de los países de ultramar.  

Más apuntes sobre la situación social y política durante el Barroco español 

La aristocracia, acaparadora de las tierras y los bienes de producción, no se preocupa por poner esas fuentes económicas en funcionamiento. Esto da lugar a una migración interna desde los pueblos hasta las ciudades que no estaban preparadas para acoger a tanta población. Los sistemas de alcantarillado y las viviendas son tan deficientes que familias y aventureros malviven como pueden. Por si esto fuero poco (la pérdida de la más mínima responsabilidad social por parte de la nobleza), se persigue cualquier idea innovadora o se coarta el espíritu emprendedor. El resultado es miseria al límite.  

Para paliar esta situación recurren a un placebo, a una fuente de entretenimiento que mantuviera a las masas alejadas de ideas revolucionarias. Y la misma elite que se niega a crear riqueza gasta su superávit en lujo. Así se crean y se levantan enormes palacios al estilo de Versalles, se decoran profusamente iglesias y se sufragan obras de teatro, tantas que nunca en la historia de la literatura se habían producido de tal calidad que en el Barroco español.  

La decadencia en el Barroco español como una de sus características principales

Este estado de crisis y postración haría mella en todos los aspectos de la cultura de la época que se impregnaría con un pensamiento oscuro que iba más allá del pesimismo.  Hay autores (como Eugenio D’Ors y J.A. Maravall) que afirman que la cultura de lo barroco se da en todos los tiempos de crisis. Esto es, aunque el Barroco español tal como lo estudiamos hoy se desarrolló en el siglo XVII, cada época compleja y complicada da una cultura barroca. Esta estaría caracterizada por los excesos, la oscuridad, el pesimismo y la representación del lado oscuro de la humanidad.  

Aunque en Europa la nobleza hace sus maniobras para conservar el poder y los sectores críticos de la intelectualidad son perseguidos (recordemos Galileo), sin embargo, estos encuentran acomodo en otros emplazamientos. Además, la burguesía logra ir abriéndose paso creando emprendimientos económicos y con ellos nuevos cambios sociales. Hay también un espacio para la crítica, aunque sea en sociedades más o menos privadas o secretas. 

Sin embargo, en España nada de esto fue posible. Se hizo una persecución atroz de cualquier novedad y se persiguió con saña cualquier investigación científica, hecho diferencial u opinión crítica. Si a eso se añada una economía en la que se no tuvo en cuenta a las clases populares el resultado fue un auténtico desastre.  

Otras características del Barroco español

Durante todo el Siglo XVII sobresalen las artes de todo tipo y, especialmente, la literatura alcanza cotas de calidad casi irrepetibles. Ante la situación, los escritores tienen la opción de servir a la palabra a través del teatro o bien con un estilo individual que pudiera describir la situación alrededor. Enumero las principales características del Barroco español, las cuales comparte con el europeo, aunque en este caso se vieron agrandadas y alargadas en el tiempo. 

1.- Como el mundo presente es tan aterrador y tan poco acogedor hay una huida hacia los otros lados. Esos son la muerte y su liberación, la vida contemplativa, o la expresión de la angustia íntima. 

2.- La tristeza y la oscuridad impregnan la poesía pero también encontramos obras satíricas de todo tipo en el que hay una velada protesta.  

3.- Tampoco se olvida la evasión hacia mundos imaginados que quieren ser posibles en los que se trabaja con la estética pura.  

4.- Si por algo se caracteriza el Barroco español es por mantener un hilo temático en casi todas sus obras que gira en torno al desengaño. Se muestra la distancia entre aquello que se imagina o se anhela y la cruda realidad. En este punto hay que recordar que buena parte de los autores de la época que han pasado al canon sufrieron exilio o persecución.  

5.- La vida, por tanto, se ve como una lucha, como un valle de lágrimas, como un camino de espinas y solo se alcanzará la liberación con la muerte. Aquí entra la mística con su visión del mundo. 

Seguimos con más características del Barroco español 

6.- En el Barroco español todo es entendido como fugaz, el tiempo se diluye y pasa rápido. No hay espacio para la juventud o la felicidad. A poco que nos paremos nos alcanza la vejez, el oprobio o la muerte. Y aunque ahora te roce la juventud, como expresó magistralmente Góngora, 

“se vuelva, mas tú y ello juntamente!

en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”

7.- También hay una sensación de vivir en las sombras, como en un teatro, como si la materia no tuviera consistencia. La “vida es sueño y los sueños son”. En el Barroco español se vivía como en un desgarramiento constante entre la realidad y las veladuras de la imaginación.  

8.- En lugar de rebelarse con esta situación, los intelectuales y artistas de la época se acomodaron a la situación, como si nada pudiera hacerse permaneciendo en una actitud contemplativa, mística o ascética. 

9.- Todo se vuelve oscuro, desde el pensamiento hasta la pintura, retorcido, rebuscado y recargado. El Barroco español muestra la estética del horror vacui.  

10.- Hay un espíritu dramático, que no pasional, en todo lo que se hace. La muerte acecha, el olvido está esperando detrás de la puerta. No hay nada que indique que se pueda tentar los pliegues de la felicidad. Todo ello se transparenta en la política, en la arquitectura, en la pintura y en la literatura. 

Y no podemos olvidar en un resumen muy resumido del Barroco español que…  

En literatura el Barroco español dio dos corrientes diferenciadas: culteranismo y conceptismo. La primera de ella, abanderada por Góngora, lleva la palabra a su máximo expresión con un estilo suntuoso, recargado, repleto de tropos y de giros rebuscados. El culteranismo de Quevedo, sin dejar de lado ese lado oscuro y en sombras de la época, se aferra a un estilo despojado de artificio superfluo para centrarse en la fuerza de la expresión.  

Si en literatura los libros hablan de la rivalidad Góngora-Quevedo, en pintura el rey es Diego Velazquez, pintor de corte que dejó para la posteridad los retratos de estos reyes y su familia que hundían cada vez más a España en la miseria. Como es característico del Barroco español lo hizo con una técnica soberbia pero en la que se ven esas sombras emocionales que invadía la época e, incluso, en algunas obras hay una velada crítica al sistema. 

En arquitectura se levantaron soberbios edificios de corte palaciego o iglesias que se embellecieron suntuosamente. En Sevilla, por entonces puerto de salida para América, se encuentran algunos ejemplos más que notables de este arte recargado, rebuscado, que celebra la muerte y la fugacidad de una vida en la que no se encuentra ni una pizca de felicidad o de sentido.  

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Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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La etimología no se pone de acuerdo en el origen de la palabra barroco. Del término portugués barroco (que es una perla irregular e impura) hasta el vocablo baroco con el que se designaba en la escolástica a lo impuro pasando por el concepto berrueco español (el nombre para una roca con aristas) el significado de imperfección está siempre presente. Porque una de las características principales del Barroco es, precisamente, eso: lo no moldeado, lo que es imperfecto, lo que no responde a los cánones ordenados. Barroco implica desequilibrio, torsión, rebuscamiento y a la vez espontaneidad.  Es, según sostienen J.A. Maravall o Eugenio D’Ors una respuesta desordenada a una crisis importante. En España, en arte y literatura, produjo obras tan sobresalientes que el Barroco es, sencillamente, uno de los movimientos estéticos que define el carácter hispano. Vamos por partes y empezamos por lo que sucedía en la calle y en la corte en la época. 

Contexto histórico del Barroco

Desde finales del siglo XVI y buena parte del XVII en toda Europa (especialmente Inglaterra y Alemania) se ve afectada por profundos cambios sociales que van de la mano de transformaciones políticas y económicas. Debido a las guerras, epidemias, pestes, hacinamientos y malas cosechas, la población llega a retroceder mermando drásticamente tanto la esperanza como la calidad de vida. La mortalidad es enorme en todos los estratos sociales debido al hacinamiento, epidemias y la más mínima falta de higiene. Paralelamente, se va abandonando la vida del campo y hay un movimiento hacia las primeras urbes que ni siquiera se pueden llamar ciudades.  

La burguesía empieza a despuntar tímidamente poniendo en entredicho privilegios de nobleza y del alto clero. Esto conlleva unas ansias de cambio en todos los aspectos, desde el personal hasta el económico, aunque de manera individual este no se materializará hasta bien entrado el Romanticismo. Sin embargo, este avance no se produce por igual. Inglaterra y Holanda, por poner dos ejemplos, llevan la transformación con acierto. En otros, como Francia (que desembocará en la Revolución Francesa) o España hay una reacción. La nobleza se enroca en su poder y se persigue cualquier atisbo transformador desde todos los ámbitos. Esto da lugar a una crisis más profunda, con mayor desigualdad, pobreza y descontento si cabe. Además, a la insatisfacción se responde con un aumento del poder de la monarquía ahondando problemas gravísimos y de entidad. Por otro lado, en los países en los que la burguesía continúa en ascenso comienzan a ensayarse fórmulas parlamentarias.  

1.- Una de las características del Barroco en España es que coincide con un país en descomposición 

A las derrotas en las guerras internacionales (la de los Treinta Años) se le une una corrupción y una ineptitud de los gobernantes que inciden aún más en las penosas condiciones de vida de la población en general. Al perseguirse las ideas penetrantes de la burguesía, las tierras se concentran en pocas manos (las de la aristocracia) que no se preocupa por explotarlas debidamente y que se dedican en buena medida al ocio. Esto lleva a un proceso migratorio desde los pueblos a las ciudades donde se concentran una multitud de harapientos, hambrientos y pícaros en busca del sustento diario. Las malas condiciones higiénicas, el hacinamiento y el hambre hacen el resto. 

2.- La crisis como esencia y una de las características del Barroco principales 

El Barroco es la respuesta a este estado social, económico y político. Todo es imperfecto, en choque, en constante conflicto. Ni que decir tiene que en este orden de cosas las tensiones sociales están servidas, mayores cuanto menos poder se deje a la burguesía. En España, por ejemplo, la nobleza se alía para perseguir cualquier idea, proyecto o petición novedosa. Es una casta rancia y anquilosada en sus privilegios que no es capaz del mínimo empuje que cambie las condiciones de vida de los que dependen de ella. El dinero no se mueve en los canales de inversión, en empresas comerciales o en empredimientos industriales. Todo el superavit es para lo que se denomina “lujo”, lo que no sirve. Bien es verdad que ese afán de ostentación o de búsqueda de belleza propició un renacimiento del arte sobresaliente, pero no sirvió para el más mínimo progreso social. 

3.- La desigualdad, la reacción y las luchas políticas son constantes

La población que se las apañaba como podía (recordemos la figura del pícaro) acaba reaccionando ante este malestar. Bien es verdad que esa posibilidad solo estaba al alcance de la burguesía culta y que el pueblo llano poco o nada podía hacer. Aunque hay intelectuales que ponen el énfasis en estos problemas buscando soluciones más o menos loables o ingeniosas, estas se aparcan enseguida.  Todo ello da lugar a una confrontación abierta entre los sectores sociales tradicionalistas, apegados a privilegios, inmovilistas e ineptos y una burguesía con empuje. Cuanto menos importancia tuvo esta clase social, peor se desarrollaron las circunstancias socio-económicas. Esta es una de las características del Barroco que se da al 100% en España, ya que el periodo fue lamentable en todos los aspectos: sociales, económicos y políticos.  

4.- Una de las características del Barroco es el nacimiento del relativismo y la ciencia 

Aunque el periodo posterior, el del Siglo de las Luces, supondría la consolidación de la razón en todos los aspectos de la vida, es en el Siglo XVII, en pleno Barroco, cuando se plantean otros modos de conocer la realidad más allá de los postulados heredados de la Edad Media. Aunque el poder (por mano de la Inquisición) se encarga de rebatir las nuevas ideas (pongo el caso de Galileo en 1633), estas van calando entre la intelectualidad. Aquellos que vieron vetados la enseñanza en la universidad (por defender postulados considerados heterodoxos aunque luego se demostraran como válidos) se unieron en Academias y Sociedades de Sabios. Todo ello empujó una incipiente ciencia que se basaba en la experimentación y los hechos probados, cambiando, por tanto, la cosmovisión imperante.

5.- El Barroco español se caracteriza por el combate de la modernidad

Sin embargo, en España las cosas no sucedían con el acierto de algunas zonas europeas. Cualquier idea, aportación o mínimo experimento era cortado de raíz y su instigador castigado, a veces, severamente. Es la llamada Contrarreforma, la que perseguía cualquier actividad al margen de la fe, aunque esta proviniera de personas creyentes. De una manera u otra, se vuelve a la Edad Media en todos los sentidos, lastrando un crecimiento y una evolución que, aún al día de hoy, bien entrado el siglo XXI, sigue afectando aspectos vitales del país.  

6.- Una de las características del Barroco es que tuvo un esplendor artístico allí donde no hubo desarrollo socio-económico

En España, por poner un caso, se levantaron magníficos edificios de corte palaciego o iglesias. Hubo un mecenazgo importante en las artes plásticas y se promocionaron obras teatrales incluso para el pueblo llano. El dinero “del lujo”, el que no servía para el sustento cotidiano de las élites económicas, en lugar de invertirlo en desarrollo, se gastó en estos bienes. Bien es verdad que, al día de hoy, constituyen un patrimonio de indudable e innegable valor. Pero también es cierto que esta actitud (hace varios siglos) ha conformado el carácter patrio. 

7.- Una de las características del Barroco es el malestar

Y es comprensible debido a estas circunstancias aquí expuestas y eso sin tener en cuenta que el concepto de libertad individual era algo inadmisible en la época. Eso no llegaría hasta finales del siglo XIX y solo para las élites. Así, artistas y escritores (siempre intentado esquivar los embates de la censura) se concentran en la protesta a través de la sátira o bien se centran en la descripción de la angustia íntima. Tampoco podemos olvidar los géneros considerados de evasión a través de la filosofía o la religión. En este sentido tenemos que situar esos poemas en los que se ensalza la vida sencilla, apartada o retirada. 

8.- A pesar del malestar hay un orden de cosas que lleva al conformismo 

Aún tardarían las primeras revoluciones y una de las características del Barroco es esa idea de que nada puede hacerse ante ese orden de cosas. El poder fuerte (especialmente en los países en los que no se desarrolló la burguesía), la miseria, la inseguridad y la inquietud se traduce un conformismo. Este se desempeña por varias vías: desde la mística (el consuelo en otra vida y otro plano) o la crítica muy velada al orden de cosas dado. Recuerdo una vez más que los autores que se salían de aquello establecido eran duramente reprimidos y este estado de postración se va traduciendo en un pesimismo vital apabullante.   

9.- El desengaño como otra de las características del Barroco 

 

Es una época que no podía creer en los ideales en vistas de la situación cotidiana imperante. Las leyes se aplicaban severamente y aleatoriamente a quien se saliera de los cauces establecidos. La fe en el progreso no puede considerarse y más de un autor de la época describe esta vida como una cárcel de sufrimiento. Ante la situación, ante la imposibilidad de transformación, ante el pago con la propia vida por tener el atrevimiento de proponer cualquier modificación se instala el desengaño. Este es esencial, vital, endémico y busca “el culpable” en la propia naturaleza humana más que en el orden de cosas establecido. 

10.- El caos como una de las características del Barroco  

La inestabilidad, la indefensión o la imposibilidad de ver progreso hacen que los filósofos o escritores de la época apelen al caos (en contraposición al orden sereno) como uno de los motores vitales. Ese caos se va a transformar en arte en movimiento, en columnas que se retuercen, en la línea curva, en el amontonamiento de figuras, en la expresión verbal llevada al límite.

11.- La existencia en este plano se considera limitada e, incluso, sin valor

Ante este pesimismo, este desorden, estos valores que se van deshaciendo y las injusticias en el orden del día, la vida en la Tierra se considera inútil, sin valor, sin finalidad casi. Aquí entran los mejores versos de La vida es sueño. Una de las características del Barroco es considerar el paso en el mundo de los vivos como sin valor, como un viaje sin importancia en el que apenas podemos darnos cuenta de lo que sucede. Todo se vuelve en sombras y ese aspecto sombrío, triste y lúgubre se transparentará en todos los órdenes de la vida y en todos los géneros artísticos. La vida se asemeja a la arena que se nos escapa de los dedos y que no podemos retener. El pesimismo, afianzado por la situación económica, social y política, se hizo endémico y general. No era una característica de uno u otro autor. Sencillamente, flotaba en el aire. 

12.- Una de las característica del Barroco es el ensalzamiento de la muerte

Desde la cuna a la sepultura todo era considerado un valle de lágrimas. El objetivo era el más allá, la muerte que llegaba pronto ayudada por un tiempo que corría muy rápido. Los cuadros de Valdés Leal, por poner un caso, en los que cráneos comparten protagonismo con cucarachas inciden en ese “sic transit gloria mundi” (así pasa la gloria del mundo) o ese “vivir es ir muriendo” de Santa Teresa de Ávila o “somos nosotros mismos nuestra muerte” de Quevedo. El pesimismo llevado al límite llegó a aceptar que nada en esta vida se puede hacer para engrandecer nuestro paso por el mundo y todas las miras estaban en el más allá. No podemos considerar esta característica del Barroco como un afán religioso o de trascendencia a nivel general sino como una reacción a lo que acontecía en la calle.  

13.- El ascetismo en el Barroco  

Se vuelven los ojos hacia la vida contemplativa, la del espíritu, la que se despoja de la materialidad de la carne en descomposición. La existencia es asemejada a un teatro, a una representación en la que nada ni nadie es real o verdadero. Como solo queda el asignarse un papel y ser actores de nuestra propia obra, con ello llega la resignación. Y este es el primer paso para soportar y tolerar injusticias de todo tipo, las mismas que se dieron en la época, mayores cuanto más reacio a las nuevas ideas se topara contra la sociedad pudiente. 

14.- Una de las características del Barroco es la contradicción  

Y no solo en el plano de las ideas, también a nivel físico y cotidiano. Mientras una población empobrecida y presa de las injusticias se negaba casi a luchar por una mejora, las clases acaudaladas se entretenían en fiestas, objetos de lujo y consumo desenfrenado. Nos han llegado grandes obras de arte con bellas damas ataviadas con sedas y bordados, los sofisticados palacios (Versalles, por poner un caso) donde todo era extremo, recargado y apabullante (a pesar de la falta de higiene), los retazos de fiestas, festines y días de ocio sin fin. Mientras tanto, las grandes masas de población se encontraban, literalmente, hundidas en la miseria física y moral sin acceso a los bienes básicos mínimos. Todo ello fue el caldo de cultivo para las revoluciones posteriores.  

15.- El Barroco es también el periodo de la propaganda

Ante tales injusticias y diferencias, ante la imposibilidad de progreso y de crecimiento, se instala un arte pagado (como una impresionante operación de marketing) en el que se justifique el sistema establecido. En este sentido, debemos ver la proliferación de obras de teatro sufragadas bajo el mecenazgo de la aristocracia al que estaba invitado el público en general. Su función era la misma que la del circo de la Antigüedad: contentar a las masas y dejarlas quietas. Intelectuales contemporáneos afirman que es el fin último de las manifestaciones populares en torno al fútbol y los equipos locales actuales.  

16.- Una de las características del Barroco es la estética de lo inestable

Las columnas no son rectas, sino que se retuercen, como en el estilo manuelino. Las normas clásicas estallan por los aires y todo se convierte en caos, en movimiento, en saturación, en retorcimiento. Esto se lleva no solo en el ámbito de la arquitectura o la plástica sino también a la literatura que se hace sofocante casi con su exceso de retórica, rimas y tropos. La contradicción, por tanto, está servida. Es ese “sí pero no” que se lleva a todos los extremos incluidos, como he señalado, a los de la vida en contraposición a la muerte. Y de aquí a la desmesura y a lo dramático hay un paso. 

17.- La apariencia forma también parte del Barroco 

Si la vida no es real y lo único válido es la muerte, si las sombras ha invadido la existencia, lo único que queda es la apariencia, el engaño casi, el “postureo” tal como lo entendemos en la sociedad contemporánea. Por eso, se levantan edificios que parecen más altos, se recurre al “trompe-l’oeil”, a la ornamentación excesiva en cualquier ámbito que no deja ver lo que hay debajo, a los vestidos recargados, a la estética casi sofocante de algunas pinturas murales que huyen del horror vacui.  

18.- Otra de las características del Barroco es la oscuridad 

Y la intensidad de estas son significativas. La lengua se vuelve retorcida, como las columnas, los ambientes se tornan sofocantes, como la misma vida. Todo se vuelve intenso, en sombras, con un artificio que no se ha vuelto a dar en la historia de la humanidad. Ello lleva al retorcimiento y no solo en el arte sino también en política e, incluso, en la vida cotidiana.  

Estudiosos hay quienes afirman que la humanidad se debate entre el orden y el caos. Sería la contraposición entre lo apolíneo y lo dionisíaco que, con posterioridad, expondría Nietzsche. A una época clásica, ordenada, estructurada (en todos los órdenes) le seguiría otra en la que inestabilidad sería la nota principal. Por tanto, algunas de las características del Barroco europeo estarían presentes en otras épocas similares (en lo social, político o económico) de la historia de la humanidad. Si nos miramos bien, quizás, en estas primeras décadas del siglo XXI, con sus cambios estructurales y sus gobernantes ineptos o corruptos (también ambas características a la vez) sea una era dionisíaca, en desorden, en constante tensión barroca. 

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Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla 

 

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La etimología no se pone de acuerdo en el origen de la palabra barroco. Del término portugués barroco (que es una perla irregular e impura) hasta el vocablo baroco con el que se designaba en la escolástica a lo impuro pasando por el concepto berrueco español (el nombre para una roca con aristas) el significado de imperfección está siempre presente. Porque una de las características principales del Barroco es, precisamente, eso: lo no moldeado, lo que es imperfecto, lo que no responde a los cánones ordenados. Barroco implica desequilibrio, torsión, rebuscamiento y a la vez espontaneidad.  Es, según sostienen J.A. Maravall o Eugenio D’Ors una respuesta desordenada a una crisis importante. En España, en arte y literatura, produjo obras tan sobresalientes que el Barroco es, sencillamente, uno de los movimientos estéticos que define el carácter hispano. Vamos por partes y empezamos por lo que sucedía en la calle y en la corte en la época. 

Contexto histórico del Barroco

Desde finales del siglo XVI y buena parte del XVII en toda Europa (especialmente Inglaterra y Alemania) se ve afectada por profundos cambios sociales que van de la mano de transformaciones políticas y económicas. Debido a las guerras, epidemias, pestes, hacinamientos y malas cosechas, la población llega a retroceder mermando drásticamente tanto la esperanza como la calidad de vida. La mortalidad es enorme en todos los estratos sociales debido al hacinamiento, epidemias y la más mínima falta de higiene. Paralelamente, se va abandonando la vida del campo y hay un movimiento hacia las primeras urbes que ni siquiera se pueden llamar ciudades.  

La burguesía empieza a despuntar tímidamente poniendo en entredicho privilegios de nobleza y del alto clero. Esto conlleva unas ansias de cambio en todos los aspectos, desde el personal hasta el económico, aunque de manera individual este no se materializará hasta bien entrado el Romanticismo. Sin embargo, este avance no se produce por igual. Inglaterra y Holanda, por poner dos ejemplos, llevan la transformación con acierto. En otros, como Francia (que desembocará en la Revolución Francesa) o España hay una reacción. La nobleza se enroca en su poder y se persigue cualquier atisbo transformador desde todos los ámbitos. Esto da lugar a una crisis más profunda, con mayor desigualdad, pobreza y descontento si cabe. Además, a la insatisfacción se responde con un aumento del poder de la monarquía ahondando problemas gravísimos y de entidad. Por otro lado, en los países en los que la burguesía continúa en ascenso comienzan a ensayarse fórmulas parlamentarias.  

1.- Una de las características del Barroco en España es que coincide con un país en descomposición 

A las derrotas en las guerras internacionales (la de los Treinta Años) se le une una corrupción y una ineptitud de los gobernantes que inciden aún más en las penosas condiciones de vida de la población en general. Al perseguirse las ideas penetrantes de la burguesía, las tierras se concentran en pocas manos (las de la aristocracia) que no se preocupa por explotarlas debidamente y que se dedican en buena medida al ocio. Esto lleva a un proceso migratorio desde los pueblos a las ciudades donde se concentran una multitud de harapientos, hambrientos y pícaros en busca del sustento diario. Las malas condiciones higiénicas, el hacinamiento y el hambre hacen el resto. 

2.- La crisis como esencia y una de las características del Barroco principales 

El Barroco es la respuesta a este estado social, económico y político. Todo es imperfecto, en choque, en constante conflicto. Ni que decir tiene que en este orden de cosas las tensiones sociales están servidas, mayores cuanto menos poder se deje a la burguesía. En España, por ejemplo, la nobleza se alía para perseguir cualquier idea, proyecto o petición novedosa. Es una casta rancia y anquilosada en sus privilegios que no es capaz del mínimo empuje que cambie las condiciones de vida de los que dependen de ella. El dinero no se mueve en los canales de inversión, en empresas comerciales o en empredimientos industriales. Todo el superavit es para lo que se denomina “lujo”, lo que no sirve. Bien es verdad que ese afán de ostentación o de búsqueda de belleza propició un renacimiento del arte sobresaliente, pero no sirvió para el más mínimo progreso social. 

3.- La desigualdad, la reacción y las luchas políticas son constantes

La población que se las apañaba como podía (recordemos la figura del pícaro) acaba reaccionando ante este malestar. Bien es verdad que esa posibilidad solo estaba al alcance de la burguesía culta y que el pueblo llano poco o nada podía hacer. Aunque hay intelectuales que ponen el énfasis en estos problemas buscando soluciones más o menos loables o ingeniosas, estas se aparcan enseguida.  Todo ello da lugar a una confrontación abierta entre los sectores sociales tradicionalistas, apegados a privilegios, inmovilistas e ineptos y una burguesía con empuje. Cuanto menos importancia tuvo esta clase social, peor se desarrollaron las circunstancias socio-económicas. Esta es una de las características del Barroco que se da al 100% en España, ya que el periodo fue lamentable en todos los aspectos: sociales, económicos y políticos.  

4.- Una de las características del Barroco es el nacimiento del relativismo y la ciencia 

Aunque el periodo posterior, el del Siglo de las Luces, supondría la consolidación de la razón en todos los aspectos de la vida, es en el Siglo XVII, en pleno Barroco, cuando se plantean otros modos de conocer la realidad más allá de los postulados heredados de la Edad Media. Aunque el poder (por mano de la Inquisición) se encarga de rebatir las nuevas ideas (pongo el caso de Galileo en 1633), estas van calando entre la intelectualidad. Aquellos que vieron vetados la enseñanza en la universidad (por defender postulados considerados heterodoxos aunque luego se demostraran como válidos) se unieron en Academias y Sociedades de Sabios. Todo ello empujó una incipiente ciencia que se basaba en la experimentación y los hechos probados, cambiando, por tanto, la cosmovisión imperante.

5.- El Barroco español se caracteriza por el combate de la modernidad

Sin embargo, en España las cosas no sucedían con el acierto de algunas zonas europeas. Cualquier idea, aportación o mínimo experimento era cortado de raíz y su instigador castigado, a veces, severamente. Es la llamada Contrarreforma, la que perseguía cualquier actividad al margen de la fe, aunque esta proviniera de personas creyentes. De una manera u otra, se vuelve a la Edad Media en todos los sentidos, lastrando un crecimiento y una evolución que, aún al día de hoy, bien entrado el siglo XXI, sigue afectando aspectos vitales del país.  

6.- Una de las características del Barroco es que tuvo un esplendor artístico allí donde no hubo desarrollo socio-económico

En España, por poner un caso, se levantaron magníficos edificios de corte palaciego o iglesias. Hubo un mecenazgo importante en las artes plásticas y se promocionaron obras teatrales incluso para el pueblo llano. El dinero “del lujo”, el que no servía para el sustento cotidiano de las élites económicas, en lugar de invertirlo en desarrollo, se gastó en estos bienes. Bien es verdad que, al día de hoy, constituyen un patrimonio de indudable e innegable valor. Pero también es cierto que esta actitud (hace varios siglos) ha conformado el carácter patrio. 

7.- Una de las características del Barroco es el malestar

Y es comprensible debido a estas circunstancias aquí expuestas y eso sin tener en cuenta que el concepto de libertad individual era algo inadmisible en la época. Eso no llegaría hasta finales del siglo XIX y solo para las élites. Así, artistas y escritores (siempre intentado esquivar los embates de la censura) se concentran en la protesta a través de la sátira o bien se centran en la descripción de la angustia íntima. Tampoco podemos olvidar los géneros considerados de evasión a través de la filosofía o la religión. En este sentido tenemos que situar esos poemas en los que se ensalza la vida sencilla, apartada o retirada. 

8.- A pesar del malestar hay un orden de cosas que lleva al conformismo 

Aún tardarían las primeras revoluciones y una de las características del Barroco es esa idea de que nada puede hacerse ante ese orden de cosas. El poder fuerte (especialmente en los países en los que no se desarrolló la burguesía), la miseria, la inseguridad y la inquietud se traduce un conformismo. Este se desempeña por varias vías: desde la mística (el consuelo en otra vida y otro plano) o la crítica muy velada al orden de cosas dado. Recuerdo una vez más que los autores que se salían de aquello establecido eran duramente reprimidos y este estado de postración se va traduciendo en un pesimismo vital apabullante.   

9.- El desengaño como otra de las características del Barroco 

 

Es una época que no podía creer en los ideales en vistas de la situación cotidiana imperante. Las leyes se aplicaban severamente y aleatoriamente a quien se saliera de los cauces establecidos. La fe en el progreso no puede considerarse y más de un autor de la época describe esta vida como una cárcel de sufrimiento. Ante la situación, ante la imposibilidad de transformación, ante el pago con la propia vida por tener el atrevimiento de proponer cualquier modificación se instala el desengaño. Este es esencial, vital, endémico y busca “el culpable” en la propia naturaleza humana más que en el orden de cosas establecido. 

10.- El caos como una de las características del Barroco  

La inestabilidad, la indefensión o la imposibilidad de ver progreso hacen que los filósofos o escritores de la época apelen al caos (en contraposición al orden sereno) como uno de los motores vitales. Ese caos se va a transformar en arte en movimiento, en columnas que se retuercen, en la línea curva, en el amontonamiento de figuras, en la expresión verbal llevada al límite.

11.- La existencia en este plano se considera limitada e, incluso, sin valor

Ante este pesimismo, este desorden, estos valores que se van deshaciendo y las injusticias en el orden del día, la vida en la Tierra se considera inútil, sin valor, sin finalidad casi. Aquí entran los mejores versos de La vida es sueño. Una de las características del Barroco es considerar el paso en el mundo de los vivos como sin valor, como un viaje sin importancia en el que apenas podemos darnos cuenta de lo que sucede. Todo se vuelve en sombras y ese aspecto sombrío, triste y lúgubre se transparentará en todos los órdenes de la vida y en todos los géneros artísticos. La vida se asemeja a la arena que se nos escapa de los dedos y que no podemos retener. El pesimismo, afianzado por la situación económica, social y política, se hizo endémico y general. No era una característica de uno u otro autor. Sencillamente, flotaba en el aire. 

12.- Una de las característica del Barroco es el ensalzamiento de la muerte

Desde la cuna a la sepultura todo era considerado un valle de lágrimas. El objetivo era el más allá, la muerte que llegaba pronto ayudada por un tiempo que corría muy rápido. Los cuadros de Valdés Leal, por poner un caso, en los que cráneos comparten protagonismo con cucarachas inciden en ese “sic transit gloria mundi” (así pasa la gloria del mundo) o ese “vivir es ir muriendo” de Santa Teresa de Ávila o “somos nosotros mismos nuestra muerte” de Quevedo. El pesimismo llevado al límite llegó a aceptar que nada en esta vida se puede hacer para engrandecer nuestro paso por el mundo y todas las miras estaban en el más allá. No podemos considerar esta característica del Barroco como un afán religioso o de trascendencia a nivel general sino como una reacción a lo que acontecía en la calle.  

13.- El ascetismo en el Barroco  

Se vuelven los ojos hacia la vida contemplativa, la del espíritu, la que se despoja de la materialidad de la carne en descomposición. La existencia es asemejada a un teatro, a una representación en la que nada ni nadie es real o verdadero. Como solo queda el asignarse un papel y ser actores de nuestra propia obra, con ello llega la resignación. Y este es el primer paso para soportar y tolerar injusticias de todo tipo, las mismas que se dieron en la época, mayores cuanto más reacio a las nuevas ideas se topara contra la sociedad pudiente. 

14.- Una de las características del Barroco es la contradicción  

Y no solo en el plano de las ideas, también a nivel físico y cotidiano. Mientras una población empobrecida y presa de las injusticias se negaba casi a luchar por una mejora, las clases acaudaladas se entretenían en fiestas, objetos de lujo y consumo desenfrenado. Nos han llegado grandes obras de arte con bellas damas ataviadas con sedas y bordados, los sofisticados palacios (Versalles, por poner un caso) donde todo era extremo, recargado y apabullante (a pesar de la falta de higiene), los retazos de fiestas, festines y días de ocio sin fin. Mientras tanto, las grandes masas de población se encontraban, literalmente, hundidas en la miseria física y moral sin acceso a los bienes básicos mínimos. Todo ello fue el caldo de cultivo para las revoluciones posteriores.  

15.- El Barroco es también el periodo de la propaganda

Ante tales injusticias y diferencias, ante la imposibilidad de progreso y de crecimiento, se instala un arte pagado (como una impresionante operación de marketing) en el que se justifique el sistema establecido. En este sentido, debemos ver la proliferación de obras de teatro sufragadas bajo el mecenazgo de la aristocracia al que estaba invitado el público en general. Su función era la misma que la del circo de la Antigüedad: contentar a las masas y dejarlas quietas. Intelectuales contemporáneos afirman que es el fin último de las manifestaciones populares en torno al fútbol y los equipos locales actuales.  

16.- Una de las características del Barroco es la estética de lo inestable

Las columnas no son rectas, sino que se retuercen, como en el estilo manuelino. Las normas clásicas estallan por los aires y todo se convierte en caos, en movimiento, en saturación, en retorcimiento. Esto se lleva no solo en el ámbito de la arquitectura o la plástica sino también a la literatura que se hace sofocante casi con su exceso de retórica, rimas y tropos. La contradicción, por tanto, está servida. Es ese “sí pero no” que se lleva a todos los extremos incluidos, como he señalado, a los de la vida en contraposición a la muerte. Y de aquí a la desmesura y a lo dramático hay un paso. 

17.- La apariencia forma también parte del Barroco 

Si la vida no es real y lo único válido es la muerte, si las sombras ha invadido la existencia, lo único que queda es la apariencia, el engaño casi, el “postureo” tal como lo entendemos en la sociedad contemporánea. Por eso, se levantan edificios que parecen más altos, se recurre al “trompe-l’oeil”, a la ornamentación excesiva en cualquier ámbito que no deja ver lo que hay debajo, a los vestidos recargados, a la estética casi sofocante de algunas pinturas murales que huyen del horror vacui.  

18.- Otra de las características del Barroco es la oscuridad 

Y la intensidad de estas son significativas. La lengua se vuelve retorcida, como las columnas, los ambientes se tornan sofocantes, como la misma vida. Todo se vuelve intenso, en sombras, con un artificio que no se ha vuelto a dar en la historia de la humanidad. Ello lleva al retorcimiento y no solo en el arte sino también en política e, incluso, en la vida cotidiana.  

Estudiosos hay quienes afirman que la humanidad se debate entre el orden y el caos. Sería la contraposición entre lo apolíneo y lo dionisíaco que, con posterioridad, expondría Nietzsche. A una época clásica, ordenada, estructurada (en todos los órdenes) le seguiría otra en la que inestabilidad sería la nota principal. Por tanto, algunas de las características del Barroco europeo estarían presentes en otras épocas similares (en lo social, político o económico) de la historia de la humanidad. Si nos miramos bien, quizás, en estas primeras décadas del siglo XXI, con sus cambios estructurales y sus gobernantes ineptos o corruptos (también ambas características a la vez) sea una era dionisíaca, en desorden, en constante tensión barroca. 

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Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla 

 

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