Para entender el mito de Teseo y Ariadna tenemos que remontarnos a la génesis de los distintos clanes familiares. Teseo era hijo de Egeo, rey de Atenas, y de su esposa Etra. Ariadna era hija de Minos, rey de Creta, y de su esposa Pasífae. Atenas y Creta estaban enemistadas a muerte y las guerras eran una constante. En esta ecuación, además, interviene Asterión. ¿Quién era Asterión? Pues, nada más y nada menos que el minotauro. Y este monstruo, mitad hombre mitad toro, era hijo de la reina Pasífae y del Toro de Creta, enviado por el dios Poseidón. Esto es, Asterión, el minotauro, era hermano de un solo vínculo de Ariadna. Así que vamos a contar toda la historia desde el principio.
Teseo y el minotauro
Minos (rey de Creta y padre de Ariadna) pide al dios Poseidón, señor de los mares, que adelante su reinado. El deseo es concedido a cambio del sacrificio de un hermoso toro blanco que surgiría de las aguas. Sin embargo, Minos, al constatar la belleza del animal, ofreció en los altares otro corriente de su ganadería. Ni que decir tiene que esto llegó a conocimiento de Poseidón que entró en cólera urdiendo una cruel venganza.
Así, inoculó en la reina Pasífae (madre de Ariadna) un deseo aberrante hacia el toro sagrado. Esta convenció a Dédalo (a la sazón arquitecto real) para que construyera un armazón de madera en forma de vaca revestido con pieles auténticas. Y allí se metió para que la poseyera el toro enviado por Poseidón. De resultas de estos amores nació Asterión, el minotauro, mitad toro y mitad hombre. La maldición sobre el desdichado nuevo ser no acaba aquí ya que Poseidón hizo que solo pudiera alimentarse con carne humana.
Por eso, para evitar que el horror cayera sobre los habitantes de Creta, la reina pide, de nuevo, ayuda a Dédalo y este construye un laberinto donde abandona a la criatura, en principio para que fuera olvidada y muriese de inanición. Pero las cosas no son tan fáciles en el mito del minotauro (ni en ningún otro) y estamos en estas cuando vuelve a entrar en escena, de nuevo, Minos, rey de Creta y en constante conflicto con Atenas. En uno de estos rifirrafes con las armas vence a los atenienses y solicita como botín de guerra siete muchachos y siete doncellas cada año. Todos ellos se ofrecen en sacrificio al minotauro. Algunas fuentes difieren en el número de víctimas y en el periodo de tiempo. Sí está clara una cosa: que los atenienses tenían que arrojar a los suyos a las fauces del minotauro.
Teseo, el héroe
Ante esta escabechina, Teseo, príncipe de Atenas, solicita a su padre y también al rey de Creta matar al minotauro. Era tal su autoconfianza que esperaba acabar con las muertes de su gente a manos del monstruo. Se dirige hacia el palacio del rey Minos y, allí en la misma audiencia, se encuentra Ariadna. Recordemos que esta es princesa de Creta y hermana (solo de madre) de Asterión, el monstruo. La joven queda prendada de las virtudes y el arrojo de Teseo, aunque sea un príncipe de un país enemigo.
Debido a la inmediata pasión que se desata entre ellos, Ariadna se ofrece a ayudar a Teseo en su lucha contra el minotauro. Pide a Dédalo (el constructor) alguna idea para poder salir del laberinto donde quedaban atrapados todos los que osaban adentrarse en él. Y este le ofrece a la princesa una madeja de lana, aunque algunas versiones apuntan a que era de oro. Ariadna le pide a Teseo que, antes de entrar en el laberinto, ate un extremo al inicio. Así lo hace Teseo y, valientemente, se adentra por los recovecos de la casa de Asterión hasta llegar al centro donde vive el monstruo. Allí le da muerte con su espada. Otras versiones apuntan al estrangulamiento o por los daños producidos por los cuernos de la criatura maldita. El caso es que acaba con la vida de Asterión y, tal como le había indicado Ariadna, sigue el hilo de la madeja logrando salir airoso del laberinto. Así, Teseo consigue dos hazañas: matar al monstruo y no perderse en la construcción de Dédalo donde habían perecido otros antes que él.
Ariadna le espera en la salida y deciden formar una vida juntos y, de alguna manera u otra, continuar con esta flamante pasión. Sin embargo, todo se tuerce, una vez más.
Ariadna en Naxos
Y especialmente para Ariadna, ya que abandonó su mundo, su país y su familia para seguir a su amado. Tras la muerte de Asterión y liberada Atenas del pago de los sacrificios, ambos se embarcan rumbo a la isla de Naxos y allí toman tierra después de una fuerte tormenta. Ariadna, cansada, se duerme. Y, al despertar, se encuentra abandonada sin el barco y, por supuesto, sin su amado que ha tomado rumbo hacia su patria sin ella. Al darse cuenta de la traición, fueron tales los lamentos y los llantos de la joven que llegó a oídos de otro dios. Y ahora entra en escena Dionisio.
Abrumado por los lloros y el dolor de la princesa se compadece de ella. Y es aquí donde el mito ofrece varias versiones. La más común apunta a que la convierte en inmortal al metamorfosearla en una constelación, la de Ariadna. Otras fuentes, hablan de un nuevo amor entre Dionisio (que queda prendado de la belleza de la muchacha) y Ariadna. Y que fruto de esa unión nacieron tres hijos. Y solo fue ante la inminente muerte de la princesa cuando se produjo la conversión en una nube de estrellas.
¿Y qué fue de Teseo?
Teseo pone rumbo a Atenas donde había acordado con su padre izar las velas blancas si su empresa (matar al minotauro) llegaba a buen fin. Un error de cálculo hizo que entrara en el puerto con las velas negras y el rey, abrumado por la supuesta pérdida de su hijo, se suicidó arrojándose al mar. Desde entonces lleva su nombre: Egeo.
El mito nos dice que Teseo, ya convertido en rey de Atenas, siguió su vida de aventuras (tanto amorosas como guerreras) olvidándose por completo de la desdichada Ariadna y su imprescindible labor para acabar con el minotauro. Tuvo amores con una de las amazonas y de esta unión nació su hijo Hipólito. Abandona a la mítica guerrera por Fedra, hermana de Ariadna. Y la belicosidad de la dama despachada le lleva a la venganza el día de la boda entrando en cólera en el mismo banquete. Teseo seguiría cosechando aventuras, ya que comanda la expedición en busca del Vellocino de oro. Lucha contra los centauros y contra el jabalí de Calidón y aún sigue armando jaleo al raptar a Helena y llevársela al inframundo. Despojado de su trono, es asesinado en Esciro. Pero todo eso fue después de las vicisitudes de Teseo y Ariadna, quién le ofreció una madeja para salir del laberinto del minotauro.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla