Nace Rosalía de Castro el 24 de febrero de 1837 en Santiago de Compostela. Era su madre la hija soltera del hidalgo propietario del pazo de Arretén de nombre María Teresa de la Cruz de Castro y Abadía. De su madre toma el apellido. Y su padre era un eclesiástico de nombre José Martínez Viojo, ordenado presbítero en 1829. La futura poeta, por tanto, carga desde su misma concepción, con la más extrema vergüenza y el señalamiento público ya desde niña. Este hecho (sin necesidad de constelaciones familiares) influirá no solo en la biografía de Rosalía de Castro al completo sino también en su carácter, el mismo que se transparentará en su poesía.
Biografía de Rosalía de Castro: primeros años
Las cargas familiares que debe soportar la futura poeta comienzan desde la gestación en el vientre de su madre. Para ocultar su nacimiento, es apartada de su progenitora para que esta siguiera siendo la señorita del pazo de Arretén. La bebé se va a vivir con sus tías paternas a Lestedo y Castroño de Ortoño hasta que cumple los ocho años. Poco se sabe del trato dispensado o de la educación recibida por parte de su familia paterna que, también debió obligarse a ocultar la existencia de una hija de un clérigo. Aunque no conocemos muchos detalles, la huella emocional de este abandono múltiple acompañará a la escritora durante toda su vida. Jamás abandonará el sentimiento de soledad y el de humillación al sentirse señalada por un pecado que ella nunca cometió. Todo ello incidirá en su carácter, propenso a la melancolía, al dolor psíquico, a las ensoñaciones con el suicidio y, en último extremo, a la acritud. Esta condición de su vida es de tal relevancia que se considera inherente a su poesía, ya que no la abandonará nuca. No hará falta que, en vida o en el futuro, ningún crítico rastree huellas emocionales sin resolver, la artista se encargará de ponerlo por escrito, tal cual el poema que he dejado al final de este texto.
En 1845 está de vuelta con su madre en Padrón y no hay constancia de que estuviera escolarizada. Eso sí, tenía que tener la formación y la cultura suficientes para alternar a partir de 1850, con tan solo 13 años, con los miembros del Liceo de Juventud de Santiago de Compostela. Otro hecho luctuoso haría mella en el ánimo de la joven Rosalía. El 8 de septiembre de 1853, en la romería de la Virgen, enferma de tifus junto con su amiga Eduarda que la acompañaba en la peregrinación. Solo Rosalía sobrevivió y, además, para colmo, el resto del otoño fue de hambre extrema en Galicia. Al sentimiento de abandono, por tanto, se une la constatación, nada más abrirse a la juventud, de la dureza de la vida. La poeta cantaría, a lo largo de sus versos, a estos desheredados, a los emigrantes, a los que no tienen nada que llevarse a la boca, a los que son obligados a abandonar su casa y, también, a las viudas de los vivos. En ellas se condensa un sufrimiento soportado desde múltiples aristas. Eran estas mujeres esposas de emigrantes (normalmente a Cuba) abandonadas por sus maridos bien porque fallecían y no había constancia o bien porque eran sustituidas por otras mujeres sin opción a divorcio.
Biografía de Rosalía de Castro: el nacimiento de la poeta
En 1857 Rosalía vive en Madrid y allí publica su primer libro de poemas La Flor con versos primerizos que nada aportan a su maravillosa producción de madurez. Allí conoce al que será su único esposo, Manuel Murguía, que sobreviviría a la artista. Con el tuvo siete hijos, aunque no todos alcanzaron la edad adulta. Al marido, además, acompañó en los distintos destinos que, como funcionario archivista, le eran encomendados por toda España. Rosalía se casa en Madrid el 10 de octubre de 1858 y su primera hija nace antes de cumplir los nueve meses de embarazo en Santiago de Compostela. No está claro cuales fueron los destinos que la poeta compartió con su esposo, a pesar de las múltiples cartas del matrimonio que se han conservado.
Desde 1858 hasta 1877, cuando ya no abandona Santiago de Compostela hasta su muerte, Rosalía tuvo una vida itinerante residiendo en La Coruña, Madrid, Santiago o Simancas. Murguía quemó parte de la correspondencia a la muerte de la escritora sin explicar nunca las razones por tal cosa. La crítica es unánime en calificar el matrimonio como anodino a pesar de supuestas graves crisis por circunstancias indeterminadas. El funcionario archivero que era Manuel Murguía profesa admiración por una esposa que se sobrepone a duras circunstancias personales para encabezar el movimiento literario de rexurdimiento. La artista, por su parte, a pesar de los hijos y la intimidad, no logró nunca con este matrimonio el consuelo de un alma herida. Si bien, al parecer, se profesaban cariño y respeto mutuo, las cicatrices emocionales de Rosalía eran de tal profundidad que ni los hijos ni el marido pudieron, con amor, resarcirla de una infancia de dolor.
El corazón herido de Rosalía
Dedicada a sus escritos (escribió en total 11 libros) y al cuidado de su prole, aunque varios de sus hijos no llegaron a la edad adulta, el corazón solitario y triste de la poeta se fue agriando conforme pasaban los años. A pesar de ser la cabeza visible del movimiento del rexurdimiento de las letras gallegas, fue, incluso, víctima de violencia por parte de sus paisanos que no se tomaron muy bien el contenido de sus libros, especialmente Follas Novas. Además, sus Cantares gallegos eran presentados y representados como anónimos, aumentando aún más el sentimiento de usurpación por parte de la artista. Ante esta agresión, la poeta respondió negándose a escribir, en el futuro, en gallego. De su ira (por el no reconocimiento social en el sentido amplio de la palabra) nació En las orillas del Sar (1884). De lo peor llegó lo mejor, ya que la crítica es unánime en calificar la obra, junto con las Rimas de Bécquer, como el mejor libro de poemas en español de las últimas décadas del siglo XIX. Con los datos actuales y las cartas donde se describen los síntomas, Rosalía de Catro murió de un cáncer de útero el 15 de julio de 1885.
La obra de la artista se caracteriza por reflejar un profundo dolor, el propio y el de los otros. Cuando nos retrata a los parias de su tierra, a los emigrantes gallegos, a los hambrientos, a lo desposeídos, a las viudas en vida, nos sumerge de lleno en todos los recovecos de un alma atormentada, la suya, incapaz de encontrar en el otro esa nota emocional que, juntos, crea un acorde. El sentimiento de apartamiento (desde su concepción misma), de señalamiento por una sociedad cruel e inculta (desde su nacimiento) se transforma en el dolor por no ser reconocida en ningún plano vital. Por eso, responde con ira al apedreamiento (literal) ante la perspectiva de publicación de una nueva obra. En el poema a continuación, como otros tantos ejemplos, la artista se desnuda en toda su crudeza de mujer abandonada desde el principio. Busca un amor imposible porque para ella no hay tiempo del amor. Es la vida de la escarcha sin el consuelo de la primavera lo que deja traslucir en buena parte de su obra, la misma que se explica con el conocimiento, aunque sea somero, de la biografía de Rosalía de Castro.
Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,
ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros,
lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso
de mí murmuran y exclaman:
Ahí va la loca soñando
con la eterna primavera de la vida y de los campos,
y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.
—Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha,
mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
con la eterna primavera de la vida que se apaga
y la perenne frescura de los campos y las almas,
aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.
Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños,
sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?
Cada vez que recuerda tanto oprobio
—cada vez digo, ¡y lo recuerda siempre!—,
avergonzada su alma
quisiera en el no ser desvanecerse
como la blanca nube
en el espacio azul se desvanece.
¡Recuerdo… lo que halaga hasta el delirio
o da dolor hasta causar la muerte!…
No, no es sólo recuerdo,
sino que es juntamente
el pasado, el presente, el infinito,
lo que fue, lo que es y ha de ser siempre.
En las orillas del Sar
En el mundo de Rosalía de Castro está plenamente presente no solo esa naturaleza de su Galicia natal, que tan pronto acoge como rechaza, sino también toda la dureza de una tierra en lucha constante con la miseria. A eso se une su condición de hija ilegítima y, además, engendrada de un acto vergonzante por un religioso. El ocultamiento de su mera presencia ante la familia y la sociedad generó en el alma de la artista un profundo sentimiento de soledad que no pudo ser mitigado, en vida, con nada. En sus versos despliega (con la belleza de una de las grandes) todo ese sufrimiento vital que llega, incluso, a rozar el pesimismo existencial. Todo ello se abona con circunstancias sociales extremas que la artista supo inmortalizar a la perfección en sus versos.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla