Poemas de Antonio Machado

Poemas de Antonio Machado

Poemas de Antonio Machado

 

Antonio Machado (1875-1939) es uno de los autores de la generación del 98 más representativos. Y, sin duda, uno de los poetas en lengua española con mayor reconocimiento, incluso entre el lector popular no aficionado especialmente a la poesía. Sus versos son de un desoladora sencillez incidiendo en el interior del alma, en los temas eternos que asolan o alegran el alma humana y en el recurso magistralmente llevado a una naturaleza que dialoga con la voz del poeta. Nos presenta temas inmortales siempre desde un punto de vista personal, íntimo y lírico que logra trascender todo tipo de fronteras. Decir que los poemas de Antonio Machado han entrado de lleno en el canon es casi quedarse cortos, ya que están impresos en la cultura española del último siglo. 

«Recuerdo infantil», poema de Antonio Machado del libro Soledades (1899-1907)

 

Una tarde parda y fría

de invierno. Los colegiales

estudian. Monotonía

de lluvia tras los cristales. 

     Es la clase. En un cartel

se representa a Caín

fugitivo, y muerto Abel, 

junto a una mancha de carmín. 

      Con timbre sonoro y hueco 

truena el maestro, un anciano

mal vestido, enjuto y seco, 

que lleva un libro en la mano. 

      Y todo un coro infantil

va cantando la lección;

«mil veces, ciento, cien mil;

mil veces mil, un millón». 

      Una tarde parda y fría

de invierno. Los colegiales

estudian. Monotonía

de lluvia tras los cristales.

 

Voy soñando caminos

 

     Yo voy soñando caminos

de la tarde. ¡Las colinas

doradas, los verdes pinos, 

las polvorientas encinas!…

¿Adónde el camino irá?

Yo voy cantando, viajero

a lo largo del sendero… 

—La tarde cayendo está—

 

«En el corazón tenía

la espina de una pasión;

logré arrancármela un día:

ya no siento el corazón». 

      Y todo el campo un momento

se queda, mudo y sombrío,

meditando. Suena el viento

en los álamos del río. 

      La tarde más se oscurece; 

y el camino que serpea

y débilmente blanquea,

se enturbia y desaparece. 

     Mi cantar vuelve a plañir: 

«Aguda espina dorada,

Quién te pudiera sentir

En el corazón clavada». 

 

«Retrato», uno de los poemas de Antonio Machado perteneciente a Campos de Castilla (1907-1917) más conocidos

 

     Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, 

y un huerto claro donde madura el limonero; 

mi juventud, veinte años en tierra de Castilla, 

mi historia, algunos casos que recordar no quiero. 

      Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido

—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—, 

mas recibí la fecha que me asignó Cupido, 

y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario. 

     Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, 

pero mi verso brota de manantial sereno; 

y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina, 

soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. 

      Adoro la hermosura, y en la moderna estética

corté las viejas rosas del huerto de Ronsard; 

mas no amo los afeites de la actual cosmética, 

ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar. 

     Desdeño las romanzas de los tenores huecos

y el coro de los grillos que cantan a la luna. 

A distinguir me paro las voces de los ecos, 

y escucho solamente, entre las voces, una. 

     ¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera

mi verso, como deja el capitán su espada: 

famosa por la mano viril que la blandiera, 

no por el docto oficio del forjador preciada. 

     Converso con el hombre que siempre va conmigo

—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;

Mi soliloquio es plática con este buen amigo

Que me enseñó el secreto de la filantropía. 

     Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito. 

A mi trabajo acudo, con mi dinero pago

el traje que me cubre y la mansión que habito, 

el pan que me alimenta y el lecho en donde yago. 

     Y cuando llegue el día del último viaje, 

y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, 

me encontraréis a bordo ligero de equipaje, 

casi desnudo, como los hijos de la mar. 

 

A un olmo seco

 Este famoso poema, «A un olmo seco» que comienza con el verso «Al olmo viejo…» ha sido objeto de un pormenorizado análisis en este espacio. Remito al link anterior al lector interesado. 

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.

     ¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

     No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.

     Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.

     Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

 

«A José María Palacio» uno de los poemas de Antonio Machado más hermosos

«A José María Palacio» es quizás el más hermoso de los poemas de Antonio Machado. Escrito en forma epistolar, nos hace un retrato de la grandiosa naturaleza que ha abandonado el poeta. Y ese desgrane de elementos de la vida sencilla contrastan (como un choque de grises camiones) con los últimos versos en recuerdo de la amada muerta y enterrada, para siempre, lejos del poeta.  

Palacio, buen amigo,
¿está la primavera
vistiendo ya las ramas de los chopos
del río y los caminos? En la estepa
del alto Duero, Primavera tarda,
¡pero es tan bella y dulce cuando llega!...

¿Tienen los viejos olmos
algunas hojas nuevas?

Aún las acacias estarán desnudas
y nevados los montes de las sierras.

¡Oh mole del Moncayo blanca y rosa,
allá, en el cielo de Aragón, tan bella!

¿Hay zarzas florecidas
entré las grises peñas,
y blancas margaritas
entre la fina hierba?

Por esos campanarios
ya habrán ido llegando las cigüeñas.

Habrá trigales verdes,
y mulas pardas en las sementeras,
y labriegos que siembran los tardíos
con las lluvias de abril. Ya las abejas
libarán del tomillo y el romero.

¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas?

Furtivos cazadores, los reclamos
de la perdiz bajo las capas luengas,
no faltarán. Palacio, buen amigo,

¿tienen ya ruiseñores las riberas?

Con los primeros lirios
y las primeras rosas de las huertas,
en una tarde azul, sube al Espino,
al alto Espino donde está su tierra…

  

Fragmentos de Proverbios y Cantares de Antonio Machado

     Nunca perseguí la gloria

ni dejar en la memoria

de los hombres mi canción; 

yo amo los mundos sutiles,

ingrávidos y gentiles como

pompas de jabón. 

Me gusta verlos pintarse

de sol y grana, volar

bajo el cielo azul, temblar

súbitamente y quebrarse. 

 

XXIX

    Caminante, son tus huellas

el camino, y nada más; 

caminante no hay camino, 

se hace camino al andar. 

Al andar se hace camino, 

y al volver la vista atrás

se ve la senda que nunca

se ha de volver a pisar. 

Caminante, no hay camino,

sino estelas en la mar. 

 

LIII

     Ya hay un español que quiere

vivir y a vivir empieza,

entre una España que muere

y otra España que bosteza.

Españolito que vienes

al mundo, te guarde Dios. 

Una de las dos Españas

ha de helarte el corazón.

 

De un Cancionero Apócrifo

PRIMAVERAL

    Nubes, sol, prado verde y caserío

en la loma, revueltos. Primavera

puso en el aire de este campofrío 

la gracia de sus chopos de ribera. 

     Los caminos del valle van al río

y allí, junto del agua, amor espera. 

¿Por ti se ha puesto el campo ese atavío

de joven, oh invisible compañera?

     ¿Y ese perfume del habar al viento?

¿Y esa primera blanca margarita?…

¿Tú me acompañas? En mi mano siento

doble latido; el corazón me grita,

que en las sienes me asorda el pensamiento:

eres tú quien florece y resucita. 

Nubes, sol, prado verde y caserío

 

Selección por Candela Vizcaíno 

Obras de Antonio Machado

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