Poemas de Sor Juana Inés de la Cruz

Poemas de Sor Juana Inés de la Cruz

Poemas de Sor Juana Inés de la Cruz

Candela Vizcaíno

 

Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) es justamente catalogada como la mejor poeta de la época barroca del virreinato de México y entra, por mérito propio, en la lista de los escritores más sobresalientes de los siglos de oro de la literatura en español. A pesar de las críticas y presiones que recibió en vida, instándola a que se dedicara a los menesteres religiosos, su obra tuvo considerable aprecio. Y este se ha mantenido constante hasta hoy en día. La primera edición de sus obras completas se publicaron en España en 1689 reimprimiéndose hasta 1725. En estos tres tomos se incluyen sonetos, liras, romances, romancillos, un poema largo en silvas titulado Primer Sueño, comedias (Los empeños de una casa), autos sacramentales (El cetro de José), villancicos, loas y su obra en prosa condensada en Carta Atenagórica y la Respuesta a Sor Filotea. Es esta última fundamental para entender el carácter y la biografía de Sor Juana Inés de la Cruz ya, que entre sus líneas, deja ver su pensamiento en favor de las mujeres y aporta datos tanto de su vida como de su personalidad. Algunos poemas de Sor Juana Inés de la Cruz han traspasado todas las brumas del tiempo, como el Hombres necios, que se erige en un canto feminista y en defensa de las mujeres atrapadas en convenciones sociales que impedían la más mínima libertad. Hoy dejo este puñado de versos que nos dice del gusto por los dones intelectuales de la escritora.  

Sonetos amorosos de Sor Juana Inés de la Cruz 

[16]

Que da medio para amar sin mucha pena 

YO NO puedo tenerte ni dejarte,

ni sé por qué, al dejarte o al tenerte, 

se encuentra un no sé qué para quererte

y muchos sí sé qué para olvidarte. 

     Pues ni quieres dejarme ni enmendarte, 

yo templaré mi corazón de suerte

que la mitad se incline a aborrecerte

aunque la otra mitad se incline a amarte. 

     Si ello es fuera querernos, haya modo,

que es morir al estar siempre riñendo;

no se hable más en celo ni en sospecha,

     y quien da la mitad no quiera el todo; 

y cuando me la estás allá haciendo, 

sabe que estoy haciendo la desecha. 

 

[23]

Que consuela a un celoso, epilogando la serie de los amores

AMOR EMPIEZA por desasosiego,

solicitud, ardores y desvelos; 

crece con riesgos, lances y recelos, 

susténtase de llantos y de ruego. 

     Doctrínanle tibiezas y despego,

conserva el ser entre engañosos velos, 

hasta que con agravios o con celos

apaga con sus lágrimas su fuego. 

      Su principio, su medio y fin es éste;

Pues ¿por qué, Alcino, sientes el desvío

de Celia, que otro tiempo bien te quiso?

      ¿Qué razón hay de que dolor te cueste,

pues no te engañó Amor, Alcino mío,

sino que llegó el término preciso?

 

Sonetos funerales

[166]

En la muerte de la excelentísima señora marquesa de Mancera  

DE LA beldad de Laura enamorados

los cielos, la robaron a su altura,

porque no era decente a su luz pura,

ilustrar estos valles desdichados;

     o porque los mortales, engañados

de su cuerpo en la hermosa arquitectura, 

admirados de ver tanta hermosura,

no se juzgasen bienaventurados. 

      Nació donde el oriente y el rojo velo

corre, al nacer el astro rubicundo,

y murió donde, con ardiente anhelo,

     da sepulcro a su luz el mar profundo;

que fue preciso a su divino vuelo,

que diese como sol, la vuelta al mundo.   

Hombres necios que acusáis de Sor Juana Inés de la Cruz

[192]

Arguye de inconsecuentes el gusto y la censura de los hombres que en las mujeres acusan lo que causan

HOMBRES NECIOS que acusáis

a la mujer sin razón,

sin ver que sois la ocasión

de lo mismo que culpáis: 

     si con ansia sin igual

solicitáis su desdén, 

¿por qué queréis que obren bien

si la incitáis al mal?

     Combatís su resistencia

y luego, con gravedad,

decís que fue liviandad

lo que hizo la diligencia. 

     Parecer quiere el denuedo

de vuestro parecer loco,

al niño que pone el coco

y luego le tiene miedo.

     Queréis, con presunción necia,

hallar a la que buscáis,

para pretendida, Thais,

y en la posesión, Lucrecia. 

     ¿Qué humor puede ser más raro

Que el que, falto de consejo,

él mismo empaña el espejo,

y siente que no esté claro?

     Con el favor y el desdén

tenéis condición igual, 

quejándoos, si os tratan mal,

burlándoos, si os quieren bien. 

     Opinión, ninguna gana:

pues la que más se recata,

si no os admite, es ingrata,

y si os admite, es liviana. 

     Siempre tan necios andáis

que, con desigual nivel,

a una culpáis por crüel

y otra por fácil culpáis. 

     ¿Pues cómo ha de estar templada

la que vuestro amor pretende,

si la que es ingrata, ofende,

y la que es fácil, enfada?

     Mas, entre el enfado y pena

que vuestro gusto refiere,

bien haya la que no os quiere

y quejaos en hora buena. 

     Dan vuestras amantes penas

a sus libertades alas,

y después de hacerlas malas

las queréis hallar muy buenas.

     ¿Cuál mayor culpa ha tenido

en una pasión errada:

la que cae de rogada,

o el que ruega de caído?

     ¿O cuál es más de culpar,

aunque cualquiera mal haga:

la que peca por la paga,

o el que paga por pecar?

     Pues ¿para qué os espantáis

de la culpa que tenéis?

Queredlas cual las hacéis

o hacedlas cual las buscáis.

     Dejad de solicitar,

y después, con más razón,

acusaréis la afición

de la que os fuere a rogar. 

     Bien con muchas armas fundo

que lidia vuestra arrogancia,

pues en promesa e instancia

juntáis diablo, carne y mundo.  

 

Poemas de Sor Juana Inés de la Cruz: sonetos de tema moral

[209]

Quéjase de la suerte: insinúa su aversión a los vicios, y justifica su divertimiento a las Musas

EN PERSEGUIRME, mundo, ¿qué interesas?

¿En qué te ofendo, cuando sólo intento

poner bellezas en mi entendimiento,

y no mi entendimiento en las bellezas?

     Yo no estimo tesoros ni riquezas;

y así, siempre me causa más contento

poner riquezas en mi entendimiento,

que no mi entendimiento en las riquezas.

     Yo no estimo hermosura que, vencida,

es despojo civil de las edades,

ni riqueza me agrada fementida,

     teniendo por mejor en mis verdades,

consumir vanidades de la vida

que consumir la vida en vanidades. 

 

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