Si esta gran obra ha traspasado los límites del canon en español para alcanzar los de la literatura universal se debe, especialmente, a los personajes de La Celestina. Todos los tipos, nombres y protagonistas reflejados en ella adquieren una psicología propia, un carácter individual y un espíritu contradictorio que no solo los humaniza sino que los aleja de los modos de la literatura clásica. Los personajes de La Celestina, casi sin excepción, se comportan de una manera alejada de las fórmulas establecidas en la literatura griega, romana, medieval castellana o del siglo XV. Ellos mismos se levantan creando un mundo propio, una forma de estar que nos devuelve, mediante la técnica del bombardeo, sus miserias y pocas grandezas. Y esto último lo entendemos mejor cuando la crítica ha señalado que Fernando de Rojas, el autor de La Celestina, tuvo como objetivo crear una obra moralizante y ejemplarizante. Y lo hizo por el método de dejar al descubierto las ruindades más oscuras del corazón humano.
Personajes de La Celestina principales
1.- Celestina, entre embaucadora, casamentera y hechicera
Es la protagonista indiscutible de la obra y sobre la que gira el principal argumento de La Celestina. Ella es quien aúna todos los demás caracteres a la par que se ha levantado sobre los demás creando un tipo particular. Este compite con Don Quijote, Sancho Panza o Don Juan Tenorio. Celestina es vieja, embustera, manipuladora, sin moral ninguna y se mueve solo por dinero. Aunque se ha propuesto por parte de la crítica que en la obra se da a entender que utiliza artes mágicas para rendir el ánimo de Melibea, el personaje principal no es una hechicera al uso de las obras fantásticas (como pudieran ser las novelas de caballería por poner un caso). Todo lo contrario, ya que es tremendamente realista en su crueldad, egocentrismo y afán por conseguir sus objetivos.
Por edad, experiencia y malicia conoce los recovecos del alma humana y, como buena psicópata, se aprovecha de ellos en su propio beneficio. Las malas artes de Celestina estriba en esa manipulación, en ese hilar las debilidades humanas para conseguir aquello por lo que le pagan y en esa sabiduría o reconocimiento de las sombras espirituales de quienes les rodea. Aunque en la obra se dice que convive con elementos popularmente identificados con la brujería, más bien es una embaucadora lenguaraz que es capaz de tocar la tecla exacta de las debilidades de cada uno. De aquí su éxito y su perdición. Ella se reconoce en sus habilidades y no pone excusa para aquello a lo que se dedica. No hace juicio moral y acepta cualquier encargo que esté bien pagado sin pararse a meditar si está al margen de las normas sociales o morales. Entre otros aspectos, no estima ni respeta a nadie, ni siquiera a ella misma.
2.- El egoísmo representado en los personajes de La Celestina: Calisto
Si una de las características de las novelas de caballería que proliferaban en la época y de los poemas provenzales contemporáneos a la obra era la manifestación de un amor desprendido, platónico e idealizado, Calisto en ningún momento participa de estos extremos. Y eso a pesar de conducirse en público siguiendo esa convección o de conocer el mismo lenguaje, el cual usa para su propio beneficio. El joven persigue a un halcón y se encuentra, por casualidad, con Melibea. Al momento cae pasionalmente rendido y hace lo que sea por conseguir, no el corazón de la muchacha, sino el acceso a su cuerpo. Calisto no tiene altura moral ninguna ni atisbo de heroísmo. Nada hay en él que pueda ser excusable, ya que no hay ningún diálogo en la obra en el que adivinemos, aunque sea escondido, algún retazo de lo bueno o lo mejor del ser humano.
Calisto es preso de un amor pasional, carnal e, incluso, poco caballeroso con su amada. En él solo prima el instinto básico de la consumación sexual con una joven que entiende bella y por la que se siente atraído. Para conseguir su objetivo, ya que es rechazado en primera instancia, se vale de todas las artes y medios a su alcance. Esta es la razón por la que contacta con Celestina a través de sus criados. No le importa el medio para conseguir su fin. Es tan egoísta que ni siquiera se lamenta de las muertes de quienes les han ayudado a conseguir el cuerpo de Melibea. Es un hedonista cruel que solo se rige por lo que desea en ese momento. Esa falta de heroísmo, caballerosidad o altura espiritual se reflejan en su muerte, la cual se produce de la manera más tonta posible, al perder pie en el momento de escalar los muros del huerto de Melibea.
3.- Melibea, la joven rendida a la pasión amorosa
Melibea, tercera de entre los principales personajes de La Celestina, es la que es representada en la obra con menos crueldad. Aunque, en un principio, rechaza tanto a Calisto como los tejemanejes de Celestina, muy pronto cae rendida a los placeres terrenales. No los conoce pero, cuando los prueba, le gusta y, además, de manera consciente. Por eso, es la encargada de gestionar los encuentros, abrir las puertas y dejarse llevar por esa pasión arrebatadora que acaba de una manera tan trágica. Melibea sabe cuál es su situación social, reconoce lo que sus padres esperan de ella y también asume que sus actos se conducen por la esfera de lo prohibido. Por eso, cuando Calisto muere de una manera tan tonta, a ella tan solo le queda la vía del suicidio. Este, por un lado, se produce porque el apego amoroso que ha sentido la ha obnubilado por completo y, por otro, porque para ella poco espacio social quedaría libre lejos de la infamia. Esto lo sabe bien Celestina, conocedora de todos los rincones y huecos oscuros del corazón cuando afirma:
“Catívanse del primero abraço, ruegan a quien rogó, penan por el penado, házense siervas de quien eran señoras, dexan el mando y son mandadas, rompen paredes, abren ventanas, fingen enfermedades, a los chirriadores quicios de las puertas hazen con azeyte usar su oficio sin ruydo”.
Personajes de La Celestina de estrato social bajo
Si bien la literatura griega, romana, clásica o medieval no había tenido reparos en echar mano de tipos de extracción social baja, rondando, incluso, en el lumpen, estos siempre habían tenido una función en la obra. Esto es, en el teatro o en la poesía popular e, incluso, en la novelística posterior, se representarían con un punto cómico y utilizando estereotipos. Sin embargo, los personajes de La Celestina (a excepción de ella misma) que no pertenecen a la élite social, cobran protagonismo por méritos propios. Están representados con sus dudas (pocas), con sus miserias (muchas), con su espíritu retorcido (hasta niveles extremos), pero sin caer en el prejuicio de los que se esperan de ellos. De todos ellos Lucrecia, la doncella de Melibea es la que menor peso emocional tiene en la obra junto con Sosia y Tristán.
Los criados de Calisto y Melibea: Sempronio, Pármeno, Sosia, Tristán y Lucrecia
No sucede lo mismo con Sempronio y Pármeno, los mediadores entre Calisto, a quien sirven, y Celestina. En ellos, se representan espíritus innobles que son incapaces tanto de la ironía como de una mota de grandeza. Se burlan de su señor pero no para hacer ver sus fallas morales sino por deslealtad, cobardía y retorcimiento espiritual. No dudan en pelear por dinero y en matar para conseguirlo. Son tipos trágicos alejados del espacio cómico al que se relegaban los criados en la literatura tradicional. Ni siquiera tienen un espíritu hedonista o práctico. A igual que los personajes de La Celestina principales que pertenecen al estrato social más alto, se dejan arrastrar por la pasión, en su caso, por el dinero. Ellos asesinan a la vieja Celestina de manera cruel en una riña por las diferencias en las comisiones.
Las meretrices del mundo de Celestina y Centurio
Elicia y Areúsa son dos cortesanas que rondan la vida de la vieja alcahueta. En ellas se da la mano todos los recovecos del narcisista sin un atisbo de propósito de enmienda. Se consideran iguales a Melibea y su arrogancia les lleva a compararse con ella. Esto es, en la obra, de alguna manera u otra, se pone en la misma balanza el proceder de una joven aristocrática arrastrada por la pasión carnal que a mujeres orgullosas de ofrecer su cuerpo por dinero.
En el mismo cajón se encuentra Centurio, un proxeneta fanfarrón que se jacta de saber matar pero, en el fondo, lo que le caracteriza es la cobardía. Es uno de los personajes de La Celestina añadido en las ediciones que aparecieron en los primeros años del siglo XVI y en él se condesa lo peor de la sociedad y del ser humano. Nada lo salva, ni siquiera su afán por hacer gracia, su comicidad de perdedor y fracasado que no es capaz de ganarse la vida con aquello que dice saber hacer. Centurio es un monigote lenguaraz, un fantoche de los bajos fondos que nunca se ha encontrado con la nobleza cara a cara y, por tanto, la desprecia por considerarla poco útil.
Más personajes secundarios en La Celestina: los padres de Melibea
Pleberio y Alisa son los progenitores de la desdichada muchacha. Ellos, en parte, son las víctimas de los tejemanejes de la vieja alcahueta aunque, en la obra, de alguna manera u otra, son tachados de responsables del drama vivido en su familia. Son representados con un espíritu de extrema permisividad (para los parámetros de la época), ingenuos e, incluso, un poco arrogantes. Ni sospechan que algo así estuviera sucediendo en los límites de su casa con su propia hija. Para ellos, comportamientos de esta índole estaban fuera de su cosmovisión. Esta ingenuidad, adobada con un punto de arrogancia (al considerarse a salvo de estos enemigos), es la que se transparenta en el lamento que cierra la obra.
Fernando de Rojas, el que es unánimemente considerado el autor de esta gran obra, levantó, con este puñado de personajes de La Celestina, tipos universales en los que exploró y llevó al límite los comportamientos más ruines, aquellos que no están disculpados por un asomo de grandeza. Son los mismos que hacen única este título de la literatura castellana de finales del siglo XV.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla