El término novecentismo fue propuesto por Eugenio D’Ors para referirse al grupo de literatos, filósofos e, incluso, científicos españoles que comenzaron a trabajar entre la Generación del 98 y la de los poetas de la Generación del 27. Esto es, la fecha clave sería 1913, cuando algunas vanguardias históricas ya habían despuntado: dadaísmo, cubismo o futurismo. Los autores que comienzan a publicar al filo de mil novecientos se apartan de los localismos y miran hacia Europa. Son hijos tardíos del simbolismo francés y del modernismo literario en una búsqueda constante de belleza formal. Todos ellos se afanan con un espíritu europeísta y miran hacia Francia, Inglaterra o Alemania, hacia lo extranjero y hacia la innovación como únicas vías para el progreso en todos los órdenes de la vida.
La fecha clave del movimiento novecentista es 1913, un año antes de la Primera Guerra Mundial. Se publica Liga de Educación Política promovida por Ortega, manifiesto al que se adhieren Manuel Azaña, Américo Castro, Madariaga y García Morente. Porque, llegados a este punto, hay que indicar que si bien los literatos no buscan la realidad como fuente o hipotexto de sus obras, hay en todo el grupo un fuerte compromiso político. También se les ha denominado la Generación de los intelectuales, puesto que está formada, en primera instancia, por personas de gran cultura y porque, en segundo término, buscan una renovación en todos los órdenes de la vida. En otras palabras, se alzan en contra de los autores de la Generación del 98 con su regodeo por el dolor por España a través de textos vivenciales. En este sentido, hay que recordar que el inconsciente según Freud ya había hecho acto de presencia empapando, con su conceptos revolucionarios, todas las áreas de conocimiento.
Características del novecentismo
Muy resumidamente y esquemáticamente tenemos que:
1.- Los miembros del movimiento ya tienen conciencia de grupo, como sucedería con las distintas vanguardias y su gusto por la publicación de manifiestos y declaración de intenciones.
2.- Quieren romper con la tradición por el método de incorporar la cultura racionalista de corte clásica, el cosmopolitismo y una perspectiva intelectual. En este sentido, hay que anotar que buena parte de estos autores viajan a Europa, conocen otras lenguas (francés o inglés), leen libros extranjeros y están al tanto de los avances científicos y de las novedades de la ingeniería. Para ellos, España seguía siendo un país oscuro anclado en sentimientos irracionales abonados por la incultura, la falta de espíritu crítico y el rechazo a la innovación. Parte de razón no les faltaba.
3.- Buscaban en sus escritos el estudio, el esquema y el orden en línea con las características del neoclasicismo. Por tanto, rechazaban la anarquía de la inspiración o los textos autodidactas basados en la experiencia. Recordemos que todos sus miembros eran personas con los más altos niveles de formación académica.
4.- Se revisa el espíritu nacional ya sin el dolor de la Generación del 98 sino con un criticismo que intenta entroncar con la cultura clásica. Se mira a Europa como emplazamiento donde es posible el arte nuevo y la ciencia que aleja las nubes del oscurantismo.
5.- No se quedan en una mera ilusión intelectual proponiendo a la imprenta ideas sin más. Es todo lo contrario, ya que hay un intento por cambiar la realidad a través del poder de la política.
6.- Rechazan lo local y abrazan el universalismo. Reniegan de los ambientes de provincias o de pueblo. Se busca el auge (de todo tipo) de las grandes ciudades, especialmente Madrid y Barcelona.
7.- En el aspecto estético, la obra de cabecera del grupo es la Deshumanización del arte de Ortega y Gasset que se publica en 1925. Se entiende la creación (la poesía, las artes plásticas…) como un juego, como una actividad que nada tiene que ver con la vida. El artista así, como podemos observar en los primeros poemas de la Generación del 27, se encierra en una torre de marfil. Desde allí, como sucedía con los simbolistas o con el modernismo literario, crea obras que únicamente pretenden ser bellas o, en su caso, abrir mundos posibles, pero únicamente en el aspecto interior.
8.- Todo ello comenzará a saltar por los aires conforme se va acercando la década de los treinta. El novecentismo se da de bruces con la realidad, con la europea y la I Guerra Mundial y, en España, en forma de fracaso de la república, revoluciones, represiones hasta desembocar en el derramamiento de sangre de la guerra civil. Para entonces, el único movimiento de vanguardia histórica que quedaba en pie fue el surrealismo y su búsqueda de la verdad a través del inconsciente.
Autores del novecentismo, más allá de la literatura y el arte
Con estos supuestos tenemos que el novecentismo fue un movimiento que rompió las fronteras del arte y, por supuesto, de la literatura. Aunque cuesta situar a la gran mayoría de ellos en este movimiento porque participan de otras corrientes, aquí también militaron filósofos (como el ya anotado Ortega y Gasset), historiadores e investigadores como Ramón Menéndez Pidal y Américo Castro. Es más, los principios del movimiento llegaron a una incipiente ciencia médica con dos nombres de excepción Ramón Cajal y Gregorio Marañón. En el ámbito de las letras hay que anotar los siguientes nombres como los mejores representantes del novecentismo:
1.- Ramón Pérez de Ayala (1880-1962)
2.- Wenceslao Fernández Flores (1885-1964)
3.- Gabriel Miró (1879-1930)
4.- Ramón Gómez de la Serna (1888-1963)
5.- Francisco Villaespesa (1877-1936)
6.- Juan Ramón Jiménez (1881-1958)
7.- Eduardo Marquina (1879-1946)
8.- Gregorio Martínez Sierra (1881-1947)
Novecentismo y vanguardias históricas
Se ha puesto en relación (casi desde su nacimiento) el novecentismo con las denominadas vanguardias históricas. Recordemos que, nada más entrar en el siglo XX, desde la pintura, la escultura, el teatro o literatura surgen una serie de grupos que intentan romper de forma radical con la tradición.
En este sentido, no podemos olvidar los condicionantes históricos que alientan este espíritu. En primer lugar, es necesario traer a colación las teorías psicológicas de Freud con el inconsciente encima de la mesa. Desde ese momento, se entienden los miembros de la raza humana no como un todo sino como seres desgajados que desconocen gran parte de lo que ocurre dentro de sí. Este emplazamiento anímico sería explorado especialmente por el surrealismo. Por otro lado, la ingeniería y la técnica comienzan a desarrollar objetos asombrosos que cambian la percepción del mundo. La fotografía y el cine harían mella en los artistas plásticos que ya no están obligados a retratar la realidad tal cual se nos presenta. Este camino que comenzó con el fauvismo, continúa con el cubismo y desemboca en el arte abstracto. Los cambios técnicos se completan con la puesta en escena de los primeros automóviles y el transporte por aire (con avionetas y dirigibles). La velocidad y el cambio se abren en la sociedad tal como recogieron los autores del futurismo.
Todas estas transformaciones científicas, de ingeniería, filosóficas van calando a nivel social. Se abren debates sobre la importancia de la investigación y de los encuentros entre estudiosos de distintos países. A la par, surgen con fuerza nuevas ideas a nivel social y solo anoto aquí las propuestas del comunismo. Todo ello va creando un caldo de cultivo para que avance todo lo novedoso, el racionalismo y las puertas hacia otros mundos radicalmente distintos a los conocidos. Sin embargo, España, continua anclada en el pesimismo, en el inmovilismo y en la tradición. Por tanto, cualquier modelo de cambio no puede ser ajeno a estas transformaciones. Y en este contexto es el que tenemos que entender el hacer de los autores del novecentismo y su relación con las vanguardias europeas.
Dicho esto, el novecentismo, con su afán de un mundo más limpio, más centrado en la razón y en los estudios, se dio de bruces con la realidad de alrededor. Así, conforme avanzaba la década de los treinta, a excepción de algún autor, como Juan Ramón Jiménez, los artistas escogen otros derroteros espoleados por las circunstancias históricas apuntadas arriba.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla