Las bases científicas que sustentan el naturalismo comenzaron a entrar en España a partir de 1880. Y lo hizo de forma tímida, parcial (con textos de Darwin y de Spencer) y circunscribiéndose a un reducido grupo de intelectuales alrededor del Ateneo de Madrid. El naturalismo en España va de la mano del krausismo, corriente filosófica que busca en la conciencia individual los ecos de la revelación religiosa. Y aquí reside una de las diferencias del naturalismo en España con respecto al propuesto décadas antes por el francés Émile Zola (1840-1902).
Al estar imbuido de una corriente espiritual (el krausismo, aunque esa filosofía propugne la libertad personal), es difícil enlazarla con el positivismo materialista. El naturalismo entra de lleno en España en 1877 con el éxito de la novela de Zola La taberna. Por tanto, es a partir de 1880 cuando se traducen los distintos cuentos y novelas, no solo de Zola sino también de Guy de Maupassant, de Daudet o de los hermanos Goncourt, con un notable éxito entre el público ilustrado. Muestra del interés, fueron las jornadas temáticas organizadas por el Ateneo de Madrid entre 1881-1882.
El naturalismo en España, una cuestión de bloques, como siempre
Si algo caracterizó la política, la economía y la sociedad de la segunda mitad del siglo XIX hasta prácticamente los años setenta del siglo XX fue la división y el enfrentamiento enconado entre dos facciones: los tradicionalistas y los sectores más abiertos a las nuevas ideas.
Una de las características del naturalismo es la exposición de seres viciosos que son retratados sin edulcorantes, haciendo hincapié en todo lujo de detalles escabrosos y utilizando, a veces, un lenguaje «poco normativo». Por eso, los sectores más conservadores reaccionaron a estas fórmulas estilísticas poco más o menos que con un escándalo, mientras que los más liberales veían en este formato un modo de retratar una realidad mediocre, anodina y, a veces, abyecta. Sin humor crítico ni cinismo, como sucede con el esperpento, el retrato de estos seres faltos de excepcionalidad y heroísmo se antojaba, a veces, cuanto menos inapropiado.
Los autores del naturalismo español (como Emilia Pardo Bazán o Leopoldo Alas, «Clarín») rechazan las descripciones prolijas de todo tipo de cosas, personajes y situaciones vergonzantes. Estos escritores (que conocían perfectamente lo que se hacía en Europa y, a la par, disfrutaban de un amplio bagaje cultural) siempre quisieron enlazar con la rica tradición literaria española.
Por otra parte, en España (profundamente cristiana) nunca se negó el libre albedrío. Por eso, casi todos los autores, como se narra en La Regenta de Leopoldo Alas, «Clarín», rechazan el determinismo que es otra de las características del naturalismo abanderado por Zola.
Hasta aquí lo que respecta a los autores que, de alguna manera u otra, desde los postulados del realismo literario aceptan evolucionar hacia el naturalismo. En el bando contrario se encuentran Méndez Pelayo, Pedro Antonio de Alarcón o Juan Valera que publicó un ataque al movimiento con el título de Apuntes sobre el nuevo arte de escribir novelas (1886-1887).
Características del naturalismo en España
1.- Tal como estamos viendo, se adaptó a la idiosincrasia nacional.
2.- No se llega a profundizar en lo sombrío, lo triste, lo morboso o lo explícitamente sexual. Siempre se pasa de puntillas por estos aspectos.
3.- Los personajes son tratados con conmiseración y piedad.
4.- El ambiente es de pesimismo, pero a menudo brota una pizca de humor.
5.- Sin embargo, sí se sigue la tendencia (que ya era una de las características del realismo literario) a reflejar la realidad de la más fiel manera posible.
6.- El punto con mayor divergencia radica en el determinismo, incompatible con el fuerte arraigo cristiano de la sociedad española. Y, de alguna manera u otra, era compartido por otros autores que creen en la firme libertad y en la posibilidad de trascendencia del ser humano.
7.- El naturalismo en España no solo se fija, por tanto, en los rasgos fisiológicos de los personajes que, según los autores franceses, conformaban su espiritualidad sino que se pone un mayor énfasis en las contradicciones de la vida interior.
8.- El naturalismo en España no solo se centra en personajes entresacados del pueblo o de los bajos fondos sino que también es protagonista la élite y las clases medias. Igualmente, la naturaleza también es retratada frente a los escenarios eminentemente urbanos del naturalismo francés.
Obras y autores del naturalismo en España
1.- De Benito Pérez Galdós tenemos La desheredada (1881), considerada la primera obra naturalista española, Lo prohibido (1884-1885) y Fortunata y Jacinta (1886-1887).
2.- De Emilia Pardo Bazán destacan La tribuna (1882) e Insolación (1889).
3.- De Palacio Valdés tenemos El idilio de un enfermo (1884).
4.- La Regenta (1885) de Clarín es la obra cumbre del naturalismo español.
5.- La Montálvez (1888) de Pereda.
Entrando la década de los noventa del siglo XIX comienza a conocerse, a partir de traducciones francesas, los autores rusos (Tolstoi con su Guerra y paz o Crimen y castigo de Dostoyevski). Y estas obras ya condicionan las novelas que se escribirían a continuación. Por tanto, para 1995 el naturalismo en España se da por finalizado completamente.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla