Entremeses teatrales: definición, características y autores

Entremeses

Entremeses

Candela Vizcaíno

 

El término entremés nos remite a los vocablos entremeter, introducir, añadir… En efecto, en sus inicios, este subgénero literario, vinculado al teatro, consistía en piezas cortas de carácter jocoso, libertino y propenso a la risa fácil que se realizaba entre las pausas de las obras más largas. Con el tiempo, los entremeses fueron evolucionando hasta convertirse en un género propio solicitado ampliamente, debido a su carácter distendido, por el público popular.  

Características de los entremeses 

En formato esquemático tenemos: 

1.- Son piezas cortas en un solo acto diseñadas para el teatro. 

2.- Tienen un carácter jocoso, cómico, burlesco y crítico hacia las convenciones y los vicios sociales. 

3.- Juega con los tipos preestablecidos (el viejo cornudo, el sacristán lascivo, el avaro fracasado…) que se rigen por los instintos básicos (el comer, el beber, el sexo…) desde una perspectiva tremendamente simple, vulgar y zafia. 

4.- Se recurre a las máscaras, a los motivos de carnaval (cuando se podía dar rienda suelta a la crítica social) y, también, a los modelos improvisados de la commedia dell' arte

5.- Aunque nacieron en la Edad Media, fueron populares durante los Siglos de Oro con su gusto y amor pasional por el teatro. 

En la atmósfera del Carnaval tiene su origen el alma del entremés originario: el desfogue exaltado de los instintos, la glorificación del comer y el beber… la jocosa licencia que se regodea con los engaños conyugales, con escarnio del prójimo, y la befa tanto más raída cuanto más pesada.  

Eugenio Asensio: Itinerario del Entremés 

Breve historia del entremés  

Se han encontrado entremeses en la obra de Juan de la Encina (1468-1529), el escritor cultivado, viajero y hedonista que inaugura el Renacimiento literario en España. Estos sustratos se encuentran en su Égloga de Carnaval (representado para los Duques de Alba en 1494) y en el Auto de Repelón, basado en los juegos de escarnio. Otros autores de la época que cultivaron los entremeses fueron Gil Vicente (1465-1536) y Diego Sánchez de Badajoz (fallecido en 1549). 

Llegados a este punto no hay que olvidar las aportaciones del sevillano Lope de Rueda (1510-1565) con su teatro itinerante, considerado una de las primeras compañías de actores profesionales de España. Francisco Ruiz Román, en su obra Historia del teatro español, califica a este peculiar artista (entre actor, director de escena y dramaturgo) como el padre del entremés al proponer protagonistas en el papel de rufián, de pícaro, de bobo… 

En los Siglos de Oro, prácticamente todos los grandes autores de teatro abordan el género, desde Cervantes (que, por su importancia, tratamos aparte) hasta Lope de Vega pasando por Calderón de la Barca. Esto es, en la lista se incluye los grandes del teatro barroco español. Sin embargo, el más sobresaliente del género es un autor considerado menor y, por tanto, poco conocido: Luis Quiñones de Benavente, nacido en Toledo en 1581 y muerto en 1561 en la indigencia.  

Benavente es el monarca del género breve desde principios de siglo [XVII] hasta 1640 aproximadamente, a él se le debe la gran creación cómica de Juan Rana y también el inicio de un tipo hibrido en el que se mezclaba la música, el canto y el baile con la acción dramática. Benavente utiliza la pieza breve, la dota de agilidad y musicalidad, sustituye el final en polos del entremés primitivo por otro final bailado, más del gusto de sus espectadores y, sobre todo, utiliza con tal maestría el lenguaje que algunos críticos han dicho que rivaliza con Quevedo en el manejo del mismo.  

Abraham Madroñal: «Luis Quiñones Benavente» en Real Academia de la Historia  

Ya en el siglo XVIIII, con la cultura del Neoclasicismo, en su afán racional y educador, los autores teatrales viran hacia otro tipo de entremeses donde se deja de lado lo obsceno y lo agresivo en favor de textos con tintes moralizantes tan del gusto de la literatura de la época.   

Entre 1640 y 1660 aparecen en las colecciones de entremeses las primeras producciones de Calderón, Cáncer y Moreto, luminarias del género. Mientras los estudiosos no reúnan sus obras, hoy dispersas en volúmenes de estupenda rareza cuya posesión es timbre de gloria para el bibliófilo, no lograremos esclarecer lo que los astros últimos aportaron en materia de técnica, visión cómica, personajes y asuntos, a los entremeses del Siglo de Oro.  

Javier Huerta Calvo: “Los géneros menores” en Historia del Teatro en España  

Conforme va avanzando el siglo XVIII, el término entremés se va mezclando con otras manifestaciones artísticas ajenas al teatro, como el baile, la jácara (donde se refleja y se da voz a la cosmovisión de personajes ajenos a las leyes sociales) o los modelos de carnaval con sus máscaras, disfraces y espíritu crítico. 

Los entremeses ya quedan sistematizados como género híbrido (por esa mezcla que venimos estudiando); heterodoxo (al centrarse en personajes marginales que no pueden ser inspiración para nadie); burlesco, corto y crítico; con preferencia por una temática que incide en el caos o en el engaño y en la falta de consistencia espiritual de sus protagonistas. Estos son estereotipados y se priorizan los que tienen características poco juiciosas, lascivos, prestos a la mentira y al enredo. Por eso son característicos el viejo rijoso, el sacristán lascivo, el libertino, el bobo, el pícaro, el que solo es capaz de satisfacer los instintos… Todos ellos pueblan estos entremeses que van perdiendo carácter conforme nos adentramos en el siglo XVIII. 

Entremeses de Miguel de Cervantes  

Al gran genio de las letras españolas se le debe una serie de entremeses que se encuentran en la apoteosis del género y uno de ellos («El retablo de las maravillas») puede considerarse el mejor y más representativo de este fórmula estilística. Miguel de Cervantes publica en 1615 ocho entremeses, dos en verso y seis en prosa. Son:  

El rufián viudo, 

— La elección de los alcaldes de Daganzo, 

— El juez de los divorcios, 

— La guarda cuidadosa, 

— El vizcaíno fingido, 

— El retablo de las maravillas, 

— La cueva de Salamanca y

— El viejo celoso. 

 Los entremeses de Cervantes van más allá de la comicidad boba, del chiste fácil y del humor basado en los tópicos. El genio de las letras españolas aporta un extra de densidad humana y de experiencia del alma. Ya no estamos ante tipos que responden a características generales sino ante auténticos caracteres cómicos.  

La obra maestra del género es, sin duda, «El retablo de las maravillas». En este entremés, a la manera de El traje nuevo del rey, dos pícaros comediantes muestran un particular espectáculo que solo pueden ver los que son cristianos viejos. Todo es una farsa y no hay representación. Sin embargo, para no ser tildado como converso, el público allí congregado hace como si la escena estuviera llevándose a cabo comentándola con fruición. La crítica irónica de Cervantes llega a su apoteosis cuando va describiendo cómo los espectadores se maravillan y comentan para no ser tachados de conversos. El retablo inexistente actúa, por tanto, como símbolo y representación de la sociedad decadente e hipócrita del siglo XVII, únicamente movida, como hoy en día, por la mera apariencia. 

Y, por último, hay que anotar que, conforme avanza el siglo XVIII, los entremeses se convierten en los llamados sainetes (que estudiamos aparte), de una duración de 25 minutos y ya desprovistos del carácter heterodoxo e interartístico de esta peculiar pieza teatral cómica que arranca en la Edad Media.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla 

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