Diosa Cibeles

La diosa Cibeles

La diosa Cibeles

Candela Vizcaíno

 

El culto de la diosa Cibeles tuvo una fuerte acogida en la Roma imperial. Provenía de Frigia y con sus ropas características se la representaba y, a su vez, su figura llegaba desde Anatolia o Asia Menor. En Grecia se la identifica con la Magna Mater, a medio camino entre Gaia (la diosa primigenia, reina de la tierra) y su hija Rea, protectora de la fertilidad y de la naturaleza femenina. Y con todos estos antecedentes (desde Asia Menor pasando por Grecia) es en Roma donde la diosa Cibeles es venerada en todo su esplendor.

Ella contiene los gérmenes que le permiten hacer crecer para el género humano las rubias cosechas y los árboles cargados de frutos, y proveer igualmente a las especies salvajes errantes por las montañas cursos de agua, fronda y generosos pastos. También se le han dado a la vez los nombres de gran Madre de los dioses, Madre de las especies salvajes y Creadora de la humanidad.  

Lucrecio: De Rerum Natura  

Atributos de la diosa Cibeles

Era hija del cielo y de la diosa de la tierra. Todo sale de ella y a ella regresa. Es la madre de Júpiter (el dios romano supremo y señor de los cielos), de Juno (diosa del matrimonio, de la vida ordenada, del hogar y de la familia), de Neptuno (gobernante de los mares) y Plutón (guardián del inframundo).  De ella proceden los cuatro elementos y todo regresa a la diosa Cibeles para completar el círculo de la vida. 

Su existencia adquiere el carácter de arquetipo, ya que tanto los poderes de la naturaleza como los de la civilización recaen en su figura. Se la representa sentada majestuosamente en un carro tirado por dos leones, símbolos universales de la fuerza, del poder regio, del ímpetu bestial y, a la vez, de la nobleza. En su cabeza hay siempre una corona, bien representando una muralla de protección o bien los rayos de sol que calientan, engendran y crean. La media luna sobre su persona nos dice que también rige los cielos. Por tanto, la diosa Cibeles domina, reina y protege todo lo habido y por haber. Todo en ella es primordial. No se mezcla con otros dioses, no se la identifica en ningún momento con los instintos humanos. Sin ella, nada ni nadie sería posible. 

Por eso, siempre se la representó utilizando la piedra, trasunto perfecto de lo inmutable, de lo que permanece, de lo que importa, de la montaña que protege, cuida y provee. Una expedición romana, en el 205 a.C. se aventuró en la búsqueda de la piedra negra que era su símbolo y que se creía que encerraba su alma. Llegaron hasta Pessimonte (actual Turquía). Se sabía que había caído del cielo y hoy identificamos el objeto como un meteorito. Tal maravilla, por tanto, solo podía pertenecer a la diosa Cibeles. Las fiestas en su honor coincidía con la primavera cuando los campos germinan y los árboles se cargan de frutos. Ella era la abundancia, la vida y el poder regio. 

La evolución del sentido simbólico de la diosa Cibeles 

En el siglo I de nuestra era, en la época del emperador Claudio, Cibeles adquiere otras connotaciones y ella se convierte en la resurrección tras la muerte. Por eso, quizás la figura de la diosa Cibeles siguió incólume durante el cristianismo. Con ella, el fin no existe porque hace posible el ciclo eterno. Su carro tirado por dos leones traerá siempre abundancia a los hombres. Madre de los dioses, abarca el mundo conocido tal como expresa el emperador Juliano en este poema dedicado a la diosa en el 480 de nuestra era.  

Oh Madre de los dioses y de los hombres, 

Oh Paridera del gran Zeus, 

Tú que compartes su trono, 

Oh fuente de los dioses inteligentes… 

Diosa creadora de vida, 

Sabiduría, Providencia, Creadora de nuestras almas, 

Oh amante del gran Dionisios. 

Tú que has recogido a Attis expuesto

Y lo has hecho volver a Ti, 

Después que hundido se hubo en el antro de la tierra, 

Oh Tú que eres el principio de todos los bienes… 

Otorga a todos los hombres la felicidad, 

Cuyo elemento capital es el conocimiento de los Dioses. 

La diosa Cibeles, por tanto, era venerada como el germen, la semilla, el principio y el fin de todo lo bueno de la civilización y de la naturaleza. Representa la inteligencia, la abundancia y la unión de todos los elementos del universo. Y, por último, recordamos un detalle de una de las grandes obras de arte dedicada a su figura. Uno de los puntos centrales de Madrid es la fuente dedicada a la diosa Cibeles, conocida popularmente como la Cibeles, diseñada por Ventura Rodríguez a finales del siglo XVIII siguiendo las características del Neoclasicismo. Su monumentalidad y situación (en el cogollo de una de las más importantes capitales europeas) nos vuelve a recordar su importancia en la cultura clásica y occidental.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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