Dafne y Apolo

Dafne y Apolo

Dafne y Apolo

Candela Vizcaíno

 

Ovidio (43 a.C - 17 d.c) en sus Metamorfosis nos narra el mito de Dafne y Apolo que tan buenas obras (como veremos) ha dado a las artes posteriores. Todo empezó con una disputa de corte narcisista a nivel dios entre Eros y Apolo. ¿Qué sucedió? Pues que el dios de la música y las artes (Apolo) se burló de Eros (el del enamoramiento, recordemos) por su manejo del arco y las flechas. Y este, en cruel venganza, disparó dos flechas distintas: una de hierro emponzoñada con el odio y la otra de oro untada con las mieles de la más arrebatadora pasión. La primera la dirigió a la ninfa Dafne y la segunda al dios que lo retaba. Y con esta riña comienza el mito. 

Los protagonistas del mito de Apolo y Dafne 

¿Quién era Dafne de la mitología griega? 

Era una ninfa de los bosques, hija de un río (las versiones difieren en los nombres de sus progenitores) y orgullosa de su esencia. Dotada de gracia y gran belleza física, pidió a su padre permanecer soltera para poder, así, dedicarse a la caza y a las artes, tal cual hacía la diosa Artemisa, a la sazón hermana gemela de Apolo. Su deseo fue concedido y, a pesar de su hermosura y virtudes, fue capaz de alejar a múltiples pretendientes hasta el suceso entre Eros y Apolo con las flechas envenenadas que nos ocupa hoy.  

¿Y Apolo?  

Es uno de los dioses paganos más complejos de la mitología, ya que se asemeja al sol. Protector de la caza, los bosques y las artes, se ha representado como un hombre joven, bello, fuerte y ágil. Además, como veremos a continuación, es una de las figuras de la mitología griega con mayor representación en la cultura occidental. Para nuestra narración, únicamente hay que apuntar que antes de que fuera herido por la flecha de oro de Eros ya estaba enamorado de la ninfa Dafne y había sido rechazado en múltiples ocasiones. 

Seguimos con el mito de Dafne y Apolo  

El cortejo de Apolo hacia Dafne terminó con las flechas de Eros. El dios de la música y las artes fue herido con las de oro que insufló una pasión arrebatadora hacia la ninfa Dafne que ya había sido inoculada con la del desprecio y el odio. Apolo corre tras la muchacha con el afán de raptarla e, incluso, violarla. Al verse alcanzada por el dios, Dafne implora a los dioses su salvación (en otras versiones se apunta a su padre) y estos le conceden el deseo. La convierten en árbol de laurel justo con los brazos de Apolo rodeaban a la bella ninfa. 

El dolor y la tristeza de Apolo, al darse cuenta del mal que había causado, fueron de tal intensidad que sus amargas y divinas lágrimas regaron el árbol de laurel en el que Dafne se había convertido. Fue en ese momento cuando juró y prometió dedicar sus hojas perennes e inmortales a los vencedores de los torneros artísticos y deportivos que él mismo protegía.  

El simbolismo del mito de Dafne y Apolo 

Esta metamorfosis de Ovidio (como el resto de ellas) fue de especial agrado en el cristianismo occidental, ya que la narración nos pone frente a frente ante la lucha entre las virtudes (la virginal Dafne) contra los vicios (la lujuria de Apolo). Fue recogido por la cultura medieval posterior y el mito ampliamente difundido, además, en el Renacimiento. 

Apolo simboliza el sol, la luz, la música, las artes, la caza. Él es la sabiduría capaz del disfrute de los dones de la vida sin caer en las bajezas de los vicios decadentes que representa Dionisio (el caos, el vino, la fiesta desordenada…) Apolo fue del agrado, incluso, para la mentalidad cristiana medieval ya que supone una trascendencia desde los instintos hasta la espiritualidad. Sin embargo, debido a un error, participa en la destrucción de lo que más ama. Su simbolismo ha sido resumido con notable acierto por Jean Chevalier en los siguientes términos:  

Dios muy complejo, horrorosamente trivializado cuando se lo reduce a un hombre joven, sabio y bello; o cuando se lo opone, simplificando a Nietzsche, a Dionisio, como la razón al entusiasmo. No, Apolo es el símbolo de la victoria sobre la violencia, de un autodominio en el entusiasmo, de la alianza de la pasión y la razón, el hijo de un dios, por Zeus y el nieto de titán, por Leto, su madre. Su sabiduría es el fruto de una conquista, no una herencia. Todas las potencias de la vida se conjugan en él para incitarlo a no encontrar su equilibrio más que sobre las cumbres, para conducirlo desde “la entrada de la caverna inmensa” (Esquilo) “a las cimas de los cielos” (Plutarco). Simboliza la suprema espiritualización; es uno de los símbolos más bellos de la ascensión humana.  

Y, en palabras de Platón (en La República), a Apolo había que consagrar todo aquello de bueno que despega a la humanidad de su terrenalidad para acercarse a los dioses.  

Corresponde a Apolo, el Dios de Delfos, dictar las más importantes, las más bellas, las primeras leyes. 

- ¿Cuáles son estas leyes? 

- Aquellas que contemplan la fundación de los templos, los sacrificios, y en general el culto de los dioses, los demonios y los héroes, y también las tumbas de los muertos y los honores que conviene rendirles para que nos sean propicios; pues estas cosas, nosotros las ignoramos: y, fundadores de un Estado, no nos remitiremos, si somos sabios, a ningún otro, y no seguiremos a otro intérprete de no ser el del país; pues este dios, intérprete tradicional de la religión, se ha establecido en el centro y en el ombligo de la tierra para guiar al género humano. 

El mito de Dafne y Apolo, por tanto, ha sido del agrado de la cultura occidental cristiana por la inmensa contradicción que subyace en él. En la narración es la ninfa la virtuosa y el dios que debía proteger a los mortales de los peligros de los instintos el que causa la destrucción y, además, por un acto de lascivia. Al querer imponerse cruelmente por la fuerza se queda sin aquello que más ama. De aquí viene la transformación del laurel en árbol sagrado, eterno, inmortal y perenne como una forma de sublimar un acto deleznable.  

El laurel, como todas las plantas de hoja perenne, se refiere al simbolismo de la inmortalidad; simbolismo que sin duda no escapó a los romanos cuando vieron en él el emblema de la gloria, tanto de los ejércitos como del espíritu. El laurel se tenía además por protector contra el rayo […] Arbusto consagrado a Apolo, simboliza la inmortalidad adquirida por la victoria. Por esto su follaje sirve para coronar a los héroes, a los genios y a los sabios. Árbol apolíneo, significa también las condiciones espirituales de la victoria, la sabiduría unida al heroísmo […] El laurel simboliza las virtudes apolíneas y la participación en tales virtudes por el contacto con la planta consagrada. 

Jean Chevalier 

El mito de Dafne y Apolo en las artes occidentales 

Estos profundos sentidos simbólicos del relato mítico recogido por la literatura griega ha propiciado que fuera favorito (como las transformaciones de Zeus) en las artes occidentales. Para no alargar este texto, indico simplemente dos obras de primer orden:  Dafne y Apolo de Bernini y el Soneto XIII de Garcilaso de la Vega (1501-1536). 

Dafne y Apolo de Bernini  

Gian Lorenzo Bernini (1598-1680), revolucionó el arte barroco con sus cuatro esculturas (1621-1625) basadas en personajes clásicos grecorromanos para el Palacio Borghese, en Roma. Entre ellas se encuentra la maravillosa Apolo y Dafne. Realizada en mármol blanco, capta (con una sutiliza y movimientos extremos) el instante en el que la ninfa, atrapada por el dios, se va convirtiendo en árbol del laurel ante sus gritos desgarradores. Con esta obra el maestro se aparta de la sobriedad de la escultura griega en la que se había inspirado con anterioridad para regalarnos una obra plástica y expresiva al máximo. La obra es la que abre este texto.  

Dafne y Apolo en el más hermoso soneto de Garcilaso de la Vega

La lírica renacentista europea se caracteriza por la búsqueda del amor profano, la reivindicación de las lenguas vulgares y un retorno a la serenidad clásica. En este sentido, se valen de los mitos grecorromanos (sin abandonar el cristianismo) para sustentar esta nueva cosmovisión. En esta línea, se encuentra uno de los más hermosos poemas de uno de los más ilustres poetas en español de todos los tiempos (Garcilaso de la Vega) que tiene como protagonista la desdichada narración de Dafne y Apolo. 

SONETO XIII

     A Dafne ya los brazos le crecían 

y en luengos ramos vueltos se mostraban, 

en verdes hojas vi que se tornaban

los cabellos que el oro oscurecían; 

     de áspera corteza se cubrían 

los tiernos miembros que aún bullendo estaban; 

los blandos pies en tierra se hincaban 

y en torcidas raíces se volvían.

     Aquel que fue la causa de tal daño, 

a fuerza de llorar, crecer hacía 

este árbol, que con lágrimas regaba. 

     ¡Oh miserable estado, oh mal tamaño, 

que con llorarla crezca cada día

la causa y la razón por que lloraba!

En estos versos, el poeta se identifica plenamente con el dolor de un dios que ha contribuido a la destrucción de aquello que más ama. El mito de Dafne y Apolo, por tanto, nos introduce en esas dicotomías morales que, hasta el Neoclasicismo incluso, gustaban a artistas, intelectuales y poetas. Estamos, en definitiva, ante la batalla de las virtudes frente a los vicios, causantes estos de la pérdida de todo lo bueno a lo que puede aspirar el alma humana, especialmente el amor y la trascendencia. 

Imagen y texto por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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