Cerbero el perro de tres cabezas de la mitología griega

Cerbero

Cerbero

Candela Vizcaíno

 

Cerbero es el perro de tres cabezas que, en la mitología griega, guarda las puertas del Tártaro, que no es más que el mismísimo Infierno. También se le conoce como Cancerbero, al unir el término can (perro) con Cerbero. 

¿Quién era (o es) Cerbero el perro monstruoso de los mitos griegos?

Pertenece a la extirpe deforme engendrada por Equidna (conocida con el sobrenombre de la Víbora) y Tifón. Era la madre una ninfa de gran belleza con profundos ojos negros que, entre otras señas, lucía serpientes por piernas. Unida eternamente al gigante Tifón, la apariencia del padre era aún más terrorífica, ya que sus enormes alas provocaban huracanes, tormentas y terremotos. Y, además, incendiaba todo aquello que se le ponía por delante con el fuego de sus ojos. Con cabeza de dragón, también tenía serpientes por piernas. No en vano, Tifón era hijo de la diosa de la tierra, Gea, y del mismísimo Tártaro, allí donde uno de sus hijos guarda, con la más agresiva de las iras, las puertas por donde deben pasar los muertos.  

La familia no se acaba aquí, ya que eran hermanos de Cerbero, de doble vínculo además; esto es, de padre y madre, la Hidra, la Quimera, la Esfinge, el León de Nemea y unos cuantos dragones y seres abominables. Todos ellos vivían en cuevas atormentando, de alguna manera u otra, a los miembros de la raza humana. Cerbero heredó de sus progenitores el aspecto deforme y el carácter fiero. Las múltiples serpientes de su lomo eran de genética materna y la cola de dragón provenía de la parte paterna. Con esta mezcla solo podía tener tres cabezas, aunque algunas versiones apuntan a cincuenta o incluso cien. Su sola visión causaba pavor, aunque, en principio, solo se enfrentaban a él los que ya habían muerto y, por tanto, poco o nada tenían que perder. Encadenado a las puertas del Infierno, dejaba pasar únicamente a aquellas almas que, según el dictamen de los dioses, se habían ganado este espacio.  

Cerbero y el último de los doce trabajos de Heracles 

Heracles, el Hércules romano, debía completar doce trabajos y domeñar a Cerbero fue el último de ellos. Con la ayuda de Atenea (la diosa de la inteligencia) y Hermes (el mensajero) se adentra en las profundidades del inframundo. Allí está prisionero Teseo, el héroe que mató al minotauro con la ayuda del hilo de Ariadna, se enfrentó a las amazonas y formó parte de la expedición de argonautas en busca del vellocino de oro. Heracles lo liberó no sin dejar parte de su cuerpo (las nalgas) en la columna a la que estaba atado. Llegados a este punto las versiones, como es frecuente en los mitos y en la literatura griega, difieren. 

Y son tan distintas que algunos investigadores defienden que Cerbero se dejó coger sin más mientras que la gran mayoría nos narra una lucha cruenta entre el perro de tres cabezas y el héroe. Heracles, para complicar la hazaña, no podía dar muerte al perro ya que había prometido al dios Hades, el del Infierno, no hacerle daño. Y ya sabía que los dioses no se andan con chiquitas cuando los mortales rompían los pactos y acuerdos. Sea como fuere, Heracles pudo coger, cazar o amansar a Cerbero y tal cual se lo presentó a Eristeo como prueba del objetivo cumplido. El rey, horrorizado por la visión y el comportamiento del animal, mandó que fuera devuelto a su lugar donde sigue al día de hoy.  

Orfeo calma a Cerbero en su búsqueda de Eurídice 

Este no fue el único encuentro de Cerbero con mortales de distinta índole. Otro capítulo de su mito fue protagonizado por Orfeo quien tañía la lira con tal talento y belleza que los animales, ante su música, quedaban amansados. Orfeo tenía un fuerte motivo para adentrarse, estando vivo, en las profundidades del Tártaro.  Su amada Eurídice había muerto (al parecer por la mordedura venenosa de una serpiente). Sin poder afrontar el duelo y el dolor por tal pérdida, llega a un acuerdo con Hades que le permite acceder a las profundidades infernales donde es conducido hasta Eurídice después de pagar el peaje al barquero Caronte. 

Con su lira, tal cual hacía con los animales, entona tal bella melodía que Cerbero queda sumido en un profundo sueño. Los dioses se apiadan de los amantes y permite que Eurídice vuelva al reino de los vivos. Sin embargo, había una condición, como siempre. Orfeo debía caminar delante y no mirar hacia atrás, hacia Eurídice, hasta que no estuvieran completamente en la superficie y todo el sol hubiera bañado el cuerpo de la mujer. Así lo hace Orfeo. Sin embargo, ya en la tierra, movido por la impaciencia se vuelve antes de tiempo. Eurídice aún tenía un pie en el inframundo y, por tanto, inmediatamente se volatizó convirtiéndose en polvo. De nada sirvieron las lágrimas de amargura de su amado quien, según otras versiones, fue castigado con este trágico final debido a su cobardía, ya que tendría que haberse dejado morir para reunirse con su amada. 

Sentido simbólico del mito 

Cerbero aún se toparía con otro mortal obligado a bajar al inframundo. La ninfa Psique, como prueba impuesta por Afrodita y para defender su amor por Eros, se enfrentó al perro de las tres cabezas. Lo hizo con la delicadeza que le caracterizaba y lo drogó utilizando una torta de cereales con miel. Con todos estos encuentros no es de extrañar que el monstruo del Tártaro, desde los inicios del mundo pagano, haya sido protagonista de obras pictóricas, esculturas o poemas. Aparece, por poner un solo ejemplo, en la Divina Comedia de Dante, en el círculo del Infierno, su hogar. Y este ser abominable es descrito en los siguientes términos: 

Cerbero ladra con tres gargantas. Ni un momento cesan la lluvia y aullidos en tormento continuo. Hiede la tierra, vertedero, lodazal, agua sucia, sumidero de dolor, soledad y desaliento. 

Desde el inicio de los tiempos se ha entendido su presencia y existencia misma como una simbolización perfecta de los horrores internos personales e individuales. Esta caracterización se hizo aún más evidente tras los estudios del inconsciente de Freud y de los arquetipos de Jung

Perro de Hades, simboliza el terror de la muerte, para aquellos que temen los Infiernos. Mas aún, simboliza los propios Infiernos y el infierno interior de cada ser humano. Es conveniente subrayar que es, en efecto, sin sus armas que Heracles consigue vencerlo por un momento; que es por una acción espiritual, el canto de su lira, como Orfeo lo aplaca un instante. Dos índices militan en favor de la interpretación neoplatónica que ve en el Cerebro el genio mismo del demonio interior, el espíritu del mal. Solo puede dominarse sacándolo del infierno y llevándolo a la tierra, es decir, por un cambio violento de medio (ascensión) y empleando fuerzas personales de la naturaleza espiritual. Para vencerlo solo se puede contar con uno mismo.  

Jean Chevalier: Diccionario de símbolos

Y Paul Dies, en su obra El simbolismo en la mitología clásica, hace suyas las palabras de Jorge Luis Borges al comparar las tres cabezas de Cerbero con las tres coronas papales. Las primeras son las guardianas del Infierno mientras que las segundas son las protectoras del cielo.  

Borges precisa que el último trabajo de Hércules fue sacar el Cancerbero a la luz del día. Dice también que Butler (Huidibras) compara las tres coronas de la tiara del Papa que es el portero del Cielo, con las tres cabezas del perro que es el portero de los Infiernos. 

Cerbero es, por tanto, la bestia interna que hay que domeñar con autoconocimiento, no sin antes enfrentarse a los peligros que supone una bajada al Infierno. Quizás por esta fuerte simbolización de carácter arquetípico, el perro mitológico de tres cabezas sigue siendo favorito en el imaginario cultural y artístico contemporáneo. Es protagonista de videojuegos, obras de anime e, incluso, su nombre es utilizado en series de fantasía como la reciente 1899. El buque en el que viajan todas esas almas perdidas (trasunto de la barca de Caronte) lleva por nombre Cerbero, el guardián de los infiernos. Y la nave anterior perdida y excusa de la trama fue bautizada con el sugestivo nombre de Prometeo, el mismo que robó el fuego de los dioses para que los hombres crearan la civilización. La dicotomía entre cielo e infierno, vida y muerte queda, por tanto, presente en la serie prometiendo mucho juego psicológico.  

Estrabón (siglo I), en su Geografía, indica que la puerta de entrada al inframundo se llama Plutonio. Allí los vapores volcánicos se encargan de dar muerte a todo aquel que se atreve a traspasarla. La localización de este importante punto fue secreta hasta el año 2012 cuando se encontró en Turquía. Allí una colosal estatua metálica de Cerbero, el perro de tres cabezas de la mitología griega, guardaba el acceso a una cueva con agua de origen volcánico. Las capas del tiempo no han podido con este ser monstruoso que aún sigue atormentando los temores más profundos de la raza humana. 

Por Candela Vizcaíno, Doctora por la Universidad de Sevilla 

 

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