Qué es la cultura woke

Cultura Woke

Cultura Woke

Candela Vizcaíno

 

La cultura woke nace como reivindicación de los derechos de los parias de la tierra y de los históricamente oprimidos. Se yergue contra las imposiciones del heteropatriarcado normativo y defiende la visibilidad y los derechos de las minorías (y estas no tienen por qué ser o pobres o humildes). Es el refugio no solo del #metoo sino también del feminismo radical, del lobby LGBT+, de la teoría queer o crip (la que considera que no hay minusvalía en un discapacitado), de la lucha racial y de todos aquellos que han tenido que ocultarse por alejarse de lo normativo. La cultura woke, además, da un paso más allá pretendiendo eliminar los sesgos cognitivos que nos hacen preferir a unas personas con respecto a otras. Dicho así, la cultura woke es impecable desde el punto de vista intelectual, de la justicia social o de la reivindicación política. Sin embargo, y aquí llega el pero, sus postulados han evolucionado de tal manera que ha encontrado una fuerte oposición en ciertos sectores sociales. Y estos, además, no se reducen a los situados en el conservadurismo más radical.   

Abundando en lo que es la cultura woke

El término woke es un anglicismo puro que puede traducirse como despertar en el sentido de abrir los ojos o ser consciente. Se ha españolizado bajo la denominación de wokismo. La cultura woke (aunque sus antecedentes se remontan al siglo XIX) nace en la primera década del siglo XXI azuzada por los movimientos reivindicativos del #metoo y #blacklivesmatter al que se le suman las teorías queer o la crip. Su envergadura social es de tal importancia que ha encontrado tanto acérrimos detractores como fervientes defensores. La cultura woke lucha contra los roles de la sociedad heteronormativa, capitalista y basada en la familia tradicional. Un poco más adelante veremos cómo lo hace. 

Por tanto, en ella se engloban distintos movimientos reivindicativos que pretenden hacer visibles las necesidades de todas las minorías oprimidas. Dicho así, en principio, no hay nada que objetar porque su finalidad última es de justicia social. Sin embargo, lo woke ha invadido todas las esferas de la vida social polarizándose de tal manera que ha llegado, incluso, a la cancelación de todas aquellas obras, actitudes, cosmovisiones o ideas que son ajenas a ellas. Y de la crítica reivindicativa se ha pasado a la imposición del silencio. Por ende, sus extremos se han situado a un paso de la frontera en la que se encuentran la censura y la manipulación social.  

Orígenes y evolución de la cultura woke  

El sustrato se encuentra en el marxismo clásico decimonónico. De hecho, si por algo se caracteriza lo woke, es por posicionarse contra el capitalismo liberal occidental sin ofrecer otra convincente alternativa socio-económica. Además, recoge las justas reivindicaciones sociales de los derechos civiles norteamericanos de la década de los sesenta con Martin Luther King (1929-1968) a la cabeza. 

Posteriormente, a partir de la década de los sesenta, el destructuralismo francés -Michel Foucault (1926-1984), Giles Deluze (1925-1995) y Jacques Derrida (1930-2004)- publican estudios en los que se ponen en entredicho los postulados de la denominada “verdad”. La niegan. Esta no existe y consideran que la realidad se construye por medio de la palabra. Las puertas del relativismo filosófico, moral y cívico quedan, por tanto, abiertas de par en par. Estamos, pues, ante la Modernidad líquida (1999) de Zygmunt Bauman (1925-2017).  

Todas estas ideas se abonan con la denominada Gran Dispersión, término propuesto por Mary Eberstandt. La autora apunta a que, a partir de la década de los setenta del siglo XX, la familia tradicional va debilitándose de tal manera que los nuevos miembros que en ella nacen no encuentran modelos saludables en los que mirarse. El individualismo se va imponiendo de tal manera que la cohesión tradicional se va desgastando, por tanto, paulatinamente. Y de resultas el individuo no escuentra referencias para reconocerse. Así, nacen mujeres con actitudes desafiantes en un afán de protegerse. Mientras que los hombres, también por miedo, se revisten con un efecto camuflaje. Esto hace saltar por los aires los modelos preestablecidos y el individuo no es capaz de reconocerse en los grupos tradicionales asumidos por un amplio espectro de la sociedad. Se difuminan, por tanto, los géneros, las clases, las ideologías y las cosmovisiones de antaño.  

La revolución ha hecho que el sexo como tal esté más presente que nunca. Por tanto, ha distanciado a hombres y mujeres como no se había visto antes, tanto al reducir la familia como al aumentar la desconfianza entre hombres y mujeres debido a un consumismo social generalizado.  

Mary Eberstandt 

La cultura woke, el feminismo y los que quedaron tras las fronteras 

Ante esta tesitura, nadie quiere (o no puede) reconocerse en modelos preestablecidos que se asocian negativamente con fórmulas patriarcales del pasado. Y, a continuación, se impone, bien internamente o por mimesis, un sentimiento de culpa por pertenecer a una clase, a una raza o una cosmovisión que no se ajusta a las reivindicaciones de minorías marginadas. Esta carga emocional se vive como pecado casi y como tal es necesario expiarlo. ¿Cómo? Abrazando las causas de los que han vivido al margen de las fronteras sociales o han sido marginados. Y comienza así, no ya a valorarse justamente esas propuestas reivindicativas de pueblos o colectivos antes oprimidos, sino a erigirlas en poseedoras de la razón o la verdad absoluta.  

En este sentido, se mira hacia la perspectiva femenina. Se vuelve, también hacia lo indígena o hacia las culturas preexistentes antes del colonialismo occidental, hacia la reivindicación racial o de las minorías antaño oprimidas por razón de sexo o género. Hasta aquí no hay nada que objetar desde el punto de vista de la justicia social. 

El problema llega al máximo cuando cualquier opinión discordante es calificada de herejía. Y el castigo para el heterodoxo es el silencio, la cancelación y, en último extremo, la exclusión social con todo lo que ello supone. Así, lo woke, en una espiral irracional, se ha convertido en aquello que quería combatir. Y en este sentido peyorativo es el que es tratado al día de hoy por colectivos tradicionalistas o conservadores que lo acusan, además, de poner las bases para el transhumanismo. Sería esta la última revolución humana al fundirse la mente racional con las máquinas con el claro objetivo de alcanzar la inmortalidad.  

En otra vuelta de tuerca, de la política de solidaridad social de los años setenta se ha llegado a la discriminación positiva para aquellos colectivos antaño marginados bajo los lemas de diversidad e inclusión. La problemática llega cuando esa inclusión justa se torna en imposición o cuando la diversidad se impone sobre lo general. Lo woke, en resumidas cuentas, busca resultados a través de la normativa y las leyes sin importar los medios para conseguirlos. Como, además, en la raza humana existen sesgos cognitivos difíciles de eliminar, estos deben ser perseguidos con firmeza. Lo individual, en definitiva, salta por los aires y la conciencia personal queda arrinconada en aras de una política impuesta por minorías cada vez más agresivas. El conflicto, por tanto, está servido en bandeja. 

Wokismo y cultura de la cancelación  

La cultura de la cancelación es una evolución de lo radicalmente woke. Si hemos despertado y hemos abiertos los ojos, ahora somos conscientes de los errores y pecados del pasado. De aquí se llega al revisionismo histórico en un intento vano por justificar hechos de siglos anteriores con los parámetros actuales. Como esa mirada a lo acaecido en otras épocas que no se ajusta a los valores contemporáneos, comienza la cancelación, que no es más que una forma de negación de buena parte de la herencia histórica o artística del pasado. El adoctrinamiento bajo coacción está servido. Y este es el primer paso para la persecución del disidente, la mordaza de la libertad y, en último extremo, la tiranía. En este caldo de cultivo ha encontrado una justa oposición los detractores del wokismo. Son los que alertan de los peligros de una imposición sin fundamento ni razón de minorías resentidas que, por la fuerza, quieren imponer sus puntos de vista.  

La cultura de la cancelación tanto de hechos o personajes históricos como de figuras contemporáneas que se atreven a alzar la voz corre el riesgo de desembocar en una distopía. Nos encontraríamos ante una guerra abierta entre aquellos que miran el mundo desde las fronteras de la realidad y la inmensa mayoría defensora de un modelo vital más o menos tradicional. En la actualidad, en ciertos países occidentales, el wokismo (que nació con reivindicaciones justas recordemos) se ha atrincherado en lobbys de poder que imponen leyes y normas basadas, a decir de los críticos, en el mero chantaje. Está abonando, por tanto, un campo minado en el que la confrontación es la norma diaria.  

¿Por qué hay un rechazo a la cultura woke?  

En primer lugar, por la polarización en la que se ha instalado los defensores de estas minorías. Estás conmigo o contra mí. Si no piensas como yo, eres el enemigo y además a abatir cuanto antes. El siguiente paso ha sido influir en las altas instancias políticas con el fin de crear un listado  creciente de tribus históricas oprimidas. A las mujeres y comunidades indígenas o de raza negra se unen los homosexuales, transexuales, los discapacitados y los que no encontraron un lugar en el centro del mundo. Por último, la presión de estas colectividades ha llegado hasta las más altas instancias políticas creando cuotas de inclusión o discriminación positiva. Estas se han estirado tanto, además, que se han incluido en esos supuestos marginados colectividades o individuos que, en principio, no necesitan de esa inclusión. Lo woke ha llegado al extremo, en España, por poner el caso del asunto trans, de encontrarse con un fuerte oposición por parte de psiquiatras, educadores y familias. La teoría, en su afán por reivindicar las necesidades de personas antes perseguidas, está inculcando en niños y niñas de corta edad ideas confusas y peligrosas para su sano desarrollo como personas. 

En resumidas cuentas, la cultura woke se nutre de unas bases reivindicativas justas que casi nadie sensato rebate a un lado y otro del espectro político. Sin embargo, el modelo para hacerlas valer es el de la imposición, el conmigo o contra mí, el del chantaje emocional a nivel colectivo que recuerda una y otra vez supuestas faltas históricas, en el de la superioridad moral a nivel tóxico y en un resentimiento crónico. Y las propuestas para que estos grupos antaño marginados salgan del ostracismo es el adoctrinamiento social y, además, a edades tempranas. Ni que decir tiene que este tipo de ideologías extremas desparramadas entre niños de corta edad conllevan, en un porcentaje elevado, la destrucción de las bases de la personalidad al confundir lo privado con lo público, lo individual con lo cívico, la duda con la verdad y lo personal con lo colectivo. 

[Lo woke] reduce la vida social a un conflicto permanente entre opresores y oprimidos.  

Albert Moler

Se trataría de una tiranía de las minorías; o mejor dicho, de quienes se erigen en sus representantes y defensores. Cuando el tirano forma parte de la sociedad, esta puede ejercer una tiranía más peligrosa contra la libertad que la opresión política porque esta tiranía puede penetrar hasta la médula social y extenderse hasta las ideas, el corazón y el alma de toda sociedad. 

Pablo Sánchez Garrido en Nueva Revista 

La cultura woke, nacida de la justa reivindicación se vuelve, por tanto, en una forma más de opresión al entrar en un conflicto permanente entre grupos, al querer hacer saltar por los aires los modelos familiares tradicionales que han amparado a la raza humana durante milenios, al proponer el fin de capitalismo sin alternativa creíble, al confundir con teorías (a veces descabelladas) a los niños sin capacidad de discernimiento y al pretender que tanto las justas como las aparentes necesidades de las minorías se impongan a la mayoría. Y todo ello ha surgido en la civilización occidental, democrática, libre y liberal asentada sobre el humanismo cristiano y que abraza los ideales de igualdad o fraternidad de la Revolución Francesa. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla 

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