Candela Vizcaíno

Candela Vizcaíno

Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla con una larga trayectoria de más de 20 años como periodista, columnista y contenidos online centrados en literatura, arte, viajes, vida sana, familia, gastronomía, moda y feminismo. Con cinco libros publicados, en la actualidad pueden encontrarse en las librerías El Bosque de las Respuestas (cuento infantil ilustrado), Los girasoles florecen en junio (novela) y Poemas sin orden ni concierto

  

Nace Rosalía de Castro el 24 de febrero de 1837 en Santiago de Compostela. Era su madre la hija soltera del hidalgo propietario del pazo de Arretén de nombre María Teresa de la Cruz de Castro y Abadía. De su madre toma el apellido. Y su padre era un eclesiástico de nombre José Martínez Viojo, ordenado presbítero en 1829. La futura poeta, por tanto, carga desde su misma concepción, con la más extrema vergüenza y el señalamiento público ya desde niña. Este hecho (sin necesidad de constelaciones familiares) influirá no solo en la biografía de Rosalía de Castro al completo sino también en su carácter, el mismo que se transparentará en su poesía. 

Biografía de Rosalía de Castro: primeros años 

Las cargas familiares que debe soportar la futura poeta comienzan desde la gestación en el vientre de su madre. Para ocultar su nacimiento, es apartada de su progenitora para que esta siguiera siendo la señorita del pazo de Arretén. La bebé se va a vivir con sus tías paternas a Lestedo y Castroño de Ortoño hasta que cumple los ocho años. Poco se sabe del trato dispensado o de la educación recibida por parte de su familia paterna que, también debió obligarse a ocultar la existencia de una hija de un clérigo. Aunque no conocemos muchos detalles, la huella emocional de este abandono múltiple acompañará a la escritora durante toda su vida. Jamás abandonará el sentimiento de soledad y el de humillación al sentirse señalada por un pecado que ella nunca cometió. Todo ello incidirá en su carácter, propenso a la melancolía, al dolor psíquico, a las ensoñaciones con el suicidio y, en último extremo, a la acritud. Esta condición de su vida es de tal relevancia que se considera inherente a su poesía, ya que no la abandonará nuca. No hará falta que, en vida o en el futuro, ningún crítico rastree huellas emocionales sin resolver, la artista se encargará de ponerlo por escrito, tal cual el poema que he dejado al final de este texto.

En 1845 está de vuelta con su madre en Padrón y no hay constancia de que estuviera escolarizada. Eso sí, tenía que tener la formación y la cultura suficientes para alternar a partir de 1850, con tan solo 13 años, con los miembros del Liceo de Juventud de Santiago de Compostela. Otro hecho luctuoso haría mella en el ánimo de la joven Rosalía. El 8 de septiembre de 1853, en la romería de la Virgen, enferma de tifus junto con su amiga Eduarda que la acompañaba en la peregrinación. Solo Rosalía sobrevivió y, además, para colmo, el resto del otoño fue de hambre extrema en Galicia. Al sentimiento de abandono, por tanto, se une la constatación, nada más abrirse a la juventud, de la dureza de la vida. La poeta cantaría, a lo largo de sus versos, a estos desheredados, a los emigrantes, a los que no tienen nada que llevarse a la boca, a los que son obligados a abandonar su casa y, también, a las viudas de los vivos. En ellas se condensa un sufrimiento soportado desde múltiples aristas. Eran estas mujeres esposas de emigrantes (normalmente a Cuba) abandonadas por sus maridos bien porque fallecían y no había constancia o bien porque eran sustituidas por otras mujeres sin opción a divorcio. 

Biografía de Rosalía de Castro: el nacimiento de la poeta 

En 1857 Rosalía vive en Madrid y allí publica su primer libro de poemas La Flor con versos primerizos que nada aportan a su maravillosa producción de madurez. Allí conoce al que será su único esposo, Manuel Murguía, que sobreviviría a la artista. Con el tuvo siete hijos, aunque no todos alcanzaron la edad adulta. Al marido, además, acompañó en los distintos destinos que, como funcionario archivista, le eran encomendados por toda España. Rosalía se casa en Madrid el 10 de octubre de 1858 y su primera hija nace antes de cumplir los nueve meses de embarazo en Santiago de Compostela. No está claro cuales fueron los destinos que la poeta compartió con su esposo, a pesar de las múltiples cartas del matrimonio que se han conservado.  

Desde 1858 hasta 1877, cuando ya no abandona Santiago de Compostela hasta su muerte, Rosalía tuvo una vida itinerante residiendo en La Coruña, Madrid, Santiago o Simancas. Murguía quemó parte de la correspondencia a la muerte de la escritora sin explicar nunca las razones por tal cosa. La crítica es unánime en calificar el matrimonio como anodino a pesar de supuestas graves crisis por circunstancias indeterminadas. El funcionario archivero que era Manuel Murguía profesa admiración por una esposa que se sobrepone a duras circunstancias personales para encabezar el movimiento literario de rexurdimiento. La artista, por su parte, a pesar de los hijos y la intimidad, no logró nunca con este matrimonio el consuelo de un alma herida. Si bien, al parecer, se profesaban cariño y respeto mutuo, las cicatrices emocionales de Rosalía eran de tal profundidad que ni los hijos ni el marido pudieron, con amor, resarcirla de una infancia de dolor.  

El corazón herido de Rosalía  

Dedicada a sus escritos (escribió en total 11 libros) y al cuidado de su prole, aunque varios de sus hijos no llegaron a la edad adulta, el corazón solitario y triste de la poeta se fue agriando conforme pasaban los años. A pesar de ser la cabeza visible del movimiento del rexurdimiento de las letras gallegas, fue, incluso, víctima de violencia por parte de sus paisanos que no se tomaron muy bien el contenido de sus libros, especialmente Follas Novas. Además, sus Cantares gallegos eran presentados y representados como anónimos, aumentando aún más el sentimiento de usurpación por parte de la artista.  Ante esta agresión, la poeta respondió negándose a escribir, en el futuro, en gallego. De su ira (por el no reconocimiento social en el sentido amplio de la palabra) nació  En las orillas del Sar (1884). De lo peor llegó lo mejor, ya que la crítica es unánime en calificar la obra, junto con las Rimas de Bécquer, como el mejor libro de poemas en español de las últimas décadas del siglo XIX. Con los datos actuales y las cartas donde se describen los síntomas, Rosalía de Catro murió de un cáncer de útero el 15 de julio de 1885.  

La obra de la artista se caracteriza por reflejar un profundo dolor, el propio y el de los otros. Cuando nos retrata a los parias de su tierra, a los emigrantes gallegos, a los hambrientos, a lo desposeídos, a las viudas en vida, nos sumerge de lleno en todos los recovecos de un alma atormentada, la suya, incapaz de encontrar en el otro esa nota emocional que, juntos, crea un acorde. El sentimiento de apartamiento (desde su concepción misma), de señalamiento por una sociedad cruel e inculta (desde su nacimiento) se transforma en el dolor por no ser reconocida en ningún plano vital. Por eso, responde con ira al apedreamiento (literal) ante la perspectiva de publicación de una nueva obra. En el poema a continuación, como otros tantos ejemplos, la artista se desnuda en toda su crudeza de mujer abandonada desde el principio. Busca un amor imposible porque para ella no hay tiempo del amor. Es la vida de la escarcha sin el consuelo de la primavera lo que deja traslucir en buena parte de su obra, la misma que se explica con el conocimiento, aunque sea somero, de la biografía de Rosalía de Castro. 

 

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros, 

ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros, 

lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso 

de mí murmuran y exclaman: 

                                       Ahí va la loca soñando 

con la eterna primavera de la vida y de los campos, 

y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos, 

y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado. 

 

     —Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha, 

mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula, 

con la eterna primavera de la vida que se apaga 

y la perenne frescura de los campos y las almas, 

aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan. 

 

     Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños, 

sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos? 

 

     Cada vez que recuerda tanto oprobio 

—cada vez digo, ¡y lo recuerda siempre!—,

              avergonzada su alma 

quisiera en el no ser desvanecerse

             como la blanca nube

en el espacio azul se desvanece. 

 

     ¡Recuerdo… lo que halaga hasta el delirio 

o da dolor hasta causar la muerte!…

            No, no es sólo recuerdo, 

            sino que es juntamente 

el pasado, el presente, el infinito, 

lo que fue, lo que es y ha de ser siempre. 

 

En las orillas del Sar

 

En el mundo de Rosalía de Castro está plenamente presente no solo esa naturaleza de su Galicia natal, que tan pronto acoge como rechaza, sino también toda la dureza de una tierra en lucha constante con la miseria. A eso se une su condición de hija ilegítima y, además, engendrada de un acto vergonzante por un religioso. El ocultamiento de su mera presencia ante la familia y la sociedad generó en el alma de la artista un profundo sentimiento de soledad que no pudo ser mitigado, en vida, con nada. En sus versos despliega (con la belleza de una de las grandes) todo ese sufrimiento vital que llega, incluso, a rozar el pesimismo existencial. Todo ello se abona con circunstancias sociales extremas que la artista supo inmortalizar a la perfección en sus versos. 

 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla 

Obras de Rosalia De Castro

03 Octubre, 2023

Piedra del Sol azteca

 

La Piedra del Sol o calendario azteca es quizás una de las obras más importantes de los mexicas. Fue realizada en una época indeterminada entre 1250 y 1519. Es una inmensa mole de 24 toneladas de peso, de 360 cm de diámetro y 122 cm de espesor. Perteneció, con toda probabilidad, al Templo Mayor de Tenochtitlán y actualmente se guarda en el Museo Arqueológico de México. Sobre su construcción se ha conservado un relato (posterior a su ejecución) que se encuentra a medio camino entre el mito y la leyenda.  

Esta conspicua obra de arte pasó desapercibida para las crónicas españolas y fue  encontrada en 1790 en la Plaza Mayor o Zócalo de la actual Ciudad de México.  Desde allí fue trasladada a la Catedral para sufrir una última mudanza en 1875 con el fin de formar parte de los fondos permanentes del Museo Arqueológico. 

Características de la Piedra del Sol  

De forma muy resumida, reducida y esquemática tenemos: 

1.- Está bellamente labrada en roca de basalto extraída de canteras del sur de México. 

2.- La belleza de la obra se explica por el orden matemático de la misma, ya que está dividida (tanto de diámetro como de circunferencia) en 32 partes. 

3.- Está formada por una combinación de glifos y símbolos recurrentes en otros calendarios menores de los aztecas. Aparecen, por tanto, la calavera, representación de la muerte; el dios-conejo Tôchtli; el agua, la casa o la lluvia, arquetipos universales. Junto a ellos aparecen animales de la fauna local que también actúan como símbolos y como signos del calendario azteca: serpiente, mono, cocodrilo, águila, jaguar o buitre. 

4.- No está rematada por el labrado de los bordes. Se ha querido ver en esta característica de la Piedra del Sol un culto mágico (común a todos los pueblos de la tierra) que considera la piedra como símbolo de lo inmutable, de lo eterno y, por tanto, de lo divino. 

5.- El centro está ocupado por la cara del sol sacando la lengua, representación de buen agüero entre los aztecas y el resto de los mexicas. 

6.- La primera línea circular está ocupada por los días. La siguiente faja está labrada con la representación de los 20 meses del calendario azteca: buitre, águila, mono, cocodrilo, jaguar, etc. Continúan las siguientes fajas con la representación de los dioses serpientes. Ellos son el viento. Y de aquí, recordemos, viene el culto de la serpiente emplumada Quetzalcoatl, la divinidad que mueve el sol y la luna por el firmamento. Y en el último disco están representadas las estrellas del cielo.  

La construcción de la Piedra del Sol, entre el mito y la realidad

Hernando Alvarado de Tezozomoc (1525-1606), nieto de Moctezuma II (1466-1520) relató en su obra Crónica Mixicátlotl (alrededor de 1598) cómo la Piedra del Sol fue un encargo de Moctezuma (1398-1469). Esta se resistió a ser domeñada por los hombres demostrando tener vida propia (y por eso se la considera objeto sagrado). El último rey azteca acató las órdenes de la piedra y la veneró con humildad. La historia dice literalmente: 

Moctezuma, queriendo una piedra lo más ancha y espaciosa que se pudiera hallar, envió canteros para descubrirla. En un lugar llamado Aculco hallaron en un cerrillo una piedra muy poderosa,  y para transportarla empezáronla a descarnar y acudió toda la gente con sogas y palancas, y para que no faltase superstición e idolatría mandó Moctezuma que fueran todos los sacerdotes del templo y llevaron sus incensarios y muchas codornices para sacrificar, y juntamente mandó cantores de los templos para que bailasen y cantasen delante de la piedra cuando viniera por el camino y muchos chocarreros y representantes que hicieran entremeses, chocarrería y truhanería delante de la piedra y la festejasen y la alegrasen. 

A pesar de estas atenciones, la piedra se resistía a moverse; y al fin oyeron una voz que hablaba de dentro de la piedra y decía: «Miserable gente, pobre y desventurada, ¿por qué porfiáis en llevarme a México? Si tanto os empeñáis, yo iré hasta donde a mí me pareciere, pero será por vuestro mal». […] Allí se le forzó para ir avanzando hasta llegar a una acequia junto a la ciudad de México. Allí se había construido para pasarla una gran puente, pero cuando la piedra fue a la mitad «con gran estruendo y estallido quebró todas las vigas y cayó en la acequia que era muy sondable y llevó tras sí mucho número de indios que estaban asidos a las sogas y los ahogó a todos…» Vino Moctezuma con todos sus grandes al lugar donde la piedra había caído y mandó que la buscasen todos los buzos y mandóles que entrasen en el agua y buscasen en qué lugar de donde la habían arrancado y halláronla los mensajeros en el mismo sitio que solía estar, toda cubierta de papel y llena de sacrificios. Respetando su voluntad, Moctezuma fue a visitarla con toda la corte y le ofreció sacrificios como a un ser divino. 

 A pesar de que este relato es cercano al tiempo de la ejecución de esta particular obra de arte (que participa tanto de su cualidad de objeto sagrado como de elemento científico), no podemos dilucidar cuánto hay de inventado, mitificado o real. En este sentido, sí coinciden ciertas descripciones con ritos probados por la arqueología contemporánea. Y, por último, la Piedra del Sol o calendario azteca se ve afectada por daños en su disco central debido a los disparos del ejército estadounidense durante la guerra de 1846-1848. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla 

  

El mito de Eros y Psique es uno de los más recurrentes no solo de la literatura griega sino de la de todos los tiempos de la cultura occidental. Fue retomado, incluso, en la Edad Media a pesar de su preferencia por lo santo cristiano. Y es, además, uno de los favoritos en la lírica renacentista llegando intacto hasta el siglo XX. 

Los protagonistas del mito: Eros y psique  

Eros es el dios del amor, conocido como Cupido en Roma. Se representa como un niño travieso o como un joven de gran belleza provisto de hermosas alas con las que puede alzar el vuelo. Va ataviado con un arco y carcaj de flechas distintas. Unas están emponzoñadas con el veneno del desprecio, el asco e, incluso, el odio. Otras están cubiertas por las mieles del amor, el deseo y la pasión desenfrenada. Tradicionalmente se ha representado a este dios como un diablillo que va lanzando flechas indiscriminadamente y, por tanto, creando conflictos amorosos de todo tipo. Así, por recordar una de sus aventuras, apareció en el camino de Dafne y Apolo inmiscuyéndose en este cortejo divino. Eros, por rivalidad con Apolo, lanzó una flecha envenenada a la ninfa y otra de lujuria al dios. De resultas, de este desaguisado de Cupido, Apolo persiguió a la carrera a la desdichada Dafne. La ninfa pide ayuda a los dioses que,  apiadados por sus súplicas ante el inminente rapto, la convirtieron en árbol de laurel. Este mito viene a colación simplemente para hacer notar el carácter de Eros, entre irracional y caprichoso.  El dios del Amor fue fruto de los amores adúlteros de Afrodita (casada con Hefesto) y Ares, el Marte romano y dios de la guerra. Creció arropado y mimado por su madre sobresaliendo por su belleza y seducción entre todos los dioses del Olimpo.  

Por su parte, Psique, era una simple mortal, una princesa, la tercera hija del rey de Anatolia. Como su compañero inmortal, la joven tenía tal gracia y hermosura que todos los muchachos del reino la pretendían. Eran tal el fervor que tenían por Psique que, incluso, los hombres se olvidaron de rendir tributo a la diosa Afrodita. Enfadada la diosa por tal osadía y celosa de las capacidades seductoras de la joven, aunque esta era una doncella, decidió castigarla. Así, obligó a su hijo Eros a que desplegara todo su ferocidad psicológica contra ella. Sin embargo, ante los bellos atributos espirituales de la joven y su radiante belleza, Cupido cayó rendido de amor ante Psique. Ni que decir tiene que la diosa Afrodita aumentó aún más su divina cólera por tal desafío de la joven, aunque ella no fuera consciente de los retos a los que se enfrentaba.  

El mito de Eros y Psique 

En busca de marido, el rey lleva a su hija al Oráculo de Delfos y allí las sibilas anticipan un inquietante futuro para Psique. No se casaría con ningún príncipe o noble. El rey debería llevarla a la cima de un monte y abandonarla para que un ser monstruoso y feroz la tomara como esposa. El rey cumplió la profecía hecha por Apolo y la desdichada Psique aceptó lo que creía un cruel destino. Con gran pesar y lamentos, la princesa fue conducida a la cima de una montaña donde fue abandonada, bellamente engalanada, entre lágrimas y tristezas. Sin embargo, su destino era bien distinto, ya que Céfiro, el viento, la arrastró por las nubes hasta llevarla a un hermoso palacio rodeado de un prado donde unos sirvientes invisibles le susurraban a Psique que estaban allí para servirle.  

Todo era lujo, belleza y vida regalada para la princesa de día. Al caer la noche, yacía con su esposo sin poder contemplar el auténtico aspecto físico de este. Y el enigmático compañero no era otro que el bellísimo y arrebatador Eros que había conseguido engañar, una vez más, a su madre. El pacto con Psique era sencillo: ella podía disfrutar de todas las dulzuras de su amor, de su susurro delicado, de sus caricias acompasadas, del lujo extremo ofrecido por un dios mientras que la joven no osara mirarle a la cara. Por eso, Eros abandonaba el lecho conyugal cada amanecer. 

Sin embargo, Psique que ha pasado a la historia como el símbolo del alma, de la vida y, también de la curiosidad que adorna a los mejores miembros de la raza humana, empezó a impacientarse y estaba deseosa de conocer la verdadera naturaleza de su esposo. Además, como se aburría tanto de día y echaba de menos a sus dos hermanas mayores, rogó a Eros que permitiera la visita de las otras princesas. Estas habían sido desposadas con dos ancianos que, aunque ricos, no podían ofrecer las maravillosas riquezas y exquisiteces de un dios como Eros. 

Acepta el esposo la visita de sus cuñadas y estas, maravilladas por el lujo en el que vive Psique, movidas por la envidia, empiezan a malmeter. Y lo hacen de la peor manera posible, ya que convencen a la princesa de que su esposo es una serpiente a la que debe dar muerte contraviniendo, así, el pacto expreso con Eros, ya que no debía ver quien era a la par que permitía que este abandonara el lecho al amanecer. 

Las aventuras de amor entre Eros y Psique 

Así, Psique, movida por su tremenda curiosidad y por las insidias de sus hermanas, una noche coge una lámpara y se acerca a Eros. Ante la impresionante belleza de su amado, se queda extasiada olvidándose de todo. Tal es su arrobo que, al no tener cuidado, quema con el aceite del candil a Eros, que se despierta sobresaltado por tal terrible dolor. Al daño físico se une la decepción por la traición de Psique huyendo de su lado. Este momento del mito clásico ha sido recogido en infinidad de poemas de la literatura europea, como el reproducido a continuación de Lope de Vega

No de otra suerte Psiques, deseosa 

de ver al niño Amor, su esposo oculto, 

con la luz de los ojos, amorosa, 

adivinaba el regalado bulto; 

y menos de su padre temerosa, 

que la obligaba tan lascivo insulto, 

rindió toda la fuerza a los sentidos, 

del imperio del alma desasidos. 

 

López de Vega: La Filomena

  

Apenada hasta la extenuación por la terrible consecuencia de su acto, la princesa implora a los dioses que vuelva su amado. Sin embargo, Afrodita vuelve a malmeter y esta vez con razón. Sin embargo, desde el Olimpo, Zeus interviene en favor de la muchacha y le impone una serie de pruebas para que demuestre que es merecedora del amor de Eros. La primera de ellas consiste en clasificar kilos y kilos de semillas que Psique, con ayuda divina, consigue completar. Más tarde, es obligada a bajar a los infiernos donde habita Perséfone para que esta le regale parte de su belleza. La hija de Cibeles, conmovida por la pasión de la muchacha, encierra parte de sus dones en una caja y Psique logra salir del inframundo. Sin embargo, una vez más le pica la curiosidad y no puede dejar de mirar lo que hay en la caja. Es en ese momento cuando cae rendida en un profundo sueño del que parece que no podrá despertar jamás. 

Así, la encuentra Eros, a la orilla de un río rodeada de flores y mariposas. Arrastrado por el amor que siente por la joven princesa la besa tan apasionadamente que logra revivirla. Esta escena es recogida en una obra de gran belleza de Antonio Canova (1755-1822), una de las más sublimes de la escultura neoclásica. Ese beso resucitador de Eros, también, puede considerarse el hipotexto del cuento tradicional de Blancanieves, envenenada por celos, y vuelta a la vida por la gracia del amor. 

El mito de Eros y Psique es uno de los pocos que tienen final feliz de la tradición clásica tan dada a las metamorfosis en el lado humano. Eros pide a los dioses que permitan la inmortalidad de Psique ya que la muchacha, con sus pruebas, se ganó ese don. Y así lo hacen permitiendo que los enamorados estuvieran juntos eternamente. Hermes, el dios de los caminos con alas en los pies, arrastra a la joven hasta al Olimpo. Allí hay preparada una fiesta en su honor donde se le ofrece el néctar de la inmortalidad que Psique bebe.  

Y, por último, algunas fuentes clásicas apuntan a que ambos tuvieron una hija de nombre Hedoné (de donde proviene la palabra y el concepto de hedonismo) o Volupté para los romanos. El mito de Eros y Psique, nos dice, en definitiva, de la unión y de la comunión de dos facetas fundamentales del espíritu humano. Por un lado, Psique es la curiosidad, es la vida, es el alma mientras que Eros es el amor y la pasión. Ambos forman el tándem perfecto, la consumación que lleva a la ansiada felicidad.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla 

 

  

Hablar en público, ya sea para desarrollar una conferencia, dar clases o defender un proyecto empresarial es una tarea tan compleja que, incluso, interviene de por medio, miedos y nervios, que, en último extremo, pueden arruinar la exposición. Para que el objetivo llegue al mejor puerto posible, existe una serie de técnicas para hablar en público que ayudan a afrontar este reto con determinación. 

Técnicas para hablar en público 

A.- Prepara el discurso 

Y no solo se trata de escribir lo que vayas a decir (que también) sino de analizar a qué te enfrentas. Como norma general debes responder a las siguientes cuatro preguntas. 

 

—¿Quién es el público objetivo? No es lo mismo defender una conferencia sobre un descubrimiento ante un aforo entendido que dar una opinión en una reunión de trabajo más o menos informal. 

—¿Qué vas a decir? Ni que decir tiene que si estás buscando técnicas para hablar en público en Internet no quieres enfrentarte a la improvisación. Es más, ni siquiera los oradores más duchos y curtidos hacen tal cosa. Antes de ponerte a escribir y, por supuesto, a hablar, debes tener en mente qué quieres decir. 

—¿Cuáles son los objetivos? Si el fin es comunicar una noticia escueta sin más preguntas, la preparación será distinta a si se trata de exponer un nuevo proyecto empresarial en el que necesitemos, por poner un caso, levantar una importante ronda de financiación. 

—¿Cuándo y dónde vas a realizar la exposición? Tampoco es lo mismo una conferencia ante un público entendido que, además, está siendo grabada que una presentación de un libro en un local de un pueblo.  

 

Estos cuatro extremos deben estar plenamente presentes, ya sea por escrito o mentalmente, a la hora de construir el discurso. Es más, deben ser consecuentes de principio a fin. De nada sirve que, esquemáticamente, organices una conferencia impecable, si, a lo largo de su ejecución, pierdes el norte de estos cuatro pilares. 

 

B.- Organiza el discurso 

Y escríbelo cuantas veces sean necesarias. Sin embargo, para no enredarte mucho y que el trabajo no cunda, es mejor optimizar el tiempo siguiendo este guion. Todo tiene que estar organizado. Así que lo más eficiente es: 

— Anunciar el tema de forma clara

En la apertura del acto es muy importante manejar los tipos de comunicación no verbal para que la primera impresión sea lo más favorable posible al conferenciante. En este apartado no hay que olvidarse de saludar (aunque parezca mentira es más frecuente de lo que pueda parecer), dirigirse amablemente y educadamente a la audiencia y presentarse sin desgranar nuestro CV al detalle. La sencillez y la humildad (aunque estemos en la posición del sabio) es el camino más directo hacia el éxito.   

El discurso se  puede abrir con una frase célebre, con una cita o con una noticia de actualidad que se refiera al tema que se va a tratar. Así se predispone a la audiencia a participar de una manera emocional y, de una forma u otra, se crea un pequeño vínculo que ayuda a la coparticipación. Así, si queremos hablar sobre el mal, el egoísmo o la desafección de la sociedad contemporánea, por poner un caso, es efectivo referirse a los filósofos antiguos o a personas de autoridad. Es fácil comenzar anotando “decía…” que… y pongo un ejemplo. 

Nuestra generación tendrá que arrepentirse, no tanto de las malas acciones de la gente perversa, como del pasmoso silencio de la gente buena.  

Martin Luther King 

 

Con esta introducción nos aseguramos una conexión con el público ya que nadie quiere estar en el grupo de «los malos». Inconscientemente,  es más fácil la atención para no caer en esa etiqueta personal  que, de entrada,  se ha rechazado. Otras fórmulas que funcionan es contar una anécdota personal (dependiendo del auditorio) o lanzando al aire una pregunta retórica que no necesita contestación. Volviendo al ejemplo anterior: «¿Acaso queremos llevar nuestra vida como los malvados de la historia?».

 

— Desarrollar la alocución de manera escueta sin perderse en divagaciones

Para el cuerpo del discurso hay que alejarse de lo inconsciente emocional y centrarse en lo racional focalizando sin divagaciones aquello que queremos decir. Debemos exponer una estructura oral (aunque nos apoyemos en lo escrito) que no nos desvíe de nuestra tesis, exposición o disertación sin perdernos por las ramas ejemplificando (únicamente lo necesario) o introduciendo anécdotas que poco o nada aporten al tema principal. La oratoria debe ser clara, sencilla, concisa e, incluso, sin miedo a apelar al público. Eso sí, esto último debe hacerse con moderación e inteligencia. De lo contrario, nosotros mismos podemos dar pie a interrupciones que desbaraten toda la estrategia. 

Primero, hay que realizar un guion y, después, completar cada apartado. Como garantía de éxito es mejor llevarlo escrito con distintos tipos de letra para no perdernos y que los párrafos, las negritas o mayúsculas nos ayuden en la exposición. Aunque nos apoyemos en la lectura, las técnicas para hablar en público aquí expuestas serán papel mojado si leemos como un papagayo, sin soltura o sin mirar a la audiencia. El escrito, el documento, el guion que llevemos debe ser una ayuda, una guía o un mapa, nada más. Por eso, no tengas empacho en leerlo todas las veces que sea en casa, en ensayar,  en estudiarlo, en memorizarlo, en ponerte en las veces del conferenciante e, incluso, preparar con antelación los movimientos corporales que van a acompañar a la alocución. Así llegarás con la seguridad necesaria para que el evento sea todo un éxito. 

 

— Cerrar el discurso a modo de conclusión 

Aquí tenemos que derrochar raudales de ingenio puesto que será con lo que se quede la mayoría de los oyentes.  Es el momento para una pizca de humor,  para una nueva anécdota, para dar respuesta a la pregunta retórica del inicio: «Por supuesto, no queremos formar parte del grupo de los malvados, pero tampoco de los indolentes o de los cobardes». También, es la oportunidad para condensar la exposición en una cuantas frases (cuatro o cinco no más) que estén bien diseñadas  y condensadas en su mensaje. Y también será la hora de abrir el turno de preguntas, siempre y cuando estemos auxiliados por un moderador. 

En cada una de estas etapas puedes ir escribiendo qué quieres ir diciendo, qué quieres aportar, qué vas a decir. Ten en cuenta que el cuerpo del desarrollo debe ocupar los 3/5 del tiempo y este tiene que ser claro, conciso, sin titubeos y con empoderamiento. Es importante gestionar el tiempo, ni terminar demasiado pronto ni hacer interminable la exposición. Y, por último, hay que huir de los tópicos, de las frases hechas, del amaneramiento y del barroquismo. Una garantía de éxito es utilizar el humor en dosis contenidas, siempre y cuando se haga con cabeza, soltura y confianza. Si eres una persona seria o no pasas por tu mejor momento emocional, no fuerces la comunicación. Reitero: las técnicas para hablar en público con éxito son más fáciles si todo se lleva con sencillez, orden y pulcritud. 

 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla 

02 Octubre, 2023

Puntos suspensivos

 

Los signos ortográficos (como la coma, el punto y coma o el punto) tienen la función de pausar el discurso y romper ambigüedades. Los puntos suspensivos, que son tres (ni más ni menos) señalan un final inconcluso, una vaguedad o una pausa dentro del discurso.  Esto no significa que puedan utilizarse aleatoriamente. Tienen unos usos definidos por la RAE. 

Funciones de los usos suspensivos 

1.- Dejar el discurso en suspensión, con vaguedad y con ambigüedad. En literatura, se asemeja al tartamudeo, a la imprecisión, al discurso que se deja vacilante con el fin de parecerse a la lengua oral. 

—No te atreves a contestar, ¿verdad? Nos has estado engañando a todos con la porquería de los estudios… A la playa todos los días con ese idiota… Después de enterarme de lo que corre de boca en boca por todas partes he hablado con el padre de Sixto esta tarde… ¡El buen hombre no tiene inconveniente en la boda…! Pero, ¿qué te has creído…? ¿Qué boda ni qué porquerías a mi espaldas?  

Carmen Laforet: La isla y los demonios 

 

—¡Aprenda usted jovencito que para eso hay un arquitecto, un ingeniero y toda una tanda de zánganos que viven a expensas mías! ¡Me basta y me sobra con ellos para que tú vengas a decirme lo que tengo que hacer! ¡Ahora termina de comer rápido y a acostarse inmediatamente!… ¡O yo mismo me encargaré de largar a Blanquillo y a toda su colección de compinches! 

—Darling, yo creo que Blanquillo puede ser un hombre peligroso… 

Alfredo Bryce Echenique: Un mundo para Julius  

 

Nótese que en ambos casos los puntos suspensivos se colocan para denotar un discurso apresurado (los de los ejemplos pueden calificarse de ira o enfado) que impide terminar las frase con concreción, ya que las ideas se agolpan en la cabeza y salen como a borbotones y de forma entrecortada.  

Si lograra sacar la plaza para Europa… ¡Qué feliz sería! 

Aquello fue muy duro… un auténtico infierno… un antes y un después en mi vida… 

 

Nótese que detrás de los puntos suspensivos, que van siempre unidos a la palabra inicial y llevan un espacio al final, normalmente se comienza con mayúsculas. Sin embargo, en ciertos contextos (los que, de una manera u otra, sustituye a una coma con un deseo de incidir en la vacilación) la frase va en minúscula. 

 

2.- Los puntos suspensivos sustituyen al etcétera (etc. abreviado) señalando que una frase está abierta y que continúa. Es incorrecto colocar el etcétera más los puntos suspensivos: o el signo ortográfico o la palabra. 

Hay que preparase todas las asignaturas para el examen: matemáticas, lengua, literatura, latín, inglés…  

Asistieron los jefes de gobierno de los 27 países de la Unión Europea: España, Francia, Bélgica, Luxemburgo, Alemania…. 

Asistieron los jefes de gobierno de lo 27 países de la Unión Europea: España, Francia, Bélgica, Luxemburgo, Alemania, etc.  

 

3.- Los puntos suspensivos se utilizan sin espacio y entre corchetes […] para indicar que se ha sustituido un párrafo en una cita. También se puede usar los paréntesis, aunque las normas actuales se decantan por los corchetes. En estos casos, debemos ser cuidadosos a la hora de seleccionar la cita y de hacer el corte, ya que el discurso debe tener una unidad y un orden lógico desde el punto de vista de la semántica y la ortografía. Hay que conservar, además, los signos ortográficos necesarios que estén en el original y que den continuidad a la cita. 

Uno de los criterios fundamentales para establecer la norma de una comunidad es frecuencia de uso, de manera que suele considerarse normativo lo frecuente que lo infrecuente o lo raro […]. En realidad, una obra sobre corrección idiomática, como esta que el lector tiene en las manos, se ocupa precisamente de ese punto en el que divergen los usos sociales y los usos asentados en los tratados […].  

Instituto Cervantes: El libro del español correcto 

 

Y, por último, según las normas de El libro del español correcto del Instituto Cervantes o El Libro de estilo de la Unión Europea hay que reducir su uso en los textos administrativos, legales, oficiales, correos electrónicos o instrucciones. Recordemos que la función de los puntos suspensivos es introducir una vaguedad. Por tanto, es incompatible con la concreción máxima que se necesita en este tipo de textos.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla 

 

En el lenguaje oral, con frecuencia, los interlocutores comparten espacio y tiempo. Por tanto, intervienen en el mensaje aspectos visuales, olfativos, corporales e, incluso, de tacto que inciden en la semántica última. Analizamos los tipos de comunicación no verbal imprescindibles para llevar a buen puerto estrategias empresariales, laborales, de marketing y, también, en el ámbito más personal.  

Características de la comunicación no verbal 

1.- Una de las características del lenguaje no verbal reside en sus condición multicanal. Así, cuando acudimos a una cita extraemos información variada de elementos externos: la situación del local (barrio, edificio…),  la decoración, el grupo de personas que trabajan allí, los olores o la recepción que se nos dispensa. Todos estos detalles comunican, así como los que nosotros, como emisores, enviamos con nuestra actitud, aspecto, vestuario, tono de voz, etc. 

Por eso, una comunicación cara a cara en la que intervienen todos estos tipos de lenguaje no verbal siempre es más rica, compleja o completa que, por ejemplo, una conversación telefónica o las instrucciones procedentes de un texto escrito. 

2.- Los mensajes pueden ser inconscientes o deliberados desde el punto de vista del emisor. Buen ejemplo de ello es cuando queremos causar una buena impresión en una entrevista de trabajo o al presentarnos ante un nuevo grupo social. Un tanto de lo mismo sucede desde el lado del receptor. Por eso, la atención es obligada en ciertos contextos de importancia para nuestro devenir vital. 

3.- Otra característica de la comunicación no verbal radica en su complejidad y polisemia. El sentido semántico no es siempre unívoco. Su interpretación, por tanto, depende de factores diversos que van desde el grado de atención, nuestra pericia a la hora de descifrar estos contenidos o nuestro conocimiento cultural.  

4.- Y, por último, se ha que tener en cuenta que algunos tipos de comunicación no verbal no son comunes a todas las culturas. Por poner un ejemplo, la costumbre española (mitigada en los últimos años) de saludar a personas recién presentadas con dos besos en la cara va a horrorizar (sin lugar a dudas) a cualquier ciudadanos japonés.  

Tipos de comunicación no verbal 

A.- Distancias espaciales 

Para entender este aspecto debemos conocer el concepto de territorialidad, que no es más que el espacio necesario para que un individuo, en una situación dada, se sienta cómodo. Esto es, que no perciba que se ha invadido su intimidad. Por supuesto, esta medida depende del emplazamiento social en el que nos situemos y las mismas están delimitadas desde 1959 por el antropólogo E.T. Hall en su obra El lenguaje silencioso. Son las que siguen: 

A.1.- Distancia íntima de menos de 45 cm únicamente admisible en el ámbito familiar y, excepcionalmente, entre amigos cercanos. 

A.2.- Distancia personal entre 45 a 120 cm que es la utilizada en las conversaciones personales. 

A.3.- Distancia social entre 123 y 350 cm para interactuar, según las circunstancias, en el ámbito laboral. 

A.4.- Distancia pública, la que llega a los límites de lo visible o audible. Es la utilizada en las comunicaciones públicas desde el punto de vista del emisor: conferencias, actos instituciones, presentaciones… 

Ni que decir tiene que estas distancias sufren modificación dependiendo de las culturas, la edad o el sexo de los interlocutores o las relaciones jerárquicas entre ellos. 

B.- Movimientos corporales y posturas, uno de los tipos de comunicación no verbal más frecuente  

En este apartado entran los gestos como fruncir el ceño debido a un enfado, mover la boca a un lado para indicar desaprobación, los saludos o contactos físicos, los movimientos con las manos, señales de impaciencia corporal (como mover una pierna de forma compulsiva), la atención con los ojos, etc. La ausencia de movimientos e inexpresividad, que eso también hay que tenerlo en cuenta, también comunican. Analicemos cada uno por separado:  

B.1.- GESTOS 

B.1.1.- En el primer grupo en general y compartido por varias culturas estarían los emblemas. Son los que hacemos de manera consciente cuando desconocemos una lengua para indicar actos elementales como sueño, hambre, ayuda…  

B.1.2.- Gestos ilustradores. Son conscientes y aceptan el mensaje oral. Un buen ejemplo de este tipo de comunicación no verbal es el movimiento afirmativo o negativo con la cabeza cuando queremos reafirmar el discurso hablado. Un subtipo de los gestos ilustradores son los movimientos batuta. Estos son tics repetitivos y personales que inciden negativamente en nuestro discurso. 

B.1.3.- Gestos exteriorizadores. Son espontáneos e inconscientes y se producen en el rostro, dando, así, a conocer nuestra reacción al mensaje: sorpresa, disgusto, asco…

B.1.4.- Gestos reguladores. Son conscientes y aceptados socialmente. Indicamos que seguimos una conversación o que esperamos respuestas del interlocutor. 

B.1.5.- Gestos adaptadores. Son inconscientes y repetitivos. Reflejan nuestro estado de ánimo, normalmente de incomodidad, ansiedad o nerviosismo. Pueden ser de dos tipos: a) los que se realizan con objetos, como ajustarse las gafas o tocarse las joyas y 2) los que se llevan a cabo con nuestro cuerpo, como tocarse la nariz, hacerse trenzas con el pelo o comerse la uñas.  

Es fundamental el control de estos gestos en el ámbito laboral ya que con ellos transmitimos una vulnerabilidad emocional que nos puede afectar a nivel profesional. 

B.2.- SALUDOS Y CONTACTO FÍSICO 

Están muy relacionados con las costumbres culturales y las sensaciones de agresión, vergüenza o sentimientos positivos. Son de tal importancia que están perfectamente estipulados en el ámbito protocolario. Buen ejemplo de ello son los saludos con apretón de manos en los que se cuantifican, incluso, la intensidad de los mismos y otros gestos que deben ir asociados dependiendo de la persona que se tiene delante. Como norma general, siempre debemos tener presente que el saludo constituye nuestra carta de presentación. 

B.3.- POSTURAS CORPORALES 

Hay que prestar especial atención a este aspecto cuando nos enfrentamos a una conferencia, a una presentación o a un debate. La norma protocolaria de éxito es actuar con una consciente naturalidad. Si el evento tiene particular importancia, no hay que dudar en ensayar con anterioridad.  

B.4.- LA MIRADA 

«La cara es el reflejo del alma». Por eso, hay que intentar mantener la mirada y no desconcentrarnos en conversaciones que, para nosotros, tengan cierta importancia. La evasión hacia mundos posibles (por aburrimiento, impaciencia o nerviosismo) se refleja con clara evidencia en la mirada. En una reunión con un grupo, hay que ir desplazando la mirada hacia los distintos intervinientes y no centrarse en un único individuo. Esto último se suele hacer de forma inconsciente con la persona de mayor jerarquía dentro de una organización. 

 

C.- La apariencia física y el vestuario es otro de los tipos de comunicación no verbal fundamentales 

Tanto que se han escrito libros de protocolo exhaustivos con respecto a este tema. La ropa, las joyas, los complementos o el perfume transmiten información de todo tipo: de lo que somos o pretendemos ser. Es evidente que denotan el estatus económico y social, pero también el cultural e, incluso, nuestros sentimientos. El desaliño en el vestir solo es admisible cuando la bohemia no necesita una inserción social normalizada. Lo más sensato es buscar el equilibrio, la sencillez y huir de las estridencias. En los últimos años, con el auge de los tatuajes, debemos insertar este tipo de arte corporal en esta categoría. 

Los tipos de comunicación no verbal pueden subdividirse, a la vez, en otros más exactos. Estos mensajes no son solo importantes en el ámbito protocolario o profesional sino también en la vida cotidiana, en nuestro día a día. Dicho esto, son fundamentales, para tener mayor porcentaje de éxito, cuando nos enfrentamos a una situación en la que debemos ofrecer un discurso, charla, conferencia o mesa redonda. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla 

 

 

Ríos de tintas han corrido sobre los paralelismos y divergencias de dos movimientos hispanos que se solapan en el tiempo: modernismo y generación del 98. Ambos surgen a finales del siglo XIX como respuesta a la desastrosa situación social, política y económica tanto de España como de los distintos países hispanoamericanos que, a duras penas, se manejaban con su recién conquistada independencia. Por lo que respecta a la generación del 98 es un movimiento cultural eminentemente español, diferenciado tanto de los movimientos de vanguardia (con los que coincide) como de las nuevas voces al otro lado del Atlántico. Dicho esto: ni uno ni otro se pueden entender si no los ponemos en relación con el ambiente (a todos los niveles) de mediados del siglo XIX. 

Bases históricas para entender el modernismo y la generación del 98 

España era incapaz de levantar cabeza y retomar, aunque fuera las hilachas de, en otro tiempo, una potencia internacional. A la desastrosa situación económica se le une un devenir político que podemos calificar (todo junto y a la vez) de descabellado, destructor, incompetente e irracional. La reina Isabel II (1830-1904) sucede a su padre en el trono, el infame Fernando VII. Y no lo hace sin más sino que antes, durante y después de sus reinado el país al completo se ve envuelto en las llamadas guerras carlistas promovidas por los partidarios ultraconservadores de su tío Carlos María Isidro, primero, y su descendencia, después. Estos conflictos bélicos son especialmente importantes en el País Vasco, La Rioja, Navarra y Cataluña. Isabel reina hasta 1868, cuando parte hacia su exilio de París. Aunque quiso instaurar una monarquía parlamentaria, aunque abrió las universidades cerradas por su padre y aunque intentó instalar en España el liberalismo económico, los números de su reinado dan casi escalofríos. Y lo dan porque los choques entre distintas facciones de liberales y conservadores eran tan constantes y enconados que el país no tenía la mínima estabilidad para abrirse a las necesitadas reformas. 

Los números hablan por sí solos: en 1855 había en España más de 6000 pueblos sin escuela primaria; la Universidad de Salamanca reabrió con 100 estudiantes, la mitad de derecho; en 1860 no llegaban a 60 las bibliotecas públicas en toda España; en algunas, como la de Huelva, el número de volúmenes a disposición era de 60 ejemplares, cantidad semejante a algunos monasterios de la Edad Media; la Armada disponía de tres barcos viejos y de poca utilidad; las obras del ferrocarril se eternizaban con corrupción de por medio y problemas para el ancho de vía europeo… El dato de alfabetización nos da una idea del atraso humano, crítico, espiritual, técnico, económico e, incluso, político de la época. Se calcula que a inicios del siglo XIX, la tasa de analfabetos en España era del 94% de la población. Aunque se fue reduciendo progresivamente, habría que esperar a los primeros años del siglo XX para dejarla en un 65%. Y tendrían que pasar muchísimas décadas para achicarla al 14% de los años sesenta del siglo XX y al testimonial 0,5% actual. Con estos números nos hacemos una idea de la problemática socio-económica de una España decadente a todos los niveles imaginables.

Para terminar de rematar el cuadro, la élite política estaba embarrada en un frentismo inútil que alejaba cada día más la estabilidad necesaria para el progreso. Sigo con los números. Tras el exilio de Isabel II, comienza el llamado Sexenio Democrático. Durante el mismo aconteció la regencia desde 1869 a 1871 del duque de Acosta, Francisco Serrano (1810-1885). Le sucedió el breve e incomprensible reinado de Amadeo de Saboya (1845-1890) durante los años 1871-1873 interrumpido por la brevísima I República Española desde 1873 hasta 1874. A la misma le siguió el reinado de Alfonso XII (1857-1885), hijo de Isabel II, que reinó desde 1874 hasta su muerte en 1885. Aún asistiría Isabel II a la subida al trono (aunque bajo regencia) de su nieto Alfonso XIII (1886-1941) quien fue rey de España hasta 1931. Entre medias tuvo lugar la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) y tras la renuncia del monarca y posterior exilio, con un gobierno provisional se proclamó la II República Española (1931-1936) que desembocó en la Guerra Civil. 

Este baile de fechas y cambios de modelos de gobierno de un extremo a otro con políticas contradictorias que chocaban constantemente entre sí nos dice de una época decadente (por juzgarla con palabras amables). Sin atender a la intrahistoria, la élite de la época no ejerce su función de liderazgo, más bien lo contrario mientras el pueblo malvive sumido en el atraso. Fueron con estos mimbres con los que un puñado de escritores se enfrentaron a una realidad que no dudaron en calificar como fea, asfixiante, vulgar y violenta. 

Aproximación al modernismo 

El modernismo quizás fuera el primer movimiento cultural compartido en el mismo espacio temporal por los escritores hispanoamericanos y por los españoles. Si bien es verdad que nos encontramos autores de renombre barrocos y románticos, especialmente en México, al otro lado del Atlántico estas corrientes llegaban años más tarde con respecto a España ¡Y no digamos ya con Europa! Sin embargo, el modernismo coincidió en tiempo aportando, además, las mejores obras desde la parte americana. Surgió hacia finales de 1880 y se extendió hasta la década de los veinte del siglo XX.  

Una de las características del modernismo literario es la reacción ante una realidad hostil que ofrece pocas oportunidades de crecimiento espiritual. Y lo hace desde la perspectiva de la evasión, del escapismo hacia mundos ajenos, con una mitificación del pasado (especialmente la Edad Media) y de los personajes que se suponían eran característicos de otros siglos más nobles: princesas, caballeros, ancianos sabios…  

En la época modernista, la protesta contra el orden burgués aparece con frecuencia en formas escapistas. El artista rechaza la indeseable realidad (la realidad social: no la natural), en la que ni puede ni quiere integrarse, y busca caminos de evasión. Uno de ellos, acaso el más obvio, lo abre la nostalgia y conduce al pasado; otro, trazado por el ensueño, lleva a la transfiguración de lo distante (en tiempo o espacio, o en ambos); lejos de la vulgaridad cotidiana. Suele llamársele indigenismo y exotismo, y su raíz escapista y rebelde es la misma. No se contradicen, sino se complementan, expresando afanes intemporales del alma, que en ciertas épocas, según aconteció en el fin del siglo y ahora vuelve a suceder, se convierten en irrefrenable impulsos de extrañamiento. Y no se contradicen, digo, pue son las dos faces jánicas del mismo deseo de adscribirse, de integrarse en algo distinto a lo presente. 

Ricardo Gullón: Direcciones del Modernismo 

 

Buscaban la belleza, la elevación estética y la musicalidad extrema. Y lo hacían forzando el lenguaje al máximo haciendo uso de todos los recursos y tropos disponibles. Hay un gusto por el verso alejandrino, el de catorce sílabas, complicado para la acentuación española. Los poemas se llenan de metáforas y de artificios retóricos a la par que se apela a un mundo mítico, a personajes mágicos, a paisajes entresacados de la imaginación con lagos rodeados de flores y habitados por cisnes.  

Autores del modernismo fueron Rubén Darío, el primer Antonio Machado, su hermano Manuel Machado, Ramón del Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez, Amado Nervo y Leopoldo Lugones.  

Aproximación a la generación del 98 

Por su parte, las características de la generación del 98 fueron distintas, ya que los escritos de sus creadores destacan por centrarse en el dolor de España, en un lirismo profundo por la pérdida, en un mirar hacia lo local (reviviendo una Castilla tosca, áspera, solitaria y pobre), en una sensibilidad personal que, al coincidir con el arquetipo, ha traspasado épocas. Los autores de la generación del 98 levantan una obra heterogénea con un acercamiento individual y único a la realidad. Si Unamuno lo hace desde una intelectualidad cristiana, Antonio Machado logra con sus poemas más biográficos («Al olmo viejo» o «A José María Palacio») acordarse con el arquetipo universal del dolor y la pérdida. 

Diferencias entre el modernismo y la generación del 98

Quizás la más evidente sea el desigual acercamiento hacia una realidad extrema tal como he expuesto nada más empezar. Mientras que el modernismo se decanta por la evasión, por la huida, por una apuesta por la imaginación de mundos fantásticos; la generación del 98 elige un leve afrontamiento. Sin embargo, sus creadores se quedan en la denuncia, en hacer visible una realidad hostil, en la manifestación del dolor y no llegan a la militancia social o política que vendría después. Se detienen en el canto y en el ahondamiento en el sufrimiento, en el sentimiento de descolocación y de enajenación de una realidad que no pueden compartir. 

Otra diferencia evidente radica en el modelo formal. Si el modernismo elige una poética rebuscada, musical, rítmica y de temática irreal; la generación del 98 apuesta por la sencillez, la melodía y el empoderamiento de la nobleza campesina. Los modernistas eran poetas que anhelaban la Torre de Marfil. Los noventayochistas militaban en la prosa, en el verso, en la filosofía y pretendían enlazar con la esencia española poniéndola, a la par, en valor. 

Por último, solo el modernismo fue compartido entre españoles y americanos. El noventayocho ha sido uno de los pocos movimientos exclusivos de España. Y nada más tengo que anotar que, mientras duró, en Europa, tenían lugar todo tipo de vanguardias, las mismas que no llegaron a calar por estas tierras.  

Coincidencias entre el modernismo y la generación del 98  

A la concomitancia temporal y de lengua hay que anotar ese choque con la realidad que, como hemos visto, cada movimiento o, incluso, artista resuelve como puede o quiere. Además, algunos autores, como es el caso de Antonio Machado, militan en un estilo y van evolucionando hacia el otro. En el caso de Valle-Inclán, de las florituras modernistas pasa por el dolor noventayochista hasta desembocar en el esperpento, caracterizado por un crítica culta de la realidad con tintes cínicos. 

Estos autores viven una época convulsa –Unamuno (1864-1936), Juan Ramón Jiménez (1881-1958), Valle-Inclán (1866-1936) por poner solo tres nombres– en la que asisten al desguace de una nación, mientras la población se enfrenta a muerte en conflictos bélicos interminables. Si bien todos ellos miraban a una Europa que se abría a la cultura, a la técnica o la ciencia; la Primera Guerra Mundial puso en evidencia una fragilidad política y un infierno humano del que, desafortunadamente, aún quedarían capítulos por escribirse. 

Y, por último, ambos movimientos (tanto el modernismo como la generación del 98) se van agotando y diluyendo conforme avanza el siglo XX y los dos pueden darse por amortizados con la Guerra Civil Española (1936-1939). Pocos de sus miembros quedaron en este mundo para esta fecha y la mayoría de los que sobreviven toman el camino del exilio. El movimiento que ocupa este espacio cultural (con su problemática) es el novecentismo, activo desde 1906 hasta 1930. La figura más representativa es José Ortega y Gasset (1888-1956) y tanto el filósofo como los intelectuales a su alrededor afrontan las problemáticas patrias desde otra perspectiva: desde la política y su praxis. La realidad española no ha cambiado y continúa siendo desastrosa, sin embargo, desde el ámbito de la cultura se pone de manifiesto el deseo de hacer un esfuerzo por una implicación personal, más allá de manifestar ese dolor de la generación del 98 o de la evasión del modernismo. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla 

La letra cursiva, bastardilla o itálica es un tipo de tipografía con dirección oblicua hacia la derecha. Fue inventada por Aldo Manuzio, en el siglo XV, en los albores de la imprenta, para sus impecables ediciones de los clásicos de la literatura griega y romana, dirigidas al creciente número de estudiantes y estudiosos de la época. Para los formatos manuscritos, la cursiva se indica con un subrayado. 

Usos de la letra cursiva con ejemplos  

1.- Títulos de obras tanto publicadas como inéditas. Lo mismo es válido para tesis o cualquier otro tipo de trabajo. Sin embargo, los artículos periodísticos o los estudios dentro de una obra colectiva utilizan las comillas.  

En el estante de la sala hay un ejemplar de bibliofilia de El vizconde demediado de Italo Calvino y otro de Muerte en Venecia de Thomas Mann.  

Aldo Manuzio editó la enigmática obra Hypnerotomachia Poliphili utilizando todos los recursos de la imprenta de su época. 

El Bosque de las Respuestas es una obra escrita por Candela Vizcaíno e ilustrada por Angelino Carracedo. 

  

2.- También lleva cursiva el título de las obras de arte, sea cual sea la técnica, estilo o género. 

Las señoritas de Avignon de Pablo Picasso está considerada la primera obra cubista. 

Los fusilamientos del 3 de mayo de Francisco de Goya es un alegato nacionalista contra la barbarie de la guerra. 

 

3.- Se escribe con letra cursiva el nombre de diarios, revistas periódicas o tebeos. 

En España los diarios de cabecera, como El País, El Mundo o El Confidencial, tienen una mayor proporción de lectores online que en papel. 

 

4.- Las palabras que son consideradas barbarismos, extranjerismos o latinismos.  

La nouvelle cuisine ha sido sobrepasada por cocineros que se inspiran en las recetas tradicionales. 

 

5.- Un tanto de lo mismo es válido para las palabras que se quieren resaltar porque están escritas reproduciendo el lenguaje vulgar hablado. 

Tira p’alante que es la única manera de llegar al centro de tu ser. 

 

6.- Esta regla es válida para aquellos términos o grupos de palabras que el autor quiere hacer notar por cualquier circunstancia. 

Decir que todo está dentro de ti cuando lo de alrededor es tan difícil es una falacia. 

  

7.- También se escribe con letra cursiva la explicación de una palabra u oración dentro del mismo texto semántico. 

En la frase anterior falacia significa mentira. 

  

8.- Otro ejemplo de cursiva son los pseudónimos o apodos dentro del nombre. 

Ernesto Che Guevara fue un guerrillero de origen argentino que recaló en Cuba. 

 

9.- También se escribe en cursiva ciertas fórmulas matemáticas o científicas.  

v = e/t 

 

Y, por último hay que recordar que, tanto en textos científicos como en los literarios, si se escribe el discurso totalmente en cursiva, las normas para el uso de este tipo de letra también rigen. En este caso, aquello que debiera ir en cursiva, según la normativa gramatical, irá en redonda. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla 

27 Septiembre, 2023

Arquitectura azteca

 

Los aztecas llegaron al Valle de México cruzando la costa norte del Pacífico, procedentes de un lugar cercano al actual Río Grande, en la frontera con Estados Unidos. La fecha de llegada está documentada: 1143. Ese lugar ancestral tenía por nombre Aztlán, la Nación de las Siete Cuevas, cuyo emplazamiento exacto aún no ha podido dilucidarse. Entra, por tanto, este nombre en la esfera de los mitos primigenios, aquellos relatos simbólicos que los pueblos que se abren a la  civilización necesitan para construir una sociedad cohesionada tanto en lo político como en lo social. Los orígenes de la cultura azteca nos ha llegado a través de retazos. Por hilachas de narraciones podemos dilucidar que la migración tuvo carácter de peregrinación, ya que los aztecas fueron guiados por sacerdotes. Estos decían comunicarse de forma mística con el dios Huitzilopochtli, protector del pueblo, encarnación de la naturaleza y transmutado en colibrí. Los restos divinos se guardaban celosamente en un arca. Se transportaban y lo primero que se construía al llegar a alguna etapa era un santuario, aunque fuera uno rústico de paja y madera.  

El camino fue largo e imaginamos que duro y fatigoso. No se hizo en una sola etapa ya que el objetivo, de alguna manera u otra, era incierto. Se hacían paradas de tan larga duración que daba tiempo a cultivar, a recoger la cosecha y hasta a construir no solo chozas o viviendas provisionales sino también edificios de mayor envergadura. Así se reponían fuerzas hasta alcanzar el lugar prometido, a través de sus sacerdotes, por Huitzilopochtli. Y en esa peregrinación con sus respectivos descansos, los aztecas iban dejando ciudades completas. Estas, al día de hoy, pueden considerarse los sustratos evolutivos de la arquitectura azteca final que desembocó en Tenochtitlán, en la actual Ciudad de México, y cuyos restos se intentan recuperar desde mediados de siglo XX. 

La evolución de la arquitectura azteca a través de las ciudades paradas 

ArquitecturaAzteca 3 Malinaco

Malinalco, santuario de la migración azteca

Uno de estos lugares de paso o estancia provisional fue Malinalco, a 100 kilómetros de México y a 75 de Cuernavaca. El lugar estuvo regido por una hechicera de gran belleza que se autoproclamó hermana de Huitzilopochtli, el colibrí sagrado cuyos restos eran transportados en un arca especial y venerado constantemente durante la peregrinación. 

Los restos arqueológicos de Malinalco nos muestran una arquitectura tosca alrededor de un templo principal tallado en la roca de arenisca roja. Este está estructurado formando escaleras y emulando una pirámide. De la roca sobresalen esculturas en forma animal: tigre, águila o mono. Este último parece ser el guardián del monumento troglodita que muestra, además, restos de frescos policromados en su interior.  Y poco más se ha conservado en Malinalco, aparte de tambores rituales de casi un metro de altura grabados con motivos simbólicos entresacados de la naturaleza alrededor. 

 ArquitecturaAzteca 4 Tenayuca

Tenayuca, otra ciudad sagrada hito de la migración azteca 

Situada a poco menos de 20 kilómetros de la antigua Tenochtitlán, estaba intacta y conservada en todo su esplendor artístico cuando la visitó el cronista de México Bernal Díaz del Castillo (1496-1584) que la llamó Ciudad de las Sierpes. Hoy en día se está excavando a conciencia toda la zona arqueológica de la que sobresale una gran pirámide que había sido reconstruida hasta seis veces, cada 52 años que era el ciclo del Sol y también de gobierno de cada príncipe real.  Así, cada nivel de la pirámide muestra un estilo distinto, reflejo de los diferentes pueblos que, de alguna manera u otra, coincidían en un punto dado. Elementos característicos de Tenayuca son las esculturas o las figuras pétreas adosadas a la construcción en forma de serpiente. 

La cuarta, quinta y sexta construcciones (1403, 1455,1507) son puramente aztecas; la tercera (1351) es de estilo de transición entre el azteca y otro más simple (acaso chichimeca). Todavía más primitivos son los de las dos primeras pirámides, la de 1299 y la construcción inicial. Este primer templo podría haber sido edificado en cualquier momento del siglo XIII, pues que no era obligado construir un santuario exclusivamente en el comienzo de un periodo de cincuenta y dos años.  

Vaillant: Primeras culturas del Valle de México (1935) 

Tenochtitlán, la capital azteca 

La gran peregrinación llegó a esta zona del Valle de México hacia 1393 0 1323 instalándose en una zona pantanosa rodeada por lagos. En sus inicios fue un simple campamento de chozas alrededor de un rústico santuario para guardar los restos del dios colibrí Huitzilopochtli. Y con estas bases fueron levantando grandiosos edificios tanto civiles como religiosos que estaban intactos a la llegada de los españoles. Es esta civilización la que se considera depositaria de la cultura y la arquitectura azteca que duró hasta el 13 de agosto de 1521, cuando el último rey Moctezuma II se rindió a las tropas de Hernán Cortes y las tribus aliadas locales. 

 Arquitectura azteca 1

Características de Tenochtitlán, la capital de la arquitectura azteca  

De Tenochtitlán quedan, al día de hoy, solo restos arqueológicos. Sin embargo, podemos deducir su pasada grandiosidad y belleza a través de las crónicas de los que pudieran disfrutarla con sus mismos ojos. De manera esquemática podemos describirla así:  

1.- La ciudad estaba amurallada y se accedía por tres puertas distintas. Esto ya da cuenta del carácter belicoso del pueblo azteca, distinto a aquellos que habían levantado Malinalco, por poner un caso, que consideraban este lugar como sagrado y repleto de magia. 

2.- En su interior se desperdigaban 73 templos; los palacios (algunos cerrados); las residencias de los sacerdotes, de la nobleza; los edificios burocráticos; escuelas y campos de pelota. Los campesinos, la soldadesca y los trabajadores se hacinaban en chozas de una sola habitación construidas con adobe y rematadas con techos de paja. 

3.- El Templo Mayor estaba revestido de estuco rosa y dedicado a Tlaloc, el dios del agua, que compartía, en un principio, protagonismo con Huitzilopochtli. Estaba construido en piedra, en forma de pirámide escalonada. Delante se extendía una plaza abierta y usada como mercado. 

4.- Las medidas de la ciudad que nos han llegado por las crónicas son muy ambiguas, ya que se describían “a semejanza”. Así, esta plaza del mercado era parecida a la Plaza Mayor de Salamanca y la altura del Templo Mayor era igual a la de la Giralda de Sevilla

5.- Andando el tiempo Huitzilopochtli se erige en el dios principal del Valle de México suplantando al dios Sol y, además, demandando sangre. Este extremo no solo fue atestiguado por los primeros colonizadores españoles sino también por las excavaciones que se han llevado a cabo en las últimas décadas. En marzo de 2022, por anotar una fecha, se anunció a la prensa el hallazgo de restos humanos pertenecientes a niños de corta edad. Estos muestran cortes de cuchillo en cuello y esternón. Con esas marcas no es aventurado anotar que sirvieron como sacrificios humanos. Además, se han encontrado junto a un árbol sagrado fosilizado. 

Arquiitectura azteca 0 

El urbanismo en la arquitectura azteca 

Tenochtitlán estaba dividida en cuatro barrios. La gran mayoría de la casas eran humildes y quebradizas. Sin embargo, tanto los reyes como los señores adinerados (aunque no residieran en la capital todo el año) disponían de ricos palacios, tal como nos describe la residencia real el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557) en estos términos:  

Había un patio muy grande con cien aposentos de 25 a 30 pies de largo cada uno; en torno a dicho patio estaban alojados los señores principales que servían de guardias, que de continuo eran más de 600, y cada uno tenía más de 300 servidores, de manera que a lo menos nunca faltaban 3000 hombres de guerra en esta guardia cotidiana del Palacio.  

Por tanto, estos palacios disfrutaban de patios interiores con árboles, flores y aljibes. Las cubiertas de las construcciones estaban realizadas con vigas de madera y las paredes se enlucían o encalaban. 

También por las crónicas españolas conocemos que Moctezuma II (1466-1520) salía en peregrinación hacia Teotihuacán, lugar sagrado situado a unos 40 km de la actual Ciudad de México. En este sentido, los investigadores sostienen que la llamada Ciudadela es obra azteca (y no de los toltecas). Pertenece, por tanto, a un pueblo violento y guerrero, muy distinto del carácter religioso de los toltecas, fundadores de Teotihuacán. La Ciudadela, en esencia, es un recinto rectangular cerrado por una alta y gruesa muralla. En el fondo se encuentra un altar en forma de pirámide sin escalones. Y, desperdigados por el emplazamiento, se cuentan un sin número de pequeños altares. Todas las construcciones están embellecidas con relieves geométricos.  

Y, por último, una de las piezas más importantes del arte azteca es la Piedra del Sol, también llamada Calendario Azteca. Está realizada en basalto y en ella se ha grabado una serie de intrincados símbolos y glifos siguiendo un orden lógico-matemático. Esta obra de 24 toneladas de peso debió formar parte del Templo Mayor. Esto es, es una pieza inherente a la arquitectura azteca y no una obra exenta de esta civilización. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla 

 

El signo menos (-), el guion (–) y la raya (—), de menor a mayor longitud, son tres signos ortográficos distintos con usos diferentes que, últimamente, se confunden con frecuencia. Desde la Real Academia Española (RAE, en adelante) se advierte que la escritura informatizada contemporánea ha contribuido a ello, ya que aquello que no está accesible tiende a desaparecer, bien por falta de uso bien por el progresivo desconocimiento o bien por ambas cosas. La raya (—) es mayor que el guion (–) y este menor que el signo númerico menos (-). En el teclado del Mac se encuentran estos dos últimos. Sin embargo, la raya hay que generarla pulsando a la vez Alt + Option + signo menos. El guion se encuentra en el teclado de Mac sobre este último signo. Se accede a su escritura utilizando la tecla Option, ya que debe quedar situada a mitad de la palabra que antecede. Si utilizamos la tecla para mayúsculas (Alt), construimos una raya baja que tiene otros usos extremadamente minoritarios en la escritura del siglo XXI. En el programa operativo Word la raya se construye utilizando la tecla Alt 0151 (código alfanumérico) o directamente insertando su símbolo a través de, precisamente, «Insertar símbolo». 

Uso de la raya  

Es un signo ortográfico auxiliar mayor que el guion. Se utiliza de forma simple o doble en los siguientes supuestos:  

  • A la hora de acotar frases, oraciones o sintagmas, tal como si utilizáramos paréntesis o, incluso, el uso de comas. Nótese que en este caso la raya va a continuación y sin espacio de las palabras que cierran y abren el discurso.

Llegó al colegio —que estaba cerrado— y no se le ocurrió otra cosa que saltase la verja. 

Llegó al colegio, que estaba cerrado, y no se le ocurrió otra cosa que saltase la verja. 

Llegó al colegio (que estaba cerrado) y no se le ocurrió otra cosa que saltase la verja.  

  • Marcar los distintos interlocutores de un diálogo, que es su uso más frecuente. Por eso, hemos colocado ejemplos entresacados de la literatura española en el párrafo a continuación.  Como en el caso anterior, no se coloca ningún espacio entre el signo ortográfico y la palabra que le sigue. 
  • Cuando se desgrana una estructura esquemática mediante una ordenación. En este caso, es importante dejar un espacio entre la raya y la siguiente palabra, tal cual el siguiente ejemplo:  

Salieron de viaje sin plan definido con la única cosa en mente de disfrutar de los bosques de otoño. Por eso, se detuvieron en los siguientes emplazamientos: 

— en los viñedos de La Rioja para hacerse con algunas botellas de vino, 

— en la Selva de Irati donde se embelesaron con las tonalidades cobrizas de los hayedos, 

— en los bosques del sur de Francia para recoger setas y reponer fuerzas con aguas medicinales y

— en los maravillosos pueblos medievales de Aquitania.  

Cuándo se utiliza la raya en un diálogo  

Los distintos ejemplos, aclararán las dudas del lector o estudioso interesado. La raya es el signo ortográfico a colocar en las aperturas de las distintas alocuciones de los participantes de un diálogo. En ediciones de extrema pulcritud, como la anotada de El Quijote de la RAE, esta se hace de mayor longitud y, por tanto, más evidente. Adelanto que es imposible reproducirla con un editor de Joomla básico, que es el utilizado en este portal online.  

     Continuamos charlando acerca de naderías; diez minutos, quince tal vez. Cuando calculé que era el momento de dar por zanjado aquel encuentro, simulé un bostezo y acto seguido musité una azorada disculpa. 

—Perdóneme. La noche en tren ha sido agotadora. 

—La dejo descansar entonces —dijo levantándose. 

—Además, usted tiene una cena. 

—Ah, sí, la cena, es cierto. —Ni siquiera se molestó en mirar el reloj—. Supongo que me estarán esperando —añadió con desgana. Intuí que mentía. O quizá no.  

María Dueñas: El tiempo entre costuras

 

     Después de colocar a Adela sobre la cama, Catalina se sentó en una silla invitando a Fernando a que ocupara la otra. 

—Qué tranquila duerme —comentó él, observando el sueño de la pequeña. 

—Sí, es muy buena. La pobrecita apenas tiene fuerza para nada. 

—Pero ha salido adelante. Adela es más fuerte de lo que parece —la consoló Fernando. 

—Bien, qué es lo quieres decirme. —Catalina se había puesto tensa de repente. 

—Eulogio se marcha en un par de días —le anunció Fernando. 

     Ella sintió la noticia como un golpe en el estómago. Aunque no acababa de congeniar con Eulogio, su presencia era un vínculo con la España que había dejado atrás.  

Julia Navarro: Tú no matarás  

Nótese que, en estas dos ediciones de obras literarias contemporáneas, la raya no solo da inicio a cada una de las alocuciones de los distintos interlocutores sino que también se utiliza para acotar la conversación. En ambos casos el signo ortográfico se sitúa a continuación de la palabra sin mediar espacio. 

Sin embargo, tal como se puede observar en el siguiente fragmento de la edición de El Quijote de la Real Academia Española (2004: página 385), se ha afinado mucho más utilizando una raya de mayor longitud para iniciar el diálogo y una normalizada para acotar la conversación.  Debido a esa reducción ortográfica impuesta por los teclados modernos, me veo en la obligación de reproducir la raya del diálogo con el símbolo convencional. Esto es, la Academia ha querido diferenciar ambos símbolos en una obra clásica. Sin embargo, las ediciones contemporáneas reducen la marcación a una sola: la raya. 

—¿Y qué es es lo que dices, loco? —replicó don Quijote—. ¿Estás en tu seso? 

—Levántese vuestra merced —dijo Sancho— y verá el buen recado que ha hecho y lo que tenemos que pagar, y verá la reina convertida en una dama particular llamada Dorotea, con otros sucesos que, si cae en ellos, le han de admirar. 

—No me maravillaría de nada de eso —replicó don Quijote—, porque si bien te acuerdas, la otra vez que aquí tuvimos te dije yo que todo cuanto aquí sucedía eran cosas de encantamento, y no sería mucho que ahora fuese los mismo. 

Miguel de Cervantes: Don Quijote de la Mancha  

Uso del guion ortográfico  

Es un signo de menor tamaño que la raya y es el más accesible en los teclados actuales. Su uso se reduce a:

  • Hacer divisiones dentro de un término compuesto por dos palabras. En este caso el primer término siempre aparece conjugado en masculino singular (el no marcado) y el segundo se conjuga debidamente: examen técnico–práctico, prueba psico–pedagógica, nacionalidad hispano–mexicana…
  • Dividir las palabras al final de una línea, aunque, en la actualidad, se desaconseja esta práctica para no desordenar la alineación automática que se genera con programas informáticos. 
  • El guion también se utiliza para unir palabras de enlace: línea de tren Bruselas–París. 

Nótese que las palabras generadas por siglas y acrónimos nunca se dividen. Además, en todos estos casos nunca se deja espacio entre las palabras y el signo ortográfico. 

Uso del signo menos 

Es un signo matemático que tiene aproximadamente la mitad de longitud que la raya. Solo se utiliza con números y hay que dejar un espacio antes y después de cada dígito:  

38 - 8 = 30

425 - 15 = 410 

Por tanto, los signos ortográficos de la raya (—), el guion (–) y el menos (-), como hemos visto, son marcas distintas, aunque en la escritura apresurada online actual tienda a su confusión y a su reducción. 

Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla 

 

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