Candela Vizcaíno

Candela Vizcaíno

Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla con una larga trayectoria de más de 20 años como periodista, columnista y contenidos online centrados en literatura, arte, viajes, vida sana, familia, gastronomía, moda y feminismo. Con cinco libros publicados, en la actualidad pueden encontrarse en las librerías El Bosque de las Respuestas (cuento infantil ilustrado), Los girasoles florecen en junio (novela) y Poemas sin orden ni concierto

Las novelas de caballería llegaron a tener tal éxito durante el siglo XV y posteriores que no hay escritor de la época que no las conociera o estuviera imbuido de sus principios, valores y aventuras. Así eran y así nos han llegado. 

Definición de las novelas de caballería

Pertenecen al género narrativo en prosa y surgen en el siglo XV superando todas las características de la literatura medieval pero aún sin entrar en la literatura renacentista. En ellas se narran (en lengua romance) las aventuras de un caballero solitario, dechado de virtudes, nobleza y arrojo en busca de aventuras (sin ton ni son y esperando que le salgan al paso) con el objetivo indiscriminado de hacer justicia. Este caballero ofrece todas sus victorias y hazañas a una dama objeto fiel de su amor. 

En contraposición a los cantares de gesta medievales, las aventuras épicas que se narran en las novelas de caballería no son reales y el periplo al completo de estos héroes, adornados con valores sobrehumanos casi, acaecen en escenarios de fantasía. Tanto es así que apenas se puede reconocer la toponimia descrita mientras dragones, magos, hechiceras y castillos encantados salen al paso del héroe.   

Origen de las novelas de caballería en castellano

Aunque los pocos ejemplos de cantares de gesta en verso de los que tenemos conocimiento pudieran ser el sustrato de las novelas de caballería, la crítica ha señalado un origen francés de las mismas. En la épica medieval gala los héroes no están presentados de una manera realista ni tan humanizados como en la castellana. En ella aparecen todos los elementos y características de estas obras y, con todo probabilidad, de Francia se importaron a todo el territorio español y gran parte del europeo. 

De hecho algunas tramas en castellano están calcadas de homólogas francesas y los héroes se repiten en distintas literaturas romances. Esto supuso  (justo cuando se abandonaban los libros medievales manuscritos y comenzaba la imprenta con el aumento exponencial de lectores) que se convirtieran en tremendamente populares en la época. Tanto fue así que autores muy alejados del género, como pudiera ser Santa Teresa de Jesús cuya obra pertenece a la mística literaria, no tuvieron empacho en reconocer su afición a las novelas de caballería. Y sin ir más lejos, Don Quijote, la gran obra narrativa de la humanidad casi, es una burla de las increíbles e imaginarias hazañas de estos héroes que sobrepasan todos los parámetros de las virtudes humanas.  

Por otro lado, las novelas de caballería en castellano surgen cuando se da una situación sociocultural propicia. El siglo XV supuso un cambio de cosmovisión entre la nobleza, enfrascada como en toda la Edad Media, en guerras fratricidas pero haciendo gala de una forma de estar alejada de la rudeza de los siglos posteriores. La monarquía va perdiendo poder y se van abandonando las grandes empresas militares hasta que son retomadas por los Reyes Católicos (la toma de Granada o la búsqueda de nuevos mundos). En esta situación, una aristocracia cultivada que conocía las letras, la historia y la filosofía (recordemos al marqués de Santillana o a don Juan Manuel por poner solo dos casos) se entretiene con el refinamiento palaciego. En este sentido, en los castillos y en las residencias nobiliarias se preparan justas poéticas, lecturas de obras antiguas, torneos deportivos o miles de juegos de ingenio. En este relajamiento de las costumbres (comparado con la dura Edad Media) nacen las novelas de caballería en castellano.  

Características de la novela de caballería principales

Dicho esto, podemos inferir algunas de las características de las novelas caballería simplemente por la descripción y formulación de las mismas. Aún así recordemos los puntos que las hacen única. 

1.- Las novelas de caballería están escritas en prosa y en lengua romance 

Si bien los pocos ejemplos de cantares de gesta que nos han llegado pudieran hacernos creer que están en el origen del género, estos son tan distintos entre sí que muy poco tienen en común. Nacen en prosa en las distintas lenguas romances que se iban afianzando en toda Europa tras arrinconar el latín a las altas esferas de intelectuales. Y, además, son libros para ser leídos, abandonando, por tanto, el carácter oral de la literatura popular medieval.  

2.- Están conformadas por ciclos larguísimos

Las novelas de caballería la forman páginas y páginas de aventuras sobrenaturales de héroes todopoderosos que ni envejecen ni se cansan ni viven nada parecido a las penas y alegrías humanas. Estas historias se iban completando, además, con tramas intercaladas de personajes secundarios. Y por si fuera poco, las aventuras iban colmando el afán lector de la época con nuevos argumentos de personajes asociados. Estos pudieran ser compañeros de batallas, amigos de la infancia, hijos o nietos de los héroes principales.  

3.- Una de las características principales de las novelas de caballería es la fantasía y las tramas imaginadas

Si por algo se caracteriza la literatura española de todos los tiempos es por su realismo, tanto que en castellano apenas hay historias en las que predominen magos de gran sabiduría, hechiceros con encantamientos, animales fantásticos imposibles de encontrar en la naturaleza, dragones destructores o lugares ocupados por ánimas o espíritus. Tanto los cantares de gesta como la producción del mester de clerecía baja a la realidad de la cotidianidad (y los milagros para la población medieval estaban en ese plano, según su cosmovisión). Para encontrar una de las más importantes características de las novelas de caballería (la imaginación y la fantasía) en la literatura posterior habría que esperar al romanticismo literario con su gusto por las historias de brujas, aparecidos, ruinas, tormentas y seres del otro lado de las cosas.  

4.- Paralelamente los héroes son presentados de una manera idealizada en extremo 

Esta falta de realismo no solo aparece en las tramas o en los emplazamientos (que son imposibles de ubicar) sino también en la personalidad de sus protagonistas. No son ya campeones de la guerra (como el Rodrigo Díaz de Vivar del Cantar del Mío Cid) que muestran sus pesares humanos a la par que se hacen con la victoria debido a arrojo, inteligencia o astucia. Por el contrario, los héroes de las novelas de caballería son un dechado de virtudes tal que a ellos no les afecta ni el frío de las nieves ni el calor del sol. Cualquier sentimiento o querencia que no esté en un nivel muy alto de espiritualidad le son ajenas y desconocidas. Tanto es así que (no sin una buena dosis de ironía) en el escrutinio de la biblioteca de Don Quijote el Tirant lo Blanc se salva porque: 

“Aquí comen los caballeros y duermen, y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con otras cosas de que todos los demás libros deste género carecen”.  

5.- Otra de las características de las novelas de caballería principales es el canto al amor

Y es un amor concreto a una dama a la cual se homenajea constantemente y se entrega como tributo de fidelidad y entrega las victorias de todas las batallas. A igual que el caballero, estas damas aparecen idealizadas en extremo inasequibles al desgaste de la soledad o a la espera eterna de un héroe enfrascado en hacer un mundo mejor fuera de su castillo. Hasta la aparición del género, el amor en la literatura castellana era presentado de una forma más general (a la patria, a la religión, a la familia, al rey…) o de un modo más sensual o heterodoxo cuyo ejemplo más sublime es el Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita. Sin embargo, en las novelas de caballería no hay lugar para la traición, la burla, el engaño o el deseo carnal. Todo en estas obras es de un platonismo nivel sublime.  

6.- Son las primeras obras en lengua romance concebidas para el puro entretenimiento 

Porque si bien las obras del mester de juglaría estaban también diseñadas para el ocio, los cantares que nos han llegado manifiestan una realidad y verosimilitud que se asemeja (con sus salvedades) a la prensa contemporánea. Los oyentes de estos poemas querían saber de las aventuras reales de los guerreros de la época. Un dragón, un mago hechicero o un encantamiento que hace volar ejércitos por los aires no sería aceptado de ninguna manera. Sin embargo, el siglo XV ya demandaba esta fantasía y el lector suscribía el pacto de ficción con naturalidad y gusto. 

7.- Nacen paralelamente a la imprenta y para ser leídas 

Gran parte de su auge se puede deber a las circunstancias alrededor. La población más pudiente abandona, no ya el analfabetismo, sino que se instruye de distintas formas, incluso estudiando en las incipientes universidades. Va avanzando la burguesía imponiendo una cosmovisión vital más centrada en el aquí y el ahora a la par que los goces de la vida comienzan a ser aceptados desde distintos puntos de vista.  

Además, la aparición de la imprenta supuso un cambio drástico en la propagación no solo de cualquier conocimiento sino también de todos y cada uno de los géneros literarios. Si los libros medievales de difícil ejecución se quedaban atrapados entre los muros de los monasterios, con la imprenta, las obras se producían a una velocidad nunca antes vista saciando la curiosidad de un número cada vez mayor de lectores. Esto supuso también que la literatura fuera abandonando paulatinamente su carácter oral para ser escuchada de forma colectiva y fuera adentrándose progresivamente en la lectura individual en solitario.  

8.- Tuvieron una gran influencia en la cultura de la época  

Todo ello supuso un cambio en la cosmovisión de la época a todos los niveles, ya que las novelas de caballería llegaron a todos los estratos de población. Se abandonan así los rigores de los héroes épicos de la primera Edad Media para resbalarse en un mundo ajeno, ameno y perfecto casi. La evasión estaba servida por tanto. 

9.- Otra de las características de las novelas de caballería es el ensalzamiento del ideal cortesano 

Porque críticos hay que defienden que estas obras influyeron con más fuerza en los modos y costumbres de la aristocracia de la época que los libros de comportamiento que nacieron paralelamente. Los ideales de virtud, arrojo, valentía, buenas maneras, modales exquisitos y un gusto por un corazón desprendido se expusieron en estos libros de caballería. El resultado fue que, de alguna manera u otra, esa gentileza (aunque fuera impostada) caló en la nobleza y en la alta sociedad de la época primero para ir llegando a todas las capas de la sociedad en última instancia.   

10.- El héroe de las novelas de caballería lucha por la gloria individual 

No es ya un capitán que dirige su ejército con un objetivo común ya fuera conquista de tierras o liberación de una religión ajena. El caballero de estos libros sale en solitario (con un escudero o un pequeño séquito) a deshacer esos entuertos que tanto gustaban a Don Quijote sin un rumbo fijo o estrategia marcada. Es un héroe que busca la gloria individual, ponerse a prueba constantemente y demostrar a la amada que es el más digno de ese admiración. Al paso le salen todo tipo de animales fantásticos, figuras fantasmagóricas, brujas o magos que unas veces le ayudan y otras veces se enfrentan. 

Ejemplos de novelas de caballerías más famosas

Se publicaron cientos de títulos en castellano y miles en toda Europa. A las aventuras de los héroes principales se les iba sumando las correrías del clan familiar, de los amigos o compañeros de alguna aventura creando sagas que se hacían casi infinitas. Por su calidad, señalo solo dos que, además, fueron las mismas que se salvaron de la quema de los libros de la biblioteca quijotesca. Con ese perdón, Cervantes reconoce la calidad de las mismas. 

1.- Amadís de Gaula, la mejor novela de caballería en castellano 

Aunque ni se saben los orígenes y también se duda de su autor, la crítica coloca el año 1492, el mismo de los descubrimientos, como el de su redacción. Sin embargo, la primera edición que nos ha llegado está impresa en Zaragoza en 1508 y el autor que aparece es Garci Rodríguez de Montalvo.  En la obra se narra las aventuras de Amadís, fruto de los amores prohibidos del rey Perión de Gaula con la princesa Elisena de Inglaterra. El joven presenta en sí todas las virtudes que adorna el ser humano en grado superlativo mientras que no le afecta ninguno de nuestros vicios. Sale en busca de justicia de una forma indefinida y su amor leal es para Oriana con quien logra casarse e, incluso, tener descendencia. Cervantes lo salva de la quema con el siguiente juicio: 

“Es el mejor de todos los libros que es género se han compuesto”.  

2.- Tirant Lo Blanc escrita en catalán y favorita de escritores y críticos

Y eso que no contó demasiado con el favor del público general, precisamente porque las aventuras del Tirant lo Blanc están narradas en un tono realista ajena al género. En esta obra, que fue traducida al francés y al italiano, se cuentan los avatares del capitán homónimo en su lucha contra los turcos. El idealismo (aún estando presente) está pergeñado con notas de la vida cotidiana y el héroe presentado de una manera humana (con sus pocos vicios y sus grandes virtudes).  

En definitiva, las novelas de caballería pueden considerarse el primer género en prosa de ficción de la literatura castellana. Su ambiente de fantasía y las virtudes sobrenaturales de sus protagonistas encandilaron a varias generaciones de lectores que se abrían a los descubrimientos y a la cosmovisión del Renacimiento.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

 

Gracias a estas obras un hidalgo de La Mancha salió en post de gloria personal e individual junto a un escudero anclado en la realidad de la tierra y sus aventuras se convirtieron en la mejor novela de la historia. En la literatura castellana, salvando algunas obras puntuales, fueron las primeras obras creadas con una intención claramente de entretenimiento. Y aquí quizás resida una de las características de las novelas de caballerías principales: que abandona toda finalidad moralizante alejándose de los grandes temas de la literatura medieval. Eso no quita para que el idealismo y el afán de perfeccionamiento de los héroes caballerescos sirvieran de abono en el proceso de superación de conocidos místicos como pudiera ser Santa Teresa de Jesús o San Ignacio de Loyala.  La Doctora de la Iglesia confiesa que, en su juventud, fue ávida lectora de estas historias. Y críticos de la literatura hay quienes ven en esos ideales de superación un sustrato de las experiencias místicas que llegarían después. Sea como fuere, el tono moralizante de un don Juan Manuel, para poner un ejemplo, queda atrás y la cosmovisión que se nos presenta es totalmente distinta.  

La sociedad castellana en el siglo XV y las novelas de caballería 

Las novelas de caballería comenzaron a hacerse populares en el siglo XV, justo cuando la imprenta inicia su andadura para dejar atrás definitivamente los libros medievales que solo estaban al alcance de muy pocos. Ese punto quizás también contribuyera a su éxito y propagación. Sea como fuere, la sociedad castellana del siglo XV estaba aparcando todos los parámetros brutales de la Edad Media. La nobleza olvidaba su rudeza y se hacía cortesana a la misma velocidad que aumentaban las intrigas palaciegas y las peleas entre reinos. La monarquía perdía su papel y, paralelamente en una contradicción casi, surgían voces que abogaban por el centralismo. El avance hacia los últimos reductos de los reinos musulmanes quedó paralizado hasta el último embate de los Reyes Católicos en 1492.  

Mientras tanto, la misma nobleza que renegaba de la autoridad real se congregaba en castillos y palacios para disfrutar de grandes banquetes, justas poéticas y torneos donde se demostraba habilidad y fuerza con más espíritu deportivo que guerrero. El recogimiento religioso medieval queda, paulatinamente, apartado mientras se va descubriendo el mundo pagano de la literatura griega y latina que comenzaba a traducirse en castellano y a editarse en las incipientes imprentas. Las universidades comenzaban a plantar sus cátedras y aulas por todo el territorio español (la primera fue la de Salamanca en el siglo XIII) y la burguesía se hacía culta y letrada. Todo ello era caldo de cultivo propicio para una nueva forma de hacer literatura que dejaba a un lado la realidad más cruda resbalándose por la fantasía para solaz de lectores individuales.   

10 Características de las novelas de caballería 

1.- Surgen en el siglo XV en un ambiente cortesano

Como ya he anotado, es una literatura producto de su tiempo como lo fueron los cantares de gesta mantenidos por el mester de juglaría siglos atrás. La cosmovisión medieval iba progresivamente abandonándose y lentamente España se introducía en el Renacimiento literario con todo lo que ella implica. La imprenta hace factible un mayor número de libros. A la par que va aumentando el público alfabetizado con el auge económico burgués y la implantación de las universidades se ponen los cimientos para los descubrimientos, la incipiente ciencia, los ingenios mecánicos, la mejora de las comunicaciones, el poder centralizado… En esta situación la nobleza se vuelve más ociosa dejando la rudeza de los siglos atrás. Gusta de las fiestas palaciegas, de los modales de las justas caballerescas, de la prueba en los torneos… En este ambiente nacen las novelas de caballerías que exaltan otro ideales distintos a los de antaño. 

2.- Una de las características de las novelas de caballería es el ensalzamiento del amor 

Excepto en la poesía trovaderesca, el amor como idealización no había tenido cabida en la literatura en castellano. Los autores de la Edad Media (a excepción si acaso del Arcipreste de Hita y su obra tiene otro cariz) siempre escribían con fines moralizantes, edificantes, educativos… Sin embargo, las novelas de caballerías ensalzan el amor incondicional de un caballero hacia su dama a la cual entrega el fruto de todas sus conquistas.  

3.- El héroe caballeresco busca la gloria individual  

Los ejemplos de cantares de gesta que nos han llegado nos muestran a héroes con espíritu de soldado, con cosmovisión militar. Cualquier hazaña tenía una finalidad colectiva ya fuera patria (o terruño) o religión (la toma de territorios para la causa cristiana por poner otro caso). Eran combatientes abnegados que actuaban movidos por un honor heredado y por un deber leal a cualquier causa en la que ponían sus vidas. Sin embargo, los protagonistas de las novelas de caballerías viajan y llevan sus aventuras en solitario en busca de causas etéreas (aunque sean llevados por el afán de hacer el bien) y con un espíritu egocéntrico que adelanta los fundamentos del Renacimiento. Las peleas que libraban eran para su gloria personal y no como parte de un ejército con una causa común.  

4.- Otra de las características de las novelas de caballería es la fantasía  

Si algo caracteriza a la literatura española de todos los tiempos es su fuerte arraigo en el realismo. Tanto es así que cuesta encontrar obras en las que la fantasía sea una norma y uno de sus fundamentos. La excepción es la novela de caballerías donde los héroes se topan con monstruos inverosímiles, magos con poderes, animales fantásticos y toda suerte de seres imaginarios que acompañan (algunas veces para mal y otras para bien) al caballero en sus andanzas. 

5.- La topografía presentada es difusa y etérea 

En la misma línea con lo expuesto anteriormente, otra de las características de las novelas de caballerías es que no se reconocen como reales la toponimia presentadas en las obras. Amadís de Gaula, por poner un ejemplo de una de las mejores, viaja por toda Europa pero son lugares irreales, etéreos, irreconocibles con paisajes que difícilmente puedan encontrarse en un tour turístico contemporáneo. Los castillos están encantados. Los fantasmas y las criaturas del otro mundo conviven en armonía con personajes caracterizados con mayor realidad.  

6.- Las novelas de caballería se convirtieron en manuales del perfecto cortesano 

Porque los héroes de estas obras representaban los ideales y virtudes de los perfectos caballeros sin tacha y mácula alguna. Son personajes esforzados con modales exquisitos que no pierden la compostura en ningún momento aunque estén siendo devorados por un dragón de tres cabezas. A la par, hacen gala (y luchan por ello) de grandes ideales y una buena dosis de ánimo que lo convierten en dechados de virtudes. Inasequibles al desaliento y en ayuda a los menesterosos, su lema es la lucha por la justicia. El ideal caballeresco, por tanto, de los libros se pretendía imitar entre un público cortesano cada vez más instruido que ya rechaza la rudeza en el trato, los modales y las relaciones sociales.  

7.- Los orígenes de las novelas de caballería son franceses 

Aunque de España salieron grandes ciclos que luego se vertieron a otras lenguas romances, los orígenes se encuentran en los héroes épicos franceses. En estos poemas se encuentran personajes alejados de las características de los cantares de gesta principales. Si los castellanos pedían verosimilitud como si se tratara de las noticias de la prensa y los héroes se presentaban con toda su crudeza, en los galos todo estos caracteres estaban más endulzados. Además, en los poemas épicos castellanos no se hubiera permitido la fantasía de castillos encantados y criaturas extrañas que ayudaban a los caballeros galos en los momentos de apuros. En los españoles se exigía a los héroes un arrojo y valentía fuera de lo humano. Todo esto se trastoca con las novelas de caballerías que presentan un mundo totalmente distinto. 

8.- La mejor novela de caballería en castellano es el Amadís de Gaula 

Y tanto fue así que merece estudio individual ya que el héroe constituye un ciclo aparte y tanto fue su éxito que se contaron 50 ediciones en apenas unas cuantas décadas. El público estaba tan ansioso por conocer más aventuras que incluso el Amadís original fue resucitado después de haber sido asesinado. Las sagas en las que seguían las aventuras de su hijo o su nieto eran esperadas por los lectores ávidos de estos héroes inmaculados e irreales que dedicaban su vida al amor de una dama y a luchar por la justicia de manera abstracta.  

9.- Otra de las características de las novelas de caballería es su independencia de las historias de aventuras: el caso del Tirant lo Blanc

Este mundo de magia y de paisajes de brumas donde aparecen seres fantasiosos no tenían nada que ver con las novelas de aventuras con una meta concreta. Los caballeros andantes vagaban sin rumbo buscando deshacer cualquier entuerto (como aspiraba el antihéroe Don Quijote) que les saliera al paso. Sin embargo, el Tirant lo Blanc (escrito en catalán) es un obra que se sale del género al presentar a un militar que lucha contra los turcos y vence gracias a su ingenio, inteligencia y astucia. A pesar de que los lectores cultivados se rindieron a la gran belleza literaria de la obra, esta no tuvo el éxito de otras novelas de caballerías más imaginativas. Tanto es así que en el escrutinio de la biblioteca quijotesca, esta se salva porque  poco había podido contribuir a la perdida de la razón del héroe. 

“Aquí comen los caballeros y duermen y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con otras cosas de que todos los demás libros deste género carecen”.  

10.- Las sagas de las novelas de caballería es otra de sus características

Las historias son larguísimas y no acaban nunca. Son auténticas series de aventuras sobre el mismo tema en los que los personajes no envejecen y se muestran inasequibles al desaliento. El público esperaba con ansiedad más y más historias tanto de los protagonistas como de sus hijos y sus nietos. El entretenimiento estaba servido porque, entre combate y combate, se intercalaban otra historias de corte amoroso que hacían las delicias de los lectores.  

Todas estas características de las novelas de caballería propiciaron que fueran las favoritas de un público lector cada vez más amplio que buscaba aventuras e ideales a la par que se evadían de la realidad. Fueron tan populares que las grandes aventuras, de una manera u otra, eran conocidas por todos. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

Juan de Mena, con su obra cumbre El Laberinto de Fortuna (1444), es uno de los más grandes poetas en castellano adelantándose al Renacimiento literario. Gozó en vida de gran fama y alta consideración y esboza a la perfección el modelo de intelectual puro dedicado en exclusividad a los goces culturales de las letras.  

Biografía de Juan de Mena 

Nacido en Córdoba en 1411, al parecer de una familia de conversos, estudia, primero en Salamanca donde obtiene el grado de Maestro en Artes y, luego en Roma. Fue uno de los grandes intelectuales de su época con conocimientos profundos de la lengua latina que aún seguía apreciándose como la completa, formada y la digna para los temas más importantes (religiosos, filosóficos y de la incipiente ciencia). Mientras que el castellano continúa formándose y ampliándose, buena parte de los intelectuales de la época aún consideraban a las lenguas romances que se expandían por toda Europa como idiomas menores. Juan de Mena era uno de ellos. 

Debido a su amplio currículum, es nombrado secretario en “cartas latinas” por parte del rey Juan II de Castilla, puesto que ocupará durante toda su vida. Contrariamente a otros escritores de la literatura medieval tardía, como pudiera ser don Juan Manuel o el marqués de Santillana (con quien compartía amistad), Juan de Mena ni empuñó las armas ni gastó un minuto de su vida en manipulaciones o conspiraciones políticas. Todo su empeño eran los libros, las letras, el estudio, especialmente del latín y de la literatura griega o romana. Llegó, por tanto, a ser uno de los mayores conocedores de cada uno de los recovecos de las grandes obras del canon clásico que llegaban a una recién estrenada imprenta a través de los libros medievales manuscritos que aún se custodiaban en los monasterios.  

A pesar de que disfrutaba de la amistad del marqués de Santillana con quien compartía buenas conversaciones sobre literatura, fue amigo de Álvaro de Luna (a la sazón valido del rey) y no se señaló en ningún bando. Es más, críticos hay que ven en su gran obra, El Laberinto de Fortuna, una llamada de atención a los gobernantes para que dejaran a un lado la sangría de las guerras entre reinos apelando a la unión del país en todos sus aspectos.  

Aunque su obra estaba escrita con una clara intención culta y para un público selecto que nada tenía que ver con los grandes títulos del mester de clerecía (¡y no digamos ya del mester de juglaría!), su obra gozó de fama. Tanta fue que de El Laberinto de Fortuna se llegó a hacer una publicación glosada (trasunto de las ediciones críticas actuales) e impresiones corregidas.  Nebrija, en su Gramática, lo cita como ejemplo literario a seguir y como uno de los más grandes poetas en lengua castellana. Como suele ocurrir con las carambolas de la historia, su nombre quedó un poco olvidado hasta que, en pleno siglo XX, se volvió a sus versos con interés. Juan de Mena murió en Torrelaguna alrededor del año 1456, al parecer por un infarto, ya que las crónicas cuentan que sufrió un “dolor de costado”. 

Obras de Juan de Mena 

1.- Obras en prosa de Juan de Mena 

1.1. Omero Romançeado, una versión muy resumida de la Ilíada clásica.

1.2. Comentario a su poema La Coronación.

1.3.- Proemio (introducción) a petición de Álvaro de Luna a su Libro de las virtudes e claras mujeres.  

2.- Obras en verso de Juan de Mena

2.1.- Poemas siguiendo los ritmos y temas tradicionales  

En este grupo se encuentran una serie de poemas cortos, en arte menor siguiendo la línea amorosa platónica de la poesía trovadoresca sin mucho que destacar. 

2.2.- Poemas de estilo culto a la manera de los primitivos italianos 

Y fueron solo tres incluido El Laberinto de Fortuna que estudiamos aparte.  

2.2.1.- Claro-oscuro es un largo poema alegórico de temática amorosa en la línea de la poesía trovadoresca. Está escrito, por un lado, en estrofas de arte mayor de ocho versos cuando se propone describir o narrar la oscuridad del amor. Por otro lado, la luminosidad tiene voz a través de coplas de ocho sílabas. 

2.2.2.- Coronación es un poema que tuvo que ser comentado en prosa por Juan de Mena (ve 1.2. de sus obras). Está dedicado a su amigo y gran poeta el marqués de Santillana y escrito también con una profusión de alegorías y símbolos en 51 quintillas dobles de arte menor. La obra narra el camino desde el Infierno hasta el Monte Parnarso hacia donde se dirige para colmar de laureles (gloria) a su amigo el marqués de Santillana.  

El Laberinto de Fortuna de Juan de Mena 

Es la tercera obra en verso siguiendo el estilo culto italianizante de Juan de Mena. Fue la que le cosechó fama y por la que ha pasado al canon. Está compuesto por trescientas estrofas y, por eso, también se le conoce con este nombre.  

Temática de El Laberinto de Fortuna de Juan de Mena

Escrito tal cual la Divina Comedia de Dante, su hilo conductor general es de carácter mitológico e, incluso, pagano adelantando el Renacimiento. Este tema vehicular le sirve para ir narrando distintos episodios históricos. El poema comienza describiendo como el yo del poeta llega al palacio de la diosa Fortuna. Allí encuentra la “máquina mundana” conformada por tres ruedas, la del presente que está en perpetuo movimiento y las del futuro y pasado que se encuentran ambas totalmente en reposo. Para rizar el rizo, en cada una de estas tres ruedas hay siete círculos que representan los siete planetas del sistema solar (a excepción de la Tierra). En cada uno de estos círculos (7 x 3 ruedas recordemos) se encuentra un personaje con un drama individual. 

Ni que decir tiene que en la rueda del pasado se narran gestas heroicas de la antigüedad. En la del futuro ve grandes hazañas y éxitos reales en un país unido en el que se han olvidado las guerras. En las del presente narra con gran belleza hechos contemporáneos al poeta. Los versos rezuman dramatismo cuando nos sumergen, por poner un caso, en la muerte del conde de Niebla en el cerco de Gibraltar o el acto de Doña María Coronel arrojándose aceite al rostro para huir de la persecución (violación) del rey Pedro el Cruel. 

La lengua de El Laberinto de Fortuna de Juan de Mena 

1.- Escrito, por supuesto, en castellano eso no quita para que este largo poema alegórico contenga un gran número de latinismos con los que el poeta creía dignificar un idioma aún no formado y considerado rudo o vulgar. 

2.- Encontramos una gran número de imágenes alegóricas y de símbolos que eran conocidos por los lectores de su tiempo. 

3.- Frecuencia del hipérbaton latino e, incluso, del ritmo de las obras clásicas. 

4.- Juan de Mena gusta de hacer largas paráfrasis para sustituir a un nombre haciendo gala de su buen hacer y dominio no solo del castellano sino también de la lengua latina a la que idolatraba. 

5.- Gran porcentaje de oraciones subordinadas como corresponde a un creador que huye, a sabiendas, de la sencillez. 

6.- Uso de los temas mitológicos clásicos adelantándose así al Renacimiento y dejando atrás, a la par, la concepción religiosa extrema de los autores de la Edad Media

7.- La crítica ha hilado fino y encuentra bastante palabras esdrújulas que confieren un especial ritmo a este largo poema.  

Estilo literario de la obra de Juan de Mena

En palabras del maestro Dámaso Alonso, el estilo literario de El Laberinto de Fortuna de Juan de Mena se puede resumir así:  

“La ambición de Mena era esencialmente épica; necesitaba enriquecer el castellano para tener una lengua digna de cantar grandes acciones (por eso introdujo tantas voces latinas). Si la latinización a que sometió el idioma (mucho más intensa y más súbita que la de Góngora) fue poco prudente, no cabe duda de que sacó los mayores frutos que entonces se podía obtener del verso: el de arte mayor, pesado por naturaleza, Mena sabe aligerarlo, matizándolo y aumentando su poder de expresión”.  

Porque Juan de Mena se jactó en vida de escribir para una élite preparada que se deleitaba en la belleza de las palabras con una finalidad alejada del entretenimiento popular. No tuvo empacho en reconocerlo y llevarlo a la práctica. Por eso, en parte, se enfrascaba en el estudio y conocimiento de los grandes poetas latinos como el también cordobés Lucano. Sin ninguna gran historia épica que pudiera cantar (ya que su contemporaneidad estaba simplemente repleta de rencillas y mediocridad) soñaba con esta gran gesta como así dejó plasmado en la rueda del futuro de El Laberinto de Fortuna.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

 

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Estamos en el sur de España en 1981 (no me he equivocado con la fecha ¡tranquilos). El sistema parlamentario democrático en esta parte de mundo era tan solo un bebé de tres años. En la capital del reino (que esto es un reino) se daban cita todos los modernos dando comienzo a lo que se ha venido en llamar la Movida Madrileña.  Atrás quedaban los años tristes en los que viajar o veranear estaba reservado únicamente para los bolsillos más pudientes. Por delante aún quedaban algunos años para formar parte de la Unión Europea. Ante los ojos de todos los españoles se abría un camino de libertad, ilusión, prosperidad económica y horizontes luminosos en todos los sentidos. Los primeros ochenta fueron, definitivamente, los años de la alegría. Y, como toda época, tenía que ser retratada a través del arte. Fue una serie, Verano Azul, que regalaba todas las tardes a través de la televisión un mundo desenfadado y con todas las posibilidades que da la libertad de los primeros amores. El lugar elegido para mostrar esa nueva época fue Nerja, en Málaga.  Hoy este pueblo blanco encaramado en un acantilado que mira a un mar turquesa resguardado por una montaña no quiere sacudirse lo que supuso esa época maravillosa. Por eso lo primero que tienes que ver en Nerja son los lugares impregnados de ese verano azul que parecía eterno aunque acabara (al menos para algunos) en una terrible resaca. 

Sin más dilación, 10 lugares que ver en Nerja 

Nerja 1 BarcoChanquete

1.- La Dorada o Barco de Chanquete varada en un parque infantil  

No hace falta ser un mitómano de la época para acercarse hasta esta zona de juegos donde está anclada (para siempre) uno de los decorados de la mítica serie. Se trata del barco donde vivía y defendía de la especulación uno de los protagonistas adultos de la serie, Chanquete, un viejo marinero. La zona está cuidada al máximo con columpios y con un recuerdo para los actores que protagonizaron los capítulos. Está a un corto paseo desde el centro y no es por ser negativa pero, al final, el desarrollismo inmobiliario ganó la partida ya que está rodeada de edificios anodinos que contrastan con las deliciosas viviendas populares de la zona.  

2.- Las cuevas de Nerja a apenas unos cuantos kilómetros 

Como seguimos en el verano azul eterno de los ochenta, tampoco te puedes perder una visita a las Cuevas de Nerja que también protagonizaron un capítulo. Aunque en la serie (¡cosas de la ficción!) achacan su descubrimiento a los protagonistas, era conocida desde más antiguo. Aquí se han encontrado algún que otro enterramiento prehistórico, aunque lo más interesante es la belleza de sus columnas formadas pacientemente a través del tiempo por el incesante goteo del agua. Se puede hacer una visita guiada precisamente con uno de los protagonistas de los capítulos de Verano Azul (el pequeño y rubio Tito hoy un adulto maduro). Se hace amena y didáctica especialmente cuando, a través de sus paredes, se puede conocer la historia geológica (con sus terremotos y corrimientos de tierra) de la zona. 

Nerja 3 PlayaBurriana 

3.- La playa de Burriana donde sigue el verano azul 

Por supuesto hay mucho más que ver en Nerja pero antes tenemos que pararnos en la concurrida Playa de Burriana, eje central de la localidad. Pequeñas embarcaciones se afanan por la mañana y por la tarde en limpiarla de algas y de la basura con la que los humanos nos empeñamos en intoxicar la naturaleza. El resultado es un agua limpia que contrasta con la arena grisácea de la orilla. Como las olas no son muy altas, los más pequeños van a disfrutar de este mar calmo en el que, con suerte, se puede ver algún banco de peces grandes o pequeños.  

En la Playa de Burriana hay servicios de todo tipo desde socorristas hasta merenderos con oferta culinaria local, tiendas, restaurantes de empaque, bares con cócteles autóctonos, zona con hamacas, tumbonas y camas balinesas, puntos para alquilar cayaks o hidropedales… Con estos te puedes acercar a los acantilados que cierran la playa hasta la denominada Piedra de Tarzán donde los más jóvenes ponen a prueba (con un gran punto de imprudencia dicho sea de paso) su pericia, fuerza y arrogancia. 

4.- Tienes que ver en Nerja (y también sentir) el Balcón de Europa 

Y lo mejor es acercarse al caer la tarde cuando el sol comienza a bajar y no pega en el enlosado pulido de la plaza. Desde aquí se disfruta de las vistas del mar, de los acantilados, de la playa de arena gris, de alguna casa de pescadores que se quedó olvidada o varada como el barco de Chanquete desde el que se cantaba “no nos moverán”. Más allá de la nostalgia el lugar está repleto de bares, cafeterías y restaurantes de cocina mediterránea o más o menos exótica (desde este emplazamiento). Hay heladerías unas tras otras, tiendas con ropa veraniega o de recuerdos así como bancos para sentarse. Al caer la noche (especialmente los fines de semana) puede llenarse demasiado con todas aquellos que han elegido Nerja para vivir un nuevo verano azul. 

Nerja 4 BalconEuropa 

5.- No te puedes perder un paseo por su casco histórico de blanco inmaculado

Desde el Balcón de Europa se apetece callejear por la zona peatonal que lo rodea la cual se limpia cada mañana. Las casas de esta zona parecen que compiten para ver quién luce el blanco más reluciente y todo ello deja una impronta de satisfacción y serenidad en ánimo. 

7.-  Senderismo por el acantilado de Maro

Esta propuesta más que ver en Nerja se trata de hacer y está reservado a los más intrépidos. Uno de los acantilados que cierra el pueblo y que se corona con una antigua torre de vigilancia contra los piratas, la de la Caleta, ofrece una ruta de senderismo. ¡Cuidado con el calor del verano aunque las temperaturas de la zona sean moderadas! Desde aquí las vistas al mar a un lado y al otro la montaña que lo abrazan te hacen reconciliarte con el mundo si no has olvidado el gimnasio.  Nerja 0

8.- Otro punto que ver en Nerja y sentir cómo se vivía antaño es la Playa de Calahonda 

Quizás sea la más fotografiada con su casa marinera resistiendo los embates de la modernidad, el mar, la montaña y el tiempo. Aunque se ve con facilidad desde el Balcón de Europa, lo mejor es atreverse con su acceso escalonado que sale justo detrás de la fuente que se encuentra en la plaza. A primera hora de la mañana luce espléndida mejor que al atardecer que empieza a llenarse de visitantes.  

9.- Museo de Nerja para conocer a fondo su historia  

Se encuentra junto a la Plaza del Ayuntamiento de una modernidad ajena a la localidad. Aquí se muestra el devenir de la zona, ocupada desde la prehistoria como demuestran los restos óseos que se han encontrado.  

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10.- Acércate a la vecina Frigiliana 

Está a apenas quince minutos en coche siguiendo una carretera en buen estado aunque con muchas curvas. La subida merece la pena cuando te topas con un pueblo de estampa morisca detenido en el tiempo. A Frigiliana (que merece un artículo aparte) se va a perderse entre sus callejones escalonados entre sus casas de blanco inmaculado repleta de flores multicolores. Los amantes de las compras tienen su pequeño paraíso ya que está salpicada de galerías de arte y tiendas de artesanía. Te he dejado a continuación fotos de sus rincones para que disfrutes.  

Hoteles en Nerja para vivir un auténtico verano azul  

1.- Parador de Nerja mi hotel favorito en Nerja

Construido en 1966 justo cuando España se abría al turismo sobre un acantilado que domina la Playa de Burriana. El jardín con piscina termina allí donde comienza la baranda blanca que se asoma al Mediterráneo. Y a la arena se baja por un ascensor privado. 

2.- Hotel Paraíso del Mar

Justo al lado con la típica decoración de las casas de pueblo andaluzas de los años ochenta se encuentra este pequeño hotelito que disfruta de las mismas vistas aunque de un servicio más sencillo y sobrio con los precios ajustados a la oferta. 

3.- Hotel Balcón de Europa 

Es el lugar perfecto para los que no quieren renunciar a la vista del mar y aprovechar todo el bullicio de las noches de Nerja. Es un cuatro estrella con zonas comunes voladas sobre el Mediterráneo y acceso por la misma plaza central. Los precios son contenidos.   

Datos prácticos que te harán la estancia más agradable

1.- El aeropuerto más cercano es el de Málaga y Sevilla se encuentra a poco más de dos horas y medias. Por eso Nerja, aparte de una gran cantidad de segundas viviendas de población española, es destino favorito de europeos del norte. Las comunicaciones por carreteras son perfectas y están bien señalizadas. Nosotras accedimos en coche y lo dejamos prácticamente aparcado a las puertas del hotel para movernos andando. 

2.- Como destino de veraneo, los meses de julio y agosto suelen estar abarrotados de público. Si no te gusta las aglomeraciones, evita los fines de semana.  

3.-  A lo largo de la costa hay merenderos o chiringuitos muy rústicos que ofrecen comidas a precios razonables así como tumbonas, camas balinesas o hamacas con sombrillas. Los precios son mucho más bajos que los de la Costa del Sol. 

4.- Para comer acércate a los alrededores del Balcón de Europa. En las calles paralelas, transversales y en la misma plaza hay restaurantes para todos los gustos y procedentes de medio mundo. Los puestos de helados son abundantes y con buen género. 

5.- La zona más turística se limpia cada mañana y todo está cuidado, encalado y engalanado. Así que da gusto pasear y sentir la brisa del mar que llega a casi todos los rincones. ¡Olvídate del coche! 

Y, por último, aparte de todo esto que tienes que ver en Nerja, la zona al completo es un maravilloso destino para familias con niños pequeños. No solo van a gustar de la playa con sus hidropedales o de las tardes de paseo con helado sino también de un ambiente tranquilo, amigable y respetuoso. Los precios, reitero, son mucho más moderados que los de la Costa del Sol. Y eso también hay que tenerlo en cuenta.  

Fotos y texto por Candela Vizcaíno

 

Frigiliana una de las perlas de la provincia de Málaga 

El año 711 está grabado a fuego casi en la historia de este pedazo de mundo conocido como España. Entrando por Tarifa los musulmanes hicieron acto de presencia con su cultura a cuestas. La Axarquía, Córdoba, Sevilla, Granada… fueron emplazamientos favoritos para asentarse y construir desde bellos palacios hasta mezquitas únicas. Y un lugar rocoso entre la montaña y el mar encaramado en una ladera también fue uno de los primeros escogidos para disfrutar de esa nueva vida en un lugar que bautizaron como El Paraíso (que eso significa Andalucía). Es la actual Frigiliana, en Málaga, y a la que se accede por una carretera (aunque en buen estado) llena de curvas desde la vecina Nerja. En tan solo un siglo estaba levantado su castillo con un ingenioso sistema para canalizar el agua. 

Alrededor de la fortaleza se fueron agolpando las casas de sus habitantes conformando un entramado de callejuelas serpenteantes. Ni que decir tiene que durante tantos siglos pasaron muchas cosas entre los lugareños (explicadas en parte en una serie de azulejos que te encuentras en esta ruta). Solo anotamos (para entender mejor lo que hoy podemos disfrutar) que de aquí era uno de los últimos reductos de moriscos acantonados entre sus casas que guardaban (con celo casi) sus costumbres y creencias. Porque, en un tiempo, en Frigiliana convivieron no solo la población musulmana sino también la judía junto con la cristiana que iba acaparando tierras y reinos. 

Y ese carácter morisco es hoy el que impregna la casi totalidad de un pueblo blanco encaramado en una montaña. Sus casas de inmaculado blanco contrastan con las puertas añil y las flores que se amontonan en todos y cada uno de los alféizares de las ventanas. Viviendas con huertas y con el sistema de regadío árabe que hoy se han reconvertido, en algún caso, en una maravillosa vivienda contemporánea con piscina dan acceso a calles empinadas con un bonito empedrado no aptas para quienes se han olvidado del gimnasio.  

Todo lo que tienes que ver en Frigiliana cabe en un paseo al atardecer 

Entonces, ¿qué hay que ver en Frigiliana? El pueblo es pequeño y de difícil aparcamiento aunque nada más llegar por la carretera de Nerja te están indicando donde aparcar. Que se queden tranquilos los más vagos porque está a nada del inicio del casco antiguo. Comenzamos el recorrido.  

1.- El casco antiguo es lo primero que tienes que ver en Frigiliana y da comienzo en una escalera adornada con una fuente y un escudo con los símbolos de las tres culturas del Libro. Desde aquí se inicia una caminata deliciosa para deleitarse con la visión de sus casas encaladas, sus callejones escalonados, sus calles empedradas y empinadas, algún que otro gato, muchas plantas refrescantes, rincones al gusto de Instagram y todavía hay más: tiendas de artesanía y galerías de arte.  

2.- Porque el arte, la artesanía y los productos gourmets están presentes en este pueblo. En varias esquinas un artista inspirado ha colocado distintos puntos con autómatas y alguna que otra sorpresa que puedes disfrutar (o no y me niego al spoiler) por una moneda. Puedes encontrar artesanía en cuero, en madera, obras de arte originales y productos gourmets de la zona donde predomina el queso, los embutidos de cabra y la miel de caña con la que se elabora las deliciosas berenjenas fritas que son posteriormente endulzadas. La receta es típica también de otros lugares de Andalucía como Córdoba y no solo de Frigiliana.  

3.- Una visita al conocido como El Ingenio que, en la actualidad, luce casi en ruinas es otra parada obligatoria que ver en Frigiliana. Tranquilos que no hay que buscarlo. Se ve desde lejos y está en la plaza de las Tres Culturas, la misma donde se aparca. Fue este caserón la vivienda de los primeros condes del lugar. La construcción es del siglo XVI reconvertida más tarde (siglo XIX) en fábrica de caña.  

4.- Junto a El Ingenio tienes el Museo Arqueológico o Casa del Apero donde encontrarás usos y utensilios populares así como algunas muestras arqueológicas de todos los pueblos que han pasado por esta bella tierra.  

5.- Los restos del Castillo de Frigiliana que hacen las veces de mirador.

6.- Corretear para arriba y para abajo en busca de las mejores vistas de la Axarquía aunque los miradores están señalizados.  

7.- Una mirada a la Frigiliana cristiana con su iglesia y una fuente que aún está en uso.  

8.- ¿He dicho que Frigiliana es un pequeño paraíso para los amantes de las compras auténticas? Aviso que las tiendas, en temporada alta, suelen estar abiertas hasta altas horas de la noche ofreciendo sus productos a los ávidos de cosas bellas y auténticas. 

Más allá de lo que hay que ver en Frigiliana: datos prácticos

1.- Cómo llegar y aparcar en Frigiliana 

En este punto hay que tomar la carretera que une Nerja y seguir las indicaciones. Una vez en el pueblo no hay que ponerse nerviosos con las cuestas y las calles estrechas a la hora de seguir las indicaciones del aparcamiento. El casco antiguo, donde se apiñan las bellas casas tradicionales encaladas, es peatonal. Tanto es así que en la mayoría de sus calles ni cabe ni puede moverse un vehículo. Todo ello lo hace aún más especial teniendo en cuenta que el pueblo luce de un blanco inmaculado y de una limpieza nivel top. Ten en cuenta también que en temporada alta y fines de semana de todo el año se llena de visitantes ocupando no solo las calles empedradas del casco antiguo sino también lugares de restauración. Por eso conviene reservar con antelación. 

2.- Dónde comer en Frigiliana 

En la plaza de las Tres Culturas  (centro neurálgico de donde salen casi todos los caminos) hay distintos bares, cafeterías y tascas que ofrecen las delicias locales: embutidos de cabra, quesos, aceite, las berenjenas fritas con miel, el cabrito o el cordero. Nosotras paramos en Las Chinas, casi saliendo del pueblo, con una relación calidad-precio-servicio estupenda.  

3.- Hoteles en Frigiliana 

El lugar está de moda y, aparte de algunas casas rurales o de alojamientos en las viviendas particulares, en los últimos años se han abierto varios hoteles originales. El Hotel Rural Los Caracoles es uno de ellos. Está encaramado en la cima  de la montaña y construido al estilo de casas cuevas que le da este curioso aspecto que va a hacer las delicias de los más pequeños de la casa. En la carretera de Nerja se puede disfrutar de la Hacienda Vistamar (perfecto para parejas) con una decoración elegante sin obviar el aire bohemio de la zona. Los que no perdonen la visión del mar pueden elegir Nerja (a apenas 15 minutos) donde se puede disfrutar de su Parador con vistas al Mediterráneo y acceso a la playa en ascensor.  

Más que mucho que ver en Frigiliana, el lugar te invita a sentir, a vivir en otra época en la que se imponía el silencio, el cuidado, lo natural y también el trabajo creativo. Al atardecer se impregna de una luz fantástica y evocadora que hará que la experiencia sea mágica. En ese momento entenderás las razones por las que es uno de los pueblos más bonitos de España y, probablemente, de Europa.  

Texto y fotos por Candela Vizcaíno

Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana

Si el anonimato entre los grandes y pequeños autores de la Edad Media había sido la norma, con don Juan Manuel, primero, y con el marqués de Santillana, después, se impone una nueva forma de enfrentarse a la literatura. Y este modo que cambia el concepto de las letras viene, en primera instancia, por el prurito de firmar las obras y, en segunda instancia, por un deseo ferviente de distinguirse de la producción popular. Y en el caso que nos ocupa va más allá de las conocidas diferencias entre el mester de juglaría y el mester de clerecía que se habían producido siglos atrás.  

Por tanto, los creadores del recién estrenado siglo XV van poniendo las semillas para el Renacimiento literario con su radical concepción del mundo respecto a la sociedad medieval. Y, a caballo entre las principales características de la literatura medieval y la que surge con la imprenta ya asentada, se encuentra el marqués de Santillana. Aunque ha pasado a la historia (estos son las contradicciones de los siglos) por sus letrillas sencillas de corte popular que, al parecer, compuso de mala gana, quiso destacarse como un creador docto. Esto es, en todo momento entiende la literatura como un medio para inculcar moral o una enseñanza vital más que una forma de entretenimiento o solaz.  

Biografía del marqués de Santillana

Nació en 1398, cuando la Edad Media con toda su cosmovisión estaba dando sus últimos coletazos, en Carrión de los Condes. Tuvo una esmerada educación ya que su padre fue Almirante de Castilla y muy pronto entró a formar parte de la corte de Juan II. Sin embargo, el marqués de Santillana no fue un hombre cien por cien del Renacimiento. Participó de la política de su tiempo repleta de tantas intrigas, guerras fratricidas y luchas cruentas que aún están poniendo en orden estos siglos los historiadores. Como era normal, no dudó en adherirse a un bando o en otro según la conveniencia. Parece que no lo fue mal, ya que acumuló títulos (conde del Real de Manzanares, señor de Hita y Buitrago sin corta el de marqués por el que ha pasado a la historia) y también riquezas a pesar de ser enemigo declarado de uno de los hombre más poderosos de Castilla: Álvaro de Luna. Participó de las últimas batallas que ganaron territorios del sur para la causa cristiana: Huelma y Jaén abanderando el ejército como capitán mayor. Los historiadores le atribuyen no solo una enemistad manifiesta contra Álvaro de Luna sino que además, con sus actos, maquinaciones y manipulaciones, contribuyó a su caída.

Su vasto patrimonio también quedó aumentando al casarse con una de las hijas del maestre de Santiago, Catalina Suárez de Figueroa. La boda fue en Salamanca en 1412. Tuvieron seis hijos que, en parte, han pasado a la historia ya que el primogénito fue el primer duque del Infantado (Diego Hurtado de Mendoza y Suárez de Figueroa) y el último, nacido en 1428, aparece en las crónicas como el Cardenal Mendoza. 

Con las riquezas acumuladas en tantas victorias (aparte de que provenía de familia noble) y buenos negocios se hizo con una notable biblioteca de libros medievales, tan bellos como escasos. No contento con esto, mandó traducir las obras clásicas al castellano rodeándose de especialistas, entendidos, filólogos y maestros a los que mantenía a la manera de Alfonso X el sabio, pero sin llegar a la importancia de la Escuela de Traductores de Toledo. Aunque recibió una educación esmerada, parece que desconocía el latín (al menos en profundidad) y el griego, aunque sí manejaba otras lenguas romances (francés e italiano). Entre los estantes de su famosa biblioteca estaban todas las obras de la literatura clásica que eran consideradas canónicas en su tiempo en ediciones limpias y bellamente encuadernadas. Por tanto, el marqués de Santillana no solo contribuyó a la historia de la literatura en castellano al crear sus propias obras sino también a un mecenazgo generoso que propició la conservación de buena parte de los textos de la filosofía o literatura griega y latina. Murió en Guadalajara en 1458.  

Estilo y carácter de las obras del marqués de Santillana

Era don Iñigo López de Mendoza un hombre recio, sereno, poco dado a la efusividad pasional. Tanto es así que los retratos anímicos que de él nos han llegado nos muestran un alma estoica que, si bien no renegaba de los deberes políticos y militares, se entretenía con las mieles culturales. Se conserva una carta en la que se le retrata como un ser impasible dedicado al estudio y a su biblioteca. El marqués de Santillana, contrariamente a otros nombres de la literatura medieval conocidos, como pudiera ser el Arcipreste de Hita, tenía claro que los libros, la cultura y la literatura debían estar al servicio, no del solaz o del entretenimiento, sino de la más alta educación. En este sentido, se jactaba de realizar una labor de un hombre docto que no se entretenía con poemas populares basados en el regodeo del hedonismo. Su seriedad llegó a renegar incluso de sus mejores serranillas, las mismas por las que ha pasado a la historia, en uno de esas carambolas que son frecuentes a lo largo de los siglos. Siguiendo este sentir con respecto a las letras, el marqués de Santillana dividía la literatura en:  

1.- Sublime, la perteneciente a las letras clásicas escritas en griego o latín sea cual fuera la temática (incluso lasciva de la que tanto renegaba el escritor). 

2.- Mediocre, que es la compuesta siguiendo los parámetros clásicos en lengua romance y en la que entraría lo mejor de la literatura italiana del Renacimiento. 

3.- Y, por último, tenemos la ínfima, por la que ha pasado a la historia de la literatura el marqués de Santillana. Dejemos hablar al poeta al respecto para entender mucho mejor su contradicción: 

 “Ínfimos son aquellos que sin ningúnt orden, regla ni cuento facen estos romances e catares de que la gente baxa e servil se alegran”. 

Como justificación a estas palabras, en la época se consideraba que la literatura tenía que tener un sentido didáctico y moralizante si se escogía la lengua romance. De lo contrario, entraría en el mismo saco que las jarchas mozárabes o los cantares de gesta de los que se han perdido prácticamente toda la producción. Al no considerarse dignos de traspasar las brumas del tiempo ni siquiera se tomó la molestia de ponerlos por escrito y, por tanto, se perdieron para siempre.  

Obras del marqués de Santillana

1.- Obras en prosa del marqués de Santillana 

En prosa solo nos ha llegado (siguiendo el celo que empleó en mantener una excelsa biblioteca y una obra literaria firmada no hay motivo para pensar que escribiera algo más) dos títulos. El primero lleva por nombre Carta Prohemio al Condestable don Pedro de Portugal donde aparecen datos tempranos de la historia y crítica de la literatura castellana. El marqués de Santillana, que no duda en expresar su ideología (que esa es la palabra que lo define) acerca de las letras, nos deja apuntes básicos sobre la creación de la época.  

La segunda obra en prosa del marqués de Santillana se encuentra bajo la lupa de la crítica literaria ya que hay quien niega su autoría. El título ya nos da algunas pistas: Refranes que dicen las viejas tras el fuego. En ella, la primera de este cariz en castellano, se recogen los dichos populares que circulaban en la época y se aparta de ese deseo de levantar un opus culto y docto que movió al escritor.  

2.- Obras en verso del marques de Santillana 

Muchísimo más abundante aunque haya pasado a la historia por un puñado de serranillas de tipo popular, puede dividirse en tres apartados. 

2.1.- Obras del marqués de Santillana en verso siguiendo la manera italiana 

La crítica ha propuesto que estos poemas fueron escritos al final de su vida ya que conoce de manera pormenorizada cómo se componían las primeras obras del Renacimiento. Y una cosa es saber cómo se hace y otra hacerlo. Porque nuestro poeta fuerza la rima y el verso con un resultado muy poco fluido. Estamos ante poemas repletos de símbolos, escritos en arte mayor y tono grandilocuente que se nos antojan forzados desde el principio hasta el final. En este apartado destacan: 

2.1.1. Comediata de Ponça, escrito tras la batalla homónima que perdió Alfonso V de Aragón. Sus protagonistas son la madre y las nueras del rey que relatan lo sucedido tras aparecerle toda la escena en sueños. 

2.1.2. Infierno de los enamorados, siguiendo una temática muy popular en la poesía trovadoresca. Tras un sueño, el poeta se despierta en una selva bucólica donde purgan sus pecados los grandes enamorados clásicos. 

2.1.3.- Coronaçión de Mossén Jordi que es, en esencia, un panegírico. 

2.1.4.- Defunssión de don Enrique de Villena escrito en 22 octavas en arte mayor con predominio de los mitos paganos que tanto había estudiado el marqués de Santillana a través de los libros que se hacía traer desde Italia. 

2.1.5.- Cuarenta y dos sonetos fechos al itálico modo de temática diversa y los primeros en nuestra lengua siguiendo esta estrofa que llega incluso a la poesía del siglo XXI.  También tacha la crítica estos versos de poco flexibles con una rima extraña que recuerda a la gallega. 

2.2. Obras del marques de Santillana en verso siguiendo la temática didáctico-moral  

2.2.1. Diálogo de Bías contra Fortuna. Recordemos que fue uno de los llamados siete sabios de Grecia y en la obra el poeta pone en boca del filósofo lo vano, fugaz, mundano y falaz a veces de la existencia humana. 

2.2.2. En Doctrinal de privados se despacha a gusto contra don Álvaro de Luna. La crítica ha encontrado en estas 52 coplas una fuerza expresiva única que se explica, en parte, porque esta diatriba, con toda probabilidad, le salió del alma al resbalarse por el odio que mantuvo abiertamente contra el personaje.  

2.2.3.  Proverbios de gloriosa doctrina e fructuosa enseñanza dirigidos al príncipe don Enrique. Está compuesto en cien estrofas de pie quebrado. 

2.3. Obras en verso del marqués de Santillana siguiendo la estética popular

Y curiosamente son las mejores y por las que ha pasado a la historia. Que un autor tan sesudo y tan preocupado por no caer en las letras que regocija a las gentes sencillas haya llegado a los libros por aquello que combatió no deja de ser triste incluso. Aquí se engloban:  

2.3.1. Canciones y deçires. Son únicamente 19 de temática variada pero centradas en el amor cortés de línea platónica siguiendo los fundamentos de la poesía trovadoresca. 

2.3.2. Serranillas que están entre lo mejor del genero de la historia de la literatura española. En esto puñado de versos el marqués de Santillana logra cotas antes (y después) difícilmente superadas. Las protagonistas, contrariamente al trato dado por otros poetas, son presentadas (excepto en las primeras) como verdaderas damas y no como jóvenes agrestes, rudas y maleducadas. El paisaje, así como las protagonistas y el amor que se manifiesta, están estilizados y presentados de forma bucólica como si de un cuadro se tratara. 

No obstante, el marqués de Santillana, a pesar de presentar sentimientos elevados y platonizados, no olvida el realismo que es propio de la literatura castellana. Otra cosa es que estén limadas las crudezas y que todo esté dibujado en un ambiente gentil propio de los caballeros nobles. Y para muestra un botón:  

Asy concluimos

el nuestro processo

sin fazer excesso, 

e nos avenimos.

E fueron las flores

de cabe Espinama

los encubridores. 

Aún nos encontramos dos poemas más en la obra del marqués de Santillana. Se trata de dos composiciones dedicadas a sus hijas. En ellas se canta la belleza de las damas y la crítica lo pone en relación con las serranillas porque están en esta línea.  

Sospirando yva la niña, 

e non por mí,

que yo bien se lo entendí. 

Y de este tenor son los versos que se siguen leyendo en el siglo XXI del marqués de Santillana a pesar de que, en vida, se empeñó en temas mucho más sesudos y siguiendo un estilo menos fresco. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

Concluido con toda probabilidad en 1335,  El Conde Lucanor de don Juan Manuel, también conocido como Libro de Patronio, es, quizás, la obra más importante en prosa de toda la literatura medieval en castellano y, a la par, cierra un modo de enfrentarse a las letras y al arte.  

Acercamiento a Don Juan Manuel, autor de El Conde Lucanor o Libro de Patronio 

De la gran mayoría de los autores de la Edad Media poco o nada conocemos (apenas algunos nombres y fechas muy amplias) ya que, en la época, el anonimato, como forma de entrega del trabajo a Dios, era la norma. Sin embargo, de don Juan Manuel sabemos que nació en 1282, nieto del rey Fernando el Santo, conquistador de Sevilla, y sobrino del gran intelectual de la época,Alfonso X el Sabio. Perteneciente a la alta aristocracia, recibió una educación esmerada en latín, filosofía e historia amén de formación militar como correspondía a su estatus de la más alta nobleza. Además, con don Juan Manuel se rompe todos los parámetros y diferencias del mester de juglaría y del mester de clerecía. Con él la literatura evoluciona por otros derroteros mientras se va poniendo fin a un época oscura cuya cultura estaba atrapada entre los muros de los monasterios. La única luz para el pueblo llano (y gran parte de la nobleza) eran esos cantares de gesta que, de villa en villa y de camino en camino, llevaban los artistas callejeros del mester de juglaría

No obstante, don Juan Manuel, aún produciendo literatura de la denominada culta, no pertenece al mester de clerecía. Con él comienza la gran prosa en castellano a la par que, contrariamente a lo que se hacía en la época, levanta de manera consciente y cuidada toda una obra heterogénea. No es de extrañar sabiendo que fue uno de los nobles más poderosos de su época en el plano político, que acumuló títulos (Príncipe de Viana, señor de Murcia, de Villena o de Alarcón entre otros), tierras y riquezas. Fundó el monasterio de Peñafiel a su costa y allí se retiró cuando pudo abandonar las armas. En este emplazamiento, con toda probabilidad, escribió el Libro de Patronio o Conde Lucanor. 

Se casó tres veces y tuvo siete hijos, dos de ellos extramatrimoniales. La fecha de su muerte es inexacta, pero se postula el año 1349 como la más correcta. Llevó, por tanto, una vida larga y próspera que la aprovechó ampliamente. 

Otras obras de Don Juan Manuel más allá de El Conde Lucanor 

Una de las características de la literatura medieval en castellano es su carácter oral y lo poco escrito que nos ha llegado. Tanto es así que son habas contadas los títulos literarios de la época que han sobrepasado las brumas del tiempo. Si del Cantar del Mío Cid aún no estamos de acuerdo si ese Pere Abat que lo firma, es copista o creador, del mester de clerecía apenas nos han llegado un puñado de versos y, eso sí, dos grandes obras: Los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo y el Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita. Sin embargo, don Juan Manuel, como señor poderoso que era y, probablemente, con la autoestima muy alta se diferencia de estos, ya que puso especial celo en el cuidado filológico y la transmisión de su obra para la posteridad. Del autor tenemos las siguientes obras: 

1.- Libro de los cantares o de las Cantigas, perdido en un incendio en monasterio de Peñafiel donde dejó depositada el total de su obra redactada de su de puño y letra. 

2.- El Libro de la caza. 

3.- La crónica abreviada.

4.- Libro de los castigos o consejos que fizo don Johan Manuel para su fijo

5.- Libro de las armas

6.- Un tratado religioso

7.- Crónica cumplida cuya autoría es discutida. 

8.- De las reglas de como se debe trovar, el cual también se ha perdido. 

9.- Libro del caballero et del escudero. 

10.- Libro de los Estados. 

11.- El Conde Lucanor o Libro de Patronio, la obra por la que ha pasado al canon literario en español. 

Características estilísticas de la obra de Don Juan Manuel  

De él se ha dicho que es “el primer escritor castellano preocupado por la posteridad y por la conservación y transmisión de sus escritos”. Por eso, nos han llegado prácticamente todas sus obras y estas, además, se han conservado en manuscritos limpios, corregidos y sin los fallos de copiado propios de la época.  De hecho, podemos disfrutar de algunas cartas en las que el autor manifiesta su prurito por la limpieza (literaria y caligráfica) de su obra y se presta a enviarla manuscrita correctamente y depurada al máximo desde el punto de vista del lenguaje. Don Juan Manuel, y es una de las primeras características de su obra, presta, por tanto, especial atención al idioma castellano que se estaba aún formando delimitando los vocablos y adaptando un lenguaje sencillo, claro y libre de cualquier artificio.  

Este perfeccionamiento tenía una finalidad y era que sus escritos llegaran a un público lo más amplio posible y que fuera aprovechada desde el punto de vista educativo por un amplio número de personas. Esto es, y aquí llega otra de las características de la obra de don Juan Manuel, su intención (a la par que literaria) fue siempre divulgativa. No es una obra creada para el regocijo u ocio sino, más bien, para el aprendizaje moral, filosófico o político. El hecho de que se presente en forma de cuentos o relatos cortos está supeditada, por tanto, a ese fin. Era, además, consciente de que los textos tenían que ser amenos, lejos de los tratados sesudos del mester de clerecía o de la filosofía clásica que se habían quedado recluidos cada vez más en las bibliotecas monacales. 

Por otro lado, tira del refranero popular, de los dichos o proverbios comunes entre las gentes sencillas de la época. Todo ello, recordemos, siempre está supeditado a un fin: a las enseñanzas en el plano moral o cívico. La moraleja, el ejemplo, el modelo a imitar, está presente no solo en El Conde Lucanor o Libro de Patronio sino en otras de sus obras.  

Guía de lectura básica de El Conde Lucanor o Libro de Patronio

1.- El Conde Lucanor es una colección de cuentos distintos unidos por una estructura simple 

Está compuesto por cincuenta relatos en prosa castellana en los que, de una manera sencilla y amena, se dan respuestas a distintos problemas tanto vitales o personales como políticos o sociales. Para ello se utilizan moralejas o ejemplos que fueron comunes en la época. Pocos o ninguno son originales y proceden de la tradición oral latina, francesa o, incluso, árabe. 

La estructura de la obra es siempre la misma. El Conde Lucanor (protagonista y a quien están dirigidas las enseñanzas de la obra) plantea una pregunta a su mentor o maestro y este responde a la problemática (en el plano vital, de amistad, de política o social) con una narración literaria. De aquí se saca una enseñanza que queda resumida al final del relato.  

2.- Una de las características básicas de El Conde Lucanor o Libro de Patronio es el influjo oriental 

Aunque en la época el concepto de autoridad era preeminente en cualquier tipo de escrito (ya fuera histórico, filosófico o literario) Don Juan Manuel escribe esta colección de cuentos como si no hubiera habido nada más antes y como si todo fuera de su invención. Y nada está más lejos de la realidad, ya que la crítica ha encontrado en ellos, en primera instancia, ecos de la tradición árabe. Es más, se han encontrado que algunos de estos relatos o ejemplos se encuentran en el Calila e Dimna o en el Barlaam y Josafat. España, en la época (aunque por poco tiempo más), aún seguía siendo la tierra de las tres culturas y todos esos relatos eran conocidos no solo por la Escuela de Traductores de Toledo sino también de forma oral.   

Américo Castro ha apuntado que igualmente procede de la tradición árabe el concepto de que a Dios se le puede servir de muchas maneras y no solo dedicando la existencia a la contemplación. No olvidemos que don Juan Manuel fue un hombre de acción (en lo militar, político y también en lo personal) y esa cosmovisión individual no chocaba con su sincera religiosidad. Su obra, de alguna manera u otra, por tanto, a pesar de esa apelación al yo más humano, es una forma de entrega a Dios, de aportar algo bueno a la sociedad que pudiera complacer a la divinidad. Y, por último, el formato de distintos cuentos con historias variadas unidos por un hilo conductor común también se remonta a la tradición árabe cuyo máximo exponente en esta línea narrativa es, recordemos, Las mil y una noches.  

3.- El Conde Lucanor o Libro de Patronio de Don Juan Manuel es una obra austera en todos los sentidos

Lejos queda el regocijo de algunos cantares de gesta, de las pequeñas jarchas que cantan las penas de amor que nos han llegado, del original Libro de Buen Amor… En la obra no hay erotismo ni placer carnal. Todo en ella está vertebrado para, de manera amena, introducir al lector en las grandes virtudes del alma y en los recovecos de los caminos de la dignidad vital como única manera de llevar una existencia plena. Esto no quita que en algunos relatos encontremos consejos prácticos o excesivamente profanos. Porque, en El Conde Lucanor, como buen político que fue don Juan Manuel, se aconseja la cautela, el silencio astuto o directamente el disimulo. Tanto es así que críticos hay que han puesto el Libro de Patronio como antecedente directo de El Príncipe de Maquiavelo. 

4.- Algunos cuentos de El Conde Lucanor o Libro de Patronio sirvieron para obras posteriores

Una obra que lleva siglos en el canon no podía dejar de influir (ya sea en estilo como en temática) en la literatura posterior. Así se han encontrado que ciertas narraciones o aspectos que transforman la narrativa anterior se encuentran en la posterior. El relato del “mancebo que se casó con una mujer muy brava” sirve de hipotexto a La fierecilla domada de Shakespeare. El cuento del pobre que comía altramuces se encuentra en La vida es sueño de Calderón. Y, por poner otro caso, Cervantes en su El retablo de las maravillas coge toda la trama del paño mágico que sirvió para engañar un rey. 

En definitiva, El Conde Lucanor o Libro de Patronio es la primera gran obra de la literatura en prosa en castellano. Como es común en la literatura medieval en romance está escrito de una forma sobria, sencilla, sin obviar todos los parámetros sociales y culturales de la época. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

 

Es Don Juan Manuel, Príncipe de Villena, nieto del rey Fernando I el Santo y sobrino de Alfonso X el Sabio, el más importante prosista de la literatura medieval en castellano. Hombre acaudalado, con poder político o social y cultivado en extremo, levantó conscientemente una obra literaria y divulgativa que aún perdura siglos después. Don Juan Manuel ya no representa a esa aristocracia tan ruda que apenas podía poner una letra tras otra y que contribuyó a que la cultura se quedará enclaustrada entre los muros de los monasterios. Él es cultivado, instruido y, además, con consciencia sobre su labor en post de una lengua, el castellano, que comenzaba a afianzarse de forma literaria. 

Biografía de Don Juan Manuel, el autor de El Conde Lucanor o Libro de Patronio  

Al contrario de lo que sucede con los otros dos grandes autores conocidos de la literatura medieval en castellano (Gonzalo de Berceo y el Arcipreste de Hita) del infante sí conocemos detalles y pormenores de su biografía. Nació en Escalona en 1282 en el seno de la alta aristocracia, nieto (Fernando I el Santo) y sobrino de reyes (Alfonso X el Sabio), tuvo una educación esmerada a todos los niveles. No solo conocía la filosofía, la historia o el latín sino que también fue instruido para puestos políticos de primer nivel. Todo ello se transparenta en su obra, la cual más de un crítico la considera como uno de los sustratos influyentes de El Príncipe de Maquiavelo. 

Hombre de profundas convicciones religiosas luchó activamente en guerras contra musulmanes y cristianos. Este hecho haría mella en su espíritu en forma de un sincero arrepentimiento (al haber contribuido al derramamiento de sangre que formaba parte del día a día de la Edad Media). Al título de Príncipe de Villena, se le suma el de Adelantado del Reino de Murcia, señor de Alarcón, Elche, Escalona, Peñafiel entre otros. Fue por su situación política, cultural y riquezas materiales uno de los más poderosos de su época. Se casó tres veces y tuvo siete hijos (dos de ellos fuera del matrimonio) que llevaron el apellido Manuel de Villena por las cortes del sur europeo al vincularse con otras casas reales o miembros de la más alta y rica aristocracia.  

Fundó el Monasterio de Peñafiel con frailes predicadores, algo normal entre la élite noble de la época, donde se retiró cuando le empezaron a fallar las fuerzas para la guerra o la política. Fue aquí donde, probablemente, escribió su obra cumbre El Conde Lucanor o Libro de Patronio. No se sabe con exactitud la fecha de su muerte que se considera entre 1348 y 1349 en Córdoba. Esto es, llegó a cumplir los ochenta años, algo también insólito en la época. Sus restos reposan en el citado monasterio.  

Obras de Don Juan Manuel en prosa y en verso

Don Juan Manuel fue uno de los primeros autores de la Edad Media en castellano que tuvo celo por conservar su obra intacta con un afán que podríamos calificar filológico. Con él, además, se dinamitan las diferencias entre el mester de juglaría y el mester de clerecía que había copado las letras desde, prácticamente, el siglo VIII, cuando el castellano había evolucionado tanto desde el latín que ya es una lengua distinta. Aunque escribió algunas cantigas en verso, la mayoría de su producción literaria es en prosa con un estilo limpio, pulido y cuidando cada detalle. Críticos hay que indican que esto fue de tal manera que la autoestima de Don Juan Manuel lo convenció de que sus textos sobrepasarían las brumas del tiempo. En un época de artistas anónimos, de nuestro autor nos han llegado 11 títulos. Aparte de El Conde Lucanor o Libro de Patronio escribió:  

1.- Libro de los Cantares o de las Cantigas que no ha llegado hasta nosotros porque los códices originales que con tanto celo dejó (para que no hubiera ninguna duda de la redacción) en el Monasterio de Peñafiel se perdió en un incendio. 

2.- El Libro de la Caza, considerado una obra menor. 

3.- La Crónica Abreviada, realizada a modo de resumen de la Crónica de su tío Alfonso X el Sabio. 

4.- El Libro de los castigos o consejos que hizo don Johan Manuel para su fijo. Se conoce también con un título más coro: Libro Indefinido. Está compuesto por una serie de cartas donde van dando pautas de comportamiento para todo tipo de circunstancias,  especialmente para la práctica política. 

5.- El Libro de las Armas es una obra autobiográfica de carácter laudatoria donde se van exponiendo todas la virtudes de un clan familiar cuyo árbol genealógico luce varios reyes y gran parte de la aristocracia del siglo XIV. Esta exposición se realiza explicando los distintos elementos que aparecen en los escudos familiares. 

6.- Tractado con temática religiosa centrado en el dogma de María. 

7.- Crónica cumplida, cuya atribución aún no está aceptada. 

8.- De las reglas de como se debe trovar que también se ha perdido. 

9.- Libro del Caballero et del Escudero. Es un tratado sobre la caballería entendida con espíritu guerrero pero también político y religioso. Está escrita a la manera de El Conde Lucanor en el que el protagonista es un anciano sabio ya retirado que da consejos morales y didácticos a un joven escudero. 

10.- Libro de los Estados deja a un lado el didactismo para adentrarse de lleno en la literatura, en la ficción, sin perder ese carácter. En él se narra los avatares de un maestro (de nombre Turín) que debe ocultar la muerte a un príncipe. Como esto es harto difícil y el pupilo, de forma brutal, es consciente de este final, el anciano, junto con un sabio cristiano, lo adentran en los misterios cristianos del más allá.  

 

El Conde Lucanor o Libro de Patronio, la obra cumbre de Don Juan Manuel 

Forma parte del canon actual y no hay visos de que vaya a desaparecer. Está compuesta por cincuenta cuentos cortos distintos y sin conexión temática entre sí más allá de una estructura formal (en el plano lingüístico) determinada y fija. En ellos aparecen fábulas, moralejas, ejemplos… y todo está encaminado a dar una lección o enseñanza al Conde Lucanor que siempre pregunta por una problemática y este responde con una narración a modo de ilustración del asunto a tratar.  

Los hipotextos tienen origen diverso. Se han encontrado fuentes francesas, orientales, de Esopo…Todos ellos han sido seleccionados cuidadosamente para dar un ejemplo que sirva para la vida cotidiana, especialmente para los poderosos o con cargos políticos. En ellos no hay nada que se salga de la austeridad castellana siempre en lucha constante con los peligros de los instintos carnales y los pecados. 

Es una obra que no se queda aquí, quieta en el tiempo, ya que varios de sus personajes o tramas se encuentran en obras posteriores de literaturas diversas. Calderón, por poner un par de nombres de las letras españolas, recoge uno de estos apólogos para La vida es sueño. Mientras que Cervantes se vale para El retablo de las maravillas el engaño sufrido por el rey por parte de los burgueses. Shakespeare se basa en otro para La fierecilla domada

Estilo de la obra de Juan Manuel, el autor de los relatos El Conde Lucanor o Libro de Patronio 

Resumiendo mucho, el carácter de este corpus literario se puede sintetizar en lo siguiente:  

1.- Es un autor preocupado por el legado de su obra y no solo por la conservación (cuando los libros medievales no solo eran difíciles de realizar) sino también por dejar una versión filológicamente limpia y pulida. Por eso donó códices de su puño y letra  al Monasterio de Peñafiel, aunque el destino lo trató mal al incendiar esta biblioteca. Los textos escritos que se conservan de su obra se deben, por tanto, a copistas posteriores que, en algún caso, no pusieron tanto celo en la reproducción como nuestro autor.  

“Que si fallaran algunas palabras mal puesta, que non pongan la culpa a él fasta que vean el libro mismo que don Johan hizo, que es enmendado en muchos logares de su letra”.  

2.- Relacionado con lo anterior, Don Juan Manuel sometió toda su obra a ediciones intensas en un afán por un perfeccionamiento imposible en literatura. Sabedor de la importancia de las palabras y de utilizar el castellano para hacerse entender, escoge minuciosa y cuidadosamente cada vocablo. Las frases son limpias, sin adornos, sin concesión a los tropos. En este orden de cosas, es consciente de que el castellano, a veces, se mezcla con el latín y su afán era diferenciar ambas lenguas. 

3.- Aunque realizó literatura, la finalidad de su obra era moral o didáctica. Si utilizó fábulas, cuentos o ejemplos fue para hacerla más amena y acorde a los gustos de un público más amplio. 

4.- Algún crítico ha expuesto que la alta autoestima que se tenía Don Juan Manuel lo aleja del principio de autoridad que es una de las principales características de la literatura medieval. En ningún momento reconoce fuentes o hipotextos. Los libros aparecen como si no hubiera habido nada en literatura antes que él. 

5.- Sin embargo, no ha podido confundir a los investigadores que han llegado después. Hay críticos que ven influencia oriental y no solo de la cultura árabe (con una población amplia que aún vivía en la Península Ibérica) sino que estos llegan de más lejos, de Japón incluso. Con toda probabilidad, estos relatos desembarcaron en España a través de la labor de copia y traducción de la Escuela de Toledo. Así, en su obra se encuentra sustrato del Calila e Dimna,  o del   Barlaam y Josafat… Anotamos que el hecho de estructurar sus libros mediante pequeñas historias distintas con un nexo en común pertenece a la tradición árabe, un aspecto que llega, incluso, a Las mil y una noches 

6.- Las frases son sencillas sin subordinaciones más de ese “et” (y) que se repite tan constantemente aportando un ritmo especial a una prosa fresca, ligera y pulida al máximo. 

Don Juan Manuel, el autor de uno de los clásicos de la literatura de la Edad Media, El Conde Lucanor o Libro de Patronio, es, en definitiva, uno de los escritores más complejos y, a la par, consciente de su labor. Atrás queda el entretenimiento de los cantares de gesta e, incluso, la sobria religiosidad del mester de clerecía. Él es el primer autor en prosa castellana. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

Escrito a principios del siglo XIV, El Libro de Buen Amor de Juan Ruiz, Arcipreste de Hita es una de las primeras obras fundamentales de la literatura en castellano.  

 

De su importancia da cuenta el hecho de que nos haya llegado tres manuscritos distintos cuando en la época solo se ponía blanco sobre negro textos religiosos, filosóficos, didácticos o considerados imprescindibles. Desgraciadamente, la creación artística no entraba en esta categoría. Por eso, se ha perdido la mayoría de las obras y son habas contadas los títulos que han llegado hasta nosotros: El Cantar del Mío Cid, cenit de los cantares de gesta, los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo, ejemplo de mester de clerecía, El Conde Lucanor de Don Juan Manuel, un puñado de jarchas o la recopilación de cantigas realizadas por el rey Alfonso X el Sabio. Todo lo demás es oscuridad. Sin embargo, la luz es posible con el Libro de Buen Amor  de Juan Ruiz Arcipreste de Hita. De él nos han llegado tres códices manuscritos distintos. El más completo es el denominado de Salamanca. Tenemos también el de Gayoso y el de Toledo que solo recogen parte de la obra. Son suficientes para apreciarla en toda su belleza y contradicción. 

¿Quién fue el autor de El Libro de Buen Amor? Acercamiento a Juan Ruiz, Arcipreste de Hita 

Si pocas obras no han llegado de la época, menos son los nombres que han perdurado. Los autores de la literatura medieval se escudaban en el anonimato, simplemente movidos por un deseo de dejar el ego a un lado. Tanto el trabajo de creación como el de compilación, traducción o copia se hacía de manera anónima. Sin embargo, el autor de El Libro de Buen Amor, nos deja su nombre, unas cuantas líneas sobre su vida e, incluso, una burda descripción que a buena parte de la crítica se le antoja jocosa. Quizás fuera consciente de su talento y no quiso dejar a las brumas del tiempo una obra tan original y única como fue en la época (y lo sigue siendo). 

Hay unanimidad en situar la fecha de nacimiento de Juan Ruiz a finales del siglo XIII y dejó este mundo antes de 1351 ya que la archidiócesis de Hita estaba ocupada por otro clérigo en esa fecha. Según sus palabras, era natural de Alcalá de Henares y, con toda probabilidad cursó estudios en Toledo, donde estuvo bajo las órdenes del Cardenal Gil de Albornoz. Según se desprende de la copia conservada en Salamanca, Juan Ruiz sufrió cárcel, aunque la crítica no se ha puesto de acuerdo en la naturaleza de la misma. Si fue presidio físico o convencional o un exilio forzado, no lo podemos saber con los datos actuales.  

Hombre culto, viajó a Roma y a Aviñón junto con el citado cardenal Gil de Albornoz. Para los parámetros de la época puede catalogarse, incluso, de cosmopolita. En El Libro de Buen Amor reconoció parte de su carácter, el mismo que se regocijaba con la cultura popular, con los poemas del mester de juglaría, con la vida de la calle o las tabernas… Y también nos dice que él mismo compuso obras de esta índole, tantas que podían llenarse diez pliegos. De ellas nada nos ha llegado.  

Características generales de El Libro de Buen Amor 

Sea como fuere, solo nos ha sido legado este gran ejemplo de la literatura en castellano escrito de manera autobiográfica. En él se recogen una serie de narraciones en verso que nos van mostrando el mal amor mundano frente al buen amor divino. Al menos, en principio, porque la obra, como anoto más adelante, es contradictoria. Estas aventuras en las que el autor es el protagonista están encaminadas siempre a la conquista de alguna dama con la ayuda de una vieja alcahueta de nombre Trotaconventos, en la base de La Celestina. Todas estas andanzas terminan mal para el protagonista que no logra su objetivo las más de las veces. Cuando lo consigue la historia termina en tragedia y muerte de los protagonistas. Dicho así pudiera parecer una obra moralista y didáctica al estilo de los ejemplos medievales pero El Libro de Buen Amor está plagado de un humor pícaro, de una sutileza erótica y de una sensualidad que, a veces, roza lo pornográfico. Esto es, se sale de los parámetros y dictados impuestos por el  mester de clerecía

Entre estas aventuras nos encontramos coplillas, cantares o loores a la Virgen María la cual es reverenciada como la figura de amor supremo. Por si fuera poco todo esto, El Libro de Buen Amor, no sigue los dictados puros de la cuaderna vía. Aunque la gran mayoría de sus versos son alejandrinos, también nos encontramos con ejemplos de dieciséis sílabas divididos en un hemistiquio central de 8 + 8. No son errores del copista o del creador. Estos se utilizan para organizar varias voces o narrativas. Nos adentramos, así,  en una suerte de pre-teatro en el que cada uno de los protagonistas hace valer sus razones y estas se diferencian de forma estilística incluso.  La obra, además, es tan heterodoxa tanto en su concepción, temática o lingüística que sigue dando alegrías a los investigadores bien entrado el siglo XXI.  

Características general de El Libro de Buen Amor

1.- La temática y la intencionalidad 

La temática, como se ha anotado anteriormente, versa en la contraposición del buen amor (divino) al mal amor (profano, lujurioso o pasional). A pesar de que esta es la intención del autor (y así lo expresa), nos damos de bruces con una realidad literaria bien distinta. Y sucede esto porque la obra es irónica, de una suspicaz picardía, de una descripción detallada y certera de actos, tipos psicológicos o físicos que se hace difícil aceptar que ese conocimiento fuera meramente teórico por parte de su autor. Aunque así fuera, la narración no es expresamente didáctica (aunque se manifieste ese acierto en dar calabazas siempre al autor) y, a veces, se entretiene en un juego sutil (o no tanto) que pone de manifiesto la intención de su creador por la diversión y el disfrute de lo allí narrado. 

Por si esto no fuera suficiente, El Libro de Buen Amor tiene pasajes claramente críticos con algunas costumbres de su época. Es irónico con la élite eclesiástica tan dada a la hipocresía, a la par que se transparenta una no oculta misogenia (un mal que se ha extendido por siglos). En ella se mezclan cantos de arrobo místico dirigidos a la Virgen María con coplas populares subidas de tono, a la par que se describen de forma obscena a veces todos los pormenores de una pasión que se queda siempre en lo meramente carnal. Por eso, los estudiosos se dividen (en bandos enfrentados casi) entre los que opinan que Juan Ruiz se entretiene y solaza con la sensualidad y las pasiones de la carne contra los que lo tachan de moralista. Con certeza no es ni una cosa ni la otra. Es una obra compleja, heterodoxa y contradictoria. Y aquí reside parte de su grandeza.  

2.- En El Libro de Buen Amor se dinamitan las distinciones entre mester de clerecía y mester de juglaría 

Durante toda la Edad Media ambos menesteres estaban divididos. El mester de juglaría entretenía al pueblo con sus cantares de gesta a través de los sencillos romances. Por su parte, el de clerecía, utilizando la cuaderna vía, creaba una literatura culta alrededor de asuntos religiosos. Ni que decir tiene que las diferencias entre el mester de juglaría y el mester de clerecía no acaban aquí, pero sí había como una línea roja entre lo popular y lo culto que no se traspasaba. Sin embargo, el Arcipreste de Hita también se atreve con esto y, a pesar de que pertenece al mester de clerecía por estilo, uso de los metros y cultura, hace una obra del gusto del de juglaría, del pueblo, de las gentes de la calle con quien, al parecer, gustaba de mezclarse. 

Todo eso, hace aún más rica la obra, escrita, como he anotado, en una cuaderna vía que ya no es pura porque utiliza versos de dieciséis sílabas pero cuyos temas están muy lejos de los tratados en la literatura medieval culta. Tampoco está muy claro que la intencionalidad del autor fuera dejar su creación para su lectura privada (más o menos, que los libros eran bienes escasos). Y más bien entendemos que su intención era que fuera cantada por los juglares y que sirviera de diversión (o advertencia) a las gentes sencillas e incultas de la época.  

3.- El Libro de Buen Amor es una mezcla de estilos y fuentes 

No hay nada ortodoxo en la obra ya que todo en ella es una amalgama de estilos, narraciones y metros. Sin embargo, el conjunto rezuma unidad y armonía más allá de ese autor autobiográfico que va desgranando sus hazañas. En ella se combinan la ironía o la picardía más mundana con bellos poemas a la Virgen mientras su autor se entretiene en poner en evidencia todos los males de la época. Por El Libro de Buen Amor, en una suerte de Comedia Humana, aparecen todos los tipos de la sociedad medieval, desde la señora rica y estirada hasta la serrana hombruna e inculta. 

Otro aspecto que hace las delicias de los investigadores es el asunto de las fuentes. Una de las características de la literatura medieval es que no es original tal como lo entendemos hoy en día. Todos los textos se basan o son traducciones, glosas o interpretaciones de otros anteriores. En El Libro de Buen Amor, aunque se encuentran retazos de Ovidio y de otros autores de la literatura clásica nos topamos con pasajes plenamente originales o inventados. En el siglo XIV esto era una novedad casi. 

 

Análisis estilístico básico de El Libro de Buen Amor  

Resumiendo mucho anoto lo siguiente:  

1.- El personaje de Trotaconventos es la base para toda la pléyade de alcahuetas que vendrán más tarde, La Celestina incluida. Está descrita con acierto tanto en lo psicológico como en lo físico. 

2.- En la obra se encuentran elementos del nuevo paganismo que ya iba impregnando la sociedad del siglo XIV. Esto no quita para que se encuentren pasajes de una profunda y creíble religiosidad.  

3.- En el libro se describe de forma desvergonzada las artimañas del varón a la hora de conquistar a las damas, las cuales se zafan de estos embustes para, según el autor, el bien de ellas mismas. Críticos hay que han puesto en relación la obra con la literatura árabe en la línea de El Collar de la Paloma. 

4.- En El Libro de Buen Amor nos encontramos retazos de fábulas, ejemplos, coplillas y sátiras. A pesar de esta amalgama, todo apunta a que la obra estaba diseñada para ser cantada por un juglar con el fin de divertir a las gentes sencillas. 

5.- No hay alegoría ni mención al otro lado de las cosas, sea este religioso o meramente anímico. Todo en la obra se centra en el aquí y el ahora, en la vida terrenal cortada únicamente por la muerte, la cual el autor teme y huye llorando a los que caen en ella.  

6.- El poema tiene 1709 estrofas siguiendo la cuaderna vía aunque hemos anotados que algunos versos son irregulares.  

7.- Goza de un castellano sencillo, vital, fresco y, a la vez, complejo y rico tanto en vocabulario como en la sintaxis.  

8.- Llama la atención el uso de diminutivos que aportan cercanía a las andanzas de los personajes.  

9.- Toda la obra está vehiculada por un fino humor satírico a veces, picante otras, pero siempre acertado, brillante, original y único. 

10.- A pesar de su lenguaje culto y rico, la obra está plagada de dichos populares, refranes y frases realistas del pueblo llano. 

11.- Aunque es un largo poema, no responde a la narración pura y dura. Se alterna con acertadas descripciones de tipos y también con un diálogo que adelanta el teatro. Este está tan bien concebido que, incluso, se hace uso de la diferencia métrica para distinguir las distintas voces.  

En definitiva, El Libro de Buen Amor es una obra heterodoxa, original, brillante e, incluso, irrepetible en el canon literario español. Ha traspasado los muros del tiempo llegando incólume al siglo XXI donde es objeto de adaptaciones teatrales, cinematográficas y sigue siendo favorita de los estudiosos. A ello contribuye todas estas notas chocantes en apariencia que hacen muy difícil su encasillamiento literario. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

Gran fama y aceptación tuvo que cosechar Juan Ruiz  Arcipreste de Hita en su época y en las décadas posteriores. Y todo ello a tenor de algo tan baladí como que nos ha llegado un nombre y hasta una condición cuando los autores de la Edad Media (excepto habas contadas, tal cual pudiera ser Gonzalo de Berceo, Don Juan Manuel o Alfonso X el Sabio) se escudaban en el anonimato como una forma de alejarse de la soberbia y seguir los dictados de Dios. Sin embargo, este clérigo jocoso y vitalista no tuvo ningún empacho en firmar una obra original y única que hace saltar por los aires las diferencias entre el mester de juglaría y el mester de clerecía en el que se encajonaba a rajatabla la literatura medieval en castellano. Sin ánimo de sentar cátedra y hasta que la crítica especializada no diga lo contrario, El Libro de Buen Amor es la primera obra literaria cien por cien original en la incipiente lengua española (estamos en el siglo XIV recordemos).

Biografía de Juan Ruiz Arcipreste de Hita 

Estamos en el siglo XIV y la Edad Media comienza a dar sus últimos coletazos. Aún así, perdura toda la cosmovisión de antaño en lo cultural, artístico y religioso. Sin embargo, tímidamente en los reinos cristianos de España comienza a vislumbrarse algunos cambios. La burguesía va creciendo, aunque no con el empuje de otros países europeos. Aquí es más pobre y no tan culta. Dicho esto, es burguesía con su forma de entender la vida, el comercio, las relaciones sociales y el entretenimiento. Paralelamente, surgen las pequeñas ciudades y centros de estudios desligados de los monasterios. 

En este ambiente, nace Juan Ruiz, supuestamente en Alcalá de Henares a finales de siglo XIII. Poco o casi nada se sabe de su vida y hay que poner en cuarentena esa leyenda que lo hace descender de un aristócrata preso del rey moro de Granada. Sí es aceptado que estudió en Toledo, cuna de las tres culturas, donde el Rey Sabio apadrinó la Escuela de Traductores. Allí estuvo bajo las órdenes directas del arzobispo de Toledo, el Cardenal Gil de Albornoz, lo cual ya nos da una idea de su vasta cultura, la misma que se transparenta (a pesar de su estilo desenfadado) en su única obra conservada: El Libro de Buen Amor. Con este purpurado viajó a Aviñón y a Roma, lo cual lo convierte en una persona cosmopolita para los parámetros de la época. Fue Arcipreste de Hita, una pueblo (hoy prácticamente abandonado) al norte de la provincia de Guadalajara. 

La prisión en la biografía del Arcipreste de Hita

Aparte de su condición eclesiástica, de la zona donde se movió y de una burda descripción que hace de sí mismo auto retratándose como gordo y peludo (en vistas de su ironía también hay que ponerlo en cuarentena), poco más se sabe de su vida. Se reduce a lo aquí expuesto y a una supuesta prisión en la que fue recluido y que aprovechó para escribir la obra con la que ha pasado a la posteridad. Sin embargo, al contrario que sucedió con Fray Luis de León o San Juan de la Cruz, que sí fueron encarcelados y torturados duramente, la del Arcipreste de Hita no está clara que fuera una prisión física. Y críticos hay que aluden más bien a una cárcel espiritual, a un exilio obligado o retiro forzoso debido a una caída en desgracia. Los que afirman lo contrario se basan en las líneas finales del manuscrito de El Libro de Buen Amor conservado en Salamanca. Allí el copista (Alfonso de Paradinas) nos dice:  

“Éste es el libro del Arcipreste de Hita, el qual compuso seyendo preso por mandado del Cardenal don Gil, Arçobispo de Toledo”.  

No se sabe la fecha de su muerte que debió ser anterior a 1351, ya que el arciprestazgo de Hita estaba bajo otra dirección en ese año. 

Las obras del Arcipreste de Hita 

Uno de los problemas a la hora de conocer la literatura medieval estriba en los pocos textos escritos que nos han llegado. Los cantares de gesta que tanto gustaban al público se transmitían oralmente y no fueron recogidos blanco sobre negro por considerarlos meros entretenimientos sin importancia. Un tanto de lo mismo sucede con la producción del mester de clerecía, género literario del que también nos han llegado habas contadas: Los Milagros de Nuestra Señora de Berceo o el Conde Lucanor de don Juan Manuel. Casi todo lo demás se ha perdido en la bruma del tiempo. Dicho esto: ¿escribió algo más Juan Ruiz, Arcipreste de Hita aparte de su gran obra El Libro de Buen Amor? Según sus propias palabras, parece que sí. Es más, él mismo  se define como un autor más cercano al mester de juglaría que al de clerecía que le “corresponde” por su cultura y estilo literario. Reconoce que ha compuesto cantares para entretenimiento del pueblo o coplas para que formaran parte de los espectáculos de los juglares. Entonces, ¿qué ha pasado con esos poemas? Sencillamente que, como la gran mayoría de los ejemplos de cantares de gesta (a excepción del Cantar del Mío Cid), se han perdido, ya que solo se ponía por escrito aquello que se consideraba importante, normalmente asuntos religiosos, jurídicos o filosóficos. Como la literatura en la Edad Media era considerada mero entretenimiento, poco nos ha llegado. 

Sin embargo, si nos atenemos a sus palabras tenemos que considerar que escribió algo más. Dice así:  

   Después muchas cantigas      fiz, de danza e troteras 

para judías e moras           e para entendederas;

para en estrumentes,         comunales maneras;

el cantar que non sabes,    oil a cantaderas. 

 

   Cantares fiz algunos     de los que dicen ciegos

e para escolares              que andan nocherniegos,

e para otros muchos       por puertas andariegos. 

caçurros e de burlas;      non cabrién en diez pliegos. 

  

Según los versos del Arcipreste de Hita, compuso bastante obras populares siguiendo las características del mester de clerecía. Fueron tantos que podían escribirse en diez pliegos que no han llegado hasta nosotros. Vamos a más, el hecho de que del Libro de Buen Amor se conserven hasta tres códices (cuando los libros medievales eran escasos y un lujo al alcance de pocos), nos dice del éxito abrumador de la obra y, con todo probabilidad, de su autor: un clérigo que no tenía empacho en “descender” y disfrutar con juglares. Aunque, con sus altibajos a lo largo de la historia, al día de hoy es un imprescindible del canon literario en español. 

Qué hace que la obra de Juan Ruiz Arcipreste de Hita sea un clásico

Aunque El Libro de Buen Amor merece un estudio detallado, independientemente de la biografía de su autor, destaco aquí algunas de las características que lo hace único. 

1.- Es una obra de clerecía atípica  

Y lo es por muchas razones. La primera de ellas es porque está escrito en primera persona. El autor nos narra las distintas aventuras amorosas que ha sufrido para aprendizaje del lector. Todas ellas están movidas por la pasión carnal, por la conquista y por el flirteo (entendido en los parámetros culturales de la época) y ninguna llega a consumarse. Cuando se hace, se cierra con una tragedia: la muerte. Con estas narraciones distintas y conectadas por este hilo autobiográfico el Arcipreste de Hita nos muestra el camino del mal amor en contraposición al buen amor que es el de entrega a Dios. 

Sin embargo,  este supuesto fin didáctico está vertebrado con un lenguaje irónico, con escenas picantes, con descripciones prolijas (a veces hasta pornográficas) que nos hacen sospechar del conocimiento profundo de este tipo de amor por parte de su autor. Por si esto fuera poco, además, la obra es crítica con los vicios de la iglesia de la época, con las costumbres atolondradas y exalta las virtudes de las damas que dan calabaza al protagonista.  

A pesar de ser una obra del mester de clerecía no tiene empacho en afirmar que sus poemas están compuestos para ser cantados, para regocijo del pueblo y de todo aquel que quiera disfrutar de los placeres de la vida. Porque aquí reside otra supuesta contradicción de la obra, ya que Juan Ruiz es un vividor en el buen sentido de la palabra. No es el moralista que azuza con las penas del infierno. Para el autor la vida está para gozarla, disfrutarla y aprovecharla antes de que la muerte (la verdadera enemiga) nos alcance. Eso sí, eso no significa alejarse del buen juicio que pregona en su obra.   

2.- El Libro de Buen Amor es una obra original 

Tanto que no es una mera copia, versión o transformación de otra anterior como es frecuente en la literatura medieval. De hecho, la crítica no se pone de acuerdo en las fuentes de las que bebe la misma y estas son distintas, diferentes y de tradiciones alejadas. Se han encontrado hipotextos que recuerdan a Ovidio, a relatos franceses, a la tradición cristiana… Y otros que no pueden localizarse. El personaje de Trotaconventos, la alcahueta origen de La Celestina, está descrito con maestría ahondado en un carácter psicológico que no se da en la literatura de la época. 

Además, el Arcipreste de Hita utiliza varios registros estilísticos desde el jocoso para describir las aventuras pasionales hasta el arrobo casi místico de sus cantos a la Virgen, modelo de vida. Por si fuera poco, la cuaderna vía en la que está escrita la obra no es pura y se combinan los alejandrinos con versos de dieciséis sílabas. Estos no están realizados al azar sino que se ha encontrado una especie de patrón por el cual  se pretende diferenciar las distintas voces.  

3.- La crítica aún no se ha puesto de acuerdo en la finalidad didáctica de El Libro de Buen Amor

En un poema de 1709 estrofas (larguísimo) con tal temática nos encontramos de todo: versos que son de un erotismo físico evidente hasta fragmentos de arrobo místico casi. Esta mezcla (en todos los sentidos) de la obra (y que la convierte en única por otro lado) es la que divide a los estudiosos. Por un lado, están los que defienden el carácter moralista de la obra. Esto es, su finalidad sería educativa. Y por el otro, los que apuntan a un autor juguetón que gusta de confundir al público (y a la posteridad) con un saber vivir impropio en la época. 

4.- Es el espejo donde se mira La Celestina

El Libro de Buen Amor no solo pertenece al canon sino que es, también, la base de otra obra cumbre: La Celestina. Y lo es no solo por el personaje de Trotaconventos sino por la temática misma y por la forma de abordarla. 

La personalidad de Juan Ruiz Arcipreste de Hita y autor de El Libro de Buen Amor es, por tanto, harto compleja y ella se transparenta en su obra. Hombre culto, no tiene empacho de disfrutar de la poesía popular e, incluso, colaborar con ella. Clérigo instruido y viajado, muestra en su obra un conocimiento de los placeres terrenales que es incompatible con el carácter 100 por 100 moralista de la época. Crítico, jocoso, histriónico y burlón,  solo se pone serio cuando se tiene que enfrentar a la muerte. Todo lo demás es vida y esta ha sido dada por Dios para disfrutarla. Con él nos encontramos en la puerta, en la bisagra, en el cambio, de la literatura medieval hacia el Renacimiento literario.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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