Candela Vizcaíno

Candela Vizcaíno

Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla con una larga trayectoria de más de 20 años como periodista, columnista y contenidos online centrados en literatura, arte, viajes, vida sana, familia, gastronomía, moda y feminismo. Con cinco libros publicados, en la actualidad pueden encontrarse en las librerías El Bosque de las Respuestas (cuento infantil ilustrado), Los girasoles florecen en junio (novela) y Poemas sin orden ni concierto

 A mediados del siglo XVI surgen en castellano (y en otras lenguas vulgares) un tipo de relato idealizado en el que los protagonistas son pastores en trance de amor platónico. La novela pastoril, a juzgar por los testimonios religiosos condenándolas, tuvo un gran éxito de público. Y todo ello a pesar de que hay críticos actuales que la circunscriben a un lector culto. 

Definición de la novela pastoril en castellano 

La novela pastoril es un género en prosa surgido a partir de mediados del siglo XVI y se extiende hasta finalizar la centuria aunque algunos títulos fueron publicados en el siglo XVII. En ella asistimos a los amores (a veces en triángulo o en cuadrado) de un grupo de pastores los cuales están representados de manera idealizada y estilizada al máximo. Sus aventuras se circunscriben en el terreno de la fantasía, a semejanza de las novelas de caballería, y, además, la naturaleza siempre es descrita de manera bucólica con aspectos que la hacen tomar verdadero protagonismo.  

Orígenes de la novela pastoril en español  

Bien es verdad que este formato literario puede entenderse como el correlato en prosa de la lírica renacentista al estilo de Petrarca cuyos más insignes representantes en español son Juan Boscán y, especialmente, Garcilaso de la Vega. No obstante, la novela bucólica, tal como también se la conoce, hunde sus raíces en la literatura clásica, especialmente en las obras de Teócrito y Virgilio que, en la época, circulaban en ediciones de todo tipo, incluso provistas de aparato crítico.  

Estudiosos hay quienes han puesto en relación las tramas y el tratamiento de la novela pastoril renacentista con las serranillas del Marqués de Santillana e, incluso, con los modelos del Arcipreste de Hita. Dicho esto, hay que señalar algunas salvedades, ya que las rústicas modelos del creador del Libro de Buen Amor poco o nada tienen que ver con los estilizados e idealizados pastores de la prosa renacentista.  

Si hay un título sobre el que se sustenta todos los demás en relación con la novela pastoril renacentista, este es la Arcadia del italiano Jacopo Sannazaro. En esta obra se colocan todos los moldes y características sobre las que se construirá el resto. Circulaba traducido desde su edición en Toledo de 1549 y bien pudo servir de hipotexto para Los siete libros de la Diana de Jorge de Montemayor, cuya primera edición data de 1558 y está considerada el ejemplo más sublime y perfecto de novela pastoril en español.  

Características de la novela pastoril  

Resumiendo mucho nos encontramos: 

1.- Con sus salvedades, es el modelo en prosa de la poesía renacentista amorosa siguiendo los postulados de Petrarca. 

2.- Sus protagonistas son siempre un grupo de pastores ensalzados en temas amorosos complicados en los que siempre hay tristezas, melancolías, desplantes y roles en triángulo o cuadrado. 

3.- Los implicados en la narración están tratados de una manera cortés, idealizada y culta. Su lenguaje, además, es el propio de la corte o de la élite intelectual.

4.- El realismo brilla por su ausencia, y como es una de las características de las novelas de caballería, la trama se desarrolla en un ambiente de ficción, fantástico e irreal en el que entran en escena brujas, magas y hechizos. 

5.- La naturaleza es representada de manera bucólica, estilizada, amena, calma y como salida de un cuadro perfecto en el que nada desentona. 

6.- Los amores representados están idealizados y además es normal la frustración, los desengaños e, incluso, tramas que dan lugar a confusión. A pesar del platonismo presentado, en la novela pastoril hay un poso de tristeza, de melancolía, de pérdida y de canto al pasado. 

7.- Se ensalza la vida sencilla, tranquila y silenciosa del campo o del pueblo apartado. 

8.- La fantasía que es característica en el género se adoba con personajes o tramas entresacadas de los mitos clásicos o de los grandes ciclos de la literatura griega o latina. 

9.- El lenguaje es artificioso y se aleja de la claridad o la sencillez. 

10.- Por primera vez en la historia literaria en castellano, hay un énfasis en la psicología, en el espíritu, en el mundo interior de los personajes en detrimento de la aventura, la cual, por otro lado, es muy simple. 

Ejemplos de la novela pastoril  

Aunque con sus salvedades, el género llega hasta el Romanticismo literario tan dado a los amores pasionales y tormentosos. Los títulos más conocidos que se publicaron a partir de la segunda mitad del siglo XVI son: 

  • Los siete libros de la Diana de Jorge de Montemayor aparecido en Valencia en 1558 o 1559, obra señera del género que merece crítica aparte.
  • Diana enamorada de Gaspar Gil Polo, publicada en el mismo lugar en 1564 y continuación de la anterior ofreciendo, además, un final alternativo. 
  • La Galatea de Miguel de Cervantes, publicada en 1585 en Alcalá de Henares.
  • La Arcadia de Félix Lope de Vega de 1598.
  • El pastor de Fílida de Luis Gálvez de Montalvo publicada en 1582.
  • La constante Amarilis de Cristóbal Suárez de Figueroa publicada también en Valencia en 1609.

El género fue también muy popular en Francia o en Inglaterra extendiéndose, como he anotado, hasta la entrada del Romanticismo literario.  

Diana de Jorge de Montemayor, la más importante representante de la novela pastoril 

Biografía de Jorge de Montemayor

Y su más señero exponente ni siquiera nació en España, ya que es oriundo de Montemor-o-Velho, en el actual distrito portugués de Coimbra.  La fecha de la venida a este mundo es incierta pero se baraja como la más probable la del año 1520. Viajero incansable y hombre de mundo, entró al servicio de las hijas de Carlos I como cantor, acompañándolas de vuelta a Portugal cuando Juana se casó con el príncipe portugués Juan. Viajó a Flandes y también a Inglaterra siguiendo el cortejo de boda de Felipe II con María Tudor. Murió en España en 1601 en extrañas circunstancias y en su tierra, en vida, fue considerado un traidor por escribir (además con éxito y fama) en lengua castellana.  

Además de Los siete libros de la Diana publicó en Amberes todas sus poesías bajo el título de Cancionero. Eso fue antes que su obra en prosa, en 1554. También tradujo Cantos de Amor de Ausías March.   

Análisis de la novela pastoril Los siete libros de Diana

La obra cumple todas las características del género y en ella se tratan los amores de la hermosa pastora de nombre Diana enamorada de Sireno que correspondía a sus deseos. No obstante, la joven también era requerida por Sylvano sin que ella gustara del mismo. Sucedió que Sireno fue llamado a armas y se ausentó del lugar (descrito como las orillas del Tajo en Toledo) durante un año. Diana no se puso a esperar al amado y en ese tiempo se casó con Delio. Cuando el primer amante regresó, se encontró cruelmente despechado dando pie a la narración de los sentimientos interiores de todos los protagonistas. Por si esto fuera poco, en la novela se cuentan otras historias amorosas de personajes secundarios. 

La obra se convirtió en un bestseller sin igual rivalizando con La Celestina y el Amadís de Gaula. En tan solo cincuenta años se hicieron 17 ediciones, muchísimas para los parámetros de la época. Se tradujo al italiano, al francés y al alemán. Además la historia dio para más, ya que otro de los mejores ejemplos de novela pastoril de la época tiene como protagonista a la misma dama.  

Diana enamorada de Gaspar Gil Polo 

Biografía de Gaspar Gil Polo  

Valenciano y, al parecer, profesor de griego, Gaspar Gil Polo continuó los amores antes descritos en su obra dotándolos de un final feliz. Poco se sabe de su origen, de su fecha de nacimiento y de su familia. Sí se ha encontrado su nombre ocupando algunos cargos en la administración y también se conoce la fecha de su muerte: 1585, en Barcelona. Aunque han llegado hasta nosotros algunos poemas, Gil Polo ha pasado a la historia de la literatura por su obra Diana enamorada la cual vio la luz en Valencia en 1564. Su obra no solo fue traducida a lenguas vulgares sino también al latín por Gaspar Barth. Y eso dice mucho de la consideración que se tuvo en la época.  

Análisis de la novela pastoril Diana enamorada

Aunque sigue todas las características del género, esta es más optimista y deja aparcadas tristezas y melancolías. Además, el paisaje está tratado de manera sublime con prolijas y bellas descripciones del Mediterráneo. También se han intercalado poesías que completan un final alternativo en la historia amorosa entre Diana y Sireno. El esposo de la pastora, Delio, tras enamorarse de otra dama, muere de forma accidental dejando el camino libre para que Diana retome su amor de juventud. Entremedias, nos encontramos con los hechizos y bebedizos mágicos de Felicia que contribuye a un final final de comieron perdices.  

Aún así, según palabras del crítico Hugo Rennert

“Es una de las pocas obras de este género literario que todavía pueden leerse con verdadero placer”. 

Es la novela pastoril un género idealizado en extremo perteneciente a una época concreta en la que el arte se estilizó en busca de una belleza fuera de lo humano.  

Por Candela Vizcaíno Macero | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

 

Procusto es, en la mitología griega, “el que mata al que sobresale” y ya con esta definición nos adentramos en este trastorno o carácter oscuro de la personalidad que lo sufren una buen parte de los que forman ese saco informe denominado gente tóxica. El Síndrome de Procusto es el que está detrás de ese jefe medio que hará todo lo posible para que sus empleados más brillantes no puedan ascender o de esas actitudes (a medio camino entre el acoso, la difamación y el bullying) que se da en tantos grupos sociales contra aquel que es distinto, contra el que sobresale, contra el que brilla o el que aporta una idea o forma de vida novedosa. Los Procustos de distintos tipos son cada vez más frecuentes en la sociedad occidental, allí donde se ha sustituido la excelencia por la mediocridad, la pasión por el dejarse llevar y la envidia hacia el que tiene la valentía de vivir la vida de otro modo.  

Ahora bien, qué nos dice la mitología clásica del Síndrome de Procusto

Según los relatos de la literatura griega, Procusto era un posadero con un negocio apartado sobre una colina. Hasta allí llegaban los cansados peregrinos a pedir reposo y descanso. Éste servicialmente le ofrecía una cama de hierro en una habitación apartada. Una vez el agotado caminante se había deslizado por las profundidades del sueño, sin que se diera cuenta, era atado a los barrotes de la cama, amordazado y su destino final se dirimía en función de su “altura”. Si sobresalía de las medidas del lecho, Procusto, con un hacha, cercenaba pies y cabeza matando, por tanto, al desdichado caminante. Quien no llegaba a estas medidas no corrían mejor suerte, ya que era estirado y descoyuntado por el cruel posadero hasta que, sufriendo terribles dolores, se ajustaba a la medida propuesta por Procusto. Su final no era mejor que en el otro caso ya que el viajero siempre acababa muerto.  

Otras versiones del mito clásico anotan que el posadero tenía dos camas distintas y ofrecía una u otra dependiendo de la medida de su cliente. En otras traducciones nos encontramos una cama adaptable que se va moviendo al antojo del cruel hostelero. Dicho esto, en todos los relatos nos encontramos con el mismo destino para los viajeros. Procusto los mata sea cuales sean sus características físicas. 

El Síndrome de Procusto explicado a la luz del mito 

En definitiva, quien se conduce llevado por la misma personalidad que el personaje clásico va a ir por el otro, por el que está enfrente, haga este lo que haga. Dicho esto, en psicología contemporánea se ha encontrado que este tipo de personalidades no se entretienen con personas anodinas o de carácter afable. Los Procustos contemporáneos lanzan sus iras, hachas y recursos destructivos contra todo aquel que brilla, el que puede hacerle sombra, el que le recuerda (con los actos de su vida) su poca valía.  

Los podemos encontrar en todos los órdenes de la vida aunque abundan en los entornos laborales. Son esos receptores de currículum que escamotea el más valido, el jefe medio que ningunea a los que están bajo su cargo o el superior que se dedica a apartar (con una tarea de menor rango para la que se está cualificado las más de las veces) a quienes se atreven a brillar. Son los mismos que intoxican los ambientes con habladurías (cuando no con calumnias) hasta llegar a crear entornos irrespirables que pueden llegar  al síndrome de burnout, uno de los más destructivos de los que se dan en el trabajo.  

Pero estas personas, por desgracia, no se encuentran solo en el trabajo y extienden su radio de acción en todos los aspectos vitales. Son los que consienten o promueven el bullying (en todas sus modalidades) en colegios o vecindarios con ninguneos, silencios y apartamientos del niño que se muestra (por las razones que sea) distinto. Aunque este tipo de actitudes rozan lo delictivo y denunciable, en ocasiones, las víctimas no llegan a este extremo amplificando un dolor emocional, como el que el Procusto clásico realizaba con quienes no se “ajustaba a su medida”. 

¿Por qué se produce el Síndrome de Procusto y qué hay detrás?  

1.- Aunque siempre nos encontramos a persona tóxicas, esta denominación es tan amplia que en psicología hay que matizar bastante. Lo que mueve este tipo de actitudes es siempre la envidia.

2.- También hay un poso de cobardía por no aceptar las propias limitaciones y negarse a reconocer las de aquel que brilla. 

3.- Por otro lado, esta actitud también se adoba con un dejarse resbalar por la zona de confort fácil donde es más sencillo sucumbir a las habladurías, a las críticas y a las calumnias antes que realizar el duro trabajo interior que lleva al crecimiento personal continuado. 

4.- En otros individuos se encuentra un marcado carácter narcisista que es incapaz de soportar del otro ningún don. Esta personalidad oscura, para poder sobrellevar su falta de valía, se dedica a hundir al otro con todos los medios que encuentra a su alcance. 

5.- Uno de las más peligrosas artimañas que pueden llevar a cabo los que están envenenados por el Síndrome de Procusto es reclutar un ejército de seguidores. Este tipo de personas, a veces, son capaces de lanzar sus venenos hacia un tercero a través de un grupo de aduladores o de individuos que le siguen el juego. El más peligroso de estos personajes es el que recae en una madre narcisista que, a través de la conocida figura del chivo expiatorio, se dedica a levantar una familia tóxica. Si por algo se caracteriza este tipo de clanes es por cortar cualquier libertad o deseo de mejora de ese miembro que brilla, el mismo que no acepta las absurdos mandatos familiares que exigen ciega sumisión. 

6.- Con similares características se puede encontrar el Síndrome de Procusto en cualquier rol social ya sea laboral, escolar o vecinal. Es aquí donde todo un grupo se confabula con el que es distinto, con el que no se adapta a la medida, con el que no puede ser encasillado o, simplemente, que propone fórmulas nuevas de convivencia. En este sentido, aunque la persona que es destinataria de esas iras se dé cuenta de lo que está ocurriendo, nunca se le dará la oportunidad de aportar su mejor versión. Es más, si es alguien que ha recorrido algún camino vital, tirará la toalla inmediatamente y se apartará de los dardos envenenados de estos grupos tóxicos. 

7.- Detrás del Síndrome de Procusto siempre hay un individuo o un grupo con una autoestima baja que, bajo ningún concepto, va a permitir que salga a la luz la cobardía de la que adolece a la hora de afrontar su falta de valía. 

8.- Y, por último, la envidia soterrada está siempre detrás de estas personalidades. Este es uno de los vicios más destructivos del ser humano tanto para el que lo sufre como el que es objeto de sus dardos envenenados. 

¿Por qué el Síndrome de Procusto es tan frecuente en la sociedad occidental?

Aunque las respuestas a todo lo que suponen las luces y las sombras del espíritu humano no son fáciles, nos podemos identificar mucho con la tesis del filósofo y profesor de sociología en la Universidad de Quebec, Canadá, Alaín Deneuault. Es el autor de la obra (publicada en español por la editorial Turner) Mediocracia, cuando los mediocres llegan al poder

En ella hace un examen demoledor de nuestra sociedad contemporánea repleta de individuos que califica como sandwiches mixtos. Esto es, son personas que, aún siendo “comestibles” no llegan a la excelencia ni de un plato casero realizado con amor ni, por supuesto, de un manjar de un chef con pericia. Esta metáfora culinaria le sirve al filósofo para triturar los fundamentos culturales formados por personas que, aún siendo útiles al sistema con distintas habilidades, están todas cortadas por el mismo patrón. Son estos individuos, en la media (que eso significa mediocre), que aún no cometiendo grandes delitos o maldades (ni siquiera llegan a eso) son capaces, en el día a día, de ir generando pequeños actos de crueldad, de cobardía, de silencios, de apartamientos del otro, de burlas soterradas que, por amontonamiento, se convierten en una gran mala acción. 

¿Qué hacemos ante aquellos que padecen el Síndrome de Procusto?  

La única manera de protegernos de este tipo de seres oscuros (que no llegan a la calificación de psicópata pero que se quedan en las lindes del narcisista perverso) es  empezar reconociendo nuestra valía. Y esta no es más que aceptar que somos seres únicos y dar gracias por ello. En esa “rareza” se encuentra el brillo que nos hace especiales, distintos a los otros y dignos de hacer una obra de arte con nuestra vida.  En el extremo contrario, se encuentran los que se acomodan a toda costa y, como Procusto, se dedican a matar a todo el que sobresale. 

En segundo lugar, una vez hemos reconocido, esta actitud en el otro, toca no dejarnos avasallar y defendernos. La defensa puede ser incluso un repliegue. El que te importe un comino lo que las “viejas de los visillos” digan de ti te reconoce en tu libertad y en grandeza. En el caso de encontrarte con estas personas en el entorno laboral el asunto se vuelve más difícil. Aquí tienes que andarte con pies de plomo para no despertar la hidra que llevan dentro. Cuando te das cuenta de lo que hay, siempre es más fácil tomar una decisión en un sentido u el otro.  

Intenta siempre rodearte de personas inspiradoras, de esas que traen luz a tu vida, de aquellos con los que te sientes realizado y en paz. Elimina de tu mundo las que roban energía, las que te agotan y sacan lo peor de ti.  

Si, por último, crees que sufres del Síndrome de Procusto y que tus actitudes no te están dejando crecer, ya has dado el primer paso fundamental para pasarte al lado luminoso de la vida. Busca ayuda profesional, de un psicólogo. Y con este acompañamiento será más fácil ver qué se quedó enredado dentro de ti (y en qué momento y circunstancia) para que te conduzcas por la vida de esta manera.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

En vida, Fernando de Herrera fue llamado el Divino, sobrenombre que le colocaron sus contemporáneos no solo por la delicadeza de sus poemas sino por el celo y empeño que puso en  pulir cualquier arista lingüística de los mismos. Provisto de un fuerte carácter y poco dado a las adulaciones, a pesar de ser una figura artística en la Sevilla de finales del siglo XVI, su espíritu agrio fue protagonista de las primeras dialécticas de la literatura española. Estas continuarían con las más que famosas entre Quevedo y Góngora, pero eso es adelantar mucho.  

Biografía de Fernando de Herrera, máximo exponente de la poesía sevillana del Renacimiento 

Aunque no se sabe con certeza el año de nacimiento y los avatares familiares, se apunta al 1534 como la fecha de venida a este mundo en el seno de una familia de hidalgos venidos a menos. A pesar de no disponer de hacienda ni riquezas, sus padres se preocuparon de que recibiera una esmerada educación. Y esta circunstancia personal (la pobreza unida a una amplia cultura) influiría notablemente en su trayectoria vital. 

Por estas fechas, Sevilla era (literal) el ombligo del mundo. Hasta aquí llegaban las tropas españolas que se batían en batallas por medio orbe conocido mientras a diario desembarcaban bienes preciosos las naves llegadas de Las Indias. La ciudad, era un bullir de gentes, de mercancías, de riquezas y se jactaba de un espíritu de victoria acrecentado por las tropas que se pavoneaban constantemente por sus calles. Aunque la bula real que permitía instalar una universidad en Sevilla data de 1505, los estudios fundamentales reglados aún no habían comenzado. Sí existían colegios, tanto pertenecientes a órdenes religiosas como de emprendimientos privados, que impartían enseñanzas de gran calidad. Sobresalen los de Juan de Mal Lara y el de Maese Rodrigo de Santaella que ofrecían conocimientos de gramática (tanto vulgar como clásica) y humanidades. En una de estas escuelas, o en ambas, con toda probabilidad, estudió Fernando de Herrera. 

La crítica ha identificado al poeta sevillano como un auténtico hombre del Renacimiento, provisto de un saber enciclopédico en diversas materias, ducho en el manejo de las lenguas clásicas y haciendo alarde de una sólida cultura. Sin embargo, toda esta valía intelectual no fue aprovechada por Fernando de Herrera para conseguir puestos de poder o de fama. Más bien se condujo en el sentido contrario, ya que vivió toda su vida muy humildemente con el escaso sueldo de beneficiado de la parroquia de San Andrés. Aunque fue invitado a las grandes tertulias literarias que por entonces se desarrollaban en la ciudad, siempre rechazó los mecenazgos más o menos generosos en aras de una libertad que consideraba sagrada. 

La Condesa de Gelves en la vida de Fernando de Herrera 

A pesar de su carácter huraño e, incluso, pedante logró hacer amistad con grandes artistas de la época como Diego Pacheco, Juan de la Cueva o Cristóbal de Mesa. Así transcurrió su vida sin ningún sobresalto dedicado a los quehaceres de un hombre que se sabe culto con una misión poética importante hasta el año 1559. En esa fecha aparece por la ciudad el segundo conde de Gelves, a la sazón biznieto de Cristóbal Colón, don Álvaro Colón y Portugal. Viene acompañado de criados, asesores y… su bella esposa, doña Leonor de Milán. La joven culta, educada y exquisita conquistó el corazón (casi de un arrebato) del tímido Fernando de Herrera. Aunque no se sabe si este amor llegó a algo más, la crítica (por las cartas de los amigos del poeta) se inclina por la idea de que todo discurrió en un solo sentido y además sin abandonar el plano platónico. Esto es, que fue solo el poeta el que presentaba estos sentimientos mientras que la señora se limitaba a dejarse halagar.  

Sin la presencia de la dama, con toda probabilidad, Fernando de Herrera no hubiera compuesto sus más encendidos poemas al estilo de Petrarca propio de la lírica renacentista en español. Sin ella, se hubiera quedado en los largos poema épicos con los que pretendía pasar a la posteridad y que, es unánime en la crítica, no tienen el valor literario de los versos amorosos. Tal fue el arrobo que el poeta dispensó a la condesa que, a la muerte de esta en 1581, renunció a su quehacer literario dedicándose a los escritos de lo que hoy podríamos llamar crítica literaria. El poeta aún la sobreviviría largos años ya que falleció en 1597, justo cuando iba a publicar sus obras completas, las mismas que, misteriosamente, se perdieron dejando trabajo para los eruditos posteriores.  

El problema con las ediciones de la obra de Fernando de Herrera 

Y llegamos al segundo punto crucial en la biografía herreriana que sucede, avatares del destino, justo después de su muerte. Desde distintas voces nos ha llegado el celo que el artista ponía en pulir sin descanso unos versos que quería perfectos con una pasión que linda, incluso, con la patología. Exigente consigo mismo (y con los demás al parecer), Fernando de Herrera consagró toda su vida a una obra que intuía iba a sobrepasar las brumas del tiempo. A este quehacer dedicó personalmente todos sus años llegando a compilar todos los versos cuidadosamente ordenados. En eso estaba cuando le llegó la muerte. Y algo pasó con ese manuscrito que, misteriosamente, desapareció para siempre. 

El poeta solo había publicado una serie de poemas en 1582, un año después de la muerte de la condesa, con el título Algunas obras de Fernando de Herrera. En estas páginas se despliegan gran parte de sus composiciones siguiendo la poesía renacentista amorosa. No obstante, nuestro protagonista, en búsqueda constante y sin descanso de una perfección literaria sin límites humanos, trabajó sobre estos y más versos hasta momentos antes de su muerte. Esto es, lo que nos ha llegado publicado es simplemente una versión no corregida y limitada de su creación. ¿Qué ocurrió con ese manuscrito limpio y perfectamente ordenado que desapareció días después de su fallecimiento? Aunque a la crítica le gusta dar opiniones, es imposible saber a ciencia cierta qué pasó. 

Fue el pintor Pacheco (amigo del poeta y maestro del genial Velázquez) el que se dio cuenta del terrible desaguisado e, inmediatamente, se aprestó a reunir toda la obra que tuvieran conocidos de estos salones nobiliarios con el fin de que estos memorables versos no se perdieran. Tras un intenso trabajo de rastreo, logró hacerse con algunos textos más hasta llegar a 365 composiciones, las mismas que publicó en 1619 con el título de Versos de Fernando de Herrera.  

Más poemas de Fernando de Herrera encontrados en épocas posteriores 

Pero, en la crítica literaria no es todo tan sencillo y en 1870 José María Asencio encontró en la Biblioteca Colombina un manuscrito de 1637 firmado por Josep Maldonado en el que, al decir del firmante, aparecen algunos poemas de Fernando de Herrera. Y con estos mimbres llegamos hasta 1948, cuando el gran filólogo José Manuel Blecua publica Rimas inéditas sobre otro manuscrito datado en 1578 y encontrado en la Biblioteca Nacional. Aquí aparecen 43 composiciones más.  

Vamos a rizar más aún el rizo, ya que la crítica de la obra de Fernando de Herrera duda, incluso, de la fidelidad de la edición de Pacheco y hay quien se inclina a pensar que el artista modificó las obras de su amigo a su mejor saber y entender. Esto es, conocedor de que estaba puliendo los versos, hizo cambios que creía que el poeta había realizado en ese manuscrito perdido. Esta polémica no es nueva en la filología moderna y se remonta al mismísimo Quevedo. ¿Por qué hizo tal cosa Pacheco? La respuesta nos la apunta Blecua que anota que esta edición aparece en plena batalla entre culteranismo y conceptismo. Así Pacheco quiso limpiar de todo exceso la obra de Fernando Herrera, el “Divino”, el perfecto.  

La poesía de Fernando de Herrera 

Así, con estos miembros y complejidad en las ediciones de la poesía herreriana tenemos que adentrarnos en unos versos que entroncan con la mejor tradición amorosa petrarquista. Sin embargo, si tanto Juan Boscán como, especialmente, Garcilaso de la Vega se habían adentrado en la poesía amorosa luciendo una sencillez clásica, el Divino ya es un poeta conscientemente culto. Esto implica, sin llegar a la torsión de la poesía barroca posterior, que sus versos están repletos de luminosas metáforas, profusión de tropos y de un ritmo cuidado e intenso. En la obra de Herrera se encuentra una complicación sintáctica que ya deja de lado las principales características de la literatura renacentista para ir adentrándose en el arte Barroco. Todo ello se adoba con hipérbatos tomados de la tradición latina y con un exquisito cuidado en la adjetivación que se inserta en el poema hasta extremos nunca vistos hasta entonces en lengua castellana.  

Además, es una obra que abandona la sencillez del primer Renacimiento para hacerse grandilocuente,  especialmente cuando trata temas patrióticos. Y aquí tenemos otra de las características de la lírica de Fernando de Herrera: que no solo se centra en los temas amorosos ya que aborda versos de carácter épico e, incluso, religioso.  

Las obras de Fernando de Herrera 

A pesar de toda la complicación en lo que respecta a los manuscritos y ediciones de sus obras, nos encontramos las siguientes.  

1.- Poemas de temática amorosa, que son los de mayor calidad y por los que ha pasado al canon de la literatura castellana. Estos se dividen en tres etapas que corresponden a las mismas vitales por las que pasó el poeta con respecto a su pasión por la Condesa de Gelves: 1) ilusión en sus primeros momentos, 2) alegría cuando cree ser correspondido (aunque más bien fue su imaginación) y 3) desengaño que se completa con un descarnado dolor a la muerte de la amada. 

2.- Versos de temática patriótica siguiendo los fundamentos de la épica culta. Aquí se insertan Canción al Señor don Juan de Austria vencedor de los moriscos en las Alpujarras de 1571, Canción al Santo Rey don Fernando de 1579 y especialmente la Canción en alabanza de la Divina Majestad por la victoria del Señor Don Juan o Canción a la Batalla de Lepanto como es conocida, que es del mismo año que la anterior. También se puede añadir a este grupo un puñado de sonetos dedicados al Emperador Carlos I.  

3.- Poemas de temática religiosa cuyo hipotexto se encuentra en las grandes narraciones de La Biblia. Aunque, algunos críticos han visto trazos de esta línea en la Canción a la Batalla de Lepanto, la obra que se ajusta a esta temática data de 1578. Se titula Llanto por la pérdida del rey don Sebastián.  

4.- Las obras didácticas o de crítica literaria se centran alrededor de las Anotaciones a la poesía de Garcilaso. En 1580, Fernando de Herrera publica una edición comentada y crítica del gran poeta de Toledo con tan mala fortuna, a pesar de llevar años trabajando, que se le adelanta la publicación de otra realizada por El Brocense. Como nuestro protagonista se había creído lo de su sobrenombre de Divino, ni nombra esta publicación en la suya. Este gesto enciende la mecha de una enconada discusión entre los poetas y la intelectualidad salmantina, por un lado, y la sevillana, por otro, que continúa con la conocida confrontación Quevedo-Góngora. 

Fue, en definitiva, Fernando de Herrera un poeta culto, excesivo en el celo que puso en el pulido de toda una obra que, por avatares del destino, se perdió mayoritariamente tras su muerte. Complicado en el trato por ese afán de excelencia que se exigía y pedía a otros, llegó a granjearse alguna que otra animadversión literaria que a él casi no le afectaba. Apegado a una libertad que creía sagrada, nunca se vendió a aquellos que intentaron aprovecharse de todo su caudal erudito sabedor de temáticas diversas. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

Vila Real de Santo Antonio, en el extremo sureste de Portugal es uno de los sueños del racionalista Marqués de Pombal, el mismo que diseñó matemáticamente Lisboa tras su devastador terremoto. Y eso se ve nada más llegar a esta localidad en su plaza homónima y sus bellos edificios del siglo XVIII alrededor de ella, en sus calles perfectamente lineadas, en la Avenida da República que mira hacia la desembocadura del Guadiana y, más allá hacia Ayamonte, último bastión de Huelva, la provincia española más desconocida.  

Vila Real de Santo Antonio

En los últimos años el lugar se ha puesto de moda y ha surgido en su maravilloso casco antiguo hoteles de lujo y restaurantes elegantes. ¡No es para menos ya que la localidad no ha perdido la elegancia con la que se construyó antaño! Aparte de su maravillosa y kilométrica playa está muy cerca de ese paraíso natural sobre el Planeta Tierra que es la Ría Formosa, a unos cuantos minutos de una de las perlas del Algarve, Tavira y es puerta de entrada a toda la línea de playas entre acantilados favorita de los veraneantes de media Europa.  

En Vila Real de Santo Antonio, además, de pasear por sus plazas y sus calles empedradas, sus gentes invitan al sosiego, a la calma del slow life tan buscado por los occidentales aquejados con el mal del estrés. Aunque el casco antiguo no es marinero al cien por cien, ya que se abre a la ensenada de una desembocadura, todo en la antigua villa nos dice del aire del Atlántico.  

La Plaza Marqués de Pombal de Vila Real de Santo Antonio 

Pero si hay algo que hace único a este pueblo que hace frontera con España son sus mercados, mercadillos y tiendas con ropa de casa, menaje y loza. Tanto es así que decir Vila Real de Santo Antonio es invocar el poder de las compras como se hacía antaño, de tienda en tienda y de puesto en puesto. El punto de origen de esta peculiaridad es la maravillosa Plaza del Marqués de Pombal, perfectamente cuadrada y presidida por un obelisco de arte barroco, la cual luce el típico empedrado con mármol y granito portugués. A su alrededor se disponen los edificios del siglo XVIII, los mismos que adelantan las características del neoclasicismo, que mandó levantar el aristócrata portugués. En este puñado de metros cuadrados se agolpa la iglesia (consagrada a la Anunciación), el ayuntamiento, una posada que al día de hoy espera para inaugurarse, tiendas con ropa de casa expuesta en la fachada, cafeterías con delicioso café y tostadas…  

Además, raro es el día que no te encuentras en el centro de la plaza algún evento o mercadillo. El más famoso es el de antigüedades que se celebra el primer fin de semana de cada mes. En puestos endebles los comerciantes exponen objetos rescatados del pasado. Hay mucha porcelana fina, incluso de la afamada casa Vista Alegre, cuberterías de plata, trabajos bordados, objetos decorativos, libros antiguos y cacharros de todo tipo que hacen las delicias de los amantes de lo bello.  

Vila Real de Santo Antonio

Voy frecuentemente a Vila Real de Santo Antonio y cada vez hay puestos distintos. Es normal encontrarte con alguna feria gastronómica donde se ofrecen los dulces de higo y miel locales, la sal de la vecina Castro Marim, frutos secos y productos elaborados. En Navidad puedes toparte con oferta de artesanía diversa. Y a lo largo del año están a piñón fijo María, con su quiosco de loza a precios imbatibles y un par de puntos de venta con bolsos de piel y productos realizados en corcho. 

De compras por Vila Real de Santo Antonio, tiendas y mercadillos 

Pero las compras en Vila Real de Santo Antonio no se reducen solo a su famosa Plaza Marqués de Pombal. Desde aquí, y en las calles paralelas te vas a encontrar múltiples tiendas familiares que ofrecen ajuar de algodón bordado, paños de cocina personalizados, toallas de alta calidad de la casa local Corona o los distintos puntos de Casa Caravela que han concentrado todo lo que necesitas para lla cocina y la mesa en sus tres tiendas. También venden la maravillosa loza portuguesa de Bordallo Pinheiro y algunas piezas de Vista Alegre (estas a un precio que se escapa a la mayoría de los bolsillos). 

Mercado de antigüedades Vila Real de Santo Antonio

Desperdigados hay alguna tienda de regalos de una franquicia internacional, ropa para los niños y  moda de mujer sin más pretensiones que la comodidad. Entre tienda y tienda se disponen las cafeterías y restaurantes locales con sus mesas y sillas de metal siguiendo un diseño estándar que da un aire elegante a todo el pueblo. ¡Ah! Y los días grandes o que se prevé más afluencia de público se acercan algunos artistas locales que llenan el aire con canciones de fado o de otras tendencias lusas.

Las tiendas, además, se extienden por la margen construida de la Avenida da República, la misma que mira a la desembocadura del Guadiana con sus barcos de recreo, de blanco reluciente, amarrados en el pantalán.  

A cuatro pasos de la Plaza Marqués de Pombal se encuentra el Centro Cultural Antonio Aleixo siguiendo un estilo regionalista de principios de siglo. A lo largo del año puedes encontrar exposiciones diversas pero llegadas las fechas de Navidad, el lugar se viste de gala para albergar el Belén más grande del Algarve. Y es tan grande que causa asombro con sus miles de figuras, decorados y espacios primorosamente montados. El precio de la entrada es simbólico y, sin lugar a dudas, es una bonita manera de pasar un rato más que agradable.  

Belén gigante de Vila Real de Santo Antonio

Además, durante esas fechas, en la plaza suelen colocar tiovivos y atracciones para los pequeños que se confunden, con mucho orden y concierto, entre los puestos que toque ese día. El carácter elegante, aristocrático y silencioso del pueblo portugués no se pierde en esos días cy nunca se resbalan hacia el bullicio. Quizás, al público español puede que le sorprenda el silencio que reina en todo el lugar a pesar del ambiente festivo acostumbrados como estamos a sufrir decibelios en cuanto se celebra algo. Otro dato más si visitas Vila Real de Santo Antonio en Navidad, es el curioso y extravagante Belén de Sal de la vecina Castro Marim. En menos de diez minutos en coche te encajas en esta villa que fue refugio de los templarios y que ha hecho de la sal uno de sus productos estrella. ¡Te va a encantar!  

La playa de Vila Real de Santo Antonio 

Y dejamos para lo último el lado marítimo de esta localidad portuguesa que no tiene más de 20.000 habitantes y que da para mucho. A ella se accede por una carretera en línea recta rodeada por un parque protegido repleto de altos pinos. Te puedes guiar por el maravilloso faro que se encuentra justo a la mitad del recorrido.

Playa de Vila Real de Santo Antonio

Es su playa kilométrica, de arena dorada y respaldada por la vegetación local. Si en la línea que da a Monte Gordo se han ido levantando en las últimas décadas edificios espantosos que dan hasta grima, la que llega hasta la desembocadura del Guadiana es totalmente salvaje y nada tiene que ver con el desarrollismo sin control. Tanto es así que no te vas a encontrar ni un chiringuito ni un quiosco. Tendrás para ti, el bosque bajo, la arena, el cielo y un mar de aguas cálidas.  

Hoteles y alojamientos en Vila Real de Santo Antonio 

Aunque hay quienes prefieren pernoctar al otro lado de la frontera, en España, los alojamientos portugueses, en líneas generales, son mejor elección. A la misma relación de calidad tienen mejor precio y, además, en la mayoría de los casos están puestos, decorados y montados con mucho gusto. Mis favoritos son: 

  • La Pousada de Vila Real de Santo Antonio, cuando la abran, porque está en el mismo corazón de la Plaza Marqués de Pombal. 
  • El lujoso Grand House, rehabilitado sobre el Hotel Guadiana de los años veinte y al que no le falta ningún detalle. Tanto es así que pertenece a la prestigiosa cadena Relais & Chateaux.
  • En la vecina Castro Marim, tienes el Castro Marim Golfe and Country Club organizado alrededor de villas amplias y cuidadas. 
  • Fachada del Hotel Grand House de Vila Real de Santo Antonio

La luz de Vila Real de Santo Antonio y ese ambiente entre aristocrático y decadente de antaño te va a enamorar. Además, es fácil llegar y aparcar con el coche. ¿Qué más puedes pedir? 

Fotos y texto por Candela Vizcaíno

 

30 Septiembre, 2020

Arquitectura egipcia

 

Nada más salir del periodo Neolítico, alrededor del río Nilo, se crea una cultura impactante y rica, una de las más sugestivas de la historia de la humanidad. Ni que decir tiene que el arte egipcio se manifiesta a través de múltiples géneros, desde la escultura hasta la pintura pasando por la creación de hermosos objetos de uso cotidiano. Sin embargo, alrededor del tercer milenio antes de Cristo y hasta la llegada de este al mundo, en este emplazamiento se van levantando obras que serán la admiración de coetáneos y de aquellos que llegarán después. La arquitectura egipcia por su majestuosidad, dificultad de ejecución (tanto que aún sigue dando que estudiar a los ingenieros contemporáneos), simbolismo y por ser la manifestación de una de las primeras civilizaciones sobre el planeta Tierra aún sigue maravillando.  

Antecedentes socio-políticos que explican las obras faraónicas de Egipto 

Todas estas obras que se realizan, a veces, en pleno desierto sin máquinas (por supuesto) y con una gran cantidad de obreros esclavos o libres especializados no se entienden sin el sistema político que las sustentaba. El río Nilo, a lo largo de su cauce, con sucesivas inundaciones, va depositando limos fértiles que propician una rica agricultura y el pastoreo intensivo. Toda esta riqueza va creciendo progresivamente hasta configurar una casta social en la que tienen cabida artesanos, artistas o profesionales conocidos en la actualidad como liberales (médicos, escribas, constructores…) Dicho esto, el paisaje de Egipto sería hoy de otra manera si esta estructura social no estuviera bajo el dominio de un todopoderoso rey: el faraón. 

Porque el faraón no solo acaparó poder en todos los órdenes (legislativo, judicial, económico…) en el plano mortal sino también en el más allá. Considerado la encarnación del dios del sol, se le rendía culto como un ser del otro mundo, el inmortal que se encuentra más allá de la corrupción de la carne. Si el faraón era un dios, toda su vida estaba centrada no solo en los asuntos de este plano sino también en la del otro lado. En esa existencia que sería eterna disfrutaría de los mismos bienes que en la actual.

Templo de Philae al anochecer 

De resultas de toda esta creencia nacen los procesos de momificación con el fin de que se permitiera que el cuerpo, en su tumba, pudiera realizar la metamorfosis hacia el más allá. Se crean, por tanto, oficios específicos, talleres y toda una cultura alrededor de la muerte. En ese mundo de ocaso viviría el faraón, pero también todo aquel que, en vida, se preocupara por dejar un cuerpo incorrupto y un corazón noble. Y la gran mayoría de la arquitectura egipcia se levanta para dar cabida a estas ideas. 

Las pirámides, joyas de la arquitectura egipcia

Levantadas a semejanza de un búnker para albergar el sarcófago del faraón, toda en ella está diseñada con ese propósito de elevación, desde la base terrena hasta la punta que mira al cielo. Las primeras pirámides surgen a continuación de la arquitectura prehistórica innovando los procesos constructivos de una forma radical. Las primeras, las que entroncan con el Neolítico, son toscas construcciones (aunque gigantescas en sus dimensiones) en forma escalonada. Estas se conocen como mastabas y ya tenían la función de albergar sepulturas. Desde estas construcciones se van formando las conocidas pirámides de la arquitectura egipcia que llegan a medir (como la de Keops) casi 140 metros de alto.  

Las pirámides son colosales moles de piedra en la que se han horadado unas redes de túneles y pasadizos con diversas funciones con el fin de alojar en el centro mismo de su interior el sarcófago del faraón. La entrada se encuentra en la base donde se situaba una pequeña capilla con las ofrendas de todo tipo (alimentos, joyas, perfumes, flores…) para el difunto. Una vez se ha recorrido el primer pasillo, este (siguiendo la estructura de la pirámide de Keops por poner un ejemplo) se bifurca en dos. Uno de ellos tiene sentido descendente y lleva a una cámara falsa con el fin de disuadir a profanadores, saqueadores y ladrones. No obstante, desde este corredor sale un conducto que desemboca en la galería principal. Esta es la misma que se recubre de yeso y se adorna con pinturas realistas y polícromas de gran belleza y pericia técnica. En las mismas se narran las aventuras del protagonista de la tumba y se reviste todo el conjunto pictórico con todos los símbolos reales. La cámara funeraria se encuentra al finalizar este corredor y aquí se depositaban en distintas estancias tanto el sarcófago como el ajuar real.  

Estas joyas de la arquitectura egipcia se erigían en vida del faraón supervisando personalmente las obras, extremo que se entiende ya que sería la morada de la vida eterna. Para su construcción se requería no solo de ingeniosa ingeniería sino también de una ingente cantidad de mano de obra, la cual mayoritariamente era esclava, al menos para el trabajo más duro. Tras la muerte del faraón, todo el superávit económico de su reinado (en forma de joyas, oro y objetos preciosos) se encerraba entre la gran mole acorazada que supone una pirámide. Tanto es así que algún estudioso (con bastante ironía al respecto) ha indicado que, sin los salteadores de tumbas, Egipto no hubiera llegado a levantar sus grandes maravillas. Ellos se encargaban de poner en circulación, de nuevo, tantas riquezas que, de otra manera, hubiera quedado sepultada bajo toneladas de piedras. 

Los templos en la arquitectura egipcia

Se encuentran en Luxor y Karnak, en emplazamientos considerados sagrados y fuera del runrún de las labores cotidianas. A igual que las pirámides sus medidas son colosales y están realizados siguiendo un orden matemático preestablecido. Como todo en la cultura egipcia, se rige por un fuerte simbolismo en el que cada piedra, cada color, cada columna y cada espacio tiene un sentido específico. Levantado en honor a los dioses, el interior de los mismos estaba reservado a la familia real y a los sacerdotes encargados del mantenimiento del culto. 

 Estatua de Anubis

Los dioses egipcios a los que estaban dedicados los templos 

Aunque las divinidades eran múltiples, en la arquitectura egipcia sobresalen los siguientes nombres: 

1.- Horus se revestía como un halcón y era el señor del cielo. Esta es la divinidad que se materializaba en la figura de los distintos faraones. Por eso, en algunas esculturas reales  aparece esta bella ave. 

2.- Amón-Ra es el dios del Sol, y su identificación era compleja ya que lo mismo se asemejaba al amanecer (la nueva vida) como al atardecer (la muerte y el comienzo en el más allá).  

3.- Kepri, representado como un escarabajo, rige no solo el sol naciente sino todo lo que es susceptible de transformación o metamorfosis. 

4.- En la estela de las Venus prehistóricas, la diosa de la fertilidad recibe el nombre de Hathor y se representa con un disco solar en la cabeza, como una vaca o con partes de ella (especialmente los cuernos). 

5.- El encargado de guiar a los muertos hacia el mundo de ultratumba es Khnum bajo la apariencia de un carnero (o partes del mismo, como la cabeza), el cual gobierna una barca que se desliza por el río que traslada las almas de los difuntos. 

6.- Una vez en el mundo oscuro, los espíritus que han abandonado este plano son recibidos por Anubis, con forma de chacal negro y uno de los más populares de la iconografía del arte egipcio. Él es el encargado de pesar el corazón de los que aspiran a la vida eterna. Ni que decir tiene que solo los que vienen cargados de buenas obras podrá acceder a tal don. 

Características de los templos egipcios

Situados en un emplazamiento sagrado, todos ellos siguen un orden preestablecido. A ellos se accede por una majestuosa senda flanqueadas por altas columnas que, en su día, se encontraban policromadas. De estas nos encontramos tres tipos distintos. Las más sencillas tienen forma de campana invertida y en sus capiteles se grababan hojas de loto y papiros. Otras han sido labradas siguiendo el modelo de un haz de esta planta endémica del Nilo. Y, por último, las columnas más elaboradas de la arquitectura egipcia se rematan con una escultura con forma antropomorfa. Estas podían representar a una deidad o la figura del faraón. 

Esculturas egipcias

En la entrada de estas sendas (como la del templo de Luxor) nos encontramos grandes esculturas representando al faraón en actitud estática y tocado con sus atributos reales. Este es siempre el tocado de lino a rayas azules, la figura del halcón (el dios solar Horus) o la serpiente y la corona cuya forma varía según sea el territorio sobre el que se reina. Siguiendo el simbolismo que es una de las principales características del arte egipcio, estas esculturas se realizan en piedras duras como la diorita o el granito ya que tienen que representar la eternidad, atributo con la que se revestía el dios humano tal cual era considerado el faraón. 

Una vez se ha recorrido este camino de columnas, se accede a uno o varios patios sobre los que se abren (o se cierran más bien) las puertas del lugar más sagrado del templo. A este recinto solo tenían acceso los sacerdotes y la familia real. En él se adoraba la figura del dios al que estuviera dedicado el templo y esta imagen no abandonaba su lugar nada más que para contadas procesiones. 

Estas, sin lugar a dudas, tenían un fuerte carácter festivo, ya que participaba todo el pueblo, aunque cada uno en un sitio determinado estando prohibido acercarse a zonas concretas. Los sacerdotes sacaban estas imágenes en procesión y las colocaban sobre barcazas ricamente adornadas que realizaban recorridos preestablecidos por el río Nilo para regresar posteriormente a su refugio sagrado.  

Tebas o el Valle de las Reinas 

Aunque la arquitectura egipcia no se manifiesta en todo su esplendor en este enterramiento, sí es un lugar no solo histórico sino también artístico a tener en cuenta. Situado en la orilla occidental del Nilo, se han encontrado más de cien tumbas, algunas de subyugadora belleza. Todas ellas pertenecen a miembros de la familia real. Los enterramientos se hacían en galería descendentes excavadas en la roca donde se situaba el sarcófago con todo el ajuar necesario para la vida en el más allá. Hasta esta cámara se llegaba a través de unas galerías que se revestían de yeso y se decoraban, a continuación, de forma primorosa. 

Algunas obras que se han encontrado en esta necrópolis son de una belleza subyugadora a pesar de su trazo sencillo. Ejecutadas siguiendo un realismo casi naïf, las figuras humanas aparecen siempre de perfil, a igual que la representación de los distintos dioses. Junto a estas imágenes se han colocado jeroglíficos u elementos de la naturaleza en planos sin perspectiva pero con un orden concreto e, incluso, geométrico. Las obras lucen colores brillantes como el rojo (realizado con óxido de hierro), el negro (extraído del carbón tal cual nos encontramos en las pinturas rupestres), el ocre natural y también los primeros colores sintéticos para el verde o el azul.   

Entre la escultura y la arquitectura egipcia: los obeliscos

Estas estructuras en forma de pirámide alargada y de altura considerable estaban dedicados al dios del sol Heliópolis. Algunos, además, se remataban con unas láminas de oro en el extremo de su punta para que el fulgor del astro rey fuera aún mayor. Las cuatro caras de piedra están labradas con jeroglíficos que recogen la rica cultura del antiguo pueblo egipcio.  

Estas obras, que se situaban en emplazamientos concretos considerados sagrados, ejercieron una extraña fascinación entre los viajeros que se adentraban en Egipto cuando su poder ya había menguado o había caído. Por eso, nos encontramos ejemplos de estas enigmática fórmulas arquitectónicas en París (trasladado por el ejército de Napoleón) o en Roma. El que se emplaza en la Plaza del Pópulo de la Ciudad Eterna estaba situado en el templo de Heliópolis y mide 24 metros.  

La arquitectura egipcia sigue fascinando hoy en día a todos aquellos que se interesan por el arte en general, por su complejidad estructural y por el reflejo de un mundo mítico totalmente desaparecido. Además, el emplazamiento junto al Nilo pero en el rigor del desierto, la convierte aún más en una atracción subyugadora casi. Es, sin duda, una excusa perfecta para realizar un maravilloso viaje hacia los recovecos de una cultura antigua ya extinta por completo. 

Por Candela Vizcaíno, Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla.

29 Septiembre, 2020

Arte egipcio

 

Su origen se remonta al Neolítico, avanzando desde el arte prehistórico. Aunque las principales características del arte egipcio se encuentran hacia el tercer milenio antes de Cristo y perdura casi hasta la llegada de este, las diferencias de estética en tantos largos siglos no invalidan las generalidades que vamos a exponer.  En todos estos siglos, aunque hay transformaciones y distintos modelos, las líneas más reconocibles perduran en el tiempo, tanto es así que se puede hacer un compendio de los modos repetidos en toda la creación artística en esta parte de mundo y durante una época concreta. El arte egipcio atrae hoy tanto como lo hizo en la antigüedad y sus líneas generales duraron hasta la nueva era perdurando incluso en los retazos de la conocida como Biblioteca de Alejandría.  

Condicionamientos políticos y económicos del arte egipcio 

No podemos entender lo que sucedió si no vamos hacia el origen: hacia el río Nilo y sus crecidas. Con ellas se creaba (y se crea) un limo fértil que posibilitaba el cultivo. Más allá esperaba el duro desierto, el mismo elegido para erigir pirámides, tumbas o templos. La agricultura y la ganadería dio paso a un sistema en el que también tenía cabida la artesanía. Era la egipcia una sociedad de clases compartido con un sistema esclavista regido de manera todopoderosa por el rey faraón. En él recaían todas las riquezas y el poder, tanto el terrenal del mundo conocido como, incluso, el de más allá, el desconocido que se extendía en el reino de los muertos. Estas creencias arraigadas en la sociedad fueron las que posibilitaron que toda la riqueza acumulada recayera en grandes obras arquitectónicas y que se pudiera crear las maravillas del arte egipcio que hoy, como antaño, siguen subyugando. Con otro tipo de sociedad (en la que hubiera reparto económico y de justicia), ni las pirámides ni los grandes templos se hubieran levantado. Para hacer estas grandes obras se necesitaba acumulación de poder y riquezas y todo ello fue posible en el antiguo Egipto.

Las creencias religiosas detrás del arte egipcio

Si el sistema político y socioeconómico del antiguo Egipto es determinante a la hora de entender esas grandes creaciones, tampoco podemos olvidar el de creencias. Para este pueblo la vida se extendía en un más allá físico y espiritual tras la muerte. A ese emplazamiento tras la vida en este mundo podían acceder (después de un proceso de metamorfosis en la tumba) todos aquellos corazones que tuvieran el peso adecuado, según el parecer del dios Anubis. Por tanto,  esta vida en el más allá estaba pendiente de los designios divinos para los simples mortales, sin embargo, en el caso de los faraones tenían un asiento reservado y fijo. Y era así porque eran considerados, no meros humanos, sino dioses de la estirpe de Ra, la gran divinidad solar que aparece en todas las manifestaciones del arte egipcio. Así, al poder político, económico y social del faraón se unía este más esencial, ya que dinamitaba las diferencias entre lo divino y lo humano.  

Este culto a la muerte casi (en el que se esperaba la vida eterna) no solo es el responsable de las grandes obras de arte sino también del proceso de momificación al que eran sometidos la gran mayoría de los cadáveres humanos y de algunos animales. Alrededor del embalsamamiento de los muertos vivían especialistas encargados de preparar los cuerpos para que llegaran en las mejores condiciones posibles al otro lado. Ni que decir tiene que las técnicas más sofisticadas estaban reservadas a los reyes, pero el servicio no solo estaba a disposición de la élite más rica sino que era accesible a todo aquel que pudiera pagarlo y estos eran un número importante. Las momias así preparadas se enterraban no solo con todos aquellos bienes de lujo o de uso cotidiano utilizados en vida sino también con alimentos imprescindibles para este viaje.  

Esta creencia en una vida en un más allá no solo en espíritu sino también a través del cuerpo a medio corromper convivía con una serie de dioses cuya manifestación es común en el arte egipcio. A modo de resumen son imprescindibles conocer los siguientes nombres: 

  • Amón-Ra, es el dios supremo y regente del sol. Como el astro rey, es el encargado de regular la vida y la muerte. 
  • Los faraones se asimilaban a Horus ya que se consideraban la encarnación del mismo. Su aspecto es el de un halcón y es quien rige los cielos. 
  • La diosa Hathor, representada con una esfera solar en la cabeza, como una vaca o parte de ella, es la encarnación de la fertilidad y la procreación en la estela de sus antecesoras, las Venus prehistóricas
  • Con cabeza de escarabajo es la representación de Kepri, el dios del sol naciente y, en general, de lo mutable y susceptible tanto de transformación como de metamorfosis. 
  • El carnero es el animal simbólico de Khnum, el dios que acompaña a los muertos en una barca hacia el otro lado. 
  • Y otro dios de los muertos con amplia presencia en el arte egipcio es Anubis bajo la representación de un chacal negro. Esta divinidad tenía una papel crucial en la civilización del Nilo ya que era el encargado de pesar los corazones de los difuntos. Esto es, era el que decidía (según los actos en vida del interesado) quién merecía la vida eterna. 
  • Osiris, por su parte, es el señor de este reino del más allá, como los faraones lo eran de este lado. Se suele representar con los mismos atributos que los reyes terrenales: con tocado, báculo y barba postiza. 

  • Buste de Nefertiti
    Buste de Nefertiti
  • Templo de Philae al anochecer
    Templo de Philae al anochecer
  • Escultura del Dios Anubis, protector de los muertos
    Escultura del Dios Anubis, protector de los muertos
  • Esculturas en piedra del arte egipcio
    Esculturas en piedra del arte egipcio
  • Arte egipcio
    Arte egipcio
  • Escultura egipcia de rasgos idealizados
    Escultura egipcia de rasgos idealizados
  • Esfinge de Egipto
    Esfinge de Egipto
 

Los símbolos en el antiguo Egipto

Toda esta cultura en la que lo etéreo e intangible de un más allá que ocupaba no solo las esferas del arte sino de toda la vida comunitaria se sustenta sobre el gran poder de los símbolos. Cuando se quiere representar algo inaprensible e incomprensible que se escapa a los parámetros de la vida en este plano, es necesario recurrir al poder de evocación y de sentido de los símbolos. Y, también, a su correlato narrado, el de los mitos. El arte egipcio está plagado de ellos y no solo en las historias de los dioses que se representan en las pinturas de las tumbas sino en toda la iconografía presente en las piedras y sus muros. 

Los símbolos es la forma más frecuente de comunicación cuando se apela al conocimiento inconsciente o al que se refiere a la muerte. Está en el lado contrario del lenguaje racional y empírico. Por eso, las primeras culturas echaban mano de ellos con frecuencia para ir indicando no solo estatus, personalidad o personajes sino un mundo ajeno al nuestro difícil de aprehender con las palabras. No podemos estudiar el arte egipcio sin verlo a través del prisma de esta expresión netamente simbólica.   

Escultura en el antiguo Egipto 

Y uno de los ejemplos más palpables de esto último lo encontramos en los grandes grupos escultóricos en los que se representa el faraón. Hasta la piedra elegida tiene un valor simbólico ya que todo en esa comunicación quería incidir en el mismo sentido: en lo inmutable, duradero e, incluso, eterno. Por eso, todas ellas están realizadas con materiales extremadamente duros (aunque fueran difíciles de trabajar) como el granito o la diorita. 

Los reyes están siempre retratados en majestad y en posición estática con los brazos y piernas en reposo, aunque se encuentren algún ejemplo que lleva una de las extremidades en posición de avance. Por supuesto, se recoge aquellos elementos que les eran característicos de su condición, como el tocado de lino a rayas blancas y azules, la corona (de distinta forma y color según el emplazamiento sobre el que reina), las atribuciones a Horus o a la serpiente. No puede faltar el báculo símbolo de su poder no solo sobre la tierra sino también sobre las contingencias del más allá. Estas obras no son realistas sino que el rostro está siempre idealizado y fijado en una edad concreta de la juventud. Nada en ellos puede darnos norte de la personalidad de su protagonista o de la diferencia espiritual con otros mortales. Lo importante en el arte egipcio era recoger el simbolismo de lo allí representado que no era más que un intento de domeñar a la muerte natural a través de una figura de poder.  

Aunque también se han encontrado figuras realizadas en barro y policromadas (como el escriba del Museo del Louvre) o bustos más realistas (como el de Nefertiti), la gran escultura del arte egipcio está realizada con medidas magníficas y colosales, ya que también esta condición era un símbolo de lo que allí se quería representar. Al margen de estas muestras se conservan otras realizadas en cerámica, orfebrería o materiales preciosos como el jade o el lapislázuli que nos da una idea de la riqueza acumulada y del poderío que se desplegaba alrededor de los faraones del Nilo.  

La pintura en las tumbas reales 

Las muestras de arte pictórico circula alrededor del arte funerario desde las realistas retratos de Al Fayum que también se conservan en el Museo del Louvre hasta los frescos de Tebas. Las primeras son de época tardía y corresponden a retratos de personajes que no pertenecen a la nobleza. Se colocaban sobre las momias que las familias guardaban en armarios especiales. Las segundas hacen las delicias de los amantes del arte por lo allí representado y la técnica empleada. Sobre paredes de yeso se han realizado murales realistas en los que se representan (siempre de perfil) a dioses o personajes reales. Todos ellos están acompañados de elementos de la naturaleza dispuestos sin perspectiva pero en un orden concreto.  

Las de Tebas (la necrópolis de las reinas) se ejecutaban a la luz de antorchas encendidas con un ingenioso sistema para que no hicieran humo. Allí se pintaban las historias o los hechos relevantes de los que pretendían descansar eternamente junto con su ajuar y alimentos. Para ello se utilizaba el mismo carbón del que ya se valieron los creadores de las pinturas rupestres y óxidos de minerales para los colores (el hierro, por ejemplo, para el color azul). Los colores verdes y azul que, a veces se conseguían con materiales lujosos y costosos, también lograron sintetizarse por primera vez en la historia. 

A juzgar por la pericia, belleza y elegancia de las pinturas conservadas tuvo que existir toda una escuela donde se enseñaban estas técnicas. Estas expresiones del arte egipcio, en ocasiones, se combina con jeroglíficos que llegan a tomar color también.  

Las grandes obras de arquitectura en el arte egipcio 

Pero si por algo es reconocible esta cultura enigmática y fascinante es por sus grandes obras de construcción de las que nos han llegado la gran mayoría de ellas. Aunque son muchas más de las expuestas en este apartado, vamos a centrarnos en cuatro puntos. 

1.- Las pirámides y su estructura 

Son tan enigmáticas que el conocimiento de su construcción aún se escamotea a los estudiosos. Las primeras, que datan del último Neolítico, son toscas y aplanadas, levantadas formando grandes escalones. Muy pronto estas construcciones fueron evolucionando hacia la elaboración en piedra de una pirámide perfecta cuya función era servir de cámara acorazada para la momia del faraón. Levantadas y diseñadas en vida de los reyes se necesitó un importante conocimiento de ingeniería así como abundante mano de obra tanto esclava como especializada. La masa de estas moles tan representativas del arte egipcio solo estaban abiertas para albergar la tumba faraónica. Para ello se abría una abertura en una de sus bases donde se situaba una capilla con las ofrendas.  

Nada más entrar, los caminos se bifurcaban, uno en sentido descendente y otro ascendente. El primero se convertía en un laberinto que tenía como fin confundir y desnortar a saqueadores, profanadores y ladrones. El segundo, en algún momento, se convertía en una bella galería pintada con los parámetros diseñados arriba. Aunque todas ellas tenían varias cámaras, pasillos y pasadizos distintos, este laberinto desembocaba en la tumba real donde reposaba, entre varias capas, el sarcófago con la momia faraónica. Alrededor se desperdigaban alimentos, piezas de ajuar, de vestuario, joyas y objetos preciosos cuya función era acompañar al rey en su viaje hacia el más allá. En la pirámide de Keops, la más grande de las que se encuentra a las afueras de El Cairo, en un nivel inferior a la tumba regia del faraón se encuentra el de la reina. 

2.- Los templos dedicados a los dioses 

Pero no solo de pirámides fascinantes está repleto el arte egipcio, la misma atracción ejercen sus templos levantados en la orilla oeste del Nilo. Aunque desde aquí partían procesiones y festejos que podía seguir el pueblo en general (con su punto de regocijo aparte del religioso), estas edificaciones estaban comandadas por un ejército de sacerdotes dedicados en cuerpo y alma a sus dioses. A través de un espectacular camino de columnas se accede a uno o varios patios que terminan (con su gran puerta de por medio) en un recinto techado y casi amurallado donde se guardaban las ofrendas, exequias y representaciones de los dioses. Estos solo salían de su morada terrena para mostrarse ante el público subidos en barcazas bellamente decoradas que se trasladaban por el río.  

Las espectaculares columnas de estos templos del arte egipcio seguían tres estructuras distintas. Las más sencillas se rematan con un capital en forma de corola que era adornado con elementos vegetales de la zona (lotos y papiros). Otras seguían la representación de los talles de papiros y las más complejas estaban talladas y policromadas conforme a un patrón antropomorfo. Podían representar dioses, la más de las veces, o su encarnación en la tierra, los faraones. 

3.- Tebas y el Valle de las Reinas 

Otro lugar enigmático que aún sigue siendo objeto de estudio y descubrimientos sorprendentes es el conocido como Valle de las Reinas. Esta necrópolis está excavada en la roca dura y se han logrado identificar más de cien tumbas, la gran mayoría saqueada en épocas muy cercanas a los enterramientos. Cada uno de estos cúmulos está excavado en sentido descendente en la roca hasta formar una cámara sepucral donde se depositaba el sarcófago con su momia. Hasta llegar allí se realizaban, como en el caso de las pirámides, estrechas galerías que se enlucían con yeso para luego ser bellamente pintadas. Algunas son de una belleza extrema con su colorido básico y su lenguaje simbólico sobre un mundo perdido en el que se gastaba la gran mayoría de la fuerza vital en elementos destinados a la muerte. Dicho esto, gran parte de la magnificencia y belleza del arte egipcio se debe a esta cosmovisión del pueblo que alumbró el Nilo.  

4.- Los obeliscos con sus jeroglíficos 

Y, por último, otro elemento que ha ejercido gran poder de fascinación en la cultura occidental es el obelisco. Realizado en cuatro caras y levantado hacia el cielo, se grababa con jeroglíficos en los que, de un modo u otro, se dejaba plasmada la cultura imperante. La punta de alguno de ellos se recubría con láminas de oro para que los rayos del sol lo reflejaran y multiplicaran exponencialmente su simbolismo. Algunas de estas piezas, en épocas modernas, fueron trasladados a Europa (París, Roma…) y aquí siguen interrogándonos con su presencia.  

Aunque la esencia del arte egipcio no puede resumirse en estas escuetas notas, sí nos podemos acercar con ellas a una cultura que, aún hoy en día, ejerce un poder de fascinación en individuos de distinto credo y cultura.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

La gran civilización de Egipto es una de las primeras presentes en el planeta Tierra junto con la de Mesopotamia. Si una se asentó alrededor del Nilo, la otra tuvo como ríos proveedores de abundancia el Tigris y el Eufrates. Sus primeras expresiones artísticas, culturales y políticas hunden sus raíces en el Neolítico (con el arte prehistórico). Sin embargo, las características del arte egipcio que lo hacen reconocibles comenzaron a presentarse alrededor del tercer milenio antes de Cristo y perdura, aproximadamente, hasta la venida al mundo de este. Aunque hay unas líneas comunes y definidas por símbolos, en tan largo periodo de tiempo, podemos encontrar algunas singularidades. La civilización egipcia perduró (dando sus últimos coletazos) con la Biblioteca de Alejandría aunque en ella estuvieran presentes la cultura grecorromana que tomaría el relevo de poder en esta parte de mundo.

1.- La figura del faraón como individuo divino 

Para entender el desarrollo artístico de esta gran civilización tenemos que asomarnos a varios puntos de crucial importancia. En primer lugar tenemos el Nilo con sus crecidas que convierte sus dos orillas (debido al limo depositado) en una zona fértil donde es posible los cultivos. Con ellos llegaron la abundancia y la prosperidad. Más allá de su influencia se extiende el duro desierto. Esta sociedad agrícola y artesana comienza a regirse por un monarca que acapara riquezas y poder no solo sobre este mundo sino también sobre el de más allá. Sin esa acumulación monetaria en manos de los faraones no puede entenderse las grandes obras arquitectónicas que son características del arte egipcio. Y vamos a más, ya que sin su consideración como figuras divinas en la tierra tampoco. El faraón era el dueño de la vida de los habitantes de esta parte de mundo y lo era porque su presencia se consideraba divina. Alrededor de su persona  crecía una casta de sacerdotes, escribas, artistas, médicos y artesanos que mantenían una economía y una cultura basada en esta consideración. 

2.- Una de las características del arte egipcio es la presencia de los símbolos 

Esa consideración divina del faraón y de todas sus obras solo podía transmitirse a través de símbolos. Si estos surgen cuando se intenta aprehender lo inefable e incomprensible por encontrarse más allá de lo situado en este mundo, no es de extrañar que el arte del antiguo Egipto esté plagado de ellos. Con los símbolos se señalaba el estatus del faraón a través de la toca de lino rayada en color azul y a través de su corona.  Se representaban, también, los dioses y su función en la mitología egipcia a la par que se manifestaba el curso solar y su significación más allá de las consideraciones mundanas. Los símbolos están detrás de la primera escritura en jeroglíficos, la misma que pretende dejar por escrito ideas sin el uso de un alfabeto. Y del mismo tenor son las grandes construcciones, desde los templos hasta las pirámides pasando por la escultura representativa de los faraones o las pinturas de las tumbas. Era un universo que no solo conocía el sacerdote o el entendido sino también el pueblo llano que hacía suya esa convención informativa en la que la vida y la muerte estaba constantemente presente.  

3.- Los dioses en arte egipcio 

Si el faraón era la encarnación divina en este plano, alrededor de él convivía un mundo de dioses encargados de todo lo importante en lo que respecta a lo terrenal. Aparte de la figuración real como el dios Horus (representado por un halcón), los dioses más importantes (sin ánimo de exhaustividad) eran los siguientes:  

  • Amón-Ra era el más importante y se asimilaba al sol, imprescindible para la vida cotidiana de Egipto. Este, además, simbolizaba el transcurso de la vida y el renacer que se producía cada mañana. 
  • Kepri también es un dios solar pero ya centrado en el sentido simbólico de la transformación y el renacer, como la semilla que queda en la tierra y espera la hora favorable para crecer.  A veces se representaba como un escarabajo, animal sagrado en el antiguo Egipto. 
  • Hathor era la diosa de la fertilidad y se representaba con un círculo sobre su cabeza o con forma de vaca o parte de ellas. 
  • Khum es el dios de los muertos el cual traslada las almas hacia los infiernos. 
  • Anubis es una de las figuras más características del arte egipcio y con mayor representación. Nos encontramos bellas y estilizadas imágenes de su persona en las tumbas reales. Se reviste bajo la apariencia de chacal y es el protector de los muertos con una función específica: pesar el corazón de los difuntos y así poder dilucidar si, tras su paso por el mundo de los vivos, este merece vivir la vida eterna. 

 

  • Buste de Nefertiti
    Buste de Nefertiti
  • Templo de Philae al anochecer
    Templo de Philae al anochecer
  • Escultura del Dios Anubis, protector de los muertos
    Escultura del Dios Anubis, protector de los muertos
  • Esculturas en piedra del arte egipcio
    Esculturas en piedra del arte egipcio
  • Arte egipcio
    Arte egipcio
  • Escultura egipcia de rasgos idealizados
    Escultura egipcia de rasgos idealizados
  • Esfinge de Egipto
    Esfinge de Egipto

4.- Otra de las características del arte egipcio son los códigos preestablecidos 

Porque toda la cultura del Nilo se basó en unos códigos inamovibles casi y así se refleja en la pintura, la escultura y la arquitectura. Los faraones siempre van tocados con el nemés, una especia de túnica a rayas blancas y azules que cae sobre los hombros. Sobre esta se lleva la figura de Horus o de la serpiente. Además, cada uno de las coronas (en forma y color) representa el emplazamiento concreto (norte, sur o ambos) sobre los que se reina. De igual modo, se despliega un código de representación para las reinas, para los sacerdotes y cada una de las castas en la que se dividía la sociedad. El arte egipcio estaba diseñado para que fuera eterno, para que durara no solo entre los siglos de los hombres sino también en el intangible y etéreo de sus dioses.  

5.- El arte funerario como vehículo del arte egipcio 

Por eso, el culto a la muerte adquiere importancia sobresaliente hasta tal punto que sobre este aspecto giran las características del arte egipcio. No solo se realizan representaciones con los dioses del más allá sino que toda la cultura está diseñada para la vida tras la muerte del faraón. Y aquí podemos situar las pirámides (cámaras acorazadas para albergar el cuerpo del rey junto con su ajuar), los templos en los que se rendía tributo a los dioses, todo el proceso y la industria de la momificación con el fin de preservar el cuerpo en el más allá, los obeliscos con sus jeroglíficos… Si el sol moría por el oeste para volver a salir por el este y el astro rey era la encarnación del gran dios Amón-Ra, todo en esta vida llevaba el mismo curso. El faraón, encarnación divina en la tierra, debía tener previsto su lugar tras el paso por los vivos. Y con él las reinas, las personas importantes de su familia y así hasta llegar a sacerdotes, funcionarios, artesanos o profesionales. Todos buscaban la vida más allá y esta estaba ligada a la explosión de un arte funerario que se expresaba en todos los órdenes posibles. 

6.- La escultura ceremonial 

Vinculado con lo anterior nos encontramos las grandes representaciones del faraón realizadas en piedras durísimas, como el granito o la exclusiva diorita. Recordemos que el tiempo, con su aspereza, no podía atravesar los símbolos divinos. Estas esculturas, algunas en tamaños colosales tenían unas medidas proporcionales y se realizaban siguiendo los códigos antes descritos. Todas ellas están representadas siguiendo el mismo canon estilístico. Aunque cada una de ellas es distinta, la imagen del faraón está siempre idealizada en los rasgos y en el momento vital en el que se talla. No hay, por tanto, ninguna que manifieste a un rey en su vejez o decadencia. La generalidad es el estatismo tanto de los miembros inferiores como de los superiores y también del rostro. Los faraones son retratados con la barba postiza y su báculo.   

7.- Las características del arte egipcio de las pirámides 

Realizadas en vida del rey su función era servir de cámara acorazada para guardar los bienes del difunto en el más allá. Las primeras estaban ejecutadas siguiendo una estructura tosca y escalonada. Estas reciben el nombre de mastaba. La construcción de las mismas suponía un gran esfuerzo tanto de ingeniería como de mano de obra (esclava y formada) que aún escamotea sus secretos a los estudiosos. El cuerpo del difunto, para que pudiera disfrutar de los dones de la otra vida, era momificado y se creó toda una industria en torno a estas tareas. Estas no solo se realizaban sobre los miembros de la aristocracia, aunque estos disfrutaban de un trabajo más fino, sino sobre todo aquel que pudiera pagar tal servicio.  

La entrada de las pirámides se situaba en la base de la misma donde se colocaba una pequeña capilla en la se depositaban las ofrendas al difunto. Esta se desarrolla cuesta abajo y llegado un momento se dividía en dos. El camino descendente llega a una cámara falsa para disuadir a los ladrones y saqueadores. A pesar de esta bifurcación con ánimo de confundir, en la de Keops, por poner un caso, llegado un momento, dispone de otra vía hacia arriba en dirección hacia la cámara sepucral. Dicho emplazamiento estaba situado en el corazón de la pirámide y se accedía por una gran galería que se decoraba primorosamente con pinturas en la que se contaban o narraban las hazañas del protagonista. En la de Keops, por seguir con el mismo ejemplo, la cámara de la reina se encuentra en un nivel inferior y es menor a la del rey.  

8.- La pintura de las tumbas reales 

Si bien las pirámides características del arte egipcio eran una prerrogativa de los faraones, las reinas, otros miembros de la familia real y de la corte también recibían un trato de favor a la hora de ser enterrados con todo boato. Tebas se encuentra en la orilla occidental del Nilo, allí donde se pone el sol y lugar elegido para excavar en las rocas las últimas moradas de las reinas. Esta necrópolis se adentra en el interior de las montañas en sentido descendente. Cada una de las tumbas estaban diseñadas para colocar el sarcófago con el cuerpo momificado en el extremo. Las galerías que dan acceso al sarcófago se encuentran bellamente decoradas con pinturas policromadas.  

Al parecer, todos los oficios trabajaban simultáneamente desde el interior hacia el exterior y los murales están realizados con materiales preciosos de la zona. La galería excavada en la roca se recubría con un enlucido de yeso y sobre él se realizaba el trabajo decorativo. En el mismo se empleaban colores naturales como el óxido de hierro para el rojo o el carbón para el negro (tal cual se han encontrado en las pinturas rupestres). Y también se han localizado los primeros tonos sintéticos de la historia para el azul y el verde. Estas obras están realizadas sin ninguna perspectiva y los elementos de la naturaleza se encuentran superpuestos aunque ordenados y claramente reconocibles y visibles. Las figuras humanas o de dioses siempre están representadas de perfil siguiendo la estética estilizada de las esculturas faraónicas. 

9.- Los obeliscos y sus jeroglíficos 

Otros elementos que son características del arte egipcio son los obeliscos, algunos incluso han sido trasladados a distintos puntos de Occidente en época posterior. También son símbolos sagrados del sol y se colocaban en la entrada de los templos. Algunos de ellos se remataban con una capa de oro con el fin de que el brillo se reflejara aún más y contribuyera a simbolizar la luminosidad real. A la complejidad de su construcción se une que están grabados con jeroglíficos. 

10.- La características del arte egipcio con respecto a los templos

Surgen en los emplazamientos de Luxor y Karnak, considerados sagrados, y son una muestra de la grandeza de la arquitectura egipcia. A ellos se accedía por unos caminos de columnas altísimas que aún hoy en día causan admiración. Estas se remataban en capitales siguiendo tres modelos distintos. Los más elementales tenían forma de campana y en ellos se grababan y pintaban papiros y lotos. También nos encontramos columnas figurativas siguiendo la forma de los papiros. Las más complejas tienen formas antropomorfas policromadas.  

Esta columnata terminaba en uno o varios patios desde los que se accedía al templo propiamente dicho que se encontraba techado. El lugar era reservado para los sacerdotes y su culto o para la familia real. Desde aquí salían procesiones (en fechas determinadas) en las que se sacaban esculturas representativas de los dioses que se embarcaban en decoradas naves a través del Nilo. El pueblo podía disfrutar de estos festejos desde la otra orilla y se supone que el ambiente festivo era completo.  

Aunque este puñado de características del arte egipcio permanece casi inamovible a lo largo de los siglos que duró esta cultura, ni que decir tiene que se produjeron algunas singularidades. Sin embargo, los símbolos y las generalidades sí son comunes.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

¿Cómo nos podemos resistir a las maravillosas meriendas dulces para celebrar un cumpleaños? Y quien dice un cumpleaños dice una búsqueda de huevos de Pascua, un buffet de Halloween o un candy bar para un día grande. Es más, las meriendas dulces pueden ser incluso una puesta en escena del afamado té de la tarde inglés con su parafernalia de pasteles y vajilla preciosa. Y… también pueden celebrarse un día corriente, un viernes por la tarde, por poner un caso, para festejar que se han cumplido los objetivos de la semana o cualquier otra meta. Ni que decir tiene que las meriendas dulces son del agrado de los pequeños de la casa pero, con justicia, a ellas no se resiste ningún mayor. ¿Cómo la preparamos? ¿Qué recetas son las adecuadas? ¿Qué compramos y qué comeremos o beberemos? A continuación te dejo algunas ideas (aunque son muchas más). Si estas no te convencen también puedes aprovechar los platos propuestos en este mismo espacio como desayunos saludables para niños como las tortitas caseras y los mueslis artesanos. 

¿Qué tipo de meriendas dulces quieres preparar? Una opción para cada evento 

Es lo primero que tienes que plantearte antes de empezar porque la variedad es casi infinita. Aunque no están todas las posibilidades, puedes aprovechar las meriendas dulces para celebrar días especiales del siguiente modo.

1.- Los cumpleaños infantiles son un básico donde no pueden faltar la tarta con sus velas, algunos pasteles artesanos y picoteo salado tipo patatas fritas y bocadillos ligeros con algún fiambre. Si son muchos niños invitados, es mejor que la celebración esté enfocada al juego, a los globos y a las canciones. La receta de bizcocho que te dejo a continuación te puede servir como tarta de cumpleaños siempre y cuando la termines con una cobertura que puede ser de crema o fondant. 

2.- Una de las meriendas dulces más especiales son las celebraciones de Pascua con su búsqueda de los huevos. Aquí no debe faltar el chocolate y los huevos escondidos para los niños. Por supuesto hay que coordinarla con un buen pastel (volvemos al bizcocho cuya receta te dejo a continuación), tortitas caseras con dulce de leche y algunos bocadillos de fiambres. En esta ocasión no te olvides de colocar decoración a tono que pueden ser los conejitos famosos pero también lucen flores frescas, velas pequeñas o guirnaldas luminosas y coloridas. 

Merienda de Pascua

3.- Aunque la fiesta de Halloween no se celebra con meriendas dulces, también es una opción magnífica para empezar a pedir caramelos. En este caso es mejor que te decantes por galletas en forma de calabaza o de fantasmas olvidando el lado gore de la celebración. Con los disfraces de los peques y una piñata tienes una velada más que especial. 

4.- Si las meriendas dulces se preparan para una ocasión más que especial, puedes optar por un candy bar siempre y cuando haya muchos invitados. Se puede hacer para Navidad, la Primera Comunión, aniversarios y cualquier ocasión importante. El centro de atención también tiene que ser una tarta. Hay que completar con galletas, chucherías, dulces tipo donuts que deben mostrarse de una manera dramática, muffins, bombones… En el mismo lugar hay que colocar la vajilla de manera ordenada y las bebidas que formarán parte del evento. La idea es que cada uno se sirva lo que más le guste. Aunque hay empresas que preparan estas puestas en escena con notable acierto, también lo puedes hacer en casa con un poquito de sentido estético. 

5.- Las meriendas dulces que se asemejan al té de la tarde inglés se toman sentados con mantel y las viandas colocadas en orden. La bebida se puede sustituir, incluso, por infusiones al gusto (como la menta o la manzanilla), chocolate caliente (para el invierno), horchatas, batidos artesanos y zumos naturales. Con el método tradicional es mejor un té verde, blanco o aromatizado que el negro o el café que puede dar un poco de nerviosismo a estas horas de la tarde.    

¿Qué comida incorporar en las meriendas dulces para toda la familia?  

La idea es preparar un surtido variado para que nos adaptemos al gusto de todos teniendo en cuenta que no falte. Aunque hoy en día los supermercados corrientes te ofrecen casi de todo, la bollería industrial lleva aceite de palma y grasas tan perjudiciales que es mejor hacer las recetas de las meriendas dulces en casa. A continuación te dejo propuestas para bizcochos básicos y tortitas. Aún así puedes completar con lo siguiente:

1.- En confiterías de calidad puedes hacerte con mazapán o dulces navideños, muffins artesanos, merengues o macarons coloridos. 

2.- En verano también puedes servir helados presentados en pequeños vasitos. 

3.- El centro de atención tiene que ser un bizcocho casero o una tarta que debe presentarse con dramatismo. 

Bufet Dulce

4.- También puedes acompañar con bombones, galletas de mantequilla, rosquillas o dulces tradicionales siempre que no sacien mucho. 

5.- Una idea para las meriendas dulces en plan adulto es proveerse con pasteles turcos y té al estilo árabe. Este se prepara añadiendo azúcar morena y canela al té con menta. 

6.- Puedes acompañar con algunos bocadillos ligeros de fiambre suave (pavo con mantequilla, pollo ahumado con tomate, salmón con pepinos, crema…) pero el centro debe ser lo dulce. Tampoco montes una mesa muy recargada. 

7.- Y… por último… coloca la vajilla buena, la mantelería de hilo, la cubertería que solo se saca una vez al año. Las cosas cuando se disfrutan en el día a día nos ayudan a convertir cada jornada en un motivo de celebración.  

Bebidas para acompañar las meriendas dulces 

Obvia todo lo que tenga gas, un exceso de azúcar o esté elaborado con un proceso industrial al por mayor. Todas estas bebidas no van bien con dulces artesanos o elaborados con recetas sencillas en casa. Además, hacen que entren sed y que los pequeños se llenen con gases muy pronto. Para las meriendas dulces que se preparan en ocasiones especiales elige: 

1.- Como bebidas calientes, decántate por el té que no sea negro mejor que el café. Los pequeños (y algunos mayores) pueden tomar chocolate caliente o su leche favorita. También puedes aprovechar el poder de las infusiones para cuidar tu salud. 

2.- Ofrece horchata o leches vegetales ecológicas si son del gusto de los comensales. No te olvides de colocar una botella de agua porque estas propuestas suelen cansar al paladar un poco.

3.- Los zumos que mejor van con las meriendas dulces son los de piña, pera, melocotón, manzana y también de naranja. 

4.- Si la ocasión se celebra en verano o quieres aportar un punto de frescura, ofrece una limonada. 

5.- Los adultos pueden acompañar el ágape con una copa de champán e, incluso, un vino tinto. Este va muy bien con las propuestas de huevo, como las yemas confitadas o los tocinos de cielo.  

Receta de bizcocho casero básico imprescindibles en las meriendas dulces 

Y ya que tenemos todo en la cabeza de lo que queremos hacer, podemos coronar la fiesta con un bizcocho casero que sirve para cualquier ocasión. 

Ingredientes para cuatro personas de un bizcocho básico

  • 4 huevos batidos.
  • 1 vaso de agua de azúcar morena.
  • 1/2 vaso de agua de aceite de oliva o en su defecto otro vegetal. Con esta elección obviamos la mantequilla que es más indigesta. 
  • Un sobrecito de levadura.
  • Un trocito de mantequilla para untar el molde ya que este se quema si usas aceite. 
  • 2 vasos de agua de harina de trigo. También puedes mezclarla con alguna elaboración de maíz, centeno o la digestiva avena. 
  • La ralladura de medio limón. 

Elaboración del bizcocho casero básico

1.- Pon el horno a calentar a 220 grados. 

2.- En un bol, bate los huevos muy bien y añade a continuación el azúcar. Sigue batiendo sin parar hasta que se forme una melaza sin grumos. Sin dejar de batir añade el aceite, la harina, la levadura y la ralladura del limón. 

3.- Continúa batiendo hasta que se forme una crema espesa. Si la ves demasiado ligera añade unas cuantas cucharadas de harina más. Por el contrario, si cuesta trabajo moverla, incorpora un par de cucharadas de agua templada. 

4.- Unta la mantequilla en el molde que vayas a utilizar y añade la masa. Es importante que esté tapado. Puedes hacerlo incluso con papel de aluminio. Baja el horno a 180 grados. 

5.- Hornea 45 minutos o una hora y deja enfriar antes de desmoldar con cuidado. Puedes añadirle cobertura de chocolate (realizado con mantequilla, cacao y azúcar), crema, un paisaje de fondant e, incluso, mermelada ya elaborada siempre y cuando sea de calidad. Y… ¡listo el gran protagonista de las meriendas dulces!

Receta de tortitas para las meriendas dulces 

Esta elaboración tradicional puede formar parte de desayunos saludables, de un postre y también de estas fiestas a mitad de la tarde. Son tan versátiles que le puedes añadir dulce de leche (tal como gustan en Argentina), mermelada de frutos del bosque (las preferidas en Francia), nata montada o sirope de chocolate (siguiendo los paladares de Norteamérica). En toda estas opciones la base es siempre la misma. Anota.

Ingredientes para  dos tortitas grandes 

  • Un huevo.
  • Medio vasito de leche.
  • Cuatro cucharadas soperas de harina blanca.
  • 2 cucharadas de azúcar blanca. 
  • 1 cucharada de aceite.
  • 1 sartén grande que no se pegue y cualquier elemento que te ayude a darle la vuelta sin que se rompa la tortita. 

Elaboración de las tortitas para las meriendas dulces 

1.- Bate el huevo muy bien y ve añadiendo el azúcar, la leche y la harina por este orden sin dejar de remover. Se tiene que quedar una pasta suave, cremosa y con un ligero color amarillo. 

2.- En una sartén antiadherente, coloca el aceite y caliéntalo un poco sin que llegue a hacer humo. A continuación, añade la masa hasta que se vaya formando una tortita delgada que ocupe todo el área de la sartén.

3.- Baja el fuego y tapa durante un par de minutos cuidando de que no se pegue. Con pericia (muy importante), le das la vuelta y cocina otro par de minutos por el otro lado. Repite la operación hasta que te quedes sin masa. 

4.- Puedes acompañar con fruta fresca, tu mermelada favorita, sirope de chocolate o de ágave, miel, nata, dulce de leche… E, incluso, se puede transformar en un manjar salado si le mezclas un poco de mantequilla con fiambre de pavo de calidad, salmón ahumado o atún mezclado con calabacines pochados.  

Las meriendas dulces para los días especiales, como fiestas que son, dan para mucho más, hasta para un picnic en medio del campo donde nos llevaremos estos manjares para disfrutarlos en plena naturaleza. ¿Te apuntas?

Por Candela Vizcaíno | Autora de Recetas sencillas con ternera de la Sierra de Guadarrama y editora en La mesa gourmet de Candela Vizcaíno

 

 Mesa Dulce

El Lazarillo de Tormes es una de las obras señeras de la novela picaresca y en este artículo vamos a tratar toda la problemática en torno a su publicación y las características principales que la hacen digna de pertenecer al canon clásico.  

El autor del Lazarillo de Tormes 

Hasta nosotros han llegado tres primeras impresiones, las tres del mismo año (1554) aparecidas en Burgos, Alcalá de Henares y Amberes. Ninguna de ellas va firmada porque, con toda probabilidad, tal como veremos más adelante, es clara en la obra una fuerte impronta del erasmismo por entonces ya puesto en cuestión por las autoridades. Además, esta primera novela picaresca, como todas las del género, son críticas con el sistema social establecido poniendo en cuestión vicios y costumbres arraigadas.  Con las aguas revueltas en cuanto a la política y a la religión, con toda probabilidad, el autor se decantó por el anonimato para no tener ningún contratiempo con las autoridades. En un principio se defendió que tanto las ediciones de Alcalá como la de Amberes se habían realizado sobre la de Burgos. Sin embargo, estudios recientes han desmontado esta teoría y, en la actualidad, se acepta que hay una versión anterior que no nos ha llegado sobre las que se ha realizado estas tres.  

De los autores de Lazarillo de Tormes hay tres propuestas por la crítica:  

1.- Tenemos que esperar a 1605 para encontrarnos una mención al primer candidato a autor y no es precisamente en una edición del Lazarillo de Tormes. En la obra Historia de la Orden de San Jerónimo, el Padre José de Sigüenza propone como su creador a su compañero de orden fray Juan de Ortega. Según esta referencia se había encontrado el manuscrito en su celda y, con toda probabilidad, lo escribió en sus años de estudiante de Salamanca. 

2.- En 1607, Valerio Andrea Taxandro publica un estudio en el que atribuye la autoría del Lazarillo de Tormes a Diego Hurtado de Mendoza por entonces un escritor de reconocida fama. A partir de aquí, no se sabe si por ser un referente literario o por otra cuestión comienza a ser aceptada esta paternidad sin más aportes que la fama del nombre. Y así llegó hasta principios del siglo XX cuando esta propuesta es desmontada.

3.- Hay un tercer candidato a ser el autor del Lazarillo de Tormes propuesto en 1914 por Julio Cejador. Este sería Sebastián de Horozco en cuyos poemas aparecen referencias al ciego, a Lázaro… Esta teoría es aún más endeble que las otras y no es aceptada por la crítica especializada.  

A todo estas propuestas se une un contratiempo más, ya que no se sabe con exactitud la fecha de composición de la novela. En ella se dice que se acabó el año en el que Emperador celebró cortes en Toledo. Y eso fue en 1525 y, luego, en 1538-39. Por tanto, es casi imposible contrastar los mínimos datos biográficos de los posibles candidatos si tampoco es posible dilucidar a qué cortes se refiere o, vamos a más, si esta data está inventada. 

Además tenemos otro dato por el que comprendemos el afán de anonimato de su creador,  ya que la obra fue incluida en el Índice de los libros prohibidos de 1559, cinco años después de las primeras ediciones conocidas. Si bien salió del mismo en 1571, si su autor aún estaba vivo y en activo, no daría señales de ser el padre de la criatura para no tener contratiempos con la Inquisición que, por entonces, se las gastaba con bastante crueldad con los autores díscolos (a su parecer), tal como le sucedió a Fray Luis de León o aSan Juan de la Cruz

Resumen del Lazarillo de Tormes 

La obra está escrita en primera persona, siguiendo una de las principales características de la novela picaresca. Este relato autobiográfico comienza con el nacimiento de Lázaro de Tormes de padres ya situados fuera de la sociedad establecida. Nacido en la más extrema pobreza, su madre se deshace de él siendo un niño poniéndolo a trabajar bajo las órdenes de un ciego, el cual requiere los servicios de un guía. Acuciado por el hambre, intenta (mediante tretas) engañar y timar al amo aunque lo único que consigue es llevarse castigos crueles. Tras abandonarlo se pone al servicio de un clérigo que no se comporta de mejor manera.

Condenado a servir a distintos amos, Lázaro se pone bajo la protección de un escudero de Toledo (un hidalgo venido a menos) que también hace resbalar por la escasez a nuestro pobre protagonista. Aunque este intenta guardar las apariencias, las condiciones en la casa son tan lamentables que Lázaro se pone a servir a otro amo, esta vez a un clérigo de la orden de la Merced y luego a un vendedor de bulas falsas para pasar al servicio de un capellán y terminar con un aguacil. Con todos ellos pasa penalidades Lázaro y todos ellos les sirve para hacer una crítica cínica y ácida de una sociedad que produce individuos deleznables plagados de vicios de todo tipo. Cada situación la soporta Lázaro estoicamente hasta que logra ser nombrado pregonero de Toledo mejorando, de esta manera, notablemente su situación y posición. En ese momento, también, se casa con una barragana de un Arcipreste. 

Como es también característico de la novela picaresca, el Lazarillo de Tormes está dividido en capítulos donde se van narrando cada una de las desventuras que el protagonista mantiene con sus distintos amos sin más hilo conductor que el paso del tiempo.  

Características del Lazarillo de Tormes 

Aparte de las ya reseñadas (de las que hay que hacer hincapié en el relato autobiográfico y en la estructura por capítulos independientes), la obra presenta los siguientes caracteres:

1.-El tema del hambre como hilo conductor de la obra 

Lázaro pasa necesidad, mucha, especialmente siendo un niño. Su desvalimiento se pone de manifiesto con los primeros amos que se aprovechan del pobre muchacho, tanto que a duras penas puede sobrevivir. Una vez Lázaro ha aprendido a elegir mejor a quien servir, no duda en apuntarse a la hipocresía, la misma que critica cínicamente. Conforme avanza la novela, nuestro protagonista, según sus palabras y justificaciones, se ve obligado a adaptarse a una realidad social cruel con el único fin de salir adelante. Esta transformación se manifiesta de una forma clara a final de la novela, cuando Lázaro, ya con experiencia vital, justifica sus elecciones como la única vía para vivir cómodamente (aunque esto suponga muchos matices).  Si bien el hambre no forma parte de su vida en esos momentos, el recuerdo de esos días pasados son los que le lleva a tomar las últimas decisiones que se muestran en la novela. 

2.- Realismo descarnado en el Lazarillo de Tormes frente a la ficción  

A colación con lo anterior, si por algo se caracteriza la novela picaresca es por presentar la cruda realidad sin tapujos. El pícaro, a cuya extirpe pertenece Lázaro, es un pobre hombre que vive de pequeños timos, de buscar los recovecos de una sociedad que lo expulsa y que, a la par, necesita aprovecharse, aunque se niega a formar parte de ella de una manera formal.  El pícaro no es un criminal y a lo más que llega es a convertirse en un delincuente de poca monta, ya que su mundo siempre es pequeño y de bajas miras. Si bien hay críticos que buscan el origen de la picaresca en un rechazo a las novelas de caballería con su relato de fantasía y de ficción extrema, la sociedad presentada en estas obras existía realmente con toda su crudeza, hipocresía, mediocridad y desfachatez. A mediados del siglo XVI, por las distintas grandes ciudades de España, se empiezan a agolpar una corte de desahuciados de todo tipo que buscan sobrevivir simplemente conformándose con malvivir entre el hambre y la escasez. Fuera de todo trabajo formal, aunque su bandera sea la libertad, el pícaro, como Lázaro, únicamente busca un modo de acomodarse, de la mejor manera posible, entre lo jirones sociales. 

Dicho esto, la crítica también ha encontrado una serie de prototipos en los personajes del Lazarillo de Tormes. Tenemos al mendigo (el ciego), el hidalgo que le importa más la apariencia que el mundo que se desmorona ante él, la avaricia del primer clérigo y los vicios del mercedario… Todo ello sin contar el oficio de aguacil o la figura de la barragana (una especie de compañera sexual de los miembros del clero) con quien acaba en matrimonio Lázaro. Todos ellos pertenecen al folclore de la época, a los modelos de ficción de la literatura del siglo XVI y cada uno de esos prototipos se comportan y conducen como el lector contemporáneo espera.  

3.- El sentido humorístico en el Lazarillo de Tormes 

Aunque el objetivo primigenio del autor de la novela fuera provocar la risa, la obra está tan empapada de ironía y cinismo que más bien provoca un sentimiento de pesadumbre y de extremo pesimismo. Si bien algunas situaciones están presentadas de manera cómica, el humor que se transparenta es tan negro que todo en él parecen burlas pesadas. Lázaro no vive la vida saltando feliz de piedra en piedra y más bien la soporta con estoicismo casi hasta llegar a la conclusión de que la única manera de sobrevivir es aparcar la mínima dignidad que le queda y plegarse a lo que está a mano de una manera tremendamente práctica. 

4.- El erasmismo en el Lazarillo de Tormes

Se han escrito ríos de tinta sobre el erasmismo en la novela picaresca en general y esta, en particular, no es ajena a ello. Erasmo de Rotterdam, sin llegar a proponer el cisma de Lutero, fue crítico con la Iglesia Católica a la que acusaba de resbalarse por los vicios mundanos a la par que se entretenía en corromper el sentido último de la enseñanza de Cristo a través de ritos complicados ajenos al sentir de las comunidades primitivas. Aunque abogaba por una mayor sencillez y despojamiento, su crítica nunca llegó a querer hacer saltar por los aires la Iglesia Católica. De resultas de estas ideas, entre la élite intelectual española el erasmismo tuvo bastante predicamento hasta la llegada de la Contrarreforma. Es en ese momento cuando la Inquisición se pone a perseguir con saña a todo aquel que buscara libremente y por sí sus salvación a través de los textos sagrados sin la intermediación clerical. 

En el Lazarillo de Tormes se encuentran algunos principios que alumbraban las teorías erasmistas, especialmente cuando trata los vicios de los clérigos y la hipocresía del resto de la sociedad. En este aspecto, la obra es una crítica ácida, mordaz y repleta de humor espeso hacia las peores costumbres de la época, las misma que combatía Erasmo. Sin embargo, también se pone en relación con el espíritu de la Contrarreforma (aunque pudiera parecer una contradicción). Recordemos que, tras el Concilio de Trento se atacan las obras de ficción pura que solo servían (según el parecer de los allí presentes) para la evasión y para el entretenimiento mundano. A la par, comienzan a primarse aquellas que pusieran una semilla educativa o moralizante. Si bien el realismo extremo servía para mostrar los vicios de los hombres con una llamada al arrepentimiento, el desarrollo del mismo en el plano literario también daba pie para la crítica más mordaz. Y de aquí al peligroso Índice de los libros prohibidos (donde fue a parar El Lazarillo de Tormes) había nada más que un paso. De todos estos extremos chocantes a veces participa esta gran obra canónica.  

5.- La lengua del Lazarillo de Tormes 

Aunque el autor se disculpa por su “grosero estilo” y su llaneza a la hora de retratar a los personajes y sus situaciones, la novela no tiene tanta llaneza como se pretende al principio. Bien es verdad que se caracteriza por ser natural, concisa, repleta de frases cortas y sin ninguna concesión a la floritura, la metáfora o la elaboración, sin embargo, el lenguaje ya ha pasado por el filtro de la literatura. Esto es, hay un despojamiento de lo superfluo, por supuesto, pero este está realizado de manera consciente buscando lo esencial. Cada palabra, por tanto, es un dardo puesto para acertar en una prosa ligera y natural. Según las palabras de Criado de Val la lengua del Lazarillo de Tormes se resume así:  

“Todo es, en este libro, escueto y directo; pocas palabras pero precisas y naturales. Apenas cambia la entonación; el diálogo alterna con la narración sin que se advierta preocupación por el paso de uno a otro esquema”. 

En definitiva, Lazarillo de Tormes inaugura la larga y provechosa tradición de la novela realista española, la misma que continúa con El Quijote y no cesa hasta bien entrado el silgo XXI. La obra no solo ha sido llevada a distintos registros artísticos a lo largo de estos siglos (teatro, cine, TV…) sino que ha servido de hipotexto para algunos títulos contemporáneos en los que personajes desahuciados por la sociedad luchan por sobrevivir y abrirse un hueco buscando cierta escala de confort. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

En 1554 aparece el Lazarillo de Tormes, el primer título de novela picaresca que puso las bases para todas las que llegaron detrás. Aunque el género también tiene sus ejemplos (con más o menos acierto) en otras lenguas europeas, en España alcanza las cotas de genialidad. En este tipo de obras, el protagonista principal es un pícaro, personaje fuera del sistema social, revestido de un espíritu de holgazanería el cual justifica  por su afán de libertad. Su sentido crítico de la sociedad alcanza cotas de cinismo cuando presenta algunos tipos sociales distintos o semejantes al suyo. Suele está provisto de un sentimiento de desengaño de las cosas del mundo, el cual le lleva a la aceptación de cualquier circunstancia y a renegar de los valores que hacen grande al ser humano. Este carácter derrotista se nivela con algunos puntos cómicos que nunca llegan a la risa y más bien levanta la conmiseración del lector. 

Orígenes de la novela picaresca

Ninguna obra aparece de la nada. Siempre hay  algo o mucho que está en el ambiente, que propicia su espaldarazo aunque este sea genial. Si esto es aplicable a El Quijote, a los cantares de gesta o a cualquier otra manifestación artística, la novela picaresca no es ajena a esta consideración. En este sentido, hago mías las palabras de J.L. Alborg: 

“Aunque el Lazarillo como creación literaria -y la picaresca con él- es el resultado de una inspiración genial, su alumbramiento estaba implícito en la propia entraña de nuestra literatura precedente.”  

¿Y quiénes son esos precedentes? Por un lado, personajes secundarios del Arcipreste de Talavera y, además, del Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita. También hay un sustrato implícito en La Celestina, toda ella dotada de ese espíritu que media entre el cinismo y los que se sitúan al margen de las convenciones sociales que caracteriza la novela picaresca. Un tanto de lo mismo sucede con algunos bufones de piezas cómicas de Gil Vicente o Torres Naharro. Y, especialmente, hay una obra que marca el camino a las demás: La lozana andaluza de Francisco Delicado, publicada en 1528.  

Además, el personaje del pícaro no era solo un individuo de ficción sino que sus caracteres se encontraban en la vida real. La sociedad española a mediados del siglo XVI comenzaba a acusar una incipiente decadencia que se transparentaba en una suerte de desgraciados venidos a menos que se negaban a trabajar de manera manual ya que se consideraba que eran tareas de judíos o conversos. Estos habían perdido cualquier consideración social y con ellos algunas tareas y oficios de manufactura. Además, de vuelta de las innumerables batallas llegaban soldados en busca de fortuna algunos con graves heridas. Esa libertad a la que aspira el pícaro lo pone fuera del orden social ya que se niega a formar parte de los trabajadores formales y lo introduce de lleno en ese saco en el que lo mismo se encuentran hidalgos venidos a menos que ladronzuelos de poca monta.  

Los personajes de la novela picaresca

Aunque a lo largo de sus páginas, aparecen individuos de distinto estrato social, condición y circunstancias, el personaje principal de estas obras es un pícaro. Como veremos a continuación, estos individuos, en primera persona, relatan su vida que no es más que un cúmulo de desventuras sirviendo a distintos amos de una manera poco ortodoxa. Dado a la mentira, a los pequeños timos, a las trampas constantes (incluso sobre si mismos), viven al margen de la sociedad, aunque nunca nos topamos con un criminal en toda regla. El pícaro es una pobre criatura que se las apaña como puede porque se niega a formar parte de la sociedad en aras a una libertad que paga con una mala vida.  

De resultas de este espíritu, su relato se vuelve irónico hasta llegar al cinismo y al descreimiento más absoluto. Nadie queda indemne de su mirada sagaz, aunque esa crítica no la realiza con un deseo de mejora sino que se respira cierto aire de derrota y de conformismo. Esta misma idea es la que no le permite hacer nada por sí mismo en post de una superación personal. El pícaro no sabe pensar a lo grande. Todo en él es pequeño y a nivel del suelo rampante. Los protagonistas de la novela picaresca afirman vivir en la más absoluta realidad, en la calle, en el día a día aunque esto suponga estar siempre al límite y rozando el hambre, el frío y la inseguridad.  

El resto de personajes que desfilan por estas páginas no acaban de mejor manera y siempre se presentan en su peor cara: en la cruel, en la egoísta y las más de las veces en la hipócrita. Clero y aristocracia no se libran de la crítica del pícaro y todos quedan retratados de una manera poco edificante.  

Principales características de la novela picaresca 

1.- El realismo es una de las principales características de la novela picaresca

Tanto es así que autores hay que sostienen que esta surge como una reacción a la lírica renacentista repleta de pastores idealizados y naturalezas bucólicas. Es más, las novelas de caballería (que tanto éxito tuvieron en la época con sus protagonistas fuera de lo común en busca de hazañas fantasiosas) se contraponen a la figura del pícaro y a todos los que viven a su alrededor. Y autores hay que ven en el nacimiento del género una reacción a tanta fantasía y a venturas imposibles. En las novelas picarescas se muestra la cruda realidad donde la búsqueda de comida o de cobijo es el objetivo diario. Contra los grandes valores del espíritu de los caballeros casi etéreos se presentan en la novela picaresca seres que les quedan grandes conceptos como honor o trascendencia. La minucia del día a día con toda su cruda cotidianidad es el universo de estas obras.  

2.- Pesimismo, cinismo e ironía

Otra de las características de la novela picaresca es la narración y la descripción de un mundo gris del que nadie se libra. Nada hay en estas aventuras que nos puedan conciliar con los sueños, los ideales o la mejora en cualquier aspecto. De resultas de ello, las obras rezuman pesimismo y conformismo por todos los costados. Aunque nos encontramos algunas anécdotas cómicas, estas, a veces, son crueles (al menos desde la cosmovisión contemporánea) y todas ellas están revestidas de un grave cinismo. La sociedad, por otra parte, está presentada desde la ironía mostrando siempre el lado más oscuro del ser humano y nadie se salva de esta crítica, ni siquiera los personajes más cándidos o inocentes. 

3.- Aún así la novela picaresca presenta principios moralizantes 

Autores hay que ven en ella los grandes temas del erasmismo que tanto predicamento tuvieron entre la elite intelectual española antes de la Contrarreforma. La libertad propuesta por el de Rotterdam unida a ese afán de sencillez, de despojamiento de los ritos complicados y de crítica a las costumbres sociales se encuentran en estas obras. Aunque el erasmismo no llegó a calar en todos los órdenes sociales, sí tuvo sus seguidores entre los estudiosos y los miembros universitarios. Por otro lado, la Contrarreforma trajo también un rechazo de las obras de ficción y promovía un arte edificante y moralizante. En este sentido, conforme nos vamos adentrando en los títulos surgidos durante el siglo XVII estas van mostrando un “mea culpa” que no se adivinaba en las primeras. Esto es, los personajes se presentan con una edad avanzada relatando su vida de la cual hacen juicios de arrepentimiento en algún caso. 

4.- Libertad y desapego de la vida como una de las características de la novela picaresca 

El pícaro no trabaja de manera formal. Sirve a varios amos y va de un lugar a otro buscándose la vida como puede. Todo eso lo hace en aras de una libertad que solo le conduce por el camino del malvivir. Sin embargo, lo acepta porque defiende esa libertad que no puede sustituirse por nada.  

5.- Hay críticos que han puesto la novela picaresca en relación con la mística 

Aunque sean tan diferentes entre sí, picaresca y mística literaria son coetáneas. Ambos géneros tienen caracteres en común como es la búsqueda de la verdad por caminos heterodoxos y de manera individual. Además, ambas escrituras se adentran en el realismo más atroz, una en la del alma en comunión con Dios y otra en el de la marginalidad social. El yo de los escritores de uno y otro lado se presenta en su radical originalidad y veracidad sin alas a la fantasía y lo inverosímil. Lectores contemporáneo habrá que, al hilo del esto, ofrecerán su descreimiento acerca de las visiones místicas pero, una vez más, hay que recordar que para el místico no había más verdad que la expresada en sus escritos. 

6.- Carácter autobiográfico de la novela picaresca 

Hasta la llegada de estas obras los personajes se presentaban a través del autor, de un narrador que los hacía suyos según la condición de los mismos. Los bufones y de estrato social bajo eran presentados de manera cómica y los de alta cuna con valores elevados, aunque nos encontremos algunos ejemplos en los que se ofrece pura contradicción. El pícaro, por su parte, no encuentra quien le escriba y lo justifique. Y a falta de ese autor, comienza la narración (y la justificación a veces de su vida) de propia voz. Ese carácter autobiográfico se completa, en algunas ocasiones, con el anonimato de algunas obras o las dudas de su autoría.   

7.- En estas obras nos encontramos una sucesión de personajes 

Tanto es así que, incluso, se puede leer por capítulos dispersos sin atentar contra el sentido último de la obra. Este tipo de estructuración es más evidente en las primeras obras y se va diluyendo conforme avanza el siglo XVII hasta llegar a Estebanillo González. La novela picaresca va, conforme avanzan las décadas, hacia un relato de aventuras. Eso no quita para que las distintas escenas sean como una excusa para presentar distintos tipos psicológicos y personajes. Pocos de ellos pueden clasificarse como ejemplares o caballerescos ya que siempre se presenta la cara más oscura de todos ellos. Las primeras obras, comenzando con el Lazarillo de Tormes, están tan desestructuradas en el relato que cada capítulo se puede leer independientemente,  ya que no afecta al sentido último de la obra. 

8.- La novela picaresca se caracteriza por el conformismo como actitud vital  

Y también una fuerte dosis de resentimiento. Esto es, hay una crítica social pero esta no llega a la rebeldía sino todo lo contrario ya que encontramos una aceptación. El realismo se concentra en esa vida que es tal como es y poco o nada se puede hacer para cambiarla. No estamos ante la asimilación del dolor con un espíritu de renuncia religiosa, la misma que abraza lo que Dios quiera dar. En la novela picaresca no se encuentra esa fluidez emocional sino que hay un cinismo, una ira contenida contra la sociedad en general. Este aspecto es lo que ha llevado a algunos críticos a señalar que algunas de estas obras nacen de manos conversas (o de su cosmovisión). Quienes formaron parte de un país próspero ofreciendo lo mejor de sí quedan relegados por razón de creencia religiosa a unos niveles ínfimos. De resultas de ello se sublevan pero no con la rebelión que busca un cambio sino con el que está lleno de resentimiento. Mucho de esto hay en la novela picaresca aunque algunas estén escritas por castellanos viejos.  

Tipos de novelas picarescas y su debate 

Porque el debate llega de algunos autores que abogan por estudiar cada obra de forma. independiente con sus circunstancias estructurales, de autor, de personajes o de narración. Sin embargo, los más dados a los encasillamientos proponen al menos dos divisiones dentro de las novelas. picarescas:  

1.- La primera de ellas correspondería a la primera época (no más allá de 1610) y se corresponde con obras desestructuradas en cuanto a la narración en las que los capítulos no están unidos unos con otros. En ellas, los protagonistas no muestran arrepentimiento alguno por sus obras aunque haya una justificación por los actos (ese “yo señor no soy malo” del Lazarillo).  

2.- Conforme avanza el siglo XVII hasta terminar abruptamente a mediados del mismo, las obras van tomando un cariz más aventurero. Esto es, los personajes muestran una narración más hilada entre capítulos aunque los mismos también le sirvan para ir mostrando las personalidades de individuos con los que se topan. También se mueven más de su emplazamiento original y en la narración se adivina ya ese espíritu de la Contrarreforma que promueve el carácter moralista o edificante de las obras de arte. Esto es, de alguna manera u otra, manifiestan un arrepentimiento o un juicio severo por los actos del pasado. Así, los autores de las mismas se acoplan a esas directrices que promulgan una enseñanza (en esta ocasión de actos reprobables) de la vida picaresca. En estas últimos obras el espíritu pesimista es mayor así como la sensación de derrota vital.  

Sea como fuere, la novela picaresca, siguiendo a J.L. Alborg se concentra en un siglo:  

“Prescindiendo momentáneamente de la aparición solitaria del Lazarillo a mediados de la centuria y de la distancia de medio siglo que le separa de su inmediato seguidor, el Guzmán, la plenitud de la picaresca propiamente dicha se concentra, sin lugar para verdaderas etapas, en el corto lapso de cincuenta años, y puede considerarse acabada con la publicación de Estebanillo González en 1646”.  

En definitiva, la novela picaresca, a pesar de las diferencias entre obras de notable y sobresaliente calidad, tiene unas características repetidas que la diferencia de otros géneros y fórmulas literarias de la época. En España alcanzó cotas insuperables. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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