Candela Vizcaíno

Candela Vizcaíno

Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla con una larga trayectoria de más de 20 años como periodista, columnista y contenidos online centrados en literatura, arte, viajes, vida sana, familia, gastronomía, moda y feminismo. Con cinco libros publicados, en la actualidad pueden encontrarse en las librerías El Bosque de las Respuestas (cuento infantil ilustrado), Los girasoles florecen en junio (novela) y Poemas sin orden ni concierto

 

A finales del siglo XVI y, especialmente, durante el siglo XVII en arte y en literatura va afianzándose una nueva forma creativa que se distingue de los modos y características del Renacimiento. Si bien la estética se impone no solo en Europa, sino también en buena parte de Sudamérica, el Barroco español alcanza cotas magníficas no solo en lo que se refiere a las artes plásticas sino especialmente en la literatura. De tal calado fue el estilo barroco en las letras castellanas que a la época se le denomina Siglo de Oro. Estas son las claves principales para entenderlo. 

1.- El estilo barroco se caracteriza por la acumulación  

Se abandona la serenidad y la elegancia que había caracterizado tanto el arte como la literatura renacentista y las expresiones artísticas se abigarran hasta límites nunca visto por entonces y difíciles de encontrar después.  El objetivo no es el conocimiento, santo y seña del hombre en el Renacimiento, sino el estímulo de los sentidos y, además, de todos ellos a la vez. Por eso, se recurre a imágenes brillantes, al horror vacui, a la acumulación, a la sobreexposición, al lenguaje llevado a extremo, a agudezas ingeniosas y al gusto por cualquier audacia en cualquier terreno. El estilo barroco, si por algo se caracteriza, es por parecer una carrera de fondo por demostrar quién puede llegar más allá, estirando la palabra o completando un cuadro sin dejar ni un milímetro sin pincelada. Los artistas huyen de ese afán de conocimiento para apelar a los sentidos y los sentimientos. Por eso, es frecuente lo grotesco, lo que se aparta de la norma, lo monstruoso, los seres lisiados, las descripciones de los bajos fondos o de los sentimientos más rebuscados.  

2.- La exageración forma parte del estilo barroco 

Íntimamente unido a esa búsqueda de lo extremo, se recurre constantemente a la hipérbole, la cual se manifiesta no solo en el arte Barroco que gusta de monstruos, seres extremos o de las historias más truculentas de la Biblia sino también en el ridículo, la ironía y la mofa. La literatura del barroco está plagada de todos esos puntos extremos que se resumen en España en esa pugna (a veces difícilmente definida) entre el culteranismo y el conceptismo que llevaron en vida la dialéctica entre Góngora y Quevedo.  

 3.- El movimiento sustituye a la serenidad clásica del Renacimiento

La línea recta, la perspectiva, la arquitectura elegante que se vanagloriaba de recoger la mejor tradición grecorromana se convierte en una torsión constante. El estilo barroco solo se entiende en la línea curva, en la espiral, en el abigarramiento, en el movimiento y en la tensión. Todo se vuelve movimiento y prisas tanto en el lenguaje como en cualquier expresión plástica.  

4.- El estilo barroco se caracteriza por el contraste 

Para llevar a cabo esa torsión estilística se recurre al claroscuro (recordemos los cuadros de Caravaggio o de Velázquez), al contraste tanto en los poemas como en las artes plásticas. Este se encuentra en la unión en una misma composición de los extremos más luminosos de la vida con los más truculentos de la muerte, de lo feo con lo bello, de lo más mundano con lo sagrado… De este mismo sentido se impregnan las artes plásticas que se regodea con la plasmación de las más duras escenas de la Biblia (las cabezas cortadas por orden de Salomé o de la mano de Judith, la matanza de los inocentes en toda su crudeza…) Se recurre a la antítesis, a la búsqueda de los contrarios irreconciliables. 

5.- Las artes plásticas se transforman radicalmente  

Ese amor por la rareza, por lo extremo, por lo que está alejado de la serenidad clásica se regodea, además, en lo formal y es estirado al máximo. Las obras se llenan de símbolos, de historias que hay que conocer de antemano, de mensajes ocultos. Todo ello nos lleva por el camino del artificio, de lo rebuscado, de la rareza que se manifiesta en todos los órdenes de la vida desde el mobiliario recargado hasta la pintura obscena pasando por la moda abigarrada o la literatura repleta de tropos, metáforas e hipérboles ingeniosas.  

La pintura, además, se realiza utilizando grandes masas de color eliminando el dibujo casi. Se busca, además, la profundidad (que no la perspectiva) a través de la superposición. Se difuminan los contornos y las volutas hacen su aparición en cualquier tipo de manifestación artística. El estilo barroco es así claramente reconocible tanto en ese abigarramiento de iglesias o palacios como en el mobiliario llevado hasta la torsión.  

6.- El estilo barroco se caracteriza por el choque de los contrarios 

Nada hay en el centro o en el medio. Se huye de la sobriedad clásica para resbalarse por los extremos. Si se ironiza se llega a la caricatura, a veces salvaje. Si se critica o se intenta poner de manifiesto la oscuridad del alma humana, se alcanza los límites de la degradación. Esta se representa de distintas maneras ya sea con personajes sin atisbo de nobleza ya sea mostrando el aspecto monstruoso del ser humano. Las pasiones siempre serán desatadas a igual que el fervor religioso que no puede quedarse en la serenidad anímica. Idéntico camino, pero por el contrario, recorre la idealización que alcanza cotas no superadas desde entonces.  

7.- El Barroco español está caracterizado por el pesimismo

Tanto en literatura como en artes plásticas en España alcanza cotas bastante elevadas coincidiendo con la hecatombe social, económica y política tras la muerte de Felipe II. Los sucesivos reyes se dejan resbalar por la indolencia dejando la gestión del trono en manos de validos ávidos de poder y de riquezas. El resultado son constantes crisis que llevan a la población a la más extrema pobreza con situaciones injustas y sin ver una salida. España, asentada la Reforma en el resto de Europa, se aísla de sus vecinos si no es para enfrascarse en guerras cruentas que, además, pierde. Se olvida cualquier desarrollo tecnológico y las élites no invierten en innovación o en mejora de los recursos disponibles. El pueblo, salvo algunos conatos, no se alza en rebelión y el espíritu que impera en la época es un conformismo destructor. Todo ello se manifiesta en las artes de todo tipo pero, especialmente, en la literatura que, en esta época (recordemos el Quijote de Cervantes) nos pone por delante toda una retahíla de fracasados y perdedores de tal enjundia que se vuelven tipos universales. 

8.- Las artes se impregnan de un espíritu basado en la huida de la realidad

Las sucesivas crisis económicas, la pobreza, la pérdida de calidad de vida y el abatimiento llevan a una huida de la cotidianidad. Se busca en el teatro (que alcanza cotas ni antes ni después no superadas) un entretenimiento en el que olvidar las penas cotidianas con historias distorsionadas y totalmente irreales. La población encuentra en la risa fácil y en la burla una forma de no afrontar un mínimo espíritu crítico de la realidad. Recordemos que es una sociedad dominada por el conformismo, por el pesimismo y por el abatimiento. 

El estilo barroco, por tanto, no solo puede aplicarse a un periodo artístico concreto (el siglo XVII) sino que va más allá y se transparenta en todos los órdenes de la vida. Es una forma de estar y sentir el mundo casi. 

 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

La historia de la medicina comienza, en esencia, en la prehistoria. La primera evidencia de esta práctica se encuentra en un hueso roto (un fémur) perfectamente soldado. Esa curación nos indica, por un lado, que la tribu tuvo a bien proteger a uno de sus miembros que, de repente, se había convertido en débil y, por el otro lado, nos dice del conocimiento necesario (entablillado, reposo, algunas hierbas para la inflamación o la infección…) para sanar esa pierna rota. Con la medicina, por tanto, nace el concepto de humano, el que antepone cualquier otra acción a la ayuda de uno de los individuos de la tribu que requiere cuidado. Aunque poco o nada nos ha llegado de las primeras prácticas médicas de la humanidad, se intuye (por lo que se produce después) que estas se basaban en el uso de algunas plantas medicinales y en la traumatología de urgencia (huesos rotos e, incluso, amputaciones por infecciones). De igual modo, se entiende que habría individuos dentro de la tribu depositarios de este conocimiento quienes, a su vez, lo transmitían a sus discípulos. Sí se puede afirmar con rotundidad que la práctica médica se inicia en los albores mismos de la humanidad. 

La historia de la medicina en el antiguo Egipto 

El primer libro médico que se conserva salió de la cultura egipcia. Se trata de un manuscrito en papiro datado en el siglo XVII a.C y conocido como el nombre de Papiro quirúrgico. Los investigadores apuntan a que la obra es una copia de otra anterior fechada entre el 2980-2700 a.C. Esto es, a la par que se desarrollaba el arte egipcio, se investigaba en materia médica. En esta obra se divide las sustancias medicinales que se debían conocer. Los primeros grupos estaban formados por tierras e, incluso, excrementos. Los centrales eran los más abundantes y se basaban en el conocimiento de la fitoterapia, el cual era amplísimo con recetas y combinaciones para casi todas las dolencias. El último grupo estaba copado por las propiedades medicinales de los minerales. Estos ingredientes se preparaban minuciosamente una vez que habían sido triturados y molidos para elaborar pequeñas píldoras o, incluso, galletas. También se hacían cremas y ungüentos con fines medicinales o de belleza. Su conocimiento de los órganos del cuerpo humano, debido a la costumbre generalizada del embalsamamiento tras la muerte, era bastante detallado.  

Plantas medicinales en Babilonia  

Por las tablillas mesopotámicas que nos han llegado ya sabemos que la botica de este pueblo estaba conformada por plantas de todo tipo de las que se tenía conocimiento exacto de sus propiedades e, incluso, de las dosis más adecuadas. El pueblo babilónico, tan influenciado por su faceta astronómica y astrológica, consideraba que los medicamentos debían elaborarse a una hora concreta del día ya que así se modificaban o se potenciaban sus efectos. Los creadores de la rueda del zodiaco tal como la conocemos hoy en día no podían dejar de lado esta creencia a la hora de realizar una actividad tan importante como la sanación. 

La historia de la medicina en la India está marcada por el Ayurveda 

De mayor complejidad es la medicina tradicional india cuyas primeras evidencias se remontan al tercer milenio antes de Cristo y aún hoy en día sigue utilizándose. Tanto es así que no solo existen universidades de medicina en La India basadas en esta terapia sino que su efectividad ha sido reconocida por la OMS. La historia de la medicina no puede concebirse sin la particular visión del cuerpo humano del Ayurveda, el cual debe seguir los ritmos del universo si no quiere enfermar y acortar la vida en este plano.  

Este equilibrio viene dado por cinco elementos: éter, tierra, aire, agua y fuego. Cada uno de ellos simboliza un aspecto vital (movimiento, respiración, transformación…) y se corresponde con un sistema del cuerpo (corazón, cerebro, huesos…) Estos principios, además, tienen que estar en armonía entre sí y con los distintos doshas o biotipos humanos. A lo largo de la historia de la medicina del Ayurveda se ha evolucionado hacia un diagnóstico a través de la observación y el control de los pulsos. La dieta cobra importancia extrema al adaptarse la alimentación según que biotipo tengamos. Junto con la fitoterapia adquiere gran importancia, la meditación, el yoga y las propiedades de las piedras. Por último, y resumiendo muchísimo un sistema médico milenario de esta envergadura, la salud también vendrá por la armonización con nuestro propósito vital. 

La importancia de la medicina china en la historia de la medicina 

Aunque China tiene bastante influencia de la cultura india, sin embargo, desarrolló un concepto médico propio. A este pueblo le debemos el descubrimiento de los puntos de dolor y su tratamiento a través de la acupuntura que aún hoy en día se practica incluso en Occidente. A pesar de este avance en la práctica sanitaria, la historia de la medicina china está influenciada por su conocimiento de la fitoterapia y también de la organoterapia que se practica al día de hoy no sin algún problema de importancia con esta forma de curación. Junto con las recetas de las plantas  medicinales (de las que se conocen más de 8.100) publicadas en su más famoso tratado de farmacología (Pen ts’ao kang-mou), los médicos chinos recetaban cuernos de animales salvajes, tierras, secreciones o excrementos como remedios para males diversos. Las plantas más eficaces de este particular recetario (no tanto las formulaciones de origen animal) han sido objeto de investigación por la ciencia moderna. Así se ha comprobado que el ginseng, el jengibre, el regaliz, el melocotón, el opio, el té verde (por poner solo algunos ejemplos) tienen las propiedades medicinales que se les reconocía desde hace milenios en China.  

La historia de la medicina “moderna” comienza en Grecia con Hipócrates 

Damos un salto en el espacio y en el tiempo para aterrizar en la Grecia clásica, patria de uno de los primeros médicos conocidos y cuyos aportes éticos siguen aún vigente. Se trata de Hipócrates de Cos (460 -470 a.C), hijo y nieto de médicos y, a la vez, maestro, padre y abuelo de sanadores. Aunque poco se conoce de su biografía, sí se sabe que tuvo reconocimiento en vida, que viajó y que enseñó. Probablemente recibió una buena educación filosófica. Por eso, quiso que la medicina tuviera principios empíricos de observación de los síntomas para poder, así, entender las causas y dar un diagnóstico acertado. Como ocurre en la historia de la medicina hasta el siglo XX, los remedios se basaban en el conocimiento de las plantas que llegaban en abundancia por esta parte de mundo.  

El mérito de Hipócrates fue instaurar un código ético muy estricto basado en el estudio, en la humildad, en la generosidad y en el respeto al paciente. Con él la medicina cambia de perspectiva y se considera un bien social general sea cual sea la procedencia del enfermo. Con Hipócrates la práctica médica se entiende como un regalo de los dioses y debe ser puesta al servicio de la humanidad. 

Dos siglos más tarde, en el 201 a.C. nace en Pérgamo Claudio Galeno. Sus primer destino fue en una escuela de gladiadores para convertirse en el médico de cabecera de Marco Aurelio. Parece que viajó bastante y que investigó las posibilidades de la práctica médica más allá de la fitoterapia o de la cirugía extrema. A él se debe una de las ramas de la medicina, la galénica, que es el estudio sistematizado de las materias farmacológicas. Murió en el 130 a.C.  

Otro nombre de la escuela clásica a reseñar es Pedanio Dioscórides, médico en el ejército de Nerón. Fue el autor del Materia médica, conocido posteriormente por el nombre del autor, el cual estuvo redacto alrededor del año 78. La obra, una vez que cayó el Imperio Romano, formó parte de las bibliotecas de los monasterios occidentales donde se copiaba y se iluminaba a veces, ya que era considerado un manual de cabecera. 

La tradición médica de los árabes 

Recogieron la investigación griega, a través de la Biblioteca de Alejandría, a igual que los cristianos de los monasterios, pero este pueblo dio un paso hacia adelante investigando con las posibilidades.  Nombre destacado fue Razi o Rhazés (865-925), médico en Bagdad que escribió una obra ingente en veinticuatro tomos acerca de las propiedades de las plantas, los síntomas y causas de las enfermedades y su tratamiento.  Avicena (980-1037) fue otro médico estudioso de materias diversas que quería aplicar a la salud. Todo su saber esta recogido en la obra Canon de la medicina escrito en árabe entre 1014 y 1021. Los siglos posteriores le regalaron el título de “príncipe de los médicos”. De la Córdoba califal procede Averroes (1126-1198), médico y filósofo. 

La medicina en la Edad Media 

Los libros medievales que se copiaban pacientemente en los monasterios recogen esta tradición médica y farmacológica aplicándola con los recursos a su alcance. Al contraerse el comercio y los intercambios, cada centro intentaba cultivar sus propias hierbas y abastecerse de las materias primas esenciales para remedios sencillos. A pesar de las dificultades para hacer una mínima investigación, de esta época son la alemana Hildegarda de Bindegen (1098-1179) con su obra Physica y Causae et cuare.  La escuela de Salerno, en Italia, se dedicó a traducir todas las obras temáticas procedentes de la cultura árabe que llegaban a sus manos propiciando así su conocimiento a través del latín, la lengua franca.  

Ya en el siglo XII aparece la Escuela de Montepellier que se atrevió a adentrarse en la cirugía reparadora. De hecho, uno de sus más insignes médicos, Guy de Chauliac, curó la ceguera del rey de Bohemia. Desafortunadamente con la escolástica y su gusto por la dialéctica se abandona la observación de las ciencias naturales y se vuelve a caer en una época oscura. Y todo ello a pesar de que, aquí o allá, aparecen grandes personalidades. Todo ello terminará con el Renacimiento y su nueva cosmovisión, el descubrimiento de América a ojos occidentales con nuevas plantas, el avance de la imprenta que propicia un volumen de libros desconocidos, no ya en la historia de la medicina sino de la humanidad y, por supuesto, la creación de universidades en todo Occidente. 

La historia de la medicina, ni que decir tiene, está íntimamente unida al conocimiento y a la importancia que las distintas culturas le han dado a la investigación. No es hasta finales del siglo XIX cuando esta ciencia da un giro completo al inventar aparatos tecnológicos que facilitan el descubrimiento de los microorganismos. Con posterioridad llegarían las vacunas, los antibióticos, los medicamentos sintéticos hasta desembocar en la terapia genética ya en pleno siglo XXI. Con anterioridad, todo se basaba en el poder de las plantas y en el conocimiento y reconocimiento de la naturaleza. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

Aunque se conservan escritos, tablillas y datos que apuntan a que la medicina ya se ejercía como tal en el tercer milenio antes de Cristo, es el griego Hipócrates el considerado como padre de la medicina. Tal fue su legado que, antes de él, a excepción de los compendios del Ayurveda, se entiende que las prácticas de sanación estaban demasiado mezcladas con la superchería, con la brujería o con costumbres que no tenían una mínima prueba empírica. 

Sin embargo, Hipócrates no surge de la nada, ya que, antes de él hubo hasta escuelas de medicina en las que se intentaba (y se conseguía) poner remedio a males diversos. Así, en el llamado Papiro quirúrgico (datado en el siglo XVII a.C.) se recogen una serie de recetas y productos farmacológicos y de fitoterapia que los médicos egipcios aplicaban para todo tipo de dolencias. Además,  aún se conservan tablillas de la antigua Babilonia donde se desgranan las distintas propiedades de las plantas medicinales. Famosas son las de Mardukapalidine II (772-710) y su jardín colgante botánico. Aunque no se conoce si Hipócrates tuvo contacto con la medicina del Ayurveda, esta surgió alrededor de segundo milenio a.C. y sus principios siguen en vigor aún hoy en día.  

Punto y aparte merece la medicina tradicional china con su sistematización de plantas medicinales y propiedades de las mismas, como las del ginseng, el té verde, estragón o granada (por poner algunos ejemplos) cuyas virtudes (o parte de ellas) se han demostrado con los métodos empíricos modernos. Si bien los remedios del reino vegetal sí se han incorporado a la medicina natural de los últimos siglos, aún se encuentran en “revisión” los de origen animal considerados como fármacos  (organoterapia) que, incluso, han generado alguna que otro problema internacional.  

Biografía de Hipócrates de Cos 

Con estas bases crea sus aportes médicos Hipócrates de Cos, considerado el padre de la medicina y cuyo juramento aún sigue siendo la base del código deontológico de los galenos. La isla de Cos se sitúa en el mar Egeo y para cuando él nació (en el 460 a.C) Grecia ya era el emporio cultural (artístico, literario, filosófico, científico, comercial…) que está en las bases de la civilización occidental. Murió en Tesalia en el 370 a.C. (aunque otras fuentes apuntan al 377 a.C). Poco más se sabe de la biografía de Hipócrates aparte de que, con toda probabilidad, fue hijo y nieto de médicos y que sus hijos, yerno y nietos también siguieron la misma vocación. Está unánimemente aceptado que Hipócrates recibió una buena y completa educación filosófica, la cual se transparenta en su portentoso legado. También se cree que viajó por las islas cercanas sanando y enseñando el arte de la medicina. Con respecto a esto último casi no hay duda ya que fue considerado un sabio respetado por sus discípulos. 

El trajín comercial del Egeo (y del Mediterráneo) de estos siglos propiciaba que se comerciara con productos de origen vegetal con reconocidas propiedades medicinales. Desafortunadamente, en esa época, también proliferaban los charlatanes (como en el día de hoy) que ofrecían pócimas o filtros para cualquier circunstancia sin base empírica alguna. La medicina era considerada como un don entregado por los dioses a los hombres y en este batiburrillo se movió durante toda su vida Hipócrates. Influenciado por los principios éticos y filosóficos que hicieron grande a Grecia, tras un tiempo de aprendizaje, comenzó reconociendo que era complicado ver las causas (etiología) de los síntomas o dolencias a la hora de realizar un diagnóstico eficaz a favor siempre del paciente. 

Hipócrates, padre de la medicina

Hipócrates, a pesar de ser un referente en la historia de la práctica médica, no deja de ser una persona de su tiempo. En aquella época, la profesión era considerada más bien un arte más que una disciplina científica. En parte esto era debido a la dificultad para realizar diagnósticos acertados y dar, en consecuencia, con el tratamiento adecuado. Los remedios estaban basados en la fitoterapia y en un somero conocimiento del cuerpo humano. La cirugía (y así seguiría muchos siglos después) se dejaba para casos desesperados entre la vida y la muerte al minuto siguiente y se reducía a la amputación de miembros con cangrena o cesáreas desesperadas. Aunque se reconocían algunas propiedades bactericidas de algunas plantas, cualquier infección podía ser letal y además la higiene del cuerpo, de las ciudades y de las casas era bastante reducida por no decir deficitaria.  

Para Hipócrates, padre de la medicina, la salud dependía de un equilibrio entre los cuatro elementos principales que se correspondían con los humores del organismo. A la tierra, el agua, el fuego y el aire le correspondían la sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis negra. La enfermedad se produce o bien por un cambio en la armonía de las proporciones o bien por un trastoque en la temperatura de los mismos. Consideraba que a través de la fitoterapia se pueden corregir estos desequilibrios. Además, por sus escritos se deduce que conocía los efectos del opio y de algunas plantas venenosas que pueden ser utilizadas con fines medicinales, como la belladona, la mandrágora o el beleño.  

En la época de Hipócrates, además, se practicaba la teoría de la señales por las que se creía que lo que ocurría en un plano se manifestaba en otro. Así cada color o cada estrella se refería a un dios mientras que las formas de las plantas ayudaban a los médicos a discernir su función medicinal. Aunque, en un principio, estas ideas pudieran parecer mágicas a ojos de los contemporáneos, así descubrieron propiedades sanadoras que han sido confirmadas por los métodos modernos. En este sentido, aún se siguen utilizado la pulmonaria para el sistema respiratorio, la hepática para el hígado, los frutos rojos para la buena circulación sanguínea… 

Hipócrates, aportes a la medicina  

“La vida es corta; el camino del arte, largo; el instante, fugaz; la experiencia engañosa y el discernimiento problemático.” 

Con estas palabras atribuidas a Hipócrates, padre de la medicina, podemos resumir su forma de estar en el mundo y de enfrentarse a la enfermedad. En vida fue considerado un sabio, un hombre recto, de amplia formación y grandes principios éticos. Y estos son los mismos que han regido desde entonces en la práctica médica. Nacido en una época en la que era difícil distinguir entre la superchería del charlatán y el hacer del verdadero médico formado de manera empírica, Hipócrates antepone un código deontológico basado en el servicio, el cuidado, el desvelo, la abnegación y el discernimiento. Consciente de la importancia de la práctica sanitaria para la vida de las personas, supo dejar claro y así lo transmitió a sus discípulos que, detrás de un médico, tiene que haber una ser humano completo que se conduzca por la vida guiado por la ayuda al prójimo y no por otros intereses espurios. Este cambio fue tan radical que la sección médica de la Biblioteca de Alejandría llevaba su nombre. Esto es, Hipócrates supuso un antes y un después en la práctica médica.  

Los aportes a la medicina de Hipócrates se puede resumir en lo siguiente

1.- Conciencia de que la práctica médica no depende de la investigación o la sabiduría de una sola persona y por eso se necesita humildad para aprender de los maestros. 

2.- Una vez se ha alcanzado cierta pericia o conocimientos, el médico se debe a la generosidad de enseñar y de propagar los conocimientos. 

3.- El enfermo debe ser tratado con bondad y con el principio de no hacer daño.

4.- Es necesario un corazón bueno y noble que se rija por el servicio al prójimo. 

5.- Educación y respeto a la hora de entrar en la intimidad ajena en cualquiera de sus facetas. 

6.- Secreto y confidencialidad de la intimidad del paciente divulgándose solo lo que es perceptivo para la práctica médica. 

Juramento de Hipócrates según la fórmula de Ginebra de 1948  

“En el momento de ser admitido entre los miembros de la profesión médica me comprometo solemnemente a consagrar mi vida al servicio de la humanidad.

Conservaré a mis maestros el respeto y el reconocimiento a que son acreedores.

Desempeñaré mi arte con conciencia y dignidad. La salud y la vida del enfermo serán las primeras de mis preocupaciones.

Respetaré el secreto de quien haya confiado en mí.

Mantendré, en todas las medidas de mi medio, el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica. Mis colegas serán mis hermanos.

No permitiré que entre mi deber y mi enfermo vengan a interponerse consideraciones de religión, de nacionalidad, de raza, partido o clase.

Tendré absoluto respeto por la vida humana, desde su concepción.

Aún bajo amenazas no admitiré utilizar mis conocimientos médicos contra las leyes de la humanidad.

Hago estas promesas solemnemente, libremente, por mi honor." 

La biografía de Hipócrates y sus aportes a la medicina se condensa en este juramento en el que la práctica médica es, ante todo, un servicio social. Y este se guía por un código deontológico estricto en aras siempre al progreso de la humanidad. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

18 Noviembre, 2020

Qué es la fitoterapia

 

Si te preguntas qué es la fitoterapia la respuesta es muy sencilla: la salud a través de la curación de las plantas. Ya en el antiguo Egipto se conocían algunas propiedades de algunas hierbas medicinales y se ensayaron los principales métodos para extraer sus componentes sanadores. Y, a lo largo de estos largos milenios, las plantas se han convertido en parte fundamental no solo de la botica tradicional sino también de tratamientos comprobados mediante el método científico empírico avalando, así, los usos conocidos a través de la medicina tradicional. No podemos olvidar que, basadas en la fitoterapia, tienes a tu disposición desde las píldoras naturales que puedes conseguir en la farmacia para poder conciliar el sueño hasta la morfina a la que se recurre en el área hospitalaria. Dicho esto, al día de hoy, con el avance de la medicina moderna centrada en fármacos sintéticos o terapias genéticas, se ha recluido la fitoterapia a las alternativas naturales que, a veces, no requieren de receta médica. ¡Ojo! Eso no indica que algunas de ellas no necesiten control y hay que tener cuidado con los efectos secundarios de algunos dosis o plantas específicas.  

Para qué sirve la fitoterapia en tu vida cotidiana

Al día de hoy, buena parte de las hierbas con propiedades terapéuticas o bien están protegidas y no es posible su recolección en su estado natural o bien están sometidas a regulación controlada. Por eso, la mayoría de los productos que encontramos tanto en farmacias, parafarmacias, herbolarios e, incluso, supermercados corrientes proceden de la agricultura intensiva. En este sentido, es muy importante que te asegures que se han utilizado técnicas, al menos, respetuosas con el medio ambiente y la salud de las personas, si te has decidido a usar el poder de las infusiones en tu día a día. Porque la fitoterapia no es solo un conocimiento exotérico en el que se usan formulaciones complejas para arreglar o mitigar cualquier trastorno, también se convierte en un maravilloso placer a poco que tengas algunos conocimientos de las propiedades de las distintas plantas medicinales.  

Modos básicos de aplicar la fitoterapia

Hoy en día, con el auge de la medicina natural y de formas de vida alternativas a las exigentes de la sociedad contemporánea, esta forma de cuidarse en extremo ha vuelto con fuerza. Por eso puedes aprovechar este poder medicinal de la siguiente manera: 

1.- Por mediación de una infusión a través de la extracción de las propiedades medicinales utilizando agua caliente. Es la más común y la aplicada mayoritariamente en casa tanto para deleitarse con un té verde como para aprovechar los beneficios de la manzanilla tras copiosas comidas, por poner solo dos ejemplos del uso cotidiano de la fitoterapia. Las hojas, flores, tallos o raíces de la planta seleccionada se dejan reposar en agua hirviendo (y apartada del fuego) para, posteriormente, colarla y degustar el líquido resultante. 

2.- La tisana se diferencia de la infusión porque, en este supuesto, las plantas seleccionadas se cuecen en agua durante unos minutos (según la formulación) y, además, en la mayoría de los casos, la composición está formada por varias plantas medicinales o partes de la misma. Así se puede elaborar una tisana en fitoterapia con cortezas de árboles, flores o tallos. La mezcla, previamente cortada y tamizada, se deja hervir en el agua durante unos minutos. A continuación, se permite el reposo, se cuela y se ingiere. 

3.- Los extractos se obtienen por maceración; esto es, se ha dejado la planta el tiempo indicado en la formulación en un líquido que puede ser agua, aceite, alcohol, o éter. Una vez las propiedades han pasado a la sustancia acuosa, se utiliza con fines medicinales. Hay que tener en cuenta que, a no ser que la maceración sea en vino, cuando se utiliza un elemento distinto al agua, lo normal es que la fitoterapia se utilice vía tópica o mediante la interposición de compresas.  

Seguimos desentrañando qué es la fitoterapia y sus formas de aprovechamiento 

4.- Las tinturas se obtienen utilizando ciertos disolventes que son capaces de extraer las propiedades realizando un concentrado. Este método es difícil de realizar en el día a día y requiere un conocimiento más amplio de la fitoterapia y sus métodos. Una vez obtenidas estas composiciones, suelen presentarse en frascos con gotas. 

5.- Los linimentos son preparados en forma de gel para utilizarlos de forma tópica y se aprovecha mediante la absorción a través de la piel. Los ungüentos y cremas se comportan de la misma manera. Y no hay que olvidarse de las posibilidades de la balneoterapia, especialmente cuando se utilizan barros medicinales o algas en estado puro o mezcladas con otros componentes. En este sentido, la rosa mosqueta (en aceite) y la lavanda (en jabones) son dos de los nombres imprescindibles en la fitoterapia utilizada de forma tópica desde tiempos inmemoriales. 

6.- En las últimas décadas han aparecido píldoras y pastillas ya preparadas cuya base es la molienda de las plantas medicinales previamente secadas. 

7.- Otra forma de aprovechar el poder de la fitoterapia es a través de jarabes, vinos medicinales e, incluso, vinagres en los que se han añadido plantas enteras. 

8.- Y, por último, también podemos servirnos de las propiedades terapéuticas de las plantas medicinales por vía respiratoria a través de vapores o disfrutando de los placeres de la aromaterapia (inciensos, saquitos, semillas, colonias, aceites para quemar…)

Clasificación básica de las plantas medicinales utilizadas en fitoterapia 

1.- Las plantas astringentes son las que drenan los tejidos ejerciendo una acción antiinflamatoria. En esta clasificación entran hierbas tan conocidas como el arándano, el hipérico, las cortezas de roble, el orégano… 

2.- Las carminativas son las que ayudan a realizar digestiones pesadas controlando el vientre hinchado y los gases. En este grupo entran la manzanilla, el anís, el hinojo, el enebro, el comino… 

3.- Las plantas diuréticas son muy demandadas en fitoterapia ya que ayudan a controlar la hinchazón, a luchar contra las afecciones urinarias y a bajar de peso. Las más conocidas son la cola de caballo, la fresa, la capuchina, el abedul…

4.- Las expectorantes contribuyen a desinflamar y a eliminar flemas o mocos de las vías respiratorias realizando, a veces, un efecto antiséptico. Las más conocidas son el eucalipto, la malva, el regaliz, el musgo de Islandia o las semillas de lino

5.- Las plantas colagogas son las que ayudan a aumentar la bilis contribuyendo, por tanto, a realizar una buena digestión y a mantener el equilibrio de la glucosa en sangre. Las más usadas y eficaces son el boldo, el cardo, el ruibarbo… 

6.- Las plantas laxantes ayudan a una correcta evacuación aunque algunas como el sen (que se puso de moda hace un par de décadas) pueden ser peligrosas. Con este propósito la mejor opción en fitoterapia es el aloe vera

7.- También nos encontramos plantas que ayudan a controlar la tensión como la avena, el centeno o el espino albar

8.- La naturaleza también nos regala elementos para la salud de la mujer como la pimienta acuática, el hipérico o la ruda. ¡Ojo con esta última porque también está en la lista de las plantas venenosas utilizadas en medicina! 

9.- Para el estrés, el dolor psíquico, las tristezas o una ayuda a la hora de conciliar el sueño también nos encontramos plantas que pueden usarse en fitoterapia como la valeriana, el lúpulo, la pasionaria o la tila alpina

10.- La fitoterapia también nos ayuda a mantener una piel sana y joven con plantas como el aloe vera o el aceite de rosa mosqueta, uno de los más poderosos cicatrizantes. 

A poco que nos preguntemos qué es la fitoterapia nos damos cuenta que aquí se engloba un mundo de posibilidades dentro de la medicina natural y tradicional que nos puede ayudar a mantener la salud de manera fácil y sencilla. En este sentido, es especialmente eficaz cuando se utiliza para dolencias comunes que no requieren de los grandes avances de la medicina contemporánea. 

 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

Las ruinas de la antigua Micenas se encuentran a poco más de hora y media por carretera desde Atenas. La ciudad miraba hacia al mar y codiciaba los delicados avances culturales de uno de sus vecinos. Y del arte cretense no solo se surtió Micenas sino también de gran parte de su tecnología y avances. Esta civilización llegó a su apogeo alrededor del siglo XV antes de Cristo y fue muy pronto sustituida por la exquisita sociedad griega, base de la cultura occidental.

¿Cómo era Micenas? 

Si el arte egipcio (entendido en todas su grandiosas manifestaciones) se desarrolló gracias al superávit económico que suponía la agricultura alrededor del Nilo, Micenas era, por el contrario, una sociedad tosca y guerrera. Por eso, sus ciudades aparecen fuertemente fortificadas con grandes piedras en las que se han abierto puertas levantadas siguiendo las rudas líneas de la arquitectura prehistórica. Pueblo de reyes guerreros hacían ver ese poderío no solo entre los distintos estratos sociales de su clan sino también con sus vecinos. De hecho, se considera que fueron los vencederos de la gran Guerra de Troya con la que se inician los cantos de la literatura griega inaugurados por Homero.  

Descritos como toscos e incultos, eran extremadamente fuertes y dados al arte de la guerra. r eso, no les fue difícil conquistar la dulce isla de Creta, más pacífica y centrada en la agricultura. Esta invasión dio como resultado la asimilación de todas las manifestaciones del refinado arte cretense, el cual Micenas adoptó como propio, aunque con resultados dispares, ya que no encontramos las delicadas muestras  pictóricas de esta civilización en las gigantescas construcciones de los micénicos.  

Los reyes de Micenas y su simbolismo 

Una sociedad basada en la guerra irremediablemente es de corte monárquica. Sus reyes debían demostrar su valía a través de la conquista y la anexión de territorios, aunque, más bien, su táctica consistía en atacar y proceder al pillaje posterior. Esta beligerancia constante explica, en parte, las fuertes, rudas y altas murallas que rodean la ciudad-estado, ya que los enemigos eran muchos y, además, debían atrincherarse una vez se habían apoderado de todo tipo de riquezas.  Con estos fines los líderes se hacían rodear de una corte de guerreros. Estos ocupaban la élite de la escala social y formaban parte del ejército real dedicado al pillaje e, incluso, a la piratería entre los territorios vecinos. Para Micenas la riqueza solo podía venir de la fuerza. Por eso, en parte, esta civilización también duró tan poco y no pudo mantenerse en el tiempo.  

Si todo el pueblo se refugiaba dentro de los muros de las murallas, los reyes se hacían construir palacios o residencias siguiendo una disposición en círculos y, en algún caso, en espiral, que se remataba con una bóveda de piedra. Este tipo de arquitectura aún permanece de manera tradicional en algunos lugares del sur de Italia. Como es frecuente en sociedades en los que se rinde culto al guerrero vencedor, en Micenas son de especial importancia las tumbas reales donde eran enterrados los reyes provistos de máscaras de oro con rasgos estilizados y rodeados de parte de su ajuar. 

La arquitectura en el arte micénico 

Entre el 1400 y 1300 a. C. este pueblo invadió Creta y con esa conquista se llevaron los secretos de la orfebrería, la pintura y el trabajo en cerámica de la dulce isla mediterránea. Si bien, apenas han quedado pinturas más allá de algunos restos en vasijas de uso diario para guardar alimentos, sí se conservan estilizadas joyas en oro que formaban parte de los tesoros funerarios. Una de las más importantes y conocidas es la máscara de Argamenón. 

Sin embargo, de Micenas hay que destacar especialmente sus grandes obras de arquitectura, cuyos restos aún se pueden disfrutar a través de sus murallas o de los distintas tumbas (como el Tesoro de Atreo) que nos dicen de la cosmovisión de este pueblo. Porque, como el resto de las culturas que crecieron en el Mediterráneo, durante estos siglos, el de Micenas también se regía siguiendo un alto compenente simbólico.  Si el toro era el animal simbólico por excelencia de la cultura cretense, el micénico, guerrero y penetrante, se reconoce en el león. Este animal es considerado en simbología el representante de la luz, de la nobleza, de la bravía, del poderío y del sol que rige los principios del universo. El beligerante pueblo de Micenas renegaba del lado oscuro del toro, simbolización de las fuerzas inconscientes. Por eso, las puertas principales de la ciudad-estado llevan labradas en las grandes moles de piedra dos leonas enfrentadas enmarcadas por un triángulo. 

Pero, si por algo se reconoce esta civilización es por sus tumbas excavadas en la tierra aprovechando los desniveles de las colinas. Al Tesoro de Atreo, la mejor conservada de todas ellas, se accede por una estrecha puerta cuyo dintel también recoge ese triángulo que une los principios terrenales con los del cielo. El interior se ha recubierto con las grandes moles de piedra que son representativas de esta arquitectura y se ha ejecutado un emplazamiento en forma circular rematado con una cúpula. Todo esto se cubría de tierra para pasar casi desapercibido. Estos tholos, tal como se conoce esta peculiar arquitectura funeraria, también se utilizaban con fines más profanos como pudiera ser la acumulación de tesoros o bienes preciosos. Esto es, las tumbas de Micenas eran consideradas una especie de lugar sagrado o de respeto donde se guardaba aquello más preciado, ya fuera oro o los cuerpos de sus reyes.  

El Tesoro de Atreo es la construcción de Micenas que más interés suscita incluso entre el público general contemporáneo. El interior está parcialmente excavado en tierra y mide aproximadamente 14 metros de largo, mientras que la altura última de su cúpula en piedra alcanza los 13 metros. La sala inicial levantada de manera circular con grandes piedras estuvo en su día atornillada o amarrada con agarres metálicos (al parecer en bronce) que, al día de hoy, se han perdido. Aunque tampoco se ha conservado la puerta ni el espacio triangular sobre su dintel, la crítica especializada entienda que estaban ejecutadas en madera con elementos metálicos o incluso totalmente en bronce.  

Aparte de algunos puñales y lanzas decoradas con escenas guerreras y algunas estatuillas votivas poco más queda del arte micénico de lo aquí reseñado. El empuje guerrero y conquistador de Micenas propició que algunos elementos de su cultura se expandieran por buena parte del Mediterráneo Oriental incluida su peculiar arquitectura circular que hoy en día se encuentra en algunos emplazamientos del sur de Italia.

 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

14 Noviembre, 2020

El arte cretense

 

En el segundo milenio antes de Cristo en la isla mediterránea de Creta floreció una rica cultura alrededor del mar, la naturaleza y los mitos primigenios. El arte cretense, a pesar de no ser tan espectacular y grandioso como el arte egipcio, sí demuestra una delicada concepción de las criaturas autóctonas. Todo ello nos ha llegado a través de la simbiosis perfecta que mantenía con algunos símbolos de origen animal. Estas manifestaciones creativas nos dice de un pueblo centrado en el sentido de la maternidad, de la fertilidad y, en último extremo, del renacimiento.

El arte cretense se asienta sobre una sociedad rica en la que el rey es, a la vez, el sumo sacerdote

Creta es una isla estratégicamente situada con un clima extremadamente benigno. Alrededor de ella se despliegan maravillosas criaturas naturales de toda índole. Son estas las que pueblan todos los motivos artísticos que han llegado hasta nosotros de un pueblo evolucionado que manejaba la alfarería de una forma bastante hábil. Estamos ante una sociedad abierta que había logrado construir rápidos barcos y que se dedicaba al comercio con los pueblos vecinos. 

Alfarería del arte cretense 

La riqueza que se conseguía a través de las transacciones de los productos que se daban en la isla era acaparada por el rey que, además, también era considerado el cabeza religioso. En el mítico palacio de Cnosos, fechado alrededor del año 1600 a.C., se han encontrado despensas, graneros y estancias donde se colocaban tanto objetos artísticos como alimentos o bienes de primera necesidad. Sin llegar a la grandiosidad de la arquitectura egipcia, la de Creta es sencilla y elegante como el palacio antes mencionado con sus características y conocidas columnas de color rojo. 

La pintura en todas sus facetas adquiere importancia en el arte cretense 

Aunque han llegado hasta nosotros pequeñas piezas escultóricas o de alfarería, es en la pintura donde destaca este pueblo. Está realizada con vivos colores y de manera naturalista. Los contornos siempre son sinuosos, delimitados, perfilados con predominio de la curva antes que la recta. Con ellas se realizaban frescos para adornar estancias o palacios, objetos de uso diario e, incluso, se policromaban los elementos escultóricos. 

Hay una preponderancia de las figuras de origen animal y vegetal que se representan de manera realista, sin perspectiva y con una delicada elegancia. Los colores que predominan son el ocre, el albero y la gama de los azules. La inspiración siempre son las maravillosas flores de la isla, las olas del mar, los peces y también la representación de sus fiestas rituales.  En el citado palacio de Cnosos destaca un delicado mural en el que los delfines conviven con otros peces marinos menores mientras que el salón del trono está adornado con estilizadas ramas flanqueadas por animales mitológicos. Estos, cuando aparecen, como el conocido Minotauro, están construidos a través de la combinación de rasgos presentes en el reino animal. 

 

La figura simbólica de la madre entronca con el mito primitivo 

Si las Venus prehistóricas que hacían alusión a una maternidad desaforada y, por ende, al símbolo de la procreación, la fertilidad y la riqueza, en el arte cretense continúa el mismo motivo. No obstante, las estatuillas o las ilustraciones que nos han llegado ya han superado ese estadio tosco para presentar producciones sofisticadas en extremo. Estas representaciones de la femineidad no solo remiten al símbolo de la procreación o la fertilidad sino también al de la riqueza y al triunfo de las fuerzas oscuras sobre las luminosas. 

Imágenes femenina del arte cretense 

En este sentido hay que leer las figuras protectoras del hogar que se guardan en el Museo Arqueológico de Heraklion con los senos al aire a pesar de estar ritualmente vestidas. En ambas manos sujeta sendas serpientes en actitud de dominio. En simbología todo ello nos remite al poder del consciente cuando se aúna con las sombras inconscientes. Esta representación de la madre, de la femineidad protectora del hogar (y, por tanto, del clan familiar base de la sociedad) también domina los animales salvajes y se erige con la visión de los pájaros que, a veces, se representan en la cabeza.  

En el arte cretense nos encontramos el símbolo del toro entendido como base cultural  

Si bien las pinturas nos remiten a una naturaleza deliciosa que se aúna con el hombre para proporcionarle sustento, cobijo y riqueza, en la antigua civilización de Creta estaba muy presente los mitos primigenios. Uno de los más potentes que ha pervivido, incluso al día de hoy, es el del toro. Este animal simbólico es representado es distintas culturas y lo encontramos tanto en el arte mesopotámico como en el de vanguardia. Aunque, con frecuencia, el toro se enfrenta al león en los pueblos antiguos, Creta da un paso hacia adelante y el animal se convierte en un reflejo de las fuerzas oscuras que habita en el hombre. 

Frescos del arte cretense con la representación del toro 

El toro, en simbología, representa la noche, la luna, las fuerzas ocultas, lo desconocido y el conocimiento inconsciente que, de no entenderse, acaba resbalándose por pasiones destructoras. A él se enfrenta el león, el sol, la majestad y el poder del día que siempre vence a las sombras. Ambos forman una rueda, la del eterno retorno, necesaria para la vida. Sin embargo, en Creta el toro se ha quedado solo frente al hombre, el mismo que debe sortearlo o vencerlo tal como se reflejan en distintas pinturas. Las mismas, con toda probabilidad, representan actos sagrados de superación. En ellas, como las que se encuentran en el Palacio de Cnosos, jóvenes atléticos y ágiles se disponen a saltar sobre el animal en una clara representación de la lucha con las sombras que, en simbología, recae sobre la imagen del toro. Este juego, con toda probabilidad, no se realizaba por espectáculo o deporte sino como un rito de iniciación o de superación. Al saltar sobre el animal, al vencerlo, por medio del mito, la humanidad sustituye al león y se apodera de las fuerzas de la luz contrapuestas al toro. 

La pervivencia de los mitos de Creta en el arte posterior 

El toro, fuerza oscura central de este pueblo el cual se intenta superar, continúa en mitos más elaborados como el del Minotauro escondido en una cueva que guarda un tesoro. Para darle muerte se necesita un héroe y para llegar hasta él, la inteligencia de una mujer, Ariadna. La fuerza del toro como símbolo (el cual, recordemos, no aparece por primera vez en el arte cretense pero sí lo eleva considerablemente) continúa en el área mediterránea con las controvertidas corridas actuales. Estas ya han perdido todo su elemento ritual, mágico o liberador para deslizarse por el mero espectáculo, al menos de manera consciente. 

Del arte cretense han bebido artistas de las vanguardias históricas que han llegado incluso a reinterpretar estos ritos primitivos en relación con guerras cruentas aún recientes. Uno de estos creadores fascinados con esta fórmula expresiva fue Picasso. El animal feroz que se alía con la luna para aprovecharse de las sombras de la noche quiere ser conjurado (desde hace milenios) y así poder alcanzar la luz de la conciencia.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

13 Noviembre, 2020

El arte mesopotámico

 

Alrededor del III milenio surge en Mesopotamia una civilización compleja que logra realizar grandes obras arquitectónicas con los materiales alrededor y cuyo conocimiento del cielo aún es base de la astronomía y la astrología contemporánea. El arte mesopotámico adquiere gran relieve alrededor del II milenio, cuando se encontraba en apogeo otra de las culturas antiguas más subyugadoras, la misma que creó el arte egipcio. Durante estos siglos, los asirios conquistaron estas tierras llevando su sistema de escritura, su arquitectura y su conocimiento de los cielos. 

1.- Las grandes obras del arte mesopotámico están realizadas con arcilla, ladrillos y esmaltes 

La mítica Babilonia descrita en la Biblia estaba levantada siguiendo la forma simbólica de una montaña en varios niveles sobre los que colgaban, según las leyendas, bellos y suntuosos jardines. Si bien en Mesopotamia no abunda ni la piedra ni las grandes reservas de metales, sí se las ingeniaron para construir con el sistema de ladrillos elaborados con arcilla cocida. Esta forma de construcción es más endeble, por poner un caso, que las grandes obras de la arquitectura egipcia. Y, quizás por eso, muy poco de esta gran cultura nos ha llegado. Esta puede ser una de las causas. A la que se le une también que sus templos y palacios fueron saqueados de manera sistemática.  

De lo poco que nos ha llegado sabemos que Babilonia, la gran ciudad del arte mesopotámico, estaba amurallada y se abría con unas maravillosas puertas adornadas con un tipo de ladrillo esmaltado en vivos colores representando figuras simbólicas. Además, los grandes palacios también estaban decorados con murales en relieve y, posteriormente, pintados con elementos naturales autóctonos. 

Si las ciudades se erigían siguiendo un sentido simbólico, lo mismo se aplicaba a los templos (¡no podía de ser otra manera!). Estos representaban la montaña sagrada y se levantaban en distintos niveles escalonados cuya cúspide estaba reservada a los reyes sacerdotes conocedores del lenguaje de los cielos.  

2.- Las esculturas siguen líneas simbólicas

Todo es símbolo en el arte mesopotámico. Por eso, las esculturas también se ejecutan siguiendo esta línea de pensamiento. Sobresalen las grandes obras en piedra representando toros o leones alados junto con la narración de importantes batallas o las que veneraban a dioses antropomorfos.Si los reyes eran, además de guerreros y cazadores, también astrónomos o astrólogos, las representaciones artísticas de esta cultura tienen que remitir, inexorablemente, a esta cosmovisión. 

Reina de la Noche de Babilonia 

Por eso, nos encontramos grandes esculturas en piedra en las que la cabeza está diseñada con forma humana y sus atributos reales (tocado, barbas…) mientras que el cuerpo es el de un león o de un toro alado. Estos dos animales simbólicos se alternan en las representaciones del arte mesopotámico. El toro, en simbología, es el animal fuerte, bravo y penetrante que por, su color, es asimilado al poder lunar, oscuro y oculto y, no por ello, menos importante o transcendental. Por el otro lado, el león en la cultura babilónica (como en tantas otras) es la figuración del sol, del día que nace, de los nuevos comienzos, de la fuerza y del poderío de la majestad. Unos y otros se alternan en las grandes esculturas del arte mesopotámico como las dos caras de una misma moneda. Ambas figuras, con toda probabilidad, representaban el eterno retorno cósmico, el día que sigue la noche, la primavera al duro invierno, las épocas de escasez a las de riqueza…  

3.- Las estatuas más pequeñas del arte mesopotámico nos hablan de una realidad ajena a la convencional 

Este fuerte simbolismo y conciencia de otro plano más allá del cotidiano y convencional también está presente en las pequeñas figuras que nos han llegado. Casi todas ellas están realizadas en arcilla cocida aunque en algunas se han utilizado metales y piedras preciosas. Un punto y aparte en este sentido lo tenemos en el lapislázuli utilizado, incluso, en algunas muestras de arte prehistórico para representar el cielo, lo etéreo, lo inasible y, por tanto, lo divino. 

Estas figuras están realizadas de forma realista sin más adornos y una buena parte de ellas remiten a la idea de peregrinación o de conocimiento de una realidad distinta y diferente. Aunque algunas son toscas, se caracterizan por una gran fuerza expresiva. Esta recae especialmente en unos ojos amplificados y ampliados. Una sociedad simbólica en extremo como la mesopotámica no podía dejar de lado esta parte del cuerpo, identificada entre los pueblos primitivos como la visión no solo de lo que está delante sino de aquello que se encuentra oculto o en el otro lado.  

También destacan las esculturas y pequeñas estatuillas que continúan con la tradición de las Venus prehistóricas con todo su significado, aunque los rasgos femeninos en el arte mesopotámico están más estilizados. Las diosas se revisten con atributos animales (garras y alas de águilas por poner un caso) que representan ese vuelo o esa capacidad de observar lo que está más allá.  En este sentido, se ha conservado una pequeña figura en alabastro representando a la diosa Ishtar. Esta tiene esos atributos femeninos, a la par que es representada con cuernos de bovino (haciendo referencia al sentido simbólico del toro) y con grandes ojos.  

4.- Los templos estaban levantados en varios niveles y tenían también función astrológica 

El mito de Babilonia está recogido en la Biblia con su referencia a la gran torre de Babel, simbolización de la arrogancia del hombre destruida por la ira divina. La arqueología contemporánea también ha situado en esta zona el arca de Noé. Esta gran construcción, con toda probabilidad, era un templo con funciones astrológicas o astronómicas. Sobre la gran planicie se levantaban estas estructuras realizadas en ladrillo cocido y siguiendo una disposición escalonada de tal modo que la cúspide estuviera reservada a la casta conocedora de los secretos del firmamento. 

Estandarte de la Guerra de Ur 

Desde este punto, con los cielos despejados de la zona, se observaron las estrellas y las constelaciones. De la cultura y el arte mesopotámicos procede la división de los signos del zodiaco que aún hoy en día siguen vigentes. Las estrellas se agruparon siguiendo una línea visual en la que se quería ver animales o conceptos abstractos impregnados de un fuerte concepto simbólico.  

5.- El arte mesopotámico nos habla también de astrología y de astronomía 

Aunque el poder real está representado en murales con escenas de guerra y caza, la gran cultura babilónica nos dice de un pueblo simbólico que ve un más allá en los grandes animales que les rodea. Ese azul irrepetible de las puertas de Ishtar que se puede disfrutar en el Museo de Pérgamo hay que “leerlo” en este sentido. Su conocimiento de las estrellas es la base para el sistema de zodiaco que aún persiste hoy en día. Y no menos importante es el código de Hammurabi, una gran estela de piedra negra en la que se han labrado los primeros registros escritos de orden legal. Todo ello nos dice de un pueblo que manejaba la escritura (junto con los secretos del cielo) y que quería regirse por un código acordado previamente.  

Toda esta sabiduría llegó hasta los albores de nuestra era expandiéndose con las figuras de los Reyes Magos, astrónomos de Oriente guiados por la estrella luminosa que indicaba el lugar exacto del nacimiento de Jesucristo. Si el arte mesopotámico no es abundante en grandes obras (la mayoría perdidas), sí nos ha quedado de esta fascinante cultura retazos que aún al día de hoy perviven en distintas parcelas de conocimiento. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

La gran obra de Fernando de Rojas aparecida justo cuando el siglo XV daba sus últimos coletazos ha hecho correr ríos de tinta por críticos y eruditos de todas las épocas. Si la magistral puesta en escena de los personajes de La Celestina no fuera suficiente (dando para la posteridad uno de los tipos más conocidos, el de su protagonista), mención aparte merece el lenguaje y el estilo en La Celestina. Anoto algunas de sus características principales. 

1.- El lenguaje de La Celestina se caracteriza por la erudición que no es más que convención literaria

Aunque la crítica decimonónica se empeñó en crear una frontera entre la lengua de los personajes de estrato social alto (Calisto, Melibea y los padres de esta) con los del pueblo llano o del hampa (todos los demás con Celestina a la cabeza), esta distinción no está tan clara al día de hoy cuando se han publicado investigaciones y tesis a raudales sobre la obra. Así se ha encontrado que todos los protagonistas participan de un lenguaje elaborado, plagado de artificios estilísticos y de claras resonancias cultas. Todo ello se ha visto, simple y sencillamente, como una convención estilística, a igual que se usa el verso en el teatro del Siglo de Oro posterior. 

Dicho esto, es Calisto quien más hace uso y abuso de ciertas figuras retóricas tomadas o prestadas de la tradición petrarquista que tan buenos frutos dio en la lírica renacentista española que llegaría un poco después. Se ha reconocido en ciertos diálogos un gusto por los latinismos y por realizar la frase siguiendo la estructura de esta lengua clásica. Así, se colocan los verbos al final de la oración, se realizan incluso rimas y consonancias que nos confunden con respecto al género de la obra. A pesar de la retórica exagerada, a veces esta forma parte del dramático estilo de La Celestina.  

2.- Todos los personajes hacen uso de las citas independientemente de su estrato social 

Aunque el argumento de La Celestina nos presenta unos tipos y personajes arrastrados por todo tipo de vicios y pasiones que pagan, inexorablemente, con su propia vida, todos ellos quieren hacer gala de sabiduría. Y esta se presenta a través de citas eruditas, referencias a mitos clásicos o alusiones históricas. La genialidad de su autor hace que todo ese caudal cultural sea manipulado por ciertos personajes, especialmente por Celestina, no para servir como modelo para el bien, sino para excusar el mal egoísta que realizan. 

3.- El estilo de La Celestina está plagado de refranes  

Se han contabilizado hasta doscientos cincuenta que se encuentran en boca de todos los personajes de la obra. Tanto es así que buena parte de ellos se recogen por primera vez en la tradición escrita castellana. Esta sabiduría popular, a igual que sucede con el caso de las citas o referencias históricas, son utilizadas como excusas para justificar actitudes infames en la mayoría de los casos. En este orden de cosas, tenemos que reconocer que gran parte de la genialidad de La Celestina reside en su diálogo. Es a través del mismo por el que adivinamos una psicología tan abyecta a veces que se congracia en el regodeo de sus propios vicios. En palabras de Marcel Bataillon, uno de los críticos que mejor han estudiado el estilo de La Celestina nos encontramos que:  

“El uso cínico y sofístico que los personajes de La Celestina [se sirve] frecuentemente de las máximas y proverbios […] Esta utilización exige agudo discernimiento por parte del lector, pues con frecuencia dichas máximas están arrancadas de su recto sentido o se aplican como lecciones de sabiduría y virtud para justificar una causa inmoral, como cuando Celestina, con el fin de separar a Pármeno de la lealtad a su amo, aduce máximas de elogio de la amistad y del respeto que se debe a los padres." 

4.- El lenguaje de La Celestina se caracteriza por su dramatismo

Y todo en él gira en torno a este concepto. Por eso, cuando Calisto se expresa de manera amanerada para declarar su amor por Melibea, en sus palabras se transparentan las bajas pasiones que lo guían. Un tanto de lo mismo sucede con Celestina cuyas máximas y citas tienen como único fin la manipulación psicológica a la que somete a todos y cada uno de los protagonistas de la obra.  

Aunque buena parte de la crítica ha puesto de relieve que el lenguaje y el estilo en La Celestina se surte de toda la tradición culta anterior, la obra hace alarde de un realismo espiritual tan atroz que no hace falta caer en las expresiones del hampa para que nos conmueva. Y eso incluso hoy en día cuando buena parte de ese estilismo nos parece tan ajenos que, en ocasiones, no lo reconocemos como perteneciente a nuestra lengua. 

 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

La Celestina

10 Noviembre, 2020

Personajes de La Celestina

Si esta gran obra ha traspasado los límites del canon en español para alcanzar los de la literatura universal se debe, especialmente, a los personajes de La Celestina. Todos los tipos, nombres y protagonistas reflejados en ella adquieren una psicología propia, un carácter individual y un espíritu contradictorio que no solo los humaniza sino que los aleja de los modos de la literatura clásica. Los personajes de La Celestina, casi sin excepción, se comportan de una manera alejada de las fórmulas establecidas en la literatura griega, romana, medieval castellana o del siglo XV. Ellos mismos se levantan creando un mundo propio, una forma de estar que nos devuelve, mediante la técnica del bombardeo, sus miserias y pocas grandezas. Y esto último lo entendemos mejor cuando la crítica ha señalado que Fernando de Rojas, el autor de La Celestina, tuvo como objetivo crear una obra moralizante y ejemplarizante. Y lo hizo por el método de dejar al descubierto las ruindades más oscuras del corazón humano.  

Personajes de La Celestina principales

1.- Celestina, entre embaucadora, casamentera y hechicera

Es la protagonista indiscutible de la obra y sobre la que gira el principal argumento de La Celestina. Ella es quien aúna todos los demás caracteres a la par que se ha levantado sobre los demás creando un tipo particular. Este compite con Don Quijote, Sancho Panza o Don Juan Tenorio. Celestina es vieja, embustera, manipuladora, sin moral ninguna y se mueve solo por dinero. Aunque se ha propuesto por parte de la crítica que en la obra se da a entender que utiliza artes mágicas para rendir el ánimo de Melibea, el personaje principal no es una hechicera al uso de las obras fantásticas (como pudieran ser las novelas de caballería por poner un caso). Todo lo contrario, ya que es tremendamente realista en su crueldad, egocentrismo y afán por conseguir sus objetivos.  

Por edad, experiencia y malicia conoce los recovecos del alma humana y, como buena psicópata, se aprovecha de ellos en su propio beneficio. Las malas artes de Celestina estriba en esa manipulación, en ese hilar las debilidades humanas para conseguir aquello por lo que le pagan y en esa sabiduría o reconocimiento de las sombras espirituales de quienes les rodea. Aunque en la obra se dice que convive con elementos popularmente identificados con la brujería, más bien es una embaucadora lenguaraz que es capaz de tocar la tecla exacta de las debilidades de cada uno. De aquí su éxito y su perdición. Ella se reconoce en sus habilidades y no pone excusa para aquello a lo que se dedica. No hace juicio moral y acepta cualquier encargo que esté bien pagado sin pararse a meditar si está al margen de las normas sociales o morales. Entre otros aspectos, no estima ni respeta a nadie, ni siquiera a ella misma.  

2.- El egoísmo representado en los personajes de La Celestina: Calisto 

Si una de las características de las novelas de caballería que proliferaban en la época y de los poemas provenzales contemporáneos a la obra era la manifestación de un amor desprendido, platónico e idealizado, Calisto en ningún momento participa de estos extremos. Y eso a pesar de conducirse en público siguiendo esa convección o de conocer el mismo lenguaje, el cual usa para su propio beneficio. El joven persigue a un halcón y se encuentra, por casualidad, con Melibea. Al momento cae pasionalmente rendido y hace lo que sea por conseguir, no el corazón de la muchacha, sino el acceso a su cuerpo. Calisto no tiene altura moral ninguna ni atisbo de heroísmo. Nada hay en él que pueda ser excusable, ya que no hay ningún diálogo en la obra en el que adivinemos, aunque sea escondido, algún retazo de lo bueno o lo mejor del ser humano.   

Calisto es preso de un amor pasional, carnal e, incluso, poco caballeroso con su amada. En él solo prima el instinto básico de la consumación sexual con una joven que entiende bella y por la que se siente atraído. Para conseguir su objetivo, ya que es rechazado en primera instancia, se vale de todas las artes y medios a su alcance. Esta es la razón por la que contacta con Celestina a través de sus criados. No le importa el medio para conseguir su fin. Es tan egoísta que ni siquiera se lamenta de las muertes de quienes les han ayudado a conseguir el cuerpo de Melibea. Es un hedonista cruel que solo se rige por lo que desea en ese momento. Esa falta de heroísmo, caballerosidad o altura espiritual se reflejan en su muerte, la cual se produce de la manera más tonta posible, al perder pie en el momento de escalar los muros del huerto de Melibea. 

3.- Melibea, la joven rendida a la pasión amorosa 

Melibea, tercera de entre los principales personajes de La Celestina, es la que es representada en la obra con menos crueldad. Aunque, en un principio, rechaza tanto a Calisto como los tejemanejes de Celestina, muy pronto cae rendida a los placeres terrenales. No los conoce pero, cuando los prueba, le gusta y, además, de manera consciente. Por eso, es la encargada de gestionar los encuentros, abrir las puertas y dejarse llevar por esa pasión arrebatadora que acaba de una manera tan trágica. Melibea sabe cuál es su situación social, reconoce lo que sus padres esperan de ella y también asume que sus actos se conducen por la esfera de lo prohibido. Por eso, cuando Calisto muere de una manera tan tonta, a ella tan solo le queda la vía del suicidio. Este, por un lado, se produce porque el apego amoroso que ha sentido la ha obnubilado por completo y, por otro, porque para ella poco espacio social quedaría libre lejos de la infamia. Esto lo sabe bien Celestina, conocedora de todos los rincones y huecos oscuros del corazón cuando afirma:  

“Catívanse del primero abraço, ruegan a quien rogó, penan por el penado, házense siervas de quien eran señoras, dexan el mando y son mandadas, rompen paredes, abren ventanas, fingen enfermedades, a los chirriadores quicios de las puertas hazen con azeyte usar su oficio sin ruydo”.  

Personajes de La Celestina de estrato social bajo 

Si bien la literatura griega, romana, clásica o medieval no había tenido reparos en echar mano de tipos de extracción social baja, rondando, incluso, en el lumpen, estos siempre habían tenido una función en la obra. Esto es, en el teatro o en la poesía popular e, incluso, en la novelística posterior, se representarían con un punto cómico y utilizando estereotipos. Sin embargo, los personajes de La Celestina (a excepción de ella misma) que no pertenecen a la élite social, cobran protagonismo por méritos propios. Están representados con sus dudas (pocas), con sus miserias (muchas), con su espíritu retorcido (hasta niveles extremos), pero sin caer en el prejuicio de los que se esperan de ellos. De todos ellos Lucrecia, la doncella de Melibea es la que menor peso emocional tiene en la obra junto con Sosia y Tristán.  

Los criados de Calisto y Melibea: Sempronio, Pármeno, Sosia, Tristán y Lucrecia 

No sucede lo mismo con Sempronio y Pármeno, los mediadores entre Calisto, a quien sirven, y Celestina. En ellos, se representan espíritus innobles que son incapaces tanto de la ironía como de una mota de grandeza. Se burlan de su señor pero no para hacer ver sus fallas morales sino por deslealtad, cobardía y retorcimiento espiritual. No dudan en pelear por dinero y en matar para conseguirlo. Son tipos trágicos alejados del espacio cómico al que se relegaban los criados en la literatura tradicional. Ni siquiera tienen un espíritu hedonista o práctico. A igual que los personajes de La Celestina principales que pertenecen al estrato social más alto, se dejan arrastrar por la pasión, en su caso, por el dinero. Ellos asesinan a la vieja Celestina de manera cruel en una riña por las diferencias en las comisiones.  

Las meretrices del mundo de Celestina y Centurio  

Elicia y Areúsa son dos cortesanas que rondan la vida de la vieja alcahueta. En ellas se da la mano todos los recovecos del narcisista sin un atisbo de propósito de enmienda. Se consideran iguales a Melibea y su arrogancia les lleva a compararse con ella. Esto es, en la obra, de alguna manera u otra, se pone en la misma balanza el proceder de una joven aristocrática arrastrada por la pasión carnal que a mujeres orgullosas de ofrecer su cuerpo por dinero.  

En el mismo cajón se encuentra Centurio, un proxeneta fanfarrón que se jacta de saber matar pero, en el fondo, lo que le caracteriza es la cobardía. Es uno de los personajes de La Celestina añadido en las ediciones que aparecieron en los primeros años del siglo XVI y en él se condesa lo peor de la sociedad y del ser humano. Nada lo salva,  ni siquiera su afán por hacer gracia, su comicidad de perdedor y fracasado que no es capaz de ganarse la vida con aquello que dice saber hacer. Centurio es un monigote lenguaraz, un fantoche de los bajos fondos que nunca se ha encontrado con la nobleza cara a cara y, por tanto, la desprecia por considerarla poco útil.  

Más personajes secundarios en La Celestina: los padres de Melibea 

Pleberio y Alisa son los progenitores de la desdichada muchacha. Ellos, en parte, son las víctimas de los tejemanejes de la vieja alcahueta aunque, en la obra, de alguna manera u otra, son tachados de responsables del drama vivido en su familia. Son representados con un espíritu de extrema permisividad (para los parámetros de la época), ingenuos e, incluso, un poco arrogantes. Ni sospechan que algo así estuviera sucediendo en los límites de su casa con su propia hija. Para ellos, comportamientos de esta índole estaban fuera de su cosmovisión. Esta ingenuidad, adobada con un punto de arrogancia (al considerarse a salvo de estos enemigos), es la que se transparenta en el lamento que cierra la obra.  

Fernando de Rojas, el que es unánimemente considerado el autor de esta gran obra, levantó, con este puñado de personajes de La Celestina, tipos universales en los que exploró y llevó al límite los comportamientos más ruines, aquellos que no están disculpados por un asomo de grandeza. Son los mismos que hacen única este título de la literatura castellana de finales del siglo XV. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

La Celestina

La Celestina ha dado uno de los tipos más universales de la literatura castellana (junto con el genial Don Quijote, Sancho Panza y don Juan Tenorio) haciendo durante siglos las delicias de filólogos y estudiosos. Por si la obra en sí no tuviera sustancia artística suficiente para hacer correr ríos de tinta, un tanto de lo mismo se puede decir de la figura de Fernando de Rojas considerado, hoy por hoy, el autor de La Celestina

El problema de las ediciones con respecto al autor de La Celestina 

Si los personajes son dignos de estudio, un tanto de lo mismo sucede con el género, el lenguaje  y hasta el argumento de La Celestina definitivo, cada uno de ellos con una problemática específica. ¿Por qué? Porque la obra se conoce en distintas ediciones con variaciones tan significativas que afectan incluso al título. Pongamos un poco de orden en las primeras ediciones con los datos contrastados. 

1.- A la edición considerada príncipe le faltan las primeras hojas e, incluso, el título y también las páginas finales. Al parecer, fue impresa en 1499 por Fadrique de Basilea en Burgos. 

2.- Con el título de Comedia de Calisto y Melibea nos han llegado dos ediciones en ejemplares únicos en dieciséis actos. Fueron impresas en Toledo en 1500 y un año después en Sevilla. Son estas impresiones las primeras que dejan traslucir quién es el autor de La Celestina. El nombre de Fernando de Rojas aparece por primera vez en un acróstico (se lee con las primeras letras de cada verso) camuflado en once octavas insertas en la “carta a un amigo”. Además, se ha añadido el argumento que encabeza la obra y unas coplas del corrector: Alonso de Proaza, el cual, por otro lado, da las instrucciones para leer el acertijo. 

3.-  En 1502 aparecen cinco ediciones distintas, una en Salamanca, otra en Toledo y tres en Sevilla con el nombre de Tragicomedia de Calisto y Melibea. Y una de las de Sevilla es más original, ya que se titula Libro de Calisto y Melibea y de la puta vieja Celestina. Es en esta de la capital andaluza la primera versión en la que se incide en el carácter de su protagonista principal. Estas cinco ediciones presentan los veintiún actos con los que se conoce la obra que han sido añadidos. Estos, además, no han sido insertados al final, sino entre los actos XIV y XXI. Este añadido de las ediciones de 1502 se conoce como Tratado de Centurio

4.- Además, hay que esperar a un edición de Alcalá de Henares de 1569 para encontrar La Celestina como protagonista de la obra y así recogido en el título, aunque se da el caso que en las traducciones a otras lenguas romances lo hacen mucho antes, en 1519. 

5.- En la “carta a un amigo” de las ediciones de 1500 y 1501, Fernando de Rojas se excusa diciendo que se encontró por casualidad el primer acto y que en unas vacaciones de quince días completó la obra. Así, se complica aún más el tema de la autoría ya que, según el autor de La Celestina, ese primer capítulo no es suyo. 

Todo esto nos indica, por un lado, que la obra tuvo un éxito casi arrollador de público, ya que no solo se sucedieron las ediciones, sino también que, en pocos años, se añadiera más texto para “completar” el original. 

Datos contrastados de la biografía de Fernando de Rojas 

Aunque en algún momento se puso en duda la paternidad de Fernando de Rojas como autor de La Celestina, hoy en día se acepta su nombre como el creador de la genial obra. Si bien es verdad, debido a los pocos datos sobre su persona, también ha habido críticos que ponían en cuestión hasta su existencia. real. Sin embargo, en estos siglos desde la publicación de la obra han ido saliendo documentos que permiten perfilar su biografía, aunque solo sea someramente. Por eso, sabemos que: 

1.- A través de un proceso de la Inquisición contra su suegro (Álvaro de Montalbán), que estuvo casado con Leonor Alvares y que vivía en Talavera. 

2.- Que nació en Puebla de Montalbán y que fue bachiller en leyes. 

3.- Que en su época se sabía que él fue el autor de la obra y que así se hacía notar en distintas actas y procesos. 

4.- Vivió a partir de 1517 en Talavera de la Reina y allí ocupó, incluso, la alcaldía durante un breve tiempo. 

5.- Con toda probabilidad, era de origen converso, ya que así se señala en el acta de la Inquisición del punto 1. En la misma, no se acepta su valía como testigo por ser de esta condición y se solicita otro testimonio “syn sospecha”. 

6.- En 1584, uno de sus nietos solicita la prueba de hidalguía y se remite a su abuelo Fernando de Rojas que ya ostentaba esta condición. 

7.- Se conserva el testamento del autor de La Celestina fechado el 3 de abril de 1541. 

8.- El 8 de abril de 1541, su esposa hace inventario de sus bienes (por tanto, ya debía de haber fallecido) y en él aparece una importante biblioteca. Allí se dice que fue enterrado en la “yglesia del monasterio de la Madre de Dios” de Talavera. De aquí, son exhumados en marzo de 1968. 

¿Salió el Acto I de la mano de Fernando de Rojas, autor de La Celestina?

Tenemos pues que, en vida de Fernando de Rojas, se alude al mismo, en actas y procesos judiciales, como el autor de La Celestina. Ahora bien, ¿qué ocurre con ese primer acto que su mismo creador dice haberse encontrado por casualidad? Adelanto que no ha llegado constancia que el mismo hubiera sido publicado antes de 1499, fecha de la edición príncipe. Aunque hay estudiosos que, incluso, han encontrado padre para dicho fragmento (Rodrigo de Cota o Juan de Mena se postularon como favoritos), al día de hoy se considera que toda la obra salió de la misma mano y además no fue escrita en tan corto espacio de tiempo. Las críticas sobre la distinta autoría de La Celestina se apoyan fundamentalmente en las palabras de Juan de Valdés, quien en su Diálogo de la Lengua afirma: 

“ Celestina, me contenta el ingenio del autor que la comencó, y no tanto el de que la acabó”. 

Sin embargo, las razones (que no es una sola) para tanto secretismo por parte de Fernando de Rojas podemos encontrarlas en: 1) en la temática poco ortodoxa de la obra, 2) en la condición de converso (de origen judío) de su creador y 3) en las prácticas peligrosas de la Inquisición cuando se topaban con textos críticos en la vertiente social y este lo es. Solo cuando el éxito de la obra parecía asegurado, Fernando de Rojas comenzó a asomar tímidamente (con un acróstico) como  el autor de La Celestina

En este sentido, fue uno de los autores más importantes del Neoclasicismo español, Leandro Fernando de Moratín el que defendió esta última tesis (la de un único autor) basándose en una de los principios y características de la literatura neoclásica: el empirismo. Esto es, realizó un análisis detallado del texto en el que demostraba que la obra salió de la misma mano. Recojo su defensa: 

“El bachiller Rojas se mueve dentro de la fábula de la Celestina, no como quien continúa obra ajena, sino como quien dispone libremente de su labor propia. Sería el más extraordinario de los prodigios literarios y aun psicológicos el que un continuador llegase a penetrar de tal modo en la concepción ajena y a identificarse de tal suerte con el espíritu del primitivo autor y con los tipos primarios que él había creado. No conocemos composición alguna donde tal prodigio se verifique…”

La Celestina

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