Candela Vizcaíno

Candela Vizcaíno

Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla con una larga trayectoria de más de 20 años como periodista, columnista y contenidos online centrados en literatura, arte, viajes, vida sana, familia, gastronomía, moda y feminismo. Con cinco libros publicados, en la actualidad pueden encontrarse en las librerías El Bosque de las Respuestas (cuento infantil ilustrado), Los girasoles florecen en junio (novela) y Poemas sin orden ni concierto

 

No se sabe a ciencia cierta su lugar de nacimiento, ni la fecha, ni la grafía de su apellido, ni las obras que son de su mano ni las salidas de sus discípulos o copistas posteriores, pero Pieter Brueghel el viejo es, al día de hoy, uno de los grandes artistas de la pintura flamenca del siglo XVI. Ahora bien, es un pintor tan original y excepcional que, incluso, se considera que es uno de los primeros representantes del surrealismo, cuando este movimiento tardaría siglos en aparecer.  

Mínima biografía de Pieter Brueghel el viejo 

Debió nacer cerca de Breda (es una conjetura) entre 1525 y 1530 y murió el 9 de septiembre de 1569, convertido ya en maestro de la pintura. Eso no significa que se le reconociera su talento artístico tal como lo entendemos hoy en día. Entre sus contemporáneos, Brueghel, en sus inicios, era simplemente un artesano. Pero así también empezó Goya: haciendo cartones para tapices. 

Hay dudas sobre su grado de instrucción, pero sí es cierto que conocía las historias de la Biblia al dedillo y los símbolos y mitos moralizantes cristianos. Nada más hay que echar un vistazo a sus obras para aseverar esto.

Brueghel fue el patriarca de un clan de pintores y se le denomina el viejo para distinguirlo de su hijo mayor. Poco se sabe de su vida y personalidad más allá de las consabidas anécdotas que lo describen como un hombre sencillo que le gustaba vestirse como campesino y socializar con esta población. 

 

Obras de Pieter Brueghel el viejo

Apenas se conservan 45 obras originales de Brueghel. Son pinturas sobre tablas. Casi un tercio se encuentran custodiadas en el Museo de Historia del Arte de Viena.  Muchos de sus dibujos y grabados no son auténticos y parece que se han perdido bastantes ejemplares salidos de su mano. 

La crítica especializada distingue tres etapas en las obras de Pieter Bueghel, el viejo:

  • La inicial con tipos y personajes populares siguiendo un estilo realista y dando cuenta de las costumbres de su época.
  • El ciclo de las estaciones con un sentido moralizante en el que se adentra de lleno en un mundo onírico.
  • Los retratos en los que el paisaje es un mero pretexto y en el que se centra en el carácter interno y en el reflejo de la personalidad a través de los rasgos físicos. 

Los cuadros de Brueghel son abigarrados, densos, detallistas, completos y en ellos se transparentan un espíritu moralizante y crítico en extremo con la sociedad y los vicios de su tiempo. Su pintura se ha puesto en relación con el grotesco que sería una de las características del barroco, el mismo que llegaría después. A pesar, de adelantarse a su tiempo, sus obras representan un mundo onírico, de pesadilla casi. Son varios sus cuadros en el que se representan imágenes que serían del gusto de uno de los movimientos más importantes de las vanguardias históricas: el surrealismo. Tanto es así que los representantes del surrealismo consideraron a Pieter Brueghel el viejo, tal como sucedió con El Bosco, lo consideró un maestro y precursor. 

El surrealismo de Pieter Brueghel el viejo

Por supuesto esta característica hay que ponerla en cuarentena, ya que esta corriente artística como tal surgió tras La interpretación de los sueños de Freud en pleno siglo XX. Aún así, el sustrato de los artistas modernos también subyace en el viejo Brueghel.

Pieter Brueghel el viejo

La caída de los ángeles rebeldes de 1562, por ejemplo, bien podría ser una obra contemporánea, repleta de seres monstruosos y animales híbridos. Aquí se pone de manifiesto el horror del hombre al enfrentarse a la oscuridad de su propio interior. Ni las películas actuales sobre el apocalipsis (pongamos, por ejemplo, el penúltimo fragmento de Los sueños de Akira Kurosawa, “El ogro que llora”) superan estas imágenes del infierno. 

La minuciosa Torre de Babel, reproducida hasta la saciedad en libros de arte, puede funcionar como una buena metáfora de la época contemporánea en la que todos hablamos y nadie nos escucha. El simbolismo no puede ser más claro. 

Pieter Brueghel el viejo

Los cadáveres, el paisaje devastado, el caballo famélico (símbolo universal de la inconsistencia y la debilidad humana) de El triunfo de la muerte también puede aplicarse a la historia reciente repleta de guerras absurdas y altamente destructoras. 

En muchas de las obras de Pieter Brueghel el viejo, como las que describen la vida apacible del campesino, a pesar de su aparente testimonio de la realidad, siempre se oculta, en algún personaje, alguna característica moral del hombre.  Ciertos críticos quieren ver, también, en un puñado de sus cuadros una velada crítica social al sistema imperante, pero esto es lo que tiene ponerse a hurgar en la realidad: que siempre se encuentran grietas. 

Y es en este sentido en el que sentido en el que considera Pieter Brueghel el viaje como surrealista. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

El Neoclasicismo es un movimiento cultural y artístico, vinculado a cambios políticos y sociales, que se desarrolla en el siglo XVIII por toda Europa expandiéndose, más tarde, a América. Desde el punto de vista intelectual y literario hay que ponerlo en relación con la ilustración del llamado Siglo de las Luces. Además, no podemos entender la definición de Neoclasicismo sin los esfuerzos por cambiar de régimen desde una monarquía absoluta hasta los nuevos parlamentarismos. Y tampoco se entiende sin las transformaciones (a veces fallidas) en un intento por adaptar la educación a las necesidades sociales y, a la par, por convertirla, al menos en la teoría, en universal. Desde el punto de vista estético se inspira en los modelos del clasicismo pagano buscando la elegancia, la sobriedad, la serenidad y el llamado buen gusto.  

Características principales que se encuentran en la definición de Neoclasicismo 

1.- Como sucedió con la literatura renacentista se vuelve hacia las manifestaciones paganas de las antiguas Roma y Grecia. Si bien en el siglo XV y XVI se mira hacia la literatura griega y romana, ahora, con las excavaciones de Herculano y Pompeya, salen a la luz otros géneros artísticos. Por eso se busca en la sobriedad clásica los modelos para levantar no solo la arquitectura del Neoclasicismo (bastante fértil) sino también cualquier otra manifestación artística. 

2.- Se desarrolla un rechazo total a la época anterior, la del recargado y excesivo arte barroco asociado a los fastos palaciegos de la monarquía y a los peores excesos de la iglesia. Por eso, se crean nuevas instituciones como las academias, las tertulias y el incipiente periodismo. Una de las características del Neoclasicismo es, por cierto, el desarrollo de estos espacios civiles de encuentro alejados del poder de la realeza o de la iglesia. 

3.- Ahondando en lo anterior, son las virtudes cívicas las que adquieren valor y se desligan de las creencias anteriores. Hilando con esto último, se hace hincapié en la reforma de la educación a todos los niveles y en la necesidad de la instrucción de la población en oficios útiles. 

4.- El lema artístico (y también vital) se centra en la razón en detrimento de las pasiones y el sentimentalismo. Por eso, se ensalzan los modelos científicos, el empirismo, la observación de la naturaleza o la incipiente ingeniería. 

5.- Esto conlleva a un rechazo de la poesía personal y lírica. El ensayo, como género literario, avanza en la época. Se convierte, así, en el vehículo literario preferido a la hora de poner en evidencia todos los fallos y lacras sociales, siempre con espíritu crítico y, a veces, irónico. Se busca la claridad, la concisión e, incluso, el prosaísmo ajeno a cualquier elemento supérfluo. En España un claro ejemplo de este tipo de escritor ilustrado es el Padre Feijoo

6.- La cultura del Neoclasicismo gira en torno a ese deseo de cambio en todos los órdenes para establecer una sociedad más igualitaria (con sus reservas que no podemos comparar este sistema con las democracias contemporáneas). El parlamentarismo y el republicanismo se imponen. A la par, comienzan los procesos de independencia de las naciones de América y, en Europa, el Antiguo Régimen desemboca en la Revolución Francesa a finales del siglo XVIII. 

Ahondando en la definición del Neoclasicismo  

El fenómeno cultural se desarrolló por todo Occidente con desigual fortuna. Mientras que el Neoclasicismo español, por poner un ejemplo cercano, se debatía de manera cruel incluso entre los moldes tradicionales  (los privilegios de la casta aristocrática apoyada por la iglesia) frente a un grupo de liberales cultos, en Estados Unidos, por poner otro caso, se pone la semilla de su apogeo. Siguiendo con los paralelismos, en España apenas tuvo predicamento más allá de una élite instruida consciente de que el avance pasaba por un nuevo régimen de libertades y por la universalización de la instrucción.  En Estados Unidos, por el contrario, estos principios continúan (a pesar de sus guerras y conflictos raciales) hasta el siglo XX incluso. En este país, además, la ideología en ebullición permitió crear una base educativa (hoy presente en prestigiosas universidades) cuya semilla se encuentra en el Neoclasicismo. Sin embargo, en España, a pesar del intento de las Cortes de Cádiz (1810-1814) la involución llega con Fernando VII y su infame reinado pasando por el paredón a todo aquel que osara contradecirle.   

En Francia, por poner otro caso, desembocó en un estado laico basado en el republicanismo convirtiéndose en el ombligo cultural y artístico durante los siglos posteriores. Tanto es así, que su supremacía ha acabado prácticamente en el siglo XXI. En Reino Unido, a pesar de la pervivencia de la monarquía, el fuerte parlamentarismo (y la necesidad de instruir a personal de gestión para las colonias) desarrolló un educación general que únicamente se ha puesto en entredicho en las últimas décadas. Distinta suerte corrieron los países de América del Sur donde únicamente podemos encontrar las características de la arquitectura neoclásica en sobrios edificios civiles y públicos y poco más del espíritu del movimiento.  

En la definición de Neoclasicismo, por tanto, tienen que entrar los conceptos de: 1) intelectualidad, 2) ilustración, 3) culto a la ciencia, 4) rechazo a los modelos políticos sociales y búsqueda de otros más igualitarios, 4) gusto por la sobriedad o la sencillez, 5) inspiración en la cultura pagana clásica y 6) empoderamiento de la razón como diosa suprema.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

Un escrilector es, en esencia, un lector que, ocasionalmente, se embarca en la escritura, en la creación de nuevos textos que, generalmente, se insertan en sitios pre-existentes en Internet. 

En el nuevo papel con el que se reviste el lector, a raíz de la eclosión y explosión de la web nos encontramos con competencias no exploradas hasta ahora: si el receptor es el responsable, en parte, del significado otorgado al  discurso; en virtud de las nuevas herramientas y de los nuevos medios a su disposición, se puede convertir –hecho que se da con más frecuencia- él mismo en escritor. Es lo que Bou ha denominado “escrilector” (1997).  

Diferencias entre escrilector y lector

Los cambios no son de menor importancia cuando se estudian desde el punto vista del emisor. Ahora, el escritor debe tener presente no sólo las múltiples posibilidades de presentación  o de corrección que las nuevas tecnologías le ofrecen para su obra sino que, además, nos encontramos ante la posibilidad de gestación de la escritura siguiendo los modos operativos del cerebro –por conexión entre conceptos más que de una manera lineal-. 

De forma paralela a este desdibujamiento de conceptos tan asentados como el de autor o el de copyright, se está empezando a trabajar en verdaderos textos colectivos; una posibilidad creativa que puede dar frutos bastante interesantes, aunque aún es una vía por explorar. A pesar de la desmitificación de la figura del autor, en la base de cualquier hipertexto, como de cualquier texto, siempre se encuentra la voluntad de un creador que organiza y estructura el mismo. 

Tampoco podemos perder de vista que siempre existirán obras que, por su nivel de excelencia y por su competencia, tanto artística como intelectual, merezcan ser colocadas en una escala más elevada. Así, los lectores, independientemente de su intervención e incluso de su posible interpretación, las tenga como referentes obligados. Shakespeare siempre será Shakespeare y las obras de Delibes o Cernuda ya han entrado en la literatura clásica. Un escrilector podrá interpretar, pero, por sí solo, poco podrá hacer para modificar el canon establecido.

El escrilector nace con las nuevas tecnologías

Si bien los medios de información electrónicos han supuesto una revolución tanto en la presentación como en la transmisión o la cantidad de la información, -una revolución que quizá no tenga marcha atrás y que ha condicionado papeles tan asentados como el del lector y del autor-,  en ciertos circuitos las cosas siguen tal como están. El libro impreso, a pesar de su declive, aún tiene un papel preponderante, a pesar del auge del e-book. Estamos, por tanto, para finalizar, ante una superposición de distintas formas de comunicación que de nosotros depende sea enriquecedora en todos los ámbitos de la cultura. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla 

Nota: Texto del año 2009

 

Exceptuando la Edad Media, quizás no haya habido otro periodo histórico en el que las distintas manifestaciones sociales, políticas o artísticas estén tan imbricadas como lo fue el siglo XVIII, el llamado Siglo de las Luces. La cultura del Neoclasicismo responde, por un lado, a una confrontación total de las formas de vida inmediatamente anteriores y,  a la par, se intenta instaurar (en todos los ámbitos) un orden nuevo basado en la razón, el cientificismo, el empirismo y la sobriedad. Se generan nuevos ámbitos de discusión fomentándose el parlamentarismo contra la monarquía absoluta aliada con la iglesia. Por primera vez en la historia se produce un intento por reformar la educación a todos los niveles para adaptarla a las necesidades sociales. Al cambio no es ajena ninguna esfera vital. Así, se pretende que el arte (en todas sus manifestaciones) tenga un objetivo moral y didáctico. En definitiva, durante todo el siglo XVIII, primero en Europa y luego en América, se intenta trastocar la realidad para dotarla de significados nuevos. Lo antiguo no sirve, aunque se mira a la cultura clásica, la de Roma y Grecia. Lo vemos más detalladamente.

La importancia de los movimientos políticos a la hora de entender la cultura del Neoclasicismo  

El Neoclasicismo da comienzo en Francia e Inglaterra a inicios del siglo XVIII y pronto se extiende por toda Europa enarbolando la bandera de un orden nuevo. No tardaría mucho en llegar a Sudamérica primero y América del Norte después que comienzan sus procesos de independencia de las metrópolis. Las manifestaciones artísticas que se sustentan en estas nuevas formas de vida llega, en el caso de Estados Unidos, a extenderse durante buena parte del siglo XIX a través de los modelos propuestos por la arquitectura del Neoclasicismo. Pero, ¿qué ocurrió para que en toda la civilización occidental se diera un cambio radical en los órdenes establecidos? 

Resumiendo y reduciendo mucho, hay que anotar que los siglos anteriores habían estado protagonizados por el poder de monarquías absolutas nacionales que se habían ido apartando progresivamente de las necesidades del pueblo. Atrincheradas en suntuosos palacios y parapetadas bajo la influencia de la iglesia cuyo centro ya se encontraba en el Vaticano, la decadencia no tardaría en llegar. Esta se hace en forma de crisis económica, de apalancamiento en los sistemas educativos que no dan respuesta a la sociedad, en un arte, el estilo barroco, recargado y excesivo en extremo. Mientras el pueblo malvivía a duras penas en ciudades insalubres o soportando sucesivas malas cosechas, la riqueza se derrochaba por parte de una élite aristocrática que hacía de la fiesta y el lujo su razón de vida. Del sentir de la época tenemos conocimiento por la literatura barroca, la cual se hace eco de un ambiente social caracterizado por el pesimismo extremo y por el conformismo más absoluto. Únicamente el teatro (patrocinado por estos grandes señores) sirve de evasión con sus historias inverosímiles de enredo y malentendidos. 

Paralelamente, un sector de la intelectualidad, los llamados ilustrados, ve la necesidad de volver a la sobriedad,  de modificar las enseñanzas a todos los niveles para formar a la población en las nuevas necesidades de la industria y la manufactura. A la par, se intenta poner freno (en el ámbito de las ideas) a los desmanes monárquicos instaurando una suerte de parlamentarismo. La bandera de la libertad y de la igualdad se estaba diseñando y todo estallará por los aires con la Revolución Francesa, en 1789. La semilla estaba sembrada con anterioridad y se regaba con todas las manifestaciones de la cultura del Neoclasicismo.  Paralelamente, en América se inician guerras independentistas que desembocarán en nuevos estados soberanos, todos ellos imbuidos del espíritu republicano.  

La  cultura del Neoclasicismo eleva la razón al nivel de deidad casi  

Y así seguirá hasta bien entrado el siglo XIX. Cada país consigue este objetivo con desigual fortuna. Mientras en Francia desemboca en los lemas revolucionarios de “libertad, igualdad y fraternidad”, el Neoclasicismo español vive una lucha constante entre las fuerzas tradicionales (sustentadas en la monarquía y la iglesia) frente a los liberales. La Constitución de Cádiz de 1812 representa ese intento fallido por instaurar otras formas de vida centradas en la educación, la formación y combativa con la superstición y la desigualdad social.  Había que hacer tabla rasa y acabar con las prebendas eclesiásticas y aristocráticas. Estas ideas políticas se fraguaron entre tertulias,  bibliotecas de casinos y el nacimiento del periodismo. 

Cada nación, reitero, cumplió el objetivo con desigual fortuna. Mientras en Inglaterra se desarrolla el parlamentarismo y se crea un sistema educativo bastante universal, Francia camina hacia un estado laico y en España se da una involución con el reinado de Fernando VII que abre las puertas a guerras fratricidas que durarán por siglos incluso. A pesar de ello, la cultura del Neoclasicismo comienza a germinar en el urbanismo. En este sentido, se reforman las ciudades para hacerlas más saludables, se fomentan las academias y se organiza (aunque con éxito desigual) la alfabetización básica. El único país que llevó con extremado éxito la cultura del Neoclasicismo no solo a las artes sino a la política y a la sociedad éste fue Estados Unidos, a pesar de sus historias sangrientas posteriores.  

La cultura del Neoclasicismo no se entiende sin las excavaciones de Pompeya y Herculano  

Ni tampoco sin el Grand Tour. Vamos por partes. Si bien la literatura renacentista ya había recuperado los textos de la literatura griega y latina que habían pervivido a través de los libros medievales, ahora le toca el turno a las excavaciones arqueológicas. Se hacen prospecciones en Pompeya y Herculano, ambas detenidas en el tiempo por la erupción del Vesubio. Salen a la luz frescos, sobrios ejemplos de escultura romana (copiadas de los originales griegos), mosaicos e, incluso muebles, enseres y objetos de uso personal. Con ellos continúa el conocimiento de una sociedad pagana, de dioses que se mezclan con los humanos en sus sentimientos y pasiones. Y también (aunque con sus matices) un orden político basado en los valores republicanos. Todo esto alimenta los deseos de cambios en la esfera del poder.  

Además, todo este re-descubrimiento (iniciado en el Renacimiento recordemos) de la antigüedad pagana se alimenta con el Grand Tour. Era este un viaje casi iniciático por parte de la élite europea hacia tierras italianas. A veces, el periplo terminaba en Roma o Nápoles pero otros tenían la fortuna de poder continuar hacia Estambul e, incluso, hacia Egipto. El viaje era complicado y se necesitaba de bastante intendencia habida cuentas de que los caminos eran elementales y no existía apenas estructura hotelera. Sin embargo, la aventura compensaba con creces las incomodidades y el Grand Tour se siguió manteniendo durante buena parte del siglo XIX. Estos viajeros, cultos, formados y ricos volvían a sus países de origen con los ojos llenos de otra forma de vida. Y a través de diarios, dibujos y libros pusieron en valor una utópica forma de vida pasada.  

Los valores de la cultura neoclásica 

El racionalismo, el inicio de un proceso de fraternidad, el mirar hacia las necesidades de los pobres, la organización de un urbanismo mínimamente saludable impactaron positivamente en todos los estratos de la sociedad. Así, por nombrar únicamente un extremo, una de las características de la arquitectura neoclásica pone el foco en nuevos espacios ajenos a los palacios y las iglesias. Se crean academias, bulevares soleados, avenidas arboladas, parques procedentes de antiguos cotos de cazas aristocráticos o flamantes museos con las colecciones reales. Aunque el acceso público se hace con matices, ya es un paso hacia una universalización de la cultura que no llegará en Occidente hasta bien entrado el siglo XX. No obstante, no podemos olvidar que las bases se pusieron con los ilustrados del siglo XVIII. 

Todo esto desemboca en un bagaje artístico alejado de los siglos anteriores en los que se busca la sobriedad, la sencillez, la elegancia y la serenidad. Por primera vez se habla de buen gusto, el que se contrapone a los excesos del arte barroco e instala unas reglas de obligado cumplimiento en todos los géneros. Una de las bases del nuevo arte es la que promueve el orden y la mesura. Si bien la literatua se encuentra con algunos escollos, ya que este tipo de virtudes casan regular con la creación en el campo de las letras. Quizás por eso se imponen los ensayos y los relatos en prosa satírica que ironizan contra el régimen social establecido. Mientras tanto, la escultura neoclásica compite con el afán constructivo que llena las ciudades de Europa y América de edificios civiles, grandes museos, academias, centros administrativos o políticos. No podemos olvidar que todas las artes buscan la sobriedad, la limpieza, la contención, la elegancia, el buen gusto mientras se alejan de rebuscamientos pasionales y excesivos.  

Esta cultura del Neoclasicismo basada en la mesura e inspirada en el mundo pagano de las civilizaciones clásicas quiso, a la par, acabar con la desigualdad extrema promoviendo la educación básica y la formación en oficios. Otra cosa es que lo consiguiera, pero sí ere el eje del ideario de los intelectuales que se propusieron un cambio radical en lo concerniente a lo artístico, social y político. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

 

A Olite hay que ir en Julio y, a ser posible, durante la segunda quincena del mes. A lo largo de esas dos semanas, esta bella ciudad de Navarra, en otro tiempo capital del reino, vibra con su Festival de Teatro Clásico. Este se celebra en un emplazamiento inmejorable: en uno de los patios del Palacio Real. Pero, vayamos por partes que se ha dado mucha información en muy poco espacio y mucho que ver en Olite.

Los inicios históricos de Olite, la real 

Olite está en la zona media de Navarra, al Sur de Pamplona y a unos cuantos kilómetros de la capital. Aunque sus orígenes se remontan al siglo VII con una vaga referencia a una villa de raigambre goda, el esplendor de esta hermosa localidad comienza en el siglo XV, cuando Carlos III de Navarra (conocido como El Noble) y su esposa Leonor de Trastámara mudan la corte desde Estella (cuya palacio ha sido reconvertido en un museo dedicado al pintor local Gustavo de Maeztu) a Olite. Allí se hacen construir un magnífico castillo al estilo de los que se levantaban en Francia e instalan la corte. 

 Que ver en Olite 2

Castillo e Iglesia de Santa María, lo primero que tienes que ver en Olite

Anque no se conserva ni un solo mueble ni objeto decorativo original, disfruta de unas vistas inmejorables y la construcción en sí (sobre todo el jardín interior de la reina) es de una serena belleza. Visita obligada merece el patio dominado por una vieja morera. El Castillo de Olite fue construido con anterioridad a los impresionantes palacios del Valle del Loira aunque no tiene nada que ver con Chambord o Cheverny, ya que este es muchísimo más modesto. Aún  así tiene cierto parecido, aunque es menor en tamaño y más discreto en lujo y comodidades, con el de Amboise. Recuerdo que aquí está enterrado uno de los principales artistas del Renacimiento italiano: Leonardo da Vinci.  

El viajero no tendrá que andar mucho para disfrutar de la zona monumental de Olite, ya que lo más interesante está literalmente uno al lado del otro. Y cuando digo literalmente es que es literalmente. El palacio (centro neurálgico señalado desde la entrada de la localidad) está prácticamente adosado a la iglesia de arquitectura gótica de Santa María la Real, rodeada por un extraño pórtico con delicadas arcadas y junto al templo, se encuentra el Parador de Turismo (no recomendable para viajeros exigentes, ya que exhala un aire triste y rancio). Y junto al Parador, se encuentra el Centro de Atención al visitante con una exposición sobre los vinos de Navarra.

El Festival del Teatro Clásico de Olite 

Los aficionados al teatro clásico tienen una cita con este festival que se viene celebrando desde hace un par de décadas. Durante dos semanas, se representan obras del repertorio de los mejores autores españoles del Barroco con una puesta en escena única: el Castillo de Olite. La página web del lugar, publicita, con bastante anterioridad, los títulos en escena y permite comprar las entradas online, algo necesario en esta época tecnológica. Las obras de Lope de Vega, Calderón de la Barca y de los dramaturgos del Siglo de Oro siempre se encuentran en cartel. 

Que ver en Olite 3 

Museo del Teatro Clásico, otro punto que tienes que ver en Olite

Si no te es posible asistir a este evento cultural, en la plaza central, allí donde se concentran las tascas, restaurantes y las oficinas del Ayuntamiento, un sótano perfectamente acondicionado mantiene una exposición permanente con dos temáticas distintas y un solo hilo conductor. El nexo de unión son los trajes. 

Se exponen modelos (magníficamente confeccionados y diseñados) del atrezzo de algunas obras que se han representado en el Festival junto a recreaciones (inspiradas en obras perteneciente a la pintura renacentista europea) de la ropa usada en la época de mayor esplendor de esta villa real.  La idea es hacernos viajar al pasado, al siglo XV, cuando la Reina Leonor mantenía su corte con músicos y juglares llegados de Francia. 

Aunque hay mucho que ver en Olite, una sola mañana bastará para disfrutar tranquilamente y recorrer cada rincón de esta bella localidad navarra.  

Fotos y texto por Candela Vizcaíno

 

 

El Castillo de Fontainebleau se encuentra a apenas una hora en coche desde el centro de París. Hay que recorrer sus instalaciones aristocráticas, sus jardines y el bosque de alrededor. Es una visita imprescindible si te encuentras en la zona.  

Fontainebleau y Francisco I 

Si tú, viajero, subes hasta Amboise, en pleno Valle del Loira y te atreves a sortear el viento para otear el horizonte, entonces entenderás la personalidad de un rey muy especial. Fue Francisco I, el monarca que puso las bases del Renacimiento en Francia e invitó al gran Leonardo a vivir sus últimos días como al genio le gustaba: con la creación. 

Aquí murió y en una capilla minúscula frente al castillo reposan sus restos. Pues bien, este mismo rey fue, también, el promotor de Fontainebleau, a apenas una hora de París. Fontainebleau es, sobre todo, su bosque, antiguo coto de caza de reyes, emperadores y gobernantes y hoy parque nacional. 

La escuela de Barbizon y su relación con Fontainebleau

La fauna, los regatos, las fuentes,  las luces y sombras de sus claros atrajeron a un gran número de artistas que, seducidos por la pintura al natural, se instalaron en la cercana Barbizon para dar cuenta de las luces de la naturaleza. Rousseau y Millet (el de Las espigadoras) son los mejores exponentes de esta escuela preciosista que recupera para el arte los espacios verdes salvajes cercanos a París. Aunque tiene importancia por sí misma, también influyó en los movimientos artísticos posteriores. Así, este gusto por la pintura de naturaleza y al aire libre sería una de las principales características del impresionismo.

 

 Fontainebleau 

El Castillo de Fontainebleau 

Pero Fontainebleau es también su fortaleza ordenada por ese rey humanista que fue Francisco I, por eso lo hemos mencionado al principio. Aunque existe indicios de una torre medieval e incluso de una abadía del siglo XII, Fontainebleau, tal como lo conocemos, es renacentista. Por supuesto, como suele suceder en este tipo de recintos palaciegos, ha habido ampliaciones, reformas, embellecimientos, decoraciones al gusto de la época, demoliciones, etc. etc. etc. 

Pero Fontainebleau conserva ese carácter armónico que caracteriza la arquitectura francesa tradicional. Diseñado en forma de U, el castillo se abre con una serie de jardines a la francesa que desembocan en la Escalera du Fer-à-Cheval, ejecutada en dos brazos y que es puerta de acceso a la mayoría de las estancias interiores de importancia. No hay que perderse:

  • Capilla de la Santa Trinidad, del siglo XVI.
  • Galería de Francisco I, con vistas al Patio de la Fontana y frescos de Rosso Fiorentino.
  • Petits y Grands Appartements donde descansaron desde Napoleón a todos los reyes que ha habido en Francia.
  • El Salón de Baile no relumbra con los dorados propios de Versalles y los palacios que nacieron a su imitación, pero es impresionante con su proporcionada dimensión al más puro estilo del Renacimiento.
  • El Salón del Trono. 

El bosque y los jardines de Fontainebleau 

Y Fontainebleau es, también, espacios verdes y no solo el bosque que rodea a este antiguo coto de caza o al pueblo homónimo sino también a sus cuidados jardines. En el inglés predominan cipreses, plátanos y árboles de sombra en romántico desorden. En el de Diana, presidido por una escultura de la diosa romana, se articula en torno a senderos, setos y césped.  

Si sales al bosque por el castillo, hazlo por la Puerta Dorada diseñada por Gilles Le Breton en la época de Francisco I.  Con más tiempo, hay que detenerse en las vitrinas del Museo de Fontainebleau  o deleitarse con la programación cultural de lugar: conciertos, concursos, exposiciones o conferencias, que estamos en la culta Francia.    

Fontainebleau está bien comunicado con la capital:Parísy puede ser una deliciosa excursión de un día.  

Por Candela Vizcaíno

 

Mínima biografía de El Tintoretto 

Nacido en 1518, en la Ciudad de los Canales, como Jacobo Comin, nombre que, curiosamente, no se ha descubierto hasta una fecha tan temprana como el año 2007. Es decir, antes de ayer, para que luego digan que ya está todo dicho en la historia del arte, este artista de la llamada Escuela Veneciana se encuentra a medio camino entre los artistas del Renacimiento tardío y las características del Barroco primitivo. Hijo menor de un tintorero, de aquí su apodo, aunque estudió con Tiziano (uno de los pintores barrocos más importantes), parece que las relaciones mentor-maestro no fueron buenas a decir de las malas lenguas.

Quizás por esta razón, trabajo durante toda su vida como freelance (algo poco común en la época, ya que se hacía imprescindible la existencia de un mecenas) recogiendo encargos para los grandes señores de Venecia. Por eso, sus grandes murales se encuentran en la Galería de la Academia de Venecia, en la Escuela de San Roque, en el Palacio Ducal de Venecia y en otros emplazamientos de la Ciudad de los Canales.

No se sabe muy bien cuántos hijos tuvo ni si todos fueron dentro del matrimonio. Probablemente fueron ocho vástagos. Sí hay unanimidad entre los historiadores que dos de ellos, Marietta y Dominico, estuvieron dotados con las mismas habilidades pictóricas de su padre. La chica ayudaba en el taller paterno vestida de hombre, para acallar los comentarios maldicientes de entonces y murió a la edad de treinta años. Su padre la retrató en su lecho mortuorio, tal como era costumbre en la época.

El pintor sucumbió en una de las múltiples epidemias de peste que asolaban, por entonces, la inundable Venecia. Eso fue el 31 de mayo de 1594. 

Tintoretto, una aproximación a su estilo 

Por el colorido de sus pinturas, la temática, la composición y el movimiento que imprime a sus personajes, El Tintoretto transmite, en sus grandes frescos, una fogosidad (uno de los apodos que se le dio en vida) que adelanta los temas propios del estilo Barroco. Encuadrado en la corriente manierista, pronto se distanció de Tiziano y del también exitoso Veronés para crear un estilo personal y claramente reconocible. 

De no ser así, no hubiera entrado en la historia del arte. Son la eficaz combinaciones de luces y sombras dentro de la composición y los movimientos de los personajes las características más importantes de la obra del artista. El abigarramiento y el tratamiento de los ropajes son propios del primer Barroco.

Aunque en él son importantes los retratos, destaca, sobre todo, sus lienzos de temas mitológicos de raigambre pagana y los religiosos de base cristiana, mezclándose, en ocasiones, entre sí, como es normal en este tipo de artistas. 

Obras de El Tintoretto: una selección personal y breve comentario

 BacoYAriadna

Baco y Ariadna y la tradición clásica 

No nos vamos a detener en hacer un listado exhaustivo, pero sí me gustaría que nos fijáramos en algunos de temática de base pagana. Por ejemplo, el mito que narra el encuentro del dios Baco con la desdichada Ariadna, una vez ésta ha sido abandonada por Teseo tras dar muerte al Minotauro, fue objeto de atención de este artista único. Es, además, uno de los temas recurrentes de la literatura griega y latina. El dios, movido por el llanto amargo de la ninfa, tras ser humillada por el que creía su amado, la convierte en la constelación homónima, metamorfosis recogida en la obra de Ovidio.

 La Via Lactea

La Vía Láctea de El Tintoretto

De cariz semejante es La creación de la Vía Láctea en el que asistimos al origen de este grupo estelar por parte de Hera, esposa de Zeus, quien amamanta a un bebé abandonado. Al darse cuenta que el niño es, nada más y nada menos, que Heracles, fruto de los amores adúlteros de su esposo y Alcmena (una mortal), retira el pecho al pequeño. La leche derramada sube hasta el cielo convirtiéndose en estrellas.

 La ultima cena

La última cena de El Tintoretto

Los temas paganos de la tradición clásica no impiden tratar, con sentido religioso incluso, escenas del Nuevo Testamento, como las dos versiones de la Última cena, una de ellas (la que aparece en la imagen) se custodia en el Museo del Prado. La Sagrada Familia con San Juanito, la Traslación del cuerpo de San Marcos, San Jorge y el dragón o Susana y los viejos son otros títulos importantes del opus de El Tintoretto. Son todas obras no exentas de un fuerte carácter simbólico, tal como era característica del arte barroco que demandaba esa fuerza expresiva entre pinceladas de claroscuro.  Y, para aquellos que quieran quedarse con el resumen aquí os dejo un vídeo de mi canal de Youtube: 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

 

En Japón conviven desde hace siglos varias religiones: shinto o sinto, budismo, taoísmo e, incluso, cristianismo en perfecta armonía y sintonía. Más que de una creencia tenemos que hablar de un sincretismo en cuanto a la religión en Japón.  La religiosidad del pueblo nipón es una mezcla bastante curiosa de diversas religiones y de una manifestación local conocida como sintoísmo. Todas estas líneas de creencias conviven en armonía. Hacemos un breve repaso de las mismas. 

El sinto o Shinto, la religión de Japón 

El sinto (o Shinto), literalmente camino de los dioses, está estrechamente relacionado con creencias animistas y chamanistas que, a veces, se confunden con la superstición. Aún así, el sinto es una religión altamente espiritualizada centrada en una actitud vital que reverencia la naturaleza y sus leyes. De este modo, la sencillez, lo primigenio, la pureza y la armonía con el medio dado son los principios que rigen esta forma de entender lo religioso.   

 

El budismo en Japón

A esta religión autóctona se le une el budismo que fue introducido desde China a partir del año 805 por el monje Saichô. De todas las sectas budistas que fueron paulatinamente instalándose en territorio nipón, la rama zen es la que más arraigó en la espiritualidad japonesa. Ésta fue introducida por el monje Eisai (también desde China) a mediados del siglo XII justo cuando se estaba fraguando el arte del teatro Nô y el resto de las manifestaciones artísticas más conocidas de Japón (la jardinería, la ceremonia del té, la caligrafía, la poesía, etc.). Explicar el zen es querer trascender los límites de la palabra. El despertar o la liberación o el satori, al que se llega a través de la meditación y del despojamiento de toda materialidad del budismo zen no pueden ser descubiertos o descritos de forma intelectual.

La introducción de las distintas sectas budistas desde China a partir del siglo IX no significa que el pueblo nipón se adhiriera a una u otra confesión sino que, de forma espontánea, se va realizando un sincretismo paulatino entre ambas hasta llegar a una confusión total. 

El Tao y la filosofía de Confuncio, su importancia en la religión de Japón

El caos no acaba aquí, puesto que la influencia china se iría dejando sentir hasta bien entrado el siglo XVI y el entonces permeable pueblo nipón se fue empapando de las doctrinas del Tao y de Confucio de la misma manera que lo hizo antes con el budismo, es decir, tomando elementos de una y otra religión y de la filosofía ética-social confuciana. De Confucio se adopta, sobre todo, la fuerte piedad filial y el respeto a los superiores y del Tao la anulación de los contrarios para llegar a un estado de tranquilidad, armonía y quietud.

La influencia cristiana en Japón

Por si fuera poco, el cristianismo también dejó huella en territorio japonés tras las enseñanzas del santo Francisco Javier y los hermanos de la Compañía de Jesús. A pesar de las reformas operadas con la constitución de la Era Meiji (abril de 1868) en un intento por acabar con las “prácticas oscurantistas” y de la división un tanto arbitraria de las distintas confesiones religiosas en el mismo período, el pueblo nipón ha seguido siendo fiel a ese sincretismo en lo tocante a lo sagrado que hace tan difícil su descripción y, por supuesto, imposible el encasillamiento. 

Un sinfín de religiones, creencias y filosofías se mezclan para crear una idiosincrasia religiosa muy peculiar, la del pueblo japonés.

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

En España, la poesía del Neoclasicismo se desarrolla en el último tercio del siglo XVIII siguiendo los preceptos de la Poética de Luzán y rechazando, a la par, los fundamentos literarios del estilo barroco. Encuadrada en la revolución cultural y social del llamado Siglo de las Luces, estaba llamada a fomentar el cambio educativo que, según la élite ilustrada, necesitaba el mundo. Es ahora cuando surgen los procesos científicos y racionalistas basados en el empirismo y la observación de la naturaleza. Y este proceso científico se pretende trasladar a todos los órdenes de la vida, desde la política o la organización social hasta las artes. 

 

Bases culturales para entender la poesía del Neoclasicismo

Antes de adentrarnos en sus características y modelos, es necesario entender los cambios que se producen en la época en todos los sentidos. En primer lugar, asistimos a transformaciones políticas de calado. El poder de la monarquía absoluta, atrincherada en una vida de excesos y alineada con la Iglesia, llega a su fin de una manera dramática: la Revolución Francesa. Reduciendo y resumiendo mucho, la época conoce el desarrollo de las ideas liberales, del parlamentarismo y, a la par, surgen las nuevas naciones americanas tras la independencia de las metrópolis. Todo ello crea un clima propicio para abrazar las libertades básicas y, a la par, se ahonda (al menos a nivel intelectual) en la necesidad de transformar la educación a todos los niveles. El objetivo era formar a las nuevas generaciones en oficios útiles para la sociedad más allá de los estudios memorísticos. Los tiempos se centran en crear espacios alejados del poder tradicional ensalzando las virtudes civiles. Todo ello se manifiesta en la rica arquitectura del Neoclasicismo empeñada en levantar edificios laicos en todos los rincones de Europa y América. 

A la par, no podemos entender el nuevo gusto ilustrado sin las excavaciones en Pompeya y Herculano, en Nápoles. Si el literatura renacentista había recuperado la tradición de la literatura griega o romana, ahora surgen las viviendas con sus frescos y enseres, esculturas romanas de elegante sobriedad prácticamente intactas y un urbanismo radicalmente distinto al existente. Se entienden los procesos de alcantarillado romano y se intenta emular en las nuevas ciudades europeas o americanas. Aunque parezca de poco importancia, la mejora de las condiciones sanitarias para un amplio porcentaje de la población hace que se tenga fe en un futuro radicalmente distinto al vivido en los siglos anteriores.  

Paralelamente, todo ese descubrimiento de la Antigüedad clásica que es fundamental para entender las características de la arquitectura neoclásica y la escultura de la época no sería posible sin el Grand Tour. Era este un viaje de fin de estudios por parte de la élite europea hacia las tierras italianas y, a veces, se llegaba hasta lugares remotos como Estambul y Egipto. El contacto con las ruinas del pasado crea un nuevo gusto, el “buen gusto”, elegante, mesurado, sencillo y tranquilo con el que se quiere caracterizar todas las artes, incluso, la poesía neoclásica.  

Definición de poesía del Neoclasicismo 

Con estas bases, podemos describir la poesía neoclásica como aquella surgida (en España que en Europa fue antes) a partir del último tercio del siglo XVIII y llega, incluso, hasta las primeras décadas del siglo XIX. Los literatos que se enfrentan a estas letras reniegan (aunque a veces no lo consiguen) de la oscuridad semántica de la literatura barroca y, especialmente, de los desmanes del último gongorismo. Para ello proponen que los versos sean sencillos, alejados de metáforas complejas y rebuscamientos innecesarios. A la par, rechazan las alegrías de la imaginación y promueven un arte literario útil encaminado al progreso moral de la sociedad. Esto propicia, como podemos leer en estos ejemplos de poemas del Neoclasicismo, que los versos estén desprovistos de pasión desaforada y que en ellos destaquen una serena sensibilidad sin los alardes estilísticos de las épocas anteriores. 

Características de la poesía neoclásica

Resumiendo mucho tenemos: 

1.- El escritor hace gala de un espíritu reformista y enarbola las banderas de cambio y libertad que se dan en la época. 

2.- Todo ello se hace con mesura, buen juicio, equilibrio elegante sin manifestar grandes pasiones como sucedería décadas más tarde con el Romanticismo literario. 

3.- La poesía tiene que poner de manifiesto esta nueva mentalidad de manera consciente. 

4.- El objetivo principal es la claridad y esta, además, tiene que surgir de un proceso mental más que del ahondamiento de los sentimientos. 

5.- Se busca el orden y la armonía. Y para ello se renuncia al ingenio, al rebuscamiento o a las metáforas elaboradas. 

6.- El lema es la búsqueda del buen gusto y este gira alrededor de la sobriedad, la serenidad y el clasicismo. 

7.- A la par que se reeditan los grandes autores de la Antigüedad en ediciones cuidadas desde el punto de vista filológico se retoma la lectura de la lírica renacentista. En España, se pone como modelo a Garcilaso de la Vega

8.- Se reniega de la trivialidad en la poesía, del sentimentalismo, de las emociones y se busca la belleza a través de la racionalidad. Sin embargo, todo esto coarta el genio y hace que pocos ejemplos de la poesía neoclásica alcancen el canon literario. 

9.- La literatura tiene que tener un objetivo pedagógico o moralizante y tiene que servir para formar a los lectores en los valores cívicos del Nuevo Régimen. 

10.- Todo esto degenera, a veces, en el prosaísmo. 

La poesía pastoril del siglo XVIII

Las normas antes reseñadas no han sido clarificadas a posteriori sino que estaban plenamente conscientes en la época. Por eso, algunos poetas, encontraron en los modelos de la novela pastoril la única manera de llevar a cabo estas normas y caracteres. El mundo bucólico, perfecto, ordenado en el que unos pastores idealizados expresan su amor se retoma en la poesía del Neoclasicismo para representar unos sentimientos medidos y amansados. Estamos de acuerdo con la palabras de Juan Luis Alborg:  

“El optimismo reformista encontraba en esta maravillosa escenografía bucólica la réplica artística a las aspiraciones ilustradas de un mundo mejor.”  

Poetas del Neoclasicismo español 

1.- Nicolás Fernández de Moratín, nacido en la Corte en 1737.  Recibió una exquisita educación y se dedicó a la escritura llevado de una profunda conciencia social. Realizó estudios críticos con el fin de reformar el teatro que, según su criterio, había degenerado en un espectáculo vulgar y deprimente. Sus poemas circularon por el circuito culto madrileño y no fueron editados hasta su muerte en 1780. 

2.- Leandro Fernández de Moratín, hijo del anterior, nació en Madrid en 1760. De complexión enfermiza y carácter retraído, fue un auténtico intelectual con gran desempeño en todos los géneros de la escritura. Crítico con la sociedad de su tiempo, emigró a París donde murió en 1828. Su obras teatrales El sí de las niñas o La derrota de los pedantes han entrado en el canon, así como los versos de Sátira contra los vicios.

3.- José María Vaca de Guzmán (1744-1803), autor de Viajes de Enrique Wanton

4.- El Conde de Noroña, Gaspar María de Nava (1760-1815), desempeñó, además, tareas diplomáticas. 

5.- José de Vargas Ponce (1760-1821) en la línea del perfecto erudito ilustrado. 

6.- Juan Bautista Arriaza (1770-1837) se inició en la poesía del Neoclasicismo, aunque acabó entrando en el prerromanticismo y, además, no participaba de los ideales liberales del Siglo de las Luces, ya que fue partidario del absolutista Fernando VII. 

7.- Fray Diego González (1733-1794), monje agustino perteneciente a la Escuela de Salamanca, escribió versos pastoriles de fuerte contenido amoroso. En sus poemas aparecía como Delio, pseudónimo con el que además firmaba sus libros. 

8.- Juan Meléndez Valdés (1754-1817) es quizás el mejor representante de la poesía del Neoclasicismo. Fue también un jurista comprometido con los ideales liberales. Murió en el exilio.  

En definitiva, la poesía del Neoclasicismo no puede entenderse sin la época en la que surgió. Los fuertes cambios políticos y sociales que se pretendían realizar (fallidos en España con el regreso del absolutista Fernando VII) necesitaban del apoyo de las artes. Es la época de la creación de las academias (historia, literatura…), el periodismo o las tertulias donde se debatía la necesidad del parlamentarismo. Se construyeron edificios civiles alejados de palacios e iglesias y se buscaba la sencillez (valor burgués) por encima de los fastos barrocos. Si bien el espíritu ilustrado pervivió en los ensayos y en la ciencia (en España a duras penas), en literatura muy pronto se buscó otros modelos que ensalzaran las pasiones y las emociones, a veces, alteradas. Eso llegó con el Romanticismo literario.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

 

 

La poesía neoclásica se produce en España en el último tercio del siglo XVIII dando sus últimos coletazos en las primeras décadas del siglo XIX. No puede entenderse sin los cambios culturales de la época que pretende, resumiendo y reduciendo mucho, acabar con el bagaje cultural del Antiguo Régimen e instaurar uno nuevo. Por eso hay un rechazo frontal a la literatura barroca en España y al sistema político que hay detrás y la sustenta: la monarquía absolutista aliada con la iglesia. En este sentido, hay que anotar que los escritores de la época están fuertemente imbuidos de carácter social.  Como normal general, se comprometen con una necesaria reforma educativa a todos los niveles y con la necesidad de avanzar a través de la ciencia. A la par, son beligerantes en la lucha contra la superstición y se alinean con un incipiente parlamentarismo. La literatura, para ellos, tiene que servir a estos intereses (considerados útiles, buenos, necesarios y al servicio de la sociedad)  haciendo uso de la claridad estilística, la mesura en la presentación de los sentimientos y de la elegancia. Todo ello se aunó bajo el concepto de buen gusto, el mismo que perdura hoy en día. Los preceptos de los poemas del Neoclasicismo quedaron reflejados en la Poética de Luzán, libro de cabecera y guía de los escritores de la época.  

La paloma de Filis de Juan Menéndez Valdés (1754-1817), el poeta más importante del Neoclasicismo español

 

    Teniendo su paloma

Mi Fili sobre el halda, 

Miré a ver si sus pechos

En el candor la igualan;

     Y como están las rosas

Con su nieve mezcladas, 

El lampo de las plumas

Al del seno aventaja. 

     Empero yo, con todo, 

Cuantas palomas vagan

Por los vientos sutiles,

Por sus pomas dejara. 

 

Considerado el poeta más excelso de la época, sigue los preceptos del movimiento en esa búsqueda de sentimientos mesurados y en el alejamiento de las pasiones. Aunque los poemas del Neoclasicismo huyen de la metáfora, del rebuscamiento y de la imaginación excesiva, Menéndez Valdés, en este ejemplo, se queda a medias, ya que las imágenes y las metáforas (sencillas, eso sí) están presentes en los versos. 

 

La esposa aldeana de Iglesia de la Casa, uno de los poemas del Neoclasicismo en la línea pastoril 

  

     El mi pastorcillo

Bien sé yo que suele

Por mí preguntaros,

Si estoy de él ausente.

     Y que, aunque lo calla,

Llora muchas veces,

Porque al verle venga

Y su mal consuele.

     Por otra zagala

No temo me deje,

Aun cuando enojado

De sí me deseche; 

     Pues sé que a la hora

Su amiga han de hacerme

De miel una orzuela,

Y un cuerno de leche. 

     Y si esto no basta,

Con que yo le deje

Jugar cierto juego, 

No podrá él valerse. 

 

Iglesias de la Casa (1748-1791)  pertenece a la escuela salmantina de la lírica neoclásica. Una de las características de la poesía de la época es su búsqueda del buen gusto, de la elegancia y de la mesura. Por eso reniega de los alardes pasionales del estilo barroco. En este orden, a la hora de representar los sentimientos humanos, en un alto porcentaje, se recurre a los procedimientos de la temática pastoril que tan buenos frutos se cosechó en la poesía renacentista. Ese buen gusto tan perseguido se manifiesta en este sencillo romance en ausencia de metáforas y de la huida de cualquier atisbo de rebuscamiento. 

A Melisa de Fray Diego González (1733-1794), el monje que amaba a las mujeres

 

     Volví a quedar dormido, 

Y sentado me hallé junto a una fuente,

Mirando su murmullo atento; 

Y estando divertido, 

Allí llegaste apresuradamente, 

Pidiendo de beber, y yo al momento

Un vaso te presento; 

Y dices tú con risa y burla mía: 

“No es esa, Delio, el agua que pedía; 

La sed que yo padezco es amorosa; 

Y siempre codiciosa

De tus eternos lazos, 

Sólo pueden templarla tus abrazos.” 

 

La poesía amorosa del siglo XVIII huye de los movimientos altamente pasionales de la centuria anterior. La racionalidad se impone de manera consciente. Sin embargo, otra cosa distinta es el inconsciente, siempre en búsqueda de esa comunión cantada en poesía a través de la unión amorosa. Esta se canta ahora, utilizando los parámetros de la novela pastoril. Para ello se sirven de la suavidad, la elegancia, la irrealidad a veces, el bucolismo y el amor mesurado de los pastores. Todas estas características se adivinan en estos versos de un fraile que solo compuso poesía sutilmente erótica.  

Uno de los poemas del Neoclasicismo perteneciente a la obra Poesías asiáticas del Conde de Noroña

 

     Si una noche en tu pecho reposara,

El alto empíreo con mi sien tocara, 

Rompiera al Sagitario sus saetas,

La corona a la luna arrebatara,

Me subiera veloz al nono cielo,

Y el orbe con soberbio pie pisara. 

Entonces, si tuviera tu hermosura,

O en tu lugar entonces me encontrara, 

Para los sin favor fuera piadoso, 

Benigno con los tristes me mostrara. 

 

En este poema, a pesar de los esfuerzos por seguir los preceptos de la Poética de Luzán, nos encontramos versos que, a duras penas, se acercan a esa mesura, claridad y buen gusto que se requería en la época. La racionalidad del movimiento queda aquí aparcada por un sentimiento pasional que sin llegar a los alardes del gongorismo, se acerca a la lírica renacentista de una forma un tanto rebuscada. Otra característica de la poesía neoclásica presente en este ejemplo es la búsqueda de inspiración y modelo en la literatura griega, romana y clásica.  

Uno de los poemas del Neoclasicismo de Leandro Fernández de Moratín  

Considerado el escritor más importante en todos los géneros (prosa, teatro y poesía) de la época, nació en Madrid en 1760 de padre dedicado a las letras. De carácter tímido y retraído, toda su vida la dedicó a los escritura donde alcanzó las más sublimes cotas del Neoclasicismo español. Murió en París (en el exilio) en 1828 y está enterrado en el Panteón de Hombres ilustres. El siguiente soneto pretende ser una suerte de autobiografía espiritual. Lleva por título La despedida. 

 

     Nací de honesta madre; dióme el cielo

Fácil ingenio en gracias afluyente,

Dirigir supo el ánimo inocente

A la virtud el paternal desvelo.

     Con sabio estudio, infatigable anhelo,

Pude adquirir coronas a mi frente: 

La corva escena resonó en frecuente

Aplauso, alzando de mi nombre el vuelo.

     Dócil, veraz, de muchos ofendido,

De ninguno ofensor, las Musas bellas

Mi pasión fueron, el honor mi guía. 

      Pero si así las leyes atropellas,

Si para ti los méritos han sido

Culpas, adiós, ingrata patria mía. 

 

En este hermoso soneto de Leandro Fernández de Moratín con versos encabalgados se condensa casi todas las características de la poesía del Neoclasicismo. En él se adivina una intención moral, didáctica que no es más que la presentación al público de una persona virtuosa que poco o nada de daño ha realizado al otro. No se entretiene con frivolidades o en desgranar situaciones de extrema imaginación. El poeta nos dice de su verdad más íntima y del dolor por luchas fratricidas que ya asolaban España en guerras que, de alguna manera u otra, durarían siglos. Esta considerado uno de los más hermosos poemas del Neoclasicismo e inaugura la temática alrededor del dolor del exilio que tanto predicamento tendría en décadas posteriores llegando a ser fuente, a la vez, de inspiración, por poner un caso, de Luis Cernuda

Este puñado de poemas del Neoclasicismo solo pretenden un acercamiento a un formato literario que quiso acabar con el pasado imponiendo criterios nuevos basados en la razón, la mesura y el exceso de conciencia que, a veces, es ajeno al quehacer literario. 

 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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