Candela Vizcaíno
Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla con una larga trayectoria de más de 20 años como periodista, columnista y contenidos online centrados en literatura, arte, viajes, vida sana, familia, gastronomía, moda y feminismo. Con cinco libros publicados, en la actualidad pueden encontrarse en las librerías El Bosque de las Respuestas (cuento infantil ilustrado), Los girasoles florecen en junio (novela) y Poemas sin orden ni concierto.
Invierno nuclear y la amenaza del fin de la civilización
El 21 de febrero de 2023, en su mensaje a la nación (del que estaba pendiente medio mundo) el presidente de Rusia, Vladimir Putin, anunció que quedaba sin efecto el acuerdo New Start o Start III firmado por Dimitri Medvédev y Barack Obama en 2010. Que se hiciera en el marco del primer año de la Guerra de Ucrania no sonó tan alarmante como todas las declaraciones posteriores involucrando ya definidamente a USA y a China que, hasta el momento, se había posicionado en un calculado segundo plano. No tardaron ni horas en comenzar a sonar las alarmas y a volver a la palestra un término que había quedado dormido desde el final de la Guerra Fría en la década de los ochenta del siglo XX: el invierno nuclear y la amenaza del fin de la civilización tal como la conocemos. Porque, a pesar de que las trompetas de los jinetes del Apocalipsis parecen sonar, de nuevo, en territorio europeo, la gran mayoría de la población es ajena a lo que supondría esta catástrofe a todos los niveles. ¡Por ahora!
¿Por qué es tan importante el New Start o Start III sobre la no proliferación de armas atómicas?
Según las últimas estimaciones, Rusia pudiera tener más armamento nuclear incluso que los países de la OTAN juntos (USA, UK y Francia, los únicos que la han desarrollado). Además Rusia ha probado un bomba de 50 gigatones llamada Zar. Vamos a poner más números, ya que comparando se entiende el mundo. La Little Boy, la bomba atómica sobre Hiroshima que liquidó a más de 200.000 personas, tenía una potencia de 16 kilotones. Esto es, la rusa es 3.800 veces más destructiva. Como ella, o parecida, hay miles. Y de aquí la importancia del New Start.
Por este tratado, ambas potencias nucleares se comprometían a reducir hasta 2027 el armamento nuclear en 1500 unidades por país. Además, se permitían inspeccionarse, sin previo aviso, hasta 18 veces al año. Esto es, Rusia, se podía presentar en cualquier base militar atómica americana avisando únicamente con 32 horas de antelación. Estados Unidos podía hacer lo mismo. Recordemos los números: el compromiso era reducir el arsenal a 1500 unidades por nación con potencias miles de veces superiores a las de Hiroshima y Nagasaki. A estos números hay que sumar los almacenes de terceros países como Pakistán, Irán o Israel. Estamos, por tanto, ante la mayor locura jamás creada por el ser humano amenazando, al día de hoy, con saltar (literal) por los aires.
¿Qué es el invierno nuclear y cómo afectaría a la vida en el planeta Tierra?
Por invierno nuclear se entiende el proceso resultante de un conflicto nuclear a gran escala. Como veremos a continuación, ya se han hecho proyecciones barajando varias hipótesis de lo que esto supondría si se circunscribe en el ámbito local o si intervienen las grandes potencias atómicas del momento. Las previsiones de los efectos sobre el planeta superan incluso a las causadas por el meteorito Chicxulub, el causante de la extinción de los dinosaurios y de una hecatombe sobre otras especies difíciles de ponderar con los modelos científicos contemporáneos.
Porque, tras la explosión de bombas atómicas de gran potencia y a gran escala, sería tal la cantidad de partículas que se liberarían a la atmósfera que por un tiempo (complicado de determinar exactamente, pero que duraría varios años) estas no permitirían que llegara a la tierra la luz del sol. En esta primera etapa, a los millones de vidas (humanas, animales y vegetales) fulminadas por ese primer impacto seguirían los lisiados por la radioactividad con pronósticos inciertos y, en un par de días, la oscuridad ocuparía la casi totalidad del planeta. Al no llegar los rayos del sol a la tierra y a los mares, se produciría una mortandad en los océanos (sin poder prever las posibles consecuencia sobre la diversidad) y terroríficos efectos sobre las cosechas. La producción alimentaria, según los modelos de Nature Food (15 de agosto de 2022) se reduciría tanto que más de dos terceras partes de la humanidad superviviente de esos impactos moriría de inanición en los años siguientes.
A la falta de luz se uniría el frío y la amenaza de modificación de las corrientes que al día de hoy mantienen la temperatura del planeta a pesar del cambio climático. La humanidad se enfrentaría, por primera vez en su historia de millones de años, a la extinción casi total, ya que no pueden predecirse los efectos de una radiación a gran escala sobre la reproducción y la gestación. Lo que se abre ante la humanidad, por tanto, cuando los líderes de las grandes naciones hablan (hasta con fanfarronería) de ganar o perder guerras absurdas es, ni más ni menos, que el abismo de la aniquilación total. Y sería de la manera más terrible posible: de inanición y de frío.
Pocos lugares quedarían a salvo, a excepción de las tierras más australes de Chile, Argentina, Australia y Nueva Zelanda. Y sus efectos serían progresivamente más devastadores cuanto más al norte nos situemos. Si a este invierno nuclear sin luz, sin alimentos y frío unimos el desguace de las redes comerciales y de suministros, el Apocalipsis está servido. La humanidad se enfrentará a una lucha cruenta por la supervivencia personal con encontronazos de toda intensidad con vecinos y extraños, ya que la presión migratoria tendría unos niveles desconocidos. Es difícil de prever los flujos de personas desde las zonas más afectadas hacia las que aún se pudiera arañar algo a la tierra y a los mares. La desnutrición de los que no sucumban a la hambruna, unida a la lluvia ácida, haría el resto. Y la civilización se sometería a su examen más difícil desde el origen de los tiempos, desde que Prometeo robó el fuego de los dioses para regalarlo a los humanos.
¿Cuál es el estudio que alerta sobre la hambruna en el invierno nuclear?
Fue publicado en la revista Nature Food el 15 de agosto de 2022 y en él intervinieron doce investigadores de distintas disciplinas. Los autores reconocen que las consecuencias desastrosas de este tipo de eventos producidos por la mano humana superan incluso la devastación por la erupción de megavolcanes o por el impacto de un gran meteorito como Chicxulub que acabó con los dinosaurios. Además, para prevenir los efectos de estos fenómenos, ya se han hecho pruebas con éxito para desviar de su trayectoria a cualquier cuerpo celeste que amenace impactar con la Tierra. Pues bien, estamos trabajando y estudiando la mejor manera de domeñar estos eventos catastróficos astronómicos o naturales y, sin embargo, seguimos ajenos a la actividad humana. Y en el asunto de las bombas nucleares se han traspasado todas las líneas rojas, todas las fronteras prohibidas, todas las reglas del sentido común que es continuar con la supervivencia aferrados al progreso.
Porque vamos a más. A pesar del impacto sobre la economía y la forma de vida occidental de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, un nuevo estudio realizado las últimas semanas entre población estadounidense y británica pretendía medir los conocimientos sobre qué es y qué consecuencias acarrearía un invierno nuclear. Y los resultados fueron sorprendentemente demoledores, ya que tan solo un 15% de los encuestados podían identificar este tipo de Apocalipsis. Con estos datos (que avalan desconocimiento) es muy fácil jalear la quincalla bélica que se está llevando por delante vidas humanas y amenaza a la humanidad con la inanición y el fin de la civilización.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
Qué ver en Faro y alrededores
Faro es la capital del Algarve, uno de los destinos de moda de la última década. Y no es de extrañar que esta pequeña población de apenas sesenta mil habitantes se esté posicionando entre los viajeros internacionales ya que ofrece todo lo que podemos desear. Además todo aquello que tienes que ver en Faro está más que a mano y se puede recorrer a pie sin ningún problema si te decides a dejar el coche en el Estacionamiento Largo de Sâo Francisco, grande, extramuros de la villa y gratuito. Faro es, además, la puerta de entrada del Algarve a través de su aeropuerto. Y todo en este pequeño pueblo nos recuerda su pasado pesquero, comercial y cultural. A corta distancia se encuentran puntos emblemáticos que resuenan en el imaginario de los viajeros como la Cueva de Benagil (a la que se accede únicamente en barco) o las mejores playas de Lagos o los acantilados de Carvoeiro con la imprescindible Ruta de los Siete Valles Colgantes.
Los 5 imprescindibles que ver en Faro
1.- Iglesia del Carmo y Capilla de los Huesos
Hay que alejarse del centro urbano y caminar un poco hacia la iglesia carmelita construida en el siglo XVIII. Aunque de arquitectura sobria y elegante, en su interior alberga la pequeña Capilla de los Huesos, semejante a la afamada de Évora. En ella se han utilizado huesos reales de casi mil monjes que vivieron y rezaron en el lugar. Al margen del aspecto gore, este tipo de estética, tan propia del estilo barroco, nos recuerda la fugacidad de la vida. Este modelo de capillas que se repiten por Portugal y otros puntos de Europa son ejemplos de alegoría que nos dice del transitorio paso por este mundo recordándonos, a la par, que solo es eterno el más allá. Así, toda gloria del mundo queda en esos huesos que esperan a los vivos.
2.- De distinto tenor es el Puerto del Faro
Alegre, luminoso, vital, bullicioso y cosmopolita, se accede por dos puertas abiertas en la muralla, una orientada al sur y otra al norte. Hoy está reconvertido en espacio deportivo y de ocio mirando a la espectacular Ría Formosa. Está rodeado de tiendas de todo tipo, de restaurantes (algunos situados en azoteas con maravillosas vistas), mercadillos y desde allí, además, se toma el tren que recorre toda la localidad.
3.- Arco da Vila
Es la construcción que abre este artículo y no es más que una portada (ricamente decorada siguiendo el gusto del estilo manuelino, el arte portugués por excelencia) de un paso en la antigua muralla árabe. No tiene pérdida y es, además, el punto cero que ver en Faro. Allí se sitúa la Oficina de Turismo.
4.- Museo Municipal de Faro
Está situado en un convento antiguo y quiere ofrecer un recorrido histórico de la localidad desde los romanos (con un espectacular mosaico que se disfruta desde pasarelas) hasta las épocas más recientes pasando por su pasado musulmán. Es muy barato (alrededor de un euro) y gratuito para los pequeños que van a gustar de la exposición de marionetas de gran tamaño (en la foto).
5.- Iglesia de Santa María que actúa como la Catedral de Faro
Es del siglo XIII y de una extrema sencillez exterior. Con la entrada de pago se accede al museo en estilo barroco, a la torre con hermosas vistas y al interior de la catedral con capillas decoradas con los preciosos azulejos portugueses. En la plaza en la que se sitúa se encuentra el Palacio Arzobispal y en las calles aledañas hay buenos restaurantes situados en blancas casas solariegas con mesas en el exterior.
Más que ver en Faro con más tiempo
Palacio de Estoi a las afueras de Faro
Reconvertido en Pousada de lujo, es un antiguo palacio del siglo XIX que nos recuerda al arte barroco aunque fue levantado con una mezcla de características de la arquitectura neoclásica, neorrococó y elementos modernistas. A pesar de que la construcción merece una noche en sus habitaciones, lo mejor de esta mansión aristocrática son sus jardines al estilo de Versalles. Se pueden visitar de forma gratuita y sin necesidad de entrada accediendo por la verja que da a la calle posterior. Allí, entre setos recortados y paseos con columnas, se van desperdigando fuentes con esculturas, algunas escondidas entre grutas artificiales, que nos hablan de los mitos clásicos. Desde el centro de Faro solo se tarda en coche unos diez minutos en llegar a este maravilloso lugar donde, además, podrás disfrutar de un café mientras cotilleas por sus salones recientemente renovados con muebles clásicos.
Más que ver en Faro se trata de sentir: la Ría Formosa
Este paradisiaco lugar se despliega desde Tavira, la perla del Algarve, hasta Olhâo. El lugar, considerado una de las siete maravillas de Portugal, está protegido ya que es refugio de aves marinas y terrestres. Este paraíso sobre el planeta Tierra está conformado por una barra de arena frente a la costa que, en distintos puntos, se transforma en auténticas islas. Algunas se consideran desiertas (como la Isla Desierta) y otras están habitadas por la población local que aún vive en pequeñas y hermosas casas de pescadores (como la del Farol) en las que está prohibido el acceso en vehículo. De Olhâo parte un ferry público que desembarca en la Isla de Amona, la que tiene más servicios. También es posible visitar las que están frente a Tavira. Y desde el fotogénico puerto de Faro, salen embarcaciones hacia las islas del Farol o Desierta. Al atardecer la experiencia será del agrado para las almas sensibles y también si la ruta incluye algún tipo de actividad ornitológica.
Para no repetirme, te he dejado en este link, un artículo sobre este espectacular espacio natural que es la Ría Formosa.
Con más tiempo hay que disfrutar de Tavira, la perla del Algarve
Y darse un paseo por su casco antiguo tradicional cruzando el antiguo puente romano al que miran edificios burgueses. Tavira se está posicionando como destino turístico internacional y entre sus callejuelas te encuentras tiendas de ropa local, boutiques gourmets y buenos restaurantes. Es imprescindible subir a su castillo y admirar las vistas del caserío con sus tejados rojos. La bella localidad portuguesa ha sido protagonista de otro artículo en este espacio al que te dirijo por si quieres visitar Tavira en cualquier época del año.
Hoteles en Faro
La oferta se ha completado en los últimos años con la llegada de un público internacional de alto nivel en búsqueda constante por lo auténtico y el confort. Los que te pongo tienen vistas a la villa o la Ría Formosa y ya están organizados con todos los lujos que se demandan actualmente: spas, gimnasios, restaurantes o clubs de playa. Además, ofrecen una fantástica relación calidad-precio especialmente en primavera y otoño, quizás la mejor época lejos del bullicio veraniego. La oferta de casas, pisos y residencias puestas con el exquisito gusto portugués es variada y amplia. De mi gusto son:
1.- 3HB Faro, el único cinco estrellas y de reciente inauguración. Es espectacular la piscina en la azotea con vistas y el fantástico spa.
2.- Hotel Faro & Beach Club con vistas al puerto y al caserío. En verano ofrece transporte al otro lado de la barra para disfrutar de las olas del océano en su club de playa.
3.- Pousada Palacio de Estoi en plan aristocrático. Si bien el edificio tiene un estilo abigarrado, las habitaciones (amplias, silenciosas y luminosas) se han montando siguiendo una estética minimalista. Imprescindible, sin duda, es su piscina con vistas a los jardines y los alrededores.
Lo mejor que hay que ver en Faro se disfruta en apenas un par de días aunque la localidad invita al paseo, a perderse, a coger barcos que te lleven a las barras de la Ría Formosa, a ir con el coche a las localidades cercanas (Albufeira está a apenas veinte minutos), a jugar al golf y a caer en la tentación de sus mariscos y recetas locales.
Fotos y texto por Candela Vizcaíno
Gentrificación, su significado e influencia en los procesos sociales contemporáneos
Por gentrificación se entiende, tanto en arquitectura, urbanismo y ordenamiento social, el proceso por el que un emplazamiento degradado, al ponerlo en valor con nuevos servicios, expulsa a los vecinos tradicionales por otros de mayor poder adquisitivo. La gentrificación supone, en primera instancia, un reacondicionamiento urbanístico con mejores suministros, servicios, jardines y espacios de ocio de todo tipo. Sin embargo, esto va parejo a un aumento del valor de los inmuebles (e incluso de los nuevos servicios ofertados) que desplaza a sus habitantes por otros ajenos al lugar y con ingresos elevados. Gentrificar (verbo ya inserto en la Real Academia Española) significa conservar los viejos valores inmobiliarios adaptados y mejorados para un público no solo con más influencia económica sino también cultural. La vida bohemia chic, hipster y nómada del siglo XXI va unida este proceso. Por ello, los más claros ejemplos de gentrificación suceden en los centros de viejas ciudades que, al ir creciendo, van expulsando hacia la periferia a las clases sociales más desfavorecidas.
Más allá del significado de gentrificación y su implicación social
Aunque el término se ha venido utilizando de forma despectiva en las últimas décadas, el fenómeno no es nuevo y apareció por primera vez en un estudio del año 1964 de la mano de la socióloga Ruth Glass (1912-1990). En su investigación se vale del término inglés gentry (referido al estrato más bajo de la encorsetada nobleza inglesa que puede mezclarse con los propietarios sin título nobiliario) y el proceso que, por entonces, se estaba produciendo en Londres. Allí, estos individuos, los gentry, aunque con un nivel adquisitivo alto, ya no podían permitirse inmuebles (con su consiguiente nivel de vida) en ciertos barrios que iban siendo ocupados paulatinamente por la élite económica internacional. Eran estas personas, buscando una mayor cercanía al centro de Londres, las que iban desplazando (normalmente con compras de inmuebles e, incluso, influyendo a nivel político) a los habitantes de los barrios colindantes. Y estas bolsas de nuevos habitantes (con una visión cultural diferente) iban progresivamente influyendo en el vecindario promoviendo o proponiendo nuevos negocios más acordes con su estar en el mundo.
Así, estas zonas, a la par que se volvían prohibitivas para las clases medias y, por supuesto, para las bajas, se iban llenando de servicios culturales (librerías, anticuarios, galerías de arte…), boutiques elegantes o restauración de alto nivel. El proceso, por tanto, termina expulsando a sus habitantes tradicionales para siempre a la par que pone la semilla (como en una espiral) para un nuevo foco urbanístico prohibitivo, a veces, para quienes originaron el proceso inicial. La gentrificación, además, ha ido aumentando en las últimas décadas en aquellas ciudades con alta demanda turística. Es el caso del centro de Madrid, París o no digamos ya Venecia. En estos emplazamientos, las viviendas de esa clase media-alta o alta cultivada se han reconvertido en residencias turísticas con el trasiego de personas sin la más mínima implicación personal más allá de la emoción de la que disfrutan durante unos cuantos días. Y vamos a más, el proceso irá en aumento exponencial conforme los emergentes nómadas digitales vayan descubriendo nuevos lugares donde instalarse provisionalmente. De alguna manera u otra, estos movimientos de personas que cambian de sitio (por cualquier motivación) sin que lleguen a echar raíces van a ser el motor de cambio no solo de las fisonomías de las grandes ciudades sino también de la manera de relacionarnos.
Ni que decir tienen que un proceso de gentrificación supone mayores servicios de más calidad orientado a ese público exigente que paga por ir a un museo o que sale a comer fuera a diario. Si bien se desplaza a los vecinos de origen, estos, en algunas ocasiones, vivían en condiciones paupérrimas o directamente al margen de la sociedad. Por tanto, la gentrificación supone una mejora de los centros en los que se producen, ya que no siempre los antiguos habitantes salieron perjudicados de este movimiento. Y nada más hay que apuntar que habrá quién elija, con gusto y sin pensarlo, vivir en los suburbios en una vivienda, amplia, digna, luminosa y limpia preferentemente que en un cuchitril degradado sin servicios aunque esté en el cogollo de una ciudad importante.
Ejemplos de gentrificación
El término se ha politizado tanto que se arroja ante cualquier inconveniente sin mirar los pros y los contras del mismo. Hay quienes enarbolan banderas de cambio y muchos que se resisten a moverse conforme la marea de los nuevos tiempos. Eso crea conflictos en primera instancia. Sin embargo, pocos procesos de gentrificación (si excluimos al centro y las islas de la Laguna de Venecia convertidos en un auténtico parque temático) resultan negativos para las ciudades donde se producen. Y lo vemos con algunas muestras.
1.- La Alameda de Hércules de Sevilla, de barrio de prostitución del más bajo nivel a destino chic
Fue uno de los primeros paseos de Europa ganados a finales del siglo XVI a los terrenos enfangados que se producían por el desborde del río Guadalquivir. El barrio se encuentra intramuros. En aquella época se necesitaban nuevos espacios conforme la ciudad iba creciendo, ya que, por entonces, era el Puerto de Indias, la entrada del comercio con América. Se acometió un urbanismo ambicioso y se eligió una zona pantanosa y prácticamente inservible creando un paseo arbolado que fue creciendo a lo largo de los siglos con altos ejemplares y villas nobiliarias o burguesas. Y buen ejemplo de ello es la actual Casa de las Sirenas, hoy espacio artístico y cultural. Sin embargo, este novedosa intervención se truncó a finales del siglo XIX y el paseo con las calles aledañas se llenaron de burdeles, cabarets, cafés cantantes, quioscos y personas de paso que daban servicios a la peculiar demanda de los marineros y militares de paso. Esta degradación aumentó aún más a mediados del siglo XX al pasar a la clandestinidad este modelo de vida, primero, y al convertirse el que fuera aristocrático paseo en refugio de drogadictos y delincuentes a pequeña escala.
A finales del siglo XX, cuando se comenzó un nuevo proceso de gentrificación de la zona, situada en pleno centro de Sevilla, invocar la calle Leonor Dávalos era, poco más o menos, que nombrar las penas del infierno. Fue posible gracias a iniciativas particulares y también desde instancias gubernamentales. Y esos pequeños negocios de prostitución donde las mujeres nacían, vivían, parían y morían en la misma casa sin ir más allá de doscientos metros a la redonda fueron eliminados. Aunque los datos son inciertos, buena parte de ellas recibieron indemnizaciones para comenzar en otra parte. Paulatinamente, la zona se llenó de gente joven, cafeterías, bares de moda y tiendas que atrae a otro público (universitario y con poder adquisitivo) que ha vuelto a poner en valor un espacio degradado y situado hacía pocas décadas al margen de la sociedad.
2.- Gentrificación en Puerto Madero en Buenos Aires
Mucho más fácil quizás haya sido el proceso de gentrificación de Puerto Madero en Buenos Aires, capital de Argentina. El proyecto inicial surgió a finales del siglo XIX para permitir la entrada de los barcos y que no encallaran en el fangoso lecho del río de la Plata. Sin embargo, los problemas y falta de previsión de la idea, unidos al aumento de trasiego de los buques de mayor calado y tamaño, para 1930 el lugar fue completamente abandonado por otro emplazamiento más acorde a las nuevas demandas. Se sucedieron las décadas gloriosas de Argentina y Buenos Aires donde se daban cita migrantes en busca de fortuna con exiliados europeos persiguiendo un ambiente cultural propicio lejos de las guerras de Europa. Mientras la capital crecía, Puerto Madero, con fantásticas construcciones en estilo Art Déco, languidecía. Situado justo en el centro de la ciudad, afortunadamente, nunca fue olvidado y hasta el mismísimo Le Corbusier (1887-1965) propuso un plan para rehabilitar la zona.
A pesar de las sucesivas crisis económicas argentinas desde finales del siglo XX, Puerto Madero (como el barrio de Palermo) ha ido progresivamente rehabilitándose desde iniciativas privadas e, incluso, públicas. Hoy es uno de los mejores barrios de América Latina con viviendas de alto standing, cafés de moda, hoteles de lujo y una amplia zona verde protegida: la Reserva Ecológica Costanera Sur, que se abre entre lagunas y el Océano Atlántico.
3.- Colonia Condesa de México DF, de la gentrificación a la aristocratización
Porque este enorme barrio que hace frontera con un espectacular espacio verde donde se desperdigan museos, paseos o auditorios (Chapultepec), ha pasado de estar degradado a un proceso de gentrificación que ha ido hasta la aristocratización. A la par que se han ido rehabilitando las casas unifamiliares (diseñadas en un precioso estilo Art Déco), los locales se han llenado con los servicios para los modernos hipster (algunos de procedencia internacional). La zona, además, se ha salpicado con los más lujosos hoteles de las más exclusivas cadenas del planeta (el Four Seasons Hotel Mexico City sin ir más lejos). Colonia Condesa se ha convertido en una pequeña ciudad dentro de una megaurbe. Y tiene tan de todo que dispone de su universidad (La Salle), parques (Bosque de Chapultepec), museos (Antropología, Arte Moderno, el bautizado en honor a Tamayo…), librerías (la del Fondo de Cultura Económica, una de las editoriales en español más importantes de las últimas décadas), cafés, restaurantes y precios solo aptos para la nueva élite cultural y económica del siglo XXI.
El proceso de gentrificación no va a parar y se darán nuevos y mayores ejemplos en las próximas décadas. Ya, incluso, se vislumbran ciudades enteras al calor de las nuevas formas de vida impuestas por aquellos que pueden permitirse el lujo de vivir en cualquier sitio sin echar raíces en ninguna parte (aunque el precio de tal individualismo sea la soledad). Se está viendo (y sufriendo) en distintos puntos de Portugal (uno de los países con más reclamo) y nada más hay que apuntar las cosmopolitas Lisboa y Oporto. Para que la gentrificación tenga lugar es imprescindible las buenas comunicaciones, lugares cercanos tranquilos (o entornos con fuerte seguridad jurídica), subida paulatina de los precios y posibilidad de disfrutar de oferta cultural: espacios de arte, museos, paseos, librerías, cafés… La gentrificación no depende tanto de colegios (ya que este público no es esencialmente familiar) ni de parques ni de servicios para mayores como sí de una oferta dirigida a un consumidor joven y/o de mediana edad acostumbrado a gastar mientras se mueve de un sitio a otro.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
Esperando a los bárbaros de Cavafis
Esperando a los bárbaros del poeta de Alejandría Constantino Cavafis (1863-1933) nos introduce, a través de un tema clásico e, incluso, histórico, en el asunto del otro. Los bárbaros son los otros, los que se contraponen a nosotros y, a la vez, nos reflejan, como en un espejo, lo que somos. Reproduzco el bello poema y hago un breve análisis y comentario a continuación.
Esperando a los bárbaros de Cavafis
-¿A qué esperamos congregados en la plaza?
Es que hoy llegan los bárbaros.
-¿Por qué hay tan poca actividad en el Senado?
¿Por qué los senadores -sentados- no legislan?
Porque hoy llegan los bárbaros.
¿Qué leyes dictarían ya los senadores?
Cuando lleguen las dictarán los bárbaros.
-¿Por qué el emperador se ha levantado tan temprano
Y en la puerta principal de la ciudad está sentado tan solemne, en su trono, y coronado?
Porque hoy llegan los bárbaros.
Y nuestro emperador está esperando para
recibir a su jefe. Incluso ha preparado
un pergamino para él. Y en él le ha conferido
nombramientos y títulos sin cuento.
-¿Por qué nuestros dos cónsules y los pretores han salido hoy
con sus togas recamadas de púrpura?
¿Por qué esos brazaletes de tantas amatistas
Y anillos de esmeraldas destellantes?
¿Por qué empuñan bastones tan preciosos labrados
maravillosamente en oro y plata?
Porque hoy llegan los bárbaros,
y esas cosas deslumbran a los bárbaros.
-¿Por qué los dignos oradores no vienen como siempre a lanzar
sus discursos, a soltar peroratas?
Porque hoy llegan los bárbaros,
y elocuencia y arengas les aburren.
-¿Por qué surge de pronto esa inquietud
y confusión? (¡Qué gravedad la de esos rostros!)
¿Por qué rápidamente calles y plazas se vacían
y todos vuelven a casa pensativos?
Porque ya ha anochecido y no llegan los bárbaros.
y desde las fronteras han venido algunos
diciéndonos que no existen más bárbaros.
Y ahora ya sin bárbaros ¿qué será de nosotros?
Esos hombres era una cierta solución.
Esperando a los bárbaros de Cavafis y el asunto del otro
La temática del otro, el que está enfrente, el que choca, el que ataca o agrade es recurrente en la literatura de todos los tiempos y lugares. El otro es, a la vez, la excusa para moverse y también el chivo expiatorio al que se le carga de culpas, no ya de los males que pudieran provocar, sino de nuestras propias acciones. Y es en este último sentido en el que tenemos que entender uno de los más conocidos poemas de Constantino Cavafis rivalizando en belleza y profundidad con su famoso y traducido Ítaca.
Esperando a los bárbaros nos sitúa en esa antigüedad clásica tan querida por el poeta a la que nos arrastra con elementos, objetos, cargos y asuntos que rememoran otros tiempos y otros mundos posibles. Sin embargo, este puñado de versos se despega de su carácter temporal y nos pone frente a frente ante nuestra propia realidad, tal como hace la mejor literatura.
Los bárbaros, son los extranjeros, los que viven más allá de las fronteras del mundo propio. Los bárbaros son los que llegan con una cosmovisión distinta. Y esta no tiene que ser obligatoriamente fiera, salvaje o violenta. Los bárbaros son los que no participan del sistema establecido y, por tanto, son “los otros” por excelencia.
El otro no es más que el que nos devuelve lo que somos y no queremos aceptar. El otro es el reflejo de nuestras muchas miserias y nuestras pocas virtudes. Porque el otro, el que está fuera, el que no comporte nuestras fronteras (ya sean físicas o anímicas) no es siempre el contrapuesto. El otro es, tal como nos indica el poema Esperando a los bárbaros de Cavafis, es, también, la excusa para no cambiar, para no moverse, para no atender las obligaciones.
El otro y su simbolismo en Esperando a los bárbaros de Cavafis
El otro, el extranjero, el que está enfrente se presenta tanto a nivel colectivo como individual. Cuando actúa de manera personal, quien se enfrenta al reto tiene dos opciones: la integración o la contraposición. Para llevar a cabo lo primero debe realizar un proceso de búsqueda, a veces doloroso y complicado, que acabará, si hay éxito, en el autoconocimiento. Por otro lado, el choque y la confrontación únicamente beneficia al ego que se auto-exime de cualquier camino de búsqueda. Esta dicotomía también se plantea a nivel colectivo y nada más hay que recordar todos esas naciones contemporáneas que se regodean en el ataque al otro, al extranjero, al bárbaro, al distinto para justificar sus miserias. Y, es precisamente, este sentido el que encontramos en el poema de Cavafis.
Los otros, los bárbaros, los que se encuentran al otro lado de las fronteras y de las murallas, a pesar de ser un pueblo supuestamente “enemigo” también son “la solución”. Al existir, al organizar la vida en torno a la confrontación, es fácil renunciar a las obligaciones de la libertad. Hay otras tareas más urgentes (que no más importantes) que atender. Los deberes asumidos quedan en suspenso porque la excusa es el otro. Así nos encontramos exentos de intentar, al menos, actos que impliquen progreso. A los bárbaros se les espera de muchas maneras: con la procrastinación, con la cobardía, con el negarse a mirar dentro de sí. Los bárbaros son todas aquellas cosas y personas que nos impiden seguir la llamada de la trascendencia. Sin bárbaros los miembros de la raza humana se encuentran solos ante sus propias miserias.
El proceso de individuación efectivo -el acuerdo consciente con el propio centro interior (núcleo psíquico) o “sí-mismo”- empieza generalmente con una herida de la personalidad y el sufrimiento que la acompaña. Esta conmoción inicial llega a una especie de “llamada”, aunque no siempre se la reconoce como tal. Por el contrario, el ego se siente estorbado a causa de la voluntad o su deseo, y generalmente proyecta la obstrucción hacia algo externo. Esto es, el ego acusa a Dios, o a la situación económica, o al patrono, o al cónyuge, de ser responsable de aquello que le estorba.
M.L. von Franz: El proceso de individuación
Esperando a los bárbaros de Cavafis nos sitúa, por tanto, en el otro como complemento, en el otro como excusa, en el otro como espejo, en el otro como identificación, en el otro como el mejor modo de descargar culpas. Al fin y al cabo, son bárbaros, ajenos a la civilización conocida.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
Poema Ítaca de Cavafis, análisis y significado
Ítaca no solo es uno de los mejores poemas de Constantino Cavafis (1863-1933) sino que se ha elevado hacia las más altas cumbres de la literatura universal. Aunque es difícil explicar las razones en literatura, no por ello debemos darnos por vencidos. Y mucho menos nada más empezar. Estos versos rememoran un mundo sensual perdido, de belleza clásica y, a la vez, nos interpela con un tema intemporal presente en el interior del alma humana: la búsqueda de la trascendencia o el encuentro con el “sí-mismo”, según la terminología de Jung. Así, y como veremos a continuación, el poema Ítaca de Cavafis nos introduce en ese particular viaje espiritual de los llamados individuos buscadores, aquellos que no temen a la soledad y se enfrascan en aventuras tanto interiores como exteriores anhelando una verdad personal, individual e intransferible.
ÍTACA, el gran poema de Constantino Cavafis
Cuando salgas de viaje para Ítaca,
desea que el camino sea largo,
colmado de aventuras, colmado de experiencias.
A los lestrigones y a los cíclopes,
al irascible Posidón no temas,
pues nunca encuentros tales tendrás en tu camino,
si tu pensamiento se mantiene alto, si una exquisita
emoción te toca cuerpo y alma.
A los lestrigones y a los cíclopes,
al fiero Posidón no encontrarás,
a no ser que los lleves ya en tu alma,
a no ser que tu alma los ponga en pie ante ti.
Desea que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que -¡y con qué alegre placer!-
entres en puertos que ves por vez primera.
Deténte en los mercados fenicios
para adquirir sus bellas mercancías,
madreperlas y nácares, ébanos y ámbares,
y voluptuosos perfumes de todas las clases,
todos los voluptuosos perfumes que te sean posibles.
Y vete a muchas ciudades de Egipto
y aprende, aprende de los sabios.
Mantén siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Pero no tengas la menor prisa en tu viaje.
Es mejor que dure muchos años
y que viejo al fin arribes a la isla,
rico por todas las ganancias de tu viaje,
sin esperar que Ítaca te va a ofrecer riquezas.
Ítaca te ha dado un viaje hermoso.
Sin ella no te habrías puesto en marcha.
Pero no tiene ya más que ofrecerte.
Aunque la encuentres pobre, Ítaca de ti no se ha burlado.
Convertido en tan sabio, y con tanta experiencia,
ya habrás comprendido el significado de las Ítacas.
Análisis de Ítaca de Cavafis
Vamos a hacer como si no supiéramos nada (ni siquiera lo básico e imprescindible de la cultura occidental) para proceder a desmenuzar (en plan esquemático) algunos elementos del poema, fundamentales para su compresión última. Llegados a este punto hay que recordar que Cavafis era un alejandrino (egipcio, por tanto) que escribía en griego, que había recibido una exquisita educación y formación en cultura clásica y que esta está presente en buena parte de sus poemas.
1.- El texto se titula Ítaca. Es esta la tierra de la que es rey Ulises (Odiseo en griego). Por tanto, el poeta interpela al héroe de la Odisea de Homero, texto básico de la literatura griega y semilla misma de la cultura occidental. Ulises, tras la guerra de Troya (relatada en la Ilíada) intenta regresar a casa (a Ítaca) con sus tropas. Sin embargo, el viaje se vuelve tan azaroso que solo regresa (cansado, solo y viejo) pasados veinte años. Una vez allí, debe recuperar el trono que legítimamente le corresponde. Tal cual Ulises, cada uno de los individuos buscadores de la compleja raza humana (esto es, los que leen poesía) van tras su particular Ítaca, trasunto simbólico del “sí-mismo” o self según la terminología de Jung. Por tanto, y ya estoy adelantando mucho, el poeta nos interpela y se interpela en este poema y nos llama a la búsqueda de la verdad, de la reunión entre la sombra y la luz del espíritu humano.
2.- Los lestrigones son un pueblo de gigantes antropófagos que destruyen once de las doce naves con las que Ulises y sus hombres salen de Troya. La escabechina fue tremenda y el héroe, con un único barco y con el corazón rebosante de tristeza, se pone, de nuevo en marcha hacia Ítaca, su tierra y de la que salieron para hacer la guerra.
3.- Los cíclopes son seres fieros, gigantes también antropófagos que tienen un solo ojo en la frente sobre la línea de las cejas. Ulises pudo zafarse de uno de ellos, de nombre Polifemo, con astucia al hacerle creer que su nombre era Nadie. Así, cuando la bestia llamó a sus hermanos para que le ayudaran, solo pudo decir, en su simpleza: “Nadie me causa dolor”. Por tanto, la llamada de socorro no fue atendida y Polifemo, por la acción de Ulises, se queda ciego de su único ojo. Llegados a este punto hay que anotar que los monstruos, sean del tipo que sean, actúan a nivel de arquetipos y actúan como la simbolización de la sombra, la oscuridad, lo oculto y los tejemanejes del ego que impiden la consecución de la trascendencia. Tal como nos dice el poema, no te saldrán al paso, “a no ser que los lleves ya en tu alma”.
4.- Posidón o Poseidón o Neptuno era el dios pagano de los mares, señor irascible de las tormentas, siempre dispuesto a causar un cruel naufragio a sus enemigos y padre de Polifemo, aunque la estirpe de los cíclopes provienen del dios del cielo y de Gea, señora de la tierra. En venganza por haber cegado a su hijo, castigó a Ulises impidiendo el regreso a casa y haciendo que, una y otra vez, se perdiera en el mar llegando a islas extrañas. Posidón o Poseidón, por tanto, “permitió” el viaje del héroe.
5.- Los sabios de Egipto nos remite, sin duda, a esa Biblioteca de Alejandría, compendio del saber de la antigüedad donde se reunían filósofos, historiadores, poetas y botánicos. En los poemas de Cavafis se transparenta no solo un amor por la cultura clásica sino también por lo que supuso Alejandría, un cruce entre Egipto, Roma-Grecia y, en el tiempo en el que vivió, la agresiva cultura anglosajona. En otro de sus hermosos poemas, el dedicado a Amones nos dice:
… Y que tus versos, Rafael, se escriban de tal forma
que, ya sabes, nuestra vida en su interior contengan,
y que su ritmo y cada frase muestren
que de un alejandrino escribe alguien de Alejandría.
Significado del poema: la búsqueda hacia el interior de sí
El poema Ítaca de Cavafis, por tanto, nos habla de tú a tú y nos interpela a buscar nuestra particular Ítaca que no es más que el trasunto de la trascendencia, el trono que legítimamente corresponde a los individuos buscadores. Y lo hace cargado de una sensualidad oriental invitándonos a que el camino sea largo, a que no haya prisa, al conocimiento, a la experiencia y, por supuesto, al placer. No hay camino de lágrimas en Ítaca. Hay esfuerzo. Hay pruebas. Pero todos los contratiempos son excusas para la experiencia y el disfrute (“todos los voluptuosos perfumes que te sean posibles”). Y ese verso puede interpretarse en el sentido literal o en el más simbólico (olor humano procedente del encuentro personal o sexual).
…el único viaje válido es aquel que realiza el hombre en el interior de sí mismo.
Jean Chevalier: Diccionario de símbolos
Porque el viaje será por las islas azules del Egeo o del Mediterráneo donde esperan hechiceras o sirenas. Sin embargo, este no es más que el trasunto simbólico hacia el periplo interno, hacia lo más profundo del ser, hacia la esencia misma de la persona, hacia la reunión de aquello escindido y escondido que, de completarse, permite el autoconocimiento y la felicidad.
El sentido simbólico del viaje en el poema Ítaca de Cavafis
… el esfuerzo deliberado por trascender por medio de la transformación de uno mismo, los límites de lo dado y realizar una parcela de esa ilimitada potencialidad a través de la búsqueda de un objetivo futuro que no puede ser plenamente conocido de antemano ni definitivamente alcanzado.
Robert M. Torrance: La búsqueda espiritual
Hay que entender que ese buscar (por medio de esa transformación propia y a través de la autosuperación de una serie de pruebas, ya sean estas de índole física o meramente espiritual) no es lo común al ser humano. Más bien, la mayoría de los individuos pasan por la vida como “maletas en la cinta de un aeropuerto”. La búsqueda es, por supuesto, humana pero no es universalmente humana. Me explico. La gran mayoría de individuos (pertenezcan a una cultura u otra) no sienten esa necesidad de superación y auto-trascendencia y, más bien, se conforman con aquello dado, impuesto o aceptado generalmente. La generalidad se caracteriza por un conformismo que es ajeno a cualquier sistema de búsqueda, el cual casi siempre, comienza con una desobediencia, por una no-aceptación de aquello que se impone. Por tanto, el buscar no es la universalidad para convertirse en una particularidad.
La búsqueda es, esencialmente, la necesidad espiritual de aquél que desobedece, que se aparta, que no le da miedo la soledad, del que tiene imperioso deseo de diferencia y de encontrar aquello que no es común, establecido, sancionado por la legalidad o por la normativa sagrada de una comunidad dada. El buscar es la característica del héroe, como el Ulises del poema Ítaca de Cavafis. Y para realizar esa búsqueda debe emprender un duro viaje por caminos no hollados en los que acechan peligros inimaginables (lestrigones, cíclopes, un dios enfurecido…) que, necesariamente, tiene que sortear. El buscar, por tanto, no pertenece a la generalidad de los miembros de la raza humana sino a una pequeña parte de ellos. Así, un pequeño porcentaje de individuos tiene esa necesidad de buscar. El buscar es siempre individual.
“Llegar allí es tu destino”. Alcanzar Ítaca, es la finalidad. Es la meta de la búsqueda y esta no es más que la consecución de la trascendencia, la unión con el self o “sí-mismo”, según Jung. En este sentido tengo que anotar que el viaje es un motivo recurrente a la hora de simbolizar lo que Jung denominó “proceso de individuación”, la meta hacia el encuentro con el self, el “sí-mismo”, hacia la unión del desgajamiento producido por el desconocimiento y la no aceptación del inconsciente. El símbolo más común para representar este encuentro con la propia individuación es el viaje a tierras totalmente desconocidas, tal como se ha presentado en la literatura antigua (La Odisea) o la moderna (Don Quijote de la Mancha) o la más cercana a nuestro tiempo (Ulises de Joyce, el esperpento Luces de Bohemia de Valle Inclán, etc).
El “sí-mismo” es conocido por los pueblos primitivos. Los griegos lo denominaban daimon y los romanos genius. El “sí-mismo” es el centro del espíritu, distinto de la conciencia, es el regulador de la personalidad y se identifica con la totalidad de la psique. El “sí-mismo” puede emerger totalmente si el hombre trabaja en ello y lo lleva a su conciencia asumiendo tanto lo negativo como lo positivo del inconsciente, es decir, tras la unión del inconsciente con el consciente o, por el contrario, puede ser aplastado por el ego, con lo que el individuo quedará completamente escindido o desgajadas las partes luminosas de las oscuras.
A través del viaje “ya habrás comprendido el significado de las Ítacas”. Y esta meta, ese emplazamiento buscado, es el símbolo de esa unión de consciente e inconsciente, de sombra y de luz que lleva a la sabiduría (“Convertido en tan sabio..”), la serenidad y, en último extremo, la felicidad. El interlocutor del poema Ítaca de Cavafis es un héroe que busca más allá de lo dado. El premio, por tanto, por tal valentía es el viaje mismo (la experiencia) y el trono que legítimamente le pertenece. Y este no es más que el encuentro con el “sí-mismo”, la reunión de la sombra y la luz, el inconsciente y el consciente, la cultura y los instintos en un mismo emplazamiento.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
¿Quiénes eran los lestrigones de la Odisea?
La tribu de los lestrigones aparece en el canto X de la Odisea. Son descritos por Homero como unos gigantes de gran fiereza y que practicaban la antropofagia con sus enemigos. Fueron, en última instancia, los causantes del desastre que narra este gran poema de la literatura griega, ya que destruyeron prácticamente toda la flota de barcos comandada por Ulises. Vamos por partes.
Los lestrigones en la aventura de la Odisea
Tras la guerra de Troya y en su viaje de vuelta a Ítaca, Ulises pidió ayuda a Eolo, dios de los vientos. Este le entregó una bolsa con los aires del oeste con una única condición: que no abriera el paquete hasta llegar a su hogar. Faltaba poco para arribar a destino cuando los hombres de Ulises, movidos por la curiosidad, abrieron la bolsa esparciendo vientos, tormentas y truenos. Y, con este estado del mar y del cielo, se perdieron, tanto que Ulises, el único superviviente de la travesía, tardó veinte años en llegar a su Ítaca amada.
Tras perderse, los doce barcos que componían la flota comanda por Ulises llegaron al hogar de los lotófagos, de los ciclones y de los cíclopes donde se perdieron algunos hombres, ya que estos gigantes de un solo ojo también gustaban de comer carne humana. Pudieron salir huyendo sin demasiadas bajas y, a continuación, tras seis días a la deriva, arriban al país de los lestrigones.
Estos seres fueron descritos como extremadamente rústicos y sencillos, ya que ni siquiera conocían la agricultura. Aunque con la talla de gigantes, los hombres de Ulises no se dieron cuenta de su ferocidad hasta que ya era demasiado tarde. La ciudad de los lestrigones se llamaba Telépilo de Lamos y se sitúa en la actual Sicilia. Tenía un puerto natural en el que fueron amarradas once naves. La de Ulises se quedó al resguardo en una cueva natural, ya que no cabía en este espacio. Nuestro héroe se sube a un alcor y divisa signos de civilización. Así que manda una avanzadilla para presentar sus respetos al rey del lugar. Sabremos un poco más tarde que su nombre era Antífates.
La destrucción causada por los lestrigones
Envía a un heraldo de nombre desconocido y a dos hombres más. Uno es Euríloco, cuñado y lugarteniente de Ulises que es uno de los pocos supervivientes de esta aventura y también de la siguiente, la de la hechicera Circe. Avanzando en el relato de la Odisea nos enteramos que Euríloco es un ser cobarde e inconsistente. Es, en último extremo, el causante del destrozo de la última nave al aconsejar sacrificar al ganado divino y provocar la ira de los dioses. El segundo hombre era Polites que también llegó vivo a la isla de la hechicera Circe. Fue de los últimos en morir. Pues bien estos dos hombres, en ese momento de total confianza de Ulises, se adentran en el territorio de los lestrigones.
Por el camino se encuentran a una muchacha que llenaba un cántaro de agua de una fuente y les dice que es la hija del rey. Los conduce hasta palacio y allí les recibe una giganta, la reina, que manda aviso a su esposo de la llegada de los extranjeros. Este deja apresuradamente la reunión que tenía y se dirige hacia su casa. Sin mediar más palabras, allí mismo mata y devora al heraldo de nombre desconocido. Aterrorizados, Euríloco y Polites salen corriendo intentando avisar a sus compañeros del gran peligro al que se enfrentaban.
No sirvió de nada las carreras y el buen hacer de los dos hombres, ya que el rey de los lestrigones, Antífates, logró movilizar a todo su pueblo con grandes voces. Y todos los gigantes se dirigieron hacia el puerto cargados de grandes piedras que arrojaron sin piedad sobre los once barcos y sus tripulantes. La escabechina fue de tal calibre que todos ellos perecieron excepto los hombres que se habían quedado a resguardo y escondidos en la cueva. Euríloco y Polites pudieron alcanzar esta nave.
Con gran dolor y pesar en el corazón, Ulises y sus hombres abandonaron el país de los lestrigones que tanto mal habían causado a sus valientes tropas. El siguiente destino fue la isla de la hechicera Circe donde permanecieron un año. Fue Polites el que convenció a su jefe de la necesidad de retomar el rumbo hacia Ítaca.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
Fábula de Polifemo, Galatea y Acis
El mito de Galatea, Acis y Polifemo aparece en las Metamorfosis de Ovidio (siglo I). En él se narran los desgraciados amores de la ninfa Galatea y del joven mortal Acis (hijo de un fauno y de una náyade, ninfa de los ríos). La idílica relación entre ambos fue interrumpida por los celos de Polifemo, uno de los más famosos cíclopes de la historia. Vamos por partes.
Protagonistas del mito
1.- Polifemo fue uno de los más famosos cíclopes y, como todos los de su especie, tenía un solo ojo a la altura de la frente. Era de la talla de un gigante y ejercía su fuerza con la brutalidad de un monstruo. Polifemo vivía de una forma simple en su cueva excavada en la roca cuidando del ganado y arropado por los montes de Sicilia de donde procedían todos los protagonistas. Su carácter impetuoso, instintivo, pasional y de corta inteligencia hacía que, ante cualquier contratiempo o amenaza, se pusiera a arrancar piedras para arrojarlas contra sus víctimas. Así se comportó con Ulises (el protagonista de la Odisea de Homero) y sus hombres en un intento por atraparlos (o matarlos) tras escaparse de la cueva en la que estaban prisioneros. Hay que decir que la noche antes, Ulises logró adormecerlo con vino, engañarlo, robarle sus quesos y cegarlo con una rama de olivo en llamas. Sin embargo, esta aventura sucedió después del encontronazo con Galatea y Acis, ya que, en este punto de su biografía (aunque sesgadamente) aún podía ver.
2.- Galatea era una hermosa nereida (ninfa de los mares) siciliana dotada de una gran belleza. Aunque el cíclope Polifemo la perseguía y la requería en amores, ella lo rechazó en contadas ocasiones, ya que tenía preferencia por Acis, un mortal. Llegados a este punto no hay que confundir a la protagonista de nuestra historia con la de Pigmalión y Galatea. Son dos seres totalmente distintos y de caracteres diferentes, ya que esta última era una escultura que, por mediación de la diosa Afrodita, toma vida. La única relación entre ambas es el nombre, común, por cierto, en las obras de lírica renacentista y de la novela pastoril.
3.- Acis es el tercero de este triángulo amoroso. Es un apuesto joven mortal, hijo de un fauno y de una náyade que pasaba largos ratos al borde del mar. Allí conoció y se enamoró de la hermosa Galatea.
Resumen de la fábula de Polifemo, Galatea y Acis
Polifemo ardía de pasión por la ninfa y la requería de amores constantemente. Sin embargo, Galatea siempre conseguía zafarse de estas pretensiones. Un día que se encontraba a la orilla de la playa se encontró con Acis, un apuesto joven del que quedó prendada al instante. La pasión fue mutua y correspondida regalando felicidad y alegría a los dos amantes, que no podían presagiar el drama que se cernía sobre ellos.
En lo alto de un risco, Polifemo espiaba los amores de los jóvenes. Carcomido por los celos, cuando ambos se solazaban y besaban arrancó una enorme piedra de la montaña y la arrojó sobre el muchacho. Mortal como era, quedó aplastado y nada pudo hacer la desdichada ninfa para regresarlo a las mieles de vida.
Llegados a este punto las versiones difieren. Aún así todas coinciden en la posterior metamorfosis del muchacho. La más común apunta a que, conmovidos los dioses por las lágrimas amargas que derramaba la ninfa, se apiadaron de ella. Así, la roja sangre esparcida de Acis se mezcló con el llanto doloroso de Galatea para que, bajo la piedra arrojada por Polifemo, brotara primero una fuente que iría aumentando en caudal hasta convertirse en un río azul, el Acis de Sicilia. Así, de alguna manera u otra, estarían juntos para siempre. La fábula de Polifemo y Galatea fue completada posteriormente con elementos ajenos a esta tragedia. En esta versión de la historia, tras la muerte de Acis, la ninfa se une al cíclope naciendo tres hijos.
Estos desgraciados amores fueron del gusto de poetas y artistas plásticos a partir del Renacimiento. Y fueron protagonistas de telas y poemas. El más famoso y conocido texto en lengua castellana sobre estos desdichados amores es la Fábula de Polifemo y Galatea, una de las obras de Luis de Góngora (1561-1627), el poeta del Barroco, al que rindieron homenaje en la primera de las etapas de la Generación del 27. En el ámbito del arte plástico, a la ninfa se la suele representar dirigiendo una nave en forma de concha tirada por delfines y rodeada por numerosos cupidos y pretendientes de todas las edades y condición. Ella se resiste al amor carnal (no hizo lo mismo con Acis) buscando el platonismo que era del gusto renacentista. Una de las pinturas más famosas con esta temática es el Triunfo de Galatea (1511) de Rafael Sanzio (1483-1520) realizada, con la técnica al fresco, en la Villa Farnesina de Roma. El mito, por último, nos pone de manifiesto el carácter oscuro del cíclope que, en esencia, es el símbolo de aquello monstruoso, falto de razón y espíritu crítico del carácter humano más impulsivo.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
Cíclopes de la mitología griega
Los cíclopes de la mitología griega eran monstruos mortales, gigantes de fuerza descomunal, antropófagos, que vivían en cuevas y cuya característica física más evidente era un solo ojo en mitad de la frente por encima de la línea de las cejas. Seres de escasa inteligencia, brutales, pasionales y destructores, manejaban el fuego, las tormentas, rayos y terremotos. Eran hijos de Urano (dios del cielo) y de Gea (diosa de la tierra). Ayudaban a Zeus con la fragua y tenían protección del señor del Olimpo hasta que Apolo los mató en venganza por el asesinato de uno de sus hijos. La tribu de los cíclopes, según la tradición clásica, estaba situada en la actual Sicilia arropada por los grandes montes de esta isla italiana.
Han sido representados con profusión desde los inicios de la literatura griega. Aparecen en la Teogonía de Hesiodo, escrita entre el 700 y el 730 a.C, donde se narra el origen del mundo pagano. Además, el cíclope Polifemo es protagonista del Canto IX de la Odisea de Homero. Ulises daña su único ojo y puede engañar al gigante con esa famosa frase, “Mi nombre es Nadie”. Es el protagonista de una obra de teatro de Eurípides estrenada en el 438 a.C. Aparecieron, especialmente Polifemo, el más famoso de ellos, en los poemas de Calímaco (s.III) o de Virgilio (siglo I). Posteriormente y tras el Renacimiento, estos seres fieros y deformes fueron recogidos en poemas diversos, obras de teatro u óperas de la cultura occidental. Uno de los textos más famosos es el que narra los amores entre Polifemo, rendido ante la ninfa Galatea. Ambos son protagonistas, por poner un solo ejemplo, de una de las obras de Luis de Góngora más conocidas. Y todo ello sin contar las innumerables obras plásticas que tienen como tema central la representación e, incluso, la simbolización de los cíclopes de la mitología clásica y su mundo bestial, básico, primigenio y pasional.
Sentido simbólico de los cíclopes en la cultura occidental
El origen imaginario de estos monstruos, por tanto, está tan cimentado en el inconsciente colectivo y universal que llegan a funcionar como arquetipos. Son seres de fuerza descomunal y tan elementales que la mejor versión de ellos mismos se encuentra en la Odisea de Homero. Al tener un solo ojo no pueden ver más allá de lo básico, lo irracional, inconsciente, instintivo y pasional. Por ello no dudan en matar arrojando enormes piedras que mueven sin esfuerzo. Son el símbolo del estado primitivo de la humanidad, el emplazamiento en el que aún no se han desarrollado no solo todas las posibilidades de la civilización con su juegos de relaciones sociales sino también la conciencia interior por medio del autoconocimiento.
Al demonio se lo representa a menudo, en la tradición cristiana, con un solo ojo en medio de la cara, lo que simboliza el dominio de las fuerzas obscuras, instintivas y pasionales. Entregadas a sí mismas, no asumidas por el espíritu, estas no pueden sino desempeñar un papel destructor en el universo y en el hombre. El Cíclope de la tradición griega es una fuerza primitiva o regresiva, de naturaleza volcánica, que no puede ser vencida más que por el dios solar, Apolo. El Cíclope reúne en él dos tradiciones, la de forjador, servidor de Zeus y de Hefaistos, que maneja el rayo para los dioses; y la del monstruo salvaje de fuerza prodigiosa, escondido en las cavernas, de las que no sale más que para cazar.
Jean Chevalier: Diccionario de símbolos
Los cíclopes en la Odisea
Homero nos da cuenta de los cíclopes en el canto IX de la Odisea. Allí Ulises y sus hombres arriban a las tierras de estos gigantes que son retratados como seres de una enorme simpleza dedicados al pastoreo y que viven en estado salvaje sin someterse a ningún dios (trasunto del estado religioso o de trascendencia) o rey (simbolización del estado terrenal, de la civilización y del orden por la ley). Su emplazamiento es descrito en los siguientes términos:
…desde allí, con dolor en el alma, seguimos bogando hasta dar en la tierra que habitan los fieros cíclopes, unos seres sin ley. Confiando en los dioses eternos, nada siembran ni plantan, no labran los campos, mas todo viene allí a germinar sin labor ni semillas: los trigos, las cebadas, las vides que dan un licor generoso y son nutridas tan solo por las lluvias de Zeus. Los cíclopes no tratan en juntas ni saben de normas de justicia. Habitan las cumbres de altas montañas y hacen de las cuevas su casa. Cada cual da la ley a su esposa y a sus hijos y no piensan en los otros.
Ulises desembarca en la isla de los cíclopes junto con doce hombres y provisto de una vasija de vino. Llegan hasta la cueva de Polifemo repleta de leche y quesos de cabra. Hambrientos, los hombres se adueñan de la mercancía a pesar del parecer en contra de Ulises. En estas están cuando llega el cíclope que, henchido de ira, mata y se come a dos de los navegantes sellando la entrada de la cueva con una enorme piedra. Ante la ferocidad del gigante, Ulises empieza a urdir una artimaña. Así, emborracha al cíclope con el vino que llevaba en la vasija y que, en principio, iba a ser un regalo para los habitantes de aquella desconocida isla. Además, le dijo al monstruo que su nombre era “Nadie”, que así lo llamaba su padre y su madre cuando era pequeño.
Cuando se adormece por los efectos del alcohol, Ulises aprovecha para prender fuego a una rama de olivo (árbol sagrado) y, a continuación, clavársela al gigante en su único ojo. A los gritos de dolor de Polifemo, los otros cíclopes comienzan a preguntar qué está sucediendo. Y el monstruo, en su simpleza, responde: “Nadie me causa dolor”. Así que los demás monstruos pensaron que aquello era una de las múltiples venganzas de los dioses. Ciego, Polifemo, al día siguiente, quita la enorme piedra que cerraba su cueva para dar de pastar a los rebaños. Ulises y sus hombres pueden escapar, por tanto, sin ser vistos.
Polifemo se da cuenta de la huída de sus prisioneros cuando estos, a salvo en la embarcación, comienzan a burlarse del cíclope con grandes carcajadas y fuertes gritos. Es en ese momento cuando, sin ton ni son, ya que no ve, comienza a tirar piedras sobre el barco sin que ninguna llegara a alcanzarles. Atrapado en la ira y con deseos de venganza, pide al dios de los océanos que Ulises pierda su camino. Y así lo hace Poseidón haciendo que el héroe de la Odisea tardara más de veinte años en llegar a su tierra, a Ítaca, tras la guerra de Troya.
El cíclope Polifemo enamorado de Galatea
La siguiente historia nada tiene que ver con la anterior, aunque tiene al mismo protagonista: Polifemo, enamorado de la ninfa Galatea. Era la joven una de las cincuenta nereidas, una ninfa marina, adornada de virtudes y de inigualable belleza. No hay que confundirla con la protagonista de la historia de Pigmalión y Galatea. Nada tienen que ver y simplemente ambos personajes femeninos comparten nombre. Se movía feliz por los ríos nuestra Galatea hasta que se topó con un apuesto mortal, Acis. Ambos, tal como recoge las Metamorfosis de Ovidio (sigo I) y las obras a partir de la literatura renacentista, se correspondían en su sentimientos. Nada hacía presagiar la tragedia hasta que entra en escena el cíclope Polifemo que espiaba, desde su cueva, a la bella ninfa que se bañaba desnuda en el río.
Preso de los celos, no puede soportar la intimidad entre ambos amantes y un día, con esas enormes piedras que ya utilizó para intentar matar a Ulises y a sus hombres, aplasta a Acis, que como mortal, fallece en el acto. Fueron tantas las amargas lágrimas de su amada Galatea que los dioses, apiadándose de los amantes, juntan, para que estuvieran así siempre unidos, la sangre del joven y las lágrimas de la ninfa transformando ambos fluidos en un río eterno.
Esta historia fue favorita no solo de los poetas europeos sino también de pinturas y esculturas occidentales, especialmente del arte barroco. Así, llegado el siglo XVII, la narración toma un cariz totalmente distinto y desde el estilo inicial de la novela pastoril o de la lírica renacentista va evolucionando hacia un carácter truculento tan característico de esta época estilística. Por tanto, se pone el énfasis en el aspecto bestial del cíclope Polifemo contrastándolo con la dulzura y nobleza de Galatea.
Y, por último, para terminar este resumen sobre los cíclopes de la mitología griega y su más famoso representante, Polifemo, según la tradición, Micenas y sus expresiones artísticas, con sus grandes obras arquitectónicas de piedras descomunales, fue construida por estos seres de un solo ojo. Estos, además, aparecen en la cultura popular contemporánea en títulos de anime o videojuegos reflejando siempre su carácter brutal, irracional, oscuro, imprevisible y pasional.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla
Cerbero el perro de tres cabezas de la mitología griega
Cerbero es el perro de tres cabezas que, en la mitología griega, guarda las puertas del Tártaro, que no es más que el mismísimo Infierno. También se le conoce como Cancerbero, al unir el término can (perro) con Cerbero.
¿Quién era (o es) Cerbero el perro monstruoso de los mitos griegos?
Pertenece a la extirpe deforme engendrada por Equidna (conocida con el sobrenombre de la Víbora) y Tifón. Era la madre una ninfa de gran belleza con profundos ojos negros que, entre otras señas, lucía serpientes por piernas. Unida eternamente al gigante Tifón, la apariencia del padre era aún más terrorífica, ya que sus enormes alas provocaban huracanes, tormentas y terremotos. Y, además, incendiaba todo aquello que se le ponía por delante con el fuego de sus ojos. Con cabeza de dragón, también tenía serpientes por piernas. No en vano, Tifón era hijo de la diosa de la tierra, Gea, y del mismísimo Tártaro, allí donde uno de sus hijos guarda, con la más agresiva de las iras, las puertas por donde deben pasar los muertos.
La familia no se acaba aquí, ya que eran hermanos de Cerbero, de doble vínculo además; esto es, de padre y madre, la Hidra, la Quimera, la Esfinge, el León de Nemea y unos cuantos dragones y seres abominables. Todos ellos vivían en cuevas atormentando, de alguna manera u otra, a los miembros de la raza humana. Cerbero heredó de sus progenitores el aspecto deforme y el carácter fiero. Las múltiples serpientes de su lomo eran de genética materna y la cola de dragón provenía de la parte paterna. Con esta mezcla solo podía tener tres cabezas, aunque algunas versiones apuntan a cincuenta o incluso cien. Su sola visión causaba pavor, aunque, en principio, solo se enfrentaban a él los que ya habían muerto y, por tanto, poco o nada tenían que perder. Encadenado a las puertas del Infierno, dejaba pasar únicamente a aquellas almas que, según el dictamen de los dioses, se habían ganado este espacio.
Cerbero y el último de los doce trabajos de Heracles
Heracles, el Hércules romano, debía completar doce trabajos y domeñar a Cerbero fue el último de ellos. Con la ayuda de Atenea (la diosa de la inteligencia) y Hermes (el mensajero) se adentra en las profundidades del inframundo. Allí está prisionero Teseo, el héroe que mató al minotauro con la ayuda del hilo de Ariadna, se enfrentó a las amazonas y formó parte de la expedición de argonautas en busca del vellocino de oro. Heracles lo liberó no sin dejar parte de su cuerpo (las nalgas) en la columna a la que estaba atado. Llegados a este punto las versiones, como es frecuente en los mitos y en la literatura griega, difieren.
Y son tan distintas que algunos investigadores defienden que Cerbero se dejó coger sin más mientras que la gran mayoría nos narra una lucha cruenta entre el perro de tres cabezas y el héroe. Heracles, para complicar la hazaña, no podía dar muerte al perro ya que había prometido al dios Hades, el del Infierno, no hacerle daño. Y ya sabía que los dioses no se andan con chiquitas cuando los mortales rompían los pactos y acuerdos. Sea como fuere, Heracles pudo coger, cazar o amansar a Cerbero y tal cual se lo presentó a Eristeo como prueba del objetivo cumplido. El rey, horrorizado por la visión y el comportamiento del animal, mandó que fuera devuelto a su lugar donde sigue al día de hoy.
Orfeo calma a Cerbero en su búsqueda de Eurídice
Este no fue el único encuentro de Cerbero con mortales de distinta índole. Otro capítulo de su mito fue protagonizado por Orfeo quien tañía la lira con tal talento y belleza que los animales, ante su música, quedaban amansados. Orfeo tenía un fuerte motivo para adentrarse, estando vivo, en las profundidades del Tártaro. Su amada Eurídice había muerto (al parecer por la mordedura venenosa de una serpiente). Sin poder afrontar el duelo y el dolor por tal pérdida, llega a un acuerdo con Hades que le permite acceder a las profundidades infernales donde es conducido hasta Eurídice después de pagar el peaje al barquero Caronte.
Con su lira, tal cual hacía con los animales, entona tal bella melodía que Cerbero queda sumido en un profundo sueño. Los dioses se apiadan de los amantes y permite que Eurídice vuelva al reino de los vivos. Sin embargo, había una condición, como siempre. Orfeo debía caminar delante y no mirar hacia atrás, hacia Eurídice, hasta que no estuvieran completamente en la superficie y todo el sol hubiera bañado el cuerpo de la mujer. Así lo hace Orfeo. Sin embargo, ya en la tierra, movido por la impaciencia se vuelve antes de tiempo. Eurídice aún tenía un pie en el inframundo y, por tanto, inmediatamente se volatizó convirtiéndose en polvo. De nada sirvieron las lágrimas de amargura de su amado quien, según otras versiones, fue castigado con este trágico final debido a su cobardía, ya que tendría que haberse dejado morir para reunirse con su amada.
Sentido simbólico del mito
Cerbero aún se toparía con otro mortal obligado a bajar al inframundo. La ninfa Psique, como prueba impuesta por Afrodita y para defender su amor por Eros, se enfrentó al perro de las tres cabezas. Lo hizo con la delicadeza que le caracterizaba y lo drogó utilizando una torta de cereales con miel. Con todos estos encuentros no es de extrañar que el monstruo del Tártaro, desde los inicios del mundo pagano, haya sido protagonista de obras pictóricas, esculturas o poemas. Aparece, por poner un solo ejemplo, en la Divina Comedia de Dante, en el círculo del Infierno, su hogar. Y este ser abominable es descrito en los siguientes términos:
Cerbero ladra con tres gargantas. Ni un momento cesan la lluvia y aullidos en tormento continuo. Hiede la tierra, vertedero, lodazal, agua sucia, sumidero de dolor, soledad y desaliento.
Desde el inicio de los tiempos se ha entendido su presencia y existencia misma como una simbolización perfecta de los horrores internos personales e individuales. Esta caracterización se hizo aún más evidente tras los estudios del inconsciente de Freud y de los arquetipos de Jung.
Perro de Hades, simboliza el terror de la muerte, para aquellos que temen los Infiernos. Mas aún, simboliza los propios Infiernos y el infierno interior de cada ser humano. Es conveniente subrayar que es, en efecto, sin sus armas que Heracles consigue vencerlo por un momento; que es por una acción espiritual, el canto de su lira, como Orfeo lo aplaca un instante. Dos índices militan en favor de la interpretación neoplatónica que ve en el Cerebro el genio mismo del demonio interior, el espíritu del mal. Solo puede dominarse sacándolo del infierno y llevándolo a la tierra, es decir, por un cambio violento de medio (ascensión) y empleando fuerzas personales de la naturaleza espiritual. Para vencerlo solo se puede contar con uno mismo.
Jean Chevalier: Diccionario de símbolos
Y Paul Dies, en su obra El simbolismo en la mitología clásica, hace suyas las palabras de Jorge Luis Borges al comparar las tres cabezas de Cerbero con las tres coronas papales. Las primeras son las guardianas del Infierno mientras que las segundas son las protectoras del cielo.
Borges precisa que el último trabajo de Hércules fue sacar el Cancerbero a la luz del día. Dice también que Butler (Huidibras) compara las tres coronas de la tiara del Papa que es el portero del Cielo, con las tres cabezas del perro que es el portero de los Infiernos.
Cerbero es, por tanto, la bestia interna que hay que domeñar con autoconocimiento, no sin antes enfrentarse a los peligros que supone una bajada al Infierno. Quizás por esta fuerte simbolización de carácter arquetípico, el perro mitológico de tres cabezas sigue siendo favorito en el imaginario cultural y artístico contemporáneo. Es protagonista de videojuegos, obras de anime e, incluso, su nombre es utilizado en series de fantasía como la reciente 1899. El buque en el que viajan todas esas almas perdidas (trasunto de la barca de Caronte) lleva por nombre Cerbero, el guardián de los infiernos. Y la nave anterior perdida y excusa de la trama fue bautizada con el sugestivo nombre de Prometeo, el mismo que robó el fuego de los dioses para que los hombres crearan la civilización. La dicotomía entre cielo e infierno, vida y muerte queda, por tanto, presente en la serie prometiendo mucho juego psicológico.
Estrabón (siglo I), en su Geografía, indica que la puerta de entrada al inframundo se llama Plutonio. Allí los vapores volcánicos se encargan de dar muerte a todo aquel que se atreve a traspasarla. La localización de este importante punto fue secreta hasta el año 2012 cuando se encontró en Turquía. Allí una colosal estatua metálica de Cerbero, el perro de tres cabezas de la mitología griega, guardaba el acceso a una cueva con agua de origen volcánico. Las capas del tiempo no han podido con este ser monstruoso que aún sigue atormentando los temores más profundos de la raza humana.
Por Candela Vizcaíno, Doctora por la Universidad de Sevilla
Judith Leyster, la pintora del Siglo de Oro Holandés
Judith Leyster nace en Haarlem (Holanda) en 1609. No pertenecía a familia de artistas, tal como era frecuente entre las pintoras de la época (y solo hay que recordar los nombres de Artemisia Gentileschi, Lavinia Fontana o Marietta Robusti, hija de El Tintoretto). Su padre era cervecero y, al parecer, se introdujo en este oficio para ayudar a su familia a sobreponerse de una bancarrota. Tuvo un éxito discreto en vida, ya que, tras su matrimonio, se dedicó al cuidado del hogar y los hijos. El desbarajuste en el catálogo de sus obras, propició que, tras su muerte, buena parte de su opus fuera atribuido a Frans Hals (1582-1666) e, incluso, su firma ocultada con capas de pintura. Aún hoy en día siguen apareciendo obras de Judith Leyster que se creían salidas de los pinceles de artistas masculinos.
Un repaso a la biografía de Judith Leyster
Poco se sabe de su vida más allá de que era hija de un cervecero de Haarlem y que se inició en los pinceles en su ciudad natal. Al parecer, estudió con Frans Pietersz de Grebber (1573-1649) y con el ya mencionado Frans Hals, el máximo exponente de la pintura del Siglo de Oro Holandés. Tampoco está claro cómo la obra de Judith Leyster fue manipulada para que pareciera de este último artista.
En 1633 entra en la Orden de San Lucas de Haarlem, una especie de hermandad en la que orfebres, artesanos y pintores se apoyaban mutuamente. Judith fue una de las dos únicas mujeres admitidas en el grupo. Al parecer, su conocido Autorretrato (el que encabeza este texto) fue la obra que realizó como prueba de acceso. En 1636 se casa con Jan Miense Molenaer (1610-1668), un pintor conocido y la pareja se muda a Amsterdam para luego regresar a Haarlem. Con el matrimonio se termina la carrera artística de Judith ya que se dedica a las tareas del hogar y al cuidado de sus cinco hijos de los cuales solo dos llegaron a la edad adulta.
Tras su muerte, en 1660, la obra de Judith Leyster cayó completamente en el olvido, tanto que sus cuadros eran clasificados como “pertenecientes a la esposa de Molenaer”. Por si eso fuera poco, al parecer, en algún momento y debido a la semejanza de estilo con las obras de Frans Hals, las telas de nuestra protagonista fueron objeto de manipulación para hacerlas pasar por las del pintor con una cotización en el mercado del arte muy superior a la de nuestra protagonista. Su característica firma, en la que aparecen las iniciales JL rodeadas de una estrella, se cubrió sobre capas de pintura y esas obras fueron asignadas a otros artistas masculinos con mayor remate en las subastas.
El escándalo llegó en 1893, con juicio de por medio incluso. La obra objeto de la discordia fue La alegre pareja, hoy y en aquella época en el Museo del Louvre. En una limpieza salió la firma de la pintora dando lugar a un pleito entre los anteriores propietarios, la casa de subastas y el museo. A partir de esa atribución, se ha ido ampliando el catálogo de la artista encontrándose que buena parte de su obra ha sido objeto de la misma o similar manipulación. Hoy en día es considerada lo que es: una estrella de las artes holandesas y una de las pocas mujeres que tienen un lugar de honor en el Rijksmuseum de Ámsterdam.
Características artísticas de la pintora
Muy resumidamente y en plan esquemático tenemos:
1.- Aún no se conoce el catálogo completo de sus obras, ya que ni siquiera en vida se realizó uno. Tras su matrimonio, colaboró con los encargos de su esposo y es imposible dilucidar en qué lugar empieza y termina la mano de cada uno.
2.- Todos los cuadros son de pequeño formato y rara vez superan los 80 cms de alto.
3.- Apenas encontramos retratos de encargos que tan buenos ingresos permitían a los pintores de la época. Todos ellos son bodegones, naturalezas muertas o escenas de género en el que predominan personajes anónimos, sencillos y populares.
4.- Las obras de Judith Leyster nos retratan interiores con personajes alegres, sonrientes, vivaces, tocando instrumentos y todo con un estilo brillante, en movimiento y de espíritu positivo.
5.- Utiliza una rica paleta de colores y los personajes están retratados con realismo extremo captados realizando actividades divertidas o lúdicas. Predominan los músicos, interiores que se nos antojan de tabernas, niños riéndose con gatitos en sus brazos, bebedores o jugadores de cartas. Todo en la obra de Judith Leyster es un canto a la vida, a la cotidiana y sencilla de gentes sin más ambición que pasar lo mejor posible por este mundo.
6.- Los ambientes son siempre profanos, cotidianos y los protagonistas aparecen relajados, como si la pintora los hubiera pillado haciendo sus cosas. Hay que hacer notar que la artista trabaja mientras se desarrolla el arte barroco con su gusto por lo monstruoso, la tristeza y esa sensación de que la vida en la tierra no merece la pena ser vivida. La obra de nuestra artista se encuentra en la dirección contraria y todo en ella es un canto a la alegría y a la felicidad.
Obras de Judith Leyster y breve comentario
La alegre pareja (1630)
Actualmente se encuentra en el Museo del Louvre y fue la obra que abrió la polémica de las falsas atribuciones. La artista nos ha escamoteado el interior ya que los protagonistas se sitúan sobre un fondo negro. El hombre toca el violín mientras la mujer parece que escancia algo de vino mientras lo mira sonriente y con arrobo casi. El ambiente es de alegría y las ropas han sido reproducidas con un realismo casi táctil ya que adivinamos a la perfección los encajes, el lino o los terciopelos. La expresión de los rostros está reproducida con la habilidad de un miniaturista.
El concierto (1631)
Esta obra es de la misma línea, aunque el conjunto no presenta la misma brillantez y atención al detalle que la anterior. El tema es el mismo: una velada alegre amenizada con instrumentos musicales.
Serenata (1629)
Al parecer, para esta obra utilizó como modelo a su marido y de ella hay varias versiones, una incluso está en una colección particular de difícil identificación. El rostro y las manos reflejan ese momento alegre y feliz que tanto retrató la artista y lo hace con una pericia extrema, con brillantez y soltura. A la par, las ropas y el instrumento musical están reproducidos a la perfección. Todo en la obra nos remite a ese disfrute que han hecho famosas las obras de Judith Leyster.
El trío feliz (1630)
Del mismo tenor es esta última en la que tres muchachos cantan alegremente e, incluso, se nos antoja un principio de baile.
Autorretrato
Sorprende el tratamiento que de su persona da la artista. Aparece en actitud relajada, sonriente y en plena faena, aunque el traje que se ha colocado es el de gala con esa enorme gorguera que impide cualquier trabajo manual. La artista se aleja, así, de lo que hasta entonces venía siendo la norma: seriedad, elegancia y prestancia.
Las obras de Judith Leyster por su brillantez, vivacidad, sencillez y alegría están entre las más cotizadas al día de hoy. Lejos queda ya ese intento de apropiación por no sabemos quién ni con qué objetivo. Podemos intuir que, al renegar de la fama, incluso en vida, ella misma pudo contribuir a que alguien se aprovechara del talento que había desplegado en su pintura. Hoy, su producción es objeto minucioso de estudio y se espera que puedan salir más cuadros en los que, una mano interesada, haya tapado la firma JL rodeada de una estrella.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla