Candela Vizcaíno

Candela Vizcaíno

Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla con una larga trayectoria de más de 20 años como periodista, columnista y contenidos online centrados en literatura, arte, viajes, vida sana, familia, gastronomía, moda y feminismo. Con cinco libros publicados, en la actualidad pueden encontrarse en las librerías El Bosque de las Respuestas (cuento infantil ilustrado), Los girasoles florecen en junio (novela) y Poemas sin orden ni concierto

 

Cornucopia es un cultismo que proviene de los términos latinos “cornu” (cuerno) y “copia” (abundancia). Es por tanto, el cuerno de la abundancia, el que regala dones materiales y espirituales. Aunque el término es latino, se encuentra presente en la cosmogonía (mitos que explican el origen del mundo con sus cosas dentro) de la cultura clásica. Es un símbolo de fecundidad, prosperidad y dicha. Se representa con la forma de un cuerno de cualquier material posible y su interior está repleto de frutos, granos o, incluso, elementos costosos como el oro o piedras preciosos. Aunque en el arte contemporáneo aparece con la abertura hacia abajo desparramando su interior, los modelos antiguos tenían preferencia por colocarlo al revés, como si fuera una copa o un recipiente. 

Los mitos que explican el origen de la cornucopia  

En el principio de los tiempos paganos, el rey del Olimpo Zeus (reconvertido en Júpiter romano) es amamantado por la cabra divina Amaltea. Otras versiones nos dice que Amaltea era una ninfa. Jugando con sus rayos y haciendo trastadas, Zeus rompe el cuerno de su nodriza causándole gran daño. Para compensarla por tal travesura, se lo devuelve reconvertido en un elemento mágico, ya que se llenaría de todo lo que ella deseara en el futuro. Por tanto, la cornucopia o cuerno de la abundancia adquiere el significado y el símbolo de generación gratuita de todos los dones divinos. 

Otra leyenda nos vincula el cuerno de la abundancia con el río Aqueloo, el mayor de Grecia y nacido de los amores de uno de los titanes griegos, Océano, y de Tetis, una ninfa del mar. Océano, como divinidad primigenia que creó los ríos, mares, fuentes y todos aquellos elementos de la naturaleza que contienen agua, tiene la habilidad de transformarse en aquello que desee. El mito nos dice que Aqueloo se enamora de la bella Deyanira. Sin embargo esta es requerida en amores también por el héroe Heracles (Hércules romano). Para dirimir la disputa se enfrentan en duelo. Aqueloo, como su padre, tiene la capacidad de la metamorfosis. Así se transforma en toro para pelear con ventaja. Sin embargo, Heracles (vencedor del león de Nemea y de la hidra de Lerna) le arranca uno de los cuernos. Aqueloo acepta la rendición y le entrega el cuerno ya convertido en cornucopia por obra de su poder divino. 

Significado del cuerno de la abundancia  

Es el emblema de diversas divinidades y fue preferido por Dionisios (Baco romano), el dios del vino, la fiesta y las relaciones desordenadas. A lo largo de la historia se ha asociado con virtudes de todo tipo y no solo con la abundancia. De la cornucopia emana la constancia, la fortuna, la libertad… Es un regalo, recordemos, de los dioses para que pueda llenarse con todo aquello que se desee. Por eso, ha sido favorito de los artistas de todo tipo que ven en ella el molde donde tiene cabida y acogida los más dispares dones. 

En el transcurso del tiempo el cuerno de la abundancia se ha convertido en atributo, más bien que en símbolo, de la liberalidad, la felicidad pública, la ocasión afortunada, la diligencia y la prudencia que están en las fuentes de la abundancia, la esperanza y la caridad, la estación otoñal de los frutos, la equidad y la hospitalidad. 

Guy de Tervarent: Atributos y simbolismo del arte profano

La cornucopia, por supuesto, participa de la semántica simbólica del cuerno sin más. Es el atributo de los guerreros que ven en él una mezcla de talismán y de reconocimiento de la fuerza. Los cuernos sobre la cabeza representan el poder, la elevación, la fiereza y la victoria. Es normal encontrar cascos con cuernos en todas las culturas antiguas sobre el planeta Tierra. Y sobre este sentido simbólico se construye la cornucopia de la abundancia, el cuerno de la fortuna que los dioses entregan como regalo. 

La cornucopia o el cuerno de la abundancia, por tanto, actúa como una suerte de fuente inagotable en la que tiene cabida cualquier regalo o tesoro que se desee. A pesar de tener un significado y simbolismo tan amplio, a lo largo de la historia del arte se la ha representado repleta de frutos o flores como una suerte de agradecimiento a los dones de la naturaleza, última representación de la divinidad universal.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

 

Hijo de Poseidón, dios del mar, y de la princesa mortal Eurínome, Belerofonte fue un héroe de la mitología griega famoso por dar muerte a la Quimera y por domar al caballo alado Pegaso. A pesar de estas hazañas, se envenenó con su propia soberbia y acabó sus días penando en el Tártaro, trasunto del Infierno.  

¿Quién fue Belerofonte, el aguerrido héroe griego? 

Los problemas de Belerofonte comenzaron muy pronto ya que, involuntariamente, mató a su hermano. Para expiar sus culpas se dirige a Tirinto donde es acogido por el rey Preto. Sin embargo, las complicaciones en palacio siguen aumentando ya que la reina (de nombre Estenebea), rendida ante la belleza del joven, se le insinúa y, al ser rechazada, lo acusa de violación. A pesar de tan grave delito, el rey se debate entre castigarlo u honrar la sagrada tradición del hospedaje. Se las ingenia para cumplir con los dos cometidos.  

Así, el rey Preto envía a Belerofonte con una carta sellada a la corte del rey Yóbates de Licia. Este era padre de Estenebea. Las indicaciones eran que la misiva no podía abrirse hasta pasados nueve días. Belerofonte llega a esta nueva corte y es agasajado con banquetes y fiestas. Pasado el plazo, el rey Yóbates abre la carta y se entera de la supuesta violación de su hija. En ese instante se le ocurre una misión un tanto cruel: matar al monstruo conocido como la Quimera. La idea era sencillamente que la bestia se encargara de liquidar al héroe. Sin embargo, las cosas no salieron según lo planeado en palacio tal como veremos a continuación tras presentar a todos los personajes. Y el siguiente es Pegaso, el caballo blanco con alas. 

¿Quién era Pegaso, el caballo alado de la mitología griega? 

Era el caballo de Zeus el mismo que vivía en las cuadras del Olimpo. Es de un inmaculado color blanco y tiene en su lomo unas enormes alas con la capacidad de alzar el vuelo. Es hijo de la sangre derramada de Medusa, una de las gorgonas, muerta por Perseo, y de Poseidón, dios de los mares y océanos. Como su padre, está ligado al agua, ya que es capaz de crear fuentes simplemente con una coz. Indomable, pudo montarlo Belerofonte con ayuda de Atenea, la diosa de la sabiduría.  

¿Y quién era la Quimera de la mitología griega? 

Era un ser híbrido perteneciente a una familia de monstruos. Era su madre Equidna, una bella ninfa de ojos negros y cabello sedoso que tenía serpientes por piernas y, además, hacia gala de una lujuria tan aberrante que llega a unirse incestuosamente a unos de sus hijos. Su padre era el gigante Tifón con cuyas enormes alas provocaba terremotos y huracanes e incendiaba bosques y ciudades solo con sus ojos. Como su esposa, también tenía serpientes por piernas. Juntos engendraron a Cerbero, el perro de tres cabezas guardián del infierno; a Ladón, dragón que nunca duerme y custodio del jardín de las Hespérides. Son los padres también del león de Nemea, de la hidra de Lerna y de Ortro, el perro de dos cabezas. Además, con este ser se une Equidna para engendrar a la esfinge. A esta auténtica familia tóxica (incluso en el sentido literal del término) pertenece la Quimera. 

El monstruo tenía cabeza de león, cuerpo de cabra, cola de dragón o de serpiente según algunas versiones y de su boca salen grandes llamas. Imposible acercarse a ella, devastaba todo aquello que le rodeaba. La Quimera es un ser tan monstruoso que se vuelve imposible. Por eso se ha llegado a identificar con la vana ilusión, con la imaginación desbordada, con el sueño de los poetas e ilusos. El gran poeta andaluz Luis Cernuda la escogió para el mejor de sus libros: Desolación de la Quimera. Y los estudiosos del arte han visto en ella el símbolo de toda perversión espiritual.  

Es una deformación psíquica, caracterizada por una imaginación fértil e incontrolada; expresa el peligro de la exaltación imaginativa. Su cola de serpiente o de dragón corresponde a la perversión espiritual de la vanidad; su cuerpo de cabra, a una sexualidad perversa y caprichosa; su cabeza de león, a una tendencia dominadora que corrompe toda relación social. Este símbolo complejo se encarnaría por igual en un monstruo que devastara un país como en el reinado nefasto de un soberano pervertido, tiránico o débil.  

Paul Diel: El simbolismo en la mitología griega  

Mito completo de Belerofonte y la Quimera  

Belerofonte va en busca del monstruo y en esas aparece Atenea, diosa de la sabiduría, que le insta a domar al caballo alado Pegaso. Así lo hace el héroe y, montado al lomos del equino, sobrevuela el nido de Quimera. Le lanza sucesivas flechas que la bestia inflama con fuego tragándoselas y dañando todos sus órganos hasta morir. 

Al regresar a palacio triunfante, Yóbates le sigue encargando duras misiones con el único fin de que pereciera en ellas. Sin embargo, Belerofonte siempre sale victorioso. Logra vencer al fiero pueblo de los sólimos y a las aguerridas amazonas. Enfadado el viejo por la pericia del héroe, incluso manda a sus propios hombres para que lo maten. También logra salir ileso de esta emboscada. El rey, a continuación, perdona a Belerofonte de la supuesta afrenta a una de sus hijas y le ofrece otra en matrimonio: Filónoe con quien tiene tres hijos. 

Después de estas proezas y de haber vencido a la Quimera, Belerofonte se envenena con su soberbia, con la hybris, con la arrogancia. Así, montado en el caballo alado Pegaso alcanza las fronteras del Olimpo y allí desafía a los dioses. Engreído por sus conquistas, no calibra sus acciones y es condenado a bajar al Tártaro, al infierno, a purgar sus culpas. Y es así como un gran héroe con el favor de Atenea es reducido al nivel de sus vicios. Belerofonte, por tanto, se erige en símbolo de la ambición cegadora que le impide mirarse en su condición de criatura.

Vencido, irá a juntarse en los infiernos con los demás ambiciosos, como Ixión; pero su ambición, en lugar de estar coloreada de sexualidad como Ixión, es sobre todo la del hombre que embriagado hasta tal punto por las hazañas guerreras heroicas se ve empujado al deseo del poder soberano. Simboliza la desmesura en la ambición guerrera o el poder temporal deseoso de anexionarse la autoridad espiritual y llegar a ejercer el gobierno sin delegación, procura ni fidelidad, y por tanto sin legitimidad.  

Jean Chevalier: Diccionario de símbolos  

Por tanto, la gran aventura de Belerofonte, vencedor de la monstruosa Quimera, acaba de la peor manera posible: humillado por los dioses por culpa de su soberbia. Su personalidad es un claro ejemplo de esas caídas al infierno (en su caso literal) de quien, guiado por el orgullo del ego, no calibra ni sus fuerzas ni sus debilidades.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

 

Hija de Zeus y de Leto (nacida en la segunda generación de titanes griegos), Artemis es también la hermana gemela de Apolo. Es la diosa de las artes de la caza y protectora de los partos y nacimientos. La mitología griega nos representa a Artemis o Artemisa con un aspecto indómito, fiero, cruel y vengativa con aquellos que osan traspasar su espacio sagrado. Diosa virgen, está relacionada con el aspecto lunar, oscuro y errante contrapuesta al símbolo solar de su gemelo Apolo. Dispuesta a castigar a los varones, es una diosa protectora del mundo femenino siempre y cuando este gire en torno a la castidad, a la independencia y a la libertad. Por eso se lleva tan mal con Afrodita que no duda en entregarse a amantes de todo tipo cometiendo sonados adulterios. Y nada más tenemos que recordar la humillación llevada a cabo por Hefesto cuando se entera de los amores con Ares. Artemis es totalmente distinta. No solo es virgen y casta sino que castiga a todos aquellos que se atreven a mirarla o a quienes no respetan los perímetros sagrados por ella impuestos. Artemis nació antes que Apolo y ayudó a su madre (la titánide Leto) a que diera a luz a su gemelo. Por eso desde ese momento es la matrona protectora de las mujeres que se adentran en el trabajo del parto. 

A Artemis se la representa como una cazadora provista de flechas y arco corriendo por los bosques y los montes. Se baña en las fuentes de agua clara y es despiadada tanto con hombres arrogantes como con mujeres que ceden a la tentación del amor. Ella representa el ideal de libertad y de independencia absolutas. Este aguerrido carácter se forjó desde el momento de su mismo nacimiento, ya que su madre, Leto, fue objeto de persecución por parte de Hera, diosa del hogar, del matrimonio y esposa de Zeus. Por eso, tanto Artemis como Apolo fueron grandes defensores de su progenitora ayudándola en múltiples avatares.

Artemis e Hipólito  

Hipólito era hijo de Hipólita, la reina de las amazonas, la tribu de las mujeres guerreras de la antigua Grecia y del héroe Teseo, el mismo que, con la ayuda del hilo de Ariadna, dio muerte a Asterión, el minotauro encerrado en el laberinto de Creta. Gran amante de la caza, era un fiel devoto de Artemis y, a la par, detestaba a Afrodita por tener un carácter contrario a la diosa virgen.  

Enfadada por tal elección y para castigarle por lo que consideraba una afrenta, la diosa del amor propicia que Fedra, esposa del padre del muchacho, se enamore locamente de él. Sin embargo, el casto Hipólito la rechaza cuando esta va a ofrecerse y la madrastra, a continuación y para salvar su honor, se suicida. Sin embargo, la nodriza de Fedra, movida por el dolor, culpa a Hipólito de su muerte aduciendo que la madrastra se quitó la vida por no poder superar el trauma de una violación por parte de Hipólito. 

Furioso (y engañado) Teseo por lo que había ocurrido, pide a Poseidón castigo para Hipólito. Y se lleva a cabo de la peor manera posible ya que es arrastrado por sus propios caballos. Conmovida Artemis por la injusticia cometida contra el joven, pide a su vez a Asclepio, dios de la medicina, que lo resucite y que le entregue el alma de su protegido. Así lo hace Asclepio e Hipólito es transportado por la propia diosa hacia el templo de Araccia (cerca de Roma) donde vive como compañero inmortal de la diosa.

Artemis y Acteón, convertido en ciervo por espiar a la diosa cuando se bañaba  

Era Acteón un apuesto cazador que se jactaba de su manejo con el arco y las flechas. Era protegido del centauro Quirón, el sabio híbrido (mitad hombre mitad caballo) patrono de los médicos. Acteón se rodeaba de una jauría de cincuenta sabuesos. Un buen día que Artemis se bañaba en una fuente rodeada de hermosas ninfas, Acteón se dedicó a espiarlas. Al pronto, la diosa se da cuenta de la intromisión y, llevada por la furia y el carácter vengativo con el que se caracterizaba, lo castigó. ¿Cómo? 

Según nos cuenta Ovidio en sus Metamorfosis (s. I) lo convirtió en un venado e hizo que sus propios perros lo persiguieran hasta darle muerte y despedazarlo por completo. Enterado el sabio Quirón de lo que había sucedido con su ahijado, hizo levantar una escultura de Acteón ya convertido en venado rodeado de su jauría presta a la mordedura. La desgraciada aventura del joven Acteón, así, sirve de advertencia a todos aquellos que, llevados por la arrogancia, osan molestar a la diosa virgen y, por extensión, a las mujeres que han hecho de su cuerpo su templo. 

Artemis, Ifigenia y Agamenón 

Agamenón, el rey de Micenas, igual que Acteón, se jactaba de sus habilidades de cazador y un buen día abatió una corza o un ciervo, según otras versiones, en uno de los bosques sagrados de Artemis. El asunto no llegó a mayores hasta que de camino a la guerra de Troya, la diosa hizo que se calmaran los vientos, tanto que vararon todos los barcos que comandaba el rey Agamenón. Así seguirían, perdidos en medio del mar, hasta que no fuera ofrecida en sacrificio Ifigenia, la hermosa hija pequeña del monarca.  

A partir de aquí las fuentes difieren en el desenlace del relato. Algunas, las menos, apuntan a que la inocente niña fue asesinada para calmar la sed de venganza de la diosa. Otras nos dicen que, en el último momento, la deidad ofreció una corza, un toro, un pájaro o una vieja en lugar de la doncella llevándose a Ifigenia a uno de sus templos para que le sirviera como sacerdotisa, virgen como ella. Otras fuentes apuntan a que, justo cuando se iba a realizar el sacrificio aparece o un toro o un pájaro o una vieja o una corza y que los sacerdotes interpretan esta presencia como la voluntad de la diosa. Como quiera que se desarrolle el final de este mito clásico, una vez más asistimos a la cólera de Artemis quien no duda en cobrarse en sangre (esta vez inocente) cualquier afrenta. 

Sentido simbólico de la diosa Artemis de la mitología griega 

La visión patriarcal del primer psicoanálisis no trató muy bien la figura de Artemis arrogándole todos los atributos negativos de la madre castradora, la que no permite el crecimiento espiritual de sus vástagos. Se centraron en su personalidad vengativa y no quisieron ver el ideal independiente que la diosa representa.  

Artemis simbolizaría, a los ojos de ciertos analistas, el aspecto celoso, dominador y castrador de la madre. Con Afrodita, su opuesta, constituiría el retrato integral de la mujer, tan profundamente dividida en ella misma, mientras no ha reducido las tensiones nacidas de este doble aspecto de su naturaleza. Las fieras que acompañan a Artemisa en sus correrías son los instintos inseparables del ser humano, que importa domar para llegar a esa ciudad de los justos que gustaba, según Homero, a la diosa.  

Jean Chevalier: Diccionario de símbolos  

Sin embargo, una visión más amplia de la simbología de la diosa Artemis de la mitología griega nos muestra un ideal que se aleja de los instintos y que no renuncia a los dones de la naturaleza. Su espíritu indomable va más allá de su afán de libertad y de independencia. Se erige en protectora del mundo femenino, de la fortaleza de quien da vida, del ideal de justicia de quien respeta lo sagrado que hay en el otro. Por eso, no duda en recompensar a Hipólito (hijo de una amazona recordemos) con la inmortalidad y en despedazar a Acteón. Y por último, apuntamos que en sus templos se ofrecían sacrificios de bestias salvajes y sus fiestas se celebraban con niñas y jóvenes bailando con disfraces de osos.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla  

 

Cronos o Crono, junto con Atlas (condenado a soportar el peso del mundo) es el titán más conocido de la mitología griega. Hijo de Urano (el cielo) y de Gea (la tierra) era el menor de los seis hermanos varones. Tuvo también seis hermanas denominadas titánides. En el principio de los tiempos paganos, cuando la civilización aún no se había asentando, dos fuerzas de la naturaleza representadas en Urano (el cielo) y Gea (la tierra) se unen para crear una raza de gigantes que protegen o son parte del mundo. Además, la pareja divina, de sus semillas, crea elementos de la naturaleza acrecentando el poder físico del universo. Ellos son la primera generación de dioses de los mitos griegos. Y con su reinado acabaría abruptamente su hijo menor: Cronos o Crono. 

Crono o Cronos, el titán de la segunda generación de dioses clásicos  

Es el más joven de los titanes griegos. Y pone fin al reinado de su padre cortándole los testículos e impidiendo así que cree más elementos de la naturaleza. El rey destronado lanza una maldición que se convierte en predicción. Cronos, el rebelde, el que usurpa, el feroz, será a su vez apartado por uno de sus hijos. Así que el titán, ni corto ni perezoso, unido ya a su hermana Rea, la tierra (entendida en el sentido agrario y de alimento), va devorando uno a uno a todos sus hijos. Obliga, además, a su esposa, a que sirva cada uno de los recién nacidos en un banquete. Todo este holocausto caníbal termina cuando Rea desobedece. Embarazada, huye a la isla de Creta y allí da a luz a Zeus. Y de cena coloca a Cronos una piedra que este devora creyendo que es su último hijo. 

En Creta, Zeus crece y acrecienta su poder divino. Un buen día, administra a su padre una droga que le hace vomitar a sus hijos engullidos. Son Hestia, Poseidón, Hades, Deméter y Hera. Junto a Zeus, tal como nos narra Hesiodo (siglo VIII a.C) en su Titanomaquia emprende una guerra, la de los dioses del Olimpo abanderados por Zeus y los titanes. Logran encadenar a Cronos, lo mutilan también castrándolo y es enviado al exilio sin poder alguno. Comienza así la tercera generación de los dioses griegos. Esta avanza a la par de la civilización al robar Prometeo el fuego del Olimpo y entregarlo a los miembros de la raza humana. 

Sentido simbólico del titán Cronos de la mitología griega a la luz del inconsciente y los arquetipos  

Se ha estudiado la interpretación simbólica de Cronos a la luz del psicoanálisis freudiano. Así, la primera generación de dioses (la de Urano y Gea) representa lo básico material, el mundo físico en toda su ebullición de lo creado. La segunda generación, la de los titanes comandada por Cronos, da un paso más allá. Ellos son los instintos, el afán de poder, el ansia por perpetuarse, la fuerza bruta, el inconsciente desbocado y la violencia extrema representada en ese comerse a los hijos sin reflexión alguna.  

Esta llegará a su fin tras la victoria de los dioses del Olimpo. Nace así la tercera generación, la de Zeus y sus hermanos regurgitados. Entre ellos y con mortales engendran a más dioses, héroes, ninfas o divinidades. Este nuevo estadio convive con la grandeza de la civilización humana, con el fuego de la razón, con la pujanza de la inteligencia, con las ciudades donde nacen los primeros filósofos e, incluso, con las tácticas de guerra o de conquista. 

Crono o Cronos y el dios del tiempo  

A menudo se confunde a este titán de la mitología griega con Khronos, el tiempo, llegando a ser incluso su personificación, aunque en un principio eran dos entidades diferenciadas. A decir verdad, tal como han puesto de manifiesto diversos investigadores (Robert Graves o Paul Diel), el titán Cronos participa, también, de la esencia del tiempo. Engendra y a la vez devora. Destruye lo creado. Es un rebelde que mutila y cae por la misma acción que le lleva al trono: castrado por su hijo como él castró a su padre.  

Simboliza el hambre devoradora de la vida, el deseo insaciable. Y sobre todo, con él comienza el sentimiento de la duración, y más específicamente el sentimiento de una duración que transcurre entre la excitación y su satisfacción.

Paul Diel: El simbolismo en la mitología griega  

A pesar de que en las tradiciones posteriores y en la romana (ya convertido en Saturno) Cronos se libera de las cadenas y se redime, su símbolo siempre es el de una entidad divina que no es capaz de evolucionar o adaptarse. Él es la representación de la pulsión de los instintos. Rechaza el cambio y, por tanto, la sucesión de sus hijos. Por eso los devora. Es el que se agarra a lo viejo y lucha para que no haya cambio ni recambio.  Por eso, Cronos o Saturno romano es una figura favorita en el arte cuando se pretende representar épocas decadentes e incapaces de abrirse a la transformación y a los avances espirituales o de la técnica. En este sentido hay que leer, por poner un solo caso, la terrible obra Saturno devorando a sus hijos de Francisco de Goya (1746-1828). 

Es la imagen misma del conservadurismo ciego y obstinado… Es la contradicción del tiempo, una parada en la evolución ineluctable, una parada de muerte. Cronos es el jefe consumado de esta perfección estancada.  

Jean Chevalier: Diccionario de símbolos 

Y, por último, Cronos también se ha asemejado a una edad de oro en la que la raza humana vivía en una especie de utopía sin preocuparse por el sustento o por el trabajo. Eso sí, como el inmovilismo que representa, tampoco se produce, bajo su reinado, ningún tipo de evolución ya sea material, artística o espiritual.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

09 Junio, 2023

Los titanes griegos

 

En el principio de los tiempos paganos, cuando las cosas del mundo y de la civilización aún no estaban hechas, Urano (dios de los cielos) y Gea (diosa de la tierra) se unieron para crear la primera generación de titanes griegos. También engendraron hijas denominadas titánides. Además, por ellos mismos y sin intervención de terceros, crearon buena parte de la naturaleza poniendo, también, las bases para el desarrollo humano primitivo. Urano y Gea son la primera generación de dioses de la mitología griega. Los titanes griegos, enfrentados a sus padres, son la segunda generación, la llamada de la edad de oro. Habría una tercera, la encabezada por Zeus (hijo del titán Crono y de la titánide Rea) y los dioses del Olimpo. 

¿Quiénes eran los titanes griegos?  

Urano y Gea tuvieron a seis hijos, en principio, inmortales y gigantes. Estos eran:  

1.- Océano, las aguas que circundaban el mundo.

2.- Ceo, la inteligencia. 

3.- Crío, protector de la ganadería. 

4.- Hiperión, padre de las estrellas. 

5.- Jápeto, padre de Prometeo y el ancestro de todos los miembros de la raza humana. 

6.- Crono o Cronos, el menor y el más conocido ya que usurpó el trono a su padre y, además, se enfrascó en una guerra terrible con los habitantes del Olimpo. La perdió y dio entrada a la tercera generación de dioses con Zeus a la cabeza.

Las titánides también fueron seis:  

1.- Mnemósine, la memoria y madre, junto con Zeus, de las nueve musas griegas.

2.- Rea, esposa de Crono y reina, se asocia a la tierra y la fertilidad. 

3.- Temis, protectora de la ley. 

4.- Febe, esposa de Ceo. 

5.- Tetis, protectora del mar junto con Océano, su hermano. 

6.- Tea, titánide de la luz unida a Hiperión. 

La unión de estos hermanos engendraron los espíritus y otras divinidades del panteón griego: las ninfas, Deméter, diosa de la agricultura e, incluso a Zeus que es hijo de Crono y y Rea. También hay una segunda generación de titanes entre los que se encuentran Hécate, Selene (la luna), Prometeo, Circe o Atlas, condenado a sostener la tierra sobre sus hombros.  El ritmo de nacimientos de dioses griegos no acaba aquí, ya que, una vez que los habitantes del Olimpo ganan la guerra, estos se unen entre sí e, incluso, con mortales para engendrar héroes, princesas o nuevos dioses. También, en algún caso, como Atenea, la diosa de la sabiduría, los nacimientos tienen lugar sin intervención femenina. Así, la diosa, protectora de las artes de la civilización, nace directamente de la cabeza de Zeus, su padre, con la ayuda del hacha doble de Hefesto.  

En el aspecto anímico, los titanes muestran un espíritu rebelde, destructivo, irracional y brutal. Ellos dominan la fase primordial de la tierra cuando la civilización aún no había despegado. Tienen tendencia a dominar, a imponerse por la fuerza, a no negociar y al despotismo. Son crueles (incluso con los suyos). Ansían el poder sin más razón. 

La Teogonía de Hesíodo del siglo VIII a.C.

Los inicios de los tiempos paganos se narran en Teogonía de Hesíodo (s. VIII a.C). Allí se describen los combates y las sucesivas luchas de poder. En el principio eran Urano (el cielo) y Gea (la tierra). Ellos engendran las cosas del mundo y a sus doce hijos. En un momento dado, los titanes y titánides se se alían con los cíclopes (gigantes brutales de un solo ojo), con los gigantes y con los hecatonquiros (gigantes dotados de cien manos y cincuenta pies) para usurpar el trono de Urano y Gea. Crono o Cronos (el Saturno romano), el menor, castra a su padre para que no siga procreando con su semilla y usurpa el trono divino. Comienza así, la segunda era de los dioses.

Urano, cuando se ve castrado, predice que Crono o Cronos será destronado por sus hijos. Así que el titán, para que no se cumpliera la profecía, ni corto ni perezoso, decide comerse a todos los hijos que va naciendo de su matrimonio con Rea, su hermana y diosa de la tierra. Sin embargo, Rea, embarazada de Zeus, decide huir a Creta y allí da a luz a Zeus, dios del rayo, rey del Olimpo y el que representa un nuevo estado de conciencia. Este, ya de adulto, junto con otros dioses (Apolo, Plutón, Atenea y Hera), se enfrenta a su padre, el titán Crono o Cronos. La lucha entre titanes y dioses fue narrada en la Titanomaquia. Ganan los dioses condenando al exilio a los titanes. Y, además, representa una nueva era para la humanidad ya que, conviviendo con los dioses del Olimpo, se desarrolla la civilización clásica.  A partir de la victoria de Zeus comienza la tercera era y los dioses conviven con la raza humana procreando incluso con mortales, princesas o ninfas.

El simbolismo de los titanes griegos 

Estas luchas de los titanes contra los espíritus primordiales Urano y Gea, primero, y, posteriormente, contra los dioses del Olimpo han sido estudiadas a la luz del psicoanálisis de Freud. Desde el punto de vista de la narración de los mitos se han encontrado en estos enfrentamientos conductas que son auténticos arquetipos universales. Si bien la obra de Hesíodo nos habla de un drama, de una cruenta guerra entre dioses, cada una de las facciones se entienden como representación de distintos estados evolutivos de la conciencia. En la primera generación, la de Urano y Gea, se va creando lo básico de la naturaleza. En la segunda, la de los titanes abanderado por Crono, nos encontramos la fiereza de los instintos, el afán de perpetuarse a toda costa, la genética bruta sin más razón, el inconsciente oculto y la fuerza elemental para la vida. La tercera generación, la de los dioses de Olimpo, es la que permite la evolución de la civilización gracias al fuego de Prometeo robado a los dioses. Es también la que inculca en la raza humana todo tipo de virtudes y vicios al escaparse estos de la caja de Pandora. Sobre estos cimientos se construye la cultura clásica, la de los dioses paganos a los que se rinde culto, la que ya no se basa únicamente en el pastoreo o la agricultura y busca nuevos modelos de ciudad donde florece la filosofía. Para llegar a ello hay que vencer a los titanes, a los gigantes que devoran hijos y que son incapaces de generar artesanía, arte, arquitectura, caza o tácticas militares. 

Adversarios del espíritu consciente (representado por Zeus), los titanes no simbolizan exclusivamente las fuerzas salvajes de la naturaleza. Luchando contra el espíritu, figuran las fuerzas indómitas del alma, que se oponen a la espiritualización armonizadora. El combate de los titanes con los olímpicos, a las órdenes de Zeus, simboliza el esfuerzo evolutivo de la formación del ser consciente saliendo de la animalidad. 

Paul Diel: El simbolismo en la mitología griega

En el panteón pagano, por tanto, los titanes griegos representan un estado anterior al florecimiento de la cultura clásica, base de la occidental. Crono o Cronos pasa a denominarse Saturno en el Imperio Romano. Su figura devorando a sus hijos, a su progenie, a lo que sale de él y pervivirá cuando desaparezca, ha sido un portentoso símbolo para todo tipo de artistas (Goya sin ir más lejos). Con esta imagen se condena no solo la violencia gratuita o la brutalidad extrema sino también el inmovilismo, la incapacidad para el cambio, para el crecimiento espiritual, para buscar la abundancia en la evolución social y para conducirse bajo los parámetros de la razón consciente. Todo esto representan los titanes griegos. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla 

 

 

 

El gigante Tifón es uno de los protagonistas de los mitos fundacionales griegos. En el principio de los tiempos, Zeus, rey del Olimpo, engendra sin intervención de Hera (su esposa y diosa del hogar, la familia y el matrimonio) a Atenea, la diosa de la sabiduría. Esta nace de la cabeza de su padre únicamente con la ayuda del doble hacha de Hefesto y sin intervención femenina alguna. Enterada Hera de tal alumbramiento (entendido en toda la amplitud semántica del término), entra en cólera llevada por unos terribles celos. Y aquí comienza la historia de la creación de uno de los mayores monstruos de los mitos clásicos: el gigante aberrante Tifón.  

La familia monstruosa de Tifón de la mitología griega  

Hera, movida por la envidia, se deja llevar por la rabia y reta a su esposo Zeus. Pretende crear otra criatura sin su intervención, tal como el dios del rayo había hecho con Atenea. Hera conjura a Gea, la tierra, y la hace aparearse con Tártaro, lo hueco o lo cavernoso. Pervierte, así, la unión, ya que despoja a Gea de toda la grandeza de crear vida de manera generosa al unirla, por medio de la ira, a Tártaro. De esta unión sale Tifón, un gigante que provoca terremotos y tempestades. El asunto no acaba aquí, ya que el monstruo se enfrenta a Zeus con el fin de arrebatarle el trono del Olimpo y ningún dios es capaz de escapar a su extrema violencia. Ayudado por la astuta Atenea, únicamente lo vence Zeus, que, con uno de sus rayos, lo envía al interior cavernoso del monte Etna. 

Esta cruel narración, base de uno de los mitos fundacionales paganos, es una de las más antiguas de la literatura griega. Dejemos hablar a Homero:  

¡Escuchadme dioses todos y diosas todas! ¡Sabed cómo Zeus ensamblador de nubes me ultraja el primero, después de haber encontrado en mí la esposa perfecta! He aquí que ahora ha puesto al mundo, sin mí, a Atenea, la de los ojos garzos, que brilla entre todos los bienaventurados Inmortales… miserable, cerebro retorcido, ¿qué maquinarás aún? ¿Cómo haber osado poner al mundo, tú solo, a Atenea la de los ojos garzos?¿No podía yo parirla? Sin embargo los Inmortales, amos del vasto cielo, me llamaban tu esposa. Cuida que desde ahora no trame para el futuro proyectos que te perjudiquen: desde ahora voy a buscarle medio de tener un hijo que brille entre los Inmortales, y ello sin mancillar tu santo lecho, ni el mío. Yo no frecuentaré tu cama; pero, aun estando lejos de ti, no dejaré de estar con los Inmortales… Expresándose así, golpeó el suelo con su fuerte mano, y la tierra, fuente de vida, se estremeció; viéndolo, estaba feliz en el fondo del corazón, porque creía llegar a sus fines… Pero cuando los meses y los días tocaron a su término y vinieron las horas con el retorno del ciclo del año, ella dio a luz a un ser que no se parecía ni a los dioses ni a los hombres, el espantoso y siniestro Tifón, el azote de los mortales. 

Homero, Himno a Apolo 

¿Cómo era Tifón y cómo se comportaba? 

Tifón era un gigante que podía llegar a alcanzar las estrellas o el este y el oeste solo con sus brazos. De sus ojos salían llamas con las que arrasaba todo aquello que era presa de su ira. Tenía unas enormes alas que, al batirlas, formaba tormentas, huracanes y maremotos. De sus manos se escurrían serpientes monstruosas y tenía a víboras venenosas por piernas. Todo en él era la manifestación de la fiereza y de la violencia extrema. Irracional al máximo, jamás piensa. Se deja llevar por los instintos y a su alrededor solo nace la destrucción o la monstruosidad.  

Tifón y Equidna, padres de todos los monstruos de los mitos griegos 

Cuando fue confinado en las entrañas del monte Etna (un volcán recordemos) por parte de Zeus, Tifón se une a Equidna. Era esta una ninfa de gran belleza con sugestivos ojos negros y un precioso cabello rizado. Sin embargo, como su esposo, tenía serpientes por piernas. Además, Equidna era la manifestación de la lascivia, tanta que incluso se une a uno de sus hijos Ortro, el perro de dos cabezas, para engendrar la esfinge. Además, de la aberrante unión entre Tifón y Equidna nacen, además, buena parte de los monstruos de la mitología griega. 

Porque ellos son, también, los progenitores de Cerbero, el perro de tres cabezas que guarda las puertas del infierno. También engendran al dragón Ladón, que nunca duerme y protege las manzanas de oro que otorgan la inmortalidad del jardín de las Hespérides. Ortro, ya mencionado, era un perro de dos cabezas al que dio muerte Heracles (o Hércules romano). Este héroe también mató a otro de los hermanos: el fiero león de Nemea con cuya piel impenetrable se realizó una coraza y con su cabeza un casco. La Quimera que escupía fuego y la  hidra de Lerna con múltiples cabezas que se duplicaban cuando se cortaba una de ellas completaban el elenco de esta familia monstruosa. 

Significado simbólico de Tifón 

Esta oposición de Tifón, el monstruo nacido de los celos y la venganza de la Tierra, a Atenea, salida del cerebro de Zeus, dios celeste, confirma la interpretación dada: las fuerzas violentas de un instinto pervertido, simbolizadas por Tifón, se desencadenan contra la Sabiduría, que Atenea simboliza. Es el rechazo de la sublimación y el abandono a las pulsiones terrenales. O también puede decirse que la diosa Tierra, mediante sus erupciones volcánicas y sus coladas de lava ardiente como víboras encolerizadas, rivaliza con el dios del Cielo, con su rayo y sus centellas.  

Jean Chevalier: Diccionario de símbolos  

Tifón de la mitología griega, por tanto, es el símbolo perfecto de la perversión y la aberración surgido de los instintos, la ira o la violencia. Mientras Atenea, la inteligente y protectora de todo lo bueno de la civilización, sale de la cabeza, de lo noble, de la razón, Tifón, por el contrario, es producto de los celos y la venganza. Nace de un terremoto, de un choque de fuerzas. Condenado a las entrañas cavernosas de un volcán, se une a Equidna, otro monstruo como él. Y esta peculiar pareja solo podría engendrar más monstruos en una espiral sin fin. Ambos hacen crecer hasta el infinito, por tanto, el inconsciente oscuro, el instinto irracional y la violencia que solo busca la destrucción.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

  

La Iglesia del Salvador de Sevilla es el templo cristiano más grande de la capital andaluza tras la Catedral. Tuvo la categoría de colegial hasta 1852. Fue entonces cuando perdió el coro y se modificó el emplazamiento de su colosal órgano, actualmente situado en la puerta de salida. Es, probablemente, uno de los mayores exponentes del arte Barroco español, aunque tenga elementos del decadente rococó y algunas características de la arquitectura neoclásica, especialmente en las columnas que sustentan la construcción. Dicho esto, el estilo predominante en la Iglesia del Salvador de Sevilla es el Barroco. Y es, además, el extremo, el que da lugar al horror vacui, el que se entretiene en la contorsión, en el movimiento, en la exageración y en el gusto por el dorado. La obra está diseñada para ensalzar la creación divina y generar una emoción espiritual en el espectador. El templo está situado en pleno centro histórico a pocos pasos del Ayuntamiento y del triángulo patrimonio histórico de la humanidad imprescindible que ver en Sevilla: Catedral con su Giralda, Archivo de Indias y Alcázar de los Reyes Cristianos. 

 Iglesia del Salvador de Sevilla 2

Historia de la Iglesia del Salvador de Sevilla 

En el solar donde se encuentra el templo cristiano, con toda probabilidad, hubo una basílica romana. Se puede inferir por los restos arqueológicos que se han encontrado. Estos nos remiten a este tipo de edificio de uso múltiple (judicial, administrativo…) de vital importancia durante el Imperio. Ya en el periodo musulmán sobre ese antiguo edificio se construye la Mezquita Aljama de Ibn Addabás. Eso fue entre el año 829 y el 830. Además del espacio cerrado para el rezo y la oración, destacaba su patio de abluciones con una fuente central provista de agua corriente.  

Fernando III de Castilla (1199-1252), llamado el Santo, conquista Sevilla en 1248 para la causa cristiana. Y sobre la antigua mezquita musulmana manda erigir una iglesia en honor al Divino Salvador del Mundo. Para aprovechar lo ya construido, en un principio, las reformas son sencillas y básicas. Así se cambia la orientación este-oeste de la norte-sur original. El templo comienza a funcionar y se hacen transformaciones indeterminadas a lo largo de los siguientes siglos.  

Llegados a mediados del siglo XVII los distintos añadidos y modificaciones en la construcción hacen que la iglesia sea inviable para el culto. A pesar de que ya Sevilla entraba en un periodo de decadencia (junto con el resto de España), se apuesta por la demolición y por levantar el edificio de nueva planta.  

La construcción de la Iglesia del Salvador de Sevilla  

Entre 1674 y 1679, en tan solo cinco años, se erige una magnífica iglesia de piedra y ladrillo sufragada con limosnas de los fieles. Como se quiso ahorrar en el proyecto, la estructura al completo colapsó la madrugada del 24 de octubre de 1679. Ni que decir tiene que esto supuso un fuerte impacto emocional para todos y cada uno de los habitantes de Sevilla. Sin embargo, muy pronto los fieles se pusieron, de nuevo, en marcha levantando una nueva ronda de financiación. Llegaron, incluso, a recibir donativos de América. Se aprovechan los planos, el proyecto inicial y se compactan los cimientos con los cascotes del derribo. Se realizan nuevas mediciones y se proyectan columnas con mayor capacidad de carga. Estas ya apuntan a los gustos de la emergente arquitectura del Neoclasicismo. La obra se termina y se inaugura en 1712 renunciando (por su alto coste) a las dos torres gemelas que debían coronar la fachada.  

El interior se decora con frescos y con ricos retablos de estilo barroco. El abigarramiento de dorados, profusión de esculturas, movimiento extremo y el horror vacui provocaban en los fieles de entonces y en los visitantes actuales un indudable efecto anímico. Todas esas magníficas obras de arte decoradas profusamente hasta la extenuación y terminadas en láminas de oro son el símbolo de la grandeza divina.  Aún quedaría mucha historia para el templo, ya que durante el reinado de Isabel II, en 1852, pierde el carácter de colegial y se suprime el coro. Además, se cambia el emplazamiento del magnífico órgano que se sitúa justo en la puerta de salida. Con la desamortización, el templo perdió gran parte de su patrimonio mueble y comenzó una imparable decadencia. Fue tanta que existe un informe de 1907 en el que amenaza una nueva ruina. Y todo ello a pesar de que los duques de Montpensier sufragaran los gastos de las vidrieras coloridas que aún lucen en la iglesia. Eso fue en 1870. 

Habría que esperar a 1985 para que fuera declarado Monumento Histórico Artístico de Carácter Nacional con la calificación A. Esto es, solo se puede acometer obras de restauración. Eso sucedió entre 2001 y 2008 con una limpieza y acondicionamiento integral que le devolvió e, incluso, acrecentó su belleza original. 

Iglesia del Salvador de Sevilla 

Retablos de la Iglesia del Salvador de Sevilla  

La construcción es armónica en una sola planta con altas columnas que sostienen una bóveda. El exterior está enlucido y pintado. Los muros aún conservan parte de la pintura barroca original y las vidrieras se encuentran en perfecto estado de conservación. Dicho esto, lo que más llama la atención y lo hace único son los distintos retablos (no solo el del Altar Mayor) realizados en un profuso estilo barroco. Como es característico de esta corriente estilística, sobresale el abigarramiento extremo, el dorado de todos y cada uno de sus elementos, el movimiento de sus partes y la exageración. En ellos participaron los mejores y más reconocidos escultores de la Sevilla del siglo XVII y XVIII. Aunque no están todos los que son, aún así, muy resumidamente tenemos: 

1.- El Altar Mayor, el más grande de Sevilla después del de la Catedral y la bóveda pintada por Juan de Espinel en 1775. El Altar Mayor fue realizado por Cayetano de Acosta entre 1770 y 1779. Impresionan los ángeles lampareros casi a tamaño natural que sobresalen de ambos lados. En el centro nos encontramos una imagen de la Transfiguración de Cristo.

2.- La Capilla Sacramental reconstruida tras el incendio de 1905 siguiendo el original de 1756 de Cayetano de Acosta. El altar está presidido por la magnífica talla de Nuestro Padre de Jesús de la Pasión realizado en 1615 por Juan Martínez Montañez (1568-1649). 

3.- El retablo de Santa Ana enseñando a leer a la Virgen María está realizado en madera policromada por José Montes de Oca (1676-1754). 

4.- Retablo del Cristo del Amor tallado por Juan de Mesa entre 1618 y 1620.

5.- Retablo de la Virgen de las Aguas con una imagen de María sentada con el niño en el regazo. Fue realizado entre 1724 y 1731 por José Maestre. 

6.- Retablo de San Fernando, patrón de Sevilla, está realizado en 1760 y 1767. Su ejecución se realizó antes incluso de ser canonizado en 1760. Es una escultura de madera policromada realizada por el maestro Francisco Pacheco cuyo modelo es el que ha perdurado hasta ahora. 

7.- Retablo del Señor de la Humildad y la Paciencia realizado entre 1732 y 1734 por José Maestre. 

8.- Retablo de las Santas Justina y Rufina, protectoras de Sevilla con la Giralda en el centro. 

9.- La impresionante escultura de San Cristóbal llevando al Niño Jesús a hombros, obra maestra de Juan Martínez Montañés y realizada en 1597. 

10.- La capilla de La Borriquita que sale en procesión cada Domingo de Ramos

Además, justo detrás del Altar Mayor de la Iglesia del Salvador de Sevilla se ha habilitado un pequeño museo con joyas de artesanía, de la bibliofilia o de la orfebrería. Se exponen tejidos bordados, objetos litúrgicos en plata y libros profusamente iluminados. A esta joya del Barroco se accede con la misma entrada de la Catedral o en horario de misa para participar de la liturgia. 

Fotos y texto por Candela Vizcaíno 

 

 

El bucentauro era un animal mitológico recogido por la literatura griega. Era mitad hombre y mitad toro. Sin embargo, al contrario que el minotauro, la parte humana residía en la cabeza y en el torso mientras que, a semejanza de los centauros, tenía el cuerpo de bestia. Por tanto, caminaba a cuatro patas mientras que Asterión, el príncipe encerrado en el laberinto de Creta, se movía erguido como un ser humano. El simbolismo, por tanto, del bucentauro es distinto al de fiero minotauro asesinado por Teseo gracias al hilo de Adriadna.  

El simbolismo de la criatura fabulosa conocida como bucentauro 

Semejante a un centauro (criaturas escurridizas, de pocas entendederas, dadas a la violencia y de espíritu arisco, escurridizos y agresivos), el simbolismo del bucentauro hay que leerlo en clave dual. En ellos residen tanto los instintos del animal como la razón (en la cabeza) que es propia del ser humano. Al tener cuerpo de toro, representa la fogosidad del instinto, la potencia fecundadora. No llegaron a tener tanta acogida en el arte ni en la literatura como otras criaturas híbridas, seguramente por no encarnar ni la pasión ni la velocidad. Su figura es más cercana a la del buey lento (animal calmado, presto al trabajo e, incluso, al sacrificio) que a la del toro, símbolo de la fuerza creadora que hay que canalizar en provecho del espíritu. 

 Canaleto El regreso de Bucentauro

La barca ceremonial veneciana conocida como Bucentauro  

Durante todo el apogeo de Venecia, cuando se llenaba de palacios con las riquezas procedentes del comercio, el Dux, el dirigente máximo, utilizaba una barca ceremonial denominada, precisamente Bucentauro. Y su nombre se explica porque esta galera llevaba en la proa una figura del bucentauro de los mitos clásicos. Esta estaba revestida completamente de paneles de oro y estaba ricamente decorada. Cuando navegaba se decoraba y vestía con suntuosas telas, alfombras y adornos lujosos. Era llevada por dos filas de remeros aunque se asemejaba a las góndolas que aún cruzan los canales.  Y por medio de la prestancia de este majestuoso barco (y la ceremonia anual que se celebraba por todo lo alto) se quería simbolizar la abundancia y la prosperidad que permitía, incluso, el derroche de la Señoría y de las Islas de la Laguna de Venecia

Conscientes de la importancia del mar en ese privilegiado estatus, cada día de la Ascensión de la Virgen (cuarenta días después del Domingo de Resurrección) se celebraba una magnífica fiesta en la que se ponía a navegar esta grandiosa embarcación. A bordo iba el Dux que remataba la ceremonia, en los alrededores del Lido, lanzando al mar un anillo de oro (símbolo de unión y alianza) y realizando votos como si de una boda se tratara.  

Nosotros, te desposamos, Mar, y he aquí la prenda de nuestro verdadero y perpetuo señorío.

Esta ceremonia, que continuaba con grandes fastos, comilonas, bailes y, por supuesto, la embriaguez de la bebida acabó en 1797. Napoleón conquistó y destruyó la Serenísima. Hundió la galera Bucentauro en la laguna para que no se recordara el pasado esplendoroso y para que no sirviera como símbolo de lo que un día fue una nación rica, exquisita y sofisticada. 

Hubo otros barcos de nombre Bucentauro en la historia. Sin embargo, esos ya no tenían el simbolismo de poder que representaban tanto la nave veneciana como el animal fabuloso de la mitología griega.  Hoy, como el resto de las criaturas híbridas de los mitos clásicos, sobrevive en los cómics y videojuegos. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla

 

Nacido en Creta en 1541, Doménikos Theotokópoulos, tras pasar diez años en Italia estudiando a los grandes artistas del Renacimiento italiano, recala en suelo español. Muere en Toledo en 1614, ciudad donde desarrolla su mejor obra. Toda esta trayectoria vital se refleja en su estilo que va evolucionando progresivamente. Así, comienza su quehacer artístico pintando tradicionales iconos religiosos siguiendo las características del arte bizantino. Y llega a evolucionar en su obra última hacia el arte barroco. Entre medias, nos encontramos un estilo muy personal que, aunque encasillado dentro del manierismo, incluso, llegó a ser del agrado de las vanguardias históricas de principios del siglo XX. Fueron estos artistas los que reconocieron en las mejores obras de El Greco un quehacer tremendamente personal que lo acercaba, incluso, al expresionismo. En sus pinturas, además, se mezcla una genuina visión religiosa entroncando con la mística, con un uso libre de los colores y un alejamiento de la sobriedad clásica. Ya en suelo español, sus obras se insertan dentro de las características del manierismo. Por tanto, en las de esta etapa ya no queda nada ni de la mesura renacentista ni de los moldes encorsetados del arte de los iconos. 

Magdalena penitente

Características del manierismo en la obra de El Greco  

Dicho esto, hay que buscar este movimiento no en la producción de sus etapas en Creta o, incluso, en Italia estudiando a los grandes. El Greco es manierista en Toledo donde crea lo mejor de su producción. Y, además, lo es no en sus retratos (como El caballero de la mano en el pecho), que aún siguen la elegancia, sobriedad y contención que son características de la pintura renacentista. El manierismo se manifiesta en El Greco en sus obras religiosas, las mejores, las más conocidas y las más personales. Es aquí donde despliega todo su estilo. No en vano manierismo proviene de la palabra italiana "maniera", entendida como forma individual y libre de interpretar el arte. El manierismo se aleja de las normas clásicas para ir adentrándose, poco a poco, en el caos como forma de plasmar la realidad que es una de las características del Barroco. El Greco es, en definitiva, uno de los artistas más representativos del manierismo. 

 El Greco: Apocalipsis de San Juan

El Greco y el manierismo 

Muy resumidamente tenemos de forma esquemática, lo siguiente: 

1.- El manierismo abandona no solo los formatos sobrios, ordenados y elegantes del Renacimiento sino también los temas. El mundo pagano que había hecho las delicias de los artistas y escritores del siglo XV y primeras décadas del siglo XVI se aparcan paulatinamente por los de corte sagrado cristiano. No podemos olvidar que nos encontramos en plena Contrarreforma en un contexto de crisis económica, política y moral. El espíritu positivo de las décadas anteriores se va olvidando y la población (con sus creadores dentro) va resbalándose por la decadencia, el pesimismo y el conformismo. El Greco no llega al drama del Barroco, al memento mori, al sic transit gloria mundi de las décadas posteriores, pero sí pone énfasis en el pathos, en una profunda espiritualidad y en los aspectos más sombríos de los pasajes bíblicos. 

2.- Su visión es siempre interior. Sus santos, sus magdalenas, sus pasajes de la pasión de Cristo se centran en la emoción, en la profundidad del dolor o de los sentimientos. Y eso se refleja en el exterior. Se abandona cualquier contención clásica para poner énfasis en la expresión emocional personal. Y es precisamente esta característica, que no acordaba con el sentir mayoritario de su época, la que lo encumbra en el siglo XX. Es un pintor a su “manera” y, por tanto, con un estilo libre. Por eso, su obra fue rehabilitada por las vanguardias. 

3.- Los colores usados ya no son los correspondientes con los de naturaleza. Hay un gusto por los tonos exagerados y, además, en las obras de El Greco, la carnalidad se refleja de un modo original en extremo.  

4.- Las formas alargadas de sus figuras es una característica única y especial del artista. Por ellas se reconoce su mano. Es su peculiar “maniera” de realizar arte. En este sentido, se ha llegado a apuntar por parte de la crítica que el pintor sufría de alguna dolencia en la vista.  

5.- La naturaleza adquiere carta de naturaleza por primera vez en la historia del arte. Habría que esperar a la pintura del Romanticismo para que tuviera el protagonismo del que hace gala en estas obras. Con anterioridad, el espacio natural o arquitectónico era un mero decorado a la narración principal. Sin embargo, y buen ejemplo de esto es Vistas de Toledo, ahora la naturaleza significa, dialoga e informa. Hay un gusto por las tormentas, por las grutas donde se refugian los santos y por emplazamientos salvajes. Todo ello hay que situarlo en el contexto, ya que estos elementos aportan información al sentido semántico último y al simbolismo de las obras.  

El Greco El entierro del Conde Orgaz

6.- El horror vacui hace su aparición con el manierismo y las obras de El Greco no son ajenas a esta tendencia. El espacio que, con anterioridad, se queda vacío (en negro), ahora comienza a rellenarse con figuras de todo tipo. Un claro ejemplo de ello es El entierro del Conde de Orgaz que, en el contrato de encargo, se indicaba que el cielo debía ser “de gloria”. El artista, sin embargo, interpreta esta indicación de una forma personal, a su "manera", y completa ese cielo con una escena del juicio final de don Gonzalo, protagonista de la obra, que se rodea de la Virgen (y, por supuesto, Cristo en majestad) y toda una suerte de angelotes.  

El manierismo en El Greco, por tanto, es una evolución natural desde los preceptos encorsetados de la creación de iconos en el que se formó en su Creta natal hacia la exuberancia del estilo barroco. No llega al movimiento extremo, al caos, a lo monstruoso y grotesco que define este modelo estilístico. Sin embargo, camina hacia los elementos más dramáticos, hacia lo sensorial, hacia lo emocional y la exageración del estilo barroco. Y, por otro lado, se aparta de la contención clásica del Renacimiento tanto en la forma (ya que olvida el orden y las reglas de obligado cumplimiento) como en los temas. En este sentido, queda aparcado el gusto por los héroes, personajes y aventuras de los mitos clásicos y las obras se vuelven eminentemente religiosas. Los retratos de serios caballeros ataviados con sobriedad son la única excepción a esta norma.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

 

El Manierismo fue un movimiento artístico que surgió a finales del siglo XVI por agotamiento estilístico del Renacimiento. Camina hacia las características del Barroco aunque puede considerarse que tiene entidad propia. Fue de capital importancia en literatura ya que los tres grandes de las letras europeas pueden encuadrarse en el primer movimiento. Hablamos de nombres de la talla de Miguel de Cervantes (1547-1616), algunas obras de William Shakespeare (1564-1616) y el poeta portugués Luis Vaz de Camôes (1524-1580), autor de Las Luisiadas. Resumiendo y reduciendo mucho, Manierismo y Barroco van de la mano y se contraponen a los postulados renacentistas. 

Mínima aproximación histórica para entender el Manierismo y Barroco 

Si el siglo XV y la primera mitad del XVI fue una época de espíritu positivo, de crecimiento y de creencia en las posibilidades de la raza humana, a finales de la centuria comienza a instalarse crisis de todo tipo. Y con ellas irían llegando paulatinamente el pesimismo e, incluso, la resignación. En el Renacimiento se afianzan las lenguas vernáculas apoyadas por el avance imparable de la imprenta. Se dan a conocer los textos antiguos en ediciones filológicamente impecables (como las de Aldo Manuzio) combinando los fragmentos conservados a través de los libros medievales. En esas páginas se desplegaban mundos de dioses paganos, de héroes brillantes y de humanos con una cosmovisión desvinculada del cristianismo. A ello se unen avances de todo tipo, desde el descubrimiento de nuevas tierras a ojos europeos (América) hasta innovaciones en el ámbito de la ingeniería que hacen más fáciles y llevadera la existencia. Se retoma la vida urbana y se inauguran universidades en las principales capitales europeas. 

Todo este crecimiento, y el espíritu positivo que lleva aparejado, se da de bruces a finales del siglo XVI. Es la época de la Contrarreforma y de la acumulación de poder del Vaticano. Las guerras de religión ya habían mermado la capacidad económica de una población progresivamente empobrecida. Los artistas, escritores e intelectuales van paulatinamente abandonado el idealismo para poner el foco en otros modelos vitales. Aparecen los místicos y también los fracasados. Se olvidan los reyes gloriosos y se mira hacia el marginado. Y para afianzar aún más la decadencia, todo ese progreso del Renacimiento, salta por los aires con la peste del año 1522 y con el Saco de Roma en 1527.

Características comunes del Manierismo y del Barroco  

Aunque hay críticos que señalan que el Manierismo es el primer estadio del Barroco, los investigadores contemporáneos le dan carta de naturaleza propia a cada movimiento. En líneas generales ambos estilos tienen lo siguiente en común: 

1.- Se abandonan los temas y modelos paganos en una búsqueda de los asuntos religiosos cristianos. 

2.- Esto va unido a una pérdida de confianza en la raza humana. El hombre, de nuevo, deja de ser el centro del universo. Ya no hay confianza en sus posibilidades. Se renuncia a la búsqueda de la felicidad para volcarse en ser merecedor de la gracia divina. Y conforme nos adentramos en el siglo XVII el pesimismo se hace tan fuerte que ya solo hay esperanza en un más allá tras la muerte. El ambiente es, especialmente en España, de absoluta resignación. 

3.- Los goces de la vida, por tanto, que se habían antepuesto en el Renacimiento, quedan aparcados. El consuelo solo se encuentra en la religión (un buen ejemplo de ello son las últimas obras de El Greco, las de su etapa toledana).  Por tanto, la actividad artística (en lo correspondiente a la pintura y la escultura) queda circunscrita a lo sacro. El incipiente espíritu cívico e, incluso, laico (aunque con sus matices) de la época anterior queda olvidado en una búsqueda de una liberación que solo se encuentra en la religión. 

4.- La libertad, por tanto, únicamente puede ser interior. De hecho manierismo proviene de la palabra italiana “maniera” que no es más que el estilo individual de cada uno de los creadores. Esa independencia, que se hace personal, propicia el avance de la mística (cuyos mejores nombres pertenecen a la literatura española, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz) y las visiones más escabrosas de la vida de los santos. 

5.- Las virtudes morales de la vida cotidiana quedan empequeñecidas ante una visión dramática de la existencia. Esta es una de las principales características del Barroco que irán afianzándose conforme avance el siglo XVII. 

6.- La sobriedad clásica, la elegancia y el estatismo se va perdiendo en favor del movimiento, de la línea curva, del desorden e, incluso, del caos. El siglo XVII es ya dionisiaco (según la nomenclatura de Nietzsche) y ha perdido la luz de Apolo. Se recurre a la embriaguez de los sentidos, como Los Borrachos de Velázquez

7.- Se pone el foco en personajes marginales (otro ejemplo es la novela picaresca), en perdedores, aunque hayan gobernado el mundo (como El Rey Lear de William Shakespeare) y los soñadores (como Don Quijote) que se convierten en fracasados. No son héroes buscadores que abren mundos posibles (aunque a la postre lo hagan). Esa no es la intención. El objetivo es poner de manifiesto la pequeñez del alma. El ser humano (de creerse grande) se vuelve criatura. 

8.- Hay, por tanto, un olvido del idealismo y una vuelta al realismo más obsceno. Hay un paulatino regodeo en la muerte, en las penas del Apocalipsis, en lo grotesco, en el fracaso existencial, en la inutilidad de cualquier gloria o heroicidad. Andando el siglo, este sentimiento desembocará en el Carpe diem, en el atrapa el momento, no ya como un brindis al hedonismo sino como la última acción desesperada ante un tiempo que se escapa entre sufrimientos. 

9.-  Por primera vez en la historia del arte se busca reflejar lo interior del alma humana en el exterior. Por eso se presta especial atención al drama cuando no a la crueldad extrema. Los personajes aparecen contorsionados, en movimiento olvidando la contención elegante anterior. 

Diferencias entre ambos estilos: Manierismo frente a Barroco 

1.- Una de las características del Manierismo es que aún no acusa el gusto por lo monstruoso, por lo obsceno o por lo grotesco del estilo barroco a pesar de que se desliza hacia el drama, hacia el pathos, hacia el sentimiento tormentoso. 

2.- El Manierismo, a pesar de su pesimismo creciente, aún no ha llegado a la resignación del Barroco. Es a finales del siglo XVII cuando el pesimismo se instala de tal manera en el ánimo de la sociedad europea que únicamente se ponen esperanzas en una vida más allá. En este sentido el Barroco español es la apoteosis de estos sentimientos. Y no es de extrañar que algo así sucediera, ya que fue de tal magnitud la decadencia que desde escritores hasta artistas veían este mundo como un auténtico valle de lágrimas, como un lugar de paso hacia la otra vida donde únicamente podía darse la gracia y la salvación. Las obras de Francisco de Quevedo, por poner otro ejemplo, reflejan perfectamente este estado de ánimo como el conocido  

Miré los muros de la patria mía, 

Si un tiempo fuertes, ya desmoronados 

3.- En pintura comienza el gusto por colores extraños, por combinaciones de tonos extravagantes o por no seguir los dictados de la naturaleza. Paralelamente, se va instalando el horror vacui y no queda ni un solo centímetro sin pintar. Los retratos, incluso, van perdiendo el fondo negro (aún presente en el Manierismo) para representar todo tipo de escenas abigarradas. 

4.- Conforme va avanzando el siglo XVII, el arte se va quedando acotado a las grandes obras de la Iglesia hasta llegar a los fastos palaciegos del último Barroco y del Rococó decadente.  

Y, por último, no podemos olvidar, al menos en literatura, que el Manierismo, al aparcar los moldes en los que hay que reflejarse, puso en escena los más sublimes tipos de la historia. Se dejan atrás los protagonistas prefijados por la tradición. Se olvidan los héroes perfectos repletos de virtudes sobrehumanas (como los de la novelas de caballería) y progresivamente se va reflejando toda la complejidad del alma. Nacen Hamlet y su duda o Don Quijote y Sancho Panza poniendo en evidencia todas las sombras y luces del espíritu. Se pone el foco en los perdedores, en los lisiados (los enanos de la corte de Velázquez). Se mira sin miedo a la fealdad y a los defectos. Todo esto aparece con el Manierismo y se va afianzando con el Barroco, aunque en arte desemboque en fuegos de artificio y rebuscamiento (el gongorismo) que ya nada tiene que ver con ese enfoque de verosimilitud que se buscaba a finales del siglo XVI.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora por la Universidad de Sevilla 

 

image.jpeg Filosofia Historia
 

Mi Último Libro

Cuento infantil
 
el bosque de las respuestas

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios y mostrar a los usuarios publicidad relacionada con sus preferencias mediante el análisis de sus hábitos de navegación. Si se continúa navegando, consideramos que se acepta su uso. Es posible cambiar la configuración u obtener más información aquí

Acepto