Manierismo en El Greco

Manierismo y El Greco

Manierismo y El Greco

Candela Vizcaíno

 

Nacido en Creta en 1541, Doménikos Theotokópoulos, tras pasar diez años en Italia estudiando a los grandes artistas del Renacimiento italiano, recala en suelo español. Muere en Toledo en 1614, ciudad donde desarrolla su mejor obra. Toda esta trayectoria vital se refleja en su estilo que va evolucionando progresivamente. Así, comienza su quehacer artístico pintando tradicionales iconos religiosos siguiendo las características del arte bizantino. Y llega a evolucionar en su obra última hacia el arte barroco. Entre medias, nos encontramos un estilo muy personal que, aunque encasillado dentro del manierismo, incluso, llegó a ser del agrado de las vanguardias históricas de principios del siglo XX. Fueron estos artistas los que reconocieron en las mejores obras de El Greco un quehacer tremendamente personal que lo acercaba, incluso, al expresionismo. En sus pinturas, además, se mezcla una genuina visión religiosa entroncando con la mística, con un uso libre de los colores y un alejamiento de la sobriedad clásica. Ya en suelo español, sus obras se insertan dentro de las características del manierismo. Por tanto, en las de esta etapa ya no queda nada ni de la mesura renacentista ni de los moldes encorsetados del arte de los iconos. 

Magdalena penitente

Características del manierismo en la obra de El Greco  

Dicho esto, hay que buscar este movimiento no en la producción de sus etapas en Creta o, incluso, en Italia estudiando a los grandes. El Greco es manierista en Toledo donde crea lo mejor de su producción. Y, además, lo es no en sus retratos (como El caballero de la mano en el pecho), que aún siguen la elegancia, sobriedad y contención que son características de la pintura renacentista. El manierismo se manifiesta en El Greco en sus obras religiosas, las mejores, las más conocidas y las más personales. Es aquí donde despliega todo su estilo. No en vano manierismo proviene de la palabra italiana "maniera", entendida como forma individual y libre de interpretar el arte. El manierismo se aleja de las normas clásicas para ir adentrándose, poco a poco, en el caos como forma de plasmar la realidad que es una de las características del Barroco. El Greco es, en definitiva, uno de los artistas más representativos del manierismo. 

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El Greco y el manierismo 

Muy resumidamente tenemos de forma esquemática, lo siguiente: 

1.- El manierismo abandona no solo los formatos sobrios, ordenados y elegantes del Renacimiento sino también los temas. El mundo pagano que había hecho las delicias de los artistas y escritores del siglo XV y primeras décadas del siglo XVI se aparcan paulatinamente por los de corte sagrado cristiano. No podemos olvidar que nos encontramos en plena Contrarreforma en un contexto de crisis económica, política y moral. El espíritu positivo de las décadas anteriores se va olvidando y la población (con sus creadores dentro) va resbalándose por la decadencia, el pesimismo y el conformismo. El Greco no llega al drama del Barroco, al memento mori, al sic transit gloria mundi de las décadas posteriores, pero sí pone énfasis en el pathos, en una profunda espiritualidad y en los aspectos más sombríos de los pasajes bíblicos. 

2.- Su visión es siempre interior. Sus santos, sus magdalenas, sus pasajes de la pasión de Cristo se centran en la emoción, en la profundidad del dolor o de los sentimientos. Y eso se refleja en el exterior. Se abandona cualquier contención clásica para poner énfasis en la expresión emocional personal. Y es precisamente esta característica, que no acordaba con el sentir mayoritario de su época, la que lo encumbra en el siglo XX. Es un pintor a su “manera” y, por tanto, con un estilo libre. Por eso, su obra fue rehabilitada por las vanguardias. 

3.- Los colores usados ya no son los correspondientes con los de naturaleza. Hay un gusto por los tonos exagerados y, además, en las obras de El Greco, la carnalidad se refleja de un modo original en extremo.  

4.- Las formas alargadas de sus figuras es una característica única y especial del artista. Por ellas se reconoce su mano. Es su peculiar “maniera” de realizar arte. En este sentido, se ha llegado a apuntar por parte de la crítica que el pintor sufría de alguna dolencia en la vista.  

5.- La naturaleza adquiere carta de naturaleza por primera vez en la historia del arte. Habría que esperar a la pintura del Romanticismo para que tuviera el protagonismo del que hace gala en estas obras. Con anterioridad, el espacio natural o arquitectónico era un mero decorado a la narración principal. Sin embargo, y buen ejemplo de esto es Vistas de Toledo, ahora la naturaleza significa, dialoga e informa. Hay un gusto por las tormentas, por las grutas donde se refugian los santos y por emplazamientos salvajes. Todo ello hay que situarlo en el contexto, ya que estos elementos aportan información al sentido semántico último y al simbolismo de las obras.  

El Greco El entierro del Conde Orgaz

6.- El horror vacui hace su aparición con el manierismo y las obras de El Greco no son ajenas a esta tendencia. El espacio que, con anterioridad, se queda vacío (en negro), ahora comienza a rellenarse con figuras de todo tipo. Un claro ejemplo de ello es El entierro del Conde de Orgaz que, en el contrato de encargo, se indicaba que el cielo debía ser “de gloria”. El artista, sin embargo, interpreta esta indicación de una forma personal, a su "manera", y completa ese cielo con una escena del juicio final de don Gonzalo, protagonista de la obra, que se rodea de la Virgen (y, por supuesto, Cristo en majestad) y toda una suerte de angelotes.  

El manierismo en El Greco, por tanto, es una evolución natural desde los preceptos encorsetados de la creación de iconos en el que se formó en su Creta natal hacia la exuberancia del estilo barroco. No llega al movimiento extremo, al caos, a lo monstruoso y grotesco que define este modelo estilístico. Sin embargo, camina hacia los elementos más dramáticos, hacia lo sensorial, hacia lo emocional y la exageración del estilo barroco. Y, por otro lado, se aparta de la contención clásica del Renacimiento tanto en la forma (ya que olvida el orden y las reglas de obligado cumplimiento) como en los temas. En este sentido, queda aparcado el gusto por los héroes, personajes y aventuras de los mitos clásicos y las obras se vuelven eminentemente religiosas. Los retratos de serios caballeros ataviados con sobriedad son la única excepción a esta norma.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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