La pintora Levina Teerlinc

Levina Teerlinc

Levina Teerlinc

Candela Vizcaíno

 

Nacida en Brujas en 1510 e hija del pintor Simon Benninck, Levina Teerlinc abandona los usos de la miniatura medieval en la que había sido instruida para convertirse en pintora real de una de las cortes más poderosas de la Europa de entonces, la de Enrique VIII. Comencemos por el principio. 

Orígenes y formación artística de Levina Teerlinc

A inicios del siglo XVI se abandonan definitivamente los modelos artísticos vigentes durante toda la Edad Media. Anotemos que, debido a la escasez económica y al aislamiento de los centros culturales, el arte y la literatura quedaron recluidos entre los muros de conventos y monasterios. En estos denominados scriptoria, pacientemente se copiaban los retazos que llegaban de la cultura y literatura griega o romana. Se estudiaba la Biblia y se ahondaba en la vida de los santos. Y únicamente aquellos temas y ejemplares que (por su interés para la salvación eterna del alma) se consideraban de importancia se ilustraban con bellas miniaturas. Estos libros medievales tan especiales (como los beatos hispánicos) estaban embellecidos con ilustraciones a todo color realizadas con materiales nobles como el oro, la plata, el lapislázuli o la chinchilla. A esta tradición pertenecen los pocos nombres de pintoras de la Edad Media que han llegado hasta nosotros, como la monja Ende (ilustradora del Beato de Gerona). Además, para complicar aún más los estudios, a la poca actividad artística se unía la obligación del anonimato como una forma de demostrar humildad ante la gran obra divina. 

A esta tradición, aunque ya estemos en pleno Renacimiento, pertenece Levina Teerlinc. Iniciada en el arte de la miniatura (probablemente con los Libros de Horas demandados por reyes y alta aristocracia), muy pronto evolucionó hacia el retrato. Y fue tal su pericia que su fama traspasó las fronteras de su Bélgica natal para llegar a oídos de la corte de Enrique VIII. Hasta allí se trasladó en 1547, acompañada de su esposo de quien adopta el apellido por el que ha pasado a la posteridad.  

Levina Teerlinc pintora de la corte inglesa de Enrique VIII y sus descendientes 

Aunque el anonimato en las obras seguía en uso, sí se tiene constancia (por un documento) que fue contratada para ser la retratista real. Le ofrecieron cuarenta libras esterlinas, una cantidad importante para la época e importe mayor que el que recibió su antecesor, Hans Holbein el Joven, fallecido en 1543. Esto demuestra la consideración y estima de su trabajo. En Inglaterra, Levina tenía por misión retratar los distintos miembros de la corte, tarea que llevó a cabo de una forma innovadora. 

Y lo es porque sus obras están realizadas sobre tabla utilizando la acuarela y las personas protagonistas de sus cuadros miran de frente de manera serena y con porte elegante. Destaca el detalle de los interiores que son retratados con profusión, el detenimiento en los ropajes y la reproducción de joyas y objetos lujosos. Todo ello lo hace con detenimiento y utilizando colores sólidos y brillantes, tal como se hacía en los libros medievales en los que Levina Teerlinc había sido instruida. Las obras de Levina Teerlinc que han llegado hasta nosotros se aparta de la temática religiosa imperante y en todas ellas hay una narración profana, aristocrática y de exaltación de la corte y la monarquía inglesa. Esto es nuevo en ese cronotopo concreto en la historia del arte. 

 Levina Teerlinc Isabel I y los embajadores holandeses

Isabel I y los embajadores holandeses, la obra más conocida de Levina Teerlinc 

A la muerte de Enrique VIII, la pintora siguió trabajando para los sucesores del monarca a pesar de todos los avatares históricos de esa convulsa época: Eduardo VI, María I e Isabel I. De hecho uno de los cuadros más famosos de la artista es el titulado Isabel I y los embajadores holandeses. La obra está realizada como acto de propaganda de la nueva reina. Isabel es retratada con el cabello rojizo por la que es conocida, de pie y está ataviada con un suntuoso traje bordado que, por las texturas, se nos antoja de terciopelo y/o brocado. Está simbólicamente situada a la derecha (el espacio de la razón y la verdad) y proporcionalmente representada de mayor tamaño que los embajadores que le rinden pleitesía. Estos están de rodillas y son de menor tamaño que la reina, siguiendo así los moldes de la pintura religiosa, aunque ésta no tenga esta temática. En la obra, aparecen distintos personajes de la corte con ropajes sobrios y el decorado se ha reproducido con la misma profusión usada en la miniatura libresca medieval. En este sentido, nada más tenemos que observar el enrejado de las ventanas, el enlosado y el alto trono rojo. 

Aunque ha sido difícil, por no estar firmadas, reconocer la autoría de las obras de Levina Teerlinc, a partir de la década de los ochenta, tras una amplia retrospectiva en el Victoria & Albert Museum de Londres, se realizó una investigación detallada de su opus artístico. Por la técnica y la época en la que trabajó por contrato para la corte inglesa, se ha logrado asignar un amplio número de retratos salidos de su mano. Murió en Londres en 1576. 

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

Levina Teerlinc 2

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