Nació en Sevilla en 1652 y era hija de Pedro Roldán (1624-1699), un reputado escultor requerido por la iglesia para los retablos policromados tan del gusto del Barroco andaluz. Las obras más famosas del padre de La Roldana se encuentran en el impresionante Hospital de la Caridad de Sevilla, en la Catedral hispalense y también en la de Jaén, proyecto en el que participó junto a uno de sus nietos: Julián Roldán Guerrero. Como otras mujeres creadoras de la época (Artemisia Gentileschi, Fede Galizia o Marietta Robusti, hija de El Tintoretto), Luisa Roldán provenía de familia de artistas y se formó en los rudimentos de su estilo en el taller paterno.
Mínima introducción biográfica de Luisa Roldán
A pesar de ese apoyo familiar y que el taller tenía trabajo en Sevilla, se casa (sin la bendición paterna) con tan solo diecinueve años con el también escultor Luis Antonio de Arcos (fallecido en 1702), aunque este era más bien mediocre (al parecer también un mal marido) y nunca llegó a despuntar como nuestra protagonista. La nueva pareja se muda a Cádiz y allí Luisa recibió encargos para la Catedral Vieja. Sabedora de su talento, se muda a la corte, a Madrid, en busca de mayores oportunidades. Sin embargo lo que da comienzo es una vida de auténtica penuria a pesar de los encargos, ya que o bien eran mal pagados o directamente le dejaban a deber las obras. El esposo parece que poco o nada aportaba para remediar la situación familiar con una extensa prole de siete niños nacidos del vientre de La Roldana.
El Barroco español está caracterizado por la decadencia en todos los órdenes imaginables. El reinado de Carlos II (1661-1700) supuso un auténtico desastre para la política exterior e interior de todo el país, extremos que no se solucionaron con la llegada de Felipe V (1683-1746). La pobreza era tal que las despensas estaban vacías incluso en palacio. A todo esto, los tejemanejes de la corte continuaban como si el tesoro real aún estuviera repleto. Y esta situación desastrosa afectó a la economía y al ánimo de Luisa Roldán. Porque La Roldana, a pesar de que fue nombrada, por ambos reyes además, como “escultura de cámara” con un sueldo fijo, llevó una existencia tan precaria que demandaba una y otra vez cantidades adeudadas o alojamiento para ella y sus hijos. El esposo poco aportaba como artista a la economía familiar y, a pesar de que intentó buscarse alguna colocación administrativa, no consiguió ningún puesto.
A pesar de esta precariedad, Luisa Roldán consiguió encargos para las iglesias madrileñas e, incluso, para adornar El Escorial. Todas ellas están catalogadas como imaginería religiosa y están realizadas o en madera o en cerámica policromada. A su muerte, acaecida en Madrid en 1706, sus hijos vendieron lo poco que quedaba en el taller de la madre y también la herencia recibida por el abuelo. Por eso, buena parte de las obras de La Roldana hoy se encuentra desperdigada por medio mundo y forma parte de grandes colecciones de países que, en vida de la artista, ni siquiera existían.
Obras de Luisa Roldán, la escultura conocida como La Roldana
San Joaquín y Santa Ana con la Virgen Niña
Una de las características del arte barroco es el movimiento y el abigarramiento. Aunque estos extremos los podemos observar con mayor claridad en la pintura, también está presente en la escultura. Y precisamente esta talla muestra una escena cotidiana, la de dos abuelos con una niña pequeña. Si bien la escena está situada en el siglo I, las ropas son contemporáneas a la artista. La escena está capturada en ese momento justo en el que los abuelos se pasan la bebé. Ese movimiento, además, está presente en las ropas, en los atuendos y en los accesorios. La narración se completa con dos ángeles tocando instrumentos musicales y los dorados. Es una pieza característica del hacer de La Roldana. Nos encontramos ante un tema sacro que, aunque está narrado desde el punto de vista cotidiano, no pierde su religiosidad. Todo ello está completado siguiendo el exceso tan del gusto del estilo barroco.
La Virgen de la leche
Es una pequeña escultura en forma de azulejo con relieve y policromado hoy en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Sigue los mismos preceptos que hemos visto en la anterior obra de La Roldana. No queda ningún espacio sin esculpir y sin narrar. A la escena principal (María amamantando a Jesús) se une una cohorte de angelotes y unos espesos cortinajes. Los colores vivos destacan en la porcelana así como el uso del dorado.
Virgen de la Estrella de Triana
Fue en 2010 cuando esta conocida talla que procesiona durante el Domingo de Ramos de Sevilla se adjudicó como una de las obras de La Roldana. Esta imagen de una Virgen Dolorosa (amagada en llanto por la muerte en la cruz de Cristo) es una de las más populares de la espectacular Semana Santa hispalense. La Virgen lleva el sobrenombre de “La Valiente” porque sale de su templo de Triana (el Domingo de Ramos recordemos) incluso si amenaza lluvia.
El Descendimiento, una de las obras de La Roldana más conocida
El grupo escultórico es de una espectacular belleza y de una original narración. Fue realizado entre 1700 y 1701 y hoy se custodia en el Metropolitan de Nueva York. Varios discípulos y la Virgen María van a dar sepultura a Cristo crucificado. La narración está realizada con un exquisito movimiento y simetría. Tumbado en el centro se encuentra Jesús y a su alrededor se disponen cuatro personajes en actitud de extremo dolor y sufrimiento. El contrapunto lo ponen las dos figuras de la derecha que sujetan la losa que deberá tapar el cadáver. La escena transmite un sublime dolor a la par que una leal reverencia por parte de los discípulos. Estos están ataviados con ropas coloridas que aportan otro contrapunto al cuerpo lívido y cadavérico del Crucificado. Sin duda alguna es una de las mejores obras de Luisa Roldán.
La artista murió en Madrid casi en la indigencia a pesar de la herencia de su padre y de disfrutar de la condición de “escultora de cámara”. La práctica totalidad de las obras de La Roldana son esculturas de temática religiosa e, incluso, llamada a formar parte de la imaginería de la Semana Santa. Hoy estas piezas están desperdigadas por museos de medio mundo.
Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla