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Catalina de Bolonia, santa patrona de los pintores

Santa Catalina de Bolonia, patrona y protectora de los pintores

Santa Catalina de Bolonia, patrona y protectora de los pintores

Candela Vizcaíno

 

Catalina de Bolonia (1413-1463) es una de las pintoras de la Eda Media (junto con María Ormani y Properzia de’ Rossi) a caballo entre el Medievo y el arte del Renacimiento. Nacida en Bolonia, fue hija de un jurista de prestigio que le ofreció, desde la más tierna infancia, la más exquisita educación disponible en la época.  

Infancia y educación de Santa Catalina de Bolonia  

Con nueve años, se traslada a la rica corte de Ferrara donde su padre entró al servicio del duque Nicolás III de Este, un protector de artistas y generoso mecenas. Encontramos a la pequeña Catalina, con tan solo diez años, como una de las damas de la corte, al servicio de Margarita, la hija del duque. Y, como todo el séquito, es instruida en artes diversas por los mejores maestros: música, poesía, pintura, danza, caligrafía, latín… Sin embargo, este mundo cortesano y rico saltó por los aires al morir su padre y quedarse prácticamente desamparada. Catalina tenía catorce años. Regresa de nuevo a Bolonia y allí entra en la comunidad religiosa fundada por la noble Lucía Mascheroni. Allí prosigue sus estudios, ahora centrados en los asuntos religiosos. Con tan solo diecinueve años, como tantas jóvenes huérfanas e instruidas de la época, se decide por la clausura entrando en el convento de las clarisas de la ciudad de Ferrara donde fue feliz de niña.  

De vuelta a Ferrara, su quehacer artístico comenzó a llegar a oídos de los nobles italianos que demandaban sus obras. Esto propició un enriquecimiento del convento y, con esas plusvalías, Catalina fundo otro en Bolonia. Eso fue en 1456. Se traslada, una vez más, a su ciudad de nacimiento convirtiéndose en la abadesa de ese nuevo centro religioso. Fue allí donde evolucionó desde la miniatura eminentemente medieval hacia la pintura de cuadros siguiendo los gustos renacentistas de los nobles italianos. Llegados a este punto hay que recordar que durante, toda la Edad Media, el arte plástico estaba centrado en la ilustración de libros. El modelo económico de la época daba para pocos dispendios y solo se podían permitir gastos algunas comunidades, las misma que levantaron la sencilla arquitectura románica. Mención aparte fue la labor de los scriptoria de los monasterios.  

La miniatura en la Edad Media, una aclaración  

Es en estos espacios donde se desarrollaban los artistas de la época iluminando los libros medievales especialmente escogidos por su importancia y que se guardaban celosamente en las bibliotecas. Las obras más importantes para la salvación del alma (la Biblia, la vida de los santos o los maravilloso beatos) se copiaban con una caligrafía primorosa. Y, si el monasterio y el convento disponía de algún miembro con talento artístico y, además, de superávit económico, se iluminaban con materiales nobles como la plata, el oro o el lapislázuli. Es en este emplazamiento donde encontramos el devenir artístico de Catalina de Bolonia.  

Santa Catalina de Bolonia y su trabajo artístico y literario  

Sin embargo, el quehacer de quien acabaría siendo santa no solo se circunscribía a la miniatura sino que también se adentró en la incipiente pintura sobre tabla. Esta, a igual que los frescos, era demandada por la rica nobleza italiana que invertían sus beneficios financieros en grandes empresas artísticas. Además, ya asentada en el nuevo convento de Bolonia bautizado con el nombre de Corpus Domini, Catalina se dedicó al estudio, a la escritura y a la investigación. Redactó textos educativos para su congregación en el latín que había aprendido en la corte de Ferrara cuando, siendo niña, era dama de honor. Escribió, además, un relato de la Pasión de Cristo en cinco mil versos en latín y un breviario bilingüe. 

Muerte, santificación e importancia para la historia del arte 

En este convento le llegó la muerte el 9 de marzo de 1463, con cincuenta años. Al parecer, fue sepultada en la tierra y, dieciocho días más tarde, por razones que se desconocen, fue exhumada. Es en ese momento cuando la congregación constata que el cuerpo está incorrupto. Por tanto, la fama de mujer sabia y de santa que tuvo en vida se acrecentó tras su muerte. Fue canonizada el 22 de mayo de 1712 por Clemente XI, tras un farragoso proceso en el que tanto los conventos de Ferrara como el de Bolonia se arrogaban el mérito de haber cobijado a la santa. A partir de entonces es considerada la santa patrona de los pintores, cuya efeméride se celebra cada 9 de marzo, aniversario de su fallecimiento.  

Por supuesto, toda la obra de Catalina de Bolonia es de temática religiosa. Son especialmente famosos los cuadros de Santa Úrsula en el que la artista se retrata junto a sus compañeras del convento de las clarisas y Virgen con Niño Jesús y Fruta que encabeza este texto. La obra, a pesar de responder a los cánones clásicos, en los que siempre se apelan a los símbolos y alegorías, está realizada con una visión dulcificada de la maternidad.  Esto le otorga sencillez, humanidad y humildad. Logra dar movimiento con el gesto de la Virgen ofreciendo la fruta a Jesús y este, a su vez, se nos presenta en toda su grandeza humana al agarrarse a la toca de la Virgen, cuyas transparencias se han realizado con notable acierto.  

A pesar de que son pocos los nombres de mujeres pintoras de la época que nos han llegado, el de Catalina de Bolina es uno de los imprescindibles, junto con Herrada de Landsberg, la monja Ende (que llegó a firmar uno de los libros medievales más hermosos, el Beato de Gerona), Maria Ormani y la escultura Properzia d´Rossi. Con el Renacimiento y abandonada ese afán de santidad a través de la obra anónima que caracterizó la Edad Media, llegarían otras notables artistas de la que daré debida cuenta en el futuro más inmediato.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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