Características del arte del Romanticismo

Características del arte del Romanticismo

Características del arte del Romanticismo

Candela Vizcaíno

 

Una de las características del arte del Romanticismo radica que, por primera vez en la historia, los artistas necesitan posicionarse no ya en el plano social, económico o político sino con respecto a la misma historia del arte. Aunque el movimiento data de finales del siglo XVIII, se extiende hasta mediados del siglo XIX. Aparece primero en Alemania e Inglaterra y se va extendiendo al resto de países europeos y americanos. Y, además, en todo este periodo hay un choque entre las ideas novedosas (románticas) y el Neoclasicismo de la etapa anterior. Otro punto importante es que se genera una ruptura radical con la tradición, la misma que se afianzaría con las vanguardias al calor de los nuevos inventos y hechos históricos. Vemos estos aspectos uno por uno. 

Principales características del arte del Romanticismo 

1.- Al contrario que el arte clásico, ligado a los parámetros del arte romano, griego y renacentista, el romántico mira a la Edad Media. Hay autores que llevan a más la distinción. El arte clásico, propio del Mediterráneo donde nació, se contrapone al nórdico y su gusto por una naturaleza poblada por fuerzas mágicas y seres extraordinarios. 

2.- Es en el Romanticismo cuando se promulga la independencia del arte por el arte desligado de cualquier utilidad social. Esta premisa alcanzará su cenit en siglo XX con las denominadas vanguardias históricas (dadaísmo y futurismo especialmente) que dan un paso más allá en esta idea al defender la inutilidad de cualquier expresión artística.  

3.- Paralelamente, el artista romántico se desliga de cualquier carga histórica. Y pretende abordar las problemáticas y temáticas de su tiempo de una forma sincrónica. Esto es, queda eliminada cualquier referencia a los mitos, a la cultura, a la estética o a la literatura clásica para centrarse en el presente. Es el momento de dejar constancia de los hechos contemporáneos adquiriendo, a la par, un cariz de denuncia. Este extremo lo vemos, por poner dos ejemplos bien conocidos, en La balsa de la Medusa de Gericault, ambientada en un hecho real recogido por la prensa de la época, o Los fusilamientos del tres de mayo de Francisco de Goya. La libertad guiando al pueblo de Eugène Delacroix puede completar estos ejemplos, aunque la pintura tiene un marcado matiz simbólico.  

4.- Otra de las características del arte del Romanticismo que vemos también en todos los géneros literarios es el tratamiento de la naturaleza, que se convierte en un personaje u actor más. Ya no estamos ante un decorado o ante un paisaje que aporta significado a la obra en tanto en cuanto arropa a los protagonistas. Ahora la naturaleza se reviste con sentimientos y actúa con su propia fuerza. Hay un gusto por los ambientes de tormentas o peligrosos que pasan a significar las pasiones, dramas o sentimientos humanos tratados en las obras. Lo vemos en literatura, por poner un caso, en Don Álvaro o la fuerza del sino del Duque de Rivas. El autor elige un paisaje montañoso mientras caen chuzos de punta para la narración del suicidio de su protagonista. Este extremo también está presente en las Leyendas de Bécquer, un autor andaluz que se apunta a este nuevo imaginario nórdico poblado por seres extraños, etéreos o directamente fantasmales. La naturaleza, en definitiva, es vista con los ojos del iluminismo y, por tanto, es susceptible de ser corregida y adaptada para amoldarse a los sentimientos humanos.  

5.- Las pasiones se erigen frente a la razón. Así, nos encontramos con pinturas en las que se ensalza el movimiento (la emoción) frente al quietismo, que se encuentra dentro de la definición de Neoclasicismo, el movimiento cultural inmediatamente anterior. La pintura del Romanticismo, en definitiva, gusta de fuerzas en movimiento. 

A tener en cuenta en el arte romántico 

6.- El horror, lo deforme e, incluso lo grotesco, tal cual sucede con el arte barroco, se convierte en la puerta de entrada para conocer lo sublime. Y esto siempre habita en un más allá vetado a los no iniciados que el artista se encarga de descubrir para los profanos. 

7.- Estas ideologías estéticas que son características del arte del Romanticismo se traspasan al plano de la realidad social. El artista se convierte en un rebelde, en alguien que se enfrenta al sistema. Las obras, por tanto, alimentan movimientos políticos de diversa índole: desde los procesos de emancipación de los distintos países de América hasta las revoluciones burguesas contra los modelos monárquicos y de la iglesia. Con el Romanticismo, además, se dan carta de naturaleza a los primeros derechos civiles universales que se volverían imparables conforme se va desarrollando el siglo XIX. El retrato del artista de la época es el de un bohemio, de un burgués (que los ascensores sociales aún no estaban en marcha) que rechaza la sociedad a la que pertenece, la incipiente mecanización, las ciudades ennegrecidas por la polución de las fábricas y el sistema capitalista que aparca la originalidad personal.  

La historia y el posicionamiento político de los artistas más allá de la estética 

8.- Los hechos históricos (Revolución Francesa, guerras de independencia, crueldades…) hacen abjurar a los artistas de los dones de la razón que se había ensalzado en el periodo inmediatamente anterior con el Neoclasicismo. Esto desemboca en otra de las características del arte del Romanticismo: la búsqueda de la verdad en los sueños, en los mundos que están al otro lado, en los emplazamientos oscuros del espíritu. De alguna manera u otra, estos creadores adelantan los postulados del inconsciente según Freud publicados décadas más tarde.  

9.- Estos choques entre lo desconocido y el mundo de la realidad, del deber, de las obligaciones, de las normas sociales generan en el artista un fuerte sentimiento de soledad que va parejo a la rebeldía que es intrínseca en el periodo. Por primera vez en la historia se niegan los mecenazgos priorizando la individualidad y la libertad frente a la seguridad económica con todo lo que conlleva. Esto genera en ciertos artistas (el caso de Goya es uno de los más evidentes) un sentimiento de frustración, de intenso dolor espiritual y de ira anímica que se transparentan en sus obras (las pinturas negras por ejemplo por seguir con el mismo pintor). 

10.- Otra de las características del arte del Romanticismo es la elevación del concepto sublime que va más allá de lo concebido como hermoso o delicado. Lo sublime ahora se puede encontrar en seres monstruosos y alejados de cualquier clasificación social (Drácula y Frankenstein, por poner los dos más famosos, son románticos como lo es el Jorobado de Notre Dame). La deformidad, por tanto, se transforma en belleza o en fuente de verdad. Es la que abre las puertas hacia el otro lado. En este sentido, se distingue entre lo bello pintoresco y lo bello sublime. Lo primero corresponde a la realidad,  a lo que se puede pintar porque es reconocible a todos los ojos. Lo segundo, lo sublime, es una categoría subjetiva (entrando también el término en la estética romántica) y nos habla de un más allá difícil de categorizar y vetado a todo el que no está iniciado. El artista romántico se erige, así, en una suerte de chamán, en un guía, en un comunicador entre los dos mundos.  

El arte romántico es el de lo sentimientos pasionales 

11.-  Los sentimientos se erigen en los protagonistas absolutos. Estos se concretan en el plano de la pintura en obras que tienen a personajes captados en un momento de pasión e, incluso, de drama. Se abandonan los colores claros progresivamente hasta llegar a pinturas oscuras que quieren traer a la superficie la fuerza de ese momento fundamental en la vida de los protagonistas. Volvemos a los ejemplos anteriores:  Los fusilamientos del tres de mayo de Goya que retrata una ejecución en masa o La balsa de la Medusa que recoge el instante en el que los náufragos ven, a lo lejos, el barco que los va a rescatar de una muerte segura. 

12.- La pintura del Romanticismo va progresivamente abandonando los contornos y se difumina. Esta evolución se afianzaría con el impresionismo. Sin embargo, ahora mismo se olvidan los personajes famosos o reconocibles y los artistas se centran en el sentido simbólico de lo allí expresado. Los gestos van adquiriendo carácter simbólico en tanto en cuanto son representación de un sentimiento universal.   

13.- Paralelamente, se va olvidando cualquier representación amable, tanto de la realidad como de los sentimientos abstractos. Algunas obras, incluso, se han considerado antecedentes del expresionismo, uno de los movimientos de vanguardia del siglo XX. El caso más claro es, de nuevo, Francisco de Goya.  

14.- Todo ello hace que el artista se considere un guía moral para la sociedad aunque, por voluntad propia no pertenezca a ella o lo haga en parte. Como persona ajena a las imposiciones de las costumbres cívicas y que ve la realidad que se encuentra oculta, se auto-erige en un líder espiritual. Y sus obras tienen este objetivo. La contradicción está servida ya que, si bien postulan que el arte solo tiene utilidad como sí mismo, a la par, se reviste de un fuerte compromiso social al abrir las puertas de todos los mundos posibles.  

15.- Se toma a Miguel Ángel como ejemplo de artista total capaz de traer a la realidad mundana aquello que se encuentra en el otro lado, en la ultratumba, en lo desconocido más irónico. En el plano literario el modelo es Shakespeare quien, con sus obras de teatro isabelino, realizó un magistral catálogo de todas y cada una de las pasiones humanas.  

Y, por último se idealiza sobre manera el mundo medieval (tanto el gótico como el románico anterior) con su fuerte compromiso con los valores cristianos. Es otra de las contradicciones de las características del arte del Romanticismo que no tiene empacho en proclamar libertad y rebeldía a la par que mira hacia la sociedad medieval estructurada y  espiritual en extremo. En arquitectura, por ejemplo, vuelve el gusto por las almenas, por los castillos, por los parques que asemejan bosques, por la decoración de gárgolas que nos amenazan con seres misteriosos, monstruosos o fantasmales. Los mensajes del más allá propios de los santos medievales se transforman en el mundo romántico en conversaciones u encuentros con espíritus, fantasmas o seres demoniacos. Las puertas hacia un lado desconocido, por tanto, se van abriendo de par en par y, progresivamente, se van llenando de símbolos. Todo esto saltaría definitivamente por los aires a finales del siglo XIX con el desembarco de todas las vanguardias y su negativa a ser mimesis de la realidad. Entre otras cosas porque se había inventado la fotografía y el cine que cumplían esta misión. Eso es tema para otro día.  

Por Candela Vizcaíno | Doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla

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