Sevilla secreta en tres tesoros (casi) desconocidos

Itálica

Itálica

Candela Vizcaíno

Primera parada en la Sevilla secreta: Itálica, las ruinas romanas de Andalucía

La vecina Hispalis (Sevilla) quedaba a menos de quince kilómetros, el río Betis (Guadalquivir) desparramaba sus riquezas por un fértil valle donde se prodigaban las huertas y los deliciosos frutales. En un alcor, un general de la familia de los Escipiones establece un bastión definitivo para dejar a los veteranos de una batalla cercana. Aquella guerra se libró contra un pueblo “bárbaro” conocidos como los turdetanos, quienes, al parecer, nos dejaron uno de los tesoros más desconocidos y enigmáticos de toda Andalucía. Me refiero al del Carambolo, protagonista del punto tres y cuya réplica (la historia más adelante) se puede admirar en uno de los Museos del Parque de María Luisa, el Arqueológico.

Eso sucedió dos siglos antes del nacimiento del Cristo y el lugar fue creciendo tranquilamente al amparo de los ilustres moradores que aquí habitaron. Cuna del emperador Trajano, también vio crecer al exquisito Adriano. Fueron las décadas centrales del siglo II las de mayor esplendor del lugar. A partir de entonces, Itálica fue paulatinamente sepultada por el polvo del olvido y ello a pesar de estar en la ruta inicial de la Vía de la Plata, la misma que unía el puerto de Cádiz con la actual Gijón; el Mare Nostrum con el bravo Cantábrico.  

 

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Itálica, historia mínima de una ciudad pagana, la Sevilla secreta muestra sus orígenes romanos

Abandonada por sus habitantes, piedras, columnas, esculturas o mosaicos de la, en otra época, próspera Itálica son utilizados como elementos constructivos en emplazamientos diversos. Comienza así una dispersión que termina ya bien entrada la Edad Media cuando la tierra y el viento sepultan las ruinas de la ciudad pagana.

Así continuaría hasta inicios del siglo XX, cuando, con ayuda de adinerados próceres locales, se procede a realizar las primeras excavaciones arqueológicas. Venerables 1

Segunda parada en la Sevilla secreta: Hospital de los Venerables, en el barrio de Santa Cruz

En el corazón palpitante del Barrio de Santa Cruz se erige este edificio barroco que exhibe sin pudor azulejos locales pintados a color, techos mudéjares realizados en maderas exóticas, frescos de Valdés Leal, el pintor barroco del “Sic transit gloria mundi”, un retablo abigarrado en pan de oro, una escalera de mareo, un órgano propio de los ángeles, bellos ejemplares de raros Ficus superba var. Japonica, esto es magnolios de origen japonés y mucho más…

Origen del Hospital de los Venerables de Sevilla

Estamos a finales del Siglo XVII, en Sevilla. Por entonces, la capital es una urbe cosmopolita y contradictoria que lo mismo levantaba elegantes palacios que daba cabida a pícaros y vividores de media Europa. Sevilla, puerto hacia Las Indias, congregaba una multitud variopinta que, a pesar de todo el oro que entraba en su puerto, pugnaba por sobrevivir muy a duras penas.

Eran sacerdotes sin familia y sin hacienda, hidalgos sin oficio ni beneficio, viudas desamparadas, huérfanos abandonados y toda una larga lista de pobres de toda condición social. De entre ellos, solo los más afortunados lograban hacerse con un débil refugio al calor de las órdenes religiosas caritativas o de las hermandades.

Aunque estas últimas hoy son solo conocidas (un poco injustamente) por su aspecto más folclórico, en sus inicios, realizaban (también lo hacen en la actualidad) una labor social de emergencia. Proveían de pan, techo, débiles medicamentos, cobijo anímico o misas a buena parte de los pobres que rondaban por la ciudad.  Una de las más antiguas, la del Silencio, fundada en el siglo XIV y, en la actualidad, en peregrinación en La Madrugada de la famosa Semana Santa de Sevilla, se autoimpone una ingente tarea. Se trataba de recoger a todos los venerables (léase jubilados y/o ancianos) religiosos que no tenían amparo familiar y/o de hacienda. Nace así el Hospital de los Venerables Sacerdotes de Sevilla.

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Arquitectura barroca en pleno Barrio de Santa Cruz, más allá de la Sevilla secreta y romántica

Y la Real Hermandad, como era común también entonces, realiza su obra de caridad por todo lo grande. Nada de tiendas de campaña o de humildes viviendas con servicio de apoyo. Levanta un impresionante edificio a corta distancia de El Alcázar de Sevilla y a dos pasos literales del Callejón del Agua. Ejecutado al estilo de las casas palacio de la capital, se estructura alrededor de un original patio que se vehicula hacia abajo. Me explico. Hay una fuente de inspiración árabe en el centro a la que se accede bajando unos escalones.

El lugar que se puede visitar sin más como otro espacio monumental de la capital, es sede de la Fundación Focus Abengoa. Aquí se realizan exposiciones de calado que llegan a generar colas que dan vueltas a medio Barrio de Santa Cruz. A pesar de los años (más de diez si la memoria no me falla), aún tenemos algunos sevillanos en la retina los hermosos cuadros de Caravaggio que estuvieron en boca de todos (por excepcionales) durante un tiempo.  Eso que recuerde por magnífico, pero casi siempre hay algo interesante.

En este sentido, hay que estar atentos también a la programación de los Conciertos Magistrales (en febrero, mayo y noviembre). Los viajeros más sibaritas tienen que anotarse una fecha: 30 de mayo (de cualquier año), festividad de San Fernando, patrón de Sevilla. Este día la fundación y el antiguo hospital ponen lo mejor de sí mismo. Y que no te quepa duda de que es muchísimo.

No te olvides, viajero, si vas desde la Catedral hacia los Jardines de Murillo para ver la estatua de Don Juan de hacer una obligada parada en este venerable hospital. Es un emplazamiento que en un viaje a Sevilla no te puedes perder.

Tesoro Carambolo

Tercera parada en la Sevilla secreta: Tesoro del Carambolo, auténticas joyas en oro de una civilización perdida

El bautizado como Tesoro del Carambolo se custodia en una sala habilitada ad hoc en el Museo Arqueológico de la capital hispalense, situado en la Plaza de América, en el extremo sur del Parque de María Luisa. Con vocación divulgativa, se comenta este espectacular hallazgo “casi” único (y luego explicamos las razones) en su género.

Si viajas a Sevilla y quieres ver el Tesoro del Carambolo auténtico, debes saber que, por falta de presupuesto y discrepancias entre las administraciones, el original ha vuelto a la caja fuerte y solo se exhibe una copia. Aún así, la historia a continuación (excepto el no pequeño detalle del museo) no se modifica por ello.

Corría el último día del mes de septiembre de 1958. España se sacudía de los horrores y penurias (por este orden) de la Guerra Civil. En un cerro, en el municipio de Camas, en el área metropolitana de Sevilla, se llevan a cabo unas obras de una empresa dedicada al tiro pichón. De repente, un operario, del que nos ha llegado hasta su nombre, Alonso Hinojos del Pino, se topa con lo que parece un brazalete. La curiosidad se apodera del resto de la cuadrilla que comienza a excavar en el lugar hasta encontrarse con joyas similares. Aunque, en un principio, la incredulidad ronda por las cabecitas de los albañiles, pronto el miedo (al ser despedidos o llevados al cuartel de la guardia civil) se apodera de ellos.

Llaman a la propiedad que encuentran extraño el hallazgo y éstos, ni cortos ni perezosos, se ponen en contacto con una de las mayores eminencias del momento en lo que arqueología antigua se refiere: el catedrático don Juan de Mata Carriazo. El profesor realiza su dictamen y fecha el espectacular hallazgo entre los siglos VIII y VI a.c. y no duda en rotular su escrito con la frase “un tesoro digno de Argantonio”, el mítico rey (o dinastía, según las investigaciones recientes) de la no menos mítica Tartessos, situada a orillas de lo que, por entonces, era un golfo de mar que se extendía desde Sanlúcar de Barrameda por todo el valle del Bajo Guadalquivir para terminar en la actual Coria del Río.

¿Cómo es y en qué consiste el Tesoro del Carambolo? Una joya que forma parte de la Sevilla secreta al máximo

El Tesoro del Carambolo, podéis verlo en la foto, está compuesto por dos cilindros parecidos a brazaletes, dos pectorales, un collar rematado en cascabeles y 12 placas rectangulares realizados con la técnica de la cera perdida en oro de 24 quilates. Ha estado guardado durante más de cincuenta años en una cámara acorazada del Banco de España y ahora, por tiempo indefinido, o eso esperemos, se expone al público en una sala habilitada en el museo hispalense mencionado arriba. Aviso al lector acerca de la información facilitada por la Wikipedia sobre esta entrada, ya que no solo está falta de referencias acreditadas, sino también de la más mínima actualización.

Otros tesoros fenicios: Tesoro  de Mairena del Alcor y Tesoro de Ébora

¿Fenicios? ¿Pero no había dicho usted que esto era de la legendaria Tartessos? Sí lo he dicho, porque eso fue lo que se quiso creer en la época del descubrimiento, pero ha llovido mucho desde entonces y aunque las excavaciones en el lugar, y en otros semejantes, se han llevado un ritmo desesperadamente lento, cincuenta años tiene muchos días y ha dado tiempo para replantearse esta hipótesis, a la par que salían a la luz un complejo arquitectónico y otros tesoros que, en la actualidad se exhiben junto al del Carambolo.

Estamos hablando del Tesoro de Mairena del Alcor, también hallado por casualidad y del Tesoro de Ébora, encontrado por un tractorista (quien se negó a dar los datos exactos de su ubicación sin más explicaciones) en el cortijo homónimo en 1960. Si bien el del Carambolo se fecha, con las técnicas modernas, alrededor del año VI antes de Cristo, los otros dos son posteriores y pueden llegar incluso al I. a.c.

¿A qué cultura pertenece el Tesoro del Carambolo?

¿Y qué civilización antigua pudo permitirse en un radio de poco más de 100 kilómetros tantas joyas en oro? ¿Y cuál era su destino? Las respuestas a ambas preguntas van de la mano. Si bien, en un principio, por eso de la cosmovisión imperante, se dio por sentado que el oro del Carambolo pertenecía a un personaje real, según se han desarrollado las investigaciones, esta tesis ya no se sostiene y se apuesta por un uso de todas las joyas en rituales sagrados.

Es decir, el ajuar estaría destinado a ceremonias en las que se sacrificaban toros o ganado bovino a los dioses, pidiendo una próspera cosecha, el fin de una plaga o la procreación. Esa divinidad que se intentaba contentar parece ser Baal y la gran diosa fenicia Astarté, la que cuidada de la fertilidad humana, de la madre naturaleza y de la vida, es decir, de todo aquello imprescindible para el hombre de cualquier época.

Esta teoría no es solo una hipótesis, sino que viene avalada por el descubrimiento, en ese espacio que ahora se antoja un templo, donde se escondía el tesoro del Carambolo, de estatuillas de bronce, fíbulas y hebillas con las representaciones clásicas de la diosa. Por tanto, el del Carambolo no eran las joyas perdidas de un rey en su huída de los enemigos, sino que formaba parte de un ajuar eclesiástico que se escondía para evitar la profanación del latrocinio.

Y esta civilización que ha sido bautizada como turdetana era, por los restos que se han encontrado, hermana de la fenicia que, por entonces, se asentaba en los mejores puertos del Mediterráneo y los más cercanos al Mare Nostrum situados en el Océano Atlántico.

Fotos y textos por Candela Vizcaíno 

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